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Ricarpo Royas: IN BUSCA DE LA HISTORIA PERDIDA. La ETAPA DEL CENTENARIO por Marfa Rosa Lojo Segtin Eduardo Cérdenas y Carlos Payé, el na- ‘cionalismo, entendido como «doctrina coherente que interpreta el pais y su historia»! comienza en la Ar- gentina con dos libros: La restauracién nacionalis- ta, de Ricardo Rojas (1882-1957) y El diario de Gabriel Quiroga, de Manuel Galvez (1882-1962). Tanto Galvez como Rojas pertenecian a viejas fami- lias provincianas que habjan tenido fundamental in- gerenciaen el gobierno de sus respectivos estados (Santiago del Estero, en el caso de Rojas, y Santa Fe, enloque hace a Galvez’. Los dos confluyen en Buenos Aires y sufren cl impacto de la gran ciudad ‘cosmopolita («Cosmépolis», la llamar Rojas en un libro homénimo): los dos se hacen oft desde la revis- ta Ideas (1903-1905), fundada por Galvez y por Ricardo Olivera, que expresa, precisamente, los pri- eros diagn6sticos sobre la realidad argentina, y los incipientes ideales de la que ibaa ser llamada «ge- neracién del Centenario», come la biisqueda reivindicatoria de una tradicién nacional, basada, para ellos, en las raices hispano-criollas, que lalite cultu- ral anglsfila y francéfila, preferia desconocer o dar Por superadas, Ricardo Rojas habfa nacido en Tucumn, en el Noroeste argentino, en 1882, pero se educé en la vecina provincia de Santiago del Estero (de donde procedian su padre y abuclos paternos). desde 1884 1898. Se traslad6 luego (1889) a Buenos Aires, para iniciar estudios de Derecho que quedaron teuncos: su vasta formacién humanistica serfa una obra de autodidacta. Trabajé en el periodismo, en Ia do- cencia secundaria y luego en la universitaria (Univer- sidad de La Plata, 1908). En 1903 publicé un primer libro de poesfa: La victoria det hombre, y se integré al grupode la revista ideas. Antes que La restauracién nacionalista, publi- ‘ca Rojas El pats de ta selva (1907), cuyos antece- dentes, por afinidad temitica y conceptual pueden registrarse en Mis montafas (1893) de Joaquin V. Gonzélez (quien fue por cierto, une de los mentores del joven Rojas). Situaco en un registro intermedio entre la ficcién y el ensayo, El pats de la selva, que alcanz6 un gran éxito de puiblico y sorprendié porsu originalidad) incluye también un repertorio deleyen- das y figuras miticas del folklore santiaguefia (fruto ‘en su mayorfa del sincretismo criollo-aborigen)re- ‘reads porel autor. Mientras las selvas ~enesanueva ‘empresa de conquista que dispone la ultima ratio del Progreso— estén siendo sometidas a talas indiseriminadas, Rojas recuerda en estas péginas la primera conquista‘ encabezada por su homénimo y tal vez antepasado (al menos, asf le gustaba creerlo), don Diego de Rojas. Como bien sefiala Graciela Montaldo®, no puede decirse que Rojas haya sido ni descado ser, un escritor «regionalista», pero elige comenzar desde su «patria chica» una labor que insumird toda su vida: recuperar un acervo tradicio- nal que juzgaba absolutamente necesario para re- ‘trazar la figura espiritual de una nacién que desde su punto de vista~amenazaba con desdibujarse. Ya eneste libro aparecen ideas largamente expandidas ‘en su Obra posterior: la compenetracién del ser hu- mano y el medio natural y la revaloracién del mesti- zaje hispano-indigena como tronco matriz de Tberoamérica. ¥ desde luego, la funci6n reparadora del poeta: si la selva ha sido condenada por la civi- lizacién a desaparecer, al menos la poesia puede rescatar la riqueza cultural que la selva engendrara: sta es la misiOn que Rojas asume para inmortalizar un habitat geogrifico-simbélico que todavia nadie ‘Gramma 42/43 « Abril / Octubre de 2006 Ricardo Rojas: en busca de la historia perdida ha cantado, integrandolo ala «geografia espiritualy de Ia Argentina(p. 139) Los préximos libros de Rojas anticipan otras in- quietudes: El alma espafola (1907) da cuenta de su fascinacién por Espaiia (por la que viajé en ese afio) y de sus lecturas espafiolas. Elespectro