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capire la historia de la literatura argentina 20 La generaci6n del ponents ae YF la imaginacion ‘dela literatura argentina. 20. La generactén det ochente:’ ja imaginacién € sido, preparado poral do América’ Latina. CAPITULO® cone a. través a0 sus 56fasciculosy una:Historia. de\fiad= Literatura Arge! Fe ee légicamento-desde la“Conquista: Colonia hasta nuestros: dias. El mi 4etial grafico con que sé ilustraré la Historia, estrechamente.vircculado con el texto, brindaré. a los. lectores “una visién viva y amena de nuestra litera, _ y dol pals, Cada fascicul ‘yez,.un trabajo organic y-com- cto, CANE Y WILDE ——RASGOS BIOGRAFIOOS DE CANE. —+EL ESTILO'DE CANE: LA “PROSA’ © UGERA” "EN: MAI” YSSUVENILIAY 9 | | ' _La generacién del SO: Ja imaginacién ‘Todas las condiciones que empezaron ‘a transformar la sociedad argentina a partir del dltimo cuarto del siglo XIX ¥, purticularmente, todas aquellas Condiciones que incidieron para con- yertir a Buenos Aires en una ciudad de fuerte relieve demogrifico y en tun centro consumidor de cultura, tra- Dajaban, dentro de esta “generacion del 60" distinguida por tantas carac- terfsticas proplas, a favor de la irrup- cin masiva del género novelesco. Gé- nero considerado habitualmente como tuna expresién de madurez, propia de tuna sociedad desarrollada, la novela ebia llegar puntualmente, en su mo- mento, para’ confirmar la existencia de wna sociedad estabilizada y con fisonomia propia. Tanta era la certeza sobre Ia inmi- nente aparicién de una novelistica eultivada por narradores dedicados tespecificamente a este género, que tun observador inquieto como Ernesto Quesada (1858-1634) podia hasta fan- dar sus conjeturas sobre los caminos que habrian de seguir los novelisas, tuna vez que éstos aparecieran dis. puestos a cubrir el hueco padecido hasta entonces por la. literatura na- cional. Quesada admitfa, desde Ineo, Ja precedencia de Amalia, La novia del hereje y Tos escasos titulos cono- eidos ya por sus lectores. Pero con la mirada puesta en el futuro inme- diato, sostenfa, en el afio 1884: “que Ia novela social es e] campo de accién més propicio para el novelista; campo de accién variedisimo, sea estudiando Ja miltiple vida de nuestras grandes ¥y eosmopolitas ciudades, las pintores- cas costumbres de los gauchos y de Tos que habitan las campasas 0 las serranias, sea penetrando en la sine gular vida de las colonias, o deseri- bbiendo In existeneia patriareal y los rasgos caracterfsticos de la vida de las provineias mediterrineas”, (En Re- sefias y crticas, Buenos Aires, 1893). En términos generale, los hechos vi- nieron a confirmar Ia conjotura del eritico, aunque la designaciinwtiiza- da, “novela social” resltara dem find amplin para prosisar las Varian tes del eostumbrinno reallta"y- del uturalismo on las quo #0 plasnd el proceso de enptacion de la realidad Trgentin. Basta ast recordar que entre 1844 y 1680 yaparte la obra de los cullores de una prosaevocativa’ofragmentaria como Cané, Wilde o Manslla, dotada sin embargo de caractristicas ar tivas,aparecteron La gran aldee de Ineo V. Liper, lnocentes 0 culpa- PlesP de Antonio Argerich,y todas las novelas de Cambnceres, lay primeras de Ocantos y Severo J. Vila, La familia’ Quilango, novela corta, de Gant, 7 que yu por ens ston ore tregaban’a ae preneas sus primeros trabajos Roberto J. Payré y José Sito Alvarez (Frey Mocho} pars compro. bar la iupelén masiva de wna veltien argentina preocupada por Teflear el contorno inmediato y con- tras en los rasgontpicos del genera Yl ogregamon a esta nding, como ts de rigor, lt meneida de daardo Gutizrer, que desde antes ‘deco. mmenzar In década_se-dedicaba infa- Uigablemente a fjar una galeria de tipos populares (juan. Moreira, Juan Cuello) oa recrear sobre la base de Ja obvervacién de los. mismor una fuerte de efleaelsina mitologa pep ing ln logitimidad ie nquel ui re- sultaentonces definitiva En el emincindo de Quesada ft, sin embargo, el reconocimiento. de tina coments de literatura fatten fe floreei6 por-esos afin, que at deaso no aleanz6 el desarrollo prio del génevo noveleseo, logré en algae nos de. sus cutores’ resultados fpreeables que su simple oligo ds- locaia el equlligrio en cualquier pa- norama dela literatura de ficctin fsrita durante la décnda del 80. La literatura fantistica. —Dificit de delimitar y de ponderar en sus Emesto Quesada Ve 437 José Maria Ramos Mejia Florentino Amoghino 458 ccontenidos, la aparicién de una lite- rtura fantistica en la Argentina reconoce, al menos, desde el siglo XIX, dos vertientes’ suficientemente cexplicitas, Una apela al anundo sobre- natural y desconocido; se puebla de visiones y fantasmas; pretende sedu- cir por lo extravagante o impresionar por el terror. La otra propone tam- bién situaciones y mundos diferentes 4 los de a experiencia cotidiana y ‘vulgar, pero en vez de tomar como punto de partida los datos de la sen- sibilidad, de a imaginacién o del simple prejuiefo, se apoya en las ul timas comprobaciones de la eiencia © pretende, al menos, manejarse de acuerdo con corrientes de Ia época, con algunas de sus formulaciones teb: Hicas 0 metodolégicas. No es casual, entonces, que la segunda vertiente empezara a adquirir su propia fiso- nomia al avanzar el siglo XIX, simul- tineamento al enorme adelanto de Ia ciencia y a Ia consolidacién de st prestigio cada dia en ascenso. En la Argentina, frente a Ia Ieve tra dicién acreditada por la primera for- ‘ma de literatura fantéstica, sorprende el ripido crecimiento de la segunda, cen coincidencia con el desarrollo del conocimiento etentifico y de la reso- nancia casi mitiea con que el mismo ert recibido en algunos sectores. Poco antes de iniciarse la década se dan ya ejemplos de este desarrollo de la ciencia y sus modernos postulados. Un brillante graduado de Ja Facultad de Medicina, el doctor José Maria Ramos Mejia (1852-1914), impresiond vivamente a los efreulos intelectuales con Ia primera entrega de Las new- tosis de los hombres eélebres (1878), tun ejetcicio de aplicactén de los alti mos adelantos de la medicina en el estudio de Ia fisiologia y Ia patologia del sistema nervioso, Tres afios des pués, el autodidacto Florentino Ame. ghino (1854-1911) regresaba de Eu- ropa, con la sida amistad de muchos cientificos de renombre y con el pric mer tomo de una obra que habria de causar vaste repercusién en el ambiente: La antiggiedad del hombre en el Plata, un audacisimo intento por emostrar que los primeros habitantes de las pampas fueron contempordneos do los enormes megatéridos