Professional Documents
Culture Documents
Before Birth
May 24, 2019
By Kathy Kinsner
The moment you discover you’re pregnant is the
beginning of your journey toward parenthood.
Wavebreakmedia / Shutterstock
Some parents start a baby journal to write down their thoughts and feelings during pregnancy. When
your child gets older, you can share the thoughts you had as you were waiting for him to arrive.
If you’re like most parents-to-be, you may feel eager for your baby to arrive and
anxious about all the changes ahead. Fortunately, these 9 months from conception
to birth are a perfect time to emotionally prepare yourself and get to know your
child-to-be.
Communication Is Key
Don’t let anyone tell you it’s silly to talk, read, and sing to your baby before he’s
born. It’s not. Between 18 and 22 weeks, your baby’s ears are developing and by 30
weeks, your baby may be able to hear and remember language. This means your
little one is taking in the sounds around him—including your voice! Talking,
singing, and reading to your baby are great ways to connect and give you a chance
to start some of the fun parts of being a parent. Say hi in the morning and good-
night before you go to sleep, and chat about your day in between.
You can share music as well—lullabies and classical music are most relaxing. Babies
seem to prefer music that matches the beating of their mom’s heart.
Some parents start a baby journal to write down their thoughts and feelings during
this time. A baby journal can include photos of you and other important people in
your baby’s life, a list of activities you want to share with your baby, favorite songs
and stories, names you are considering, and anything else you want to say to
welcome your little one to the world! When your child gets older, you can share the
thoughts you had as you were waiting for him to arrive.
Enjoy some quiet moments during your pregnancy to get to know your baby. The
time you share now helps you bond and connect as parent, child, and brand-new
family.
Establecer límites
English
Si usted se está refugiando en casa con un pequeño
tirano, este artículo es para usted.
COMPARTIR
Share on Twitter
Share on Facebook
Share on LinkedIn
Share via email
Print
Si usted se está refugiando en casa con un pequeño tirano, este artículo es para
usted.
¿Está usted criando a un niño de dos o tres años? Los berrinches, la insistencia
irracional en hacer las cosas a su manera y la dificultad para seguir las reglas son
parte de esa crianza.
Justo cuando usted ya tiene establecida la rutina de dormir toda la noche, cambiar
pañales y de comer alimentos sólidos, su bebé se convierte en una persona
completamente nueva: de bebé a niño pequeño. Este descubre que sus deseos y
necesidades son diferentes de los de usted. Desde el punto de vista del desarrollo,
esto es genial: es exactamente lo que debería estar sucediendo a esta edad. Desde
el punto de vista práctico, no tanto. La mayoría de los niños pequeños carecen de
las palabras para describir lo que necesitan y del autocontrol para recordar y seguir
las reglas.
Es importante tener en cuenta que los cambios en el hogar puedan dar lugar a un
comportamiento más problemático que lo habitual. Incluso los bebés sienten y
reaccionan al estrés de sus padres. A la mayoría de nosotros nos está costando
combinar el trabajo desde casa, el cuidado de los niños y cocinar todas las
comidas. El estrés de semanas de estar juntos las 24 horas todos los días de la
semana puede comenzar a pesar sobre los adultos de la familia, y los niños lo
perciben. Como resultado, pueden tener más lloriqueos y ser más apegados de lo
normal. Pueden parecer retroceder y comportarse otra vez más como bebés:
exigen un chupete o se despiertan más por la noche. Y pueden tener más
berrinches o ser ultrasensibles.
Los niños menores de tres años necesitan explicaciones sencillas, directas y veraces
sobre lo que ha sucedido. Estas son algunas sugerencias para hablar sobre la
pérdida con su niño pequeño: Comience con explicaciones cortas, sencillas y
veraces. “Abuelita se enfermó y tuvo problemas para respirar. Los médicos se
esforzaron mucho por ayudarla, pero ella murió.”
Comience dando una explicación corta y sencilla y luego espere a ver si su hijo
tiene más preguntas. Proporcionar más información de la que piden los niños
puede aumentar su preocupación o confusión.
¿Dónde está abuelita ahora? Los niños pequeños pueden confundirse con
expresiones como: “Perdimos a la abuelita”, “Abuelita se fue a un lugar mejor” o
“Abuelita se fue”. Un niño pequeño puede tener miedo de que pueda “perder” a
sus padres también, creer que la persona está literalmente en otro lugar o estar
confundido sobre el lugar a donde se fue. A veces la muerte se describe como “ir a
casa” o “dormir eternamente”. Los niños pequeños pueden comenzar a temer
actividades normales, como ir a casa después de una salida o ir a dormir.
¿Te vas a morir? Los padres pueden reconocer el miedo, pero ofrecer
tranquilidad: “Puedo ver por qué estás preocupado por eso, pero somos fuertes y
saludables. Estaremos aquí para cuidarte durante mucho tiempo.”
¿Voy a morir yo? “Nosotros comemos bien, dormimos bien y vamos al
médico para que puedas mantenerte sano y vivir mucho, mucho tiempo.” ¿Todos
mueren? “Con el tiempo, todos mueren. La mayoría de la gente muere cuando es
muy, muy vieja como Abuelita”.
