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Considerado uno de los iniciadores del renaci¬ prólogo de Unamuno* y profundamente melan¬
miento literario valenciano al originar, en 1859, cólico, el poema dramático en tres actos La um¬
los Juegos Florales en el Paraninfo de la Uni¬ bría (1923) y, postumamente, Los caminos dis¬
versidad de Valencia —también colaboró en el persos (1944), libro que terminara poco tiempo
mantenimiento de los de Barcelona, los cuales antes de su muerte. Sus Obras completas se pu¬
presidió en 1885—, e íntimo amigo de Teodor blicarían, en 1986, en seis volúmenes en Gran
Llórente*, fue seguidor poético de la tradición de Canaria.
Quintana* con poesías, muchas de ellas odas de
tendencia neoclásica, en las que imperan los te¬ QUESADA, Julio
mas religiosos, familiares y político-patrióticos, Ensayista y narrador. Catedrático de Filosofía en
tratados siempre con exquisito buen gusto esté¬ la Universidad Autónoma de Madrid y colabora¬
tico y ponderado equilibrio entre el brío verbal y dor de numerosas publicaciones, entre ellas el
la ternura. Valera* lo tenía por uno de los gran¬ diario El País y Cuadernos del Sur, se trata de un
des poetas españoles. El volumen en donde se ensayista de enorme cultura y acentuado incon¬
encuentran sus versos. Rimas (1877), que fue au¬ formismo, especializado en el nihilismo, en
mentado postumamente (1891) —en 1924 apare¬ Nietzsche y en cuestiones sobre religión, lo que
cerían bajo el título de Poesías—, y que, en su se aprecia en obras como: Un pensamiento in¬
primera edición fue prologado por Pedro Anto¬ tempestivo (1988), sobre la figura de Nietzsche,
nio de Alarcón*, incluye célebres composiciones El pino, el tiempo, el lenguaje (1991), Una sed
como la «Oda a las Bellas Artes», el largo poema antigua (1992), Ateísmo difícil (en favor de Oc¬
religioso «Jesucristo», los políticos «A la guerra cidente) (1996), en el que aborda la religión
de Africa», «A la libertad» y «A la paz», entre como problema en el fin de siglo y que fue fina¬
otros, y poemas de corte horaciano como los que lista del Premio Anagrama de Ensayo, El nihi¬
aparecen bajo el epígrafe de «Poesías familia¬ lismo activo. Genealogía de la modernidad
res», sin olvidar una serie de «Rimes en catalá». (1999), La belleza y los humillados (2001), Por
Fue, con la colaboración del mencionado Lló¬ qué pensamos lo que pensamos (Otra historia de
rente, excelente traductor de El corsario y Childe la filosofía) (2003). Debutó en el panorama lite¬
Harold, de Byron. rario con la novela El último filósofo (1998),
obra de iniciación en todos los sentidos, no solo
QUESADA, Alonso (Las Palmas de Gran Canaria, literario, sino también filosófica y emocional por
1886/1888-Santa Brígida, Canarias, 1925) lo que respecta a la trama, en la que domina una
Poeta. Más conocido por su seudónimo que por ironía a veces descamada.
su verdadero nombre, Rafael Romero Quesada,
pasó en su vida no pocos problemas, motivados QUEVEDO, Niño (Madrid, 1929)
por la repentina muerte del padre, lo que le obligó Narrador, guionista y director de cine. Abogado
a hacerse cargo de la familia y a trabajar de ofici¬ de profesión, su nombre completo es Benigno-
nista en compañías inglesas instaladas en su ciu¬ Ángel Quevedo Gil. Autor de guiones de pelícu¬
dad natal. Aunque hasta el momento de la trage¬ las como Vivir mañana (1983) y Futuro imper¬
dia familiar había recibido una buena educación, fecto (1984), ambas dirigidas y producidas por él
a partir de entonces su formación fue autodi¬ mismo, deben destacarse algunas de sus novelas,
dacta, a base de lecturas que, con el tiempo, le marcadas por un claro compromiso político,
llevarían a adquirir un sólido conocimiento de como Las noches sin estrellas (1961), Las cuatro
otras lenguas. Fue periodista, traductor de poesía estaciones (1974) y Mi abuelo, el rojo (1982), así
francesa, italiana e inglesa, y, sobre todo, poeta, como el libro de relatos Fuera de combate y
con versos en los que se ven reflejadas todas las otros relatos (2001), galardonado con el Premio
dificultades emocionales y económicas de su de Narraciones Breves Antonio Machado.
vida. Influido por el Modernismo* —cuyos mol¬
des básicos compartió con los posmodernistas QUEVEDO GIL, Benigno-Ángel —> Véase QUE¬
Tomás Morales* y Saulo Torón*—, introdujo en VEDO, Niño.
