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Mindfulnes en pacientes terminales

Mindfulnes en pacientes oncológicos

Uno de los problemas principales del paciente oncológico es el afrontamiento de su enfermedad,


en las distintas fases y momentos de ésta. Para ayudarle a reducir el estrés y los aspectos
emocionales negativos se ha utilizado el Mindfulness-Based Stress Reduction (MBSR). Este
programa educativo potencia la vivencia del momento presente al tiempo que procura una
regulación fisiológica del exceso de activación emocional. Aunque los estudios controlados no
permiten conocer la eficacia real de este programa, así como delimitar sus componentes
principales, se han obtenido resultados positivos que aconseja considerarlo en el abordaje del
paciente oncológico. Se especula, además, sobre su consideración como programa educativo o
como intervención clínica, matizando la eficacia diferencial que esto pueda tener en sus efectos. El
paciente oncológico está especialmente expuesto a condiciones estresantes asociadas al
padecimiento de su enfermedad. A los problemas derivados de dicha enfermedad, semejantes a
cualquier otra, se suma el impacto emocional de padecer un trastorno que afecta a su
supervivencia y a su calidad de vida. Es por ello que la intervención psicológica dirigida a reducir
ese impacto emocional y los efectos asociados: trastornos del sueño, fatiga, ansiedad, depresión,
etc., sea especialmente apropiada.
Para reducir el impacto emocional de la enfermedad y sus síntomas asociados se dispone de
diversos recursos psicológicos. Las técnicas de control del estrés, la facilitación de estrategias de
afrontamiento y demás recursos específicos para el dolor, los problemas de sueño, etc.
Ciertamente, el modo en que el paciente vive su enfermedad es determinante y el ajuste de sus
recursos a su medio psicosocial aconseja una intervención individualizada para él. Aun así resulta
difícil, incluso en el análisis de cada caso concreto, elegir el tipo de intervención más adecuado. Un
recurso que ha sido admitido de forma generalizada para el control del estrés ha sido la reducción
del nivel de activación fisiológica: con el uso de técnicas de relajación, meditación y la puesta en
marcha de estrategias de afrontamiento de los aspectos más problemáticos, o de mayor impacto,
de la enfermedad. Considerando aquellas intervenciones dirigidas al control (reducción) del estrés
en pacientes en contexto médico y hospitalario, cabe destacar el denominado Reducción de Estrés
mediante Mindfulness (Mindfulness-Based Stress Reduction –MBSR) desarrollado por Kabat-Zinn
et al. Se trata de un programa de carácter educativo, no de intervención clínica, que busca reducir
el impacto emocional de la enfermedad. Este programa tiene un formato grupal y está
relativamente estructurado: 8 semanas con sesiones de 2 horas y media, con práctica personal de

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45 minutos mediante audio y una sesión intensiva adicional de 7 horas. ¿Qué diferencia el MBSR
de otros programas de control del estrés? El elemento esencial refiere al Mindfulness. Se trata de
potenciar que el paciente se centre en el momento presente de forma genuina, sin huir de la
situación, aceptando lo que le corresponde experimentar en cada momento. Hay que reconocer
que esto supone un modo diferente, como planteamiento, de la forma en que se abordan
psicológicamente estos problemas. Generalmente, y esto lo muestra paradójicamente el mismo
nombre de la técnica de Kabat-Zinn (reducción de estrés), se busca reducir (eliminar) el estrés, al
ser éste considerado como malo o negativo. Desde este punto de vista se potencia la aceptación
de la situación presente, lo que supone una renuncia explícita a la valoración y, en cierto sentido,
la práctica de una separación entre los hechos y su representación a través del lenguaje. Las
implicaciones teóricas y prácticas que este acercamiento tiene desde un punto de vista psicológico
han sido comentadas en otro lugar y pueden servir de referencia para atisbar su posible utilidad,
aunque sólo estudios empíricos que aborden los componentes específicos de estas técnicas
permitirán hacer la valoración adecuada de su utilidad.
El MBSR no es el único medio para incidir en la aceptación del momento presente y en la renuncia
a la valoración (verbal). Es más, como se ha comentado, el MBSR no es un tratamiento psicológico
en sí e incluso tiene más que ver con técnicas de meditación que con, por ejemplo, técnicas de
relajación o de respiración más comunes en la terapia. No obstante, el MBSR es el procedimiento
más estudiado empíricamente y el que ha sido aplicado al tratamiento de los pacientes
oncológicos. Se realizó un estudio exploratorio cuasiexperimental de comparación de dos grupos
equivalentes. El estudio se realizó en el Institut Oncològic del Vallès (IOV), entidad de la provincia
de Barcelona, que presta asistencia a los pacientes oncológicos del Hospital Parc Taulí de Sabadell
y del Hospital de Terrassa que cuentan con una población de referencia de 600.000 personas. Los
pacientes de uno de los hospitales recibieron el tratamiento basado en el programa MBSR,
mientras que los del otro hospital recibieron el programa psicoeducativo. El estudio incluyó dos
grupos de pacientes diagnosticados de cáncer, mayores de 18 años y previa firma del
consentimiento informado. Se incluyó tanto a pacientes que estaban en tratamiento activo como a
pacientes que ya lo habían finalizado. Los criterios de exclusión considerados fueron:
analfabetismo, trastorno psíquico que impidiese la comprensión de las instrucciones e incapacidad
física. La intervención en el grupo experimental siguió el programa MBSR tal y como lo describen
Martin-Asuero y Garcia de la Banda siguiendo el modelo de KabatZinn. Fue conducida por un
instructor formado en el Centro Médico de Reducción del Estrés de la Universidad de

