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LA RETORICIDAD Y EL. EMPLEO DEL LENGUAJE? 1. Planteamiento de la cuestién El propésito de las paginas que siguen es mostrar la ‘retori- cidad’ del lenguaje y referir cémo los griegos la descubric- ron.” Pero gqué quicre decir ‘retoricidad’ del lenguaje? Quiere decir, sencillamente, que el lenguaje para lo que sirve ante todo es para hacer cosas en el ambito de lo politico-social a base de influir en los conciudadanos. En cambio, esta mal do- tado para reproducir y transmitir la realidad, que una y otra vez se le escapa al lenguaje, de manera que nunca consigue éste apresarla definitivamente en forma de verdad absoluta € incontrovertible, innegable en todos los espacios y los sucesi- vos tiempos. Para eso el lenguaje no esta nada bien pertrecha- do, por lo que, para tratar con la presunta verdad de la filo- sofia y de la ciencia, no ha habido més remedio que recurrir a nuevos lenguajes escrupulosa y estrictamente pactados entre sus usuarios, los llamados “lenguajes especiales”o “lenguajes cientificos”. Y aun asi no se acaban los problemas que estos nuevos len- guajes plantean, pues éstos requieren una refundacién conven- cional sobre la base del lenguaje usual para que éste gencre nuevos conceptos fundamentalmente mediante la metafora y la metonimia. Asi, la palabra griega para decir “pelota”, sphaira, 1 Los titulos fueron agregados por el editor. 2 Nuestro agradecimiento a la DGICYT por su ayuda (BFF 2003-05370). 7 pasara a designar el concepto geométrico de la “esfera” y la pa- labra bésis usada para designar el “paso” o el “pedestal” se con- vierte en el concepto geométrico de “base”; la voz kénos, por el mismo procedimiento, pasé de significar “piiia” a designar la fi- gura geométrica del “cono”, y la palabra griega kéntron, que en un principio queria decir “pincho”, “aguijon”, pasé a designar el concepto geométrico de “centro”. Luego el lenguaje, que siempre es indirecto y simbélico y nunca acierta en la diana de las cosas, muestra ciertas defi- ciencias a la hora de intentar capturar la realidad con él. 2. El cardcter predominantemente psicoldgico y politico-social det lenguaje Por el contrario, el lenguaje produce efectos maravillosos cuando se emplea exclusivamente en el drea de lo psicolégi- co —como decimos hoy o “psicagégico”, como decian los an- tiguos griegos—, que comprende las sensaciones psiquicas cognitivas, emocionales, afectivas y estéticas, y de lo politico- social. Platon emplea el término griego “psicagogico”, o “arras- trador de almas”, que nosotros traducimos por psicoldgico, para referirse a cémo la contemplacién de la tragedia pro- duce emociones animicas en quienes la contemplan [Min. 321a] y afirma rotundamente que la Retérica es “una especie de arrastramiento 0 seduccién del alma” mediante la persua- sion [Phdr, 26la, 27le]. Y su discipulo Aristoteles emplea el mismo adjetivo para hacernos saber que el espectdculo de una tragedia es la parte que mayor impresién animica o im- pacto psiquico produce sobre los espectadores que a su repre- sentacidn asisten [Po. 1450b17]. Y asegura, ademés, en su Poé- tica [1450433], que los medios més importantes con los que la tragedia “atrae seductoramente las almas” son partes del argu- mento, a saber: las peripecias y los reconocimientos. 8 Ciertamente el lenguaje se presta muy bien a establecer sin- tonias de Jos hablantes con sus interlocutores u oyentes, cuan- do saca a relucir su ‘ficcionalidad’ o capacidad para la ficcién, su ‘emotividad’ 0 capacidad para suscitar emociones, y su ‘poe- ticidad’ o capacidad para seducir a los oyentes con el] embele- so de estrategias estéticas basadas principalmente en el ritmo externo e interno de las palabras, que genera recurrencias placenteras 0 provoca muy gustosas variacioncs. Por esta su capacidad para emocionar, crear ficciones, des- encadenar embelesamiento y producir ritmos deleitosos tanto externos como internos, el lenguaje es claramente el comtin generador del discurso retérico y del discurso poético. 