Professional Documents
Culture Documents
Trastorno Antisocial: de La
Trastorno Antisocial: de La
ANTISOCIAL
DE LA
PERSONALIDAD
Hecho por:
Mario de la Calle Real
Rafael Cortés Cabello
Belén Fernández – Hidalgo Arroyo
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN Página 2
DIAGNÓSTICO DIFERENCIAL
Y COMORBILIDAD Página 35
ETIOLOGÍA Página 37
EVALUACIÓN Página 40
TRATAMIENTO Página 41
BIBLIOGRAFÍA Página 53
INTRODUCCIÓN
Composición del trabajo
El presente trabajo consta de trece apartados bien diferenciados. El
contenido de cada uno de ellos se muestra a continuación:
Introducción: en este punto básicamente se explican las partes de las
que consta el presente trabajo, así como el contenido de cada una de
ellas; y la metodología empleada para realizarlo (reuniones
mantenidas por los miembros del grupo, cómo se ha producido la
comunicación, qué parte del trabajo realizó cada uno, etc.).
Tipo de personalidad: aquí se muestra una descripción general del
trastorno, en términos más divulgativos; para que la gente
comprenda de manera adecuada las características del TAP.
Caso clínico: se trata de, mediante un ejemplo de un personaje real,
mostrar los rasgos y patrones de conducta característicos en estas
personas.
Criterios diagnósticos: en este punto se presentan los criterios
diagnósticos de las dos clasificaciones principales de enfermedades
relacionadas con la salud mental: la CIE10 y la DSM-IV-TR. Así
mismo, se presenta un comentario con las diferencias y semejanzas
principales entre ambas.
Características clínicas: en este apartado se muestran las
características clínicas más típicas en este tipo de personalidad,
según lo reflejan dos autores muy importantes en sus libros. Esos
autores son Caballo, V. E. (“Manual de Trastornos de la
Personalidad”) y Millon, T (“Trastornos de la personalidad: Más allá
del DSM-IV”). Tras las características, aparece un pequeño
comentario sobre las semejanzas y las pocas diferencias que existen
entre ambos autores.
Subtipos de Trastorno Antisocial de la Personalidad: este epígrafe
describen de manera breve los diferentes subtipos de TAP.
Epidemiología y curso: en este punto se trata de ofrecer datos
aproximados acerca del porcentaje de personas que sufren este
trastorno en la población general, así como el número de casos
nuevos que aparecen en una población determinada (incidencia).
Igualmente, se explica la evolución típica que se da en este tipo de
personalidad.
Diagnóstico diferencial y comorbilidad: aquí se explican las
diferencias existentes entre el TAP y otros trastornos del Eje I y el Eje
II. También se hace referencia a la relación que existe entre el TAP y
los trastornos correspondientes a los Ejes anteriormente
mencionados.
Etiología: en este apartado se indican y explican las posibles causas
por las que se desencadena este trastorno.
Evaluación: en este epígrafe se habla de los instrumentos principales
empleados para evaluar la presencia y/o gravedad de este trastorno.
Metodología empleada
El trabajo, en nuestra opinión, está compuesto por dos partes bien
diferenciadas: en primer lugar se encuentra la parte práctica y más creativa en
la que se describe el trastorno de forma divulgativa y se buscan y explican
ejemplos claros de este tipo de pacientes en los que se puedan ver sus
características.
Para este primer bloque del trabajo, la metodología empleada
básicamente consistió en reuniones entre los miembros del grupo donde cada
uno expuso sus ideas y posibles ejemplos para posteriormente someterlos a
evaluación y decidir cuáles eran más adecuados. En prácticamente todas las
propuestas, los tres miembros del grupo coincidíamos, llegando pronto a un
consenso.
Una segunda parte del trabajo consiste en el bloque teórico, donde se
muestra de manera específica y analítica, tanto los criterios diagnósticos, como
las características clínicas, epidemiología, comorbilidad, etc. En esta parte se
buscó la bibliografía a emplear de forma conjunta y tras supervisar todas las
partes entre todos, se repartieron los distintos epígrafes de manera equitativa.
Una vez realizados los epígrafes, se pusieron en conjunto para comprobar el
que el resultado final era el adecuado.
TIPO DE PERSONALIDAD
El trastorno antisocial de la personalidad o TAP, es uno de los once
trastornos de la personalidad, y uno de los más conocidos, así como de los
más graves.
En este apartado vamos a explicar en qué consiste este trastorno, y lo
haremos de una manera divulgativa, de tal forma que quede claro para
cualquier persona que se disponga a leer esto y se atreva a asomarse a esta
ventana para ver el complejo mundo de las personas que sufren este trastorno.
