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Farfén es un nifio que entra despaciosa- mente en la adolescencia. Es sano, despierto, ingenioso, inocente. Apenas lee y escribe. Repite siempre el mismo grado. Tiene di- ficultades con los ntimeros —dicen que es desatento—, pero sabe calcular muy bien cudn: to dinero le hace falta para comprarse unos caramelos. En las montafias es tan agil como las cabras que cuida. Sabe disparar una cara bina, arrojar una piedra con su honda, orde- fiar, manear un animal. Farfin vive la mayor parte del afio en La Ciénaga, Catamarca, a mds de dos mil metros de altura y a qui nientos kilémetros de la civilizacién. Nunca vio cine. Un dia fuimos juntos a ver una pelicula del Oeste. Con Alan Ladd, Hubo tiros, por su- puesto. Y accién a raudales. Y montajias y caballos y carreras. Y un romance elemental Pero Farfin nunca habia visto cine. Ni si- quiera una proyeccién fija de sombras. Ni ja- més le habfan contado cuentos. Aunque habia podido ver historietas que no lefa, limitén- dose a imaginar el contenido literario. Farfan no jugaba “con argumento”, como otros nifios. ‘Viraba piedras, hacia proezas, picardias, co- rria, persegufa animalitos, escondia cosas. Pero no sabia imaginar “que lo perseguian y enton- ces él se defendia y entonces tiraba unos tiros y mataba a cuatro y entonces. ..”. Esa tarde vio persecuciones, tiros y peleas. Farfan pregunté y preguntdé. Su desorienta- cidn, su desconcierto, su curiosidad se mezcla- ban con un sentimiento de simpatia, con la 26 CAPITULO mI CINE: ,HAY CINE PARA NINOS? Farfan no entiende el cine marayilla, con el descubrimiento de un nuevo medio de comunicacién. Las imagenes le de- cian algo. Los personajes estaban viviendo delante de él. El “rubio” peleaba por lo mis justo. Pero desaparecia a cada instante (con cada cambio de toma) y Farfin preguntaba, anhelante: nde’sta’l rubio? inquietaba en su asiento. Ahora viene —le contestaba yo, sefialando la pantalla donde fugazmente se veia transitar a Alan Ladd. =2¥ el coso ese, porque Jo pélia?

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