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Mitos Clasificados 2 Hesiovo - Ovip1 VIRGILIO Y Coleccién del MiRADOR Coordinadora del Area de Literatura: Laura Giussani Esditora de la coleccidn: Karina Echevarria Secciones especiales: Ruth Kaufman Versiones de los mitos: Ruth Kaufiman y Stella Maris Cochetti Corrector: Mariano Sanz Jefe del Departamento de Arte y Disefio: Lucas Frontera Schalibaum, Diagramacién: Dinamo Imagen de tapa: Detalle de Apolo y Dafue, de Giovanni Battista Tiepolo, Latinstock Puertas de acceso Ovid “Mites casfeados 2 Ovidio; Euripides; Violet J. Virgilio adapeado por Ruth Kaufman; a Sella Maris Cachet. ~ 2 ed - 3a rei. - Boulogne: Céntao, 2017. 96 p. + Papel 19x Mem. - (Del mitador ; 248) ISBN 978-950-753-376-1 ides TI. Viggo, Violet J- I. Kaufinan, Ruth, adap. 1V. 1. Bsus Literati. Es Er ‘Cochet, Sells Mais, adap. cob 807 (© Biol Puerto de Pale. A, 2013 Eira Puerto de Pls S.A fora pare del Grupo Maclan ‘Av, linco Enaada 104, San iho, provincia de Buenos Aires, Argentina Tnnemet woepuctodepaes.comar (Ques hecho cl depdsito que dapone la Ley 11.723 Inpro en Arpeting Prince in Argaina ISBN 978-950-753-376-1 [No se permite reproduc parcial ota el almacenamiento aqui, a ransmisn a ceanformacion dest bib, en cualquier meio, a eectrico 0 mecinic, median forocops Aigalacin y ot métodes, sind permso previo y esto del edi Su niacin ee penal porlaslyes 1.723 y 25446 Prdlogo cEstas preparado? La lectura que te espera detris de estas puertas es pricticamente un milagro, Quizas no te asombre, porque el fibro en el que se encuentran estas historias opaca el rncia, este es un libro como misterio de su presencia, En apa tantos otros; pero solo en apariencia. Que podamos leerlo, que lo comprendamos y, sobre todo, que llegue a interesarnos y a conmovernos son verdaderas manifestaciones de un prodigio. Los utitus que aqui se natran fueron tomados, y levemente adaptados, de antiguos autores griegos y latinos. Los escritores que les dieron forma literaria lo hicieron, a su ver, de relatos mas antiguos atin, que formaban parte de las religiones y de las creen- cias de sus pueblos. Veamos a Hesiodo, por ejemplo, autor de la Teogonfa. No se sabe con certeza en qué afios vivid, pero se lo sittia alrededor del 750 a. C. Eso significa que vivié hace 2750 afos. Si se calcula que cada 25 afios nace una nueva generacién, gcudntas genera ciones transcurrieron desde Hesiodo hasta hoy? 6 Puerta de acceso :Quién de nosotros conoce el nombre y el apellido de sus familiares a partir de la tercera 0 cuarta generacién? ;Quién pue- de imaginar cémo cra un dia cualquiera de la vida de nuestros tatarabuelos: qué comian, qué pensaban, qué era lo que sentian? Si a veces nos vemos tan alejados de nuestros propios padres o abuelos, ;cémo podemos entender y compartir algunas de las ideas, pensamientos o sentimientos esctitos por alguien que vi- vid hace casi 3000 afios? El hambre siempre acompana al holgazdn. FL trabajo no es ninguna deshonra: la inactividad es una deshonra, Si trabajas, pronto te tendrd envidia el indolente al hhacerte rico. La estimacién y la valfa van unidas al dinero. Aprecia al amigo y acude a quien acude a ti: da al que te dé ‘y no des al que no te dé. A quien da cualquiera da, y a quien no da nadie da. {No parecen los consejos que suelen ofr en boca de sus pa- dres 0 de sus abuclos? Fueron escritos por Hesfodo, en el libro Los trabajos y os dias, como advertencias para su hermano Perses. Cuando los leemos, nos resultan tan comprensibles y tan fami- liares que nos preguntamos si cada época vuelve x penisat las mis- mas ideas y a dar los mismos consejos, o si estas ideas y consejos han llegado hasta nosotros pricticamente intactos, en un largo viaje de unos 3000 afos. Puertas de acceso r El tinel del tiempo... jexiste! La imagen de los viajeros que suben a una mdquina y viajan hacia adelante y hacia atrés en el tiempo es una de las preferidas de la ciencia ficcién y, por ahora, parece un suefio imposible de realizar. Sin embargo, podemos considerar que el libro es como esa maquina que atraviesa las épocas en dos sentidos. Con él, los lectores de hoy pueden remontarse a los tiempos de la antigua Grecia, y a la vez una voz de aquella época logea materializarse en nuestra era para darnos consejos y contarnos historias en la intimidad de la lectura. Pero este viaje esta plagado de peligros: el fuego y el agua que destruyen los manuscritos, el olvido que los aparta, los tiranos que prohiben su lectura, el tiempo que los vuelve lejanos 0 poco comprensibles. A pesar de todo, hay viajeros que se suben a esta nave muy confiados, como lo demuestran las palabras con las gue el poeta latino Ovidio concluye su obra fundamental, Meta- morfosis (cl destacado es nuestro). Y-ya he completado la obra, que ni la cblera de Jspiter ni el fuego, ni el hierro, ni el voraz tiempo podrd destruir. Que cuando quiera aquel dia, que no tiene ningiin derecho a no ser sobre este cuerpo, ponga fin al transcurso de mi insegura vida. sin embargo, en la mejor parte de mi seré Nevado eterno por en- cima de los elevados astros, y mi nombre serd imborrable y, por donde se extiende el poderio romano sobre las domettadas tierra, seré leido por boca del pueblo, y a lo largo de todos los sighs, gracias a la fama, si algo de verdad tienen los vaticinios de los (poetas, VIVIRE " Ovidio, Mevamorfort, Madrid, Citedra, 1999, 8 Puertas de acceso Del 700 a. C. al presente: el viaje de la obra de Hesfodo Para comprender en profundidad cules fueron las dificul- tades que sorted una obra antigua para llegar a nuestras manos, tomaremos como ejemplo la Zeogonia de Hesiodo. De este poeta se conservan tres libros completos, la Teagonta, Los trabajos y los dias y El escudo de Heracles. Se supone (pot ci- tas de testimonios antiguos y por fragmentos de papiros) que su produccidn literaria completa abarcaba unas catorce obras més De algunas de ellas se han preservado importantes fragmentos; otras se han perdido por completo.” ‘Al recrear este largo trayecto -y el de cualquier obra antigua— debemos prestar atencién a dos aspectos convergentes: 1. Los soportes materiales de la escritura. Los materiales so- bre los que se escribié una obra (papiro, cueros, tablillas, papel) son fundamentales para que se conserve su contenido, 2. La transmisién cultural. La condicién principal que debe cumplir una obra para atravesar el tiempo cs encontrar lectores centusiastas.® Para que la transmisién contintie de una generacién a otra, estos lectores, a su vez, deben ensefiarla, comentarla y re- producitla de algiin modo, Durante muchisimos siglos, el tinico modo de reproduccién de la letra escrita fue el copiado manual. 7 [a misa plea grand, ss compara lo que se conservb con lo que se prodjo= sufien los poctstrgics. Esq, autor de Prometzoeneadenade escribis alrededor de hhoventa tapes y slo se escataron siete. Euripides, que eseibis igen n Aue, (qe se presenta adaptada en este volume, ccibig ambign noventa obras, de las cuales se conservandiciocho. > Subrayando esa idea cncontramos la forma en la que Jonge Las Borges define un libo clésic: “Clisico no en ibe. que neesariamente posce tales o cules métites es un libro que las generaciones de los hombres, urges po diverss razoncs, deen con previo fervor y con una misteriosa lealtad™. Cf. Borges Jorge Luis, “Sobre los lsc" en Obras completes, Buenos Aires, Emeck, 1987 Puertas de acceso ° LA TRANSMISION EN EL MUNDO GRIEGO El rollo de papiro En la Grecia clisica no habia libros con el formato que cono- cemos hoy, ni papel, ni muchas personas que supieran leer, Los libros de aquella época tenian otras formas y otros materiales. Se Jos llamaba rollo 0 volumen, Probablemente, Hesfodo escribié el poema original en un soporte més rudimentario, como tablillas de madera o pieles de animales tratadas especialmente. Pero me- dida que avanzaba la civilizacién griega, sus autores fueron adop- tando el rollo como soporte para conservar las obras literatias. EL material sobre el que se escribfa cra el pliego de papiro, una planta cuyos tallos son ticos en celulosa, Por un complejo proceso, que inclufa corte, remojo, prensado y secado de los ta- Ilos, se obrenia la charta, que era el material apto para la escritu- ra. Con ella se formaban los pliegos. Los pliegos de papiro se encolaban sucesivamente, de mane- ra que formasen una larga banda. Estas bandas solian set de seis metros de largo por veinte centimetros de alto, y se enrollaban alrededor de una especie de bastén, Se escribfa en una sola cara. Leer un rollo era mucho més complicado e incémodo que leer un libro hoy.’ Habia que colocarlo sobre las rodillas y sujerar la parte enrollada con una mano, mientras con fa otra se iba de- senrollando con cuidado. Buscar una cita, por ejemplo, era una tarea bastante dificultosa, Por otra parte, los rollos tenfan una ca- pacidad limitada. La Iliada de Homero, por ejemplo (que hoy es un libro de aproximadamente 500 paginas), ocupaba 24 rollos. Fin la actualidad, codavia pueden ver personas leyend un rollo similar al de aa tigua Grecia, Para tener esta experiencia, concurran un sibado por la mafian, en una sinagog al servicio religiosa dela religién judi. Entonces se le el Sir Tod (nombre hhebteo del Pentateuco), cuya forma conserva la del rollo@ volume, 0 Pucetas de acceso De las islas griegas hasta el Asia Menor Hasta la época de la Grecia clisica, los poemas de Hesiodo fueron leidos y estudiados en el mundo griego. Mis tarde (a par- tir del 360 a. C.), su obra se difundié en el reino de Macedonia y luego en el vasto imperio fundado por Alejandro Magno. Asi ‘su obra llegé a leerse en Egipto y el Asia Menor. En Alejandrfa (Egipto), secncontrabala biblioteca mésimportan- cedelaAntigiiedad, Encllaseconservaban alrededorde medio milln de rollos de papiro, que contenian obras de la literatura y la filosofia ariegas, y de otras culturas de la época. Se conoce tuna edicién de la Teagoniaa cargo del filésofo Zenodoto de Efeso —uno de los ditecto- res dela Biblioteca—que inclufa un glosario para inverpretar términos dificles, y proponia lecturas que se apartaban de las interpretaciones mis tradicionales. Segiin cuenta el historiador Plinio el Viejo (23-79 d. C.), Tolomeo I, el rey que fundé la Biblioteca de Alejandrfa, tenia una fuerte rivalidad con Etimenes, rey de Pérgamo (en la actual Tarquia), que también posefa una importante biblioteca. Egipto era el pais productor de papiro; entonces, para que st tival no tuviera més libros que él, Tolomeo I suprimié la exportacién de papiro. Y esta prohibicién dio origen a un nuevo soporte mate- rial de la escritura: el pergamino. Puertas de acceso u El rollo de pergamino Fue asi como, en Pérgamo, se perfeccions la técnica de fabri- cacién de una membrana que ya se conocfa de antiguo. El nuevo material destinado a la escritura se llamé pergamino, porque pro- cedia de aquella ciudad. Consistia en picles de animales tratadas de tal modo que era posible escribir sobre cllas. El pergamino resulté mas conveniente que el papiro, porque era mds resistente y porque permitia escribir de ambas caras. En un principio, se adapt al modelo de volumen o rollo. LA TRANSMISION EN EL MUNDO ROMANO: El cédice de pergamino Durante el Imperio Romano, desde los principios de la era cristiana, comenzé a emplearse otro soporte para la escritura: el cédice (del latin, codex). Se trata de un conjunto de cuadernos que se forman al doblar una o mas hojas y coserlas unas con otras (la forma de los cédices ¢s la misma que tienen los libros actuales). All doblarlo una vez, el pergamino se convertia en falio; doblado dos veces, en cwarto; una ver. més, en octavo, 2 Puerta de acceso La mayoria de los cédices era de pergamino. Este debfa set fi- no y bien alisado, pues se escribfa por ambas caras. Los romanos teffan los pergaminos de distintos colores, sobre todo de amari- lo o de rojo, porque su blancuta original se ensuciaba pronto y molestaba a la vista. El cédice se podia transportar de un lugar a otro; ademds, permitia al lector pasar las paginas rapida y Fécil- mente, y hacer sus anotaciones en los margenes, Bibliotecas puiblicas y editores privados Los textos de Hesfodo pasaron a Roma. Los fildlogos encon- traron muchos restos de papiros de los primeros 600 afios d. C. con su obra. Ademis, numerosos autores latinos citan fragmen- tos de Hesiodo en sus propias obras o reesctiben los mitos narra- dos por él. Por ese motivo se deduce que Hesiodo gozaba de una amplia aceptacién entre el piiblico lector romano. La primera biblioteca publica de Roma se funds en el afio 39 a. C. Se calcula que la ciudad llegé a tener, en el siglo 11, hasea veintiocho bibliotecas ptiblicas, que formaban parte de los gran- des complejos arquitecténicos como las termas o los templos. Gran parte de su patrimonio procedfa de botines de guerra: po- siblemente asi llegaron a ellas los textos de Hesfoda, A esto debe sumarse la labor que tealizaban los copistas, libreros y editores romanos. Y la de los gramaticos, que se aplicaron al estudio y el comentario de las obras de los autores nacionales y griegos. Poertas deacceso B LA TRANSMISION EN EL MUNDO CRISTIANO Enel siglo vise produjo el derrumbe cultural del Impetio Roma- no. Con las invasiones de los barbaros, la continuidad de la culeura romana se rompié en muchos puntos y los restos de la civilizacién clisica fueron quedando en manos de la Iglesia. Los fondos de las grandes bibliotecas publica y privadas que se salvaron del derrum- be se refugiaron en las bibliotecas de los nacientes monasterios. Alli fueron a dar, también, los textos de Hesiod. (A esta altura de nuies- tra historia, la Téogomia ha sobrevivido a un viaje de 1200 afios!). Durante la Edad Media, la Iglesia ejercié un fuerte control sobre todos los aspectos de la vida cotidiana y sobre el desarrollo del pensamiento filosdfico y cientifico. La relacién de las autori- dades eclesidsticas con la tradicién literaria grecolatina fue muy conflictiva. Desde el punto de vista religioso, la oposicién entre las creencias monoteistas de la religidn catdlica y la pluralidad de dioses del panteén grecolatino era absoluta. Sin embargo, @ Jo largo de la Edad Media europea, los monasterios y las abadfas se convittieron en focos de cultura y en los principales guardas y n antigua. transmisores de la tradi Los monjes copistas La importancia de un centro mo- ndstico se correspondia con la calidad y la cantidad de