de autores ‘de los que se ocupa es muy amplio, desde el punto de vista ideol6gico y estético. Sus adhesiones més personales estén por aquellos que ~como Blasco. Tbdfiez—se han comprometido en una empresa de «cegeneracién» nacional (sin dudaafin a su propia ‘empresa naciente de «regeneracién argentina»): el atraso, a supersticién, el patrioterismo, el autorita- rismo, el caioticismo sombrio que impide el goce de la naturaleza y de la vida, el poder clerical, son todas rémoras de las que Espaiia debiera desprenderse para recuperar sui grandeza creadora, Y los artistas que se ‘estén ocupando de ello son preferentemente, nolos castellanos, sino las que provienen de las provincias, de las regiones donde se hablan también otras len- ‘guas: vaseos, gallegos, catalanes (p.85); del mismo modo espera Rojas que la renovacién legue desde Jas provincias argentinas. EU hispanismo de Rojas no esregresivo ni prescrptivo: no propone el retorno nostilgico ala Espaiia conquistadora de la cruz y de laespada; al contrario, sefiala que fos tiempos han ‘cambiado y que ya no sirven para ella «las condicio- nes misticas y guerreras de su antiguo vivir»: pero aquilata el legado hispsinico en la tradicién y el idio- ‘ma. Sostiene, ademés, que ese legado alcanca su expresin y transformacién més original y revulsiva, ‘non un espaiiol peninsular, sino en un hijo de las ex colonias: Rubén Dario, arepresentante genuino del alma ce nuestra América» ¢p. 211), En Cartas de Europa (1908), Rojas vuelca en erénicas que se publicarfan en el diario La Nacién, sus impresiones de viajero, donde siempre se halla, ‘como referente virtual, su pais de origen. Aél termina remitiendo o enlazando sus miltiples observaciones sobre-educacién, religiGn, arte, arquitectura, y por supuesto, construccidn dela nacionalidad, Cosmépolis (1908) —una miscelénea sobre ciudades, costumbres y escritores— seftala la importancia de que la na- ‘cidn sea también una patria: no s6lo-una entidad ju- ridico-politica, sino la tierra de los antepasados, «rin- ‘c6n de ensuefio y de memorias». Pero ~aclara—la caunidad espirituals y el , en un momen- toen que ya habfan aparecico los trabajos del primer revisionismo, de Adolfo Saldfas, 0 de Ernesto Quesada? Aunque Rojas declara que «habia mis fi- nnidades entre Rosas y su Pampa, oentre Facundo y ‘su montatia, que entree! sefior Rivadaviao el sefior Garefa y el pais que querfan gobernar» (p.98),nose trata de eso. «RestauraciGn» remite més bien, eneste Contexto, alideal delaindependencia,y ala autoctonta indiana», sin que esto implique anular inevitables cambios histéricos: «restaurarel esptitu tradicional no significa, desde luego, restaurar sus formas eco- némicas o politicas 0 sociales, abolidas porel pro- .greso implacable y légico de lacivilizacién» (p.235). En suma, afirma en el prélogo.alaedicién de 1922: ««{..] mi propésito inmediato —dice—era desper- tara la sociedad argentina de su inconsciencia, tur- ‘barlafiestade su mercantilismo.cosmopolita.» «sabia que nadie habfade prestarme atenciGn si no empeza- ba por lanzar en plena Plaza de Mayo un grito de escindalo» (p.17) El cescéindalo» de Rojascontinda, libro acentro, ‘conel usode férmulas y definiciones contrastivas y paradojales. Sila generacién del "37 considers que ‘elmal de a Argentina erael «desierto», un mal equi -valente acechariaen el «cosmopolitismo», Hoy ~afia- ‘de— la abarbarie» no es la «montonera»’ sino la neobarbarie del mero progreso material, orientado exclusivamente al lucro,en una sociedad desintegrada, Si se queria combatir al desierto pobléndolo, el cos- ‘mopolitismo nos devuelve aun situacién igual opeor. Si se deseaba superar la barbarie con la creacién de Gramma 42/43 - Abrit / Octubre de 2006 18 riqueza, lariqueza sin un sentido espirtual resulta tanto © ms barbara que la miseria, yen todo caso, se trata de una riqueza que encadena al pafs ala dependen- cinde las inversiones extranjeras. " (en un pais que preferfa construirse con un «imaginario blanco») se hace ms nitida en su siguiente libro: Blasérede plata (1910). Cabe sefiatar que la primera reivindicacién indigenistaclara y consistente, que instala lo aborigen enun lugar central del imaginario y los mitos naciona- les, aparece en la obra de Ricardo Rojas". Su mise ‘ma idea de lainfluencia determinante dea tetra, como miatriz espiritual. que ejerce un poder «numénico configuranteo” sobre quienes la habitan, aunque tam- bién deriva, en la concepcién rojiana, de raices leos6ficas y esotéricas, no es en absoluto ajena al pensamiento indigena.