los modos de este numerosas novedades que an¬
ticipan las de las vanguardias, predominando en QUEVEDO Y VILLEGAS, Francisco de (Madrid,
sus poemas, atentos a lo cotidiano, el prosaísmo 1580-Villanueva de los Infantes, Ciudad
y un marcado acento irónico. Además de algunas Real, 1645)
piezas teatrales breves y de bastantes artículos, Sin duda es Quevedo —de nombre completo
reunidos en Crónicas de la ciudad y de la noche Francisco Gómez de Quevedo y Villegas— uno
(1919), muy crítico con sus paisanos, publicó los de los más grandes autores no solo del Barroco*
poemarios Hipos (1907), bajo el seudónimo de español, sino de toda la historia de nuestra litera¬
Gil Arribato, El lino de los sueños (1915), con tura. Figura capital de las letras universales, su
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talento quizá sea el más completo de cuantos au¬ mas que se han conservado manuscritos. Lo que
tores figuran en estas páginas: político de talla, indignó a Góngora es que Quevedo estuviese
intelectual asceta, poeta y prosista de altura ini¬ rehaciendo en tono de pitorreo sus mejores roman¬
gualable, satírico mordaz de primer orden, todo ces; son los días en que Quevedo declara que de¬
cuanto salió de su pluma llevó el sello indiscuti¬ dicará toda su vida a reírse de Góngora. Y lo
ble del genio. Nacido en el seno de una familia hizo. En 1609, cuando Quevedo ya goza de fama
de funcionarios de Palacio —su padre, Pedro suficiente tras su inclusión en el libro de Espi¬
Gómez de Quevedo, fue secretario de la princesa nosa, reaparece la polémica: acaba de traducir a
María, esposa de Maximiliano de Alemania; su Anacreonte, y Góngora se burla de él. Al morir
madre, María de Santibáñez, camarera de la este, en 1627, Quevedo se percata de que Gón¬
reina, y su abuela, azafata de esta y que, al pare¬ gora se ha convertido en un clásico, hasta el
cer, consiguió numerosas becas y ayudas para su punto de que va a ser comentado, como sucedía
nieto—, durante toda su vida mantendría, sote- con Horacio. De tal suerte, decide vengarse con
rradamente, un odio inveterado hacia la nobleza, poemas, así que busca a poetas como fray Luis
a la que no pertenecía. Dado que su vida, bas¬ de León* y Francisco de la Torre*, sobre quienes
tante agitada políticamente, está, en gran me¬ declara que ellos sí que son auténticos poetas, y
dida, muy ligada a la gestación de su obra —sus los edita en 1630 y 1631 —hay que decir que son
dos grandes pasiones fueron la literatura y la po¬ las primeras ediciones que se publican de estos
lítica—, vamos a repasar esta al amparo de aque¬ autores: en el prólogo de la de fray Luis se en¬
lla, fundamentalmente debido a que la ordena¬ cuentra el ideario poético de Quevedo— para, de
ción y explicación de sus textos no es tarea ese modo, crear un contrapunto de Góngora.
sencilla de otro modo. A esto se añade un salvaje epitafio contra Gón¬
Parece ser que se educó, en primer lugar, en Pa¬ gora escrito por Quevedo. Esta enemistad entre
lacio y en el convictorio del colegio de los jesuí¬ ambos, que ha pasado a la historia literaria como
tas de Ocaña, con ayo y preceptor, de donde pasó algo más que una simple anécdota, hay que seña¬
a la Universidad de Alcalá en 1596, en la que es¬ lar que respondió, además de a diferencias litera¬
tudia, hasta 1600, Filosofía, Lenguas clásicas, rias, a otras de carácter ideológico en las que, en
francés e italiano, y a la de Valladolid —ciudad a no poca medida, se fundaban aquellas: Quevedo
la que se traslada la Corte, hasta 1606, en que re¬ fue siempre un conservador, y Góngora alguien
gresa a Madrid—, después, para estudiar Teolo¬ mucho más libre en sus concepciones poéticas.
gía, y en la que vive en un pupilaje. Por esas fe¬ Espinosa, como queda dicho, incluye también a
chas, mantiene una intensa correspondencia con Quevedo en su antología, unos dieciocho poe¬
el humanista Justo Lipsio, que ya entonces lo mas, junto a Arguijo*, Góngora, Lupercio Ar-
consideraba una «gloria de los españoles». Sus gensola* y el propio Espinosa, entre otros. Es
primeras lecturas, aproximadamente fechadas en importante que los ejemplares de las Flores son
tomo a 1595, son del Romancero*, de Herrera*, distintos y que, en algunos de ellos, se han qui¬
de los manieristas, los petrarquistas, las cancio¬ tado algunos poemas de Quevedo, como por
nes tradicionales, y, de lo que se está haciendo ejemplo uno que dedicó a la Magdalena y que
nuevo, lee, sobre todo, la poesía horaciana no fue censurado por mezclar lo religioso y lo pro¬
estoica, de corte meditativo, a Rioja*, etc. Es en fano. Todo ello, unido a la complejidad en la cla¬
torno a 1599 cuando comienza a escribir, sobre sificación de sus textos, ha dado lugar, como se
todo refritos de Góngora*, aunque está ya bus¬ verá más adelante, a un auténtico caos a la hora
cando una forma estrófica nueva para la poesía de ordenar la obra quevediana, sobre todo la poé¬
meditativa, la silva. Su primer poema publicado tica. Hay que decir ya que sus poemas, al igual
es de 1599 y apareció en los preliminares de un que en la obra de Espinosa, aparecieron siempre
libro de poemas a lo divino*. En 1603 llega a en antologías y florilegios, pero jamás publica¬
Valladolid Góngora —que ya es un poeta consa¬ dos independientemente como obras unitarias y
grado y bastante mayor que Quevedo, quien solo reconocidas suyas.