los libros que se co- piaban y con los fondos de su biblio- teca. En los estantes predominaban los libros religiosos, pero también habia lugar para los literarios y filo- sOficos de griegos y latinos, Ast fue como, a lo largo de la Edad Media, u Pucttas deaccesa los monasterios desarrollaron la industria manual del copiado de libros. En muchos monasterios habja un sitio dedicado a la escti~ tura: el scriptorium. Alli los monjes escribian colectivamente al dictado, de manera que realizaban varias copias de un mismo gjemplar al mismo tiempo. Trabajaban muchas horas, en silen- cio, en una postura que no permitia apoyar la espalda, forzando la vista, con una luz pobre, y sin posibilidad de usar velas 0 can~ diles por el peligro que esto suponia para el libro. ‘A finales de la Edad Media, un copista con experiencia es- cribia una media de dos o tres folios por dia. Luego, al crecer la demanda de libros, se abrieron talleres de copistas laicos, fuera de los monasterios. Copiar una obra requeria a menudo varios ‘meses, lo que puede dar una idea del costo de un cédice de este tipo, Eso sin contar con el trabajo de los iluminadores, que dora- ban con wn pan de oro las letras capirales (las letras maytiscilas, usadas en encabezamientos, prrafos y capitulos). Un manuscri- to terminado y tevisado era un objeto de gran valor. Si alguno se leva ese libro, que lo pague con la muerte, que se fria en una sartén, que lo ataguen la epilepsia y las flebres; que leo descoyunten en la rueda y lo cnelenen? Esta anotacién, hallada al final de un cédice medieval con el texto de la Biblia, nos da una idea de las penas que esperaban a un ladrén de libros. En esta otta cita, que aparece al final de un cédice del siglo xav, de una obra de Santo Tomas de Aquino, se nos da una idea del cansancio que podia embargar a un copista: 5 Tomado del siia de Intemet creado por el profesor Francisco Manzaneto Carr: swwrwpntie:mecces/ mem2001/sripraltraditio Puertas de acceso 1s Agu se acaba la segunda parte de la Summa del hermano Toms cde Aquino, de la orden de los hermanos predicadares, larguisinaa, en- revesadisima y aburridisima para el copista: Gracias a Dios, gracias «a Dios y ota vez gracias a Dios.® Del pergamino al papel La Edad Media se exten- did durante un perfodo muy extenso de la historia, y en ella se produjeron muchas trans- formaciones. ‘También los so- portes materiales de la esctitura cambiaron. En un principio, Jos monjes copistas escribicron sobre cédices de pergaminos Juego, a partir del siglo x11, co- menzaron a utilizar papel. Este se obtenia de la maceracién de trapos de cifiamo 0 de lino. LA TRANSMISION DE LOS HUMANISTAS Lentamente, la Edad Media fue dando paso a otras formas de produccién y transmisién del pensamicnto, La Iglesia y las ideas religiosas fueron perdiendo el concrol absoluto sobre el saber. En los siglos xrv y Xv, surgié un tipo nuevo de eruditos: los humanis- tas, interesados en estudiar directamente los textos originales de la cultura de Grecia y de Roma. Textos de fildésofos, de “cientificos”, 6 Pucstas de acceso de poetas, de trigicos que la Iglesia habia protegido en sus bi- bliotecas, pero sin alentar su estudio. Las bibliotecas de los monastetios y de las catedrales pusieron al alcance de los estudiosos todo el material de la Antigiiedad, [Asi se encontraron obras que se desconocfan o se crefan perdidas. La imprenta A mediados del siglo xv, se inauguré una nueva etapa. Joha- rnes Gutenberg, un joven de Alemania, discfié los elementos esenciales de la imprenta (que se han seguido usando hasta el siglo xx). Entre 1450 y 1455, produjo una Biblia impresa. De repente, por primera vez. desde Ja invencién de la escritura, era posible producir textos en gran- des cantidades y répidamente. Apenas unos afios después de la aparicién de la primera Biblia impresa, surgicron imprentas en toda Europa, y unos afios mds tarde llegaron al Nuevo Mundo. Editiones principes En esa misma época (1453) cayé la ciudad de Constantinopla en manos de los arabes. Muchos eruditos griegos, que tenfan sus escuclas en Turquéa, pasaron a Italia. Uno de ellos, llamado Aldo Manuzio el Viejo, como no disponia de material para impartir sus clases de literatura y de filosofla en griego y en latin, decidié aprender el oficio de Gutenberg, Pocrtas de acceso ‘Asi, con la ayuda de otros eruditos, cre6 una imprenta pa- ra producir exactamente el tipo de libros que necesitaba para sus ‘cursos. La imprenta de Aldo edi- 16 las principales obras clasicas en griego y en latin, Los erudltos se reunian diariamente en su casa para decidir qué ttulos habfan de imprimirse y los manuscritos que atilizarian como fuentes fiables, para lo cual examinaban cuida- dosamente las colecciones de los clisicos de los siglos anteriores. Esta imprenta edité la obra de Hesiodo, y se la conoce como la edicién de Aldo, Venecia, 1495 Las primeras ediciones impresas de cada obra se denominan editiones principes y son de un gran valor para la critica actual, ya que se consideran como auténticos manuscritos, sobre todo cuando su texto reproduce uno de ellos perdido. Los libros que se editaron hasta el afio 1500 reciben el nombre de incunables. La edicién critica a historia de un texto de Hesfodo que hoy puede comprarse cen cualquier librerfa tiene atin un capfculo més. En este capitulo hacen su aparicién los filélogos. Los editores de las editiones principes, en general, se basaban en un solo manusctito, Los filélogos, en cambio, para fijar el texto “definitivo” de una obra clisica realizan un trabajo de re- construccién, comparando cada uno de los manuscritos que se han conservado de la obra en cuestién. Estas comparaciones se realizan siguiendo métodos rigurosos. Las ediciones criticas de 6 Puertae de acceso la obra de Hesiodo se han realizado desde principios del 1900 hhasta casi finales del siglo xx. La edicién actual La vigencia de los textos clésicos hace que editoriales actuales sigan reeditando esas obras. Asi, encomiendan la labor de tra- duccién a un especialista en griego antiguo, es decir, una persona capaz de traducir el texto a las lenguas modernas, consultando directamente las fuentes griegas. La traduccién de una obra de este tipo presenta dificultades que no tiene la de obras contempordneas. Por empezar, el griego en el que fue escrita Ia Téogonéa es una lengua muerta: eso significa una lengua que no es usada por ningtin hablante. Por ello, el significado de muchas palabras que refieren a elementos, costumbres, comi- das, ideas, dioses, que ya no existen— solo puede ser comprendido por personas que, ademés de conocer Ia Iengua en profundidad, saben historia, arqueologfa, arte, filosofia y mitologia griega. La palabra la tienen los lectores Muchos monumentos de la Antigtiedad que se han con- servado ~como esculturas, monedas, vasijas, herramientas, et- cétera~ han sido desenterrados por arquedlogos. Eso significa que gran parte del tiempo transcurride desde su uso hasta su redescubrimiento lo pasaron ocultos, “dormidos”. La Zogonta, en cambio, ~como cada uno de los mitos que aparecen en este volumen- jamés dejé de ser leida, Eso significa que estos textos han atravesado los siglos de su historia siempre “despiertos”, Cada lector que los tomé entre sus manos entablé una comu- nicacién con ellos, y les dio un significado y un valor. Hay una historia del cexto en si, de las letras, que acabamos de recorter, Peto a esta historia se superpone otra, mas dificil de documentar: la historia de las lecturas. De ella, tomaremos dos momentos bien diferenciados, que nos sirven para comprender las lecturas del presente El método escolastico Este método fue desarrollado sobre todo en los siglos xar y att, en plena Edad Media europea. Siguiendo el método escoléstico, se ensefiaba a los estudian- tes-a lees, de cabo a rabo, comentarios ortodoxos que eran el equivalente de nuestros apuntes resumidos de clase. Habfa una setie de pasos establecidos, que comenzaban con un andlisis gra- matical y conclufan con el aprendizaje de los comentarios de las autoridades. El estudiante no debia buscar el sentido del texto, deba aprender el significado y las interpretaciones, sobre todo morales, manifestadas por los autores més reconocidos. El método humanista La concepcién o el método que rigen nuestras lecturas ac tuales comenzaron a forjarse de manera gradual a mediados del siglo xv, en la época en que Aldo Manuzio el Viejo comenz6 aeditar en su imprenta de Venecia textos en griego y en latin, para que sus alumnos tuvieran un contacto directo con las obras clésicas, A mediados del siglo xv, la lectura, en una escucla hu- manista, se fue convirtiendo gradualmente en responsabilidad de cada lector. Sin dejar de lado a las autoridades, los maestros comenzaron a incentivar a sus alumnos para que leyeran por si mismos. 2» Puertas de acceso Esra tradicién humanista fue afianzando poco a poco la li- bertad de cada lector para acercarse a un texto y encontrar en él los significados que su propia circunstancia le permite advertir, La concepcién actual Hoy se sostiene que cada lector tiene derecho a ejercer su propia lectura de un texto, y que todas las interpretaciones son vilidas, aunque unas puedan resultar mds interesantes, produc tivas 0 enriquecedoras que otras. Hoy se enscfia que leer ¢s una aventura personal, en la que cada cual debe comprometer sus pensamientos y sus emociones. Hoy se privilegia el contacto di- recto con el texto original, pero sin olvidar que la originalidad de cada texto que leemos es relativa, pues al tirar del hilo que forma Ja trama de un texto, estaremos tirando también el de muchos otros libros, pues la madeja de las lecturas esté formada por hi los enredadisimos, y cada cual la devanaré como pueda, aunque nunca ~por suerte~ podré hacerlo de modo definitivo.. Mitos Clasificados 2 Hgsfono - Ovinro - Eur{prpes Nn Cena CO mov: TEOGONIA Los PRIMEROS DIOSES Fl encuentro de Hesfodo con las Musas Hesiodo apacentaba sus ovejas al pie de un certo, No pode- mos saber cudntas formaban aquel rebafio, pero setfan nume- rosas, porque la familia de Hesiodo no era pobre. En aquella Epoca, un buen rebatio era una posesién de valor. Los griegos se alimentaban de cordero, ofrendaban corderos en sus sacrificios a los dioses, usaban la lana de las ovejas para tejer sus ropas, y cocinaban con leche y queso de ovejas y de cabras. “Muchas tardes de verano, habia estado en ese mismo lugat. Largas horas, mientras sus ovejas aprovechaban cl tierno pas- to de la estacidn; pero aquella vez fue distinta, completamente distinta de todas las demas. Hesiodo recibié la inesperada visita de seres sobrenaturales. Hesiodo se topé de frente con las nueve Musas. Cada diosa se present6 a si misma o fue Caliope quien pro- nuncié el nombre de sus ocho hermanas? m4 Hesiodo -Ovidio- Euripides Viggo yotro= {Oy6, Hesiodo, el delicioso ruido que subia por debajo de sus delicados pies? ;Encrevié sus cuerpos en danza, cimbredndo- se vivamente? 20 acaso aquella visita solo se concreté en una voz, en la ma- ravillosa voz de las Musas, que llegé hasta sus ofdos envuclea en el viento, pero distinguiéndose de este con inconfundible claridad? No podemos saberlo con exactitud, porque Hesiodo sola- mente conté que habia recibido un mensaje dirigido a él en pri- mer lugar. No era un secteto; mas bien, todo lo conttario. Estas fueron las palabras textuales de las Musas: *;Pastores del campo, triste oprobio, vientres tan solo! Sabemos decir muchas mentiras con apariencia de verdades y sabemos, cuando queremos, pro- clamar la verdad”. Eso fue todo lo que le dijeron y, ademas, cortaron una rama de Alorido laurel ~del mismo laurel bajo el cual Hesiodo habia dormido tantas siestas~ y se la dieron por cetro. El encuentro cambié por completo la vida del pastor. Ese mensaje, de significado algo oscuro quizés, lo transformé. Desde entonces, se dedicé a cumplir el encargo que las nueve hermanas le habian encomendado. Celebrar el futuro y el pasados alabar con himnos la estinpe de los dioses; cantarles, siempre, a ellas mismas al principio y al final i aquel sencillo pastor pudo cumplir tamafio encargo no fue por su saber, por su gracia, ni por su maestrfa. Si pudo hacerlo, fue porque ellas le infundieron su divina vor. ;Dichoso es aquel de quien se prendan las Musas! Dulce le brota la vor de la boca. (Los relatos que siguen son algunos de los que le ‘dictaron’” las Musas a Hestodo y que él narra en sus obras Teogonia y Los traba- jos y los dias). ‘Teegonis 2s Invocacién Aytidenme, oh Musas, a recordar las historias de los origenes, a relatar cémo surgicron del Caos, Gea y Urano, y cules fueron los hijos de la Noche. Recuérdenme también, oh Diosas, cémo ‘Crono sucedié a su padre Urano para scr, a su vez, destronado por Zeus, que hoy reina sobre mortales ¢ inmortales. Pongan en mis labios, por iltimo, cémo Prometeo modelé al primer hom- bre con tierra y con agua Los primeros dioses ‘Ante todo, existié el Caos. Después Gea, la Tierra, de ancho pecho. Por iltimo, Eros, el més hermoso entre los seres inmorta- kes, Con su poder cautivaba, por igual, los corazones y la volun- tad de dioses y hombres, Ante él, unos y otros sentian aflojarse los miembros. Del Caos nacieron también Erebo, que es el Infierno, y la negra Noche. De la Noche, en amoroso contacto con Erebo, na- cieron a su vez el Eter y el Dia. (Mas de una vez, Hesiodo habrd sentido que sus ayentes se dis- tratan cuando lo escuchaban. No era el suyo un canto facil de seguir. No atrapaba el interds con historias repletas de hazaiias, amores y engaitos, Mas bien, parecia una serie de nombres encadenados uno tras otro. ¢Qué oyente serta capaz de entender que, al darle un nom- bre a cada parte del universo y designar justamente quién era hijo de quién, Hesiodo narraba la historia del origen? No habta personajes, porque la materia de este canto era el mundo mismo. Y su sentido, ‘mostrar que existe una armonia que es obra de los dioses). 