¿Qué pasa si yo me enfermo? “Todo el mundo se enferma a veces. Mamá y
papá cuidarán de ti, y los doctores también. Estarás bien incluso si te enfermas.”
¿Puedo morir para estar con Abuelita? “Yo sé que quieres estar con Abuelita.
Yo también la extraño. Cuando mueres, ya no puedes jugar con tus bloques, comer
helado o ir a jugar a los columpios. Abuelita querría que tu hicieras todas esas
cosas y yo también”.
¿Qué significa morir? Tenga en cuenta que los niños pequeños no son
capaces de comprender plenamente la muerte. Puede ser útil ofrecer una
explicación sencilla y concreta: “El cuerpo de Abuelita dejó de funcionar. No podía
comer, ni jugar, ni mover más su cuerpo como nosotros”.
Si su niño pequeño fue testigo de algún aspecto aterrador de la pérdida, necesita
escuchar lo que sucedió en términos apropiados para la edad. Por ejemplo, los
niños pueden ver u oír llegar a la ambulancia, observar el miedo y la preocupación
de sus padres, o ver signos de sufrimiento físico como el sangrado. Los padres
pueden explicar: “Fue aterrador cuando Abuelita estaba teniendo problemas para
respirar. Eso nos hizo saber que algo andaba mal. Llamamos a la ambulancia para
que Abuelita pudiera ir al hospital muy rápido”.
Los padres pueden notar que los niños pequeños juegan a “morirse”. Usted puede
ver a su hijo que juega a fingir que un tren de juguete o un animal de peluche
puede “morir”. Esto es muy normal. Los niños nos muestran a través del juego lo
que están pensando. Si lo desea, considere la posibilidad de añadir juguetes como
un kit de médico o ambulancia a las opciones de los niños para que puedan
explorar este tema en su juego de fingir. Con el tiempo, este enfoque se
desvanecerá.
Los niños pequeños pueden hacer las mismas preguntas una y otra vez. Pese a que
puede ser difícil (y doloroso) responder a preguntas sobre la muerte de un ser
querido una y otra vez, es una manera importante para que su hijo desarrolle una
comprensión de lo que ha sucedido. Los niños pequeños y los niños en edad
preescolar aprenden a través de la repetición, por lo que escuchar las mismas
explicaciones una y otra vez les ayuda a darle sentido a esta experiencia.
Está bien hablar y recordar a su familiar con su hijo: “Hagamos los panecillos
favoritos de Abuelita esta mañana. Podemos recordarla mientras horneamos
juntos”. O: “Déjame contarte una historia sobre Abuelita de cuando ella era niña”.
También puedes mostrar fotos o cantar canciones que fueran las favoritas de tu ser
querido.
Está bien llorar delante de su hijo, aunque es importante explicar por qué. “Estoy
llorando porque estoy muy triste de que Abuelita haya muerto. La extraño.” (Es
importante tener en cuenta: Si su dolor se vuelve abrumador, usted merece apoyo.
Comuníquese con su proveedor de atención médica para obtener sugerencias de
consejeros locales para casos de duelo u otros recursos.) Si el dolor de su hijo
parece particularmente intenso, persistente o parece interferir con su juego o
aprendizaje, pídale a su proveedor de atención médica que lo conecte con un
profesional de salud mental capacitado para apoyar a los niños pequeños
Tolerancia de las frustraciones
English
La paciencia y la persistencia describen cómo un niño
hace frente a las frustraciones y cuán probable es que
se aboque a un problema o desafío a fin de hallar una
solución.
COMPARTIR
Share on Twitter
Share on Facebook
Share on LinkedIn
Share via email
Print
Los niños que se frustran con facilidad tienden a sentirse muy molestos el minuto
en que algo no se da como ellos quieren, tiene dificultad en esperar para recibir
atención o ayuda y se dan por vencidos rápidamente cuando se ven ante un
desafío.
Para los niños que usted cuida que tienen un nivel bajo de tolerancia de las
frustraciones, pruebe las siguientes estrategias:
Para los niños que usted cuida que son persistentes, trate las siguientes estrategias:
Share on Twitter
Share on Facebook
Share on LinkedIn
Share via email
Print
Los bebés se orientan de manera innata a las caras de las personas y preferirían
escuchar un discurso o una canción que cualquier otro tipo de sonido.
Al igual que los bebés recién nacidos nacen con un conjunto de instintos muy
útiles para sobrevivir y orientarse en su nuevo entorno, los padres están igualmente
programados para amar y responder a las señales de sus bebés. La mayoría de los
adultos (y los niños) hallan que los bebés son irresistibles e instintivamente quieren
criarlos y protegerlos. Por cierto, no es accidental que el afecto que la mayoría de
los padres sienten hacia sus bebés y el tipo de atención con que más quieren
colmarles —tocarles, abrazarles, consolarles, arrullarles, cantarles y hablarles—
proporciona precisamente el mejor tipo de estímulo para sus cerebros en
crecimiento. Debido a que el desarrollo del cerebro depende tanto de la
experiencia temprana, la mayoría de los bebés recibirán el tipo correcto de crianza
desde sus primeros días, por medio de nuestros estímulos amorosos y nuestros
instintos de padres.