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Massachusetts (EEUU) con la colaboración de una psicooncóloga. El formato de la intervención
consistió en 10 sesiones semanales de 2,5 horas cada una. Cada sesión incluía la presentación de
un tema, ejercicios prácticos y un debate en grupo. El entrenamiento, a través de la práctica de
ejercicios de focalización de la atención, meditación y estiramientos tipo yoga, pretendía el
desarrollo de la Conciencia Plena en las actividades cotidianas. Durante el programa se explicó
cómo afrontar las emociones negativas, el estrés y el dolor asociados a la enfermedad. Asimismo,
las sesiones contemplaron un tiempo para el debate en grupo sobre los aciertos y las dificultades
que surgían al aplicar la técnica en la vida diaria dado que tenían que practicarla durante
aproximadamente 45 minutos al día, para lo que se les facilitó audios y documentación con
lecturas y ejercicios. La intervención en el grupo control fue conducida por una psicooncóloga y
siguió un programa psicoeducativo, de manera que, en cada sesión, la terapeuta aportaba
información psicoeducativa sobre un tema en concreto (autoestima, ansiedad, sexualidad,
comunicación, estrategias de afrontamiento, etc.), y seguidamente éste se trabajaba en base a
diferentes técnicas cognitivo-conductuales promoviendo la participación activa de todos los
participantes y el debate grupal.
El formato de la intervención consistió en 8 sesiones semanales de 2,5 horas cada una. Se
recogieron datos basales (datos sociodemográficos, datos clínicos de la enfermedad, tipo de
cáncer, fecha del diagnóstico, estadio y extensión de la enfermedad, tratamientos farmacológicos
y terapias complementarias y/o alternativas), y se administraron, antes de que empezase la
intervención y el día en que ésta finalizó, los siguientes cuestionarios a los sujetos de ambos
grupos:
— Cuestionario de ansiedad (STAI State- Trait Anxiety Inventory). Consta de 2 escalas, de 20 ítems
cada una, que miden facetas de la ansiedad diferentes pero relacionadas entre ellas: estado (STAI-
E) y rasgo (STAI-R).
— Cuestionario de depresión (BDI II-Beck Depression Inventory). Es un cuestionario autoaplicado
de 21 ítems que evalúa un amplio espectro de síntomas depresivos y ha sido validado para la
población española. Los baremos establecen que una puntuación entre 0 y 9 indica ausencia de
depresión, una puntuación entre 10 y 18, una depresión leve, una puntuación entre 19 y 29, una
depresión moderada, y una puntuación entre 30 y 63, una depresión grave. — Cuestionario de
calidad de vida (EORTC-QLQ C-30-European Organization for Research and Treatment of Cancer).
Consta de 30 ítems que incluyen 5 áreas funcionales (física, emocional, cognitiva, social y
funcional), 3 escalas de síntomas (fatiga, dolor, náuseas y vómitos), una escala global de calidad de