26 esfodo- vidio - Euripides - Vigo y otros Gea, la Tierra, comenzé por parir un ser de igual extensién que ella, Urano, el Cielo Estrellado, para que la contuviera por todas partes, y fuera una morada segura y eterna para los biena- venturados dioses. También puso en el mundo las Aleas Monta- fias, deliciosas moradas de las Ninfas, que viven en los montes boscosos. Dio también a luz al estéril mar de hinchadas olas, el Ponto. Estos fueron sus primeros hijos: Urano, las Altas Monta- fias y el Ponto. A todos dio a luz Gea, sola, sin mediar ninguna clase de unién amorosa, Los hijos de Geay Urano Mas tarde, Gea se unié a Urano. De este matrimonio, nacié tuna nueva generacién de dioses. Los cinco Titanes: Océano, de profundos remolinos, Ceo, Crio, Hiperién y Japeto. Y sus seis hermanas, las Titénides: Tea, Rea, ‘Temis, Mnemosine, Febe, la de furea corona, y la amable Tetis, El tiltimo titén fue el taimado, Crono, el mas terrible de los hijos de Urano. Desde el principio, Al odié a su prolifico padre. (Aquellos oyentes excuchaban impresionados. zEntonces el Cielo es hijo de la Tierra y no al reves? Par qué Mncmosine, la personi= feacién de la Memoria, aparece junto a las fuerzas primordial, y no asi otras facultades de la mente? ¢Quieds porque es la madre de as Musas?). Gea dio a luz también a los Ciclopes, de corazén violento. Brontes, Astéropes y Arges. Los tres eran semejantes a los dioses, pero con un tinico ojo en medio de la frente. Su vigor, su coraje y sus mafias se mostraban en cada una de sus acciones. Tiempo después, le dieron a Zeus el trueno y le forjaron el rayo. Teogonia 2 De Gea y Urano nacieron atin tres hijos, grandes y fuertes, cuyos nombres no deben pronunciarse: Cotto, Briareo y Glas. Cada uno de ellos tenfa cien brazos invencibles, que se agitaban desde sus hombros y, por encima de esos miembros, les hablan crecido cincuenta cabezas a cada uno, Temible era la poderosa fuerza que emergia de sus cuerpos monstruosos. (Los oyentes escuchaban estos nombres con un estremecimiento. Los diosesinfermales, ;la fuerza mds temible que habita el Universo). Crono sucede a Urano Los hijos de Gea y Urano, los hijos mas terribles, se sentian jrritados con stt padre desde siempre. Cada vex que alguno de ellos estaba a punto de naces, Urano lo retenia oculto en el seno de Gea, sin dejarlo salir a la luz. Urano gozaba cinicamente con su malvada accién. La monstruosa Gea, la ancha Tierra, sufrfa henchida de sus propios hijos. Sintiéndose a punto de reventar, urdié una cruel artimafia. Produjo de su seno un brillante acero y, con él, forjé tuna enorme hoz. Luego explicé el plan a sus hijos. Pero todos sintieron temor ante la idea de vengar el ultraje que les hacia su padre, aunque él fuera el primero en maquinar odiosas acciones. Solo Crono, el de mente retorcida, armado de valor acepeé rea- lizar la empresa. ~Yo no siento piedad por nuestro abominable padre, pues él fue el primero cn maquinar odiosas acciones. ‘Asi hablé Crono, y Gea se alegrd y lo escondié en una em- boscada. Vino el poderoso Urano, se eché sobre la tierra ansioso de amor y se extendié por todas partes. Pero Crono salié de su escondite, 28 Heslodo- Oviio - Baripides- Vigo y otros armado con la prodigiosa hoz, y segé los genitales de su padre. Luego los arrojé a la ventura, por detrés. Las gotas de sangre que entonces se derramaron, todas, las re- cibié Gea. Al completarse un aio, Gea dio a luz a las poderosas Erinias —que persiguen a los patricidas-, a los enormes Gigantes ~que vestian lustrosas armaduras y manejaban inmensas lanzas~ ya las Melias o Ninfas de los arboles. Todos ellos nacieron de la sangre de Urano. En cuanto a los genitales, desde el preciso instante en que el acero los cercené, Crono fos arrojé lejos, en el tempestuoso Océano. Largo tiempo fueron Ilevados de aqui a all en la in- mensa llanura de las olas. A su alrededor, surgia una blanca es- puma y, en medio de ella, nacié una doncella. Afrodita la llaman ses y hombres, porque nacié en medio de la espuma. Cuando la bella diosa salié del mar y pisé la tierra, bajo sus delicados pies crecia la hierba, (De todos los misterios transmitidas por Hestodo, el nacimiento de Aftodita era el que mds cautivaba a los oyentes. jDel semen de Urano y la espuma del mar, estaba hecho el cuerpo de la diosa del amor! Solo el poder de las Musas podia volver comprensible una verdad tan oscara). Poco después de nacer, Afrodita se presenté por primera vez ante el concilio de los dioses. La acompafiaban Eros y el her- moso Himero, el Deseo. ¥ desde un principio, son sus privile- gios entre los hombres y los inmortales: las intimidades con las doncellas, las sonrisas, fos engafios, el dulce placer, el amor y la dulzura. Teagonin 2 Los hijos de la Noche La Noche parié a la odiosa Suerte y a Tinato, espiritu de la Muerte. Alumbré también a Hipnos y engendré a la tribu de los Suefios. Luego, ademés, la oscura Noche dio a luz, sin acostarse con nadie, a Momo, el Sarcasmo, y a las Hespérides, que tienen a su cuidado las hermosas manzanas de oro y los érboles que las producen més allé del Océano. “También engendré a las Moiras y las Ceres, inexorables en la venganza, Petsiguen a los culpables, sean hombres o dioses, y st célera no se templa hasta que logran imponer una pena cruel a quien haya cometido graves faltas. La perniciosa Noche parié asimismo a Némesis, azote de los hombres, pues ejecuta la venganza divina ante cualquier huma- na desmesura, Después, la Noche tuvo al Engafio, la Ternura, la maldecida Vejez.y, por tltimo, a Bris, la Discordia. La aborrecible Eris alumbs6, a su vez, a la dolorosa Fatiga, al Olvido, el Hambre, los Dolores que causan Ilanto, las Peleas, los Combates, los Asesinatos, las Matanzas, las Discusiones, las Pa- labras falaces, al Desorden y la Destruccién, compafieros insep2- rables, y a Horco, el Juramento, el que més dafia a los terrestres mortales cuando perjuran voluntariamente. (Hesiodo recitaba lentamente los nombres de los bijos de la No- che. Ante cada nombre detestado, los hombres recordaban su con- dicién de mortales expuestos al suftimiento, al dolor, al llanto y a la vejez. ;Por qué la Ternura acompanaba a seres tan perniciosos? Hesiod cantaba lo que las Musas le habian transmitido, pero solo clas comprendian el misterio profundo de aquellas genealogtas. Los hifos de la Discordia eran, en cambio, dignos hijos de su madre. Si dos hombres comprendieran cudntos males se evitarian impidiendo que la Discordia se entrometiera en sus vidas...). x0 Hesiod - Oviio-Baripides - Virgo y otro El nacimiento de Zeus Rea era hija de Gea y de Urano, Crono, su hermano, la so- metié al yugo amoroso, y ella le dio estos famosos hijos: Hestia, Deméter, Hera, la de dureas sandalias, el fuerte Hades, que vive bajo la tierra y cuyo pecho guarda un coraz6n despiadado, el estruendoso Poseidén, que gobierna los mares, y el prevenido Zeus, padre de dioses y hombres, que con el trueno hace estre- mecer la ancha tierra. Pero el gran Crono fue devorindolos a todos en cuanto sa- lian del vientre sagrado de su madre y le llegaban a sus rodillas, Los engullia para que ninguno de sus hijos obtuviera, entre los inmortales, la dignidad real. Pues habia ofdo decir a Gea y a Urano que él, Crono, a pesar de su poder, sucumbiria un dia en manos de un hijo suyo. Por este motivo se encontraba siempre al acecho ¢ iba devorando a sus hijos; y Rea suftia te- rriblemente, ‘Mas al llegar el dia en que Rea esperaba poner en el mundo a Zeus, padre de dioses y de hombres, suplicé a sus progenito- res, Gea y Urano, que Ia aconsejaran para darlo a luz en forma oculta. Rea queria castigar la furia del padre, vengando a todos los infantes a quienes habia devorado el gran Crono, el de in- tenciones perversas. Urano y Gea escucharon y complacieron a su hija. Le reve- laron todo lo que el destino tenia decretado acerca del soberano Crono y de su valiente hijo. Y la enviaron a Lictos, un rico pue- blo de Creta, para que alli esperase el alumbramiento del gran Zeus, tiltimo de sus hijos. Rea, durante la oscura y répida noche, aleanzé las primeras cimas de Lictos. Alf oculté a su hijo, con sus propias manos, en las entraftas de la divina Tierra, al fondo de una inaccesible grua del monte Egeo, recubierto de bosques frondosos. De ese modo, Teogonis Gea, la monstruosa Tierra, recibié a Zeus en su regazo para ali- mentarlo y criarlo en la espaciosa Creta. Luego, Rea envolvid en pafiales una piedra enorme y se la dio al poderoso Crono, quien la tomé con sus manos, se la tragé, y esta se alojé en su vientte. jlnfelic! No pudo pensar que, gra- cias a lo que acababa dle tragar, quedaba asegurada la vida de su invencible hijo, quien pronto lo someteria con la fuerza de sus brazos. Le quitaria la dignidad real e imperarfa a su vez. sobre los inmortales, Rapidamente, crecieron el vigor y los hermosos miembros del joven principe. Y al cabo de un af, el gran Crono vomité cuanto habia consumido, y fue vencido por la destreza y la fuer- za de su hijo. Lo primero que vomnité fue lo dltimo que habia tragado: la piedra. Zeus la fij6 en Ja anchurosa tierra, en la divina Pito, més abajo de los valles del Parnaso, a fin de que fuera un monumento pata la posteridad y una maravilla para los mortales hombres. Zeus libré enseguida a sus tios paternos, los Ciclopes, de las dolorosas cadenas con las que Crono los habia sujetado insensa- tamente. Y ellos, agradecidos por tal favor, le dieron el trueno, el ardiente rayo y el reldmpago que, ances, la vasta Tierra ocultaba en su seno, Confiando en estas armas, desde entonces, manda Zeus sobre mortales e inmortales. a LOS HOMBRES ¥ LOS DIOSES EL MITo DE PROMETEO El don robado a los dioses Del matrimonio de Gea y Urano, primeros entre los dioses, nacieron los Titanes, entre quienes se cuentan Japeto y Crono. Japeto es el padre de Prometeo; Crono, de Zeus. Primos por par- te de su padre, cl enfrentamiento de estos dioses sera crucial para la historia de los hombres. Los humanos fueron creados por los dioses inmortales' y, cn un principio, vivian en total bicnaventuranza, sin necesidad_ de trabajar para lograr su sustento. Pero ocurtié que, una vez, hombres y dioses se encontraron en Mecona, con la finalidad de sepatar los lotes. Prometeo, el hijo de Japeto, representaba a los mortales. Zeus, su primo, hijo de Crono y rey de los dioses, era el delegado de los habitantes del Olimpo. * Sostiene Ovidio en eu Metemorforir que Fue Prometco quien, siguiendo Ordenes de los diases, modelé a los hombres con arcilla a Hesiod - vidio - Euripides - Virgo y otros Prometeo quiso engafiar a Zeus para favorecer a los hombres. Para ello, tomé un buey y lo abrié. De un lado, puso la carne y las visceras ~es decir, la parte comestible-, envueltas en el vientre del animal. Del otro lado, colocé los huesos pelados y los cubrié con toda la brillante grasa. Hecho el reparto, se lo oftecié a Zeus. ~Zeus, el més ilustre y poderoso de los dioses inmortales lo adulé Prometeo, el de corazén astuto- elige, de las partes; la que te dicte el corazén. Zeus, gracias a su capacidad de anticipar los sucesos, se dio cuenta de la astucia tramada por su primo. Sin embargo, se dejé llevar por el oftecimiento de Prometeo, como silo que este habia dispuesto hubiese logrado engafiarlo, y tomé con sus dos manos la blanca grasa. Y aunque conocfa la falsedad, al ver que bajo la brillante grasa solo habia huesos pelados, sc irtié, y la célera le alcanzé el corazén. Hijo de Japeto, amigo mio! -le grité Zeus indignado: {Crees que puedes vencerme a mi, que reino por encima de di ses y hombres! Si querias favorecer a los hombres con esta treta, solo lograste perjudicarlos. Ahora mismo les he de quitar el fue- go, y nunca jamas volverén a tenerlo. ‘Asi hablé Zeus, y los hombres se quedaron sin el Fuego. Paso el tiempo. Prometeo vefa suftir « los hombres. Sin fuc- go para cocer los aliments, sin fuego para protegerse del frio ni alumbrarse. Flacos, faltos de fuerzas para defenderse de las fieras, y de inteligencia para sobreponerse a ellas. Y antes de que la raza humana desapareciera de la Tierra, Prometeo, por segunda vez, desobedecié la orden del rey de los dioses. Subié hasta el Olimpo y le robé el fuego a Zeus. Lo escondié en el hueco de una caiia y lo Hevé hasta la Tierra Pero enseguida Zeus vio desde lejos el brillo del fuego, alli, entre los hombres. No se digné a quitarselo por segunda vers en Los hombres y os doses 3s cambio, les preparé un nuevo castigo. Un castigo sutil y encu- bierto, del que los hombres ya nunca més podrian librarse. Las carcajadas de Zeus resonaron por el cielo mientras le gritaba a Prometeo, que permanecta en la tierra: —jJapetonida’, te alegras de que me has robado el fuego y lo- grado engafiar mi inteligencia! Yo, a cambio del fuego, les daré un mal con el que todos se alegrardn de coraz6n. Ya verds a los hombres acariciando con carifio su propia desgracia, Eso dijo Zeus, cuando ya habfa decidido crear a la mujer para castigo de los hombres. El nacimiento de Pandora En venganza por el robo del fuego cometido por Prometeo, Zeus decidié el nacimiento de la mujer. Le ordend a su hijo Hefesto, dios del fuego, mezclar tierra con agua, infundirle voz y vida humanas, y crear una linda y encantadora doncella. Le ordené también que la hiciera bella, con un rostro semejance al de las diosas. Una diadema de oro fue el obsequio de Hefesto a sui nueva criatura. Luego Zeus la condujo ante Arenea y le pidié a la diosa que le ensefiara a tejer finos encajes, Palas Atenea la adorné con un vestido de blancura resplandeciente y rodeé sus sienes con coro- nas de hierba fresca trenzadas con flores. Afrodita la colmé de gracia y sensualidad irresistibles. Después, Zeus la llevé junto a Hermes, el dios mensajero. A él, le pidié que le diera a la mujer una mente cinica y un cardcter caprichoso, Zeus mismo puso en el corazén de la virgen la curiosidad, que pica y aguijonea los sentidos. * Se llama Jpetonida alos descendientes de Japero. 