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Galeria de Seres Espa | Galeria de Seres Espantosos oro Un gigante lorén, un fantasma que aterrorza a un pueblo, un monstruo lector, duendes, vampires y otros seres ‘extrafos sedan cita en este bro. Para disfrutar y temblar de principic a fin. loqueleo Tana Rode, Beaman Vater ‘ear N Aler 720 (CLOOLAAP) ‘had Animes de Bence ie, Argentina ch el deposit gue mara ley 1.723 myn ou Arent. Prd Agen ‘Sepa egret: mae de 2022 Comin de iterator nantly ei MAA FERNanon MAQUI Tiare orgies lo) OREMG inci de Are Jost Caro ¥ Rosh Man Proyecto ano De BoRGD Rows CHUMILLAS YUKA OFTECA [Saar pn OR EAT Ta ORNS ‘olor derchoe eservado. ae pulecin no puede ser reproduc, en odoin pare, evepitradn en transmit Inlemacon ninguna forms por ningun ein sea meni, regu ‘ike, apne, crop, porfotocopia cuales Mian bono arma, Revonica acer Galeria de Seres Espantosos Oche Califa, Graciela Falbo, Gabriela Keselman, Ricardo Marifio, Mario Méndez, Graciela Pérez Aguilar, Luis Pescetti, Laura Roldan, Esteban Valentino ustedes de OKIEMG loqueleg E, civado a ta manana, después de escuchar toda clase de protestas, habia logrado finalmente que Marfa y Juan, mis hijos, sacaran a pasear a Lulti y a Bargach, los dos perros que comparten la vida familiar. Entonces, aprovechando la paz y el silencio que se me ofrecian, me habfa sen- tado en el escritorio a corregir un cucnto que debfa entregar para su publicacién. El sol entraba amistoso por el ven- tanal y, disfrutando de su tibieza, me habia sumergido en la lectura cuando estallé muy cerca un concierto de voces extrafias: sonidos dsperos, que se mezclaban con grufiidos sordos y hasta con algtin inquie- tante aullido, me sacaron répidamente del estado de calma en que me encontraba. _ Antes de que tuviera tiempo de incorporarme para averiguar qué pasaba, algo atravesé la pared, y con un chirrido que hizo rechinar mis dientes, frend frente a mi propia cara. Me refregué los ojos porque cref estar alucinando, pero no, Eso que acababa de econ en mi escritorio jera un colectivo asma! Y en un par de segundos vi cmo bajaban de alli: un vampiro mas bien petiso, con la capa descolorida y bastante agujereada; tun pie enorme sin cuerpo que, sin querer, estu- vo a punto de aplastar a varios de los enanos presentes; tres gigantes (uno no paraba de llorar); dos familias completas de monstruos que comian algo parecido a... ;puajj, mejor nj decirlo (aunque ustedes ya van a enterarse) y todos acompafiados por algunos invitados ‘especiales como el hombre lobo, la momia y tuna bruja. y por el fantasma que manejaba el extrafiisimo medio de transporte. Amablemente, les preguntéa qué debi ee ala aeeraes vase impo- sible entender la respuesta porque hablaban todos al mismo tiempo y a los gritos. ° — Basta, basta! —vociferé yo también, tratando de imponer cierto orden. ‘Cuando consegui que me hicieran caso, les indiqué que nombraran un delegado para que me explicara lo que querian. ‘Después de una ruidosa pelea, donde tubo desde hechizos con sapos hasta intentos de ahorcamiento y furiosos mordiscos, mis ‘extrafios amigos se pusieron de acuerdo en {que fuera el monstruo deforme, de tres metros ¥ doscientos kilos, el que tomara la palabra. Doblado en tres, para no chocarse contra el techo, él me conté que, ante la pro- xima aparicién de un nuevo libro de cuentos que los tenia como protagonistas, habian venido a pedirme que escribiera un prélogo para defenderlos de la pésima fama que eat gaban sobre sus espaldas. Estamos cansados de ser siempre los alos de la pelicula —aclar6, por su parte, el fantasma mientras se acomodaba Ia sibana que se le deslizaba tapandole los ojos. —Queremos que los chicos entien- dan que es muy pero muy dificil ser siempre 10 lun monstruo —agregé uno de los ogros con ligrimas en los ojos. Y la verdad es que pensé fs que tenian mucha razén en lo que decian. Porque yo que los conozco bastante sé que a ellos les divierte andar pegindole sustos a la gente. Pero también sé que, muchas, muchas vyeoes, en vez. de una expresién de terror, en ver de un alarico, quisieran recibir una sonri- ‘say; por qué no, hasta una caricia, Todos, absolutamente todos, necesi- tamos que nos quieran, que nos digan una palabra carifiosa, que nos hagan un mimito. Y ellos, su aspecto monstruoso los condena 4 provocar sélo miedo y rechazo. Como si al ralpuen oes aro, que es diferente, los sin nce pensé ue dnd pensiramos que es Con estas ideas dando vueltas en mi ‘cabeza, me acordé de una historia que sucedi6 cientos de afios atrés y que yo lei en un libro. Lo que voy a contarles ocurrié alrededor del afio 1599. En Maine, una provincia de Fran- Ga, encontraron, oculto en el bosque, a un an hombre que tenia cuernos. Como si fuera un animal, se lo mandaron al rey Enrique rv. EL ‘monarca, por su parte, se lo regalé a su paje para que lo mostrara como un feaémeno, dentro de tuna jaula. El hombre de los cuernos murié de dolor y de vergiienza. Su aspecto lo habia condenado a ser mirado y tratado como aun monstruo y él no pudo soportarlo. Un portazo y fuertes ladridos interrum- pieron mis pensamientos: hijos y perros esta- ban de vuelta del paseo. En un segundo, mis amigos se montaron en el colectivo Fantasma y atravesando la pared desaparecieron, no sin ‘antes suplicarme que cumpliera con el pedido realizado. De modo que, queridos chicos, acé estoy escribiendo unas palabras de presenta- ci6n para los divertidos y escalofriantes cuen- tos que van a leer. Estoy segura de que van a disfrutar como locos sintiendo cosquillas de terror por todo el cuerpo. Pero les pido también que recuerden las palabras que me dijo el ogro con