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vida y 6 ítems sobre síntomas comunes (disnea, alteraciones del sueño, apetito, estreñimiento,
diarrea y problemas económicos). El cuestionario ha sido validado para la población española y en
esta investigación se utilizó únicamente la escala global de calidad de vida en la que una mayor
puntuación indica un mayor nivel de calidad de vida. Los resultados indican que los pacientes que
siguieron la intervención basada en Mindfulness, redujeron sus puntuaciones en los cuestionarios
que evaluaban aspectos emocionales, y aumentaron la de la calidad de vida, al igual que en otras
investigaciones realizadas tanto en supervivientes como en pacientes en situación de tratamiento.
Por lo tanto, lo observado en la presente investigación está de acuerdo con lo que cabía esperar
habida cuenta del conocimiento disponible sobre los beneficios del MBSR. La aportación que
proporciona el presente estudio es la de mostrar que la intervención basada en el MBSR es más
eficaz que la basada en una intervención psicoeducativa y ello independientemente de que los
pacientes estuvieran recibiendo tratamiento activo o no, ya que los pacientes del grupo control
sólo redujeron sus puntuaciones en una de las escalas de valoración de aspectos emocionales.
Ahora bien, estas consideraciones deben ser matizadas.
Mindfulness en pacientes con fibromialgia
Según Collado et al. (2002), la fibromialgia constituye un síndrome crónico de etiología
desconocida caracterizado por la presencia de dolor generalizado en el paciente, que puede llegar
incluso a ser incapacitante para el mismo. Afecta a las esferas biológica, psicológica y social de los
enfermos, representando un elevado costo para la sanidad pública. Ello es debido a su elevada
prevalencia y morbilidad, así como al gran consumo de recursos sanitarios que requiere su
abordaje. Estos mismos autores afirman que un 2,4% de la población padece fibromialgia, con una
relación mujer-hombre de 21 a 1. La fibromialgia está incluida desde 1992 en la Clasificación
Internacional de Enfermedades CIE-10 (Organización Mundial de la Salud, 1995) con el código
M79.7, siendo considerada una de las patologías del sistema muscular y del tejido conectivo. Los
estudios prospectivos indican que esta enfermedad sigue un curso crónico con una escasa mejoría
a los 5-7 años de seguimiento (White, Nielson, Harth, Ostbye y Speechley, 2002). Las pacientes con
fibromialgia a menudo padecen además de fatiga e insomnio crónico, otras patologías tales como
trastorno depresivo (Blackburn-Munro y Blackburn-Munro, 2001; Gormsen, Rosenberg, Bach y
Jensen, 2010; Uguz et al., 2010) o trastorno de estrés postraumático (Thieme, Turk y Flor, 2004;
Van Houdenhove y Egle, 2004). Debido a estos síntomas, diversos meta-análisis han indicado que
el cuidado óptimo de estos pacientes requiere la combinación de un adecuado soporte
farmacológico, así como de apoyo psicológico y ejercicio físico (Forseth y Gran, 2002; Goldenberg,

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Burckhardt y Crofford, 2004; Hauser, Thieme y Turk, 2010; Quisel, Gill y Walters, 2004). Por otro
lado, tratamientos que prescinden de farmacoterapia también han mostrado niveles de eficacia
destacables (Redondo et al., 2004).
El entrenamiento en mindfulness también ha demostrado ser beneficioso para pacientes con
fibromialgia. Concretamente, diversos autores han comprobado que tras la aplicación del MBSR se
conseguía incrementar el bienestar psicológico de las pacientes (Rosenzweig et al., 2010), paliar la
sintomatología depresiva (Astin et al., 2003; Goldenberg et al., 1994; Sephton et al., 2007), reducir
el dolor y mejorar el funcionamiento físico de las mismas (Astin et al., 2003). Otros estudios han
puesto de manifiesto que el entrenamiento mediante el MBSR de este tipo de pacientes,
conseguía reducir significativamente diversas variables tales como la calidad de vida, el nivel de
dolor percibido o las estrategias de afrontamiento del dolor empleadas, siguiendo un diseño
cuasiexperimental con un grupo control de comparación (Grossman, TiefenthalerGilmer, Raysz y
Kesper, 2007). Asimismo, estas mejorías se mantenían transcurridos dos meses (Sephton et al.,
2007) e incluso tres años desde que finalizó dicho programa (Grossman et al., 2007). En esta
misma línea, Lush et al. (2009) comprobaron que el nivel de activación del Sistema Nervioso
Simpático (SNS) y el nivel de conductancia de la piel, así como la sintomatología ansiosa y
depresiva de las 24 pacientes que habían participado en un programa MBSR, se reducía
significativamente al comparar las evaluaciones pre y posttratamiento. Unido a ello, diversos
autores siguieron un criterio meta-analítico en sus conclusiones, afirmando que el programa MBSR
resultaba moderadamente eficaz para la reducción del malestar psicológico en pacientes con
padecimientos físicos o psicosomáticos, entre los que se encuentra la fibromialgia (Grossman et
al., 2004; Hofmann, Sawyer, Witt y Oh 2010). Un estudio realizado por el equipo de Manuel
Quintana contempló los siguientes objetivos:
a) En primer lugar, comprobar si el programa de entrenamiento MBSR aplicado a las pacientes con
fibromialgia resultaba eficaz para mejorar su calidad de vida, así como para reducir su nivel de
dolor, adquirir estrategias de afrontamiento más adaptativas y paliar la sintomatología depresiva,
al finalizar el tratamiento; y
b) En segundo lugar, detectar si esta mejoría se mantenía en las pacientes transcurrido un mes
desde que recibieron dicho entrenamiento.
Un total de 14 mujeres de entre 40 y 60 años participaron voluntariamente en este estudio. Todas
ellas contaban con un diagnóstico de fibromialgia y pertenecían a la Asociación de Fibromialgia de
la Comunidad de Madrid (Afibrom). La edad media de estas pacientes fue de 52.21 años (DT = 5.53