Cuando hablamos de un antisocial, nos suele venir a la mente todos
aquellos personajes que aparecen en las películas, los cuales aparecen con un
cuchillo lleno de sangre tras haber matado a su séptima víctima. Estas
personas son psicópatas, y se podría hacer un trabajo a parte sólo de ellos,
pero el trastorno antisocial incluye a muchas otras personas, sin necesidad de
que éstas cometan un asesinato en su vida. Este matiz lo veremos más
adelante, concretamente en el apartado donde se exponen los criterios
diagnósticos del TAP.
Este tipo de trastorno de la personalidad es de los más graves y
complicados, sobre todo a la hora de ser tratados, ya que ellos no perciben que
su comportamiento sea un problema, por lo que no tienen ningún tipo de
intención en ir a una consulta, a no ser que con ello puedan librarse de ir a la
cárcel o de cumplir algún tipo de pena. HOUSE
En lo referente a este tipo de personas, se puede decir que encuentran
una especial satisfacción en el incumplimiento de las normas establecidas y en
causar algún tipo de daño a los demás. Son personas que están en continua
relación con la policía, ya que entran y salen de la cárcel de manera repetida.
No paran con su primer delito, sino que cuando han cumplido el castigo
impuesto, vuelven a la calle y vuelven a delinquir sin pensárselo dos veces.
Otra característica que hay que destacar de los antisociales es su mentira
patológica. Mienten de manera continua, solapando unas mentiras con otras.
Todas las personas mentimos, pero lo que llama la atención de estos pacientes
son las razones por las que lo hacen. Contando mentiras y engañando a los
demás de cualquier forma, ya sea estafando o con cualquier otro método, ellos
sienten un intenso placer. Esa es la razón principal que les lleva a esa acción,
otra razón puede ser el hecho de beneficiarse con alguna mentira, es decir,
sacar algo positivo con ello, pero no siempre es así, porque no siempre buscan
conseguir algo mintiendo, a excepción del intenso placer que les produce.
Además, son personas que no ven más allá del mañana. No tienen planes
a largo plazo y no piensan antes de actuar. Esta es otra gran diferencia con el
resto de personas, ya que una persona que no tiene ningún tipo de trastorno es
capaz de pensar las posibles consecuencias que puede tener un determinado
acto. Estas personas actúan sin pensar, no tienen control sobre sus impulsos.
Un ejemplo de esto lo podemos ver en los asesinos en serie; la base que
sustenta los asesinatos de estas personas son fantasías que tienen y que
llevan a cabo sin pensárselo dos veces. Fantasean y se excitan con eso, por lo
que lo hacen, no se controlan.
Las peleas son frecuentes. Son irritables y se ven participando en
enfrentamientos con mucha facilidad. Con cualquier comentario que no les
guste o, simplemente, porque buscan esas peleas y es entonces cuando las
provocan.
También tienen comportamientos que ponen continuamente su vida en
peligro, y no solo la suya, sino que las demás también. Aquí podemos destacar
todas esas personas que conducen de una forma alocada, sin respetar las
leyes que hay en la carretera y que en cualquier momento pueden tener un
accidente y no sólo hacerse daño ellos mismos, sino hacérselo a cualquier
persona que tuviera la mala suerte de estar en el momento menos oportuno en
el lugar menos indicado.
Otra característica que hay que destacar en estas personas es lo poco
que les dura cualquier trabajo. Cambian constantemente porque no aceptan las
normas internas a las que tienen que obedecer, además, no son responsables
y no pueden atender las obligaciones que se les impone.
Por último, la falta de remordimientos, de arrepentimiento y de
culpabilidad es una de las características más típicas que aparecen en este tipo
de personas. Tras cometer cualquier ilegalidad o delito, no se sienten culpables
y, además, disfrutan teniendo esos comportamientos tan violentos y peligrosos.
Para clarificar algo más los comportamientos y pensamientos de estos
sujetos, a continuación presentamos algunos personajes de series o películas
que cumplen algunos de los criterios anteriormente nombrados:
Gregory House
El protagonista de la serie con su mismo nombre, es un brillante médico
especialista en el diagnóstico de enfermedades infecciosas extrañas. Es el
mejor en su trabajo, pero su antipatía general hacia todo y su adicción a la
vicodina, lo convierten en una persona muy difícil de tratar. House muestra un
desprecio generalizado por la especie humana, a la que considera “estúpida”,
así como a la sociedad y a la mayoría de las normas de su hospital (que se
salta constantemente sin importarle el hecho de crearle grandes problemas a la
directora del hospital donde trabaja). Una vez, incluso, le pillaron falsificando la
firma de su mejor amigo para firmar recetas de la vicodina (cuyas dosis le
habían reducido para intentar que disminuyera su adicción). En este caso
House no sólo utilizó a su mejor amigo (Wilson) para sacar un beneficio propio
(conseguir su droga), sino que se despreocupó por él mismo y por su amigo. Lo
que vino tras esto fue el despido del trabajo de Wilson, que para encubrirle
admitió haber firmado todas esas recetas. En este momento, Wilson podría
haber vuelto al trabajo con una simple confesión de House, pero lejos de esto,
no sólo dio la cara sino que encima no se mostró agradecido a Wilson, más
bien lo contrario.