lagrimas en los ojos: “Es muy pero muy dificil ser siempre un monstruo”. De modo que, los invito a pensar en mis espantosos amigos con algo de compasién y simpatia por ese papel tan ingrato que les tocé en la vida. Lucia LaraGione LoS GNOMOS GANTE SENTIMENTAL Ocue CALIFA Fact seiciisicee is que no Hlovia. | Veintisiete! Los gnomos estaban preocupados. —Hum —decia uno de ellos—, si sigue asi perderemos la cosecha. La posibilidad de que eso ocurriera Jos asustaba. iY qué comeremos durante el invierno!? —exclamaban. La solucién no era facil. La tierra podfa ser abonada para que rindiera més; los surcos fpodian trazarse muy derechitos con arados tirados por cascarudos que eran fuertes como ; las plantas, podadas y cuidadas de mil para que no se las comieran bichos » pero si no llovia... si no Hovia... —:Qué pasa si no llueve? —pregun- lun gnomo pequefio a su papd. —Nada podemos hacer si no caen las benditas aguas del ciclo —contests el padre—. Sélo prepararnos para soportar un invierno con poca comida y mucho fifo. __ Los mayores sabjan muy bien lo que «0 significaba. Los gnomos necesitaban como nadie las calorfas de sus alimentos para sobrellevar el largo periodo de las bajas tem- peraturas. Durante ese tiempo, encerrados en sus casas bajo los hongos multicolores, comfan y sélo salian si un rayo de sol les hacia sefias de que podian hacerlo, —2Y si vamos a ver a Barbuz, el gigante? —pregunté uno de ellos. —gBarbuz?! —exclamaron todos, y se ‘miraron como diciendo “qué idea tan loca’. El gigante Barbuz vivia no lejos del prado de los gnomos y se Ilevaba bien con ellos. Pero el trato no era frecuente porque los ‘gnomes tenjan miedo de que Barbuiz los pisa- ra, Es que el gigante tenia, por qué negarlo, tanto de bueno como de torpe. Con los afios habfan llegado a ciertos acuerdos. Los gnomos no se aventuraban 7 por las tierras de Barbuz. sin avisar, ni Barbuz por las de los gnomos. Si Barbuz estaba feliz, debfa gritarlo, porque de esa manera avisaba a los gnomos que la tierra comenza- fa a temblar debido a los saltos de alegria, verdaderos terremotos provocados por sus brincos. Dicho sea de paso, y dicho sea en favor de Barbuz, hacfa rato que eso no ocurria. —Con probar no perdemos nada dijo uno de los gnomos. Y un grupo ele- gido por todos se encaminé a entrevistarse ‘con el gigante. ter gnomos iban cantando una marcha que decia “todos juntos, todos eontentos, todos al campo sin un lamen- to”. Y no era que estuvieran contentos, pero cl canto a coro era la forma de anun- iar a Barbuz que se acercaban. —Qué raro, no nos responde con 4u silbido insoportable —dijo uno de los Yomos. Ast que Hegaron con suma cau- fala hasta la puerta misma de la casa de Barbuz. Y alli estaba él, efectivamente, sentado en su banco de mader sea on a madera, de espal- _ “Los gnomes lo rodearon en si cio. Pero Bibi no sabe dori sing concentrado en la lectura de un libre leia, menos mal. Los gnomos no quisiera molestarlo; esperarian a que terminara d leer, y luego le hablarfan, . Pero. entonces, i ces, pas6 algo increible, Uns ligrima rods por la mejila de Barbus, ea dar al piso y salpicé a los gnomos. de cazlthh eauéte pasa, Barbu? —excla- mé, entonees, uno de los gnomos, Qué hacen ustedes. aci? gunté Barbuz. abo al —Venimos a verte. P. ees te. Pero, por qué —Estoy leyendo una histori : una historia triste. Una princesa, un dragén, un raptor um rey que no sabe qué hacer, la princesa que sufie, el caballero salvador que no aparece’ el drag, gue se fota las gras. Basal el pucherito de Barbuz despidi ob Ss le Barbuz despidié ra ligrima que empapé a los gnomen —Ya sé —dijo, entonces, uno de cllos—. Que en un rato la abuela Kosita se presente en la colina. Qué?! —preguntaron los dems. —Sf —dijo el primer gnomo—. Y vos, Barbu, no llores por ahora. Veni con nosotros hasta la colina que te tenemos una buena sorpresa. La abucla Kosita era la gnoma mas vieja del bosque. En invierno, cuando los gnomos se juntaban en la casa de alguno de ellos para compartir la comida y pasar el tiempo, la abucla Kesita les contaba muchas historias, bellisimas historias, increbles his- torias, tristisimas historias. Barbuz y los gnomos se dirigieron a Ja colina desde la que se vefa el sembradio, justo al lado del bosque. Era un hermoso atardecer, el sol se tiraba como pelora por detras del horizonte, los grillos ya comenza- ban a rascar sus guitarras de alambre... todo fra lindo, Lastima que ni pizca de lluvia. —Hola, abuela Kosita —dijo Barbuz, a quien la gnoma vieja le cafa simpatica. 2 —Hola, Barbuz —contesté Kosita, con su vor algo tembleque. —Abucla Kosita —dijo entonces el gnomo que la habia mandado llamar—, gcémo era esa historia de Romeo y Juli los enamorados que pertenectan a fa que se odiaban? —Ah, si —dijo Kosita— ;Quieren que la cuente? —Si, si —dijo Barbuz y se acomodé en el pasto. La abuela Kosita comenzé el relato. Romeo y Julieta se habfan enamorado uno del otro, se amaban con pasién, querfan casarse y vivir juntos toda la vida, ;pero las familias de ambos sc odiaban a muerte! ;No consentian el romance! jImposible! ;Imposi- ble! jh, amor, amor, herida absurdal Tras ofr buena parte del relato, Bar- buz, no pudo més. Emocionado (todos lo estaban), solté una ligrima, Iuego otra. Al rato lloraba desconsoladamente y casi no ofa el final de la historia. Sus lgrimas, que no podia contener, ya eran un rio. 2 iUn tio! Sf, cayendo de la colina, se rfo emocionado comenzaba a regar la siembra de los gnomos. Las plantas, felices, soltaban algunos brotes 0 paraban sus flores como los perros paran las orejas. La solu- cién a la sequia habfa llegado. ‘Asi que Barbuz Horaba y los gnomos refan. Y