5
años), habiendo sido diagnosticadas de esta patología desde hacía 6.35 años como promedio
(rango de 1 a 14 años; DT= 3.94 años). La mayoría de estas mujeres estaban casadas (71.4%) y
presentaban un índice de masa corporal normopeso (57.1%). No eran fumadoras (78.6%) aunque
consumían habitualmente café (57.1%), así como los fármacos prescritos (analgésicos) por su
médico (85.7%). En general, solían mantener una dieta equilibrada caracterizada por una ingesta
reducida de grasas así como por el consumo abundante de frutas, verduras y pescado (85.7%),
aunque no realizaban ejercicio físico de forma regular (50%). Asimismo, ninguna de las pacientes
evaluadas refirió consumo de drogas (100%) ni historia previa de tratamiento
psicológico/psiquiátrico (100%). Para la evaluación psicológica de las pacientes se emplearon los
siguientes instrumentos:
– Encuesta Psicosocial: elaborada por los autores para la presente investigación y constituida por
13 ítems que evaluaban los datos sociodemográficos y clínicos (edad, fecha del diagnóstico, estado
civil, peso, altura e índice de masa corporal), así como hábitos de vida (consumo de tabaco, café,
otras drogas o fármacos específicos, alimentación mediante una dieta equilibrada, realización
regular de ejercicio físico, e historia previa de tratamiento psicológico/psiquiátrico).
– Autoregistro de la práctica diaria: elaborado por los autores para el presente estudio y
constituido por dos ítems dicotómicos en el que las participantes debían señalar diariamente
durante la fase de seguimiento, si habían realizado o no la práctica diaria de la meditación
mindfulness (centrada en la respiración), y si habían empleado para ello el software Mindfocus.
– Cuestionario de Salud (SF-36) versión 1.4, de Alonso et al. (1999): incluye 36 ítems que valoran la
calidad de vida mediante un formato de respuesta tipo Likert, que se transforman en una
puntuación de 0 (peor calidad de vida) a 100 (Mejor calidad de vida). Asimismo, la escala se divide
en las siguientes ocho dimensiones: función física, función social, rol físico, rol emocional, salud
mental, vitalidad, dolor corporal y percepción de la salud general. Esta escala ha sido empleada
previamente para evaluar los beneficios del mindfulness sobre la calidad de vida de pacientes con
fibromialgia (Rosenzweig et al., 2010). Asimismo, la validez de esta escala quedó patente en
estudios previos, mediante un coeficiente alfa de Cronbach .70 en todas sus dimensiones (Ayuso-
Mateos, Lasa, Vázquez-Barquero, Oviedo, Díez-Manrique, 1999).
– Cuestionario de Evaluación del dolor McGill de Melzack (1975): adaptado a la población española
por Lázaro, Bosch, Torrubia y Baños (1994). Esta prueba consta de cuatro escalas claramente
diferenciadas, siendo empleadas en el presente estudio tan sólo las siguientes: subescala de
localización del dolor (número total de puntos de dolor padecido por la paciente); y subescala de