y los glyp- todontes En este cla de fervor y acatamiento cast undnime las empresas que pa- fecieran signadas por ef rigorismo de In cieneia, y que se trasluce en todos Tos intelectdales del momento, el brote de literatura Fantistica que. surge al. rededor de In déenda del 80 musta on bastante naturalidad rasgos muy visibles de impregnacién cientficista Veamos algunos ejemplos En 1879, se public Buenos Aires on el afio 2050, novela de antici la manera de Julio Verne, escrita por un desconocido A. Sioen, de ori gen francés, que agotd su imaginacién fen el emunciado del titulo, si hemos de atenemos al severo julcio con que Navarro Viola acusé recibo de la obra en el Anuario Bibliogréfico. Al ano siguiente, Radil Waleis, seudénimo de Luis Varela (1845-1911), hijo de Flo- reneio Varela, que ya habia tentado algunas incursiones por el género fan- tistico, publics El Doctor Whiintz, relato no muy extenso, cuyo protago- nista experimenta sobre cadiveres de ajusticiados para deduelr del andlisis de los centros nerviosos el asiento de Ja voluntad. Carlos Monsalve recoge en Péginas literarias (1881) y en Jue venilia (1884) algunos relatos. insp sados en Ia fantasia truculenta de Pox a mitad de camino entre lo sobrena- tural y el respeto al razonamiento: cientifico, Eduardo Ladislao Holm- berg (1852-1997), por ultimo, explots decididamente las posibilidades del énero y desde sus primeros relatos, Dos partidos en lucha y el Maracilloso ‘viaje del sefor Nic-Nac, aparecidos en ‘DOS PARTIDOS BN LUCHA L vous Portada de ta primera edicién de Dos partidos en lucha, de Holmberg 1875, mostré que podia hacerlo con soltura, Amigo de José Marla Ramos Mejia, médico como él, apisionado también por los postulados del positivismo, Holmberg eanalizé su actividad pro- fesional en el campo de las ciencias, naturales. En el conjunto de la am= plia labor que realiz6 como natura- lista, la Iiteratura impresions, desde Iego, como una actividad comple mentaria, pero no eabe duda de que para Hoimberg Ia literatura se con- vyertfa, con frecuencia, en una manera de transvasar a un Tenguaje distinto muchos de los esquemas quie preoen= aban; en un sentido lato, su labor de cientlifeo. Es cierto que sus relatos fantésticos permiten veconocer, a ve- ces, lecturas muy aprovechadas de foffmann, con su propia carga del nebuloso romanticismo alemin, pero en los més, y probablemente en. los mejores, la fantasia so inserta en un nudo de informacién cientifice y juega a partir de sus datos. En Filigranas de cera se desarrolla Ja hipétesis de que el cerumen esté constituido por una condensacién de sonidos. Aceptada la hipétesis, se tra- ta de descubrir un procedimiento que rostituya los sonidos condensados. Ho- racio Kalibang 0 Los autdmatas pro- pone Ia existencia de un constructor de maravillosos autématas, que es a Ja vez un autémata y que lanza una inguietante noticia: ‘varios railes de ‘estos perfectos muviecos andan ron- dando por el mundo, En la dedica- toria a José Maria Ramos Mejia, dice el autor: “Acabas de publicar un li bro, delicia de los materialistas, adep- tos de una escuela formidable que va derrumbando muchas informalidades de los que se glorifican de la estacién bipeda y de cierta tercera circunvo- Iuekn en el obulo izquerdo, del “Te mio, por ello, no ya con el ca- vino del antiguo amigo, sino con el respeto del diseipulo, y me glorifico Eduardo L. Holmberg (caricatura de Gao, en Caras y Caretas, 2-8-1900) 459 Edgar Allan Poe 460 tanto mas al dedicate, como home- naje, este juguete discutible, cuanto que pienso en el gran nimero de los que habrén escupido los venenos de su alma sobre tus paginas de luz, "Puedes creer en mi sinceridad y leer ol Horacio Kalibang para convencerte. Los que solemos escribir obras de este énero no dejamos de dar a algunos de los personajes siquiera sea un ras- 0 de nuestro propio cardcter.” Como en Poe, autor tan leido y citade en e505 aos, el manejo de la meto- dologia de las ciencias, indujo a Halm- Derg, después de estos primeros en- sayos, a tentar esa vatiante dela fantasla clentifica que es Ia literatura policial o detectivesca. Fue acaso el primero que en la Argentina cultivs festa especie literaria, si nos atenemos al concepto que obliga a sus anima- Gores ala observancia del método légico-deductivo y a la aplicacién de los conocimientos cientficos adecua- dos. La case endiableda y La bolsa de huesos, ambos publicados en 1896, son relatos de franca indole polical, En el segundo, la informacién sobre una ciencla de moda, la frenologia, hace las veces de punto de partida y marco de referencia tebrico para des- ccabrir al autor de un misterioso dable crimen, Cuando se Io consigue, el oficioso pesquisa declara impasible- mente: “..,se trata de Ia aplicacién de los principios generales de la me- Gicina legal, quo es una ciencia, y de demostrar que la clencia puede con- quistar todos Ios terrenos, porque ella cs In lave maestra de la inteligencia”. El naturalismo, — Pero oxcepeién hecha de este brote de literatura fan- tistica, muy significative en si mis- mo por lo que respecta al desarrollo del género, el grueso de la literatura novelesca, escrita durante la década dol 80 se estructura alrededor de un cje de interés principal el do serve de eflejo, comentario o testimonio de in’ realidad inmate, ‘Exeopelones como Ley soci! (1985), de arin Garcia Meron (1852-180) ons exla, Sivamente preocupnda por a pcso. fie de sus personnes, 0 algunos do fos relatos exerts por Gronseae con postertordad a Frito vedado (1894), Sel miso exrdter, no aeanean a i Salida To fundamental del enuneiado, Esta erature convertiga en expojo de fa realidad tnmediata admit por Sspuest ona apreciable.escala Ge intact, Tanto tse conse nivel esficoalemaade por eada uaa de las novelas ‘0 elton estos dat ante ete perfodo, como in diversa Intencioalidad on que Tos sures dotaron ales isos Desde este segundo punto de vista, el realismo genérico con que eabria definir a una literatura ocapada en rellejar el mundo y las situaciones circundantes, puede ser desglosado en las variantes de naturalismo y de realismo costumbrista, segtin Tas con- notaciones que cabe regularmente a cada uno de estos términos. EL naturalism, cuyas férmulas logea- ron la mayor’ precisién en las no- velas yen los ensayos tedrieos de Emilio Zola, se introdujo en la. Ar- entina en los mismos ambientes en {que pudo prosperar el brote de lite- ratura fantistica y favoreeido por las mismas razones. El auge del cienti- ficismo, en efecto, como habia. oct- rido en Europa, tanto podia estimu- Tar el desarrollo