Kosita, concentrada hasta el final en st relato, no entendfa bien lo que sucedta, EL sol, que estaba por tirarles su dlti= ma bufanda antes de irse a dormir, pensé: “Que Barbuz y Kosita no se hagan muy amigos porque, si no, los gnomos saldrén de la sequia para entrar en la inundacién”, Pero ese es un problema para otro cuento. EL FANTASMA DEL CANAVERAL GracikLa Faso: Desc is aparicion del fancasma en los cafaverales, el pueblo de Los Tilos habia per dido la calma. ‘Aunque el intendente decia que no ‘era nada y explicaba todo en largos discursos para que la gente se tranquilizara, los pobla- “lores tenfan pavor. Y eso que los discursos del endente terminaban siempre igual: con ndes sonrisas, palmaditas en los hom- 1, 0 diciend _{Déjense_ de embromar, che! nquen bien las puertas! No habia nada que hacer. Algunos estaban pensando en juntar sus cosas ¥ se un tren para el extranjero 0, por menos, para Chivilcoy. 26 Nadie sabia muy bien cuindo habia aparecido el fantasma ese pero, desde entonces, el pueblo se habia vuelto como la sombra de si mismo. Ya nadie se encontra- ba a charlar como en los tiempos antiguos con los vecinos. Cuando terminaban de trabajar, cada uno iba derechito a su casa En las casas tampoco hablaban mucho que digamos, o hablaban distraidos, parando la oreja para escuchar los ululares y lamentos que llegaban desde los cafaverales, En general, cenaban temprano, se metian en las camas y se tapaban hasta las orejas pensando: “Mafiana sera otro dia..”. EI caso era que ni bailes, ni risas, ni discusiones. Hasta habfan aprendido a sofo- carlos estornudos. Para explicarlo mejor: Los Tilos era un pucblo calladito con fondo de ulular de fantasma, Imaginen entonces, no fue nada extrafio que a la mayoria se le pusiera los pelos de punta el dia en que entrd en el pueblo, cantando a todo pulmén, el musi- quero de Rio Desbordado. 2 corricndo EI musiquero andaba recortien realidad esa era su ilusiéns por 7 oui solo habia recorido las veinte leguas 4 - aaraban su pueblo de Los Tilos. Entré wet lugar silencioso, cantando feliz, Case ate con una armonia que hubiera ae lo de envidia a calandrias y a zorzales a los pares tavieran envi, cosa que, POF se par ellos, no sueede). Acostumbra- ‘Jo como estaba a que las gentes se plegara “ eee ‘no entendié nit pedis: Ai dar el pr sobre Los Tilos, oy¢ al dar el primer paso aa Spbbbobbbbbbbh! que Hlegaba hast del limo rincén. bg me Se callé de inmediato, sorprendido, creyendo que por ahi habia desafinado, © Pero no. 2 ds, ya lo habjan pues- Al rato només, y to al tanto de la historia del fantasma del cafiaveral. f . afaver AT hombre se le etizé la piel. No po cl fancasmé yantaba era ver a a; lo que lo espantaba era esa pobre gente que hablaba cuchicheando, a b 2 leas sin hacer ruido, y ni se refa, ni ;ntaba; ni siquiera jugaba a la pelota por no gritar los goles. —Ya sabe —le advirtié el intenden- te—, usted, en otro lugar cante todo lo que quiera, pero aqui se me queda calla- dito. No es cucrtién de poner nerviozo al fantasma de los cafiaverales. ___ EL musiquero pensé que mejor era irse con la miisica a otra parte. Pero después lo consideré mas detenidamente. Sabia que el caftaveral siempre se extiende a gran velocidad. En nian lasal citas subterrineas se les daba por agarrar para Rio Desbordado y el fantasma llega- ba a su pueblo también. Ese pensamien- to exalts de tal modo que ahi mismo —Déjenmelo a mi al fantasma ese! {0 scabo con él o sucumbo en la empresa! No bien termind de decirla, se arre pintié, Pefo ya aplausos y vivas rezonaban 8 y vivas resonaban a su alrededor, le dio no sé qué volverse atrds. 2 ‘Al verlo tan decidido, el intendente de Los Tilos lo nombrs su secretario priva~ lo. Y, ademés, como para que no se fuera al cafiaveral con las manos vacias, le dio un tremendo facén que habja sido de su tatara~ buelo materno, y también unas boleadoras que no habian sido de nadie conocido pero que estaban ahi. Después, le organiz6 la despedida con un discurso solemne en el ‘que, ya que estaba, prometié agua corriente para todo ef pueblo. Enseguida Ia banda comenzé a tocar. Entonces, entre vitores y aplausos, el musiquero de Rio Desbordado, se intern en el cahaveral. ‘Anduvo horas y horas, abriendo un camino entre las cafias con el facén del tatarabuelo materno del intendente de Los ‘Tilos. A su alrededor, todo estaba quiero, silencioso como cafaveral deshabitado. De repente, cuando menos lo espera- tba, se topé con un ombi. Era un ombii casi tan grande como un bosque. Abrazando el 0 ombi habia un hombre altisimo. El gigan- tn forcejeaba con el ombii tratando de arrancarlo de rafz. —2Qué hace, buen hombre? —pre- gunté el musiquero. —Quiero arrancar esta hierba mala que esté haciendo sombra sobre mi sem- brado de girasoles. El musiquero dio la vuelta alrededor del ombi. Del otro lado habia un cajon- ito leno de tierra donde el gigante habia plantado unas semillas de girasol. —¥... digo yo, en ver de arrancar el ombit zpor qué no va y pone el cajoncito del otro lado, donde da el sol? —pregunté por curiosidad. Cuando escuché a pregunta, el hombrén dejé de forcejear y mird el cajén donde habia sembrado los girasoles como sorprendido. Después se volvid hacia el musiquero y con admiracién dijo: =jOigal ;gSabe que tiene razén?! Y enseguida fue y puso el cajén del otro lado. 3 Tan agradecido quedé el gigante con el consejo del joven que afiadié —Desde hoy en adelante, seré su fiel servidor. Lo seguiré a dont ped vaya aré lo que usted me pida. Ta Mio gaa crac Snce —A donde sea, mi amigo. Yo voy con usted y le seré fiel hasta a muerte, ‘Asi siguieron los dos caminando; uno, adelante; el otro, atrés, abriéndose