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intensidad del dolor en el momento actual, la cual se explora mediante una escala tipo Likert con
cinco posibles respuestas que se puntúan de 0 (“dolor ligero”) a 5 (“dolor atroz”). Los estudios
previos de validez de esta escala muestran una alta consistencia interna sobre todo en la
dimensión sensorial (.63) y afectiva (.56) (Masedo y Esteve, 2000). Dicho instrumento se encuentra
entre los recomendados para la evaluación del dolor en pacientes con fibromialgia, según la
Sociedad Española de Reumatología (Rivera et al., 2006).
– Cuestionario de Afrontamiento al Dolor (CAD) de Soriano y Monsalve (2002): consta de 31 ítems
que describen diferentes patrones de actuación ante el dolor. El paciente debe indicar, según una
escala tipo Likert de 5 puntos (5=totalmente de acuerdo, 4 = ligeramente de acuerdo, 3 = ni sí ni
no, 2 = ligeramente en desacuerdo, y 1 = totalmente en desacuerdo), aquella estrategia que mejor
refleje su estilo de afrontamiento ante el dolor. Asimismo, este instrumento incluye seis factores:
religión, catarsis, distracción, autocontrol mental, autoafirmación y búsqueda de información. El
estudio de fiabilidad llevado a cabo por los mismos autores indica unos coeficientes alfa de
Cronbach superiores a .77 para cada una de los seis factores.
– Inventario de Depresión (BDI) de Beck, Rush, Shaw y Emery (1979), concretamente la versión
adaptada al castellano por Vázquez y Sanz (1997): consta de 21 ítems en el que se incluyen los
componentes cognitivos, conductuales y somáticos de la depresión. La evaluación se realiza
mediante una escala tipo Likert de 4 opciones (de 0 a 3) que se disponen en orden creciente,
según la menor o mayor presencia del síntoma en concreto. La puntuación total de la prueba
oscila entre 0 y 63 puntos. Los datos normativos sugieren cuatro grados del estado emocional:
estado de ánimo normal (0-9), estado depresivo leve (10-15), moderado (16-23) y grave (24-63).
Asimismo, la prueba ha mostrado una alta fiabilidad en población española, manifestada mediante
un coeficiente alfa de Cronbach de .83 (Sanz y Vázquez, 1998). Esta escala se encuentra entre las
referenciadas por la Sociedad Española de Reumatología, para la evaluación de la sintomatología
depresiva en pacientes con fibromialgia (Rivera et al., 2006).
– “Mindfocus” ® de O3 Wellbeing Solutions S.L. ©. Este instrumento permite un registro objetivo
de la ejecución del sujeto durante su práctica formal diaria de meditación mindfulness. De esta
forma permite al investigador conocer en tiempo real la progresión que el participante realiza en
el aprendizaje de la capacidad para autorregular la atención plena, según una estadificación
estándar. Este instrumento es el primero en el mundo diseñado para tal fin y se encuentra en la
actualidad en proceso de patente. Incluye un software que se incorpora a un teléfono móvil,
facilitando así su uso también en aquellos pacientes que no están familiarizados con las nuevas

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tecnologías. Los criterios de inclusión que se tuvieron en cuenta para seleccionar a las
participantes en este estudio fueron: ser mujer, con edades comprendidas entre los 35 y los 60
años, haber sido diagnosticada de fibromialgia a lo largo del año 2007 o con anterioridad a dicha
fecha, contar con disponibilidad para acudir durante ocho semanas al programa de entrenamiento
en reducción de estrés, no estar recibiendo en ese momento asistencia psicológica y carecer de
antecedentes psicopatológicos o de abuso de sustancias. Asimismo, se consideró requisito
imprescindible la asistencia por parte de las pacientes a un mínimo del 75% del total de las ocho
sesiones que componen el programa (excluyendo por tanto de dicho cómputo la sesión intensiva).
1. Fase pre-test: Todas las participantes fueron evaluadas por un mismo investigador, en una
misma sala, siguiendo un orden de registro de las pruebas idéntico: Encuesta Psicosocial,
Cuestionario de Salud (SF-36), Cuestionario de Evaluación del Dolor McGill, Cuestionario de
Afrontamiento al Dolor (CAD) e Inventario de Depresión (BDI).
2. Fase de tratamiento: El programa de entrenamiento MBSR se llevó a cabo mediante ocho
sesiones semanales de dos horas de duración cada una, más una novena sesión intensiva de seis
horas, según el protocolo del MBSR. Tuvieron lugar entre los meses de febrero y marzo de 2009,
siendo impartidas por una psicóloga colegiada y por un profesional experto en el entrenamiento
en mindfulness formado en “Center for Mindfulness in Medicine, Health Care and Society” de la
Universidad de Massachusetts.
3. Fase post-test: Una vez finalizadas las nueve sesiones, se insistió a todas las pacientes acerca de
la importancia de continuar practicando diariamente aquellas técnicas de meditación y ejercicios
de yoga aprendidos durante el entrenamiento. Para facilitar dicha práctica, se les instruyó en el
uso de la aplicación software Mindfocus que fue instalada previamente en sus teléfonos móviles.
4. Fase de seguimiento: Se llevó a cabo una tercera evaluación de las pacientes, transcurrido un
mes desde la finalización del programa de entrenamiento. Para ello se empleó la batería de test
psicológicos descrita anteriormente. Las pacientes con fibromialgia que acudieron al programa de
entrenamiento en mindfulness experimentaron una mejoría significativa en algunas dimensiones
de la calidad de vida tras finalizar dicho programa, manifestada por un incremento en la función
social, la salud mental y la vitalidad, así como en la propia percepción de salud general. Resultados
similares han sido descritos anteriormente al mencionar mejorías en la calidad de vida de las
pacientes (Haak y Scott, 2008) así como en su bienestar emocional (Rosenzweig et al., 2010), tras
recibir entrenamiento en técnicas de meditación. No obstante, el funcionamiento físico de las
pacientes siguió estando afectado post-tratamiento, lo que supone que la enfermedad aún