3. Retérica y Poética Por eso la Retérica y la Poética atienden, ya desde Aristoteles, el filésofo griego del siglo w a. J. C. (884-322), a funciones y capacidades comunes del lenguaje, como, ademas de su indis- cutible vocacién politico-social, la del psicolégico placer cogniti- yo que produce la obra artistica —-ora discurso ora poesia— que permite aprender o admirar [Arist. Rh. 1371b4], 0 las po- sibilidades del lenguaje para suscitar pasiones en los oyentes RA. 1356a14], o la gran fuerza que posee el lenguaje, en el ni- vel de su elocucién o estilo, para mover la fantasia del oyente con vistas a su persuasion (Retérica) o su deleite (Poética) [Arist. Rh. 1404a8). En su obra titulada Retérica, el fildsofo anteriormente cita- do remite al lector a su otra obra titulada Poética en dos oca- siones, una, cuando trata el tema psicolégico del placer de la risa (Rh. 1372a2] y otra, cuando wata del tema del estilo [Rh. 140439}. Y, por si esto fuera poco, en un importante pasaje de la Poltti- ca, en el que se discute el tema de la educacién de los jévenes, el mismo filésofo nos hace saber que los ritmos —esos elemen- 9 tos productores de belleza indispensables en poesia, en muisi- ca— son imitaciones de caracteres y pasiones [Arist. Pol. 1340a18], pues las pasiones, son, como los ritmos, movimientos. Por lo tanto, es claro que los ritmos a través de la mousiké, que incluye la misica y la poesia, pueden comunicar caracte- res y provocar emociones en quienes las escuchan. Y de este modo, las almas de éstos pueden, por una parte, contagiarse de las armonias portadoras de mejor talante y, por otra, se pueden purgar y aligerar de la carga de las pasiones mediante el placer de las imitaciones (miméseis), del ritmo y la armonia (Arist. Pol. 1342a]. Pues bien, el discurso retérico necesita también de ciertos recursos de la poesia, como el ritmo, pues procura el embe- Necimiento ritmico y la posibilidad de mostrar caracteres y provocar emociones, para mejor llevar a cabo su propdsito fundamental, que es el de lograr la persuasién de los oyentes. 4. Definicién y alcance de la ‘retoricidad’ del lenguaje Asi pues, el lenguaje posee una capacidad para la retérica o ‘retoricidad’ que puede definirse como capacidad pragmiatica, © sea, para hacer cosas, en el ambito de lo politico-social a base de estrategias fundamentalmente de indole psicolégica (es decir, psicolégica propiamente dicha y estética, pues lo es- tético implica el psicoldgico placer o sensacién de la virtud de Ja belleza) [Arist. Rk. 1362b14]. Si Cicerén [Brut 185-200] atribuia al discurso ret6rico cier- tas capacidades, gracias a las cuales el orador podia realizar con él sus tres deberes u officia, a saber, “ensefiar” (docere), “emocionar” (movere) y “deleitar” (delectare), habria que decir, en puridad y para ser exactos, que la primera es la que se pone en practica con mayor dificultad y en la que se revela més tor- pe, mientras que para el ejercicio de las dos ultimas el lenguaje est muy bien preparado y extraordinariamente pertrechado. 10 5. Las capacidades del lenguaje De hecho, el propio Cicerén altera la precedente f6rmula en otro lugar de su obra sobre Retorica [de Orat. I, 130] y asi transforma la secuencia de los tres verbos “ensefiar” (docere), “emocionar” (movere) y “deleitar” (delectare) en la nueva y mds pragmatica y usual de decere (“hablar convenientemente”), mo- vere y delectare. Otra version ciceroniana de los tres “deberes” (officia) es la de probare (“probar”), conciliare (‘conciliar”), flectere (“doble- gar”) [de Oraé. TI, 114. 121], en la que la “ensefianza” se trans- forma ahora en “prueba”, pero las acciones de tipo psicoldgi- co como “formar una alianza” (conciliare) y “doblegar” (flectere) siguen predominando, de la misma manera en que predomi- naban en la f6rmula anterior, pues movere implica movere ani- mos y delectare es un verbo etimolégicamente relacionado con lacio y lacto, voces que originariamente significaban “seducir”. A la vista de todas estas alteraciones lo que queda claro es que se concede mayor importancia a la capacidad psicolégica del lenguaje que a la légica y cientifica. Por otra parte, en De optimo genere oralorum el Arpinate esta- blece que el probar algo (docere) es una actividad que se le da por supuesta al orador, como si se tratara de su obligacién es- pecifica (debitum), pero, en cambio, su deber de deleitar (de- lectare) es la actividad que le confiere prestigio y su ineludible funcién de conmover (permovere) es la que le resulta necesaria (necessarium) [Cic. Opt. Gen. 3]. Pero es que, ademas, si todas esas, tres operaciones 0 “debe- res” del orador tienen como tnico propésito el de “persuadir” (ad persuadendum) [Cic. de Orat. Il, 115], no deberiamos olvi- dar que persuadere en latin es un verbo de la misma raiz que el adjetivo suavis, que en griego antiguo es hedis, y que, por tan- to, en la persuasi6n hay una accién suavizadora y limadora de asperezas que tiene mas que ver con lo psicolégico (que abarca lo psicolégico propiamente dicho y lo estético) y lo politico-so- 11 cial (que es la dimensi6n fundamental del lenguaje) que con la argumentacién légica. Ya lo habia advertido