* Ni al culto seculurandina de laPachamama, ni ala noci6n araucana de la Maps, ‘que otorga al pueblo mapu-che (gente de la tierra) su. gentilicio. La «conciencia indiana», para Rojas, va ‘emergiendo «al calor genésico de la tera natal, y su matriz hispano-indfgena. No somos europeos puros ~insiste Rojas— ni aun las familias que no han suffi- do mestizaje racial alguno, porque latierra las expe- riencias y la cultura que surgen en esa nues hacen ineludiblemente «nuestros antepasados espirituales, cualquiera sea ‘nuestro abolengo de sangre individual y nuestro nom brede familian (p. 125). Hasta los caracteres secun- ddarios de a psicologfa colectiva brotan del suelo para ‘hermanarnos con los primeros pobladores, y la fuer- 2a del indianismo subyace a todo, como «instinto colectivo». EI sello aborigen queda definitivamente impresoen las ereaciones culturales: mitos, leyendas, Iidsica, cosinovisiGn, costumbres, formas politicas, orientaciGn gencral della vida que se despliega en luna Historia donde lo indfgena es mucho mais que un fil arqueol6gico”, y sigue actuando como «numen» ‘Si bien es cierto que los oropeles literarios,eltono tras- cciende la manifestacidn vergonzante de un prejuicio antiinmigratorio, y que promueve toda una estética, ‘cada vez més abierta a a posibilidad de integrar ma- nifestaciones exégenas que modifican creativamente a ‘matriz orjginaria; el problema no est en las « cias» sino en que éstas —més alld de lo imitativo— Heguen a ser procesadas en una genuina creacién, producto de la peculiaridad social, histGrica y territo- Fial,no sélo argentina sino hispanoamericana, qué in- cluye, también, aos inmigrantes. La americanidad— punta Rojas en el capitulo 51 de Eurindia— no nigga la universal idad, sobre todo en el terreno dela experimentacién con nuevas formas artisticas que pueden provenirde cualquier émbito de la cultura tuniversal, no s6lo de Occidente, sino de Oriente; «La historia del are es una continua reaceién de técnicas arcaicas 0 exdticas en culturas que se fecundan a su contacto. América no podria renunciar aesa fuente de renovaci6n y de progreso» (T. I, pp. 108-109). Volvamos a Blasén de plata, que toma su titulo del Rio de la Plata, por doncle peneiran, en busea de ‘quiméricasriquezas, las fuerzas espafiolas. Continuan- dola linea de La restauuracién nacionalista, Rojas retorna sobre ladicotomiacivilizaciGn/barbarie, para objetar, nuevamente, el sentido negativo dela «bar- barie» identificada con la cultura local: «bérbaros» serian en todo caso, si se retornaa a etimologia grie- ‘88, no Los nativos, sino los extranjeros. Asa dicoto- tna que considera perimida, Rojas prefiere la antte- sis exotismofindianismo, exenta de viejos lastres seménticos, de «odio unitario» y le desdén europeo pporlos americanos (p, 104); sf. esta antitesis, que sdesigna la pugna del acuerdaentrelo importad yo raigal, me explica la lucha del indio conel conquista- dorporla tierra, det criollo con el realista pot la li- bertad, del federal con el unitario por la constitucién —yhasta del nacionalismo con el cosmopolitismo por la autonomifa espiritual»» (105) Et espiritu de la independencia, la fuerza de lare- Ricardo Rojas: en busca de la Historia perdida ‘volucién democritica, provienen de este «amen in- diano» que parece dormido pero que despierta en. los momentos clave de la Historia. Quedan en Blasén de plata, como mareas de la poca, cierto lastres que nos distancian, indudable- ‘mente, del