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interfería en la vida diaria de las pacientes limitando actividades tales como el autocuidado,
caminar, subir escaleras, inclinarse o coger peso; manteniendo así la alteración del rol físico de
estas mujeres. Cabe considerar que los efectos del mindfulness a nivel físico pueden no
manifestarse a corto plazo, requiriendo que los pacientes hayan practicado regularmente la
meditación mindfulness por un periodo de tiempo más prolongado. Sobre todo teniendo en
cuenta las dimensiones que engloban el funcionamiento físico en el presente estudio tales como el
autocuidado, caminar, subir escaleras, inclinarse, coger o llevar peso. De este modo, una mayor
regularidad en la práctica diaria de la meditación ha sido señalada por diversos autores como
condición para obtener un mayor beneficio tras acudir a programas basados en mindfulness
(Carmody y Baer, 2008; Sephton et al., 2007). En este sentido y como señalan Cárcamo y Moncada
(2010), “mindfulness no es una solución rápida o una intervención de tiempo limitado para el
alivio del dolor y el sufrimiento, es más bien compromiso en el tiempo para nutrir la mente”. Por
otro lado, el rol emocional no se modificó significativamente tras el programa de entrenamiento,
posiblemente porque a pesar de que la vitalidad, la salud mental y la percepción de salud de las
pacientes sí mejoraron notablemente post-tratamiento, los niveles físicos alcanzados aún
generaban ciertas limitaciones en la vida diaria de estas mujeres.
En relación con lo anteriormente expuesto cabe destacar algunos aspectos conceptuales
relevantes. Según Vallejo (2006), el mindfulness supone la persona controle sus reacciones,
sentimientos o emociones sino que los experimente tal y como se producen. Ello no implica que la
regulación emocional, fisiológica y comportamental no se produzca, sino que simplemente no se
trata de controlar. Por ello, el dolor y las dificultades en el funcionamiento físico o emocional de
estas pacientes seguirán presentes, la diferencia fundamental estriba en que la forma de
percibirlas se habrá transformado. El mindfulness no busca que controlen su dolor o que su
función física o su rol emocional se modifiquen. Simplemente aspira a reducir o suprimir el
sufrimiento (en este caso la sintomatología depresiva) que dicho dolor o dicha incapacidad física
pueda generar en el sujeto, mediante la transformación de la forma en que éste los percibe. En
palabras de Kabat-Zinn (2008), “la conciencia no puede disminuir la enormidad de nuestro dolor.
Lo que si puede hacer es proporcionarnos un entorno más amplio que nos permite sostener y
reconocer nuestro sufrimiento en cualquier circunstancia, lo que resulta profundamente
transformador”. Es decir, al transformar la percepción del sujeto mediante la atención plena, se
pueden producir efectos tales como la reducción del dolor y del sufrimiento, sin ser éstos los
objetivos primarios de la meditación mindfulness. El objetivo principal radica en la ampliación de