D’Alembert: “les anciens ont défini l'éloquence le talent de persuader, et ils ont distingué persua- der de convaincre, le premier de ces mots ajoutant 4 l'autre lidée d’un sentiment actif excité dans l’4me de l’auditeur et joint 4 la conviction”? Felizmente es ello asi, porque frente a la voz “convencer’, cuya etimologia evoca la exaltada superioridad del triunfador sobre el derrotado sumido en humillacién, una actitud poli ticamente muy incorrecta, la palabra “persuasién”, objetivo principal de la elocuencia clasica segin D’Alembert, implica la apaciguadora actividad que suaviza asperezas y estridencias conflictivas. Pues bien, la ‘retoricidad’ del lenguaje consiste en la enor- me capacidad del lenguaje para la accién politico-social y para influir en los conciudadanos mediante argumentos mas bien psicolgicos (psicolégicos propiamente dichos y estéti- cos) que légicos, menos ‘verdaderos’ o menos légicos que emotivos, apaciguantes y seductores. A la dimension psicoldgica de la Retérica dedicé Arist6teles mas de la mitad de su obra en tres libros titulada Reiérica, pues el libro III se centra en el estilo, en cémo decir lo que sea menester para que resulte mds persuasivo, explicdandonos asi la lecci6n de que “el hablar de esta manera o de esta otra” (el estilo) es algo que “marca diferencia a la hora de hacer ver claramente un problema” y, por otra parte, de los dos li- bros precedentes, en el segundo, si no me engafio, nos topa- mos con dieciocho capitulos dedicados a lo que hoy conside- rariamos temas de la psicologia frente a ocho que podrian considerarse propios de la légica. %En A. S. Wilkins, M. Tulli Ciceronis De Oratore Libri Tres, Hakkert, Amster- dam, 1962: 284. 12 6. Estrategias persuasivas frente a “lugares comunes” Pero, ademas, si nos centramos en el tépos (“t6pico”), que es el corazén de una argumentacién 0, si se prefiere, el esquema de Ja argumentacién légica de un discurso retérico, a partir del cual se “inventan” (gr. Aéuresis, lat. inventio, esp. “invencién”) los argumentos técnicos de cada uno de ellos, encontraremos que solo hay cuatro “tépicos” comunes a las tres especies de oratoria (forense, deliberativa y epidictica), a saber, el de “lo posible y lo imposible”, el de “lo sucedido o lo no sucedido”, el de “lo que sucedera o no sucedera” y el de “la grandeza o pe- queriez de los asuntos” [Arist. KA. 1391b7-1393a22]. Frente a la escascz de los iépoi (“tépicos”) 0 “lugares co- munes” de la argumentacién, los aspectos psicolégicos que _ implica un discurso ret6rico son muchisimos, y por tanto también sus estrategias, como, por ejemplo, los diferentes caracteres de los tipos de oyentes a los que hay que persua- dir, las cualidades éticas que debe exhibir el orador para poder persuadir (sabiduria practica, virtud y buena volun- tad) y las causas, objetos y circunstancias de las emociones y las pasiones, los estados mentales de los malhechores o de- lincuentes, los componentes psicolégicos del caracter moral y de las virtudes, la aspiracién de la felicidad, Ja influencia innegable de las distintas formas de gobierno en los caracte- res y la virtud de los ciudadanos, etc. Son, en suma, muchos los recursos psicolégicos a los que nos podemos asir a la hora de confeccionar un discurso retéri- co persuasive que redunde en nuestro beneticio, y si ello es asi, con seguridad se debe a que el lenguaje nos proporciona y pone a nuestro alcance toda esa bateria de medios y disponibi- lidades, 7. El lenguaje persuasivo en el contexto politico-social Como el hombre es un animal politico-social que posee el lenguaje para mantener relaciones de indole psicolégica con sus semejantes, con sus conciudadanos [Arist. Pol. 1253a], para transmitirse mutuamente y compartir la “sensacién” (ais- thesis) [Arist. Pol. 1258a17) del bien, del mal, de lo justo ylo injusto, para “hacer ver” (delotin) a sus conciudadanos lo con- veniente y lo perjudicial, lo justo y lo injusto, el lenguaje debe estar bien dotado para tales funciones. E] lenguaje debe estar bien capacitado para que su usuario el hablante resulte digno de crédito a juicio del oyente [Arist. Rh. 1356a5], de manera que éste, movido por una pasion sus- citada por el discurso de aquél, emita un determinado juicio © voto (recordemos que, segtin explicaba muy razonablemen- te Arist6teles [Rh. 1358b12], el oyente es juez en la oratoria judicial y deliberativa), un juicio o voto que dependera en gran medida de su estado emocional, pues resulta que los hombres “no emitimos los mismos veredictos cuando estamos tristes que cuando estamos alegres ni cuando amamos que cuando