cuenta 23 años— para ver a Pedro de Espinosa*, Cuando, en torno a 1600, la poesía deriva hacia
también andaluz, que preparaba una antología de formas temáticas nuevas (poesía meditativa, etc.),
poetas cultos o de «vanguardia», la que será su no se produce ningún cambio en las formas mé¬
Flores de poetas ilustres (1605), que, aunque no tricas: tanto Quevedo como Carrillo* o Rioja si¬
tuvo éxito, sí retrata el ambiente poético de la guen recurriendo, por ejemplo, a los tercetos y
época. En esos momento, Quevedo se encon¬ las estancias. Es en 1603 cuando Quevedo, en un
traba reconvirtiendo en burlas sus poemas, y es alarde investigador, está inventando las «silvas
entonces cuando ambos, él y Góngora, cruzan estaciadas», llamadas así por estar basadas en el
sus primeros versos, que demostraban ya su mu¬ poeta latino Publio Papinio Estacio. Lo que está
tua enemistad. Se trata de quince o veinte poe¬ haciendo, en realidad, es adaptar, escribir silvas
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en las que trata de romper la rigidez, como se nes grotescas de los viejos romances, que se es¬
aprecia en el empleo de versos de siete y once sí¬ cribían para ser cantadas en los entreactos de las
labas ligados de forma indeterminada, lo que po¬ comedias. No obstante, el auge de las jácaras es
sibilita la utilización de un número de versos va¬ posterior a la muerte de Quevedo, si bien va per¬
riable. La primera silva métrica de Quevedo es diendo, poco a poco, su carácter escatológico
de 1604, cuya intención, a todas luces, es la de original y su lugar en los entreactos. Este aleja¬
cambiar el ritmo de la poesía culta. Se sabe que, miento de los orígenes se ve en el hecho de que
por esas fechas, está trabajando en un libro de un autor como Montoro* escribirá jácaras dedi¬
silvas que no aparecerá jamás. cadas a Cristo y a la Virgen. El desprecio de
Poco antes, desde 1609, Quevedo se ha movido Lope y de Góngora tiene que ver con el hecho de
en la Corte buscando acomodo junto a un noble, que, hacia 1580, los grandes autores escribían,
un mecenazgo que encontrará en el duque de frente al Romancero* viejo y al nuevo, romances
Osuna, personaje al que admirará de forma ex¬ artísticos, mientras que, en 1600, otros autores
trema, pues representará para Quevedo el ideal comienzan a burlarse de esos romances escritos
de hombre político. Quevedo se encuentra depri¬ por los grandes, entre ellos Góngora. Comien¬
mido por el comienzo de la decadencia política zan, pues, los romances grotescos, puerta abierta
—es en esos años, precisamente entre 1609 y de la jácara, en la que Quevedo desplegará todo
1613, cuando se produce la expulsión de los mo¬ su ingenio, habilidad y cultura poéticas, ya que
riscos—, depresión que encuentra acomodo en en ellas es capaz de hacer confluir lo más culto
poemas de carácter neoestoico y en las traduc¬ de su lenguaje con un conocimiento minucioso
ciones de los clásicos. Son los años en que está del habla de germanías, es decir del argot de los
escribiendo el segundo, tercero y cuarto sueño de bajos fondos.
su obra en prosa Sueños (1608-1613) —a la que En 1613, Quevedo se marcha a Italia y se lleva
me referiré más adelante—, así como algunos las silvas, a las que antes me refería, para traba¬
trataditos filosóficos y literarios, la obra poética jar en ellas —hay que decir que el mejor manus¬
Discurso de las privanzas y, también en prosa, crito de estas está en Nápoles—, con tan mala
La España defendida, que comienza en 1609 y suerte que, a su regreso en 1619, se encuentra
que es importante por ser la primera vez que un con las Soledades de Góngora, que no es sino
escritor escribe para defender a España antes de una silva enorme. Góngora le ha pisado la inno¬
la Generación del 98*. Se trata de un texto que vación mientras Quevedo estaba en el extranjero,
formula los valores españoles desde un punto de de ahí que su libro no saliera nunca a la calle. Su
vista de gran conservadurismo. Son todas ellas etapa en Italia, en la que solo escribe poesía, es
obras en prosa escritas al mismo tiempo que la de una intensa actividad diplomática, actividad
comentada traducción de Anacreonte, o que otra que le llena lo suficiente como para no necesitar
de Epicteto en endecasílabos y una versificación de la literaria, salvo de la brevedad que implica
de los Trenos de Jeremías, Lágrimas de Jeremías la poesía. Pese a este periodo en el país más libre
castellanas, que quedó inédita. Es la época en del momento, Quevedo continúa siendo un hom¬
que Quevedo está intentando salvar lo mejor de bre de ideas conservadoras radicales. En Italia ha
la literatura clásica a través de versiones muy li¬ sido secretario, confidente y amigo del duque de
bres, aunque de altísima calidad. 1613 es un año Osuna, que utilizó a Quevedo en misiones confi¬
crucial, pues en él envía a una tía suya treinta denciales, relacionadas con la Hacienda, durante
poemas del Heráclito cristiano, que es ya una sus virreinatos en Palermo y Nápoles. Sin duda
poesía de calidad formal incuestionable, como ninguna, nuestro autor fue el centro del mundo
queda demostrado en el uso magistral de ciertos diplomático de entonces, hasta el extremo de
encabalgamientos o en el empleo de coloquialis- que, en la conjuración de Venecia de 1617 —cuya
mos para expresar los extremos de la pasión. Se leyenda habla de él como de quien movía los hi¬
trata de una cristianización de los clásicos, clasi¬ los de la reyerta—, parece que se buscaba a Que¬
ficados como «Salmos» y fechados en junio del vedo para colgarlo, justo un año antes de que,
citado 1613, en los que muestra su dolor y arre¬ precisamente por los éxitos logrados en sus mi¬
pentimiento, aunque no son de contenido reli¬ siones, sea nombrado caballero de la Orden de
gioso, sino metafísico. El fondo es siempre Santiago, tres antes de convertirse en señor de La
amargo y suelen terminar con una imagen de la Torre de Juan Abad, lo que sucede en 1620 des¬
muerte. pués de no pocos pleitos y esfuerzos por conse¬
Al mismo tiempo, desde 1610, y hasta 1630 o guirlo. Son días en los que Quevedo es un perso¬
1635, Quevedo está escribiendo jácaras. Maestro naje respetado y temido. Cuando llega a Madrid,
de un género despreciado por Góngora y Lope de lo hace como emisario del duque de Osuna y con
Vega*, por considerarlo un subgénero literario, una letra aceptada de 200.000 ducados, un dinero
Quevedo supo como nadie manejar estas versio¬ que emplea para cohechar en la Corte, una Corte
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que, como él mismo cuenta en sus cartas de la gando, en primer lugar, que ni esta ni las demás
época, es corrupta y putrefacta. Estas cartas sal¬ obras aparecidas —salvo unas religiosas—, son
drán a relucir tras la muerte de Felipe III. suyas, y, en segundo, que, al estar en letra im¬
Antes de su regreso en 1619 escribe Política de presa, significa que se ha publicado fuera de Cas¬
Dios y gobierno de Cristo, obra basada en el tilla y sin su consentimiento.