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la conciencia. En este sentido, al estudiar el dolor padecido por las pacientes, se comprobó que
tras recibir el entrenamiento mediante MBSR se reducían de manera considerable tanto el
número de puntos de dolor localizados como la intensidad total de los mismos, tal y como se había
mencionado en estudios previos (Astin et al., 2003; Grossman et al., 2007; Haak y Scott, 2008). En
relación a la dimensión “dolor corporal” contemplada como factor de la calidad de vida, no se
determinaron diferencias significativas post-tratamiento probablemente porque aunque evalúa el
dolor, los indicadores contemplados difieren conceptualmente de los evaluados por el
Cuestionario de Evaluación del dolor McGill (Melzack, 1975).
Teniendo en cuenta este aspecto, la dimensión “dolor corporal” se evalúa haciendo referencia a la
presencia de algún punto doloroso en la paciente (¿Tuvo dolor en alguna parte del cuerpo durante
las últimas cuatro semanas?), así como al grado de interferencia del mismo en la vida cotidiana
(durante las últimas cuatro semanas, ¿hasta qué punto el dolor le ha dificultado su trabajo
habitual?). Podríamos considerar por tanto que dicha escala evalúa el dolor desde un punto de
vista menos específico de manera que, las pacientes continuaban percibiendo “dolor en alguna
parte de su cuerpo” durante el posttratamiento, aunque el número total de estos focos dolorosos
se redujo. Lo mismo ocurre al considerar que, una vez finalizado el programa MBSR, los siete
puntos de dolor padecido como promedio por estas mujeres siguen en cierta medida “dificultando
su trabajo habitual”, aunque la intensidad de dicho dolor se ha reducido significativamente. En
conclusión, podríamos decir que ambas escalas analizan distintas dimensiones del dolor.

Mindfulness en pacientes con deterioro cognitivo

Diferentes estudios que han utilizado tratamientos basados en Mindfulness o diferentes formas de
meditación orientadas hacia la práctica concentrativa han demostrado que durante su práctica se
incrementa la irrigación cerebral en áreas corticales y subcorticales (Khalsa, Amen, Hanks, Money
y Newberg, 2009; Deepeshwar, Vinchurkar, Visweswaraiah, y Nagendra, 2014), a la vez aumenta la
conectividad entre diferentes estructuras cerebrales y la densidad neuronal (Lazar et al., 2005;
Hölzel et al., 2011; Malinowski, 2013). A pesar de ello, se debe ser prudentes con estas evidencias
porque la neurociencia del Mindfulness y sus correlatos neuroanatómicos están en una fase inicial
de estudio como recogen las últimas revisiones de Tang, Hölzel y Postner (2015) o Fox et al.
(2014). La aplicación de Mindfulness en enfermedades neurodegenerativas en estadios leves
sugieren un efecto positivo en las capacidades cognitivas como atención, memoria, fluidez verbal,
capacidad de abstracción, praxias, cálculo, etc. (Newberg, Wintering, Khalsa, Roggenkamp, y

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Waldman 2010; Wells et al., 2013; Quintana y Quintana, 2014). Por tanto, la práctica de
mindfulness se está mostrando útil para paliar la sintomatología en la demencia en general, siendo
este aspecto muy relevante en los centros sociosanitarios por su alta prevalencia, superior al 60 %
(López, López, Castrodeza, Tamames y León, 2009).
Actualmente el programa basado en Mindfulness que cuenta con mayor evidencia científica en la
aplicación a la población geriátrica es la adaptación del “programa de reducción del estrés basado
en mindfulness (MBSR)” (KabatZinn, 2013). Lantz, Buchalter y McBee (1997) aplicaron MBSR a un
contexto residencial con enfermos con deterioro cognitivo avanzado con el objetivo de disminuir
los trastornos de conducta y los síntomas psicopatológicos asociados a la demencia. La eficacia de
estas intervenciones basadas en MBSR se ha venido repitiendo en diferentes investigaciones
desde entonces (McBee, Westreich y Likourezos, 2004; Wells et al., 2013; Quintana et al., 2014).
Estas prácticas parecen producir diferentes beneficios para la salud en el envejecimiento que
potencialmente son beneficiosas para el manejo de personas mayores institucionalizadas en
servicios sociosanitarios. Xiong y Doraiswamy (2009) exponían los siguientes aspectos para indicar
la utilización de estas técnicas en esta población:
1º) la reducción de la secreción de cortisol inducido por el estrés, lo que podría tener efectos
neuroprotectores incrementando los niveles del factor neurotrófico cerebral,
2º) la disminución lipídica y del estrés oxidativo, los cuales podrían reducir el riesgo de
enfermedad cerebrovascular y de neurodegeneración derivada de la misma y
3º) debería fortalecer los circuitos neuronales y mantener la reserva cognitiva. En la misma línea
Larouche, Hudon y Goulet (2015) indican que la práctica de Mindfulness podría frenar el deterioro
cognitivo minimizando los efectos de la sintomatología asociada a la demencia favoreciendo el
manejo del estrés, reduciendo los efectos de los trastornos del estado de ánimo y reduciendo los
procesos inflamatorios asociados a la muerte neuronal. No obstante, a pesar de todas estas
evidencias que parecen avalar la utilización de estas prácticas, los mecanismos que sustentan el
funcionamiento de mindfulness permanecen en fase de investigación (Tang et al, 2015) y animan a
seguir profundizando en la investigación de estas prácticas. El entrenamiento basado en
Mindfulness con personas mayores institucionalizadas se basa en el entrenamiento conjunto de
las habilidades cognitivas asociadas a las prácticas de atención orientadas a las AVD. La atención
conjunta es la situación de interacción primordial sobre la que se construye la comunicación y el
desarrollo cognitivo (Werner y Kaplan, 1963). La experiencia perceptiva cambia cuando se atiende
a un objeto en solitario versus cuando se atiende de modo conjunto con otra persona. En éste