odiamos” [Arist. Rh. 1356a15; Po. 1448b4]. Por la misma raz6n todos los hombres, viviendo en socie- dad y formando una comunidad politica, estén bien dotados psicolégicamente para gozar imitando y aprendiendo y admi- rando lo que imitan, como acontece con la pintura, la escul- tura y la poesia, y estén perfectamente preparados para aprender comparando imitaciones y diciéndose “esto es aque- llo”; por todo lo cual, como el lenguaje sirve para la instruc- cién y para la poesia, habra que concluir que sirve para ge- nerar estrategias psicolégicas en los discursos persuasivos {Arist. Rh. 1371b4]. ¥ de las ventajas y virtudes del buen estilo en el discurso de la persuasién puede obtenerse también un capitulo largo en una obra sobre la Retérica, y de hecho a Aristételes le salié todo un libro (el HI de su Retérica), en el que trataba de la 14 importancia del estilo a la hora de persuadir, de las excelen- cias estilisticas y de los exrores faciles de cometer en la dic- cién persuasiva, de la cleccién y la composicién de las pala- bras, de la dignidad y propiedad del estilo, de la necesidad del ritmo en el discurso ret6rico, del recomendable uso mo- derado de figuras, de la necesidad de emplear un estilo “que ponga las cosas delante de los ojos’ [RA. 1411b23], de la adaptacién de los diferentes estilos a Jas varias especies de ora- toria o a las distintas partes del discurso, y de la perfecta ade- cuacién del estilo a las estrategias psicolégicas y légicas emplea- das en él. Cuando esta escribiendo la introduccién al libro TI de su Retérica, Aristételes nos recuerda [Rh. 1403b10] que la persua- sién se produce siempre o porque los jueces se sienten animi- camente afectados en un determinado sentido, o porque el hablante ha dado buena imagen de su cardcter o porque algo ha sido demostrado. Y, como a continuaci6n afiade que una estrategia de persua- sién suplementaria consiste en dotar de buena forma estilistica al discurso, para que de este modo “parezca” un discurso de cierta entidad [Arist. Ra. 1403b15], el porcentaje de estrategias psicolégicas (psicolégicas y estilisticas) frente a las de orden 16- gico o demostrativo es de tres a uno. Asi pues, es evidente que el lenguaje es sobre todo un ins- trumento pragmitico, que da la impresién de que no esta am- pliamente dotado para reproducir y comunicar la realidad ni capturar la verdad, pero, en cambio, es sumamente util para hacer algo en el 4mbito de lo politico-social empleando estra- tegias de indole psicoldgica (psicoldgica y estética). 8. El lenguaje es lenguaje retérico Los antiguos griegos inventaron el arte de la Retérica, es decir, el arte de la persuasién por la palabra. Ahora bien, esta invencién no hubiera sido posible si el lenguaje de por si no fuera ‘retérico’, si no estuviera bien per- trechado de ‘retoricidad’. Justamente el gran descubrimiento de los griegos en este campo de la lengua fue el de mostrar el caracter retérico o ‘retoricidad’ del lenguaje. En realidad —como suele ser usual en estos casos—, primero la ¢jercieron y practicaron y luego reflexionaron sobre ella. Decir que la lengua es ‘retérica’ significa que la lengua pro- porciona una actividad con la que se puede convencer a otros, y esto sdlo es posible porque la lengua no capta ni reproduce totalmente la realidad, sino, mas bien, es ambigua, y mas apro- piada para la persuasién emocional y estética que racional, pero justamente por ello sumamente apta para influir en los demas y convencer en cuestiones donde la certeza absoluta est4 excluida, es decir, en Ja mayor parte de las cuestiones humanas. En efecto, la mayor parte de las cuestiones humanas —como decia Aristételes [Rh. 1357a24]— “admiten ser tam- bién de otra manera” (endékhetai kai dllos ékhein). Y los enti- memas (0 sea, argumentos deductivos en forma de silogismos ret6ricos) y los ejemplos (es decir, narraciones de casos con- cretos para probar por induccién una tesis general) de los que trata la Retérica, que son sus mas preciosos instrumentos de persuasién retérica admiten siempre, por decirlo asi, ser también de otra manera [Rhk. 1357a14]. 9. El lenguaje como instrumento para influir sobre los conciudadanos La funcién primordial del lenguaje humano, por tanto, no es la de reproducir ni transmitir lingitisticamente la realidad del 16 mundo, ni la de alcanzar la verdad incondicional, eterna e in- mutable, sino la de influir sobre el prdjimo, como animal po- litico-social que es el hombre [Arist. Pol. 1253a2], empleando estrategias emocionales y estéticas (en el fondo, psicolégicas ambas) para las que est extraordinariamente dotado. Digamos, pues, que el lenguaje es mas psicolégico (psicolo- gico y estético) y politico-social que légico y epistemolégico. 