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Rosert B. REVERE Carfroxo IV «Tierra de nadien: los puertos comerciales del Mediterréneo oriental En el Proxisio Oriente de la Antigiledad, especialmente en Asia Menor, Siria y Palestina, nos encontramos ante dos entidades terti- toriales separadas habitadas por pueblos diferentes: In costa y el con- ‘tinente. La estrechez de la franja costera lenaba su coexistencia de paradojas. Y, sin embargo, un pufiado de griegos consiguieron asen~ farse en lo que demostré ser una de las reas cconémicas y estraté- ‘gicas més importantes del Mediterraneo y el mar Negro. Gozaron sus enclaves de una existencia independiente de siglos de duracién, a pesar de la presencia de grandes imperios en el interior. En efecto, desde mediados del tercer milenio se estableciezon de forma pactfica fen Ia costa siria ciudades comerciales que florecieron y durante muchos aiios no fueron molestadas por las potencias militares del interior.* Las razones de que estos enclaves costeros permanecieran telativa- mente tranquilos son complejas. En algunos lugares fueron razones nilitares, en otros ccondmicas...A exceptién de puntos amurallados, especialmente peninsulas separadas de tierra firme por un muro 0 {slas rocosas, Ia costa era una zona indefendible y esencialmente in- ‘segura. Asi, los peligros militares de una posicién costera debieron de originar una «costa de nadie» que atrajo las colonizaciones griegas, mientras que la espectacular independencia de las ciudades feniclas se explica por factores fundamentalmente econdmicos. ; ‘Es significative que no tengamos noticias de que los Estados inte~ iores offecieran resistencia alguna a los asentamientos costeros. Los grieges no son el tinico ejemplo. En el sur de Palestina los flisteos, que participaron en un intento de invasién de Egipto que fracasé, consiguieron a pesar de todo consolidar sus enclaves en la costa a las # La ‘esis desarrollda en este capitulo me fue sugerida por el profes Kail Polanyi'en el Infonne numero 1 dal Progeama Interdiseiplinasio de Ya, Universided Be ehumbis, 1954 Gnimeogreiado), que Hievaba el titulo de «Talasofobla antiguas. ar mismas puertas del Imperio ‘egipcio."¥.tampoco los israclitas hicieron ninguna tentativa de expulsar a los filisteos cuando, on el reinado de ‘David y de Salomén, consiguicron un poder militar considerable sobre el traspais. ” ‘Mas al norte, on la misma costa, Sidén y Tio presentin una “historia libre también de agresiones y de duracién todavia mayor, con ‘Al Mina y Ugarit como predecesoras septentrionales. El hecho de que "gus veeinos no las molestaran no se puede atribuir en este caso a fac- ~ ores puramente militares. Estas présperas ciudades estaban engrans- das en un contexto cconémico fundamental para Ja organizacién in temacional del comercio, incluyendo al de las'potencias cotinentales; <ése fue el origen de su relative seguridad. Este estado de cosas nos sorprende porque altera nuestras concep clones sobre el comportamiento de Jos imperios. La historia moderne etd lena de ejemplos de su capacidad por tierra y por mar: la riva- = Yidad entre Inglaterra, Espafia y Holanda para controlar el canal, el anhelo ruso de puertos de agua tomplada desde Jas campafias de Pedro fl Grande contra Suecia para dominar Ia costa béltica hesta Ja incur- ‘sia ea Manchuria organizada’ por Nicolés II. Las potencias modemos paresion estar convencidas de que sin una flota fuerte y sin, posecr Zonas costeras estratégieas no podia alcanzarse plenamente la categoria de nacién. ‘Parece ser que, desafiando esta ley pretendidamente universal, en el mundo antiguo funcionaba un principio muy diferente. En reali- «dad; hasta’ bien entrado el primer inilenio a. de J.C., debié de existir ‘na actitud continentalizadora por parte de las potencias interiores, ‘actitud que variaba desde un rechazo total de Ja costa, que era el caso més frecuente, hasta una prudente.coexistencia y, en algunos casos, ‘un control remoto.* La politica seguida por los imperios mesopotimicos y Egipto, ast como por el Imperio hitita de Asia Menor debié de ser la de abstenerse fe ocupar zonas costeras. Analizaremos primero el caso de Mesopo- tamla y Bgipto, completando al estudio con unos evantos datos nuevos sobre los hititas. Seguird, una investigecién sobre la costa fenicia, basada en nuestros conoeimientos més recientes sobre Al Mina y Ugarit Finalmente, trataremos de mostrar e6mo el rechazo de Ia costa es reem- | plazado alrededor del segundo cuarto del primer milenio a. de J. C., por $j tna simbiosis entre les imperios y las ‘ciudades comerciales de la costa. * Ver ms abajo, pigs, 208-210. 