paso por el cafiaveral. Parecia que el paisaje de cafias no se terminaba nunca. Seguia y seguia, siempre igual. Ya se estaban aburriendo cuando, de repente, se toparon con una montafia como de mil doscientos metros de altura. —iQué raro! —exclamé el gigante— Fijese que aqui nunca hubo montafias. \ {Cosa del fantasma!”, imaginé el peeiNal lado. de 1a montafa habla un pozo muy hondo y en el fondo del pozo un viejo muy viejo. Se notaba que el viejo, 32 Paleando tierra para hacer el pozo, hab formado la montafia. eQué estd haciendo, buen hom. bre? —pregunts el musiquero. —Estoy tratando de encontrar un camino para salir de este cafiaveral. Cuan. do cra joven me perdi y todavia no consigo encontrar la salida. Dicen que si uno cava, cava y cava en linea recta, aparece en le China. Por ahi desde la China me es mds facil regresar a mi pueblito natal. —Mire, buen anciano —dijo el musiquero, que tenia un corazén de oro—, si quiere siga Ia senda que abri con mi facon..., quiero decir con el facén del tata. rabuelo materno del intendente de Los Tilos, y asi, Megara mis ficilmente hases el pueblo, Tan agradecido qued6 el viejecito con el conscjo del joven, que le Desde ahora en adelante, seré su fil servidos, lo seguiré a donde usted vaya y haré todo lo que usted me pida. —Mire que voy a cazar un fantasma, ss —A donde sea, mi amigo a voy on usted y le seré fiel hasta la mu re. Son st) siempre entre los cafiaverales, se pusieron en camino los tes. veal rato\ elenusle|uerh emper6 a sen- hambre y se acordé de que ema me a 4 hito dé ortadela en el bolsillo. “Si lo renters rtirlo y no va sacar, tendré que reparti a para nada”, pens6. “Tengo que centar algo répido”. Asi que se detuvo y = ae cpascame un momentito aut vengo. —Y se metié entre las pais comerse el sanguchito él solo (el muy oista). en ” SGaminé unos metros ys de rep c, oy6 un ruido espantoso, miré tras una cafa'y vio a an hombrecito pélido, Blaqui- to, casi raquitico, que luchaba cuerpo a cep yn un jabali. ane Que ea haciendo, buen hombre? — Tengo hambre y anduve baséane do alimento toda la manana. La Te que encontré para comer es este jabali. Py —Parece dificil que pueda con @Por qué no lo suelta y nos repartimos est sanguchito de mortadela?. —propuso musiquero, resignado a su corazén de oro. El hombrecito raquitico solté animal y, en dos bocados, se devord singuche. Todavia con la boca lena dij agradecide —Mai lante.... mann, Desde hoy en ade~ soy su fiel servidor. Lo seguiré a donde usted vaya... mafia y haré lo que usted me pida. Mire que voy a cazar a un fantasma. —A donde sea, mi amigo. Yo voy y le seré fiel hasta la muerte. Y ast volvié el musiquero a donde estaban los otros dos, seguido por este iili- mo, y después continuaron los cuatro, uno detrds del otro, caminando por el cafaveral. Un largo rato habjan andado cuan- do, de repente, el musiquero oyé unos ruidos muy fuertes, como de viento entre los atboles y de crepitar de fuego en una tormenta. “Por fin el fantasmal”, se alerté. % Pero no. Era su propio estmage que chi- Mads more deal musique, jente-— jEse fantasma tiene que estar fh si es guapo, que aparezca Ya! TEnronces, le said al paso, de enue las cafas, un enanio musculoso y fornido- Tenia cl pelo rojo y enmarafiado como und neds eletrzada, los ojos de fueg? afiladas. mano sl ena. Buenas... —contestaron 10s Otf0S wer Fy enano pegs un brine z =e delante del musiquero. Lo mir fi cn “i lo atravesara con los ojos y le dijo naman pedi lo que quieras porque ese Y ui fo sera tu tltimo deseo. ington pile de chorizo a caballo con é jue, sin apas fritas! —exclamé el joven que; sit ERkia, no medics bien lo apresurado de ss pedido; de haberlo hhecho jearambal, 4 Pepubiera costado pedir para los cuatro? 36 —iSea! —dijo el enano. Y, com, Por arte de magia enana, aparccié una ‘mesa tendida en medio del caflaveral y un olorcito a huevo frito flotando en el wire, fan apetitoso que el musiquero se olvide hasta de su propio nombre. Cuando terming de comer, se eché ters en su silla pensando: “AI buen cigarrito...” Pero se cayé al suelo porque silla y ‘mesa, con mantel, plato y cubierto, habian desaparecido. En su lugar es de pelo rojo, ojos de fue como garras espantosas, Parecia llegar de las osc tiempo, el enano dij —Freparate... esta noche a las doce £n punto, :e guste 0 no, vas a venir conmi, g0 al mismisimo infierno. Dicho esto, desaparecié, —¢scucharon? enfrentar una dura prucb: volviéndose hacia sus tre: hasta la muerte, hacia a thora un taba cl enano 0 y las manos Con una voz que ‘uras cavernas del Tendremos que -a —dijo cl joven, s servidores fieles Entonces comprobé que 7 Sf Jo. No migica- jos tres habfan desaparecid von coos ltensd dain lejos, te velan sus’ cabecitasentras -comrian in las cafias. como locos saltando entre Resignadoy‘s¢>eent6 ene euelo, Estaba oscureciendo. Las estrellas ean pequefios ‘cristales que se iban encendien- lo come la gn: slat sone silo parecia didfano y tranquilo, La calma del Pale nvitaba a medians “gPor qué me habré metid ? 6 juero. “;Por este lio?” pataleé el musiquero. “; : Por qué? ;Si yo lo tnico que uerfa era cantar! ¥ ahora....zc6mo salgo Ge esea, me-querés decit?", we/pregunts, por cierto, a si mismo ya que como es fabido, ahi no habia nadie més a quién consultar. 9 Nysespérahda lavrespucd,s0. Fue dando dormido, Si dear iniearacd panto” so, mezclado con un ulular escalofriante que llegaba de todas partes y de ninguna. AAbrié los ojos y, abl mismo, vio detenerte 2 Pero. qu te olora azufre. De rey re pente, la nube se par- igen dos x deen medio, salis el eine ‘jos de fuego, pelambre colorada y las manos como garras espantosas, rs Reena sds preparado? 