10. El carécter ‘mayoritariamente no-declarativo del lenguaje usual El ya tantas veces mencionado Aristoteles, en efecto, advertia en su De interpretatione que no toda frase del lenguaje es decla- rativa, que es la Gnica modalidad de frase en la que se da la posibilidad de decir la verdad o mentir. En efecto, s6lo en la frase declarativa se puede o decir la ver- dad o mentir (“el agua hierve a cien grados centigrados”),* mientras que no podemos hacerlo, aunque nos empeiiemos, en la mayoria de las frases que utilizamos, por ejemplo, en el ruego (si yo digo “jpa4same la chupa, hazme el favor|”), la ple- garia a los dioses (“;Virgen santa, Virgen pura, haz que aprue- be esta asignatura!”), la orden (“ja cubrirse!”), la pregunta (“ame hace Usted el favor de decirme qué hora es?”), la frase exclamativa (“jhorror, un helenista!”), las frases sacramentales (“yo os declaro marido y mujer”), las frases rituales (“jqueda inaugurado el aiio académico 2004-2005!"), las frases poéticas (“iverde que te quiero verde!”), etc., que son indiferentes al cri- terio de. veracidad, pues ni un ruego ni una pregunta ni una orden ni otros muchos tipos de frase son verdaderos ni falsos. Y afiadia el maestro que las frases declarativas interesan al filésofo, mientras que las numerosas no declarativas son im- +l ejemplo es, evidentemente, mio y también lo son los siguientes. Aris- toteles, en De interpretatione se limita a citar como ejemplo la plegaria y a decir que todos esos tipos de frases no declarativas han de estudiarse, preferente- mente, en la Retérica. 17 portantes en Retorica y Poética [Arist. Int. 17a]. De nuevo tie- ne razon, U1. Ell lenguaje para las mayorias Un discipulo del Estagirita (Arist6teles era natural de Estagira, antes Estagiros, localidad situada en Macedonia), llamado Teo- frasto de Ereso, ciudad de la isla de Lesbos (372-288 a. J. C.), que fue su sucesor como director del Liceo cuando su maestro abandon6 Atenas a raiz de la muerte de Alejandro Magno el ano 322 a, J. C., afirmaba que mientras que los filésofos gene- ran discursos basados en la validez verificable de los hechos, los poetas y los oradores producen discursos orientados a la rela- cin con la audiencia cuyo éxito consistia en convencer a los oyen- tes doblegando sus voluntades mediante el “placer” (hedoné) yel “asombro” (éplexis) (Fy, 84 Wimmer = 78 Fortenbaugh]. Con ello queria dar a entender que con el lenguaje pode- mos hacer dos cosas: 0 bien emplearlo al modo filoséfico para captar la realidad, o bien dirigirlo al préjimo y, en ese caso, intentar convencerlo o embelesarlo a través del placer y la ad- miraci6n que surgen, segtin la doctrina de su maestro, en la contemplacién de la obra poética que, en cuanto tal, resulta de la imitacién [Arist. Po. 1448b4]. Ahora bien, dado que —como decia su maestro— no todos los seres humanos son fildsofos [Po. 1448b13] sino sélo unos pocos, y puesto que a la mayoria de los humanos hay que ha- blarles en términos sencillos y no cientificos para poder con- vencerlos [Rh. 1355a24], es evidente gue el lenguaje de todos los dias es mds ‘retérico’ que filos6fico o cientifico, en el senti- do de més hecho para conyencer al préjimo con estrategias comunes: razonamientos simples “que admiten ser también de otra manera” [Rk. 1357a24], suscitacién de emociones en el ptiblico (pathos), presentacién atractiva del caracter del ora- dor (éthos) y hermosas palabras estilisticamente marcadas 18 (léxis) por su apropiada eleccién y sabia composicién [Rh. 1354a28). El uso que los humanos hacemos del lenguaje es, por tan- to, mayoritaria y prioritariamente ‘retérico’. De manera que el lenguaje es mas ‘retorico’ que filoséfico, es més apto para influir sobre la decisién de los demas en cuestiones que “admiten ser también de otra manera” (endé- khetai kai dllos ékhein) (Rh. 1357a24] que para reproducir ca- bal y definitivamente el universo mundo. E] lenguaje, segtin los antiguos griegos, sirve —por decirlo con palabras del sofista Gorgias de Leontinos (485-380 a. J. C.)