36 Hesiodo - Oviio- Euripides - Virgilio y otros Cada dios que se acercé a la joven le dio un don, y por eso la lamaron Pandora, porque todos los dioses le habian concedido tun regalo. Pero todos los obsequios juntos eran para la perdicién de los hombres. Entonces Hermes, répido mensajero, entregé el espinoso ¢ irresistible regalo a Epimeteo, hermano de Prometeo. ‘As{ como Prometco se distingufa por su astucia y su previ- sién, Epimeteo lo hacia por su torpeza. Y aunque su hermano, enemistado como estaba con Zeus, le habia advertido que no aceptara ningin regalo que viniera de parte del rey de los dio- ses, Epimeteo olvids las recomendaciones y acepté a la bella e irresistible doncella. Y esta fue la calamidad que Zeus envid a los mortales, ya que de ella desciende la estirpe de las mujeres. Conviven con los Yarones sin conformarse con In penuria, Para desgracia de los hombres hizo Zeus a las mujeres, siempre ocupadas en perni- ciosas tarcas. Una jarra bien tapada Prometeo, que cuidaba de la estitpe de los hombres més que desi mismo, habja aprisionado en uma jarra todos los males que cexisten en el mundo. Con una enorme tapa, cets6 aquella jarra y la guard6, escondida, en la casa de su hermano Epimeteo. Ni los dolores, ni la fatiga, ni la vejer, ni las enfermedades que acarrean la muerte molestaron desde entonces alos hombres que vivian una vida libre de males. Prometeo, cuyo temor por el bienestar de los hombres nunca se aplacaba, habia recomendado su hermano: —Epimeteo, esconde esa jarta y no la abras jamés, ni dejes que nadie lo haga Los hombres los doses ” Durante afios, la jarra estuvo cerrada y escondida en la casa de Epimeteo. El dia en que él contrajo matrimonio con Pandora, Prometeo le repitié a su hermano el consejo. —Pandora -le dijo Epimeteo a su nueva esposa-, ahora eres tt la que gobierna mi casa, Puedes ocuparte de todo lo que en ella encuentres, salvo de esa jarra que me dio mi hermano, pues me pidié que jamds la abriera —Cuéntame qué hay dentro de la jarra -le pidié Pando- ra, a quien Zeus le habia clavado la curiosidad en medio del pecho. =Ni yo mismo lo sé —respondié Epimeteo. Pandora no creyé en las palabras de su marido: mds bien pen- sé que aquel le escondfa un valioso secreto. Y aproveché la pri: mera ausencia de Epimeteo, para abrir la enorme tapa de la jarra, Al instante, todos los males que estaban encerrados en ella se es- parcieron por el mundo. Solo la Espera permanecié alli dentro, atrapada en los bordes de la jarra. Y no sabemos si el encierro de la Espera es un mal més o el tinico bien que nos queda a los mortales. Prometeo encadenado Zeus no dejé a Prometco sin castigo. Mandé a su hijo Hefes- to, escoltado por Bias, la Violencia, y por Cratos, el Poder, para que encadenaran a Prometeo. Con indestructibles cadenas, lo araron a una roca, en las montafias del Céucaso. Alli lo dejaron, en esas inmensas soledades. Y envid Zeus un Aguila que, cada dia, se abalanzaba sobre el higado de Prometeo encadenado y lo devoraba. Por la noche, el higado se regeneraba, Mas, al dfa siguiente, todo lo que el higa- do habia crecido, el ave de amplias alas lo volvia a devorar. Este 38 esindo- Oviio- Euripides - Vigo y otros castigo suftié Prometeo por muchisimo tiempo, tanto que las vidas humanas son incapaces de medirlo. Hasta que un dia, He- racles’, hijo de Zeus y de madre mortal, lo liberd de sus cadenas y maté al éguila. Los relatos de este mito fueron tomados de distintas fuentes: Hesiodo (Teogonia, Los trabajos y los dias), Apoladoro (Biblioteca) y Ovidio (Metamorfosis). feral es el mis elebre y popular de los héroes. Mas adelante presentamos el mito refetido 2 EL DILuvio {Qué ocurtié luego con los hombres creados por Prometco? Se olvidaron de los dioses y, aunque habfan sido creados para honrarlos, no hacian sactificios ni respetaban sus templos. La tierra se llené de maldad: los amigos se traicionaban entre sis los hijos, a los padres, y los peores crimenes se cometian a cada momento. Por estas razones, Zeus reunié a los dioses y les dijo: —Dioses del Olimpo, ya no se eleva hasta nosotros el humo de los sactificios de los altares. Los humanos no merecen vivir, puesto que, con sus crimenes, se espanta a la madre Tierra. He decidido acabar con ellos de una vez. por todas, Enviaré contra la humanidad mis tempestades, y se detendrin los vientos que las dispersan. ;Que comience el diluvio, que yo lo dirigiré con mi rayo! La Tierra quedaré, por fin, limpia de esta raza maldita. Asi, primero, se formé una terrible tormenta que oscurecié los cielos. El brillante rayo de Zeus guiaba los nubarrones, y su vvor de trueno anunciaba la catéstrofe. Se detuvieron los vientos, y se desaré un diluvio tal, que hizo que los rios se desbordaran, y se inundaran los campos y las ciudades. Poseidén, cumplien- do las érdenes de su enfurecido hermano, azotaba la tierra con ” Hesiodo - Oviio Euripides - Virgo y otros inmensas olas del mar que ditigia con su tridente. Los hombres, desesperados, trataban de ganar las alturas para salvarse y tre paron a los montes; pero incluso estos quedaron debajo de las furiosas aguas. Cuando dejé de llover, toda la humanidad habia perecido bajo una espantosa inundacién. En realidad, casi toda. Sobre las aguas atin turbulentas, flo- taba una embarcacién que habia resistido los embates de las olas colosales. Dentro de ella, se encontraban dos ancianos que, de este modo, sobrevivieron al diluvio. Eran Deucalién y Pitta, la hija de Pandora, Deucalién, por su parte, era hijo del tien Pro- meteo, El anciano habja ido a visitar a su padre a Ia roca en la que se hallaba encadenado y, una vez més, Prometeo habia adi- vinado los designios de Zeus: “Hijo mio, confia en mi y atiende a lo que voy a decirte. Con las medidas que te daré, construirds una embarcacién con fuertes maderas, que serd muy semejante a una caja pero tam- bién, muy establc. No preguntes nada y haz lo que tu precavido padre te indica. Siguiendo las precisas instrucciones de Prometeo, Deucalién conscruyé la barca gracias a la cual él y Pirta se salvaron de pere- cer ahogados por el diluvio. ‘Toda su vida habian sido muy piadosos, y habian honrado y respetado a los dioses. Al ver que pasaban los dias y que las aguas no cedian, imploraron a Zeus para que tuviera picdad de ellos, ya que nunca lo habjan ofendido. —Ciertamente, estos ancianos son los tinicos que no me- recen morir —razoné Zeus tras deponer su ira. ¥ Ilamando al divino mensajero, ordené-: Hermes, ve y conduce la barca de Deucalién hasta la cima del monte Parnaso’, que yo haré bajar las aguas para que puedan salvarse. Es mi voluntad que Perma es un monte de Delfos, hogar de Apolo y de las nueve Muss. ss hombres ylos doses a cualquier cosa que descen les sea concedida, porque han vivido honradamente. Cumplid el mensajero la orden del padre de los dioses, y la barca se detuvo sobre el Parnaso. Alli descendicron Deucalién y Pirra. Solo entonces pudieron apreciar, en toda su magnitud, Ja desolacién y la ruina en la que habia quedado el mundo que aquellos humanos no habjan sabido respetar, y comprendieron que eran los Ginicos sobrevivientes de la raza humana. ‘Aunque estaban agradecidos a Zeus, porque habia salvado sus vidas, ellos lamentaban su soledad. Eran demasiado vicjos para tener hijos y comprendfan que, de este modo, se acabaria la obra que, con tanto amor y sacrificio, habia creado Prometeo. Cerca del lugar donde se hallaban, atin quedaban en pie las rui- nas de un oraculo de la diosa Temis. Hacia alli se dirigieron y ofrecieron un sacrificio: —Diosa, venimos a consultarte. Estamos solos en el mundo; nadie nos protegerd en nuestra vejez, pues no tenemos hijos. No queremos que la humanidad se extinga. Qué podemos hacer para tener descendencia y repoblar el mundo? ;Aytidanos! —im- ploré Deucalién. De las ruinas del altar del templo broté, entonces, una voz: —Deucalidn y Pirra, el ruego que han hecho ha sido escu- chado. Lo que desean se cumplira. Cabranse la cabeza y arrojen hacia atrés los huesos de vuestra madre ~clamé la voz, que no era otra que la de la propia diosa Temis, quien habia acudido por orden de Zeus a responder a los piadosos ancianos —:Cémo podremos tocar siquiera los huesos de nuestras ma- dies? -se pregunté hottorizada Pirra-. No nos ser posible cum- pli esta condicién, pues nos lena de espanto.* Areojrlos hucsos de sus amtepasidos era considerado un acto impio, por este motivo se negaban a hacerlo 2 Heslodo - Ovidio-Burpides - Viet y otros Los dos se retiraron afligidos. No hablaron en todo el camino de regreso, Sin embargo, cuando llegaron a su morada, Deuca- lién tuvo una idea: Durante todo el camino he estado meditando sin encontrar tuna soluciéns pero de repente, se me ha ocurrido que, tal vez, el ordculo no se refiricra a nuestra madre de sangre. {No es, acaso, la Tierra la madre de todo lo que existe? —Ciertamente, lo es —tespondié Pirra. ZY cules son los “huesos” de la ‘Tierra? j Las piedras! No per- demos nada con probar... Entonces se cubricron la cabeza con un manto y comenza- LOS HECHOS DE LOS HEROES ron a atrojar por sobre sus hombros, hacia atris, las rocas que rs encontraban, Ocurrié lo que tanto deseaban: de las piedras que arrojaba Pirra surgian las mujeres; de las que arrojaba Deuca- lidn, los hombres. Estos hombres y mujeres formaron una nueva humanidad que se reconcilié con los dioses, a quienes veneré y Fepeto. El hijo del rey de Tirinto, Anfitrién, estaba comprometido con Alemena, hija de Electrién, rey de Micenas. Anfitrién estaba a desesperado por conseguir el amor de Alemena. o Te lo concederé —le dijo ella cuando hayas vengado la muerte de mis ocho hermanos. “De acuerdo —acepté Anfitrién, reconociendo que aquello que le habia pedido Alcmena era justo-, partiré a la guerra con- tta los tafios® y los telebeos’. Durante las semanas que duré aquella guerra, Alemena es- perd pacientemente el represo de su marido, Una noche, este retorné, pero no lo acompafiaba ni un solo soldado. Alcmena, extrafiada por esa soledad, le pidié pruebas de que la venganza HERAcLES Una larga noche de amor La fuente de estos mitos puede encontrarse en Apolodoro (Biblio- [os tafios eran los moradores de a isla de Tafos, en la costa de Acarmania teca) y en Ovidio (Mecamorfosis). 7 Loe at an pt ober por ez 0s ombrsjoncn “ Hesiodo - Ovidio- Euripides - Virgo y otros habia sido consumada. Anfitrién le regalé una copa de oro forja- do, arrebatada al rey vencido, y fue sazonando la noche de amor con pormenorizados relatos de la batalla, Alemena, convencida, se entregé a su marido, Lo que Alcmena no sabfa, aiin, era que habia caido en brazos del mismisimo Zeus. El dios habia adoptado la figura de Anfi- trién para seducirla y engendrar en ella un héroc, el tiktimo de los hijos que habria de tener con mujeres mortales. Tampoco sabia del ardid al que habia recurrido Zeus para hacer que esa noche de amor fuera interminable. A Helio, dios del Sol, lo habia ex- hortado a que apagara los fuegos solares. Resignado, el dios habia aceptado, no sin antes recordar las buenas épocas en las que Zeus no reinaba y en las que los dias eran dias y las noches, noches. Por intcrmedio de Hermes, Zeus pidié a las Horas que se quedaran al dia siguiente en casa; a la Luna, que siguiera lenta- mente su étbita y al Suefio, que amodorrara a todos los hombres para que nadie interrumpiera a los amantes durante esa noche, que tuvo la duracién de tres. Al dia siguiente, Anfitridn regresé triunfante y Ileno de pa- sién. Cuando le reclamé a su mujer los favores que ella le habia prometido, Alemena lo recibié distante, como si la separacién no huhiese sida tan prolongada ~:Qué te sucede, bella Alcmena? ~pregunté Anfitrién en el echo, junto a su amada mujer. -Nada, querido, ;pero no pretenderds pasar conmigo otra noche como la anterior, ni volverds a relatarme otra ver. la guerra con todos sus detalles! =; Qué has dicho? -volvié a preguntar Anfitrién, desorientado. Mas al ver la copa que Alcmena puso ante sus ojos; el rey call6, tras comprender que estaba ocurriendo algo que él era in- capaz. de explicar, Los tes de os heroes 6 Unos dias después, Anfitrién consulté al adivino Tiresias. [Asi se enterd de que el mismisimo Zeus habia ocupado su lugar junto a su esposa. Sin embargo, el vientre de Alemena ya habia sido fecundado pot ambos: dos mellizos uno mayor que el otro por una no- che- comenzaron a crecer en él, El mayor era hijo de un dios; el menor, hijo de un mortal. Desde entonces, Anfitrién se abstuvo de su esposa para no despertar los celos del dios. Pero otros celos, més pérfidos, ni por Anfitrién ni por Alcmena pudieron ser evitados. Eran los de la esposa de Zeus, la celosa y vengativa Hera, quien no habria de cesar en perseguir a Heracles. Hera, la vengativa Zeus, feliz por el inminente nacimiento de su hijo, coment6 imprudentemente ante su esposa: —{Sabes, querida? He engendrado un hijo que esta a punto de nacer. Se llamaré Heracles, en tu honor, y gobernaré la noble casa de Perseo." =Lindo nombre ~comenté Hera. Pero ya su coraz6n ardia de celos. ‘Unos segundos después, el plan de Hera estuyo armado: — Me juras —le dijo a su esposo~ que, sien Ia citdad de Mi- cenas nace algiin principe antes del anochecer, este serd rey su- premo? “Lo juro -respondié solemnemente Zeus. Total, Alemena era la tinica reina a punto de pari Parco fe el hero grego que decapit6 a la mortal medusa sobre este héroe, pueden ler su historia en Mitos Clasfcades 1 a6 Hestodo - Oviio Euripides - Virgilio y otros Hera no perdié un minuto més. Bajé a la Tierra y apresurd los dolores de parto de la esposa del rey Esténelo.? Su embara- zo andaba atin por el séptimo mes. Enseguida envié brujas a ‘Tebas que se sentaron con las piernas cruzadas, las ropas atadas ‘en nudos y los dedos fuertemente entrelazados ante la puerta de Alcmena. Antes del anochecer, la esposa de Esténelo dio a luz a un be- bé sietemesino: Euristeo. Este nifto, que nunca Ilegarfa a ser un hombre completo ni moral ni fisicamente, estaba destinado por el juramento de Zeus a ser el rey supremo. ‘Alcmena, en tanto, no podia dar a luz. Las brujas ante su puerta impedian el alumbramiento, Su ayudante, la ficl Galan- tias, urdié un plan para vencerlas. Desde el interior del cuarto de Alcmena, lanzé un grito de alegria, festejando un nacimiento que atin no habia ocurtido. Las brujas, sorprendidas y extrafia- das, se pusieron de pie. Al hacerlo, destrabaron piernas y brazos. Ese instante basté a Alcmena para parit, Los mellizos Ificles y Heracles vieron al fin la luz del sol. {Quién es hijo del dios? Una noche enalquiera, las a labras del adivino Tiresias se disiparon répida y espectacularmente. Después de amamantar y lavar a sus dos hijos, Alcmena los acosté en una habitacién, utilizando como cuna el escudo de Anfit Pero Hera aproveché la desproteccién. Envié dos enormes serpientes prodigiosas de azuladas escamas al cuarto de los nifios. Llevaban una orden estricta: matar al hijo de Zeus. Las serpicn- Jas de Anfirridn acerca de las pa- tes, sigilosas, entraron en el cuarto, Zeus, como nica ayuda, ye Tic ai de Paay de dimer Sal on Any de od de Micenas. “ Los hchos de as heres ” envié una luz sobrenatural que iluminé la escena y desperté a Jos mellizos. Los bebés vieron dos serpientes que se retorcfan a.su alrededor. Ificles cayé del escudo y se eché a llorar aterrorizado. Los gritos de espanto despertaron a Alcmena, que