Pese al reciente despliegue publicitario sobre “cómo hacer que su bebé sea más
inteligente”, los científicos no han descubierto ningún truco especial para realzar la
fase de conexiones naturales en el desarrollo del cerebro de los niños. Al parecer, el
proporcionar cuidados normales, afectuosos y sensibles proporciona a los bebés el
entorno ideal para estimular su propia exploración, que es siempre la mejor ruta
para el aprendizaje.
Share on Twitter
Share on Facebook
Share on LinkedIn
Share via email
Print
Las infecciones quizá plantean el mayor riesgo al cerebro del feto que está en
desarrollo. Muchas infecciones aparentemente inocuas pueden interrumpir
gravemente el desarrollo del feto, incluida la formación y las conexiones de las
células del cerebro. Afortunadamente, la mayoría de las mujeres ya son inmunes a
las más peligrosas de dichas infecciones: el virus que causa la rubéola y el virus que
causa la varicela. Otras infecciones potencialmente dañinas son el citomegalovirus,
la toxoplasmosis y varias enfermedades de transmisión sexual (sífilis, gonorrea y
herpes genital). Las pruebas prenatales y los tratamientos pueden reducir al
mínimo el riesgo de algunas de estas enfermedades, pero en términos generales, la
mejor manera en que las embarazadas pueden proteger el cerebro de sus bebés es
mediante la estricta higiene: lavarse las manos frecuentemente, evitar a amigos y
compañeros de trabajo que estén enfermos, tener cuidado con los besos y no
compartir comidas ni bebidas con nadie, ¡ni siquiera con sus propios
niños pequeños!
Share on Twitter
Share on Facebook
Share on LinkedIn
Share via email
Print
HelgaAnnenkova / Shutterstock
Como parte del cerebro evolucionada altamente y más recientemente, la corteza es
responsable de todos nuestros pensamientos, sentimientos, recuerdos y acciones
voluntarias conscientes.
Para los dos años de edad, la corteza cerebral de un niño pequeño contiene
bastante más de cien billones de sinapsis. Este período de exuberancia sináptica
varía en diferentes partes de la corteza cerebral: comienza antes en las principales
regiones sensoriales, como la corteza visual o principal área del tacto de la corteza,
si bien comienza un poco más tarde en los lóbulos temporal y frontal, áreas del
cerebro que participan un funciones cognitivas y emocionales más elevadas. No
obstante, la cantidad de sinapsis sigue en su punto máximo, nivel superabundante
en todas las áreas de la corteza cerebral hasta mediados de la niñez (4 a 8 años de
edad). A partir de la mitad de los años de escuela elemental y siguiendo hasta el fin
de la adolescencia, la cantidad de sinapsis disminuye gradualmente hasta los
niveles de adulto.
Mi hija de 17 meses ha
comenzado a querer darme
golpes cuando no consigue lo
que quiere
English
Pregunta: ¿Cómo le respondo a mi hija de 17 meses
que ha comenzado a querer darme golpes cuando no
consigue lo que quiere?
COMPARTIR
Share on Twitter
Share on Facebook
Share on LinkedIn
Share via email
Print
Respuesta: No es fácil tener 17 meses. Uno tiene sentimientos realmente
fuertesfuertes, pero no tiene la capacidad de usar palabras para hacerle saber a
otros claramente lo que uno piensa. ¡Cuán frustrante es eso!
Share on Twitter
Share on Facebook
Share on LinkedIn
Share via email
Print
Photo: Kiwi Street Studios
Pregúntele a cualquier padre si quiere que su hijo sea una persona agresiva y es
probable que reciba más de una respuesta. Después de todo, la agresividad se
relaciona con comportamientos tanto aprobados como desaprobados en nuestra
mente y en nuestra sociedad: tanto con la energía y el propósito que nos ayudan a
dominar activamente las dificultades de la vida como con las acciones ofensivas y
las fuerzas destructivas.
La mayoría de nosotros quiere que nuestros hijos sean capaces de adoptar una
postura firme cuando otros los tratan con brusquedad. Esperamos que no
comiencen peleas, pero si los atacan que puedan enfrentar al atacante y no se vean
abrumados. El aprendizaje de un niño para encontrar un equilibrio saludable entre
un comportamiento demasiado agresivo y muy poco agresivo probablemente sea
la tarea más difícil del crecimiento.
Según la teoría del desarrollo, los impulsos o deseos agresivos son innatos en el
niño humano y son un aspecto crucial de la fuerza vital sicológica y de la
supervivencia. En el curso del desarrollo saludable, estos impulsos se expresan
normalmente en varios comportamientos en diferentes edades y, con la ayuda de
padres y otros, gradualmente van pasando al control de la persona: moderado,
canalizado y regulado, pero de ninguna manera eliminado.
A veces los padres me cuentan que su niño pequeño “sabe” que no debe golpear
ni morder. Ellos creen que esto es así porque cuando lo regañan, él parece
avergonzado. Lo que el niño entiende no es que ha lastimado a alguien o que ha
destruido algo sino que se ha ganado la desaprobación de sus padres. A la inversa,
cuando lo elogian por ser amable con otro, él sabe y le agrada saber que es
aprobado por ese comportamiento en ese momento. Lleva tiempo y muchos
recordatorios antes de que él pueda entender que no golpear ni morder se aplica a
muchas situaciones. Los niños pequeños, en particular los menores de tres años y
medio, poco saben de su propia fuerza. No se comprende automáticamente las
diferencias entre un beso y un mordisco, entre una caricia y un golpe, entre un
empujoncito y un empujón hasta tirarle al suelo a alguien, y los niños necesitan
muchos recordatorios como: “Déjame que te muestre cómo acariciar al bebé (o al
perro de la familia o la mejilla de papá)”; “Acariciar siente bien. Golpear puede
doler”; o “Hazlo suavemente (o despacito), así.”