de hipétesis para situaciones y mundos postbles, como sugerir, en el plano de la ficeién ar- tistca, Ia aplicacién de los esquemas de anilisis propios de la ciencia al conocimiento del mundo real No por casualidad Antonio Argerich (1862-1924), que pronuncié en 1882 una temprana conferencia sobre el naturalismo, acusa también, por la rmisma_ époea, la presencia’ de Poo entre sus intereseslitrarios. Fue Ar- Martin Garcia Mérou (foto on Caras y Caretas, 18-11-1599) gerich, justamente, quien lev mis lejos los supuestos del naturalisimo zoliano al convertir a su novela alnocentes o culpables? (1884) en una verdadera novela de tesis, eon Ia ex: posicién de un dingndstico y In ela borada descripeién de pretendidos ‘morbos sociales. Médico como Holm- berg y Ramos Mejia, Argerich acepta algunos conceptos polémicos ‘deli ciencia de su tiempo, sobre la pre- sunta superioridad ¢ inferioridad de las diversas rizas, y pasa a demostrar fen su novela que la inmigraeién de procedencia europea, que por enton: ces empieza a romper el equilibria emogrifico del pais, sera desastrosa para Ja sociedad argentina. Admitida or el propio autor Ia finalidad di- iictica, y envarado el interés nove- Tesco por el asombroso preconcepto ‘con que el narrador observa asus personajes, gInocentes 0 culpailes? nnaulraga asf entre Ia digresion y el afin pesadamente descriptive. En este llkimo aspecto, sin embargo, la no- vela alcanza a’ cubrir un interesante papel testimonial, y todavia hoy pue- de volverse con provecho a algunas de aquellas piginas que fijan la ima- en de los tugurios y eonventillos de! suburbio, Médico también como Argerich, Ma: nnel T, Podesti (1853-1920), especia- lista en enfermedades mentales, llevé a la literatura Jas preaeupaciones y los recursos interpretativos de su pro fesién. Casi al finalizar Ia déeada, en 1889, publics Trresponsable, novela que desde el titulo anuncia ya Ia pro- puesta y demostracién de una tesis, La tesis, sin duda, no encabalga en Ja presuntuosidad que anima'a glno- centes 0 culpables? y se limita & re- gistrar el desarrollo ‘de un caso cli nico, el del protagonista, un hombre abilico, incapacitado para la. accién por la ‘influencia de taras heredita- rias, Muchas situaciones inconexas y Tos mis de los personajes convoeados por el novelista, adquieren elerta dé MARTIN GARCIA’ HEROU LEY SOCIAL PELIX LAIOUANE, Portada de la primera edicién de Ley social, de Garcia Mérou 461 Los narvadores de la generactén del ochenta pueden agruparse de ‘acuerdo con sus temas y técnicas preferidos: ast, junto a los cultores de una curiosa Weratura fantéstica, trabajan los defensores del naturalismo, y aun los que propugnan. un realismo costumbrista firmemente enraizado en el pasado, | bil unidad en relacién al. personaje protagénico, y a la manera implacable y, dra, con'que éste mire ef mundo ‘ircundante. Dentro de la década, el mis valioso exponente de la escuela naturalist, y sin duda, el tinico con auténticas ‘condiciones de narrador, fue Eugenio Cambaceres. El grado'de madurez literaria que revelan Pot-Pourri (1881), Musica sentimental (1884), Sin rumbo (1885) y En la sangre (1887), la capacidad de tension no- velesca, la cfieacia del lenguaje, el fuerte impacto que estas obras pro- voraron en el piblico contemporé- neo, anuncian niicleos de interés que reclaman un tratamiento amplio ¥ detenido. En otro lugar el lector en contraré un anilisis especialmente referido a Cambaceres. También en- contraré informacién sobre Martel, Villafaie, Sicardi y los novolistas que continuaron expresindose segiin los médulos del naturalismo después de Ta década del 80. Las pobres almas truncas = Manuel T. Podesté (dibujo de Ros > en el Almanaque Sudamericano, 1891) El realismo costumbrista. —Mien- Portada ce ta primera edictin de tras el naturalismo, en Francia, al- aro 3, rosea Las pobres almas truncas, de Argerizh | canzaba su éxitos mis resonantes. con su habitual seeuela de escandalos:y eZ de polemics, el viejo tronco del 168744 rea se remeaba en a pupa Ge See cm Sarat F Dat c-Exosfoeon,prcbablement, fs csetore:tentirencoenta por aged | LRRESPONSABLE ripe de novelas que se negaron f mer en le soluccbn del nature = Tismo y prefirieron, para expresarse, “oer Je cise vey eacieeel La influencia de los autores france- ses, que puede admitirse en términos generales y hasta asegurarse en el Sh caso particular de Groussae, se diluye bastante, sin embargo, en cuanto se Ja confronta con Ia innegable per- manencia del modelo de realismo que el Larra de Los articulos de costum- Portada de la primera edicién de bres habia ensayado con tanto éxito Irresponsable, de Podesté 462 medio siglo antes, La vitalidad de teste modelo, por cierto, no es uno de los fendmenos menos curiosos de nuestra literatura, EI subttalo de Le gran aldea, “Cos- tumbres bonaerenses",previene ya Jas caractersticas del realismo a que rez aul, Ln Vee 1848-1894): una actitud critica, Fo disolvente sino reformista, ence: minada a tegistra tipos y_babitos fle una sociedad, y a poner do re- lieve algunos de entre ellos mediante al sarcasmo, la ionia 0 Ie simple caricatura. La gran aldea se desartolla en dos niveles cronolégicos distintos. En el primero se evoen el Buenos Aires de 1860, esa ciudad modesta, austera, sacudida por la incontenible vordai- ne politica que sucedié a Ia caida de Rosas, pero asentada ain en la pparsimonia y el recato de los hibitos colonisles, Hn el segundo se descu- bbre el Buenos Aires contemporineo, fs decir, el de los primeros aiios del 80, donde apuntan ya los rasgos de Ja capital pujante y satisfecha de su ostensible crecimiento. EI argumento sobre el que se pre- tende ensamblar ambos niveles es lo Dastante débil como para que no se sospeche de él otra cosa que un pre- texto, un punto de apoyo apenas para sun objetivo diverso. En efecto, las feseasas experiencias que afectan al relator de la novela, personaje prota- ‘gonico, se quiebran en momentos conexos del relato y solo por excep- ‘ign se proponen en si mismas como interesantes. La unidad de la novela se estructura entonces menos por re ferencia a las peripecias de este per- sonaje que por Ja relacién constante fa hechos y acontecimientos que con- figuran una visién determinada de Buenos Aires. Puedle asi aseverarse que Buenos Aires .es el verdadero protagonista de Ja novela, y que den- to de ese universo mayor, es la clase Guy de Maupassant Alfonso Daudet 463 ” Paiil Grotissae (cartcarura de Cao, en Caras y Caretas, 236-1800) 464 dirigente nortefia la que moviliza y rdena los materiales de mayor sig- uificacién, Alfonso