Por otro lado, suele hacer comentarios que duelen a los demás. Uno de
los más impactantes fue cuando le dijo a Cuddy (la directora del hospital donde
trabaja) que menos mal que no había conseguido ser madre, porque sería una
madre pésima (sabiendo que este era su gran sueño y que le estaba costando
quedarse embarazada). Estos son sólo algunos de los comportamientos en los
que se pueden apreciar claramente patrones antisociales de personalidad.
Lisa Rowe
Es uno de los personajes protagonistas de “Inocencia Interrumpida”,
película bien conocida por todos nosotros. Lisa es una chica de
aproximadamente unos 25 años con una personalidad antisocial, que esta
ingresada en un psiquiátrico del que en repetidas ocasiones escapa. La
conducta de Lisa esta marcada por una constante actitud provocativa hacia la
demás personas, disfruta provocando a los demás, ya sea tanto dentro como
fuera del psiquiátrico. Se podría decir que Lisa es una sociópata, escapa
periódicamente del hospital y pocos días después la policía la lleva de vuelta al
psiquiátrico. Esta chica es una ex drogadicta, que casi nunca duerme, come
poco y disfruta organizando disputas y alterando el orden en el psiquiátrico.
Dos ejemplos claros de la personalidad de Lisa se observan en dos
escenas de la película: en una de ellas, el grupo de chicas del psiquiátrico
salen a tomar un helado. Mientras están en la heladería una mujer mantiene
una conversación con una de ellas y la hace un determinado comentario, al oír
ese comentario y ver la actitud de la señora con Susana (la amiga de Lisa),
esta muestra una reacción de ira y comienza a provocar a la mujer hasta tal
punto de cogerla por el brazo y amenazarla. Si no llega a ser por la cuidadora
monta un escándalo público que habría sido motivo de detención policial.
En otro momento de la película con Lisa fuera del psiquiátrico, se observa
como manipula a una ex compañera de este, hasta el punto de que esta se
acaba suicidando debido a los comentarios que Lisa hace sobre ella. Aquí Lisa
no tiene en cuenta que lo que hace que se suicide la chica son sus
comentarios. Además cuando ve que la chica ha acabado con su vida no siente
ningún tipo de remordimiento, sino que le quita su dinero y se va sin más.
Sean Bateman
Es el protagonista de la película “Las reglas del juego”. En este caso nos
encontramos con un chico universitario algo perturbado que nuevamente sólo
se relaciona con la gente para sacarles beneficios. Este ejemplo es preciso
para explicar el criterio “despreocupación imprudente por su seguridad o la de
los demás”. Este chico, como tantos otros en su universidad, compra cocaína a
un traficante al que le debe mucho dinero que no tiene para pagarle. El
traficante le advierte que no vuelva hasta que no tenga el dinero ya que si no le
matará. En un momento de la historia, Sean vuelve a pedirle más droga (pero
no a devolverle la deuda), pero esta vez lo hace acompañado de otro chaval.
Cuando llegan al sitio, el traficante y sus secuaces comienzan a amenazar a
Sean y éste les dice que es su acompañante quien tiene el dinero (poniendo en
grave peligro su vida y quitándose de encima el problema). Es entonces
cuando los traficantes van hacia él y le amenazan peligrosamente. En ese
momento, Sean les dice que era mentira, que su amigo no tenía el dinero pero
él tampoco. En ese instante, cuando parece que las amenazas de los
traficantes van a cumplirse, Sean arremete con ellos con un cuchillo para poder
huir. Una vez llegan al coche, Sean no se muestra asustado, sino más bien
eufórico y emocionado por lo que acaba de pasar (búsqueda de experiencias
intensas). Como se ha podido ver aquí no sólo pone en peligro su vida, sino
también la de su colega; además no muestra arrepentimiento. Forma de
conducir.
CASO CLÍNICO
Theodore Robert Bundy nació en el año 1946, en Vermont, y creció
creyendo que su madre era su hermana y que sus abuelos eran sus padres.
Debido a las duras críticas que recibían las madres solteras en aquella época, la
madre de Ted se fue a vivir con sus padres, los cuales hicieron creer a la
sociedad y al propio Ted que su madre era su hermana mayor con el único
objetivo de proteger a su hija de la gente y sus habladurías. Esto provocó un
gran daño en Ted, que creció bajo el engaño de su propia familia, marcando con
fuego en la profundidad de su ser el rechazo de sus abuelos y de su propia
madre. Además, Bundy vio cómo su abuelo pegaba repetidamente a su abuela y
nadie hacía nada por evitarlo. Igualmente, Ted sufría una importante falta de
afecto, ya que en su hogar predominaba la hostilidad y la agresividad. El modelo
parental que vivió era el inculcado por su abuelo, que era más bien autoritario y
poco cariñoso.