¿Entonces qué deben hacer los padres para moderar y canalizar la agresividad de
su hijo sin eliminarla al ser demasiado severos? Mientras no hay una receta exacta,
las siguientes son 12 sugerencias que pueden ayudarle a proporcionar a su hijo la
orientación que necesita.
1. Los límites son parte del cariño. Tenga presente que el hecho de que su
hijo se sienta amado y cuidado con afecto sienta las bases para su aceptación de la
orientación que usted le dará a medida que vaya creciendo. Los niños que se
sienten amados quieren agradar a sus padres la mayor parte del tiempo y
responderán a la orientación de éstos. El poner restricciones razonables al
comportamiento de su hijo es parte de amarlo, así como alimentarlo, consolarlo y
jugar con él respondiendo a sus deseos.
2. Trate de determinar lo que desencadenó el comportamiento agresivo
de su hijo. Pregúntese qué pudo haber pasado para eso: su comportamiento o el
de otra persona, o alguna otra cosa en la situación; tal vez él esté muy cansado o
no se sienta bien físicamente. El hecho de que lo hayan apurado, tratado de
manera abrupta, negado algo que quería o aun no poder hacer algo que ha
tratado de hacer con un juguete o actividad física con frecuencia produce
sentimientos de frustración y enojo que dan lugar a un comportamiento agresivo.
3. Use lo que usted sabe. Utilice lo que usted conoce sobre el temperamento
de su hijo, sus ritmos, preferencias y sensibilidades. Por ejemplo, si usted sabe que
él está irritable o malhumorado durante la primera hora del día o sin ánimo cuando
está cansado o con hambre, usted no va a escoger ese momento para pedirle
mucho en cuanto a control.
4. Sea claro. Dígale a su hijo lo que usted quiere haga o no haga en una
situación específica (pero trate de no darle un sermón largo). Su hijo sabrá de su
desagrado por el tono de voz y por la manera como le hable. Es importante que
usted trate de ser claro sobre su desaprobación. No obstante, los sermones largos
y las predicciones graves por lo general son contraproducentes. Decirle a una niña
de tres años que no puede mirar televisión por dos semanas si le golpea a su
hermanito pequeño puede alterarla, pero es poco probable que le ayude a
entender y desarrollar sus propios controles. Un mejor motivo es que usted no
quiere que le golpee porque eso duele. El que a usted no le gustó el
comportamiento de ella es su mensaje más eficaz. A cualquier niña pequeña que se
ha ganado la desaprobación de uno de los padres le ayuda si se le recuerda que
ella es amada aun cuando a usted no le gusta el comportamiento.
5. Sea un observador cuidadoso. Cuando su niño pequeño está jugando con
otros niños, mantenga un ojo sobre la situación pero trate de no estar encima. Lo
que comienza como una riña en broma, correr y perseguir o compartir juguetes
puede convertirse rápidamente en una batalla entre niños y pueden necesitar un
árbitro. Sin embargo, hay ocasiones en que usted puede dejar que los niños
pequeños solucionen las cosas entre ellos. Naturalmente, lo que marca una
diferencia es la edad.
6. Use el reencauce. Cuando su hijo está siendo agresivo de maneras que a
usted no le gusta, frene el comportamiento y dele otra cosa que hacer. Usted
puede sugerir y ayudar a iniciar una nueva actividad o tal vez puede guiarle a un
lugar donde puede descargar los sentimientos agresivos sin hacerse daño ni
hacerle daño a otros, los juguetes o al animalito de la familia. Por ejemplo, se
puede utilizar una esquina donde haya algo donde se puede dar puños , golpear o
arrojar. Usted puede decir algo como: “Si tienes ganas de golpear, ve y golpea tu
almohada (o saco de boxeo), pero no le puedes golpear al perro (o golpear la mesa
con un martillo).” Una oportunidad así no solamente le ayuda al niño a descargar
algunos sentimientos agresivos sino también le ayuda entender que puede haber
un momento y un lugar para esas acciones.
7. Sea un entrenador. Cuando el tiempo lo permita, demuéstrele cómo
manejar una situación en la cual hay conflicto entre niños. Por ejemplo, si su hijo es
lo suficientemente mayor, le puede enseñar algunas palabras para usar a fin de
evitar un conflicto o solucionarlo. A un niño de dos años le puede ayudar sujetar un
juguete y decir “no” o “mío” en lugar de siempre empujar o llorar cuando otro niño
trata de quitarle un juguete. Los niños necesitan sugerencias y demostraciones
específicas de los adultos a fin de aprender que maneras eficaces de manejar los
desacuerdos que son más aceptables que los ataques físicos y las represalias.