llamé a Anfi- trién. Bl padre desenvainé su espada y se ditigié al cuarto de los niftos. Pero, en ese momento, la luz enviada por Zeus se apagé. ‘Anfitridn Ilamé a los esclavos para que Hevaran antorchas. ‘A Ia luz de las teas, Anfitrién, Alcmena y los esclavos con- templaron a los dos bebés. Uno lloraba temblando de miedo: era Ificles. El otro esteangulaba una serpiente con cada mano. ‘Cuando las serpientes murieron, Heracles se eché a reir y a saltar alegremente, Luego las arrojé a los pies de Anfitrién. Quién era hijo de Zeus? Los doce trabajos de Heracles Pasaron los afios. Hera, la vengativa, veia cémo Heracles, tuna tras otra, realizaba con éxito las hazafias que le encomenda- ban. Sus hijos ctecian, y cran ya una descendencia numerosa que actecentarfa su fama, ;Cémo obstaculizarle el camino? Tenia que obligarlo a realizar algo deshonroso, una accién que manchara su historia para siempre. En medio de una lucha, la diosa entrevi6 st oportunidad: sin previo aviso, el héroe fie comado por un acceso de locura, regalo de su divina conttincante. Sin ser consciente de sus actos, Hera- cles atravesd a flechazos a los hijos que habia tenido con Megara. Cuando se disponfa a atacar a su propio padre, Anfitridn, Acenea se interpuso. ‘Ya basta! ~grité enfurecida la diosa, que contemplaba la horrible escena desde el Olimpo. Y tras arrojar una piedra que golpcé el pecho de Heracles, lo sumié en un suetio profundo. “ Hesiodo -Ovidio - Borpides - Viggo y otros Al recuperar la lucidez, Heracles se enteré de la matanza que habia acabado de realizar. Desesperado, se dirigié al oraculo de Delfos. Alli pregunté al mensajero del dios Apolo qué debia ha- cer para expiar su culpa. El oréculo le ordené: —Bstards bajo las érdenes de tu primo Euristeo durante doce aos. ‘Al servicio de ese cobarde? —pregunté Heracles, recordan- do la figura maltrecha del rey, el primo sietemesino que, por un ardid de la diosa que lo odiaba, le habia robado el trono que a él le correspondia. El oréculo call6, No habfa palabras para agregar a las érdenes que venfan del Olimpo. Heracles acepté: los designios de los dioses no se discuten. El leén de Nemea El primer trabajo que Euristeo impuso a Heracles fue matar y desollar al leén de Nemea, Este animal, que tenia una piel a prueba del hierro, el bronce y la piedra, habia sido parido por la diosa Selene con un estremecimiento espantoso. Selene lo dejé caer cerca de Nemea, junto a una cueva de dos bocas, donde el leén vivia, desde entonces, devorando animales y per- sonas. Heracles Ileg6 a Nemea al mediodia. Se encontré con un caserfo despoblado, sin nadie que lo orientara, ni rastros de la fiera. Registré un monte, tevisé otro; al poco tiempo, divisé al Ic6n: volvia a su guarida salpicado con la sangre de la matanza del dia. Heracles le lanzé una andanada de flechas. Estas, obse- quio del divino Apolo, rebotaron; el ledn se lamié las quijadas y bostez6, Heracles le lanzé su espada. La espada, tallada por Hermes, se doblé como si fuera de plomo. Finalmente, el héroe Los cs le ls heroes ° levanté su clava."” La clava que él mismo habia tallado con el tronco de un olivo silvestre dio contra el hocico del leén, con tuna fuerza inaudita. Pero el [edn apenas sacudié la cabeza, mien- tras entraba en su cueva con un ligero zumbido en los ofdos. Heracles contempl6 abatido su clava rota. Entonces, cubrié con una red una de las bocas de la cueva y se introdujo en Ia otra. La tiltima arma que le quedaba por probar eran sus manos. La lucha era pareja hasta que el leén Ie arrancé un dedo de tun mordisco. Entonces el dolor enardecié a Heracles, que tomé la cabeza de la fiera bajo su brazo y apreté. Apreté y aprets sin cesar, hasta ver cémo el leén caia a sus pies, estrangulado, Con el cuerpo de la fiera sobre sus hombros, Heracles salié de la cueva. Ofrecié un sactificio a Zeus Salvador y se corté una nueva clava. Cuando llegé el momento de desollar al animal, otra vez las armas mostraron su ineptitud: ni el hierro, ni el bronce, ni la piedra lograban traspasar la piel. Heracles miré a su vietima per- plejo. ;Acaso no pod:la completar el trabajo encargado por Bu- risteo? :Tendria que volver a medias vencido? Entonces oyé una vor: —Utiliza las garras del mismo leén. Era la voz de un dios que le estaba soplando la solucién al ofdo, Heracles desollé al lebn de este modo y se calzé la piel in- vulnerable sobre su cuerpo. Asombrado, vio que la piel se amol- daba a sus formas, como si se tratara de un escudo hecho a su medida. Sobre st cabeza, a cabeza de la fiera lo protegfa como un yelmo. ‘Asi vestido, mitad hombre, mitad fiera, Heracles se present en Micenas ante Eutisteo. Su primo lo observé aterrado, Era tan [a clana cs un palo, como de un metro de argo, que va aumentando de diimetva desde la empusiadura hasta ol eetremo opuesto, Se utiliza como atma, so Hesiodo- Ovido-Buripides-Vinglloy ozos evidente la diferencia que existia entre ambos, que Euristeo no sintié pudor de mostrar su cobardia. Primero, prohibié a Heracles la entrada a la ciudad. En el fucuro, deberia dejar los frutos de sus trabajos ante las puertas certadas de Micenas. Y para asegurarse atin més, Euristeo mandé fabricar una urna de bronce que oculté bajo la tierra. Cada ver, que le anunciaran la llegada de Heracles, 4 se refugiarfa en esa urna y le enviarfa sus 6rdenes por medio de un heraldo. Heracles cumplié con los doce trabajos que le encargé el més pusildnime de los hombres de su época. Jamés se enfrenté a su primo, sabiendo que no era ese hombrecito maltrecho quien lo estaba probando, sino los dioses mismos. Heracles no sabia, cuando se esforzaba en cada una de las hazafias que tuvo que afrontar que, al término de su larga y trabajosa vida, los dioses lo recompensarian con la inmortalidad. Y que hasta la vengativa Hera, su mas terrible enemiga, harfa las paces con él cuando in- gresara en el Olimpo. Las fuentes de este mito pueden encontrarse en Apolodoro (Biblioteca), Ovidio (Metamorfosis) y Hesfodo (Teogonia) LOS AMORES DE LOS DIOSES Eco y Narciso Los griegos cteian firmemente en el poder de los adivinos para anticipar el futuro. El lugar en el que se efectuaban las pro- fecfas se llamaba ordculo. A uno de ellos, se dirigié Ia azulada ninfa Liriope para conocer el destino que le aguardaba a su nifio recién nacido, Narciso. —Vivird hasta muy viejo, siempre y cuando no se conozca a si mismo -vaticiné el ordculo. En realidad, las predicciones siempre se formulaban de ma- nera tan oscura que, generalmente, nadie las comprendfa hasta el momento en que se cumplfan. Narciso crecié y se convirtié en un hermosisimo joven. Su cuerpo vigoroso, sus mejillas rozagantes, su delicada piel Ilama- ron Ia atencién de muchas jévenes, que le manifestaron su amor. Pero Narciso no escuché a ninguna. Sentia un profundo despre- cio por todas ellas y las hacia objeto de crucles butlas. Un dia, mientras cazaba por el bosque, oy6 los pasos de al- guien que lo seguia. Se trataba de la ninfa Eco, quien, al verlo, se habia sentido cautivada por la belleza del joven cazador. 52 Hesiodo -Ovidio- Euripides - Virgli y oto Eco habia sido una ninfa patlanchina que entretenia a todos con sui conversacién, Pero cierta vez en que Zeus se encontraba divirtiéndose en una reunién con las ninfas, se presenté de im- proviso Hera, su celosisima esposa. Antes de que la diosa pudiera reaccionar, Eco se puso delante de ella y hablé y hablé y ha- blé hasta marearla, para posibilicar Ia huida de sus compaferas, Cuando la diosa comprendié el engatio, [a maldijo: Eco, ya no volverds a hablar la primera, Desde hoy estards condenada a repetir lo que otros digan. Y asi fue como la pobre ninfa ya no pudo iniciar conversa- cidn alguna, Por esta causa, seguia por el bosque a Narciso sin poder hablarle del amor que habia despertado en ella. Narciso preguntd intrigado: —{Hay alguien aqui? —jAqui! —tespondié Eco con alegria. —No te escondas, Acércate. ~jAcércate! Quiero que estemos juntos ~continud Narciso. jEstemos juntos! -repitié Eco, y salié de entre el follaje con los brazos extendidos para abrazarlo. Sin embargo, apenas a vio, el soberbio joven retrocedié y se burld sin piedad: ;Prefiero morirme a besarte! ;Besarte! ;Besarte! -rogaba Eco, pero Narciso ya se habfa marchado 1a despreciada ninfa se retiré a vivir sola en las cucvas de las montafias. Dejé de comer y de beber, consumida por la tristeza Su cuerpo finalmente desaparecid y, de ella, solo quedé su vor, que sigue repitiendo cuanto le dicen. Por su parte, Narciso continud desdefiando a todas las jéve- res que sucumbian de amor por él. Hubo una que, enfurecida Los mores lasatoses ss por el trato que habia recibido, invocé a Némesis, la diosa de la venganza. Y Ia diosa la escuché. Habia en el bosque una fuente escondida de aguas tranqui- las y transparentes, donde no caian las hojas de los drboles ni se acercaban a beber los animales. Hacia ella guié Némesis a Narci- so, un dia que cazaba en las cercantas. El joven se sintié agotado y se recosté junto a la fuente, cau- tivado por la tranquilidad del lugar. Quiso saciar su sed en las aguas criscalinas y, al inclinarse, vio reflejada en ellas su propia imagen. Creyendo que se trataba del espiritu de la fuente, en ese mismo instante, se enamoré de la belleza que contemplaba. ;Cudntas veces acercé sus labios al agua intentando besar la imagen! Pero una y otra vez, esta se desvaneefa en ondas con- céntricas, y lo mismo ocurrfa cuando intentaba abrazarla, Pasa- ron dias y dias, y el amor lo retenia junto a la fuente, Sus rosadas rmgjillas se volvieron amarillentas, su cuerpo fue perdiendo el vigor. Sal del agua! -suspiraba Narciso-. No te comprendo. Me sonries cuando te sonrio, Contestas a mis palabras con otras que no puedo oft. Correspondes a mis abrazos, pero no puedo tocar- tc... Abandona la fuente para que podamos estar juntos. ‘Asi languidecfa junto al agua que le servia de espejo. Final- mente, aunque ya muy tarde, comprendié lo que ocurrfa, —iEs que soy yo! Es mi imagen la que veo en las aguas. ;Amo tun imposible! ;Como voy a apartarme de mi propio cuerpo para que mi amor sea posible? Y tampoco puedo curar este dolor que me quita la vida. Era tan penoso su estado que hasta la ninfa Eco, quien tanto habia suftido por l, se condolié y contestaba presta a sus quejas. “{Ay?, se lamentaba Narciso. “Ay! jAy!”, repetia Eco, acompa- fidndolo en su triste final. a Hesiodo - Oviio- Euripides - Virgilio y otros Al tiempo, murié el joven que a tantas mujeres habia hecho suftir, Su madre, quien ahora comprendia cudnta verdad encerra- ban las oscuras palabras del ordculo, y sus hermanas las Ninfas fueron a buscar su cuerpo, pero no pudieron hallarlo, En cam- bio, en cl lugar donde habia yacido el joven junto a la fuente, habia brotado una bella y delicada flor amarilla, a la que Hlama- ron narciso. Este mito, al iqual que las que integran esta seecién, figura en las Me- camorfosis de Ovidio. Darne y APOLO Los dioses de la antigua Grecia eran muy orgullosos y gus aban de los desafios. Cierta ver, estaba Apolo dispatando sus divinas flechas contra una gran serpiente venenosa. Aunque va- trios de sus tiros erraron el blanco, pues el ofidio se movia veloz- mente, finalmente le dio muerte. Cuando se acereé a su presa, descubrié entre el follaje un resplandor dorado: era Eros, el dios del amor. Eros, hijo de Afrodita, es un nifio con alas de oro que atraviesa con sus echas el corazin de los hombres y de los dio- ses para inspirarles el amor. Al ver las flechas de Apolo, se habia acercado curioso y, habiendo tomado una, jugaba con ella simu- Jando dispararla con su pequefio arco. Molesto, el dios Apolo lo increpé: {Deja esa flecha, Eros! Es un arma demasiado poderosa para que la utilice un nifio, Con ella, he dado muerte a esta temible serpiente. No pretendas robarme la gloria de esta victoria, por- que es mucho més de lo que puedes hacer con tus dardos. -No te jactes, hijo de Zeus. Pues si tus Hechas pueden atra- vesar a los animales, las mias se clavan por igual en el corazén de los hombres y en el de los inmortales dioses. Si quisiera, yo podria hacerte suftir... 8 Hesodo - vidio - Euripides - Virgo y otras Las carcajadas de Apolo lo interrumpicron. -Diificil sera comprobar ese poder, pequefio Eros —lo desafié y se alejé riéndose, ‘Molesto por la burla, el nifio juré vengarse. Ya pagaria Apolo muy caras sus risoradas. Entre los muchos dardos que tenfa Eros, habia dos que se oponian radicalmente. Uno tenfa una aguda punta de oro que despertaba la pasién en quien lo recibiera; el otto, en cambio, tenia una punta roma de plomo y provocaba un profundo recha- zo hacia el amor. Disparar el primer dardo era sencillo, pero el segundo, por su punta roma y por st peso, tequeria muy buena punteria. “CA quién elegiré para no errar el disparo?”, se preguntaba el dios de alas doradas, De pronto, sonrié: en un claro del bosque vio a Dafne, la hija de Peneo, el dios del rio, a la que conocfa muy bien, Habia encontrado lo que buscaba. Dafne era una bellisima ninfa que adoraba a Artemisa, dio- sa protectora de la caza. Como ella, Dafne pretendia llevar una cexistencia solicaria, en contacto con la naturaleza. Hija querida, ya tienes edad para contraer matrimonio le reprochaba a menudo su padre-, y sin embargo rechazas a todos los jévenes que se te acercan. {Cémo podré yo tener un nieto si no accedes a las pretensiones de alguno de ello Dafine siempre le respondia de igual mod —Si Zeus, padre de Artemisa, le permitié permanecer soltera, entonces puedes hacer lo mismo conmigo, porque no tengo in- tenciones de tenet marido alguno. EL padre, quien la amaba mucho, sonreia, pero le replicaba: —Eres una muchacha extremadamente bella, Tanta es tu her- mosura que te seré muy dificil cumplir con tus deseos, porque siempre habré alguien que se sienta atraido hacia ti. Los amore de los doses, a —jAy, padre mio, prométeme que me ayudarés a cumplir el destino que he elegido! Peneo accedia condescendiente, pues pensaba que la joven ninfa cambiarfa de opinién con el tiempo. Conociendo las preferencias de Dafne, Eros tensé en el arco la flecha de plomiza punta roma, Sabia que no fallarfa el tiro, como en efecto sucedid, Hizo blanco en el centro de su corazén e, ins- tanténeamente, la ninfa sintié que surgfan en ella més poderosas las ansias de soledad, y aborrecié el amor con todas sus fuerzas. Eros sonrid, pero enseguida preparé de nuevo su arco, por- «que sintié los pasos