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último caso, además del objeto, la existencia de la otra persona atendiendo conjuntamente se
convierte en un elemento constitutivo de la experiencia. Así, la atención conjunta no consiste
únicamente en ver el mismo objeto que el otro ve, sino en ver el objeto como algo de lo que el
otro es también consciente. Esta conciencia de compartir el foco atencional sucede de manera
natural en el acto de hacer referencia, al intercambiar, ver, o tocar cosas con el otro y, con
frecuencia, supone compartir actitudes hacia el objeto o evento. En un clásico trabajo sobre la
emergencia de la atención conjunta, Werner y Kaplan (1963; p.44) afirmaron que la atención
conjunta triádica (persona-persona-objeto) marca “un cambio de percibir los objetos como
puramente “cosas sobre las que actuar” a percibirlos como “objetos de contemplación”.
En este contexto, la actitud contemplativa no debe ser entendida como actitud pasiva o ausencia
de actividad, sino como una actividad cuyo objetivo primordial es la adquisición de conocimiento
sobre el mundo que nos rodea en el momento presente. El acto de contemplar lo definían como la
atención a un objeto de un modo particular: con vistas a hacerse consciente de cómo es el objeto,
en lugar de manipularlo u obtener algo de él. En el marco del desarrollo infantil, la emergencia de
esta capacidad para contemplar o atender conjuntamente a un objeto o suceso, que Trevarthen
(1993) denominaba intersubjetividad secundaria, supone un nuevo nivel en la interacción
intersubjetiva que da acceso a un mundo compartido. Este paso también ha sido identificado
como el acceso a la perspectiva de tercera persona, expresado como seguimiento de la atención,
que completaría la perspectiva de la segunda persona, expresada como contacto con la atención.
En esta concepción de la Atención Conjunta se destacan dos componentes principales: a) el
seguimiento de la atención, cuando un sujeto atiende al mismo objeto de atención que otro sujeto
en respuesta a la atención de este último, y b) el contacto con la atención, cuando cada sujeto
atiende de manera mutua a la atención del otro. Cada componente puede aparecer por separado
o puede ser combinado en lo que se denomina comunicación referencial, en la que se llama la
atención del otro sobre un objeto. En síntesis, esta concepción de la Atención Conjunta no sólo
nos permite comprender los elementos implicados en el acceso a un mundo compartido en el
marco del desarrollo infantil, sino que también nos permite comprender los elementos que deben
ser tenidos en cuenta para ayudar a las personas a permanecer en un mundo compartido cuando
presentan deterioro cognitivo. Esta visión de la atención conjunta ofrece un marco conceptual del
que se derivan consecuencias prácticas para construir un programa de entrenamiento en
Mindfulness en la acción en personas con Enfermedad de Alzheimer como han desarrollado
Quintana et al. (2014) con el objetivo de prevenir el deterioro cognitivo, funcional y la

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psicopatología. La principal consecuencia práctica consiste en que el entrenamiento tiene que
realizarse tanto con el enfermo como con el auxiliar o cuidador principal, de modo que la práctica
se incorpore en las actividades de la vida diaria (AVD). De esta manera, el cuidador indica hacia
que dirigir la atención con una actitud de presencia consciente, atenta y empática, así como con
curiosidad y afecto por lo que se está compartiendo. Este aspecto es la principal aportación de
esta propuesta, pues se pone el énfasis en seguir potenciando las capacidades en las actividades
cotidianas, apostando por el desarrollo de actividades significativas que pueda seguir haciendo el
enfermo, sin introducir tareas que no tienen nada que ver con el desarrollo del ciclo vital y su
historia personal.

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