8. Utilice el lenguaje. Si su hijo tiene aptitudes de lenguaje, ayúdele a explicar
por qué está enojado. Si usted lo puede adivinar y él no puede decirlo, hágalo por
él, como: “Creo que estás enojado porque no puedes ir a jugar con José . Sé cómo
te sientes, pero es muy tarde para ir hoy” (o cualquiera sea el motivo).
9. Pregúntese si usted está enviando “mensajes contradictorios” a su hijo
sobre su agresividad. Si usted le dice: “No pegues” o “Sé amable”, mientras usted
sin mucho disimulo está disfrutando del comportamiento agresivo de su hijo hacia
otra persona, él se sentirá confuso y dichas confusiones tienden a hacer que sea
más difícil desarrollar autocontrol.
10. Sea un modelo. Tenga en cuenta que los padres son los modelos más
importantes para el comportamiento y cómo usar la agresividad de manera sana. Si
los intercambios sociales en su familia comprenden muchas discusiones o peleas
físicas en presencia de sus hijos o que ellos puedan oír, puede estar seguro de que
ellos lo reflejarán. Los entornos hogareños como estos pueden ser inseguros y
dañinos para todos en la familia. Si usted está lidiando con un compañero o pareja
violenta, llame a la línea nacional de ayuda para casos de violencia doméstica
(National Domestic Violence Hotline) al 1-800-799-7233 o 1-800-787-3244 (TTY)
para apoyo, albergue o servicios, o visite Stop Family Violence para mayor
información sobre cómo conseguir el apoyo y la ayuda que usted necesita.
11. Evite dar azotes o golpes. Piense en las desventajas muy reales del castigo
corporal para su hijo. Con frecuencia, los niños provocan enojo en los adultos
cuando provocan, fastidian, son tercos o atacan a otros. Si usted acostumbra a
golpear o castigar físicamente a su hijo de alguna otra manera por dicho
comportamiento, es necesario que usted piense con mucho cuidado sobre lo que
el niño está aprendiendo de eso.
12. Sea paciente; aprender lleva tiempo. El que su hijo aprenda a amar y vivir
en razonable armonía con otros tiene lugar solamente en forma gradual y durante
muchos años. Para ustedes los padres siempre habrá altibajos, períodos en los que
usted puede llegar a desesperarse de “civilizar” a su hijo o en los que usted se
preocupará de que él sea demasiado tímido para los rigores del mundo. Mientras
se vive día a día con los placeres y las frustraciones de ser padres, también es
importante mantener en mente la visión a largo plazo: hay un ímpetu positivo al
desarrollo. Este empujón hacia el frente del crecimiento y desarrollo de su hijo en
realidad funciona a favor de su adquisición de la capacidad de canalizar y utilizar
en forma productiva esas energías agresivas que son parte vital de nuestra
constitución.
Este artículo proviene de la publicación de ZERO TO THREE/ CERO A TRES.
¿La experiencia cambia la
estructura real del cerebro?
English
Sí. El desarrollo del cerebro depende de la actividad, lo
que significa que la actividad eléctrica en cada circuito
—sensorial, motora, emocional, cognitiva— moldea la
manera en que se arma el circuito.
COMPARTIR
Share on Twitter
Share on Facebook
Share on LinkedIn
Share via email
Print
Share on Twitter
Share on Facebook
Share on LinkedIn
Share via email
Print
Los estudios realizados en animales han demostrado que hay ciertas ventanas de
tiempo durante las cuales los seres pequeños son especialmente sensibles a su
entorno: los ratones recién nacidos deben experimentar sensación normal de los
bigotes en los primeros días de vida o desarrollarán sensibilidad táctil anormal en
la región de la cara; a los gatos se les debe permitir insumo visual normal durante
los tres primeros meses o su visión se verá permanentemente impedida; y los
monos necesitan contacto social constante durante los seis primeros meses o
terminarán siendo sumamente perturbados emocionalmente. Muchos de los
mismos períodos cruciales parecen ser iguales en el desarrollo humano, si bien
estamos menos seguros de su duración exacta. Por lo tanto, los bebés también
necesitan insumo visual normal o podrán sufrir deficiencias permanentes; los niños
que nacen con estrabismo no lograrán desarrollar plena agudeza visual y
percepción de profundidad si el problema no se corrige con prontitud. Las
aptitudes de lenguaje dependen de manera crucial del insumo verbal (o lenguaje
de señas, para los bebés con impedimentos auditivos) en los primeros años, de lo
contrario ciertas aptitudes, en particular de gramática y pronunciación, podrán
verse afectadas permanentemente. El período crucial para el aprendizaje del
lenguaje comienza a cerrarse alrededor de los cinco años de edad y termina cerca
de la pubertad. Es por esto que las personas que aprenden un nuevo idioma
después de la pubertad casi siempre hablan con acento extranjero.
¿Hay períodos cruciales en el
desarrollo de cada función del
cerebro?
English
Probablemente no. En el caso del desarrollo visual,
ciertas aptitudes están más en riesgo que otras cuando
la visión de un niño pequeño es deficiente debido a
desviación u otros problemas visuales (como cataratas
congénitas).
COMPARTIR
Share on Twitter
Share on Facebook
Share on LinkedIn
Share via email
Print
Halfpoint / Shutterstock
Dos capacidades visuales –la agudeza (la percepción de los mínimos detalles) y la
binocularidad (el uso coordinado de ambos ojos), que es especialmente importante
para la percepción de la profundidad– dependen de la experiencia visual normal
como niño, mientras que otras dos aptitudes visuales –la visión de los colores y la
visión periférica– no se ven impedidas por los problemas visuales a edad temprana.