Como veremos más adelante, los factores psicológicos y sociológicos
influyen de manera decisiva en la configuración de la personalidad de las
personas. Igualmente, las experiencias vividas por un sujeto, le predisponen a
que en el futuro se comporte de un modo y otro. En este caso, Bundy se crió en
un ambiente donde predominaba la violencia física hacia la que creía que era su
madre (su abuela). Igualmente, el hecho de que su propia familia le mintiera, se
puede considerar otro suceso traumático que puede estar implicado en la
génesis de su trastorno.
DSM – IV - TR
CIE-10
---------------------------------------------------------------------------------------------------------
Como vemos, el DSM-IV-TR (APA, 2000) muestra que el trastorno
antisocial de la personalidad o TAP, es un conjunto de síntomas caracterizado
por un patrón general de desprecio y violación sistemáticos de los derechos de
los demás que tiene su inicio en la infancia o a principios de la adolescencia,
alargándose hasta la edad adulta.
----------------------------------------------------------------------------------------------------------
CARACTERÍSTICAS CLÍNICAS
Características clínicas del trastorno antisocial según Caballo
En el ámbito funcional:
o Expresivamente impulsivo:
Muchos presentan baja tolerancia a la frustración, incapacidad para retrasar
o posponer la obtención inmediata de placer, actúan impulsiva y
espontáneamente sin pensar en las consecuencias de sus actos o en otras
alternativas. Parecen aburrirse con gran facilidad, no soportan las
responsabilidades de un trabajo o un matrimonio ni las rutinas. Tienden a
buscar desafíos o riesgos y a pasar de una situación excitante a otra sin pensar
en los factores negativos.
Aunque es más típico un comportamiento arrogante, desagradable y
resentido, cuando las cosas salen como ellos quieren se muestran agradables,
inteligentes e ingeniosos.
Lo dicho hasta ahora se refiere al prototipo de antisocial, sin embargo,
muchos otros muestran unos estilos de vida y comportamientos muy
convencionales. Estos antisociales que se salen del esteriotipo, manifestarán
su psicopatía en su vida laboral.
o Interpersonalmente irresponsable:
En sus relaciones interpersonales fracasan o niegan sus obligaciones
económicas, conyugales, parentales y laborales. Experimentan placer
quebrantando las normas o leyes, codician el poder y las posesiones y
prefieren robárselas a otros que ganárselos honradamente. Suelen entran en la
vida de otras personas para robarles y cuando ya no les queda nada, los
abandonan para buscar a su siguiente víctima. Le proporciona mayor
gratificación la desgracia de personas con poder o medios.
Han aprendido a confiar sólo en sí mismos y ven a las otras personas como
medios para obtener un fin.
Por regla general, infundiendo miedo en los demás tratan de anular los
sentimientos de inferioridad característicos de su infancia. Toda esta búsqueda
de poder y medios a través de los otros es fruto de un gran sentimiento de
resquemor y deseo de venganza y retribución.
Sin embargo, la característica más distintiva de un antisocial es pasar por
alto las normas y autoridad (como si él estuviera por encima de ellas).
Muestran desde la adolescencia una desobediencia sistemática y adoptan
formas de vestir, actitudes, valores…nada convencionales (en contra de la
norma).
Muchos de ellos son completamente encantadores y seductores, talento
que emplean para convertirse en grandes estafadores e impostores. Sin
embargo, el placer que obtienen de estas acciones desaparece al lograr la
recompensa.
Nivel fenomenológico
En el ámbito funcional:
o Cognitivamente desviado:
Muchos antisociales construyen su propia realidad y la interpretan de
acuerdo a sus creencias. Desaprueba los valores y normas sociales y
tradicionales. Para intentar conseguir que sus comportamientos san tolerados
o, al menos, entendidos, suelen inventar excusas en relación con sus
“experiencias desagradables pasadas” o su “triste infancia”. Con esto
pretenden ser eximidos de culpa y, si les pillan mintiendo repetidamente,
actúan como inocentes afirmando que se les ha acusado injustamente.
En el ámbito estructural:
o Autoimagen autónoma:
Hay que comentar dos aspectos principales en cuanto a la imagen que
tienen de sí mismos:
1. Les agrada la idea de ser poco convencionales, de salirse de la
norma y rechazar los valores que sigue la mayoría de la gente.
De este modo, menos se parecen a la “gente normal” y más a
gusto se sienten consigo mismos.
2. Desean librarse de las restricciones sociales y las
responsabilidades que conllevan las lealtades a otras personas.