— para, a pesar de su “mimtsculo e insignificante cuerpo”, “llevar a cabo divinisimas obras” [B11, 8 D-K] en la sociedad y en el Ambito poli- tico-social a base de persuadir y encantar a los conciudadanos con estrategias que, al modo de los ensalmos, afectan y embaucan el alma [Bll, 10 D-K], y no para formular discursos verdaderos, siempre alterados invalidados con el paso del tiempo {B11, 13 D- K], pues con el lenguaje no se puede ni captar ni reproducir ni transmitir definitivamente la realidad del mundo [B3, D-K]. Pero antes de llegar a esta fundamentacién de la Retérica a base de afirmar que el lenguaje es politico-social, que no capta ni reproduce la realidad y, por tanto, que no alcanza la verdad absoluta sino siempre verdades parciales politico-sociales; es mas psicolégico que légico, mas apto para emocionar con los sentimientos y.embelesar con la belleza de las palabras que para razonar por el camino de la verdad, ya los antiguos grie- gos sabjan intuitivamente, mucho antes incluso de formularias, de estas cualidades del lenguaje y Jas ejercfan con acierto, visto- sidad y galanura. 12, El uso del lenguaje: Hermes y las Musas En efecto, los antiguos griegos consideraban al dios Hermes patrono de la elocuencia [Aristid. II, 396], de esa accién ‘re- 19 térica’ bien encauzada a través del lenguaje, que, andando el tiempo, se convertird en objeto del Arte Retérica, es decir, de esa actividad tan interesante, util, pragmatica y lucrativa del lenguaje que conduce a lograr la persuasién de los oyentes. En realidad, Hermes era, en la Mitologia griega, dios de la comunicacién (en cuanto mensajero de Zeus), de la interpre- taci6n (en cuanto intérprete del pensamiento y de la voluntad divinas) y asimismo ejercia otras actividades menos samitas, como escamotear, fingir, contar embustes y negociar [Pl. Cra. 407e]. Ya en el Hino Homérico a Hermes, composicién que data del siglo vi a. J. C., el recién nacido dios, que habia robado los bueyes de Admeto que apacentaba Apolo, se defiende de la acusacién de robo que ante el tribunal de Zeus le interpuso su divino hermano, el agraviado, empleando un argumento enganoso llamado més tarde en Retérica “argumento de la ve- rosimilitud” 0 “argumento de la probabilidad” 0 eikés, un ar- gumento fundamental en el entramado légico de la Retérica que el divino infante formul6é de esta guisa: ;Cémo un recién nacido ha podido ser capaz de robar una vacada de bueyes? (hk. Merc. 265 ss.J. En realidad, un recién nacido no puede hacer tal cosa. No €s, pues, verosimil que lo hiciera. Pero un dios sf puede ha- cerlo. Es verosimil, dentro de la concepcién del mundo de los antiguos griegos, que una divinidad realice portentos. Pero esto Ultimo no lo mencioné el divino “principe de los ladro- nes” [h. Merc. 292], que entre dos verosimilitudes escogiéd la que en ese momento mds convenia a sus particulares inte- reses, Y estaba en su derecho de no mencionar esta segunda ve- rosimilitud, pues el lenguaje se compone de sonidos y silen- cios que se emplean segun la voluntad del hablante sin que ni siquiera con la mentira sufra menoscabo este poderoso instrumento de comunicacién. El lenguaje ni sufre ni padece cuando es portador de falsedades. 20 Las hesiddicas Musas del Helicén, que, en el poema de He- siodo (ca. 700 a. J. C.), con voz acompasada al ritmo de sus pies que danzan, cantan en amable coro la “teogonia” o gene- racién de los dioses, para deleite del Cronida todopoderoso, el dios Zeus que es padre de los dioses y los hombres [Hom. I, 544 al.], advierten a los zafios pastores que ellas saben contar muchas mentiras parecidas a narraciones verdaderas, pero que saben también proclamar verdades cuando asi les parece y les viene en gana [Hes. Th. 27]. El lenguaje sirve para hacer algo, por ejemplo, para tra- tar de engafiar a Zeus, como pretendia el pequeno Her- mes, 0, por el contrario, para cantar celebrando a este mis- mo dios, el Portaégida, y a la soberana Hera de Argos (Hes. Th. 11] y para ensefiar a Hesiodo ese hermoso canto [Th. 22]. Pero, se haga lo que se haga con él, no altera su forma por el hecho de servir de vehiculo a una mentira, porque el lenguaje no es una reproduccién fiel de la realidad, sino que por vocacién es mas ‘retérico’ que filoséfico, mas psico- légico que légico, mas destinado a la accién politico-social que a la descripcién puntual y exacta del wunde , de la vida. Por eso las Musas Heliconias acertaron al cantar estos dos versos: “Sabemos decir muchas mentiras / a cosas verdaderas pa- recidas, / pero también sabemos / verdades proclamar cuan- do queremos” [Hes. Th. 27-8]. He aqui, poéticamente declarada, la ‘retoricidad’ del len- guaje. Esto mismo dicho en prosa y en roman paladino sonaria asi: El lenguaje es capaz de decir la verdad o la mentira (se- gin interese a sus usuarios) con la misma sangre fria, con idéntica imperturbabilidad, sin que, al expresar el engajio, en absoluto se altere, modifique 0 pervierta el entramado lingiiistico mismo que lo conforma. 