Evangelio en la que analiza el papel del privado En estos años, a partir de 1620, escribió muchísi¬
y del monarca, y que, como se verá más adelante, mos romances jocosos y decide publicar sus
no publica hasta 1626. Tras la muerte de Felipe III, obras después de expurgarlas, entre ellas Política
que se hizo nombrar cardenal antes de morir, y de Dios y gobierno de Cristo, tiranía de Satanás,
con quien la monarquía era frágil, le sucede en que aparece corregida en 1626. En cuanto a los
el trono Felipe IV, que solo cuenta con 16 años. Sueños, se los entrega a su amigo Alvaro Monsal
El duque de Lerma, que había detentado casi con el título de Juguetes de la niñez y travesuras
todo el poder con Felipe III, era la cabeza visible del ingenio, volumen que está preparando en
de un sistema sembrado de grandes fortunas y 1629 y del que ha quitado todo lo escandaloso y
corrupciones en el que él mismo, así como sus grosero. Consigue las aprobaciones, si bien no lo
colaboradores, se había enriquecido muchísimo. publica hasta 1631, justo un año después de la re¬
La situación española es caótica. Surge en este dacción del Indice de libros prohibidos y en el
momento una figura política, hasta entonces de mismo en que aparece su opúsculo de crítica li¬
segunda fila, el duque de Olivares, a quien el teraria La aguja de navegar cultos con la receta
nuevo rey pide que sanee las costumbres. La pri¬ para hacer Soledades en un día, duro ataque
mera medida es la detención de los duques de contra Góngora y sus continuadores que sigue la
Lerma, Uceda y Osuna, que origina un pleito es¬ estela de La culta latiniparla, consejos burlescos
candaloso, y, por el efecto de simpatía, el des¬ para hablar en culto redactados en 1629. Pero,
prestigio de Quevedo. Los acontecimientos se entre 1625 y 1626, se había visto enredado en
precipitan y la tensión aumenta: el marqués de nuevas polémicas. Después de que los carmelitas
Siete Iglesias es ejecutado en la Plaza Mayor de propusieran a santa Teresa de Jesús* como pa¬
Madrid, y el duque de Lerma sale airoso gracias traña de España, Quevedo había reaccionado
a que es cardenal. Quevedo comienza a escribir desde una de sus misiones de Italia con escritos
entonces, entre 1620 y 1621, Grandes anales de violentísimos en defensa de la candidatura
quince días —que no se editará hasta 1788—, de Santiago —al fin y al cabo él era caballero de
donde cuenta, ensalzándolos, los primeros Santiago y, además, misógino—, como el Memo¬
quince días de Felipe IV en el trono, y Mundo rial por el patronato de Santiago y Su espada
caduco y desvarios de la edad —cuya edición por Santiago, sólo y único patrón de las Españas
verá la luz solo en 1852—. También de 1620 es (1628). La cuestión llega a tal extremo que el rey
una Vida de santo Tomás de Villanueva. Hasta le destierra a La Torre, lo que no impide que siga
entonces aún no había publicado nada, salvo, escribiendo, llegando incluso a enviarle un ma¬
claro está, las poesías suyas difundidas en antolo¬ nuscrito al rey. Es decir, que, en esos momentos,
gías. Escribe el «Sueño de la muerte» (1622) y tra¬ está polemizando en tres frentes: por un lado so¬
baja en obras de carácter festivo. Su reconciliación bre sus ediciones, por otro sobre el asunto de
con el nuevo gobierno comienza a ser efectiva en santa Teresa y, por último, como ya dijimos, bus¬
torno a 1625, si bien Felipe IV crea la Junta de cando poetas que sirvan de antídoto al éxito de
Reformación, que se ocupa de analizar los casos Góngora tras su muerte.