De este modo, no se siente atado a personas, rutinas,
obligaciones, lugares… sino que tienen un sentimiento de
autonomía y autosuficiencia que hace mejorar la imagen que
tienen de sí mismos.
Por otro lado, los antisociales nunca creerán que alguien actúe de forma
desinteresada o sincera y tienden a hacer lo que creen que es correcto para
ellos. Un dato curioso es que algunos antisociales no están de acuerdo con los
comportamientos violentos de otros con su misma personalidad e, igualmente,
los antisociales violentos desprecian a los que no lo son por considerarlos
cobardes.
o Representaciones objetales degradadas:
Los antisociales ven el mundo como un lugar lleno de frustración y dolor
donde deben protegerse de la maldad de los demás. Están convencidos de que
no se puede confiar en los demás, y que si confías te quitarán las cosas que
quieres y te dominarán. Estos pensamientos son los que llevan a arrebatar a
otros sus medios y poderes (para que no puedan utilizarlos en su contra) y a no
intimar demasiado con las personas (por considerarlo una decisión peligrosa).
Los objetos internalizados de este tipo de personas son recuerdos e
imágenes desagradables y corruptos que estimulan los impulsos y actitudes
desconfiadas y vengativas.
Nivel intrapsíquico
En el ámbito funcional:
o Mecanismo de defensa: impulsividad-actuación/proyección:
Mientras la mayoría de las personas controlan sus emociones y no las
muestran o, si lo hacen, lo hacen con delicadeza; los antisociales suelen
descargar directamente sus emociones y pensamientos sin pensar en el daño
que puedan a hacer a los demás y sin sentir culpa ni remordimiento.
El antisocial se siente sometido a la violencia y hostilidad de los demás y,
por este motivo, cuando da rienda suelta a sus impulsos, lo justifica echándole
las culpas a los demás. Al sentirse perseguidos, se ven en su derecho de
vengarse y contraatacar.
Siempre están dispuestos a identificar los comportamientos o comentarios
más causales como ataques de los demás.
En el ámbito estructural:
o Organización indisciplinada:
La estructura morfológica interna que, en todas las personas, contiene los
impulsos, en los antisociales está poco o nada desarrollada. Igualmente, tienen
escaso o nulo control sobre las energías y actitudes refractarias, lo que supone
una mínima capacidad para controlarse, un umbral muy bajo para las acciones
irresponsables y desviadas, así como descargas eróticas y hostiles; una
autoexpresión sin ningún impedimento (llevando y luciendo bienes
extravagantes que se salen de la norma) y una gran intolerancia a la frustración
o a la demora o no obtención del placer.
Nivel biofísico
En el ámbito estructural:
o Estado de ánimo insensible:
Este tipo de personalidad supone que los impulsos no son elaborados o
retenidos, sino que se expresan de manera directa y espontánea. Dicen las
cosas directamente, sin andarse por las ramas y sin tener en cuenta si ofende
o hace daño a otras personas. Estas acciones se dan en muchos casos por su
deseo de impresionar a los demás.
Igualmente, los antisociales tienden a mostrarse muy irritables y agresivos y
muestran un déficit de consideración social, compasión, remordimientos, etc.
Son personas que buscan ante todo la excitación y el placer (incluso a costa de
otras personas).
También les gusta mucho probar los límites de su propia tolerancia al dolor,
por tanto parece que está más orientada a buscar la intensidad y excitación,
más que hacia el placer como un fin en sí mismo. Otro rasgo característico es
que muestren una gran falta de civismo y un desprecio por el bienestar y
seguridad propios o de los suyos.
Semejanzas y diferencias en las características clínicas según
Millon o Caballo
El antisocial codicioso
Estas personas se caracterizan por la envidia y el deseo de ser
recompensados, creen que han sido privados del apoyo emocional y las
recompensas materiales que merecían.
Estos sujetos pretenden adquirir poder y eso lo expresan a través de la
codicia y la voracidad.
Apoderarse de las cosas que quieren o pretenden los demás es la mayor
recompensa de los antisociales de este tipo.
El antisocial codicioso experimenta una sensación de vacío muy
importante, una necesidad poderosa del amor y el reconocimiento que no tuvo
en la infancia. No importan el éxito o las posesiones adquiridas, se sienten
vacíos.
Como piensan que seguirán privados de cosas, manifiestan muy poca
empatía hacia las personas que explotan o engañan.
Estos antisociales no consiguen tener un sentimiento profundo de
satisfacción y siempre se sienten incompletos a pesar de los éxitos que hayan
podido tener, por lo que permanecerán siempre insatisfechos e insaciables.
El antisocial arriesgado
Lo que mueve a estos sujetos es la excitación que provocan determinados
comportamientos, la sensación de sentirse vivo y “enganchado” a la vida.