Una distinción similar tiene lugar en el desarrollo del lenguaje: ciertas aptitudes
(como la gramática y la fonología, que son la aptitud de percibir y producir sonidos
individuales del habla) son más sensibles que otras (como el tamaño del
vocabulario) a la experiencia de un niño con el lenguaje en los primeros años de
vida.
Share on Twitter
Share on Facebook
Share on LinkedIn
Share via email
Print
Por cierto que manejar emociones fuertes y negativas es mucho más fácil decir que
hacer. Pero vale la pena el esfuerzo, porque la recompensa es enorme, para usted y
para su hijo. He aquí algunos principios y estrategias de orientación útiles:
Los sentimientos no son algo que está bien o está mal. Es lo que usted hace con
sus sentimientos lo que puede ser útil y dañino. Lo que es más importante es que
usted esté a tono con sus sentimientos y los reconozca de modo que pueda tomar
una decisión consciente —y no una reacción refleja— sobre la mejor manera de
responder.
Recuerde: Usted no puede hacer que su hijo haga algo, como comer,
dormir, hacer pipí o popó, hablar o dejar de tener una rabieta.
Lo que usted sí puede controlar es cómo usted responde a las acciones de su hijo,
ya que esto es lo que guía y moldea su comportamiento. Si tener una rabieta da
lugar a más tiempo frente al televisor, ir a la cama más tarde o sencillamente
conseguir más atención de parte de usted (un objetivo importante para los
hermanos mayores que están haciendo frente a grandes rivalidades), su hijo
pequeño atará cabos y llegará a una conclusión importante: “¡Las rabietas
funcionan! ¡Excelente estrategia! Pongamos eso en la columna de los que
ganamos.”
El escenario:
Jaime, que tiene tres años, le anuncia a su madre, Laura: “Tú eres la mamá más
mala y te odio”, y luego le da patadas después de que Laura le dice que su cita
para jugar se ha acabado, es hora de que Liam se vaya a su casa.
Laura se siente furiosa y quiere decir: “¡Tú eres el niño más malagradecido que
existe! Liam ha estado aquí dos horas y yo he dejado todo lo que tenía que hacer
para supervisar, hacer galletas contigo, instalar el equipo de pinturas, etc., etc.
¡Nunca es suficiente!” Pero ella sabe que reaccionar con enojo no le enseñará nada
a su hijo y tan solo aumentará la aflicción de los dos. Ella respira profundamente y
piensa en cómo responder para ayudar a Jaimea aprender a manejar sus
emociones fuertes y aceptar el límite.
Aquí es donde vale la pena tener las expectativas adecuadas. Laura se recuerda a sí
misma que a los tres años, los niños en gran medida todavía son impulsados por
sus emociones y que el objetivo es ayudar a Jaime a aprender a hacer frente a las
frustraciones y las desilusiones de la vida. Entonces le dice en forma calmada: “Sé
que estás triste y enojado porque Liam tiene que irse a su casa. Te divertiste tanto
jugando con él. Siempre es difícil cuando se termina una cita de juegos. Pero vas a
estar bien.” Es muy importante comunicar que usted confía en que su hijo puede
manejar sus sentimientos difíciles. Cuando usted se presenta para hacer que todo
mejore, inadvertidamente usted está enviando el mensaje de que él no puede
manejar la desilusión, lo que hace que sea menos probable que aprenda esta
habilidad importante.
“Está bien estar triste y enojado, pero no está bien patear. Patear lastima. Yo sé que
tú no quieres lastimarme, solo se te está haciendo difícil controlar tu cuerpo
porque estás tan molesto. Entonces, tienes dos opciones: haces una pausa para
calmar tu mente y tu cuerpo o puedes venir a ayudarme a poner las zanahorias en
la ensalada para la cena.” Si Jaime todavía no puede calmarse, Laura pasará a hacer
otra cosa, demostrándole con sus acciones que ella puede tolerar que él esté
descontento o desilusionado y que confía en que él tiene la capacidad de calmarse.
Esto le deja a Jaime la opción de seguir molesto o calmarse y pasar algo de tiempo
con su mamá.
Share on Twitter
Share on Facebook
Share on LinkedIn
Share via email
Print
Amelia, a quien se le dijo que no pueden leer un quinto libro antes de la hora de ir
a dormir, grita: “¡Tú eres la mamá más mala! ¡No estás invitada a mi fiesta de
cumpleaños!” Derek, cuando se le ofrece que escoja entre zanahorias o queso y no
helado antes de la cena, anuncia: “¡No me gustan las elecciones que me das para
escoger!” Alex arroja de la mesa un tazón de su cereal favorito y grita: “¡Dije que
quería el tazón rojo, no el azul!” Si cualquiera de estas exclamaciones le suena
conocida, usted no está solo. Bienvenido a lo que puede sentirse como el Lejano
Oeste de la primera infancia.