escandalosos de la Corte y que decide encar¬ Es en 1631 cuando el conde-duque de Olivares
garse, además del caso de Tirso de Molina*, del le llama para que se encargue de defender su po¬
de Quevedo, a quien se acusa de vivir amance¬ lítica económica. Antes, en 1628, Quevedo está
bado con unas señoras, las Ledesmas, con las escribiendo Lince de Italia y zahori español,
que tenía hijos. En cualquier caso, en ese mismo obra en prosa donde sugería la posibilidad de,
año de 1625, Quevedo se marcha con la «jornada como consecuencia de sus conocimientos, tener
real» a su visita a las costas de Andalucía y aloja un puesto en la política en aquel país. Poco des¬
a la comitiva real en sus tierras. En 1625/1626 pués, en 1630, se publica, también en prosa, El
muere el duque de Osuna en prisión y, en 1626, chitón de las taravillas, libro pirata aparecido
acompaña de nuevo a la comitiva real a su viaje como anónimo, aunque era de Quevedo, y cuyo
a Aragón. Es evidente que se encuentra de nuevo contenido era brutal en contra de cuantos denos¬
integrado en la Corte. Durante ese viaje, sin em¬ taban la política económica del conde-duque; tan
bargo, comienzan a publicarse en Zaragoza y salvajes eran sus contenidos que Lope lo tildó de
Barcelona sus obras, entre ellas el Buscón, que «venenoso». En 1632 se le nombra secretario del
se encuentra en la calle cuando regresa a Madrid. rey, iniciándose con ello un periodo en el que, de
Los moralistas le atacan, pero él se defiende ale¬ nuevo, escribe mucho, y en el que aparece Rómulo,
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del marqués Virgilio Malvezzi (1632), que es una tírica-costumbrista, algunos opúsculos políticos
traducción del libro italiano del mismo autor. Si y, sobre todo, tratados neoestoicos de corte ascé¬
la etapa anterior, entre 1620 y 1630, había sido tico, como por ejemplo Providencia de Dios y La
su período más vitalista, como se ve en sus nu¬ ciencia del santo Job. Son años en los que no
merosas jácaras y en los muchos romances, co¬ sabe por qué está en la cárcel. En 1643 está
mienza ahora, sobre todo a partir de 1634 o escribiendo Vida de san Pablo o la caída para
1635, a escribir una poesía más moral y seria que levantarse, es decir, otra obra en la que da la im¬
coincide con su intento de lavar su imagen pú¬ presión de ser un sabio que aprovecha el encar¬
blica, intento que culminará en 1634, por suge¬ celamiento para pensar. Es en el verano de ese
rencias cortesanas, con su matrimonio con doña año, tras la caída de Olivares, cuando el fiscal
Esperanza de Mendoza, señora de Cetina, viuda que lleva el caso propone liberarlo y, en julio, a
y madre de dos hijos de la que se separará en los 63 años de edad, sale de la cárcel. Cuando
1636. De 1633 es La Perinola, brutal embestida llega a Madrid es recibido por algunos nobles y
contra Pérez de Montalbán*, y la última obra en animado por el duque de Medinaceli. Se dedica a
circulación de Quevedo, pues desde ese mo¬ terminar la obra sobre san Pablo, que será su úl¬
mento no aparecen más opúsculos, aunque es¬ tima obra extensa en prosa, y, durante un año de
cribe obras filosóficas en prosa como La cuna y estancia en Madrid, prepara ediciones de sus li¬
la sepultura (1635), de carácter ascético. Se sabe bros, de Marco Bruto, entre ellas, en la que ana¬
que está escribiendo La hora de todos, y debe de¬ liza, desde una perspectiva estoica, el texto de
cirse que, aunque la poesía política de 1640 ha Plutarco sobre la vida de aquel. Después, ya en
querido atribuirse siempre a Quevedo, parece ya 1644, se marcha a La Torre a descansar, pero se
demostrado que no es suya. En 1635 escribe una encuentra muy mal. En sus cartas, en las últimas
obra triste y grave, Virtud militante, en la que es¬ de las cuales se le ve muy angustiado, dice que
tamos ante un Quevedo taciturno en el que quizá está preparando una edición de sus poesías; al fin
a los muchos problemas se suman sus desave¬ y al cabo ya no tiene nada que perder. Aunque
nencias maritales. Son poesías intimistas. A su parece que le ayuda su amigo Salas, no le da
regreso de uno de los viajes a La Torre, los fran¬ tiempo, porque en septiembre de 1645, inmedia¬
ceses declaran la guerra a España y Quevedo pu¬ tamente después de trasladarse a la vecina Villa-
blica Carta al serenísimo Luis XIII (1635), que nueva de los Infantes, muere.
coincide con la aparición en Valencia de una obra Es a partir de este momento cuando, más allá de
difamatoria contra él: Tribunal de la justa ven¬ los hechos que he tratado de resumir, comienza
ganza, erigido contra los escritos de don Fran¬ la leyenda sobre Quevedo, que, hasta tal grado
cisco de Quevedo, maestro de errores, doctor en de confusión conduce su figura que sirve con de¬
desvergüenzas, licenciado en bufonerías, bachi¬ cir que Torres Villarroel* firmaba como Que¬
ller en suciedades, catedrático de vicios y proto- vedo algunas de sus sátiras. Imaginemos entonces
diablo entre los hombres, libro importante pues, la complejidad a la hora de ordenar y dar por se¬
en él, sus autores —el padre Aliaga, confesor de guras gran parte de sus poesías. Ya se ha dicho
Felipe III, un tal Francisco de Pacheco y el padre que Quevedo no publicó sus poemas en vida. La
Niseno, amigo de Montalbán—, además de acu¬ consecuencia inmediata ha sido la suerte de dis¬
sarle de muchas cosas, hablan de la autoría de paratadas ediciones de sus obras que, desde el
sus obras, demostrando saber lo que dicen, pues momento de su muerte y hasta nuestros días, han
no se equivocan en ninguna. La obra afectó mu¬ ido saliendo de la imprenta, y a las que no me re¬
chísimo a Quevedo. feriré porque sería —por espacio y ejercicio de
A partir de 1636 y hasta 1639, se sabe muy poco investigación— materia de otro estudio.
de Quevedo. Una de sus últimas cartas es de Los poemas más privados y emocionales, como
1638, en momentos en que Madrid es un hervi¬ los morales y amorosos, se conocen por unos po¬
dero político y España se desmorona. Parece que cos manuscritos, ya que los mantenía guardados.
de ese mismo año es su traducción de la obra de En cuanto a los romances y la poesía satírica, los
Séneca De los remedios de cualquier fortuna. En voceaba y difundía él mismo. Únicamente en su
diciembre de 1639, a raíz de un turbio asunto po¬ epistolario final reconoce estar preparando una
lítico con Francia en el que se ve implicado, de¬ edición de sus poesías, aunque nunca llevó a
tienen a Quevedo —cuenta la leyenda que por un cabo su propósito, que sí consumó González de
memorial titulado Católica, sacra, real majes¬ Salas* después de morir Quevedo, quien había
tad, aparecido bajo la servilleta de Felipe IV—, agrupado sus poemas por Musas. González de
y es encarcelado en la prisión de San Marcos de Salas publica las seis primeras en 1648 bajo el tí¬
León durante cuatro años, tiempo en el que, pese tulo de El Parnaso español, monte en dos cum¬
a las malas condiciones en que estaba, escribe bres dividido, y, en 1670, Pedro Alderete Que¬
memoriales, romances festivos, poesía moral, sa¬ vedo —sobrino del escritor—, tras la muerte de
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Salas, publica las tres restantes, Las tres musas íntima que se muestra en momentos diversos.