Son personas impulsivas, responden antes de pensar, irreflexivos e
incontrolados.
Normalmente no tienen miedo a experiencias que para los demás son
peligrosas o amenazadoras.
Podemos decir que estos antisociales son intrépidos, audaces e
imprudentes. A estos, a diferencia de los otros antisociales donde observamos
engrandecimiento y venganza, podríamos decir que buscan una necesidad de
excitación y estimulación, aventuras momentáneas y fugaces que son
intrínsecamente peligrosas.
Son buscadores de peligros que se sienten fácilmente seducidos por las
oportunidades de probarse a si mismos o ampliar sus posibilidades, lo que les
hace antisociales son la independencia y la irresponsabilidad de sus acciones.
El antisocial nómada
Son individuos que buscan huir de una sociedad por la que se sienten
despreciados, aislados y abandonados. Son personas que se lamentan de
haberse distanciado de todo lo que es socialmente convencional, porque
sienten que tienen poca influencia sobre los demás y temen ser rechazados de
nuevo.
En estas personas existe resentimiento e ira, y la menor provocación o
como consecuencia del abuso de alguna sustancia como pueda ser el alcohol,
manifiestan conductas impulsivas de tipo sexual contra personas débiles y
agresiones brutales.
Este tipo de personalidad representa una mezcla de las características
antisociales y de las más propias de las personalidades esquizoide o
evitadoras.
El antisocial malevolente
Quizás esta sea la variante antisocial menos atractiva ya que forman parte
de ella individuos que son especialmente hostiles y vengativos. Tienen
sentimientos de odio y de destrucción hacia la vida social convencional.
Desconfían de los demás y le dan mucha importancia a la traición.
Adquieren sangre fría y deseo de venganza por los malos tratos recibidos en la
realidad o en su fantasía cuando eran niños.
Atacan a aquellos de los que desconfían o a los que creen que les pueden
destruir.
Descriptivamente hablando son personas beligerantes, mordaces,
rencorosos, viciosos, brutales, insensibles, truculentos y vengativos. Además
son especialmente insensibles al miedo y a la culpa.
Las principales características de estos individuos se parecen a las de las
personalidades paranoides o sádicas. No obstante al contrario que los sádicos,
los antisociales, reconocen los limites de lo que pueden hacer para satisfacer
sus propios intereses.
EPIDEMIOLOGÍA Y CURSO
Es importante decir sobre el TAP, que en este tipo de trastorno la
conciencia sobre el mismo es nula por muy inadaptado que este el sujeto.
Acceden ha ser tratados en circunstancias muy diversas, según su conducta
psicopatológica. Es relativamente frecuente que estén en prisión.
La incidencia del TAP en la población normal es de 1% a 3% y del 3% al
30% en muestras clínicas según la APA.
Cabe destacar que los incrementos mas notables se encuentran en
estudios con muestras de personas que se encuentran en prisión, donde las
tasas de prevalencia pueden llegar al 75%.
La prevalencia del TAP es más elevada en hombres que en mujeres.
Según la DSM – IV –TR existe una prevalencia del 3% en varones y del
1% en mujeres en lo que a muestras de población general se refiere.
El TAP se relaciona con un estatus socioeconómico bajo y con el medio
urbano, aunque a la hora de diagnosticar, el clínico debe tener en cuenta el
contexto socioeconómico y cultural del sujeto para evitar posibles confusiones
con otras conductas antisociales similares ( muchas pueden realizarse por
supervivencia).
El curso del TAP es crónico, aunque a medida que el sujeto tiene más
edad puede ir remitiendo. La mejoría es mas clara cuando el sujeto no actúa de
forma delictiva, también es mas probable que disminuyan otros
comportamientos antisociales, así como el consumo de sustancias
psicoactivas.
DIAGNÓSTICO DIFERENCIAL
Y COMORBILIDAD
- Medidas de autoinforme:
o Escala para la Evaluación del Trastorno Antisocial de la
Personalidad (ETAPA) (ALUJA, 1986): contiene 47 ítems que se
ajustan a los criterios diagnósticos que aparecen en la DSM-III.
En 1993, Chico destacó la existencia de 3 factores en esta
escala, los cuales son: conducta agresiva, desestructuración
social y desestructuración escolar. Cabe mencionar que ninguno
de estos 3 factores tiene una fiabilidad menor a 0.77.
o Cuestionario de Conducta Antisocial (CCA) (Luengo, Carrillo,
Otero y Romero, 1994): contiene 82 ítems y evalúa el nivel de
conducta antisocial. Los ítems en cuestión, exploran la frecuencia
con la que ocurren una serie de conductas tales como
vandalismo, robos, agresiones, violación de las normas y uso o
comercio con drogas.
o Otros instrumentos generales para la evaluación del TAP: a parte
de los dos instrumentos comentados, también podemos utilizar
otra serie de escalas que evalúen los trastornos de personalidad
de una manera general, como puede ser el MCMI-III (Millon et al,
1994), la escala de Desviación Psicopática del MMPI-2 y el
CEPER para evaluar los estilos de personalidad antisocial.