pensamiento de Rojas: como hemos ya sefialado, Ia justificaci6n de las atrocidades de una ‘conguista, en arasde un -adestino trascendente» trai- do por la mano (armada) de os conquistadores; 0 a idealizacién del hidalgo, como casta superior desti- nada «naturalmente» a conducir, que dejarfa su si- miente en la élite criolla, promotora de la indepen- ‘dencia. O la beligerancia que se sigue esgrimiendo ‘contra los «enemigos» de la causa nacional: los de- sertores de ella, 0 «los de afuera» que han venido a pedirhospitatidad, O la bandera, concebida como emblema del misterio de la tierra, que se opone al intl «trapo rojo» del socialismo, porque todos los ideales igualitarios se hallaban ya contenidos en la Revolucién de Mayo. Pero tampoco cabe duda de que en su parte propositiva y activa, la convocatoria de Rojasen pro dela singularidad cultural fructificé en una obra in- ‘gente: su Historia de la literatura argentina, que ordené por primera ver los archivos dispersos de nuestras Tetras en una coherente concepeién historiogréfica y estética, donde comienza a integrar cl factor inmiigratorio que aparece desprendido y aje~ ‘no de la matriz fundante en el mapa simbélico de sus libros del Centenario, Su trabajo contemplalas «cua- trotendencias» del arte hispanoamericano que enun- cia en Eurindia, en el capitulo «Lanuevaestética»: «lo indigena o americano, lo colonial o espafiol, lo europeo 0 cosmopolita, lonacional o argentino» (P. (63). Todas estas formas de la sensibilidad subsisten —dice— en ¢l arte actual (también, y ya como in- cuestionable aporte étnico y cultural, la que llama acosmmopolita»): «arménicas o antagdnicas, sisladas orefundidas, segiin el intérprete» (p.72). Conclusiones La restauracién nacionalista y Blason de Pla- ta, se inseriben en Los fuegos cruzados entre «nacio- nalistas» y «cosmopolitas» que en realidad contintian, enel Centenario, una polémica de yalarga data.en la sociedad. Ambas obras de Rojas son una respuesta al sentimiento de disgregaci6n social y pérdida de cespecifidad cultural (y hasta de soberanfa nacional), a que experimentaba buena parte de la opinién piblica argentina, no solamente grupos minortarios de late. Rojas sintetiza y representa esa tendencia, desde un ientoidealista vinculadocon el romanticismo alemén (Fichte), con la generaci6n del ’98, con él krausismo, conel «arielisma» de Rodd, sin desdefar las inflvencias teos6ficas, imprescindibles para com- prenderla construcciGn simbdlica de su obra, ade- iis de los autores franceses que manej6 habitual- mente su generaciGn (Fustel de Coulanges, Renan). {Supusola concepcién nacionalista de Rojas una idea cerrada y excluyente de la tradicién nacional? ‘No pueden negarse el fuerte acento defensivo y las allarmadas hipérboles de estos dos libros. Tampoco suesencialismo metatisico, su voluntad de legitinnar Jonacional desc un origen que determinaria ab initio Jos «verdaderos» rasgos de la «argentinidad» enten- ddidacomo una identidad pre-constituida in nuce, QUE ‘se vadesenvolviendo en «avatares», como los llama Rojas, alo largo de una Historia traspasada por fines que trascienden alos individuos. Pero al menos, ese origen ya es doble:es «Eurindian. ¥ elelemento na- tivo precolombino no est muerto, no es un fésil arrumbado en los sétanos de la memoria, sino un sustrato vivo, que ha fascinado y trastoeado al con- quistador, que ha actuaco en una historia comiin, y ‘que sigue operando en la sociedad argentina, Por ‘ro lado, la relectura de la llamada «barbarie» - ‘asociada sin duda al incipiente revisionismo de aque- los dias—, la vuelta de la mirada hacia las provi -cias, la revaloracién de su papel en la independencia yen la gestacién de la nacidn-estado y de la nacio- Talidad (en tanto comunidad axiol6gica y cultural) son afirmaciones, ensanchamientos y correcciones provocativas dela interpretacién historiogréfica ibe- ral Incluso su retorno a la tradici6n espafiola es—en el contexto de época— un gesto renovador, Si ‘atendemos a la experiencia