21 13. El lenguaje como “sombra de ta realidad” Da la impresién, por tanto, de que la sangre del lenguaje estd constituida por la ‘ficcionalidad’, que da el ser, entre otros productos, a la poesia (cualquier obra literaria, o, mejor di- cho, poética), y por la ‘retoricidad’. Lo importante para nosotros en este momento es que el len- guaje no tiene vocacién de ser el fiel retrato de la realidad, sino mas bien de ser instrumento de accién mds bien psicolégi- ca y politico-social. Como dijo el filésofo Demécrito de Abdera, ciudad de Tra- cia, del siglo v a. J. C. (nacido hacia el 460 a. J. G.), las palabras no son mas que meras sombras de la realidad de los hechos [B145 D-K]. Y todos sabemos que las sombras, al resultar de la privacién o disminucién de la luz, son aparenciales y engafosas. Las palabras —decia también— son “estatuas que hablan” [B142 D-K]. Con ello queria decir que el lenguaje produce hermosuras pero que no son siempre reales. Las palabras son representaciones, de modo que, aunque se las comparara a bellas estatuas parlantes, no dejarian, por el mero hecho de hablar, de ser representaciones y no realidades vivas. Y asi —proseguia— de las dos sflabas que forman la palabra griega medén, que significa “nada”, “no tiene mas realidad la segunda el dén (el “da”) que el medén (el “nada”)” [B156 D-K]. Si el lenguaje fuera un artefacto légico, dén deberia significar “algo”, de modo que, dado que me significa “no”, la voz medén, como seria ldgico y cabria esperar si el Ilenguaje no fuese irra- cional ¢ incoherente, significaria “no algo” o sea “nada”. Pero al lenguaje —csto Io vio bien el fildsofo Demécrito— no se le puede pedir rigor matematico ni coherencia ldgica. 14, Demécrito y et lenguaje fruto de la convencién Pitégoras crefa que el lenguaje era por naturaleza un calco exacto y preciso de la realidad, que las cosas se llamaban 22 como por su natural o por su propia esencia tenfan que Ma- marse, y no de otra manera, porque el nombre se lo habia impuesto un alma que imitaba la mente privilegiada del sabio principio que a si mismo se conoce y que dio el ser a las co- sas. Contra él, Demécrito sostiene que todo ese dogma es in- sostenible porque las palabras son por convencién y en modo alguno por naturaleza [B26 D-K]. Se basa en cuatro razones para validar su teorfa: en primer lugar, la homonimia, pues ¢cémo es posible que cosas distin- tas se Ilamen con el mismo nombre si el lenguaje es “por na- turaleza” y refleja la verdadera y distinta naturaleza o esencia propia y peculiar de cada cosa, lo que cada cosa de verdad individualmente es? A este defecto del lenguaje lo Ilamaba él “polisemia”, poltisemon. En segundo término, la sinonimia, por la que a una sola cosa se refieren perfectamente y sin originar problema alguno varios nombres: :cémo va a ser el lenguaje una entidad “por naturaleza” si a una sola cosa le corresponden denominacio- nes varias? A este defecto o falla del lenguaje lo denominaba “equilibrio”, isérropon, igualdad de peso semantico de pala- bras externamente distintas. En tercer lugar, por la trasposicién o metatesis o intercam- bio de los nombres (metonimia), como ocurre con la metafo- ra, trasposici6n en la que intercambiamos una palabra por otra, o en el empleo de los apodos 0 nicknames. Por ejemplo —comenta Proclo en su Comentario al Cratilo, que es la fuente de estas informaciones—, “Platén” es el apo- do con que es conocido el gran filésofo griego que, en reali- dad se Mamaba “Aristocles” [Zn Cra. 16, p. 5, 25 Pasquali]. Todos estos hechos de imparable trasiego o trasvase ¢ inter- cambio de nombres demuestran que no hay ningtin vinculo natural entre la cosa o persona designada y un presunto nom- bre exacto o verdadero que la designe. No hay, al parecer, nombres definitivamente exactos o verdaderos para las dife- rentes cosas 0 personas, por lo que en el lenguaje se produ- 23 cen todos estos desérdenes metonimicos. A este fallo del len- guaje lo Hamaba “trasposicién o intercambio de nombres”, 0 metonimia, meténumon. Por Ultimo, ocurre que determinados nombres cuentan con derivados verbales y otros no, Este es un gran defecto del lenguaje, una irregularidad innegable que demuestra que en su origen no se encuentra la naturaleza, que es regular y no falla, sino la mera convencién, que es arbitraria y actia a su antojo. Denomina a este nuevo punto débil del lenguaje “ca- rencia de palabra” 0 rénumon. El lenguaje no es, pues, “por naturaleza”, lo que implicaria que cada palabra conservara por lo menos una sombra o fragmento de verdad arrancado a la cosa misma que designa, sino “por conyencidn”, lo que presupone que nada hay de verdad en las palabras, que nada hay en ellas que correspon- da ni a la sustancia ni al perfil de la cosa por cada palabra designada. Como el mismo Demoécrito dijo, “de verdad no sa- bemos nada, pues la verdad se encuentra en las profundida- des” [B117 D-K]. Hay que ser, pues, muy cautos a la hora de fiarnos del len- guaje como instrumento destinado a interpretar la realidad. 