3 2Cémo para qué? iPara venir conmigo! Nov vos dijste a las once y media. —iVamos igual! No quiero! Vas a venir conmi un cudadans y coma wig AY seer is derechos! = iSoy libre titucién! El enano lanzé r no lanz6 una horrible carca- j da y emseguida empezé a salear ya hacer cabriolas més rapido que ra al alrededor del mmsiguels, cite aoe iNo te hagas el dijiste a las doce y son y me defiende la Cons- ” El joven ya estaba mareado cuando, de repente, se acordé del tremendo facén del tatarabuelo materno del intendente de Los Tilos ~ja tiempo se acord6, cancjo! Desenvain6, tomé impulso y, de un saque- tazo le rebané la cabeza al enano, Una, dos, tres veces... ~ztres veces?sCémo tres veces? "Tires veces, si porque a cada cabeza que le tebanaba, al enano le crecfa otra con més fuerza. El suelo era una verdadera chan- chada lleno de cabezas rodando por todos Jados, y el enano, de lo més enterito. En eso, el musiquero tropez con luna de las eabezas y cayé de espaldas. “Ahora si que estoy perdido”, se dijo. Pero no. El enano debia de tener pla- hes mas malignos atin se metié en su nube verde y desaparecié dejando en el aire el ‘eco de su siniestra carcajada. No se reponia el musiquero cuando, de entre el cafaveral, asomé una viejecita ‘eon cara de abuelita buena. —Hijo mio, :te ha hecho daio ese mmalvado? —preguntole con dulce voz. 0 —Todavia no, abuela —respondiés l musiquero-. Pero, la verdad, es que yo a estas horas deberia de estar llegando a Tan- dil, porque tengo programado un recital ¥; si no salgo ripido de aqui, se me puede armar un lio con el productor.. —Hijo mio, no podris ite de aqué hasta que termines con él o... hasta que él termine contigo. Claro, en este tiltimo caso, no podrés llegar jamés al recital de Tandil — Por qué? — Porque estaris muerto! —Disculpe, abuela, pero eso no lo creo; no se olvide de que, después de todo, este es un cuento y, en todos los cuentos, siempre triunfa el héroe que, en este caso, si se fija bien, vendria a ser yo. —E stds seguro? ;Cémo sabés que no hay otto personaje secundatio dispuese ‘0 a irrumpir ahora mismo para ocupar tu lugar? —izAhora?! {Casi en el desenlace? —iQué desenlace ni tres pepinost iTodavia falta lo peor! Deberas vencer al 2 enano, y después al fantasma de los cana- verales que esté reservado para lo tltimo. Pero no te aflijas, yo te ayudaré: ya mismo te voy a dar la formula magica. No bien terminé de decir estas Palabras, levanté los ojos al cielo. Inme- diatamente el horizonte se llend de densos nubarrones que avanzaban amenazantes, El aire se cargé de humedad. Un rayo par- 116 en dos las sombras y empez6 a bajar a temperatura, hasta que el musiquero sintié que se le congelaban los pies, Ense- guida, se largé un chaparrén de gotas gor- das como avestruces y, cuando ya estaban empapados hasta los euétanos, salié un sol que rajaba la tierra, —Vaya a saber... vos viste cémo son los cambios de clima en julio... —dijo la vigjita—, Pero primero es necesario que sepas la verdad —continué, retomando el hilo de su conversacién anterior, —1eQué verdad?! ny —La verdad verdadera, la nica y verdadera verdad. Qué verdad va a ser?: la que no es mentira, —iAh, bueno! —Preparate para escuchar, porque es un poco complicada. —Dele noms, soy todo oidos. —'Ta bien, escuch4... El enano ese que te amenaza, no es otra cosa que el fan- tasma de los cafiaverales. Es decir, el fan- tasma, cuando estaba vivo, era el enano. Pero ahora el fantasma esté muerto, si no, no seria fantasma, por supuesto. Como. fantasma, puede personificarse en lo que quiera, en lo que se le ocurra. A veces se Personifica en s{ mismo, 0 sea en un ena- no, pero otras, se da el gusto y se personi- fica en gigante. También toma la forma de lun viejito y de un hombrecito raquitico o de... —jMis tres servidores! —interrum- pid asombrado el musiquero, —Si, los tres eran el mismisimo fancasma. 45 todo correr cuando me amenazé el enano? Si después de todo el enano eran ellos mis- ‘mos o sea, el fantasma —pregunté el musi- quero, corazén de oro que, en el fondo no era nada rontuelo, —Justamente ese es el punto débil del fantasma. Es tan malvado que, cuando se enfrenta a si mismo se tiene miedo. Qué digo miedo? ;Pavor! No puede soportar verse y huye dlespavorido. Pero... se le pasa enseguida. —Y ahora, squé hago?, digo yo —se pregunt6 el musiquero, desorientado, La ta lo miré impaciente. —Hace més o menos una hora Qué pretendian? —Querian que creyeras en ell Para poder llevar adelante su astuto plans Te iban a resolver todo, solucionar has cl iltimo de tus problemas; iban a dect dir por vos cada vez que te enfrentaras tuna encrucijada y dudaras de qué camino sesuit: En fin, lo que pretendian era qu Planificar ni decidir; de ese mado, eon tiempo, te ibas a volver medio turulato, Y después, como no habrias aprendido piuivecarte solo, hubieras creido que esta ba mal equivocarse y vivirias dependiendg que estoy intentando ensefiarte la férmula ‘odo el tiempo de ellos, pidiéndoles ay magica para que termines con el fantasma, Senay alka ieran e6mo debias vivi. Emil pero cada ver que empiezo, te me distraés otras palabras: te iban a destruin, €0n otra cosa. —iQué plan siniestro y astuto! —Tiene razén, abuela, perdén. Soy St Peto por suerte me encontras-lf todo oidos. 