de jovenes de la élite ‘como Marfa Rosa Oliver, o como Victoria Ocampo, eLidioma castellano era para las clases altas apenas ‘una lengua ristica, un bien utilitario para dar Grdenes: al servicio doméstico. No exagera en ese sentido la indignacién de Rojas cuando se refiere la Argentina ‘como «colonia intelectual de Francia». Tanto Ocampo (que al principio de su carrera s6lo escribia en fran és) como Oliver, tuvieron un contacto tardio cone castellano en tanto lengua literaria, y con los grandes autores espafioles, que no eran habitualmente fre- ‘cucntados en una educaci6n dirigida porinsttutrices francesas, inglesas o alemanas. Ambas se quejarfan, Gramma 42/43 - Abril / Octubre de 2006 2 census respectivas memorias, de esta carencia funda- ‘mental que debieron supli, por iniciativa propia, mu- cchos aftos ms tarde, Yast como Rojas reanuda lazos histéricos y esté- ‘cos con Espatia, lo hace también, hacia atrés y ha- ‘ciadelante (ene! ideal de un futuro comin), con His- anoamérica, a laque engloba, entera, bajoel nom- bre simbélico de «Eurindia» (Cf. Cap. 46 de! libro hhoménimo). ‘Su obra, lefda sobre todo por fo que aporta y no or lo que descarta sigue siendo hoy dia, en un mo- ‘mento en que la «globalizaciGn» nos despiertatemo- tes parecidos a los que hace un siglo provocara el -, ‘Nosotros, IN, T. 1, 26. nesses, José. «Nacionalismeo eindianismos, Revista de América, 2. 1913, pp. 185-194. Ocauiro, Victoria. Autobiograffa, Il, El Imperio In- sular, Buenos Aires, Sur, 1982, Quiver, Maria Roxa. Mundo, mi casa, Buenos Aires, ‘Sudamericana, 1970. « La vida cotidiana, Buenos Ai- es, Sudamericana, 1969. Rock, David, «Antecedentes de 1a derecha argent nna», en VV.AA., La derecha argentina. Naciona- listas, neoliberates, militares y clericales, Buenos Aires, Javier Vergara Editor, 2001. pp. 23-70. Rowero, José Luis. «El espiritu del Centenarion, Las ideas en la Argentina del siglo XX, Buenos Aires, Biblioteca Actual, Nuevo Pafs, 1987, pp. 55-95. 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José Galver th de Mane, hizo le propio cn Sania Fe ene F8N6 y 1893: amon fueron gobernadoves El parece Clver —Manoel— fe scr dor pein "Al decide Gregorio Weinberg en: Rojes Ricardo, El pas dela selva Pars Garner, 1907, Ein wilizada: dina reed con Frdlog de Graces Montaldo en ls coleecida Nueva Dimension ‘Argentina, di gida por Geegrio Weinberg. Buenos Aires, Taos, 2001p 57. “Rojas vote sobre a cuestionen una obra de eat, len (1929) nora dar una lesion histrca 0 pedagdgiu mediante aescena, Sino para componr un poems on texataiberad que eer a ‘reaidn pots.» (p 10)-~Elelin= exe nombre det reinofabo- Tou que buscan fos congostadores. » Et pats de la seo, edi ctad, pp 10-11 * Rots deca ago warns prrfadas a defender « Drfo de todas tas acusaciones de aificinidad y antamericanisme que or en tonces se Te haclan. Demuesta, ‘lavas indigena, Rojas fe disp uly amigo de poet nicara- tense ylo defend ante Unamuno. La infivencia modernist se hier, desde Iwego en su poesia. (sobre todo-en Los lier det basin, 1911) » sLamontonerano fue sno ¢l sito dela independeoeia chan doen el interior, yas todos lon caves que la captaneaban Insbian hecho a aprendiajeen la gota contra os realists] ‘nab skendo gabcha,y puesta que ibaa caball.eramésargen- ina. er mfsnocsra, Elam habia pensadoen enregasa sober ‘nial pasa una inastaeuropes Pr lo contra. laefendise (9.98) z "A ninvers, tnpoco se hx pd dslver, aun wtilizando 1s is ensntor métodos, anaciones que ve consideabanasmismas como tals, inclu a pesar desu enffentaricntos ineros. aso de nlanda podria ser un ben ejemplo. Nosiempr,tampeco, Clestadoprexite a lanacia, Esto oeate con puctlos aborigenes, ‘come el mapuche, qu piensa mismo como «nesiGo» (ama ‘gama por lengua y uadiiGn clr), aunque no tenga estado propio. “Asta hace David Rocken «Amecedentes ela derech apna Cen WWAA. Le derecha argentina Naconalisa. neolberles mi: ares ctercales, Buenos Aires, Javier Vergara aioe, 2001, pp. 23-70, Sim embargo, es dite! exile