(Caballo y Valenzuela, 2001).
- Entrevistas:
Ejemplos de entrevistas estructuradas que se pueden utilizar para
evaluar los trastornos de la personalidad de una forma general son la SCID-II y
la IPDE entre otras. Pero cuando hablamos de llevar a cabo una entrevista con
sujetos antisociales, el tema es ligeramente diferente, básicamente por la
dificultad que esto entraña.
Estos sujetos nunca van a acudir a una consulta por un problema de
comportamiento en sí mismo, sino por otros que estén asociados o
relacionados, como pueden ser el consumo de drogas, conseguir un certificado
que les exima de realizar cualquier trabajo o para evitar ir a la cárcel después
de cometer algún delito y así poder alegar cualquier problema mental, que, a
pesar de todo, saben que no padecen o, mejor dicho, creen saber que no
padecen.
La relación que el terapeuta tiene con este tipo de pacientes es bastante
problemática y conflictiva, ya que cuando el sujeto ve que el terapeuta no le
sigue el juego es más que probable que se enfade y le critique. Por lo tanto, es
complicado conseguir un buen vínculo, pero no sólo por su deshonestidad, sino
también porque no se implican lo suficiente para tratar problemas como el
control emocional o su incapacidad para actuar de manera responsable.
La principal estrategia que tiene que utilizar el terapeuta a la hora de
tratar con este tipo de personas es la empatía, sobre todo en lo referente a las
consecuencias que para sus vidas está teniendo el comportarse de la forma en
la que lo están haciendo. Si se hace esto, los pacientes verán al psicólogo
como un aliado que entiende su situación y no como una figura autoritaria, por
lo que será más probable que esa persona quiera cooperar con el terapeuta.
Hay que tener en cuenta siempre que tratemos con estos pacientes, que
son personas a las que les gusta mucho captar la atención, y para ello utilizará
cualquier método que esté en su mano, destacando la mentira y la presunción.
Pero el terapeuta puede utilizar sus propias armas para sacarle información y
hacerle hablar, esto es induciéndole a presumir con preguntas o comentarios
tales como: “Menudo liante debe ser usted” o “¿Sabía pelear bien?”.
Por otro lado, hay dos autores, como son Marshall y Fernández, que
presentaron en 1997 un programa cognitivo-conductual sistemático para el
tratamiento de delincuentes sexuales donde los objetivos de la intervención se
dividen en dos áreas:
Objetivos específicos al delito, que incluyen superar la
negación y la minimización, mejorar la empatía con la víctima,
cambiar las creencias y actitudes distorsionadas, modificar las
fantasías inapropiadas y desarrollar un plan de prevención de
las recaídas.
Objetivos relacionados con el delito, que hace referencia a
temas que son precursores o que influyen en el delito.
Podemos destacar habilidades deficientes de relación, pobre
solución de problemas, consumo de sustancias psicoactivas,
escaso control de la ira y habilidades para la vida
inadecuadas.
Hay que reseñar que este programa de intervención no está pendiente de
más investigaciones acerca de sus resultados y su eficacia.
Hay que destacar cuál será la actitud que el paciente adopte ante el
terapeuta. Esta actitud puede ser de dos tipos. Una de ellas es intentar
convertir al psicólogo en un aliado y compinche, para así poder beneficiarse de
ello y ponerlo en contra de las personas que le llevaron a la consulta. Otra
actitud que puede adoptar el paciente es que colabore con el terapeuta en todo
lo que éste le pida, con el único fin de alcanzar todas las ventajas posibles de
estar recluido en cualquier institución.
La actividad principal que el terapeuta debe llevar a cabo es intentar
hacer comprender al sujeto las pocas ventajas que va a sacar con el
comportamiento que ha estado llevando hasta ahora. A pesar de ello, las
posibilidades que tiene la terapia de funcionar en este tipo de pacientes son
muy escasas, por no decir que es casi imposible.
En lo que respecta a este tema, hay algunos autores que consideran que
esta posibilidad aumenta cuando la edad del individuo se ve incrementada.
Esto puede tener su explicación en dos puntos interesantes. El primero de ellos
es que muchas de estas personas acaban cumpliendo condenas penales
durante periodos de tiempo muy prolongados, y cuando salen ya no tienen la
vitalidad ni las ganas de seguir con su vida anterior. La segunda posible
explicación es que las personas que no acaban en prisión y se adaptan de una
forma relativa a la sociedad, acaban canalizando sus tendencias impulsivas y
violentas en maneras de comportarse que sean más aceptables y adaptativas.