88 MESOPOTAMIA Y EGIPTO El primer hecho que, por si mismo, pucde inducirnos a reparar on tuna espeeie de talasofobia arcaica es Ia persistencia con la que los tenritorios de las ciudades-Estado de Sumer, Babilonia, Asiria, Mitanni, ctoétera, se resistieron a ‘desplazar sus centros de gravedad hacia le costa, Lo mismo se puede decir de Egipto. La situacién de la mayorla de estas zonas era fluvial, pero ninguna de cllas hizo al parecer e5- fuerzo alguno para acceder al mar. Las vicisitudes historicas “deter minaron toda tna serie de configuraciones de poder diferentes en 1a zona situada entre los lagos de Van y Urmia en al norte, el golfo Pérsico y cl mar Rojo on el sur y el Mediterréneo en cl oeste, pero en. ‘momento alguno se produjo ningin esfuerzo continuado que pudiera sugerit una tendencia hacia ol mar por parte de las potencias conti- entales. Este os cl marco inmutable de Ja historia mesopotimica, que no hay que perder de vista al valorar acontecimicntos que a veces parceen apuntar en la direccién opuesta. Existen diversas inscripeiones que recogen Jas ambiciesas conquis- tas occidentales de’ los gobernantes mosopotimicos. Tenemos la que se refere a Sargon I de Akad, que habla de que Yarmuti ¢ Ibe hhablan sido sojuzgadas. Datos similares, pero més auténticos, refieren cexpediciones casi idénticas Hevadas a cabo por su sucesor, Naram-Sin. En contextos diferentes, Gudea de Lagash y, posteriormente, Dung, de la tercera dinastia de Ur, mencionan sus hazafias occidentales, y tuna inseripcién de Shamshi-Adad II de Asiria dice as{: «Mis grandes nombres y mi estela yo levanté en la tierra de Laban, a orillas del Gran Mars Tukulti-Urta reivindicd sus derechos sobre la isla de Babrein y Melucha, en cl sur? vere {Cudl era, en lineas generales, el caricter de estos avances hacia la costa? Justifcan Ia ercencia de que en los milenios tercero y se- gundo los imperlos mesopotimices tenfan intencién de conquistar Shentener aquellas zonas costeras? {Constituyeron guaraiciones mili- fares, nombraron gobernadores u otros funclonatios, levantaron una jerarquia religiosa, administraron el comercio exterior o recaudaron ‘tibutos regulares? Casi no existen documentos que puedan avalar estas hipétesis [Las inscripciones de Gudea de Lagash? nos ayudan a descubrir le naturaleza de algunas de sus aventuras costeras: De la montafa de Amanus convirtié on lefia codros de 60 codas de longitw’, cxdros do 50 codos de Jongitud y frboles de ularinu de 25 codos de longitu y fos buj6 de la montafa., 2aj6 polvo de oro del monte Kahihu...Bajé polvo de So det monte Melucha.Trajo ovelas vivas con sus corders, y eonvirté en slervos sus pastores. 89 Jul i Los detalles parecen sugerir expediciones de abastecimiento, con | frecuencia dificiles de distinguir de operaciones de pillaje, para conse~ ‘guir material para construir templos, como grandes piedras 0 maderas raras, © para extraer oro de los torrentes. Se trata de una forma de comercio extremadamente ambigua. Los articulos que probablemente ‘se transportan para ganarse la benevolencia de los natives no son necesariamente Ja ultima ratio de estas caravanas armadas. Su orga~ nizeién es més bien Ja de correrfas para conseguir botin 0 esclavos, Gquizd para hacer pager rescates a enclaves débiles, pero principalmente para fecilitar el comercio cxpedicionario. Se efectia una incursién ‘contra algin rebafo, y los atacantes se Hevan a los muleros junto con | sus mulos y a los pastores para vigilar las ovejas capturadas. De ver | La este tipo de pillaje indiscriminado, tala de bosques y abastecimiento i general, Es un procedimiento con muchos aspectos diferentes. | No parece haber datos que nos obliguen a concluir que otras ope- | raciones procedentes de Mesopotamia y Asiria eran esencialmente di- ferentes de aquellas incursiones y correrias expedicionarias de abaste- ccimiento. Datos como la afrmacién de Shamshi-Adad I de que habia | evantado una estela. no indican necesariamente que hubiera gober- i nado y no sélo visitade, que bubiera administrado en ver de intimidar simplemente. Tukulti-Urta menciona lugares muy alejados del cora- z6n de Asiria. Para incorporarlos a su