últimas castellanas, aunque con numerosos erro¬ Los poemas específicamente religiosos ni son
res que, más allá de la datación, tienen que ver tantos ni de calidad especial, salvo, claro está, al¬
con el hecho de que incluye poemas que no son gunos del Heráclito cristiano, sesenta o setenta
de Quevedo, dándolos como suyos, y escamotea sonetos, romances y un poema heroico en octa¬
otros de autoría segura. Sin duda, lo más valioso vas reales, «A Cristo crucificado». Hay que tener
aparece en el Parnaso de González de Salas, si muy claro que cualquier clasificación cronoló¬
bien hay que advertir que, esparcidos por todo el gica corre ciertos riesgos de falsear la realidad,
mundo, existen unos dos mil manuscritos de ya que Quevedo escribió poesía de todos los ti¬
Quevedo. Aún hoy, falta un catálogo preciso de pos en todas las épocas de su vida. Por ejemplo,
la obra de Quevedo, pues no se sabe con exacti¬ hay varios poemas de contenido sacro de 1613, y
tud qué escribió y qué no. Por ejemplo, la mayo¬ el mencionado poema «A Cristo crucificado»
ría de los poemas obscenos atribuidos a él no son tiene que ser anterior a 1621. Entre 1620 y 1635
suyos, al igual que muchos otros de celebracio¬ hay numerosos poemas de carácter religioso, la
nes, si bien no es descartable la posibilidad de mayoría de los cuales debieron de tener su ori¬
que todo tenga que ver con que él mismo no con¬ gen en circunstancias determinadas. Para este
fesaba su autoría, como ocurrió con el Buscón, tipo de poesías, Quevedo prefiere formas cerra¬
que, al igual que sucede con otras obras, jamás das y poco digresivas, como el soneto. La estruc¬
confesó haber escrito. tura de dichos sonetos, siempre impecables,
En líneas generales, puede afirmarse que Que¬ muestra a un narrador, testigo de lo que narra,
vedo fue un nostálgico de la grandeza hispánica, que se dirige a algún personaje también presente.
capaz de presentar cualquier cuestión, ya fuera El efecto inmediato es una vivificación magistral
política, cotidiana, costumbrista, etc., con una de las escenas. Otro rasgo importante es la im¬
crueldad ajena a la cordialidad, desde una visión precación en segunda persona, un tic típico de
amarga y desencantada, a menudo violenta, pero Quevedo, utilizado casi siempre para hablar
siempre a través de un lenguaje de altura inigua¬ de Dios. Hay también casos de prosopopeya, en
lable. De su poesía, una de las grandes del mo¬ donde las piedras y paisajes toman la palabra, y
mento junto a las de los citados Lope y Góngora, no el poeta, lo que contribuye igualmente a la vi¬
cabe decir que representa la seriedad, el talante vificación y, al mismo tiempo, le permite intro¬
grave, la profundidad intelectual y política, la vi¬ ducir el lenguaje admonitorio. Otros incluyen
sión histórica. La poesía seria de Quevedo, en narración y diálogo, y muy pocos son puramente
contra de lo que puede parecer, no es tan difícil líricos. Suele emplear periodos cortos en los que
de entender como la burlesca, que, frecuente¬ encabalga muy pocas estrofas: es cortante y di¬
mente, es muy conceptista, con una carga semán¬ recto, actualiza todas las escenas bíblicas y las
tica difícil. Pero hay, en general en su poesía, un acompaña con meditaciones personales religio¬
gusto por la utilización de abstractos que exigen sas. También en este tipo de poesía de carácter
una intelectualización muy fuerte. Todo esto pro¬ religioso se deja ver su conservadurismo, pro¬
duce una especie de sequedad en construcciones yectado en su visión de un Cristo triunfante, jus¬
rígidas y tan perfectas que el poema parece cons¬ ticiero y vengador. Por otro lado, en las conside¬
truido en bloques. raciones de tipo mundano, se refiere a ministros
De su poesía política deben destacarse los es¬ y reyes en comparación al Rey del Cielo. Ataca
pléndidos sonetos dirigidos al duque de Osuna, a los tiranos, poderosos y ambiciosos y conmina a
don Pedro Téllez de Girón, el conflictivo memo¬ los reyes a despreciar las riquezas. Puede afir¬
rial a Felipe IV que, se dice, originó su encarce¬ marse que, en gran medida, los asuntos religio¬
lamiento, la Epístola al conde-duque de Olivares sos se emplean para temas que son constantes en
o el célebre «Miré los muros de la patria mía». su obra. Es precisamente esta conexión entre te¬
Por lo que se refiere a los poemas de corte amo¬ mas la que da lugar a sus más hermosos y lo¬
roso es donde Quevedo se muestra más concep¬ grados poemas. Pero donde suele tenerse a Que¬
tista, paradójicamente ligado a la tan censurada vedo por maestro es en la poesía burlesca, en la
por él lírica de Góngora, aunque con una hon¬ que se muestra sangrante y despiadado con los
dura en la expresión del sentimiento mucho ma¬ gongorinos, con Góngora en concreto, como su¬
yor. Sutil y de gran finura lírica se presenta en las cede en «Erase un hombre a una nariz pegado».
letrillas, en muchas de las cuales surge el tono Cercanos a este mundo satírico están los ro¬
burlesco. mances y las jácaras que he comentado con an¬
La poesía sacro-religiosa aparece en el epígrafe terioridad.