de Lafersére ha observado que en La gran aldea es posible se- falar un eambio de tono, uma actitwd que pasa de la relativa benevoloncia inieial a la acrimonia y dureza de los capitulos finales. La observacién es acertada, y parece serlo también Ia interprotacién que propone: Lépez, que habia empezado a redactar La gran aldea un afio antes de su pur blicacién, en 1884, apresuré brusca- mente la conclusién de la misma, obligado por el compromiso de edz tar Ia novela, por entregas, en el diario Sud América. EI ritino de las entregas debié incidie en el tono en que se redactaron Jos viltimos capt tulos, sobre todo si se tiene en cuen- ta, concluye Laferrére, que el diario que los recogia era un diario de com- bate, creado para defender el ideario liberal de Roca, cuando éste finali- zaba su presidencia y generaba el problema de In sucesién, y en el aiio preciso en que los grandes debates sobre el proyecto de ley de educacién comin agriaban el enfrentamiento de Uberales y catdlicos. Admitida Ta génesis de la notoria di- ferencia de intensidad emocional que separa, easi por mitades, el desarro- Ilo de'La gran aldea, queda en pie, sin embargo, el hecho de gue el ob- jeto de atenctén sigue siendo et mis- ‘mo en ambas partes, y que la eritica subyacente que informa el sentido de ‘ma 1. otta se complementan con na- turalidad. Es que la propuesta fun- damental de La gran aldea es la de demostrar que el Buenos Aires pro- vvinciano de 1860 pervive en el Bue- nos Aires cosmopolita de 1880, que Ja clase social que manejaba sus destinos en la época de Pavén con- tinuaba controlando Ios hilos de Ia politica y de las finanzas y dando el tono de la sociabilidad en la época del alumbrado,a gas y de los tran- vias a caballo. No existian ya, on el Buenos. Aires del 80 las pintorescas costumbres comerciales “defor ten- dros, nila doméstica manera de to- ‘mar decisiones politieas con que el iletrado doctor Trovexo resolvia. su inconmovible eacieazgo. Pero. vivia ain el general Buenaventura (trans- ppavente alusion al general Mitre) y alin consegua inflamar los. corazo- nes de st viejo piblico con sus radas retdrieas ys estos teat les; y el mismno doctor ‘Trevexo, “de- solado por el prodigioso aumento de ln librerfa_y de las ediciones, Furioso contra la exagerada difusién de las obras cientifias’, era, a pesar de to- do, considerado ‘por sus. partidarios como “el gran orador, el gran dip. mitico, el gran periodists, ol gran abogado del mis grande de los par- tidos argentinos.” Para comprender In intencionalidad critica que impregna esta visiin de Ja case dirigente- porte, e8 neve: serio tomar en cuents Is encracieda seneracional que afecta, al autor de In novela en el momento de conee- birla, Hijo. del historiador Vicente Fidel Lépez, nieto del autor del immo, Tucio Vicente pertenecié a In primera generacion de univers tari cuyos estudios fueron eursados regulariente, sin los sobresltos del cnilio'y en una Universidad que pi haba por modernizarse;,pertenecié también a la primera genersciin que bso iustrarse sobre la teoriay la prietien de la funcién del Estado, Sin In compulsividad de los hechos {qe haba cbligado a los gobernan- tes de Tos tiempos heroioos a im- provisacién ya los. afustes_ mera Iente pregmaticos. Con estos antocedentes y con el es- peeticulo de un pais que avanzaba atropelladamente por las vias del pprogreso material, Lépez debié sentir ‘eon alarima Ja pervivencia del espi- rita pueblerino en Ja clase dirigente Portada de la primera edicién de La gran aldea La Gran Aldea enjuiciada por un contemporaneo -) Anuario bibl iepiblica Argentina, dirigide tonces por Enrique Navarro Viola, publics el siguiente comentario: aldea” dista mucho de ser separadamente forma de articulos diversos, constituirian una serie de cuadros ‘© menos completos, siempre s, chispeantes, con detalles del ‘mas puro realismo que revelan Ia observacién pe el autor. ‘queride aproximar esos cuadros formando un conjuntos 70 el lazo de unién del expositor Go's a areactn In uid rel Tas soluciones a visibles. En tal p meas y los tipos del tendero de veinte aiios ateds, el que describe tun baile de negros y mulatos en el teatro de la Alegria durante tuna noche de Carnaval, y en general casi todos los capitulos del libro, aisladamente considerados, son. articulos de costumbres dignos del talento del autor y que vivieén mucho mis que el libro mismo. (Amuario bibliografico de Ja Repblica Argentina, Ado VI, 1884). 465 acces tre sassy om de derda a derecha: Julio A. Roca, Bartolomé Mitre y Roque Séenz Peita (caricaturas aparecidas en El Mosquito) 486 Hay ae panne jpn te rassctaneun- sine dos vittor Ves, de Buenos Aires, y con amargura la cobstinacién con quo esa clase dificul- taba el paso a los hombres jjévenes, provistos como él de las ideas y los conocimientos para conduelt un tado con aspiraciones de moderni dad. Este sentimiento de exclusién, bastante fundado si nos atenemos a los datos conocidos, y que afecté a muchos de Ios hombres m& repre- sentatives del 80, pudo convertirse asi tanto en la motivacién psicols- gica de la sitira a un grupo social hostil, como en la materia adecuada para un libelo politico effeaz Leida fuera del contesto en el que fue eserita, La gran aldea impresio- nna acaso més por la virulencia. del desahogo psicolfgicn que por la eft cacia politica el libelo, como. que s6lo 50 n0s reserva ala contempla- cién el trazado de retratos cariea- turescos, sin el contrapeso de. los factores’ que debieron justfiear la malevoleneia de esos cuadros. Pero si resttuimos la Tectura al momento histrico en que fue escrita, compren- deremos en seguida que la incves- tionable carga de resentimiento. per- sonal que satura el espirita de la novela no va munca mas allé do los objetivos que cualquier otro de los ‘iustrados “iberales del 80. hubiera admitido como suyos. Y esto. vale tanto para las gruesas andanadas an. ticlericales que agitan algunas de sus piginas, como a la larvada xen0- fobia de otras; cubre Ta. malignidad con que se describe a los prohom- bres de la vieja generacién como el rastacuerismo de los socios del Chub del Progreso. Aleanza, sobre todo, para satisfacor el general vituperio. que a esos hombres eausaba es $0: cledad enriquecidla sin refinamiento y asimilada al poder sin el sentido de los valores. En el entierro de la tia Madea, Ia descripeiin de ta. pompa finebre en el cementerio apunta, co- ‘mo munca, es0 sentimionto deSrepulsa. *{Gémo podia medirse ali, janto con Lucio Vicente Lopex (on EI Mosquito, 30-1-1881) los mamarrachos de la marmoleria criolla, Ia