15. El peligro de filosofar con el lenguaje Asi pues, el atractivo, el enorme atractivo del lenguaje no de- riva en primera instancia de su capacidad para la filosofia ni para la clasificacién clara y distinta de las diferentes existen- cias que se registran en el mundo, sino de su aptitud para la vida politico-social, de su capacidad para influir en Jos conciu- dadanos con estrategias mds psicolégicas que légicas. EI lenguaje proclama a voces, desde los primeros textos de los poetas y los fildsofos, su ‘retoricidad’. De manera que, aunque Platén en el Crétilo [Cra. 398d} afirma que los héroes de antafio eran los rétores (hasta aqui 24 encaja la atroz e insostenible. etimologia que hermana las irreconciliables voces héros y rhétor) y también los fildsofos, la verdad es que, tal como nos lo hace saber Cratino (ff. ca. 440 a. J. C.) en su comedia titulada Los Quirones, en los uté- picos tiempos felices que en ella se aforan, los hombres sa- bios de gentil temperamento y extraordinariamente bellos que exhibian su sabiduria de dulces palabras eran exclusiva- mente los buenos oradores expertos en el manejo del len- guaje [256 K-A]. Filosofar con el lenguaje fue, es y sera siem- pre peligroso. Dejando ahora aparte las hermosas utopias literarias, la verdad es que el lenguaje resulta sumamente util en cuanto que genera acciones que, en provecho del hablante, afectan al préjimo, persuadiéndolo o embelesdndolo para la accién en e] ambito de lo politico-social. Y por eso, tanto en los versos de Homero como en los de Hesiodo se nos refiere que al orador y al.aedo 0 poeta cantor las gentes del pueblo los contemplan con admiracién y asom- bro, como si fuera una divinidad, cuando entre ellas pasa ca- minando por la ciudad [Hom. Od. VIII, 173 y Hes. Th. 91). 16. El lenguaje es ajeno al criterio de veracidad EI hablar bien, eficaz y persuasiva o encantadoramente es una cosa y la representacién cabal de la verdad mediante el len- guaje es otra cosa muy distinta. E] lenguaje tiene una perversa inclinacién a la mentira em- bellecedora 0, si se prefiere, una total indiferencia al criterio de veracidad, sacrificado con frecuencia a favor del placer es- tético, lo que explica que el religioso poeta Pindaro (ca. 518- 445 a. J. C.), lleno de santa indignacién, censure historias fin- gidas sobre los dioses y los héroes que Homero habja contado muy hermosa y poéticamente [O. IX, 29] (“deja las guerras y batallas todas / bien fuera del alcance de los dioses” [O. IX, 25 40}) o las innumerables leyendas inmorales e inaceptables que habian penetrado en la poesia (“que los mitos que cuen- tan los mortales / rebasan el discurso verdadero” [O. I, 28]) y que critique a Odiseo por su elocuencia plagada de mentiras (“yo sospecho que la fama de Odiseo / sobrepasé a sus pade- cimientos / gracias a Homero el del dulce verso” [N. VII, 22]). La connatural propensién del lenguaje a lo psicolégico y estético con desentendimiento o desprecio del criterio de ve- racidad explica su fuerte vocacién ficcional, su connatural in- clinaci6n a la mimesis fictiva que es la poesia, pues, por decirlo con las poéticas palabras de Pindaro, “trabajadas muy esmera- damente / con falsedades de colores varios / nos seducen con su encanto las fabulas” [O. I, 29]. El gran historiador Tucidides (ca. 455-400 a. J. C.) descon- fia sistematicamente de los poetas, que, como el gran Home- ro, en razén del propésito estilistico que les mueve, tienden al increible engrandecimiento y la exageraci6n falaz de los he- chos que narran [I, 10, 3]. ATRIBUTOS DE LA ELOCUENCIA HEROICA 17. El lenguaje como portador de una intencionalidad Empleando la verdad o la mentira, el propésito fundamental del usuario del lenguaje es influir en el oyente para su propio beneficio mediante el cumplimiento del propésito de las pala- bras por é1 pronunciadas. Lo que desea todo hablante, todo usuario del lenguaje, es disparar las palabras “aladas” [Hom. Z. I, 201, al], tan “ala- das” como las flechas [Hom. I. V, 171; XVI, 773], para que se cumplan, para que alcancen su objetivo, para que se claven en la diana de la realidad segtin los deseos de sus arqueros, como acertaron las de Atenea que prometiecron a Aquiles una 26

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