de la «Musa huraña» de la edición de 1670. Pero No obstante, Quevedo fue, así como excelente
resulta que lo religioso, en sentido estricto, no poeta, no menos magnífico prosista. Además de
está donde esperamos, ya que es una religiosidad las muchas obras ya mencionadas —solo una pe-
777 QUEVEDO Y VILLEGAS

queña parte de las que escribió—, tanto filosófi¬ negar que fuese su autor, actitud que demuestra
cas como de crítica literaria, políticas, etc., mere¬ el deseo por su parte de quitarse problemas de
cen un aparte dos textos claves de su creación: encima. Por lo que se refiere a la datación, son
los Sueños y el Buscón. En cuanto a la primera, muchos los problemas: lo único constatable es
los Sueños, vieron la luz, tras una primera reu¬ que es anterior a 1626 y posterior a 1603; lo de¬
nión imperfecta de todos ellos en 1627, en 1631 más, simples especulaciones basadas, en gran
con el título ya consignado de Juguetes de la ni¬ medida, en las muchas referencias históricas, a
ñez y travesuras del ingenio. Se trata de seis menudo extrañas y contradictorias, que aparecen
narraciones, escritas en forma de diálogo y rela¬ en el propio texto. Sea como fuere, y una vez he¬
tivamente cortas, en las que se muestran, carica¬ chas estas importantes advertencias por mor de
turizadas y deformadas de forma grotesca, las gen¬ una claridad no siempre practicada por quienes
tes, costumbres y oficios de su época. Son las hablan de esta gran obra, hay que decir que esta¬
siguientes: «El sueño de las calaveras», «El al¬ mos ante un extraño caso de novela picaresca*.
guacil alguacilado», «Las zahúrdas de Plutón», Obviamente, desde un punto de vista argumental
«El mundo por dentro», «La visita de los chis¬ o temático, lo es; desde otro, atento a la forma y
tes» y «El entrometido, la dueña y el soplón». En estructura, no tanto. Pero sucede que ambas pers¬
la misma línea están las fantasías morales Dis¬ pectivas de análisis no son excluyentes y, por
curso de todos los diablos o infierno enmendado ello, deben interactuar. Según Domingo Yndu-
(1628) y La hora de todos y la fortuna con seso ráin*, el Buscón está en la línea de la novela pi¬
(1635), más extensa y donde cuenta la conmo¬ caresca, la de Lazarillo de Tormes* y la de Guz-
ción que sufre el mundo al hacerse un reparto mán de Alfarache, fundamentalmente porque
equitativo de cosas; es una excelente sátira polí¬ parte de sus planteamientos, aunque en muchos
tica y costumbrista. casos los contradiga. La obra de Quevedo, frente
La otra gran obra. Historia de la vida del Buscón a la estructura causa-efecto de la narración epi¬
llamado don Pablos, ejemplo de vagamundos y sódica picaresca, opta por los episodios indepen¬
espejo de tacaños, apareció por vez primera en dientes e, incluso, contradictorios. Esta incon¬
Zaragoza en 1626, muy posiblemente, como gruencia de Quevedo —seguimos con el certero
queda dicho, sin el consentimiento del autor, que análisis de Ynduráin— tiene que ver con que,
la habría escrito entre 1603 y 1604. Sobre las pri¬ por un lado, el autor mantiene los planteamien¬
meras ediciones de la obra, así como sobre la fe¬ tos de la novela picaresca, pero alterando su fun¬
cha de escritura de la misma, conviene matizar ción, quizá porque no le interesa demasiado nin¬
que existe una segunda edición, también de 1626 gún plan del episodio, sino las circunstancias que
y localizada en Zaragoza, si bien parece que fue van surgiendo y que le seducen como narrador.
impresa en el mismo año pero en Madrid. Es el Aquí no existe el propósito de narrar una vida
año, igualmente, de otra edición en Barcelona, a desde un criterio unificador, como sucede en La¬
la que siguen, en vida de Quevedo, otra en Va¬ zarillo y Guzmán, sobre todo porque Pablos no
lencia en 1627, en Zaragoza en 1628, Rouen en alcanza una situación desde donde poder contar
1631, el mismo año que aparece una más en y juzgar su vida, lo que supone que la doble pers¬
Pamplona y, por último, la de Lisboa de 1632. pectiva desaparezca, aunque sí existe la alternan¬
Son tres las versiones manuscritas que se conser¬ cia de criterios para presentar los hechos. Por
van del Buscón, lo que ha dado pie a pensar, tras diversas razones, cuya precisión escapa a la ne¬
las investigaciones de Lázaro Carreter*, que cesaria concisión que exigen estas páginas, Que¬
hubo dos redacciones de la obra o, al menos, una vedo habla por boca de su protagonista, lo que
primitiva y otra retocada, y ambas, por supuesto, hace que se tambaleen los cimientos de la novela
del propio Quevedo. Lo que sí parece claro es picaresca: es decir que se mantiene la forma auto¬
que ninguna de las versiones se hizo en Castilla, biográfica, pero no las causas de que lo sea, que¬
algo que tiene su lógica, ya que la censura era dando todo reducido a una simple narración en
menos estricta en los reinos de la Corona de Ara¬ primera persona, una primera persona que, sin
gón que allí. Esto demuestra, ni más ni menos, embargo, no lleva a que la historia del personaje
las precauciones tomadas por los editores caste¬ sea el motivo central de la obra. Pablos no siem¬
llanos antes de lanzarse a publicar una obra que, pre está implicado en los hechos, sino que, en
efectivamente, fue blanco de la Inquisición en ocasiones, actúa como cronista irónico de anéc¬
1646. Pero puede sospecharse que lo que en rea¬ dotas liberadas del contexto, lo que le aparta del
lidad ocurría era que los libreros, más que temer protagonismo biográfico en los sucesos que sí
la censura, trataban más bien de evitar los cáno¬ ostentan los picaros puros del género. Lo que
nes del autor, pues es obvio que todas las edicio¬ sí comparte con otros picaros es su deseo de as¬
nes eran piratas, pese a lo cual jamás Quevedo censo social y sus reiterados fracasos en cada
reclamó la autoría de la obra, llegando incluso a intento. Es decir, que Quevedo, con alardes de
QUILES 778

imaginación poco comunes y con una libertad sean—, manipularla y moverse libremente en el
frente a los modelos ciertamente meritoria y ge¬ terreno de la literatura.