Pero si se mira a través de los ojos del niño y por medio de los lentes del
desarrollo, estos comportamientos, mientras pueden ser enloquecedores, son
totalmente normales y señalan que se están logrando importantes hitos del
desarrollo. Más aún, estos incidentes no tienen que ser temidos, puesto que son
oportunidades para enseñar a los niños a manejar sus emociones, aprender a hacer
frente a las frustraciones y desilusiones, y hallar maneras de sentirse en control de
sus mundos que se amplían cada vez más de maneras prosociales aceptables.
Es crucial que las expectativas sean claras porque el significado que asignamos al
comportamiento de un niño influye en la manera en que manejamos nuestras
propias emociones y reacciones al comportamiento en cuestión. Si consideramos
que el comportamiento es manipulador o destinado a propósito a volvernos locos,
es mucho más probable que reaccionemos con enojo o de maneras bruscas que
pueden escalar en lugar de calmar a nuestro hijo. Si en lugar de ello vemos estos
comportamientos en el marco del desarrollo normal, podemos acercarnos a
nuestros hijos con empatía y ser más eficaces en enseñarles buenas habilidades
para hacer frente a las situaciones.
Tenga en cuenta que usted no puede hacer que su hijo haga algo, como
comer, dormir, hacer pipí o popó, hablar o dejar de tener una rabieta. Lo que
usted sí puede controlar es cómo usted responde a las acciones de su hijo, ya que
esto es lo que guía y moldea su comportamiento. Si tener una rabieta da lugar a un
tiempo extra con el iPad, ir a la cama más tarde o sencillamente conseguir más
atención de parte de usted, su hijo pequeño atará cabos y llegará a una conclusión
importante: “¡Excelente estrategia! Pongamos eso en la columna de los que
ganamos.”
Esto no es manipulación, es un cálculo inteligente y significa que usted está
criando a un niño realmente competente. Él se está dando cuenta de las
maneras que logran lo que él quiere, lo cual es fantástico. Nuestra labor es enseñar
a nuestros hijos cuáles estrategias son eficaces y cuáles no lo son. De modo que
cualesquiera comportamientos de los que usted no quiera que el niño dependa no
pueden ser fructíferos, pues entonces ¿cuál sería la motivación para renunciar a
ellos?
Demuestre empatía y valide el sentimiento. “Sé que la camisa azul es tu favorita
y estás realmente desilusionado porque no la puedes usar hoy, pero está en la
canasta de la ropa sucia.” No son los sentimientos lo que puede ser problemático
sino cómo los exteriorizan. Cuanto más usted valide los sentimientos, menos
probable será que los niños tengan que reaccionar a ellos.
Fije límites y proporcione opciones aceptables. “Tu opción hoy es la camisa roja
o la amarilla.” Si su hijo se niega a lo que usted le ofrece para escoger, entonces
usted debe decirle que usted hará la elección. Puede ser que haga una rabieta. Con
la mayor calma que usted pueda, póngale una camisa y siga con sus cosas de
modo que él experimente las consecuencias de sus actos. Así es como los niños a
la larga aprenden a tomar buenas decisiones: cuando experimentan los resultados
de sus elecciones y determinan cuál de ellos le da lo que él quiere y cuál no. Si una
rabieta lleva a que usted tome la camisa azul de la canasta de la ropa sucia, usted:
1. le da la falsa expectativa de que él conseguirá todo lo que quiere, haciendo
que sea más difícil que aprenda a ser flexible y acepte alternativas, una habilidad
de vida que es crucial para llevarse bien con la gente en el mundo;
2. le envía el mensaje de que las rabietas o la negativa a cooperar son
estrategias fructíferas, de las que él naturalmente seguirá dependiendo; y
3. le comunica que usted no piensa que él puede manejar esta desilusión, una
oportunidad perdida para que él conozca que en realidad puede sobrevivir usando
una camisa diferente, lo cual forja flexibilidad e importantes habilidades para hacer
frente a situaciones.
Cuando mi hijo tenía tres años y mi hija uno, después de más de 600 noches
consecutivas en las que él escogiera los libros que leíamos a la hora de ir a dormir,
mi hija habló y dijo: “¡Yo quiero Clifford!” Como parecía totalmente justo que ella
finalmente tuviera oportunidad de escoger, de inmediato comencé a leer sobre el
gran perro rojo, cuando mi hijo gritó: “¡YO NUNCA PUEDO ESCOGER EL LIBRO!”
¿En qué planeta vives tú? (dijo la voz en mi cabeza). ¡Si no será irracional! Manejé la
situación totalmente mal (pese a ser especialista en desarrollo infantil aún en ese
entonces), lo avergoncé por ser tan egoísta y le di toda clase de respuestas
inadecuadas e ineficaces, como rechazar y negarme a darle un abrazo a la hora de
ir a dormir. Todavía me estremezco cuando pienso en ello 20 años después. Pero a
la larga aprendí de mis errores e hice algunas rectificaciones. Nunca es
demasiado tarde.
Share on Twitter
Share on Facebook
Share on LinkedIn
Share via email
Print
Los niños —en especial los menores de tres años— todavía no tienen la capacidad de reflexionar sobre
sus propias acciones y su comportamiento.