Se podría decir que la base de su personalidad sigue estando ahí, pero la
manifestación de ella se realiza en formas sociales menos evidentes.
Uno de los principales desafíos que tiene un terapeuta que trate con una
persona que padece de TAP es establecer una relación con él. Algo que nunca
se ha de permitir en la terapia son las luchas de poder. Para ello, en 1985
Frances sugirió que el psicólogo hablar de una forma abierta y normal sobre la
vulnerabilidad de la terapia ante la posible manipulación que el paciente
pudiera llevar a cabo, de esta forma se muestra al paciente que no se le va a
desafiar en ningún momento.
Hay autores que mantienen que las características principales que ha de
tener un terapeuta son: una objetividad fiable pero no infalible, un estilo
interpersonal relajado y no defensivo, un sentido claro de los límites
personales, un gran sentido del humor y seguridad en sí mismo.
En 1993, Benjamin habla de la necesidad de proporcionar a este tipo de
pacientes calidez consistente y bien modulada, para ello dice que no hay que
tratar el posicionamiento cínico y suspicaz del paciente con estrategias de
afabilidad y ayuda, sino, por el contrario, ignorarle. Cuando se haya
familiarizado el paciente con este programa de intervención se puede introducir
el castigo si no cumple lo acordado. En función de que el paciente, adopte
comportamientos más acordes con lo establecido se le irá proporcionando
mayor independencia e interacciones más amistosas.
La cooperación con el grupo se trata a través de la terapia salvaje. Esta
terapia se basa en la confianza que unos pacientes tienen que depositar en
otros, por ejemplo, hay ejercicios en los que unos pacientes requieren la ayuda
de otros, como el hecho de que unos no puedan ver y otros les tengan que
guiar.
Benjamín afirma que cuando se ha iniciado este proceso de
interdependencia, el paciente puede adquirir la capacidad para colaborar con el
terapeuta.
Para terminar, hay que dejar claro que por mucho que se intente cambiar
el estilo de vida de estos pacientes con cualquier intervención terapéutica, son
muchas las ventajas tanto emocionales como materiales que estas personas
consiguen, logrando así reducir la efectividad de la terapia. Los sentimientos de
control, poder e ira producen un estado de activación y una descarga de
adrenalina que el paciente no quiere abandonar.
Si el paciente coopera sin ningún reparo, es una indicación para
sospechar que realmente estamos ante una máscara, aunque es muy difícil
que los antisociales que eligen la terapia por no ir a la cárcel participen de una
forma activa en ella.
Hay terapeutas que pueden sentir el deseo de seguir con la terapia a
pesar de cualquier dificultad porque piensan que se puede reinsertar a esa
persona en la sociedad sin necesidad de que ésta acuda a cualquier prisión.
Pero realmente lo que logran con eso es que el comportamiento del
delincuente se refuerce, ya que ve cómo evita la condena o el castigo que le
debería haber sido impuesto por cometer esos actos.
También hay que tener cuidado con la contratransferencia, ya que el
terapeuta puede llegar a sentir suspicacia y ira por verse engañado y
manipulado, puede sentir frustración e indefensión sobre el aparente fracaso
del tratamiento y el desdén y disgusto que causa, de por sí, el paciente
antisocial, así como su estilo de vida.
COMENTARIO PERSONAL
Partiendo de la base de que este trastorno era el que mas nos gustaba y
nos llamaba mas la atención, a cumplido nuestras expectativas ya que hemos
recabado mucha información que nos ha ayudado a comprender, y ha aprender
mucho sobre este trastorno y sobre las personas que lo padecen.
Ningún punto del trabajo lo consideramos innecesario, ni siquiera el mas
mínimo ejemplo, porque cada párrafo de cada epígrafe es necesario para
abordar este interesante pero a la vez complicado trastorno.
Creemos que la elaboración del trabajo ha sido positiva ya que hemos
adquirido conocimientos que podemos poner en práctica el día de mañana si
tenemos la suerte o el reto de encontrarnos con un paciente de estas
características.
Si algo nos ha quedado claro de este trabajo es la enorme dificultad que
entraña el tratamiento del TAP.
También nos ha servido para desmentir ciertos estereotipos o ideas
preconcebidas como el hecho de que por tener TAP tengas que ser psicópata,
porque como queda claro en los criterios diagnósticos, no hace falta haber
asesinado a alguien para sufrir este trastorno.
Cabe reseñar la idea de que para este trastorno exista poca esperanza de
obtener efectos positivos con la terapia y el tratamiento, debido a su enorme
dificultad y su difusa etiología.
BIBLIOGRAFÍA
CABALLO, V.E. (coord.) 2004. Manual de trastornos de la
personalidad. Descripción, evaluación y tratamiento. Madrid.
Síntesis.