nial —como sucede con Cervantes*—, se salta El resultado final es una obra, sin embargo, de
los cánones y hace prevalecer el elemento sor¬ fondo amargo, de claroscuros violentos en la que
presa sobre cualquier sistema o modelo previo trasciende un universo de personajes del' hampa
organizado. En suma, siguiendo los razonamien¬ presentados desde una caricatura trágica que no
tos de Ynduráin, el personaje de Que vedo «está evita ni lo macabro ni lo repugnante. El lenguaje
en contradicción permanente con los criterios de Quevedo, a menudo ininteligible, le sirve para
ideológicos desde los que se juzga la realidad». retorcer los moldes de un género, para llevarlo
Quevedo respeta la formula de ficción del género hasta sus últimas consecuencias, las que devie¬
picaresco, pero el protagonista, que al igual que nen en la visión amarga y desmesurada de la
los de las otras novelas picarescas, tiene un ori¬ vida. Lo que consigue Quevedo es, nada más y
gen vil, no se dirige al lector, sino a un destinata¬ nada menos, que, evitando la ternura y dejando
rio anónimo. En lo que respecta a la posible in¬ un sedimento enfangado de pesimismo, abrir las
tención moral, parece claro que al personaje de puertas al esperpento*, es decir, inventar un me¬
Quevedo le importan poco los delitos, y no pa¬ canismo nuevo de escritura, todo ello desde una
rece plausible ninguna hipótesis que aluda a mo- arquitectura literaria de gran precisión, la cual se
ralismos en el Buscón. Se ha censurado la gratui- suma a los otros muchos rasgos, tanto poéticos
dad del sentido burlesco de la obra, como cuando como prosísticos, que configuran la que quizá
Lázaro Carreter lo califica como «una burla por sea primera pluma de las letras españolas, solo
la burla misma», sin embargo lo que parece es comparable a la del indiscutido autor del Quijote.
que Quevedo, al margen de intenciones morali¬ Sería absurdo señalar aquí, ni siquiera apuntar
zantes, conceptualiza los hechos y delitos de los mínimamente, una bibliografía sobre Quevedo,
personajes, los toma como anécdotas de tipos y pues para quienes la necesitaren, existen ya las
no como posibles elementos de las vidas de per¬ bibliografías quevedianas adecuadas en las obras
sonas. La intención, por tanto, parece que es la oportunas. Igualmente, no tendría sentido refe¬
de reproducir las actitudes de la clase dominante: rirse a las numerosísimas ediciones que han ido
la crueldad o indiferencia ante el sufrimiento sucediéndose de su obra. No obstante, y aparte
ajeno, en este caso mantenida por el narrador, de las muchas existentes, críticas y no, de su poe¬
por el propio Quevedo, quien emplea, como sía, entre las que quizá una de las más destacadas
digo, tipos, de modo que su crítica o burla es sea la Obra poética (1999), en tres volúmenes,
contra los implicados en los sucesos: las monjas, realizada por José Manuel Blecua*, conviene se¬
los clérigos mundanos o los nobles que no saben ñalar la recientísima, aparecida en 2003, Obra
escribir, y no tanto la religión o la nobleza. Sus completa: Prosa, volumen patrocinado por la
críticas se dirigen a las transgresiones practicadas Sociedad Estatal de Conmemoraciones Cultura¬
por el sistema y no a la sociedad como sistema. les y en el que se incluyen treinta y cinco piezas
Aunque él parte de la realidad, de la sociedad di¬ agrupadas en: satíricas, morales, políticas, filo¬
vidida en clases, no parece tan evidente como sóficas, históricas y religiosas. Se trata de la pri¬
quizá se desearía que practique la crítica social. mera edición segura de la prosa de Quevedo,
Su personalísimo cinismo tal vez sea el respon¬ pues aunque hubo intentos de abordar la tarea
sable de que, aun coincidiendo con aquellos que de reuniría toda a lo largo de los siglos xvn
reivindican algo, no se levante para reivindicarlo y xvm, así como ulteriormente en el xix —céle¬
con ellos, lo que no quiere decir que la obra sea, bre es la edición de Aureliano Fernández Gue¬
simplemente, un ejercicio cómico destinado a rra*, llevada a cabo entre 1852 y 1859—, y a lo
hacer reír al lector, que lo es, sino que a ello largo del xx —véase Astrana Marín*—, todos
añade elementos de sorpresa que admiran a fracasaron ante la dificultad de la empresa. El ob¬
aquel, todo ello al margen de fines didácticos. La jetivo de esta última edición, bajo la dirección de
maestría de Quevedo reside en la exageración, Alfonso Rey y con la participación de Pablo Jau-
una exageración que impide el fin moral, ya que ralde* (autor de una monumental y celebrada bio¬
los personajes que protagonizan los hechos son, grafía), ha sido ordenar la obra de Quevedo de
en gran medida, locos desmesurados. Quevedo acuerdo con criterios temáticos y cronológicos,
presenta casos que están fuera de lo común y que, así como ofrecer la totalidad de los textos, inclui¬
sin embargo, pertenecen a lo común, con lo cual dos algunos prácticamente desconocidos.
el quiebro a la realidad desde la realidad misma,
el contraste genial, se realiza con una maestría QUILES, Eduardo (Valencia, 1940)
técnica quizá sin precedentes. Su intención úl¬ Dramaturgo y narrador. Residente durante años
tima: producir sorpresa y admiración adecuando en México, a causa de la persecución franquista,
la realidad a sus conveniencias —sean las que pertenece a la generación underground y de van-

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