imbecilidad y Ia. soherbia humanas! Alli la tumba pomposa de tun estanciero... muchas leguas de campo, muchas vaeas; los eueros y las Tanas han levantado ese _mausoleo que no ts ni el de Moreno ni el de Garcia, ni el de los guerreros, ni ol de los grandes hombres de letras.” Desde que los personajes, las insti- tuciones y las formas de vida aludi- das en La gran aldea desaparecieron, Ja novela fue de mas en més aprecia- da como la erdnica nostélgica y bur- Jona de un época. Insensiblemente ubieada en la linea testimonial de obras como Buenos Aires desde 70 afios atrés de José Antonio Wilde, las Memerias de un viejo, de Que- sada, o Las beldades de mi tiempo, de Calzadilla, se rescatan ast los si nos puramente documentales de la misma, pero se corre el riesgo de ol- vidar demasiado la voluntad critica que preside Ia evocaciin de esas imagenes, Menos ambiciosa en sus alcances que La gran aldea, La familia Quillango de José Maria Cantilo (1840-1891), apunta también a ofrecer un cuatro satirico de un sector de la sociedad portefia, en Ia coordenada cronolé- sca del 60. Cantilo, hijo de un emi- grado politico, coma Léper, cursé también estudios de abogado y divi- iS su tiempo entre el ejercicio de la profesién, el periodismo y la fun- elén publica. La familia Quillan- g0, una novela breve incluida en el volumen de miseeléneas al que el antor titulé, con rigurasa modestia, Un libro més, es apenas un entrete- nimiento, una endeble invencién ar- gumental en tomo a las peripecias de tun tenorio y a la burda maquinacién con que persigue un matrimonio por conveniencia, También aqui el argu- mento impresiona como un simple pretexto, 0, por Jo menos, se subor- dina en la préctica a la oportunidad 3 8 BE COSER.. Aviso de méquinas de coser aparecido ‘en El Nacional (4-1-1861) 467 Entre todas las novelas del ochenta, probablemente sea La gran aldea, de Lucio Vicente Lépex, la que mejor exprese raviesa la ese momento de transformacién por el que sociedad porteia, con su secuela de cambios sociales, psicolégicos y culturales, 409 con gue frampe ldo de oe tumbres yal interés auténomo quo el mismo despierta. i Don Santiago Quillango es wn estan- ciero rico que Tia comprado casa en Buenos Aires, donde vive con st: mu jer y sus tres hijos. El cardeter de la inujer y Ia descripeién del émbito fa- miliar recuerdan bastante a la casa ya la dominante presencia de Ia tia Medea; pero en el perfil de don San- tiago Quillango, Cantilo se arroga una innegable originalidad y logra ‘una sabrosa pintura de ese estancie- 1, ristico que se esfuerza por adap- tarse a las buenas maneras monda- nas y a las exigencias de Ia cultura. EI relevamiento de la biblioleca de don Santiago es un recurso may astu- to para_mostramos las lagunas de informacién y los particulares erite- rios de su duefio. De trazo mas grue- so, también es eficaz esta. descrip- cién de sus tardias aficiones.pic- | tricas: “En una de las paredes del. cuarto se veia un gran ouado. Era una vis ta de ia estancia hecha por D. San- tiago. j “D. Santiago cuando concibié la idea de hacer aquel desgraciado trabajo, compr6 una cajita de. pinturas de diez! pesos y pasé un mes en la es Hl tancia'dedicado a su empress, “Formnaba el Hienzo, lo llamaremos asi, dos pliegos de papel pesados en los ordes. “Habia alli una casa torcida, anima les raros, vacas que pareclan ovejas, caballos que parecian burros, pasto ‘que parecia un monte de duraznos, Gxboles que parecian hombres, ¥ hombres que tenfan el aspecto de troncos o de ramas. “Lo que estaba mejor eran los co- rales! all menos Jas Hineasiguales m0 dlejaban dudas de la intencién” Este aspecto de la variante costum- 470 Primera pagina de una de las ediciones de La familia Quillango, de Cantilo José Murta Cantilo Trista, agotado casi sin especulacio- nes uiteriores en Ia ridiculizacién de tipos y grupos sociales, seria inten- samente explotado en el correr de los afios inmediatos, hasta aleanzar sus frutos mas promisorios en Jos cuen- tos escritos por Fray Mocho antes de 1900, El realismo costumbrista, no obstante los ejemplos citados, des- cubrié para otros autores la posibi- lidad de reflejar el medio, sin caer en Ia tentacién de una actitud exce- sivamente critica 0 en ol abuso de Ia caricatura. Se traté én estos casos de un realismo més bien coneesivo, fs decir, de un realismo que concluia ppor admitir In necesidad de ambien- tar en escenarios argentinos las no- vvolas eseritas para ser leidas por lec- tores argentinos. También on este entuneiado eaben los matices, Paul Gronssac en Fruto vedado, ‘novela publicada por entregas en el diario Sud América, junto con La gran al- dea, parece hacer cumplir a la pin- tura costumbrista una funcién remo tamente complementaria de los con flictos psicolégicos que sufren sus personajes. Otros relatos como La sueda loca, El hogar desierto y El niimero 9090, confirman esta prasun- cién, La provincia de Tucumén, Mar del Plata, la campaiia de Santiago del Estero, de la pampa, Ja ciudad de Buenos Aires, aparecen en cada uno de estos titulos y se vuelean sobre ellos suficiente cantidad de datos caracterizadores. Pero en todos los casos se siente como posible ef des- glosamiento del nudo argumental, la separacién de escenario y de conflic- to dramético, Sia esta hibridez del procedimiento se agrega la frialdad general del lenguaje, si pesado con- veneionalismo, se entenderéi entom ces, de alguna manera, el relative fracaso de Groussac en sus tesone- +08 empefios por la literatura de ima- sinacién. En cambio, el Ledn Zaldioar (1888), de Carlos Maria Ocantos, 0 ¢l Lino Veldzquez (1886) y el Emilio Love La bibiloteca de Don Santiago Quillango En Ia linea costumbrista de La gran aldea, José Maria Cantilo concibié para su novela breve, La familia Quillanuo, uma serie de cuadros inteneionades y de observaciones ‘encaminadas a reflejar, con Cierta ironia critica, grupos sociales ¥y tipos earacteristigas de Ia época. La figura de Don Santiago Quillango, estanciero rico avecindado con su familia en la ciudad de Buenos Aires, es revelada eon luz indirecta mediante Ia descripeién de su biblioteca personal: "Manual del estanciero (sin tapas). ‘Thiers, Historia de la Revolucion Francesa, 1 tomo. - Anales de la Sociedad Rural, 2 tomes truncos, rotos y muy usados. > Manual del eabo Yy sargento. - Camino del Cielo 0 sea arte de vivir en gracia. - Manual el jardinero, - Manual de cocina, leno de papeles sefialando paginas. - Los tres mosqueteros. - Lafuente, Historia de Espaia, | tomo. - Dos libros en alemén, © Las iras de Satanis o Tos grandes dramas