de Apolo, que se acercaba. La flecha dorada y aguda se clavé en cl pecho del desprevenido dios. En ese mismo instante, sus ojos descubricron a Dafne. Se sintié deslumbrado pot su belleza; su corazén palpitaba alocadamente, y enrojecie- ron sus mejillas. Toda su sangre se inflamé de pasién por ella, y se le acereé presuroso para declararle su amor. —Dafne, tu hermosura... ~murmur6 Apolo. No hizo falta que completara su pensamiento, porque sslo con verlo la ninfa comprendié lo que habia en su corazén, pues lo gritaban sus ojos. Y huyé despavorida. ‘Apolo se sintié desconcertado, pero reaccioné de inmediato y la siguié. Bella ninfa ~imploraba el dios-, detente. No soy tu enemi- 0. Quitero acercarme a ti para ofrecerte mi corazén. Datne tropezaba, caia y se levantaba velozmente para con- tinuar su huida. El ardiente enamorado veia con desesperacién cémo los brazos y los pies de su amada sangraban, lastimados por ramas y raices. Por favor, detente! ;Por favor! -imploraba-. Tal vez me evi- tas porque no me has reconocido. Soy Apolo, hijo de Zeus. El famoso oraculo de Delfos me pertenece, pues soy el dios de las 38 Hesiodo- Ovido-Ruripides-Virgillay otros profecias. Domino las artes, como la miisica y la poesia y, por eso, soy el protector de los artistas. He ensefiado a los hombres el arte de la medicina. Pero su poder y sus grandezas no impresionaban a Dafne, ya que no se detenia. Su cabello despeinado por el viento de la ca- rrera acrecentaba su hermosura. Sin embargo, Dafne ya se sentia desfallecer; percibia que ha- ba llegado al limite de sus fuerzas. Estaba desesperada y las lig mas cubrian sus ojos puros, Pronto se deruvo, porque no podia dar ni un paso mas, Creyé estar perdida, pero en ese momento un recuerdo alivié su corazdn apesadumbrado. {La promesa! ~jAyiidame, padre! Te lo suplico -gimié la joven-. Ahora re- conozco cudnta raz6n tenfas. Utiliza tu poder para cambiar la figura de esta desdichada hija tuya, pues es la que despierta el amor de mi perseguidor. Mi belleza me condena... jHazla desa- parecer, y seré libre! No necesité decir nada mas. Sus se aferraron firmemente al suelo y, de ellos, brotaron raices que se hundieron en la tierra, Su cuerpo comenzé a cubritse de una fina corteza, mientras que sus brazos se convertfan en ramas. Los cabellos largos y desordenados se transformaron en hojas ante los ojos aténitos de Apolo, quien observuba con desesperacién la metamorfosis que estaba sufriendo su amada. Lloré desconsolado el dios, abrazando el nuevo arbol al que bautiz6 con el nombre de la joven ninfa, Dafne, que en griego, desde entonces, menciona al laurel. El bosque escuché silencioso Ja queja del suftiente hijo de Zeus: ‘Ay de mf! Qué mal hice en burlarme de Eros! Ahora co- rno2co el enorme poder del amor. Es tan grande que, aunque sea el dios de la Medicina, no existe remedio capaz de curar el dolor que atraviesa mi corazén. Ya no podré conquistar a Dafne, pero heridos por la carrera Les amores dels doses » no me apartaré de ella, Desde hoy, las hojas del laurel adornaran mi cabellera. Del mismo modo, luciran en la cabeza de los poe- tas y los miisicos consagrados, y en la de los generales eriunfan- tes, como simbolo de la gloria imperecedera. a Piur6n y Proserrina" La flecha culpable Cierta vez, cuando Plutén -el dios a quien habia tocado en suerte el gobierno del mundo inferior recortfa Sicilia en un ca- sro negro, tirado por cuatro negros corceles, fre visto por Venus y por su hijo Cupido. —Oh!, hijo. Ta, que eres mi fortaleza lo increpé Venus-. Toma las armas que te dan la victoria sobre mortales y dioses, y dispara twaguda flecha en el corazén del dios de los mundos subterréneos. Por qué dejar que Plutén escape de nuestro dominio? Los poderes del amor estén siendo despreciados en el cielo. Mira a Minerva, « Diana, [a cazadora, que se jactan de su eterna virginidad, Ahora cs la hija de Jupiter y Ceres, Proserpina, Si la dejéramos, también seguirfa ese camino. Vamos, Cupido, apunta tus flechas al corazén. de Plutén, y que se una a Proserpina en matrimonic Cupido no respondié con palabras. Sacé la més aguda de sus flechas, Ia mas segura, la enganché en la tensa cuerda y estiré TZ versin de este mito fue romada de una fuente romana, por eso los nombres de los personajes cortsponden a lz nominacién latina. e Hesiod - vio - Euripides - Virgilio yotr0r el arco. Certera, se clavé en el pecho del dios de las mansiones subterraneas. El rapto Existe un lago profundo, donde se oye el canto de los cis- nes. Un cordén de drboles, como una corona trenzada, rodea sus aguas y, con un velo de hojas temblorosas, niega el calor del mediodia. La brisa sopla fresca entre las ramas, el hiimedo suelo est sembrado de flores lilas. Es un lugar tnico, sin duda, pues la primavera jamés lo abandona. Un dia, Proserpina fue hasta aquel paraje a recoger litios blancos y dulces violetas. Estaba llenando su canasto con en- tusiasmo, lentamente, mientras disfrutaba del aire perfumado. Entonces, aparecié Plutén. La vio, la deseé y se la llevé, Asi es el apuro del amor repentino, Proserpina, aterrada, grité. Llamé a su madre y a todas sus amigas. En su desesperacién, se le desgarré el vestido, y todas las flores que Hlevaba en el regazo cayeron atropelladamente al suelo, Pero Plutén no reparé en nada. Embelesado, miré a su amada y la subié al carro negro, de negros corceles. Cruzaron lagos profundos y atros sulfiarosos. En el camino a las mansiones subrerrdneas, Ilegaron hasta un estanque con for- ma de luna, Plutén quiso atravesarlo, sin importarle los derechos de la ninfa Ciane, que era duefia y sefiora de aquellas aguas. Pero Ja ninfa habia visto acercarse al rey de las tinicblas. También ha- bia observado el miedo en las facciones de Proserpina. Y, valero- samente, se interpuso en el camino. =No sigas adelante —dijo Cfane a Plutén-. No te conviertas en yerno de Ceres, tu propia hermana, por la fuerza. Es mejor lograr la ayuda de una madre que artebaarle a su hija. zAcaso Los amores de os doses 6 no te atreves a enamorarla con dulces palabras? Ese es el camino propio del amor, no el terror que has escogido. Y para dar més fuerza a sus palabras, Clane estird sus bra- zs y les impidié el paso. jllusa de ella! ;Crey6 que sus delgados miembros detendrfan la loca carrera del dios enamorado? Plutén se enfurecié y animé a sus corceles al tiempo que lan- zaba su cetto real hacia el estanque. La tierra conmocionada le cedié el paso, las aguas se abrieron, y el carro de Plutén avanzé y penetrd en el interior de la tierra. Sobre el estanque quedé Cfane, llorando desconsolada por la virgen que habia sido robada frente a sus ojos, por sus propios derechos pisoteados. Una herida de profundo resentimicnto se abrié en su pecho, mientras las ligtimas brotaban de él. Ense- guida, sus miembros languidecieron, sus huesos comenzaron a encorvarse, sus ufias se ablandaron. Sus cabellos azules, dedos, piemnas y pies se disolvieron dentro de la fuente. Un instante mAs, muy breve, y sus miembros ya se habjan convertido en olas. Entonces los hombros y la espalda, luego el pecho y los costados, se disolvieron en remolinos. Fla estaba en plena transformacién, pero ya el agua Ilenaba lentamente sus venas: agua en lugar de sangre viviente. Y nada que una mano pudiera tomar quedé sobre la superfi- cic tranquila del estanque. La bisqueda El grito de Proserpina fue ofdo por su madre, que se hallaba muy lejos de aquel bonito prado. Es un poder extraordinatio ese de percibir el grito de auxilio proferido por los hijos, por més lejos que ellos se encuentren. Poder de madres, sean estas diosas o mortales. o Hesiod - vido - Euripides - Virgo y otros Enseguida, Ceres se lanzé a ka biisqueda mas ansiosa, més desesperada que se recuerde. La buses por todos los mares, por todas las tierras. Sin descanso, Cuando Hlegé la oscura noche, Ceres encendié dos troncos de pinos y, llevando uno en cada mano como antorchas, buscé a su hija. Y cuando el dia eché a las estrellas, Ceres fue tras su hija con la luz del Sol. ¥ cuando este oculté su carro de fuego, Ceres siguié buscando. Sin descanso. Es imposible nombrar todos los océanos, todas las tierras que ree corrié para encontrar a su hija. El mundo entero era angosto pa- ra su buisqueda, Hasta que arribé al estanque donde vivia Cane. La ninfa la vio llegar y, enseguida, quiso contarle hacia dénde, con quién habia partido Proserpina. Pero Ciane ya no tenia ni boca ni lengua para hablar con palabras. Entonces buscé los sig- nos que le permitieran ditigitse a Ceres. Y agit6 en su superficie un cinto, que por azar Proserpina habfa perdido justo allf, sobre las mansas olas ‘Al verlo, Ceres comprendié que su hija habia sido arrebatada de su lado por la fuerza. Aquel cinto le basté a Ceres para imagi- nar la violencia de un rapto. Y con la misma violencia, se golped el pecho con las palmas de las manos y derramé abundantes lagrimas. Llena de rabia, culpé a todos los paises, pues nada ni nadie habia impedido el rapto. Y declaré que ningtin lugar del mundo merecia el regalo del grano que ella les habia hecho en otros tiempos, Y Sicilia atin menos que el resto de las tierras, por- que alli, ella habfa encontrado la sefial de la pérdida. YY rompié con faria el arado con el que se abre la tierra, y dio muerte al campesino y a su buey que, juntos, perseveran en los surcos. Pero no era suficiente y, con voz quebrada por la ira, anuncié: —Que esta tierra sea mala para las semillas y que, en ella, se pudran as simientes, Que las tierras fértiles se vuelvan baldias, Los amore de los doses 6 que los granos se malogren no bien asomen las primeras hojas Que los queme el calor extremo. Que los destruya la excesiva flu- via, l viento, las constelaciones. Que los avaros pajaros devoren hasta la altima semilla desparramada y si, pese a todo, alguna planta de trigo llegara a nacer, que se ahogue entre malezas. Eso dijo Ceres, y su voz volvié la tierra seca, muerta, estéril. Entonces una ninfa, Aretusa, asomé su cabeza entre las olas del estanque y se dirigié a la diosa con dulces palabr: —jOh, madre de la virgen buscada a lo largo del globo! ;Oh, madre de los frutos que nutten! Deja que estos tremendos traba- jos lleguen a su fin, no aumentes la violencia de tu rabia contra Ja tierra. Ella te es devora y no merece que la culpes, pues solo la fuerza obligé a la Tietra a abrirse a este crimen. Y Alfeian le conté a Ceres el secreto que nadie le habia dicho aun: —Sucedié que, mientras me deslizaba por debajo del mundo, vila Proserpina en las ticrras infernales, donde se encuentra la laguna Estigia. Su semblante mostraba ansiedad y dolor y, sin embargo, ella reinaba ali, en el reino de las tinieblas, como con- sorte del Rey del Infierno. Ceres quedé inmévil. Las palabras que acababa de escuchar la habfan atravesado como el rayo que se hunde hasta la raiz. del drbol en un solo y rapido golpe. La conciliacién Cores se subié a su carro y se marché hacia los cielos etéreos, Con el semblante ensombrecido, se detuvo frente a Japicer, su hermano y padre de su hija. He venido aqui, oh Jupiter, a suplicarte tanto por mi hija co- mo por la tuya. Si tu duro corazén le niega una gracia a su madre, 66 esiodo- Oviio- Euripides - Virgo y otros entonces quizas, como padre, puedas sentir alguna pena por ella, Mi hija, largamente buscada, ha sido al fin encontrada; si po- demos llamar encontrar al momento en que la pérdida se com. prueba con mayor certeza. Y asi y todo, yo le soportaria estas rudas maneras, si él me la trajera de vuelta. Pero nuestra amada hija, preciosa virgen, no puede ser forzada a casarse con un jefe de bandidos. Entonces Jtipiter le respondié: —Quiero que sepas que esta hija es una obligacién sagrada para mf, tanto como lo es para ti. Pero si aceptamos la verdad, debemos reconocer que este es un asunto de amor, no de inju- rias. Me parece que este yerno no puede acarrearnos ninguna desgracia, al contratio. Qué puede necesitar el hermano de Ji- piter, rey y sefior de un tercio del mundo? Que se consume la unién, si tt no te opones a ello; pero si ests decidida a hacerla regresar, dejaré que Proserpina vuelva al cielo. Ceres sonrié aliviada. El rey de los dioses habia aceptado su peticién. Pero Jipiter agreg —Proserpina volver4, siempre y cuando no haya transgredido la ley que prohibe el retorno a quienes han probado comida alla abajo. Asi lo han deerctado las parcas, y nada puedo yo contra estas leyes, Las parcas no permitieron el regreso, Porque mientras Pro- serpina recortia las mansiones subrerréneas, habia roto el ayuno picando, aca y alla, dulces granos de granada. Nadie, salvo Ascélafo, famoso entre todos los ninfos del In- fiero, la habia visto, Pero él, con erueles labios, la delaté ¢ im- pidié su regreso. Ceres nada pudo hacer contra este designio, aunque descar- g6 su célera sobre Ascélafo y lo transformé en lechuza, péjaro Los amore de os doses 0 infernal, sefial de dolor para los hombres. Sin embargo, Jipiter estaba realmente decidido a mediar entre los reclamos de Plutén y de Ceres. Para contentar a ambos, dividié el largo afio en dos partes iguales. Desde entonces, Proserpina, como una diosa de igual mérivo, en dos reinos, reina. Durante seis meses, vive con su madre, y, los otros seis, los pasa con su esposo. Su mente y su apariencia se transforman al volver al cielo, donde sonrie, siempre bella y esplendorosa. También la Tierra se transforma acompafando su deambulat. Seca y triste permanece Proserpina durante el largo invierno en que mora junto a Plutén. Pero no bien se oyen los pasos que anuncian su regreso, la Tierra se cubre de verdes tier- nos. ¥ alegres y dulces se extienden, primavera y verano. » LA GUERRA DE TROYA ANTES DE LA GUERRA: IFIGENIA En los relatos mitsicos, la guerra de Troya o Ilién—una guerra que dura diez atios— tiene un extraho motivo. Tindaro, padre de Helena, la mujer mds bella del mundo, quie- re casarla. Todos los principes de Grecia, noventa y nueue hombres caguerridos, se acercan a su reino para pedirle la mano de su hifa. El padre no se anima a elegir a ninguno, porque teme la cblera de los rechazados. Uno de los pretendientes, Odiseo, le propone una solu- cién: que cada uno de ellos jure que aceptard la eleccibn de Helena ‘yn solo eso, sino que se unird para defender al vencedor si este llega ‘a recibir algin ultraje, Los principes aceptan esta alianza, y la bella Helena elige a Menelao, rey de Esparta. Avios después, cuando Menelao esta de viaje, Helena ex raptada con su consentimiento, preciso es decirlo~ por un extranjero. El be- Uo Paris, principe de Iién, eva en su nave a Hlelena al otro lado del ‘mar, alas costas de Troy, para vivir con élen la ciudad de sus padres. Menelao Uama a la confederacién de ciudades griegas, recor- dando a cada principe su antiguo juramento, Asi se forma el gran ” Hesiodo -Ovidlo- Euripides - Virgo yoos ejército griego, que ind a Ilién a rescatar a Helena. Cientos de naves ‘ysoldados, venidos de tados los confines de Grecia, se retinen en Auli- ‘de. Agamenén, hermano de Menelao y rey de Micenas, es nombrado general. El ejército es magnifico. Grecia se ha unido para enfrentar 12 los bdrbaros y castigar la ofensa. 