Varios artículos publicados recientemente en medios de difusión populares que
denuncian el uso de los tiempos de pausa han hecho caer en picada a muchos
padres, lo que es comprensible. Los críticos creen que, en vez de ayudar a los niños
a calmarse, los tiempos de pausa tienen el efecto opuesto: hacen que los niños se
vuelvan más afligidos y “desregulados” o fuera de control. Más aún, los niños
pueden volverse tan abrumados por la disrupción de sus relaciones con su padre
durante el tiempo de pausa (y por la vergüenza que siente por portarse mal) que
su disgusto emocional aumenta y su posibilidad de aprender de la experiencia
disminuye. Pero todos estos resultados negativos suponen que el padre trata el
tiempo de pausa con enojo, humillación y dureza. Cuando se aplica de esta manera
—como castigo— los tiempos de pausa sin lugar a dudas pueden ser perjudiciales
para el niño.
El dar a los niños (¡y a los padres!) espacio para calmarse puede
ser útil, no dañino.
Los que se oponen a los tiempos de pausa con frecuencia sugieren lo opuesto, un
tiempo de acercamiento en el cual un padre consuele físicamente al niño para
calmarlo, lo que sin duda es una gran estrategia. Pero como todo el que ha sido
padre o proveedor de cuidado de un niño pequeño lo sabe, hay veces en que los
niños están tan fuera de control —tiran objetos, patean, golpean, muerden— que
no pueden aceptar consuelo y, en realidad, cuanto más el padre trata de calmar al
niño, más fuera de control se vuelve el niño. Éste se halla sobrecargado. En estos
momentos, los padres también se encuentran en su límite emocional, con los
nervios de punta. Cuando las emociones (y lo niveles de cortisol en el cerebro)
están elevados al máximo, una pausa tanto para el padre como para el niño puede
ser una solución sana en lugar de un batalla sin fin. Ciertamente, en un mundo
perfecto, los padres sería capaces de manejar sus reacciones (en realidad, la mayor
parte de mi trabajo con padres es ayudarles a aprender esta habilidad). Pero,
desafortunadamente, los padres también son humanos y, no importa cuánto
trabajemos para controlar nuestras emociones, hay veces en que la única manera
en que esto suceda es hacer una pausa de la intensidad del momento.
En esta situación, darle al niño una pausa puede en realidad ser una estrategia
positiva de crianza. El factor crucial es la manera en que se aplica esta pausa.
Cuando se realiza en forma calmada y con cariño, puede ser una oportunidad
importante para impedir una mayor escalada de la situación, proporcionar al niño y
al padre una oportunidad para retomar el control, y luego volver a juntarse para
resolver el problema cuando ambos están calmados. Hay toda una gama de
maneras en las que hacer esto, incluidas las ideas siguientes que las familias a las
que atiendo han utilizado con éxito.
En mi casa, establecimos un “rincón acogedor”. Una familia con la que trabajé creó
el “lugar de la paz”. Les recomiendo a los padres que hablen con el niño con
anterioridad sobre el propósito de este lugar seguro, que es adonde las personas
de su familia van cuando están perdiendo el control y necesitan una pausa. (Les
sugiero a los padres que también usen este lugar para hacer una pausa ellos
mismos, lo que puede servir como modelo muy poderoso.) Los padres incluyen a
los niños en el diseño del espacio, dándoles opciones sobre los artículos aceptables
que se pueden incluir. Una familia puso un pequeño tipi de nailon en la habitación
de su hijo, lo que proporcionaba un sentido de límites y comodidad. Cuando un
padre determina que se necesita una pausa, se hace de manera calmada y con
cariño. Aunque usted le esté sosteniendo a su hijo a distancia como para evitar sus
patadas y golpes, llévelo lo más calmadamente posible a su lugar de pausa y
hágale saber que usted está ansioso de que se calme para que puedan jugar otra
vez. Las separaciones no son inherente o automáticamente dañinas para los niños
pequeños. Cuando las separaciones se enmarcan y se consideran con cariño y
apoyo —no como castigo— pueden ser cariñosas, no crueles.
Los niños —en especial los menores de tres años— todavía no tienen la capacidad
de reflexionar sobre sus propias acciones y comportamiento. Esto significa que el
objetivo de hacer una pausa no es para la autorreflexión (“Ay, me pregunto por
qué dejé que me dominaran mis emociones; en realidad no debería haber tirado
ese tren” está más allá de la mayoría de los niños de dos años), sino para
proporcionar un lugar tranquilo donde los niños puedan pasar de un estado de
gran agitación y enfado a un sentido de calma. La pausa les ofrece el espacio tanto
al padre como al niño para reorganizarse y volver a juntarse para hablar sobre lo
que el niño podría hacer la próxima vez que surja esta situación. No se aprende
nada cuando los niños están en un estado de agitación, desbordados
emocionalmente.
Un enfoque es poner fin a la pausa cuando el niño se haya calmado. Otra opción es
poner una alarma para tres a cinco minutos y luego volver a donde está el niño y
verificar. A estas alturas, es posible que el niño siga enfadado, pero si ya no está
fuera de control y está dispuesto a aceptar que lo consuelen, usted puede ayudarle
a pasar a otra cosa. Recuerde, usted no está cediendo a lo que sea que haya
causado el enfado original: usted tan solo le está ayudando a aprender a calmarse
y a aceptar una alternativa, por ejemplo, leer un libro juntos en vez de jugar con la
tableta que usted se la había quitado, que fue lo que causó el berrinche.