de Ja existencia, novela en 4 tomas, por ndva de 1a Cruz Tronchada, EL Sr- Quillango se 1 ella cuando se repartia por entregas y la mandé enevademar ¥ poner en marco las liminas que adornan despué las paredes del escritorio. - Los siete pecados capitales, 2 tomos. « Medicina popular o sen el Recetario al aleance de todos, andnimo. - Historia de los Papas, trunco. - Ramilletes Fragantes, poesias de auto desconocidos. - Historia de un malvado, novela por D. Andrés Terrible. ~ Geogralia Universal, 1 tomo, eon los ‘eantos hechos pedazos ... Se citan otros veinte titulos y Ia deseripeién concluye: “Las demas tablas de 1a Biblioteca an estaban ocupadas por una tijera de cesquilar rota, muestras de Tana, un churrinche embalsamado, ‘un gran huevo de avestruz, tin montén de semillas do alfalfa, una pila de latas para Ia esquila, win cuchillo cabo de plata, folletos, papeles, paquetes de cartas del mayordomo, ete, alrriba del estante se vei Idi hecho en yeso”. (La familia Quillango, Rdieién del Instituto de Literatura Argentina, Facultad de Filosofia y Letras, Buenos Aires, 1935), an CARLOS ML coanros QUILITO | Portada de la edicidn de Quilito | en ta biblioteca de La Nacion (1858) de Segundo Villafafie, acu- Gen a Tos signos reveladores del mes io con una asiduidad yun interés ‘iguales 0 aun mayores que los que reclaman Ia consistencia. psicolégica de Tos personajes y el sostén de la frama argumental. En la obra de Ocantos, sobre todo, es tan visible el afin por agotar la caracterizacién del escenario en el que se sitia la. ac- cidn novelesca que los lectores ‘con femporéneos, con toda justicla, mis linaron ésta al atractive innegas ble de aquélla, y recorrieron Tas pie inas de Leén’Zaldfcar con'ln aten. ciéa y el regocijo con que s¢ com. prucba Ja exactitud en el registro de luna realidad por todos eonocida. El Buenos Aires del 80 se vuelea’ ge- erosamente en decenas de. vifietas bien observadas aunque tenidas, con frecuencia, de cierta intencién hu: moristics que debe provenirnos 50. bre Ta presunta Sbieided del cus. ro, No se trata, desde Inego, del bbumerismo acre de Lépet, ni el ie morismo insolente y provocador de Cambaceres. Pero también hay aqui, a propésito de la familia de yn es. tanciero rastico afineado en ls clu. dad, una visién levemente critica de Ia sociedad portefia, de las costum. bres, de las instituciones y de los vas lores admitidos por Ia misma. Ocantos inicié con esta novela una larga serie de obras dedicadas, en lo fundamental, a reflejar diversos as. pects de Ja realidad argentina, Con Quilito (1891), El candidato (1898), Tobi (1896), el ciclo aleanzé sus lo. sos més felices, pero por sm ubica- cidn cronolégica y sus temas expe. cificos, estas obras serdin conside. radas como representativas de la no- velistica de Ia década del 90. El caso Eduardo Gutiérrez, El populismo. El drama nacional. Todos los esfuerzos tendientes a 6 José Maria Gutiérrez, hermano de Eduardo y Ricardo Dorar una descripeién amplia y com- prensiva de la literatura del 80, una efinicién capaz de abarear las ca racterlsticas generacionales de un grupo de eseritores tan homogéne: mente relacionado a una circunstan- cia histériea precisa, sufren una dura rueba en cuanto se los confonta con Er exstenca, margoal le Tluardo Gutiérrez (1851-1889), y con la na. tturaleza de sn obra. Hermano de Ri- cardo, el autor de Lézaro y la Fibra salvaje, de José Maria, que fue un poltiieo de figuracién, de Carlos, que descollé en la critica musical, Eduardo se excluy6, no sabemos si deliberadamente, de Jas incitaciones del modelo familiar, desistié de cual- quier tentative de estudios regula res, senté plaza, durante varios afios, de oficial en ol Ejército de linea, elt: ‘816 el periodismo como profesién de- finitiva y se dio en los ultimos aiios de su corta vida a la affebrada exes cién de innumerables folletines que aleanzaron extraordinatio eco popular, Aun con los dificiles problemas de adjudicacton que ofrecen las edicio- nes clandestinas y la irrespetuosidad frecuente de los editores, el eritico Leén Benarés, corrigiendo el primer cémputo de Ricardo Rojas, eleva a 35 el mémero de obras euya paterni- dad puede atribuirse a Gutiémez Inspirados en sucesos 0 en persona jes histéricos (EI Chacho, Los mon- toneros, todo el ciclo sobre el perio do rosista), en mitos populares (San- tos Vega), 0 en los materiales de la crénica policial (Juan Moreira, Hor~ miga Negra), los folletines de Gutié rea apuntan siempre a volver com- prensibles, para un piblico no cul- tivado literiamente, el sentido. esen- cial de un momento histérico, la cla- ve de un mito 0 las razones que ur den la trama del destino en los hom- bbres perseguidos por la’ justicia, Una literatura de intencién populis- ‘tn supone, desde luego, ciertos atri- Portada det Almanaque Sudamericano de 1879 Un indicador del cam! 10: el Almanaque | Sudamericano” Coma conseenencin de In estabilidad politign obtenida, del acrecentamie de ti riqueza y del aumento demogrifico en algunas ciudades Hel pais y muy particalarmente cen Buenos Aires, fue constituyéndose hacia In década del $0 un pibblico consumidor de arte y de ratura, La existencia de este pablico, « pesar de sus dimensiones relaivamente pequefia, condicions y estimulé 1a produecién de novelas en un grado desconocide hasta entonces, destacando Ia preferencia por el género, tanto por su condiciin de éspejo de Ia nueva sociedad como por sus ingredientes nto a3 naturales de entretenimiento fécil Para satsfacer las necesidades de distraccién de esta neva sociedad, las diversas expresiones del arte y Ta literatura, aun bajo Tas formas accesibles del género novelesco, debian resultar insuficientes, ‘© al menos asi parecen screditarlo las. caractersticas de periédicas como el “Almanaque Sudamericano”, pensado para cl rismo publico consumidor del arte y Ia Iyeratura eulta En 1878 aparecid en Buenos Aires el primer niimero del Alnanaque, digido por el peridista expatol Casimiro Prieto y Valdés y continus rogularmente editéndose a través de toda In década del $0, Deeir que el “Almanaque” aleanzé un sostenido favor del piiblico es revelar, tal vez, el aspecto. menos interesante de su historia. En el “Almanaque” figuraron como colaboradores muchos de los nombres mis ilustres de la época: Guido, Cané, Juana M. Gor 0 Estrada, Pero tampoco este dato cubre Ia entera novedad que propuso esta publicacién a los lectores. de la época: la novedad consistia en ‘due estos celebrados autores sceptaban_participar en una empresa verdaderamente vol, : intrascendente, de puro pasatiompo. Tales 