1 Nos acercamos al campamento del ejército griego en Aulide, Ifigenia, mi amada hija, y yo, Clitemnestra, hija de Tindéreo, hermana de la bella Helena y esposa de Agamenén. Desde el carro veo las tiendas, cientos de soldados y las naves de muchos remos junto al mat, Hemos Hlegado. {Qué lugar inconvenient para una mucha- cha virgen, para una casta esposal Y, sin embargo, mi esposo ‘Agamenén, rey de Micenas y jefe del ejército, ha mandado a Ila- mara Ifigenia. Mentirfa si dijera que ninguna nube oscurece mi 4nimo. :Por qué siento pena en un dia que debiera ser dichoso? jLlevaré a mi hija al cdlamo nupcial! Se casaré con el més bello de Jos jévenes mortales, Aquiles, cl de los pies ligeros. Aquiles, hijo de la diosa Tetis y el mortal Peleo. No es un varén que deshonre a mi nifia, No es exo lo que turba mi dnimo, Es un presentimiento. {A qué negirselo a mi propio corazén? Pero bajemos del carro de una ver. Alli se acerca a reci- birnos el rey Agamenén en persona. Nos da la bienvenida, sonriéndonos con los brazos abiertos. Sin embargo, yo, que lo conozco bien, veo la tristeza asomando en sus ojos. También Tfigenia la ve. Qué pasa, padre mio? —le pregunta echandole los brazos al cuello-. Qué terrible noticia oscurece tu semblante de ese modo? La guerna de Trya a —Me entristece la noticia de nuestra separacién —responde ‘Agamenén-, Pero vamos, que hay que prepararse para la cere~ monia. Entramos en la tienda del rey. Recién acabo de llegar, y ya mi esposo me pide que vuelva a Micenas. Me niego de modo terminante: ~;Quién acompafard a Ifigenia hasta el cilamo nupcial, quign le arreglard el tocado, quién Ilevard la antorcha y la dejard ‘en manos de su esposo? =Yo. ;Acaso no soy su padre? ~me responde él. —Su padre eres, mas te toca a ti ocuparte de los asuntos del Estado y de la guerra. Deja que me ocupe yo de las cosas de mi casa. = abandonando a tus otras hijas solas en el palacio, trayen- do hasta aqui a Orestes, un bebé de pecho? gEs esa una digna forma de ocuparse de la casa? ~me increpa Agamendn. —;Acaso me escondes algo, Agamenén, que quieres alejarme de este sitio? ;Es este un campamento, donde cientos de solda- dos aguardan el momento propicio para subir a las naves, un lugar seguro para una doncella? Mis seguras estan mis hijas en el palacio que Ifigenia aqui, sin mi custodia. A ellas las cuidan fieles servidores, ¢quién cuidari de mi pequefia? =;No es su padre custodia suficiente? Callo, por respeto a las costumbres. Pero mi corazén grita, “no, no dejes a Ifigenia bajo la custodia de ese hombre”. Todavia no sé decir por qué, aunque, més de una vez, mi corazén ha co- nocido la verdad antes que mi entendimiento. n Heslodo -Ovidio- Farpides - Vega y otros ul Agamenén se retira de la tienda, Quedamos solas, Ifigenia y yo. Enseguida aparece un mensajero que anuncia que Aquiles vie- ne en busca del rey. En ausencia de Agamendn, zquién recibird al faturo esposo de mi hija? No quiero ser descortés y me acerco a saludarlo. Pero Aquiles me rechaza, desconcertado. —,Quién eres ti, dama de tan magnifica belleza? Por qué, siendo mujer, has venido al ejército griego en busca de hombres armados de escudos? —me interroga. Me llamo Clitemnestra, soy hija de Leda y esposa del rey Agamenén —le contesto. Y lo invito a que su diestra toque la mia como prenda feliz de Ia Futura boda. Pero Aquiles, hotrorizado, se niega. =zQué dices? {Yo darte mi diestra? Respetemos a Agamenén no tocando lo que no es nuestro. —Puedes hacerlo, porque te unes a mi hija —insisto con un cemblor en la vor. Parece como si Aquiles nada supieta. {De qué bodas me hablas? —me responde Aquiles~. Jamas he pretendido yo la mano de tu hija. Pudor y vergiienza, confusién ¢ ira me turban por completo, Si el esposo nada sabe de la boda, ja qué hemos venidu? Acaso alguien trama una maldad contra nosottas? Un anciano, desfigurado su rostro por una loca carrera, en~ tra velozmente en la tienda. Lo reconozco enseguida. Es uno de Jos esclavos que me acompafian desde que yo era apenas mayor de lo que es hoy Ifigenia. Mi padre, Tindéreo, le orden que me sirviera en la mansidn de mi nuevo esposo, Agamenén. ;Ay! Por qué vienen a mi estos malos recuerdos? jJusto ahora! Aga menén maté a mi primer esposo y estrellé contra el suelo a primogénito, tras arrancarlo de mi pecho. Me casé con él por Le guerra de Day 2 cumplir la orden de mi padre. Y, a pesar de todo, llegué a que- rerlo como una buena esposa. Y le he dado tres hijas y un varén, el pequefio Orestes. La vor temblorosa del anciano interrumpe mis pensamien- tos, Pide permiso para hablar, y Aquiles se lo concede. Siempre he sido fiel a mi sefiora, Clitemnestra, desde que vyuestro amado padre, Tindéteo, me entregé a st servicio, No he de cambiar mi conducta ahora que mis cabellos ya se han vuelto blancos. No, aunque esta fidelidad me cueste la vida. —3A qué vienen tan ligubres palabras en dfa tan propicio? —le pregunto asustada. “Ifigenia no ha sido convocada aqui para celebrar una boda dice amargamente-; su sangre de doncella ser derramada en honor de Artemisa. Asi lo dispuso su padre, el rey Agamenén, para cumplit los designios del adivino Calcas. Qué dices, insensato? lo atropella Aquiles—. Quién te ha contado esa patratia? —Insensato se ha vuelto el rey, que esté dispuesto a entregar a su hija, nacida del vientre de su esposa. Dime, ;como lo sabes tii sin que nadie més esté enterado en el campamento de los aqueos? —vuelve a increparlo Aquiles. Yo he perdido cl habla, ya siento el aliento helado de la Parca soplando sobre mi nuca. —Lo sé —responde el anciano~ porque por orden de Agame- nén Hlevaba una carca al palacio en la que el rey le pedia a Cl temnestra que no mandara hacia aqui a su hija Ifigenia. Ayer, con las sombras de la noche, Agamenén reflexiond, y el juicio yolvié a su mente. Decidié abdicar del mando de las tropas, y negarse a realizar tan horrendo sacrificio. —;Por qué te has rehusado a entregarme esa carta, que era nuestra salvacién? —Ie grito desesperada. ™ Hesiodo- Oviio- Euripides - Virgo y ots —Fui interceptado en el camino por Menelao, quien me la arrebaté de las manos ~responde el afigido anciano, Hay algo que no alcanzo a comprender. Cull es tu temor, anciano venerable ~pregunto esperanza da, sil rey se niega a realizar el sactificio? ~Ya no. Al verlas llegar, mudé de nuevo de opinién. Lo of discutir con su hermano Menelao. Odisco, astuto en ardides, y el adivino Calcas saben la verdad. Con ellos tramaron la mentira del casamiento para hacer venir a Ifigenia. Agamenén teme que cuenten el secreto y echen, contra él, al ejército entero; que de todos modos sacrifiquen a Ifgenia y, ademés, ataquen sin pie- dad la ciudad de Micenas. Lo he escuchado lamentandose de su suerte, pero aceptando su destino. Esas y no otras han sido sus palabras. Resumo con brevedad mi destino: Ifigenia, mi amada Ifige- nia, sera sacrificada en el altar de Artemisa para que el ejército griego pueda salir de Aulide y llegar a Ilién. Artemisa pide a mi hija, y su padre, Agamenén, se la entrega. Miro a mi alrededor: la soledad de mi estado me aterra. Solo una esperanza me queda, y aella me aferro como un néufrago al tinico tronco que se ha salvado de su nave. Me arrodillo a los pies de Aquiles, abrazo sus rodillas y. sin vergiienza ni pudor, le ruego que salve a mi hija. Se lo ruego por su madre, la nereida Tetis, y por su nombre, que iba unido al de mi desdichada hija en malogradas bodas. Aquiles se conmueve. Aquiles se enciende de ira ante el abuso de Aga- menén, que se atrevié a usar su nombre para tejer un engaiio. Aquiles se niega a que se cometa tan cobarde sacrificio. Aquiles, el més fuerte, el més valiente de los hombres que se han reunido para pelear contra Ilién, me promete su ayuda. Respiro aliviada. No todo esti perdido. a guerra de Tropa * Tl Necesitamos pocos minutos para ponernos de acuerdo. He de hacer paso a paso lo que Aquiles me recomicnda. Intentaré convencer a Agamenén con severas razones; si el rey accede a mis ruegos, no precisaré invocar el nombre de Aquiles, y nadie podré decir que fue seducido por una virgen. Pero si Agamenén no escuchara los justos pedidos de una madre, Aquiles me ha prometido que alzaré su espada por defender la vida de Tfigenia. ‘Aquiles sale de la tienda. Quedamos adentro Ifigenia y yo ‘Mas alld, innumerables soldados, Ilegados de todos los rinco- nes de Grecia, esperan. Puedo sentir la tensién de sus cuerpos que, listos para entrar en combate, son retenidos aqui por fuer~ zas superiores. Sus ojos estén clavados en el mat, indagando en Ja quietud de las olas el misterio de los vientos que demoran la partida de las naves. Ninguno hay que mire hacia atrés, como sise tratara de hombres sin casa ni familia, sin padre ni madre a quien extrafiat. Descosos de gloria, solo piensan en mostrar al mundo la fuerza de sus brazos, en cruzar el mar y en asaltar las ‘murallas de Hlidn para saquearla. Entonces vuelve Agamendn. En su rostro descompuesto, tra- ta de simular una sonrisa. Dice que los sacrificios propios de la boda ya han sido consumados. Me pide que me apure en cubrir de flores la cabeza de la novia. Yo no puedo fingir, no puedo siquiera armar una larga frase. Le pregunto, entonces, simple- mente, con quign piensa casar a mi nifia. El responde con la misma mentira, Siento que la sangre me hierve de furia. ;Ay, si yo pudiera empuiar una espada! jNada me imporcarfa morir después! Pero debo hablar, mantenerme serena, tratar de hacerlo entrar en razones. 6 Hesodo - vidio Euripides - Vega y otros Le pido que no continiie fingiendo, pues Ifigenia y yo ya conocemos nuestro destino. Sabemos muy bien a qué clase de bodas ha invitado el rey a su hija. Agamenén no se enfurece. Por el contrario, dirige su rostro al ciclo, implorante. Gime. Leo un dolor intenso, verdadero, en lo profundo de sus ojos. Lo reconozco, es el mismo dolor que estoy intiendo yo. Veo al padre de Ifigenia que sufie aterrado ante la pérdida de su hija. Entonces le imploro, pero él ya se ha recom- puesto, Ahora es, de nuevo, el general del ejército. Ahora es el rey quien me oye. O mejor serfa decir quien no hace ningéin caso a las palabras con las que le suplico piedad. Por eso, porque estoy segura de que todo estd perdido, dejo que las amenazas atravie- sen el cerco de mis dientes. :Pienso acaso que pueden asustarlo? No, pero es el iitimo refugio del animal herido de muerte. Me vencerds, si, pero trataré de hacerte todo el dafio que me permi- can mis fuerzas. Agamenén me mira sin responder, Su rostro se ha cerra- do por completo. Imposible, quiere decirme, que una mujer conmueva a una roca. Ifigenia, entonces, le recuerda sus tier- nos juramentos, las dulces sonrisas que uno a otro se prodi- garon tantas veces. Le pide por ella, por la sangre del peque- fin Orestes. Palabras tan certeras no penetran en sn coraran, cuando solo la visién de su carita bafiada en lagrimas deberia conmoverlo. Le han quitado el corazén, pienso, jamés lo ha renido. Eso mismo nos dice él, ahora. Que no es su corazén quien decide, sino toda Grecia, que ha depositado en él su confianza. Que el ejército espera para salir al mar en las naves de muchos remos. Que una diosa ha decidido, y que un rey no puede torcer las decisiones de los dioses ni enfrentar el deseo de un pueblo entero, sa guerra de Toya ” Cobarde, es un cobarde. Se escuda en los dioses, se escuda en. Ja razon de un Estado. Enconces Ifgenia me anuncia que una multitud de hombres, se dirigen hacia acd. Vienen lanzando piedras contra Aquiles. Ifigenia corre a esconderse para que st prometido no llegue a verla. Pero yo se lo impido: es tan grande nuestro dolor que no deja lugar a la vergiienza, por més justa que esta sea. Aquiles nos cuenta lo sucedido desde nuestro tiltimo encuentro, Todo el ejército se ha enterado de la profecia. Odiseo y el adivino Calcas han informado a los hombres en asamblea. No hay uno, uno so- Jo, que se oponga al sacrificio. Por el contrario, estan dispuestos a arrebatar a la virgen, y arrastrarla de los cabellos hasta el altar si fuera necesario. _Fstdn ansiosos por subir a las naves. No hay justicia que los detenga. Pero yo no he empefiado mi palabra en vano; con esta espada, defenderé a tu hija frente a todos los soldados —vuelve a prometernos Aquiles. — {Tit solo? —le pregunto angustiada-. ;gAcaso los mirmido- nes, tus hombres, tampoco obedecen la voz de su jefe?! ” Bllos van a la cabeza de los que claman por Ifigenia. Dicen que he sido seducido por la virgen —me responde Aquiles. {Estamos perdidas! ~grito implorante. No todavia! —insiste el héroe~. Mi vida no vale més que la de esta muchacha inocente! Pero entonces se escucha la vor de Ifigenia. ~Madre, esciichame —me dice-. Resuelta est4 mi muerte, y quiero que sea gloriosa. Vamos, madre, atiéndeme, aprucba mis razones, Grecia entera tiene puestos sus ojos en mi, y en mi ma- no esta que naveguen las naves y sea destruida Ilién, No debo amar demasiado la vida que me distc para bien de todos, no solo para el tuyo, Doy mi vida por Grecia. Que me maten y devasten 7” Hesiod - vidio - Euripides - Vegi y otros lin, Ese sera el monumento que me recordaré largo tiempo, esos mis hijos, esas mis bodas, esa toda mi glotia. Madre, los gtiegos han de dominar los barbaros, no los bérbatos alos grie- 0s, que esclavos son unos, libres los otros. Eso dice mi pequefia, tan frégjl y tan decidida a enfrentat Ja muerte. Dice que un solo hombre es mds digno de ver la luz que mil mujeres. Que no es justo que Aquiles pelee contra todos los griegos por salvar a una doncella. Ni tampoco, si Artemisa pide su vida, puede una simple mortal oponerse al deseo de una diosa Impresiona su entereza, y no solo a mi, que soy su madre. El mismo Aquiles se conmueve al oirla