imperio habria tenido que go- bernar Babilonia y también las Tierras Maritimas, lo que no parece. apoyado por ningin tipo de documentacién emplrica.” ' | * ‘Los antiguos imperios mesopothmicos, pues, segrin parece, no esta- Dlecferon nunca un control permanente de la costa ni Jo intentaron siquiera. Por lo que sabemos, no se cumplié pricticamente ninguna de las condiciones antes enumeradas como presupuestos de la dominacién. En Ja politica costera egipcta estin implicadas tres regiones: el delta del Nilo, las ciudedes fenicias y filisteas, y los mares Rojo y Medite- rréneo, escenarios de las actividades maritimas de los egipeies Desde Ia época de la unificacién de Egipto, éste habia comprendido el delta del Nilo. Sin embargo, ha de efectuarse una distineién radical centre el interior del delta y la franja costera, que es la ‘nica que aqui nos interesa, H.R. Hall ha sefialado que en tiempos antiguos los pueblos del delta costero eran considerados extranjeros. Los pantanos de Ia zona habian sido siempre un lugar separado del Egipto propia- mente dicho.‘ Los invasores hicsos pudieron consolidar su poder en el delta, levantar su capital, Avaris, y, utiizando los pantanos, diri- girse hacia el sur. Ipower, el profeta egipcio, se lamentaba: «Miradlo [el delta), esté en manos [7] de los que no lo conocieron como los que Jo conccen, Los asiiticos dominan los artes de los pantanos. Hi fuera del delta han echado rafces los extranjeross.® Durante la deca 90 en cuando, se destruye una ciudad si sus hebitantes ofrecen resistencia -* dencia de Egipto, refiejada en Ia historia de Wen-Amon, tendieron a gobernar la zona principes independientes.° Los libios se infltraron fen varias ocasiones y finalmente los caudillos libios se establecieron alli” El caricter marginal de los aguazales era todavia evidente en el siglo vit a. de J.C, en tiempos de la elianza de Psamtik con los hombres de bronces de Jonia.* Si el Bajo Egipto hubiera intentado seriamente asegurazse el con~ tol de aquella regién no hubiera sido posible con tanta frecuencia cl fraceionamiento del delta costero. Este, pues, debid de ser una es- pecie de tierra de nadie, que acogia continuamente a fugitives o extran- jeros que llegaban por mar y que, en general, estaba en malas rela- ‘iones con Egipto. “Tras la expulsion de los hicsos los egipclos avanzaron por Asia, organizando al paso de sus ejércitos a las ciudades, costeras fenicias como satélites. Estas ciudades tuvieron que aceptar guamiciones mili- tares y el gobierno de dirigentes nativos Ieales a Egipto. No obstante, el interés egipcio por estos enclaves maritimos no ppasé de ser limitado, No fueron incorporados al imperio, sino que conservaron su soberanfa. Sabemos que los egipefos pagaron bien los favores de los gobernantes nativos,* y las guarniciones militares esta- ban compuestas con frecuencia por mercenarios no egipcios.® Por consiguiente, podemos deducir que si a los invasores les interesaban aquellas ciudades era s6lo porque proporcionaban almacenes de abas- tecimiento militar para el imperio y porque permitian tener los fancos pprotegidos al avanzar hacia el interior. Sus esfuerzos militares estaban dirigidos inconfundiblemente hacia el traspals, no hacia la costa. Se ha dicho que el mar Rojo y el Mediterréneo eran los escenarios de la actividad egipcia de comercio maritimo, en la que se podian incluir logros tan notables como la expedicién a Punt, el canal del Nilo al mar Rojo y continuas operaciones comerciales por el Medi- terrdneo orient ‘A pesat de sus aventuras marineras, los egipeios consiguieron evitar la costa. No se conoce ningiin enclave permanente 0 puerto egipcio en el mar Rojo o en el Mediterrineo. Los asentamientos, costeras hhabrion facilitado sin duda el comercio regular; el hecho de que 20 se produjera ninguno hace sospechar que el.comercio egipcio tenia un carlcter accidental, expedicionario. Como en el caso de Tas incursiones ‘mesopotimicas hacia el oeste, dichas expediciones tenfan como fina~ lidad la obtencién de materiales determinados, como, por ejemplo, maderas aromiticas y animales exéticos en la expedicién de Hatshep- sutut a Punt, . El hecho es todavia més sorprendente si se tiene en cuenta que Egipto esti situado a orillas de dos mares en los que se desarrollaba una activided comercial bastante intensa. Sin embargo, se trataba en a1

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