0 euales poemas famosos, tal o cual pigina de pretensién intelectual servian, en realidad, para introducie con elegancia. los dicharachos, los relatos picarescos del director, los grabados de ingenuo erotismo, las segundas intenciones de los juegos de palabras, Esto signfiea que el pablieo de la época, con sus intelectuales 2° la vanguardia, empezaba a distenderse, a relajarse del esfuerzo acumulative de las generaciones anteriores, rostrando una capacidad de sonrisa y hasta de frivolidad deseonocidas inasta entonces, 474 nasi Cech’ Echoes, Portada de la edicién de 1888 de Juan Cuello, de Eduardo Gutiérrez ea Oo GUTIFRRES ER MONTENNC TBAT at Portada de la ersién portuguesa (publicada ess Brasil) de Juan Moreira Portada de la edicién de 1858 de La Mazorea, de Eduardo Gustérrez Tutor) de simplificacién expresiva; dierta manera de desplegar los re- ‘cursos del lenguaje para iluminar los contenides con determinada inten- sidad; en éltima instancia, uma dis- posicién retérica enderezada a afec- tar Ia sensibilidad y le inteligencia de acuerdo con normas y procedi- mientos inherentes a aquella dis- posicién, Por no juzgar a Ia literatura de Gu- tideren desde las perspectivas de su propia retérica, Ia critica, salvo ex: ‘epciones, ha incurrido habitualmen- te en el menosprecto total o en Ia re- ticencia asentada en infinitas.salve- dades y_sobreentendidos. Esa lite- ratura, sin embargo, ha gozado des- de su origen de una vitalided des- ordante, y a bien algunos de sus titulos han sucumbido ya junto con Jas cireunstancias por ellos comen- tadas, otros contindan subyugando, espuds de 80 aios, el interés de mi- Mazes de lectores Entre las obras perdurables se des- tacan especialmente aquellas en las que Gutiérrez plasma una tipologia similar a la vertida en la figura de Martin Fierro, y que no parecen sino repetir y conjugar distintas variacio- nes del personaje de Hernindez. El tema del hombre perseauido, el tema de la rebelién individoal frento a la injusticia, busca a menudo, en estas novelas, enearnarse en el destino de personajes reales, hombres modestos y honrados a los que la arbitrariedad de los jueces y de los funcionarios arroja al camino de erfmenes mi ciosamente registrados por la crénica policial. Juan Moreira ejemplifica ‘muy bien esta tendencia de Gutiérrez otorgar spoyatura real a algunos de sus héroes, y en esta tendendia debe estimarse una complementacién sutil al mensaje politico social del poema de Herindez Pues mie tras en ésto In filiacién imaginaria be GUTIERREZ Avro of Juan Moxsins SUVA HAO ISTAWOGAE 3H ce x Carétula de homenaje a Eduardo Gutiérrez de E] Mosquito (1-2-1891) 475; Con Eduardo Gutiérrez ingresa con éxito en la literatura nacional el populismo: sus folletines obtuvieron extraordinaria repercusién en el piiblico de la época, y la dramatizacién de su Juan Moreira es un episodio importantisimo para la formacién del naciente teatro nacional José J. Podesté en el papel de Juan Morciva 476 del héroe corria et riesgo’ de proyec- far sus peripecias a un horizonte mi tic, desarticulado de las precisas connotaciones de la realidad, en el otro la filiacién histériea del’ perso- naje, contribuia a garantizar Ta ve~ racidad fundamental de los hechos denunciados en el menseje Hasta los 30 aos, Juan Moreira Tle- v6 Ia vida de un paisano corriente, en el partido do Matanzas, provincia de Buenos Aires, hasta que las con. tinuas arbitratiedades del teniente alcalde lo empujaron al crimen, Co- mo Gutiérrez explica didéeticamen- te al comienzo de la novela: “Li gran causa de la inmensa criminalidad en Ja campafia, esti en nuestras autori- dades excepcionales. El gaucho ha- bitante de nuestra pampa tiene dos gaminos forzosos para elegir: uno es el camino del crimen, por las razones ue expondremos; otro es el camino ae Ios cuerpos de linea, que le ofve- cen su puesto de came de cafién.” Estas causas genéricas sobre lis que se levanta 1a acusacién de Gutiérrez, son Tas que confluyen en el destino particular y concreto de Moreira y las que lo convierten en un margiial, en un hombre fuera de la ley y de Ia sociedad. Moreira fue muerto por tuna partida policial en 1874, dos aiios después de publicada Ja primera parte del Martin Fierro, y Gutiérrez empez6 a novelar su vida a fines de 1879, el mismo aflo en que Hemnén- dez publicé la segunda parte de su poema. No pareceria extrafio, en tonces, dadas estas. circunstancias, que el piiblico al que iban dirigidas anibas obras efectuara, a su modo, ‘una sintesis de las mismas, otorgan. do al Martin Fierro personaje la his- toricidad de que carecia, y haciendo gracia a Juan Moreira de Ia grande- za moral y de la noble estatura que Ja erénica’ mezquinaba al paisano de Matanzas. La hipétesis, naturalmen- te, no es demostrable, pero tiende a self cies wanna a 0 favor” populac. goraon ls dos bras, y, eventuslmente, la unsie dad com que ese favor cotinda hoy tmanifestindose, La canonizacion dal Martie Fiero intensifada por la trtien culta desde Ta segunda’ déea- Gade esto siglo, no debe hacer nos olvidar su intentonal caricter de | Testor popu. | Ademés det éxito que acompass a | Ie-edlién en fllein del Juan Mo- reine y de mo particular manera de | vineularse al universo literario del Martin Fierro, la novela de Gutiérrez. se propone al interés de Ia eritica por su relacién con el descubrimiento de tun puiblico capaz de responder a los reclamos de una dramaturgia na- ional. En 1884 comenzé a representarse en Buenos Aires, como mimodrama, la accién novelesea del Juan Moreira, sobre Ia base de indicaciones propor- cionadas por el mismo Gutiérrez, | ont Podests, el actor que represen: 48 lj gaucho perseguido en las pri- eras’ eseenificaciones, escribié. dos afios después los diflogos de que ca- recla la pantomima, y el 10 de abril de 1886 estrené Ia obra asi. trans- formada en un cireo de Chivilecy. EI drama aleanzé una enorme reperct- sign en todos los pueblos de la cam- pala en que pudo representarse, y hhaste_en las cindades importantes, incluida Buenos Aires, se constituyé fen su momento en el especticulo de frecventacién obligada, Al coimprobar este fenémeno, absohi- tamente desconocido hasta entonces, algunos historiadores han querido fundar en esas fechas el nacimiento del teatro nacional. La pretensién parece insostenible, y lo es, ano du- darlo, si se la confronta con Ia exten- sa némina de obras escritas y hasta | __representadas desde los Iejanos tiem- | pos de la Colonia: pero no deja de a Juan Moreira 478 tener sentido si lo que se pone de relieve para fechar una historia del teatro e& la