2Cuil es esa famosa formula? fe a mi y estds a salvo. Yo misma te daré la La viejecita se froté las manos de solucién a todos tus problemas Fegocijo, se peind un poco y prosiguié: —iUa momento! Si ese era el plan, —La formula es simple, como toda Snronces, ¢Por qué huyeron corriendo al férmula magica Preseh nena Te dije 6 "7 que el fantasma, cuando estaba vivo, era enano; ahora que est4 muerto es el enan pero también es el hombre raquitico, viejito y cl gigante... Es decir que su vi ya no es vida porque esta muy repartida. Al llegar a este punto, la viejita detuvo; con cara de concentracién, ur; en su alforja y extrajo un papel sucio arrugado. —El caso es que la vida del fantas- no esté en él ni tampoco en los otros; Ja tiene muy bien escondida para que no se Ja maten —jLa flauta que es complicado! —jTe lo adverti! —replicé la vieji- La vida no es tan simple como en las peliculas. —jBueno, dele, siga! Donde esté al —2Qué es eso? —pregunté el musi final la vida del fantasma? —Presté atencién porque yo las cosas las digo una sola vez. fa, si —La vida del fantasma esté en el piquito de un zorzal, que esté dentro de una gallina, que est en el interior de un vender; no hay que desperdiciar nada, (li, que esta en un pozo que hay debajo vida es muy dura por aqui. un ombti gigante que cuida un hom- — Bueno, basta! —protesté ansi yn que es el mismo fantasma. El que so el musiquero—. jQuiero esa form uuencre el ombii encontrar debajo del magica y la quiero de una buena vez! ibxi, el pozo, dentro del pozo, al jabali, iYa va, ya va! —repuso la vieji tro del jabali, la gallina y en el inte- terminando de anotar la frase. Guardé yr de la gallina, al zorzal, y en el zorzal, Papel en la alforja y continud, piquito. Asi que solamente hay que quero. —————— 6 encontrar al zorzal, arrancarl ito splataro hava hacerlo aticonpuleriae lo, molerlo y jlisto! Se acabaré con el fan- tasma para siempre. El corazén de oro del musiquero se empezé a derretir de tristeza. ¢Cémo podia decir esas cosas una viejecita, y decirlo ash sencillamente, como nada? ;Matar él a um zorzal? ;No! jJamés de los jamases! jNuNcal él no podria hacerlo. Desilusionada, la viejecita se lo que- —protesté—. Todos quieren férmulas magicas pero sin complicaciones. jNo! ;De de una vez por todas! jLos Tilos seguir: siendo un pueblo silencioso yon hasta que a mi se me ocurra! ;Porque voy a hacer que se sigan muriendo de miedo, dia ras dia, minuto tras minuto y segundo tr segundo! ;¥ te digo més! jE eal =a seguir creciendo y Megaré hasta Rio Des- bordado y a todos los pucblos de por aqui ” yde por alla... porque, para que lo sepas de tuna buena vez por todas, tonto de remate: io TAMBHEN SOY EL MISMISIMO PANTAS- MA DEL CANAVERAL! —Vos?... Pero si sos una viej dulce, parecida a mi abuelita Amalia... “se sorprendié el musiquero, corazén de oro un poco derretido. Pero entonces, la explosién de una nube negrisima y una carcajada sinies- tra que inundé de miedo el cafaveral, le demostraron que la viejita, 0 sea el fantas- ma, hablaba en serio. —jPucha! Y lo peor es que yo ya habia empezado a encarifiarme... Pasé la noche y empezé a clarear. Pero ni la luz del sol que se insinuaba, trajo paz al corazén del pobre musiquero. La cosa se habia puesto fulera, y el pobre hombre estaba lo que se dice desesperan- ado. A su alrededor, el cafaveral habia entrelazado sus hojitas como para cerrarle paso a la mirada. Se veia todo muy verde y nada mas. Y lo peor era que, en este caso, {0 el verde estaba muy lejos de simbolizar esperanza. El joven traté de darse anit cantando una de sus canciones pero, es ba tan triste, que ni siquiera podia recor dar la letra ni la misica de ninguna. EL cafaveral, con su horrible fan: tasma, se habia transformado en un pr blema que crecfa ante él como una mol imponente ¢ infranqueable como u: cordillera. De improviso, desde los laberint de la memoria, una frase soné en la men: te del musiquero. Era una frase que habi repetido cientos de veces cuando iba a escucla y que, justamente ahora, cobrab: sentido por primera vez. Ahi estaba la frase diciendo: “Seras lo que debas ser 0, si no, no serds nada”. La frase salté del cerebro al cora- z6n del musiquero. Y, como un cosquilleo eléctrico, le recorrié todo el cuerpo desde los pies al caract.. Una podcrosa energia lo hizo poner de pie y la vibrante misica de cien clarines resoné en su pecho. —Pero... jClaro! {Mas claro, echale gual ;Por fin entiendo qué caray quiso decir San Martin cuando dijo eso! —excla~ mo mirando al aire como si viera a un amigo—. iEs lo que me pasa hoy a mit Si tio hago lo que siento que tengo que hacer para acabar con ese maldio fantasma, me yoy a deprimir tanto que ni ganas de can- tar voy a tener. Y yo si no canto, 10 soy nada. ;Voy a hacer lo que tengo que hacer porque quiero ser cantor! ‘Ahora si, aliviado por haber toma- do una decisién, le burbujearon otra vez Jas ganas de cantar y, ahi només, se volvié qacordar de la letra y la miisica de todas jus canciones. Pero no habia tiempo para eso. Tenia que pensar en salir del cafaveral para poner en practica un astutisimo plan que se le habia ocurtido. i Cuando empez6 a caminar se dio ‘euenta de que el malvado le habia cerra- Wo el sendeto que él trabajosamente habia Abierto con el facén del tatarabuelo materno dlebincendente de Los Tillos. Ast que, mirara 52 donde mirara, las cafas estaban todas igu: les: derechitas y enteras, como si nun nadie las hubiera rozado. podré decir que retrocedo. Encontra otro camino. jEste no me va a vencer ni aun vencido! lie ve aun vencidot jNadie venceré a Agapi hah Sse ne creer fe como gui relata se enteré por fin, de cudl era el nombt yl apellido del héroe de su historia. Cortando cafias a diestra y si iestra y siniestray Agapito Flores avanz6 entre los matorrales, Esperaba no tener que encontrarse con el fancasma-gigante-enano-fornido-viejo-ra- quitico-viejecita-buena hasta por lo el anochecer. Y, tal vez pas iniodon, a habria podido llegar a Los Tilos. Gracias a que Agapito habia sido un alumno aplicado (cosa indispensable si se quiere ser héroe) sabfa que no se iba a perder. 