a Rojas a la defnicia de ‘ndertchasqoeene libro se propane («Desde lon peimeros morn oven que agin una connotacinpllicadurantlaRewsliba francesa la derecha a simboladola resistencia cambio progres. ‘voen opoich lo sociale «La deechabuenglobado en su Seno {inn apis gama de movimiento, desde el conservadrsmo — ewe peigraties apoyo a In monargufa ya a Ipeiacasice no fexcluye Una adecuxcién a la modernizacién— al actvismo ‘conarrevolcionariomis dir, qe ngaba cuaksieracreaniento ‘todo aquelo qe usin en pli least eal erkequcan, 4; forma de conervadurisme extrem cys potas de pai th abevan en tna concepcin organic Se Ia sociedad y en el. ‘iberatsmon pp. 27-28. Ni Rojas neg los pincipios de tx Revolucion Frances (alos que wentifia, como lo seal incon ‘les veces. oo lor de a Revolucign de Mayo), ni mannve una ‘conception cosprstivay jerguia de sociedad slvoen cuanto [Mikderargo espetualdehéroesy gnion que motvaen él un acal- tor de eto rminieoytmbita eosin) Sescriasa literal ‘mo no atacan Bt rafz de los derechos constitucionaes, y sv Sorginicimosexentodo eo rondaticoy meus, nfido mls pon tcosofa eal o¢l nomen de lon pueblos quese encaminan fhcia at progresivaliteraci) que por doctrinas proto Fascists Poe om pre enacknalsmo no puede dentiearse sin mds, con ‘derechismon: por el contrario, muchos aacionalisms, en Gramma 42/43 - Abrit / Octubre de 2006 24 Jomadas de Literatura Argentina Latinoamérica y en Espa, han sido defensores de lassherania ys singulridad cultural de Ys pueblos desde una hase democritcn popular Setar La resturacinnacionalista como «texto de chitatempranoy nas parece, cuando menos, unt exageracion soriva de a perpectva. No hay que obvidar, tampon. que a pocode su aparcign fue un obra calurosanentcelogada por soci ists como Jean Jus. Seal uan Jost Sebel El naionlimo de Rojasera dein medio, hispanismo no leva fanquism, no fo casio, sino ‘edof0,rsista mademado ycautlosoaniberal, peo no fats, Tigoyeisa pero anperonista.s (J. Sebel Grea dela ideas poltcas arrentnas. Benos Aires, Sudamericana, 2002, 16-162). Barbero Deve lo colocan eae Jos nacionlisas papules aio demerits "Ver sulibo £1 Cristo invisible, Buenos Aires, Libreria «La Fale lade, 1927. Tas estas consideraciones se hallan dete damente expuestas Et raistisme de mafana (1932). Lila Ana Berton, Priotas, cosmepolias y nacionalits,Bue- ns Aires, FCA, 2002, pp, 30 y 8. Comentindo la apaicén de Node Rojas, Robern Gist seta sus alarms contr la press vont scoloizadoras italiana como dsmesuradaseijustas(NO- sore; IVT p26). "+ ABI problema real de I dfcada anteior fue convertido en un ‘6pico,retomado y reptido por machos oxos que aibuyeron severm consecuencias una itatisfactoria ecicaeGnnacionale — Sefiala Bertoni refiridadose « la postura asumida por Ernesto ‘Quesaia en Ia Revista Nacfonal. en 1900. Casi wna deada ris ard, Ricardo Rojas -aprega Beroni—lorelora en La vestoura cin noctnalsaep. cep. 208) ® Rojas se oeupard detenidamente del papel fundamental de Tas provincias duane la gestaindependentsta el proceso de cons npc nacional en un libro posterior: La Argenindad (1916), También en otro libro: Lar provincias, Beenos Aires, Liber ‘La Facultad, 1927 "*Maristlla Svamp,El-dlema argentino: civiliactdno barba- rie. De Sarmiento al revisionismo peronista, Bucnos Airs, El Ciclo gor Asalio, 1994 p. 101, as la lama Marfa Sdeaz. Quesada en su reciente obra: La Argentina: Historia del pais y de su gente; Buenos Aires, Sudamericana, 2001 "*Sehan echo objecions a indgenismo de Rojas, como ee caso de Berardo Cail ei6o, puntandoal echo dequeescametesal Indio coneet, af drama hurano de su resid sceiohistfia Cana lea a hablar incluso, de «antindigenismas («S0bce el ‘mericanismo de Ricardo Rojas Revisa Iberoamericana 146, Julo-Dicembre 1958, pp. 221-226). Eniendemos que se tat de ‘unindigenisnolimitadoal eam simbdlico (o queens momens te istrico no era pose), per indigcnismo al fin Chel exelent ands de Leonor Aris Saravia,daArrenting

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