aparieién de un piblieo capaz de spstener con su presencia permanente el esencial caracter de fespecticulo que reviste la literatura dramitica. | Este aspect fue ya agudamente se- Salado op un expecador conte Potineo de la primera representacin Sel mimosramen Buenos ites, en TSH Carlos Olivera, tadactor de Poe, comenta de esa manera, con 1 punta de ironfa, la funcién del Po- teams: “Nosotros no tenemos teatro; tiene que nacer; y ya ha nacido. Conside- amos que no hay teatro hasta el mo- ‘mento en que el piblico aplaude Ia produceién, Qué importa que al- rededor de una obra nacional se ha- yan reunido en una noche cuarenta 0 cincuenta personas, y que en los dias posteriores los literatos hayan envia- do cartas halagadoras al autor? “Se sabe que la obra ha sido puesta fen escena sin esperanza, y que des- pués del estreno, seré olvidada hasta el dia del juicio final, ... Siguiendo, pues, la Wigica de nuestro razona- miento, debemos decir que el teatro nacional cuenta ya existencia entre nosotros, desde Ia primera noche en que una produecién nacional fue aceptada por una gran mayoria de iblico, Todos conocen el hecho: la pantomima de Juan Moreira ha atrai- do tanta concurrencia al Circo Poli- teamna, que la Policfa tiene que inter- venir cuando se representa, para im- pedir quo se venda mayor mimero de entradas del que puede expender- se sin peligro para Ia concurrencia, Gvando nunca ha sucodido seme- jante cosa con las obras de los auto- res nacionalés?” (En la brecha, Bue- nas Aires, 1887), ‘Los argumentos para sostener Ia prio- ridad cronolégica de Juan Moreira cen Ia dramaturgia nacional grav por To que puede advertirse, de acuerdo con la perspectiva desde la que se valore la existencia de un pic blico teatral. Pero cualquiera quest Ja posicién que se tome en este tema | ppolémico, la necesidad de admit que el mimodrama y Tuego el drama inspirado en Ia novela de Gutiérrez atrajeron por primera vez la aten- cidn do todos los niveles del pal concita sobre el Juan Moreira un nuevo foco de interés sobre los mus ches que ya la singularizan dentro de la literatura de su época. : ‘No obstante los halagos del éxito, Gus tidrrez, siempre que pudo, declard subestimar su propia obra. El éxito, = que lo alejaba de todos los hombres de su generacién, parecia ‘alejarlo al precio de su propia estima como creador, pues mientras Ta fortuna de sus obras se apoyabe en la fluencia. narrador, su. conciencia literaria so subordinaba a Ia conciencia literaria de Ia élite que fundaba las normas y el gusto de la literatura culta, Mic Critores del 80, reiere en tna de sus cartas que en’ un rapido. encuentro. que tuvo con Gutiérrez le reprochd a éste no haberle enviado los libri pbblicados a Viena, y que entonces Gutiérrez “poniéndose r9j0 como una amapola, ¢ inclinindese, mo dijo all ido: Eso no es para V. Prométame ‘V. no leeslo nunca.” ‘La anéedota revela, en primer tér- ‘ino, una sorprendente fractura en Ja personalidad de Gutiérrez, escin: 5 dida en un conflicto irxeoonciliable. contre sus aptitudes y el horizonte de valores desde el que necesitaba es: timarlas; pero rovela también la complefidad de los planos que s¢ dan cite en una misma eoordenada ‘generacional y el contradictorio vyers0 que buille bajo su superficie ” aparentemente homogénea. Magieta del circo de los Podesté Bibliografia basica ‘Ara, Culllermo, La novela. naturalista hispanoamericana, Buenos Aires, Eude- ba, 1985. Benard, Leén, Eduardo Gutiérrez: un desolado destino, “Estudio preliminas” fla edicién de £! Chacko, Buenos Al- res, Hachette, 1960, Benitez, Rubéa A, Una historia fun- ibn de circo, Buenos Aires, Facultad de Filosofia y Letras, 1956. Berenguer Carisomo, Arturo, Las ideas estetioas en el teatro argentino, Buenos ‘Aires, Comisién Nacional de Cultura, 1947 Blasi, Alberto. 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La obra integra —Histria mds Bibitecs— se publard ee 56, Precio del fasciculo mas el libro: ea, que canta de un fectul yun lr. ada fascicale (un pelo; oro correspondiente da una abr completa cho autor» pride Les fascias ens eanjant cnsttivan ENTREGA FascicuLo | Ro 1 Introduccién: Los orfgenes Martin Fiero - J. Heréndez - 192 pgs. | 2 Introduccién: El deserralo La galina degolada y otros cuentos -H. Quiroga | 128 pigs. 3 Introduccién: Los contemporéneos | EL persegudor y otros cuentas - J, Cotézar - 144 igs Primera parte 4 Epoca colonial: del Renacimiento al Barroco Los fundadores - Antologia - 96 pégs, 5 Epoce colonial: la lustraciny el Seudoclasicismo La literatura vireinl - Antologia- 120 pgs, t 6 La poca do Mayo 1a lire argentina - 98 pigs. 7 Nacimiento de la poesia gauchesca Gielites y dialogos patriticos - Hidlgo - 80 pigs. 8 La époce de Rosas y el romanticismo La época de Roses ~ Antologia- 120 pags. 8 Echeverria y la realidad nacional El matadero y La cautva - Echeverria - 120 pégs. 10 EI nacimiente de Iz navelz: Mérmol fala (rimera part) - mol - 400 fs 5p) u £1 nacimiento de ta critica: J. M, Gutifirez ‘Amalia (Segunda parte) - Mérmol - 300 pas 2 a prose roméntica: memoris, biografiss, historia Memorias del General Paz - Selecciin - 120 pégs, 3 ensayo en la ép0ce romntica El ensayo romntico - Antologia- 108 pags. 4 1 ensayo: Domingo Faustino Sarmier Facundo » Sarmiento - 200 pags, B Desarrollo de la poesia gauchesca Santos Vega - Ascasubi - Fausto ~ Del Campo - 108 pags. 16 José Hernéndez: ol Martin Flerra Escritos en prosa ~ Hernder - 92 pags. D la segunda generacién roméntica: Ia poesta Versos romanticos - Antologla de Gutiérez y An- rade - 120 pags. 8 Lucio ¥. Mansi Una excursién los indios ranqueles (primera parte) - LV. Mansa - 320 pags, (Vol. Esp) 19 La generacin del ochenta: las ideas y el ensayo Une excursién a. los indios ranqueles (segunda i parte. L. ¥. Mansilia - 240 pags, 2 La generacién del ochenta: la imaginacién te gran aldea - Lucio ¥. Lépez ~ 160 ' a La “prosa ligera” y la irona: Cand y Wilde uvenlia- Cané - 124 pgs, F 2 El naturalismo: Eugonio Cambaceres Sin rumbo - Cambaceres - 144 pags, 2 Los iitimos roménticas ‘ntologia poética - Guido y Spano y Obligado FASCICULOS QUE APARECERAN POSTERIORNENTE Ses parts 24 8 oo de silo: Maat ~ 25 materi — Opertunamente se suninistaén porteilas con se usin vstutra Ge los tii arurciados. ara el material grfco del present fesecula, se ha canada con la corte colaborcién de le Mase Wistéea Nason 1 96 pas. tituos de tonos y cntulos nae que Ls fstculospusdan encuaterase. La Ditecién se reseria el derecho ates Wacko, del Areive Grin oe ta Naci6n y del

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