38 Jin la escuela habia tenido que estudiar un mont6n de cosas que no entendia y que Jo habian hecho protestar furioso dicien- do que los libros no se-vian para nada y que en vez de perder tiempo estudiando de memoria, mejor era salit a cazar gottio- nes, Ahora se daba cuenta de su error; esa Jeccién que habfa tenido que estudiar has ta el cansancio, le iba a salvar la vida. El Baste queda donde se asoma el sols el Oeste, donde se pone, recordé Agapito. El sol, en Jo alco del cielo, le indicaba el camino. Se estaba quedando un poco ciego de tanto mirarlo de frente pero, ;qué le iba a hacer? Peor era perderse para siempre entre los matorrales. ‘Asi anduvo un buen trecho sin que ‘pada lo molestara. Todo era silencio en los ‘eafiaverales. Un silencio amenazante..., €s¢ silencio que antecede a alguna catéstrofe {como dicen en las novelas). (Pero, por ejem- lo, si en vez de una novela esto fuera una pelicula, en ver de silencio, aqui ira una imisica de fondo indicando que aunque P 6 todavia no pasa nada, algo inesperado est —Cuinto lo siento —se lamenté por suceder, Como no es una pelicula, lal] Agapito Flores, corazén de oro, dandole el miisica de fondo se la van a tener que im: én, ginar. Les digo que es bastante linda, coi El intendente tomé el facén como flauta y trombén, como de ulular de vienaf abrazindolo, y enseguida parecié acordar- to, con fantasma incluido). se de algo mas porque agregé: . De repente, detras de una cafia, —jAh! Por favor, deme también encontré con una figura familiar. Era Jus boleadoras porque me acordé de que intendente de Los Tilos que, preocup: huabian sido de mi tia Eduviges y no bien por la tardanza de Agapito, y bonachéalg me acordé también me puse a extrafiarlas como era el hombre, habia salido a buscar gomo loco. lo, Se saludaron con alivio y alegria, y Agapito le entregé las boleadoras. sentaron entre las cafias a conversar. —Y ahora, queridito, cuénteme, iQué suerte que vino! —dectalf jeusl es el plan? —dijo la viejica. entusiasmado Agapito—. Tengo que con- aLa viesrta? ;Qué hace aqui la viejita tarle todo acerca del horroroso fantas Agapito estaba hablando con el inten- de los cafaverales y del plan que se sate? Sélo habia una respuesta: el intenden- ocurrié para terminar con él de una dle Los Tilos no cra més que otra parte por todas. J fancasma. ;El propio intendente que el —Cuente mihijo, cuente —lo alent smo pueblo habia votado! ;Cosa de no interesado el intendente—. Cuéntemelo a! pero eso si, primero, hégame el favor de El cerebro y las piernas de Agapito ‘vere el facén de mi tatarabuelo materno. res fueron una sola cosa, De un salto se ‘que lo extrafié tanto que no podia dormir. iso de pie y comenz6 a correr, ya seguro 37 direecién. Pero, ni uno solo debia quedar afuera, de eso dependia que el fantasma no encontrara resquicio por donde escapar, y asi quedarfa vencido para siempre. Agapito Plores sentia que una fuerza superior lo iba guiando. Incufa que, cuando conocieran el plan, los habitantes de Los Tilos se unirfan como un solo e indestructible hombre. Una sola cosa le jugaba en contra: era la hora de la siesta. No habia mas remedio que ir a despertarlos uno por uno. ‘Todavfa somnolientos, y con bas- tance malhumor, se reunieron en la plaza. La mayoria ya casi ni se acordaba del asunto del musiquero, y algunos hasta empezaron a asegurar que en el cafiaveral no habia ningdn fantasma y que no eran més que puros inventes de algunas viejas. Hablindoles a grito pelado, Agapito Flores tardé més de media hora en conven- cerlos de que el fantasma iba a atacar el pue- blo de verdad con todo el miedo y el horror del que era capaz. Por fin consiguié que le creyeran y, entonces, todos los habitantes __ —iNo tendrés tiempo para arm; ningén plan! —gritaba el fantasma—. , una hora me organizo, junto todo el mie dlo y el horror del que soy capar y atace Los Tilos de una vez por todas! ;Después de gator a ale Teva queda Ia menor el inico que manda en estos Paras soy yo, y se acabé! Brito espeluznante del fantasm, hubiera helado a cualquiera, Sayre Flores estaba mas alld del miedo. Jadeante entré al pucblo y, sin dete- nerse, corrié hasta el centro civico. Alli, sentados ante una mesa, dos paisanos juga. ban al truco y un perro flaco los mntka aburrido. Esos tres no eran suficientes para evar adelante el plan. ___ El plan de Agapito Flores era ambi- cioso, {Mas que ambicioso! Se teatabs de poner de acuerdo a todo el pucblo de Leg Tilos para que apuntaran en la misma so ceros, un relincho de jabalies, un ulular violento con carga de caballo a todo galope y cl estruendo de mil metrallas, helicépte- tos, misiles, truenos y tormentas eléctricas reventando el aire. Pero la poblacién no se inmuté. Nadie se movié de su lugar. Cada uno en su sitio, esperaba que, de una vez por todas, el fantasma de los cafiaverales mos- trara su espantoso rostro. El fantasma tomé impulso preparan- do su tiltimo y demoledor ataque, después pegs cl salto hacia Los Tilos. Fue en ese momento que Agapito Flores grité: —;Yaaaaaaaaaal ‘Todos los habitantes de Los'Tilos, eomo una sola persona, levantaron sus espejos formando un imponente muro. Y, cuando el fantasma asomé su tostro feroz, sucedié lo inesperado: en vez de encontrar a la tranquila, mansa, quiet: y temblorosa poblacién, como él espera- ba, se enfrenté con mil figuras deformes y éscalofriantes que lo amenazahan con sus social, el del iinico ascensor del pueblo, el de la moto, el del sulky, el del cuartito dé Maria. Trajeron todos y cada uno de lo: espcjos que haba’ en Los Tilos. Y juntos fueron, cada cual con su espejo, a la plaz del pucblo. Faltaban pocorminutoe pail la hora anunciada, el aire olia a inminente ataque de fantasma. En la plaza, el pueblo de Los Tilos esperaba, ordenado y en silencio, per esta vez no era por miedo, sino por propi detcrminacion. nn"? POF Propia cy dos mil ojos de fuego. ;Qué digo dos mil iDiez mil 0 veinte mil! Era el muro de espejos de los habis tantes de Los Tilos que le devolvia su pro: pia imagen, terrible y dafina. Un alarido de miedo fue el cilkims sonido que llegé del cafiaveral. El fantasm: dio media vuelta y corri6; corrié como nun. ca lo habia hecho fantasma alguno. Corti pidiéndole perdén a su mama por haber sido tan malo aquella vez que, de chico, hirié de un hondazo al primer pajarico. desde entonces, nunca mas se supo de él ‘Cuentan que todavia sigue corriendo. Lo importante es que el pueblo de Los Tilos cambié de una vez y para siemp: fiestas, encuentros, bailes, discusiones enti vecinos, carcajadas, protestas, canciones toda vor... En otras palabras: Los Tilos transformé en un pueblo bochinchero, cor fondo de silencio de caaverales. Agapito Flores, el musiquero, lamen- tablemente llegé muy tarde al recital Tandil, pero triunfé, por unanimidad de jurado, en el concurso de Claromecé. Y hay rumores de que en cosa de uno o dos ios mas, dara su primer recital en el Luna Park de Buenos Aires. iQué BesTias! Gaprreta KeseLMAaN Los passes de Leonardo eran unos ténticos monstruos. ‘Analfabette, la madre, era de color vyerdoso con pintas doradas. Se refa a car- eajadas con todas sus bocas y era una manirrota, Lo de la mano habia ocurrido ‘euando intentaba abrir una puerta de hierro a ymanotazo limpio. Para abrir puertas, Burro- Jo, cl padre de Leonardo. Ese si que era un ‘experto, Las abria a patadas y no se rom- ja ni una sola ufa de las noventa que nia. Un fenémeno. En fin, que los padres de Leonardo an unos monstruos de verdad, legitimos, pes, simpaticos... buena gente. Leonardo los queria mucho. Para ‘go cra un monstruito con dos corazones. o 66, Y sus padres lo adoraban. Le daban to Jos gustos. Y un solo disgusto. Un tinico espinoso disgusto. El problema consistia que a Leonardo le gustaba encerrarse en cuarto a leer. Y esto ocurria siempre, sak algtin rato perdido. Analfabette y Burrolo juntaban cuatro cabezas para tratar de entender extrafia y absurda aficién de su hijo. Pero Gierto es que lo de pensar no era st fuer Cada ver que lo hacian, solo consegufan q sus orejas echasen un humo negro y es que no aclaraba nada el asunto. —Los libros son muy titles, no di que no —Analfaberte le decfa a Leonard Por ejemplo, yo he usado uno para nivelar mesa del comedor después de que tu m: t@ Pirafiex le diese un mordisco a una de Patas... No, si no digo que los libros no Pricticos, a ver si me entendés —Sirven, si sefior, para matar e insectos que se cuelan en mi garganta y Ponen a revolotear como bicho por su cuando ronco. Les das con un libro de esos {psf! uno menos —afadia Burrolo—. © son buenos para aplastar la masa de la pizza... shoy hay pizza para cenar? [También para aleanzar las arafas de arriba que son las mis jugosas —decia Analfa- hetce, mortifcada porque era extremadamen- te bajita y, por mucho que estirase los brazos, o legaba muy lejos. q yi pan planchar las facturas de la luz ‘euando las arrugo y las dejo como una pelo- ta —scfidaba Burrolo,avengonnado or ene raptos de malhumor que no podia controlar cuando se trataba de pagat. —Pero no nos parece normal que te encierres en casa a abrir libros de esos y luego, fencima, te quedes idiotizado mirindolos por dentro. —Eso, los minis por dentro y movés Jos ojos de un lado al otto... una vez y otra vez Bip: Lnslessinenpiiecpdaclopor sate ima vez—. Lo que hago es leet los libros. ; ec . deberias salir a la calle a jugar a lo bestia como cualquier monstruo mmn os o de vecino! —chillaron los dos padres tiempo, presos de la desesperacién—., ;;1 qué no salis a patear la pelota y, en lo po ble, rompés alguna ventana?! Leer, leer... dale con leer. Este didlogo familiar se repetia sit cesar. Leonardo ya estaba hasta las nari (porque tenia dos). El queria leer histori de aventuras, cuentos de risa e, incluso, rel tos de terror sobre nifios humanos como “Te maté, Matica” 0 “Nenitas con las ufias afila das”. Pero sus padres no lo dejaban en paz, Asi que un dia, cuando ellos no esta ban, agarré el teléfono. i impedir- pero medio zoquetes, intentan imp frelo a toda costs. Quind sia ellos eambién Jes gustase la lectura, no sé... me compren- on —Mird, pibe, este servicio es nuc- yo, recién estamos pintando y eso significa que no estamos preparados para un proble- sma complicado como el tuyo. Lo siento... Leonardo, decepcionado, Ilamé entonces al srpnt (Servicio Técnico para Padres No Lectores). F —2Qué querias? —respondié una a vor al otro lado. i a oes que mi madre y mi padre se conviertan en monstruos lectores, orque ast, yo... : i ieruitpadscsdyae Gate muchos siglos de vida y las reparaciones ya no tie- nen garantia. Ademds, si nunca leyeror ‘veo dificil, nene —se disculpé el técnico—. Te lo digo por experiencia... Leonardo suspiré y decidié probar eon métodos naturales. Fue ala herboristeria de la esquina y solicité algiin remedio. de Atencién Personal para Monstru Menores de Edad) y les expuso su espanto- so drama con pelos y sefiales. —Linea de Atencién Personal para Monstruos Menotes de Edad, te habla Ton. tiana, zen qué puedo ayudarte? —interro, la Telefonista Asesora. —Mire, lo que mas me gusta en la vida es leer y mis padres, que son buenos —2No tiene alguna hierba que h: que mis padres lean, aunque sea uN libs

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