y le declara un vivo deseo de casarse con ella. Ya no es solo la belleza de mi nifia lo que ha conquistado el cotazén de Aquiles; ahora son sus palabras, la grandeza de dnimo que expresan. Ifigenia reconoce que no hay nada més precioso para los mortales que la luz del sol. Que los muertos nada son y, sin embargo, se resigna. —Generosos son tus sentimientos, pero quizds te arrepientas al ver la cuchilla que amenaza tu cuello —le dice Aquiles, volvien- do a offecerle proteccién-. Por eso me colocaré junto al ara y apostaré all estos soldados, no para asegurar, sino para impedir tu muerte. En el templo de la Diosa, alli, tc estaré esperando. [Aquiles se va. Mi suerte esté sellada. Ahora he quedado com- pletamente sola, La gloria vana de un ejército me ha arrebatado el cuerpo gracioso de una hija. [fgenia me pide que no llore, que me sienta orgullosa de su destino. Me pide que no le guarde rencor a su padre, que lo ame como a un buen esposo. Ruegos de una nia, atin virgen, que es incapaz de entender el dolor, este inmenso vacio que se abre en mi pecho, Me dedica las dleimas Mgrimas y, altiva, me deja y marcha hacia el altar de Artemisa La guerra de Taye ° Iv La vor de un mensajero me vuelve a la vida. No puedo decir cauinto tiempo ha pasado desde que Ifigenia partié. En absoluto silencio, ha quedado esta tienda. Seco, totalmente seco ha que- dado mi corazén. El rostro del mensajero se encuentra iluminado de alegria. {Qué puede alegrarlo sia su lado no viene Ifigenia? ~Sefiora—me dice, abandone ya el Ilanto, La diosa ha salvado a Ifigenia, que mora ahora en el Olimpo, junto a los inmortales. Me trae detalles de los hechos que no quiero ni puedo ima- ginar. Cuenta que acompaii a Ifigenia hasta el prado florido de ‘Artemisa, donde la esperaba reunido el ejército. Al ver llegar a su hija, Agamenén lord escondiendo su cara en el manto, Pero Ifigenia le pidié que no Hlorara, que con gusto se inmolaba ella por el honor y la libertad de Grecia. También pidié que ningdn hombre la tocara, pues animosa y sola se entregaba al hierro, Ca- da uno de los presentes sintié inmenso respeto por el valor que sus palabras manifestaban. Luego se hicieron los ruegos a los dioses y ya Calcas, con la afilada cuchilla en la mano, se acercé a la doncella, Todo el ejér~ ito quedé en suspenso, clavada la vista en la tierra. Enseguida oyeron el golpe del hierro contra el cuello. Y entonces, al alzar la mirada, vieron que en el altar yacia el cadver de una cierva, Ta sangre de la cierva baiiaba el ara de Artemisa, mientras que el cuerpo de Ifigenia habia desaparecido sin dejar ni un rastro. Leno de jibilo, Caleas vaticiné que aquel milagro era obra de la diosa. Vientos propicios comenzarfan a soplar ese mismo dia, Jas naves zarparfan y el ejército venceria en Ilién. Artemisa ha- bia aceptado el sactificio, y lo mostraba salvando el cuerpo de Ifigenis % Hesiodo - Oviio-Barpides - Virgo y otros ‘Aqui se acerca Agamenén, su rostro se ha aliviado de pesares, camina como un hombre tocado por la gloria. Ahora él me re- pite la historia que he escuchado ya de los labios del mensajero, Quizds, sea cierta. Si Ifigenia misma, acariciando mis cabellos, me la contara, podrfa alegrarme, Y aun asi, sé que mi corazén no perdonaré a este hombre, ni a todos los hombres que, ansiosos ppor salir a matar, estan subiendo a las naves. Le dieron a elegir, y ‘Agamenén cligié. Ni la cierva que quizas Artemisa haya puesto en el lugar de Ifigenia puede revocar esa decisién. Un abismo que, cada dia, nuestra separacién volveré mas hondo, me separa de él. Desde esta distancia, lo veo alejarse en direccién a Ilién. a La fuente principal de este mito es Ufigenia en Aulide, sragedia de Euripides Después DE LA GUERRA: R6MULO Y REMO Durante la guerra de Traya, el ejército de Agamenén obliga a os troyanos, comandados por Héctor, a refugiarse en la ciudad, y la sitia durante varios anos. Finalmente, Ulises logra conquistarla me- diante la célebre estratagema del caballo de madera. Eneas es un héroe troyano, hijo de Anquises y de Afrodita. Esta diosa habia profetizado, antes del nacimiento del nitto, que un dia cste reinarta sobre los troyanos y seria el predecesor de una dinas- tla eterna, Cuando la cindad de Troya es destruida por los griegos, Eneas escapa junto a su padre y a su bij. De la muerte de Troya al nacimiento de una nueva ciudad... Mientras los griegos, gracias a Ulises, lograban introducirse en Troya para destruirla, uno de los principes, Eneas, compren- dié que nada podia hacer para salvar su ciudad. Hijo de Afrodita, Eneas era, después de Héctor, el més valien- te de los troyanos. Pero Troya estaba siendo presa de las llamas. Cretisa, la mujer de Eneas, acababa de ser asesinada. Y si que- rfa salvar a su hijo y a su anciano padre, Eneas debfa huir. 2 “Hesiodo - Ovidio - Baripdes- Virgo y otros Entré velozmente en la habitacién del joven Ascanio, al que encontré escondido en un rincbn; lo tomé de la mano y lo condujo a la habitacién de al lado. Alli se hallaba un anciano resignado. =Padre... Rapido, siganos! —Imposible, hijo mio ~murmuré Anquises caminar. Entonces Eneas cargé a su padre sobre su espalda. Resistien- do la masacte y las llamas, Ileg6 al Paladién: queria salvar de los saqueos a los preciosos Penates, dioses protectores de la ciudad, Colocé las estatuillas sagradas en su bolso y alzando la cabeza, imploré: Oh, madre, :me brindards tu proteccién? Desde lo alto del Olimpo, la diosa Afrodita oyé su ruego: desvié la mirada de los griegos y permitié que su hijo abandona- se Troya. Eneas partié, llevando a Ascanio y cargando sobre su espalda a st anciano padre. Acompaftado por algunos troyanos que habian sobrevivido, el trio aleanz6 a embarcar y llegé a Tra- cia. Las aventuras de Eneas no se detuvicron alli: fue a Creta, a Sicilia, e incluso a Africa, donde fue recibido por la reina de Cartago, la bella Dido, que lo retuvo por largo tiempo y se ena a Yo ya no puedo moré de él. Luego, Eneas llegé a Italia, donde vivié mucho tiempo. Después de su muerte, Ascanio fundé una ciudad: Alba Lon- ga. Doce gencraciones mis tarde, su descendiente legitimo, Nu- mitor, comenz6 a reinat, Pero su hermano Amulio no vela esto con buenos ojos... leema de la Enea, Su aucor, Virgilio, quiso continuar la Mada y la Odisea de Homero (N. del A) La guerra de Toya 8 La intervencién del dios Marte Esa mafiana, al llegar al palacio, Numitor tuvo la sorpresa de ver a Amulio sentado en su lugar en el trono, Antes de que pu- diera reaccionar, unos guardias apresaron al rey. i, si! -se tio con sorna Amulio-. Con qué derecho el po- der recae siempre sobre el mayor? He decidido reparar esa in- justicia. ;Y, ademés, me parecfas demasiado blando para set rey! ‘A Numitor no le gustaban ni las peleas ni la guerra. Queria evitar una masacre y murmuré: Hermano, petmanece en ese trono, si tanto lo deseas. Pue- des, incluso, matarme. Pero imploro tu piedad: jsalva a mis hijos! — {Crees que tomaré ese riesgo? Es demasiado tarde: ya di érdenes. En ese instante, aparccieron unos guardias que llevaban los cadaveres de dos nifios. Rea Silvia, hija de Numitor, que los se- guia sollozando, fe a arrojarse a los brazos del rey prisionero. Oh, padre ~gimié-, mis stiplicas no lo han impedido: jesas bestias han degollado a mis hermanos ante mis ojos! Numitor abrazé a su hija. Apuntando con el dedo a su her- mano, trond, intentando dominar su dolor: —Eres un oscuro asesino, Amulio, Estamos bajo cu poder. ;Pe- ro ceme la célera de los dioses! Si no salvas a mi hija, conjuraré a Marte, protector de nuestra ciudad, para que te castigue como mereces. Ante esta amenaza.a modo de profecfa, Amulio se estremecié. —Te concede la vida, Numitor —decidié con pesar-. Hasta te cedo algunas fanegas de tierra y rebafios. ;Pero te prohibo la en- trada a Alba Longa! Vivirds lejos de aqui, como un campesino. Vacilante, el usurpador se dio vuelta hacia Rea Silvia. Temia que la hija de Numitor tuviera hijos un dia; al crecer, estos se ® Hesiod - Ovi - Bripdes- Virgo y otros volverian sus rivales y le reclamarian el trono, Pero si la mataba, haria caer sobre él la célera de Marte. Qué hacet? De repente, se le ocurrié una artimafia que le permitirfa re- solver ese dilema. Decreté: “Bien, {Te salvo también a ti, Real Mejor atin: jt nombro sacerdotisa y guardiana del fuego sagrado! {Que se cumpla lo que he dicho! De inmediato, los guardias condujeron a Rea Silvia al templo consagrado a Vesta, diosa protectora de los hogares. La hija del rey caido se unié a las otras muchachas de las mejores familias de la ciudad, cuya tarea consistia en mantener el fucgo sagrado, Las vestales —asf las llamaban— no tenfan derecho a casarse ni a tener hijos. Se las reclutaba desde muy jdvenes y debian oficiar durante treinta afios. Si alguna de ellas frecuentaba aun hombre 0 dejaba que el fuego se apagara, jera entertada vival Amulio es- taba seguro de no tener que preocuparse nunca... Un tiempo mis tarde, mientras Rea iba a buscar agua a la fuente sagrada, se encontr6 con un joven cuya belleza la pertur- bé. Se desvié enseguida, pero el desconocido la tomé de la mano. No temas —Ie dijo-. Soy el dios Marte. Me gustas, Rea Sil- via. Y he decidido que te convertirds en la madre de mis hijos. Tncrédula y enloquecida, la muchacha sc desprendié de él y se eché a correr. Pero a la noche siguiente, el mismo hombre se le presenté en sutefios; sonrefa y aparecfa en un nimbo de claridad divina. Rea estaba en éxtasis, ;Cémo resistir al dios Marte, sobre todo cuan- do este nos visita en suetios? Algunas semanas mds tarde, Rea Silvia comprendié que esta~ ba embarazada. Cuando le fue imposible ocultar la verdad, fue a buscar a la gran sacerdotisa, Se arrojé a sus pies explicéndole la visita del dios durante la noche. Ln guerra de Tosa as —Sé que me espera la muerte. ;Pero, por piedad, deje nacer y vivir a mi hijo! ‘Tan emocionada como intrigada, la gran sacerdotisa esperd que Rea Silvia diera nacimiento no a un bebé, sino a gemelos. Después, se dirigié al palacio para informar de ello al rey Amu- fio. La célera del rey fue terrible. iQue encierren a esa blasfema en un sétano! ;jY que esos malditos retofios sean ahogados en el Tiber! El rio estaba crecido. La gran sacerdotisa dudaba: gy si era cierto lo que la joven vestal habia dicho? ;Si esos nifios eran de verdad los hijos del dios Marte? Por eso, en lugar de arrojarlos al agua, resolvié ponerlos en una canasta que entregé al rio embra- vecido. Si esos gemelos eran hijos del dios, este encontraria con seguridad la manera de protegerlos. Mientras su madre agonizaba en la prisién, los dos bebés, arrastrados por la corriente, gritaban de terror y de frio. Bo- garon asi a la deriva toda Ia noche y el dia siguiente. Pero a Ja tarde, la canasta encallé en Ia orilla, entre las raices de una higuera, al pic de una colina boscosa: cl monte Palatino, Era la hora en que los animales salvajes bajaban al rio a refres- carse. Uno de ellos, una loba que acababa de parit, se sintié intrigada por los gritos de los bebés. Los tomé delicadamente en su boca y los Hlevé uno tras otro a la grura que le servia de guarida. Mezclados con los pequefios lobos, los gemelos ham- brientos se arrojaron sobre las mamas hinchadas de su madre adoptiva... a6 Heslodo -Ovidio~ Euripides - Virgilio y otros Rémulo y Remo recuperan el trono ‘Algunos meses mis tarde, los bebés se habjan vuelto robus- tos, Pasaban el tiempo arrastréndose, jugando y divirtiéndose con sus hermanos de leche. Pero un dfa, al pasar por alli, un pastor llamado Féustulo quedé intrigado por los balbuceos y los gitos de alegria que salian de la gruta. Entré y qued6 estupefac- to ante la sorpresa: ~jNifios! Con los lobizones! No puedo dejarlos en esta ma- driguera. ‘Sin esperar el regreso de la loba, tomé a los gemelos y los lle- v6 a su casa. Su esposa, Larentia, se conmovié de la alegria. Son magnificos! z¥ dices que fueron acogidos y criados por una loba? Si. Es un milagro que atin estén con vida, Estan protegidos por los dioses! Oh, Faustulo, adoptémostos. ;Cémo se parecen! -observé el pastor. —Los llamaremos... Rémulo y Remo. Los gemelos crecieron en fuerza y en complicidad, Una vez adolescentes, cuidaron los rebaiios de Féustulo. Su vigor era tan grande que les pidieron que liberaran a la regién de los malhe- chores que la infestaban. Lo lograron con tanto éxito, que sus proezas atrajeron a su alrededor a un grupo de muchachos intré= pidos. Su fama crecié. Pero un dia, tras una pelea con los pastores dle Numitor, Re- mo fue capturado y conducido ante el rey en exilio. El parecido del muchacho con su hija Rea Silvia lo intrigé y aumenté su dolor. Numitor se habia enterado de que, antes de morir, su hija habia dado a luz a dos nifios. Turbado, pregunté: —Entonces, te llamas Remo? jY tienes un hermano gemelo! {Donde esta? Aqui! -clamé Rémulo al entrar, con una espada en la mano, a guerra de Troy " ‘Tras él, aparecié Faustulo. Conocia la tolerancia de Numitor y no dudaba de que llegarfa a disipar ese malentendido, Declaré: —Perdona el émpetu de mis hijos, Numitor. —{Tus hijos? ;Acaso cres el padre de estos muchachos? Erente al escepticismo de Numitor, Faustulo juzgé que era preferible decir la verdad. ¥ delante de los gemelos anonadados, confesé: —jNo! Hace veinte afios, se los arranqué a una loba que los ha- bia alimentado y cuidado. Esos bebés habjan sido abandonados... De inmediato, Numitor comprendié. Abrié los brazos: Son los hijos de mi hija Rea Silvia! ;Rémulo, Remo..., mis nietos! ;Ab, soy tan feliz! Durante la tarde y la noche siguientes, los gemelos pidieron que les contaran la extrafia historia de su rescate. —Bravo Féustulo —suspiré Numitor-. ;Sin ti, habrian perecido! -Sin ti Remo- jy sin la loba que nos salvo Ja vida! —Si comprendo bien -agregé Rémulo-, nuestro tio Amulio usurpé el poder. {Ti debias reinar en Alba? Oh, soy demasiado viejo ahora. ;Es una historia olvidada! —Tal vex—teplicé Remo-. Pero nosotros somos los herederos, Si un dia queremos reinar, ta debes volver a subir a ese trono del que has sido apartado injustamente. Qué dices, Romulo? La pregunta era initil: los gemelos estaban tan cerca uno del otro, tanto en los actos como en los pensamientos, que salieron con un mismo impulso fuera de la casa de su abuelo. Al llegar a las colinas de su infancia, reunieron a sus fieles amigos para re- velarles su identidad. Dejaremos a ese traidor de Amulio en el trono? —{No! -gritaron los demés~. ;Derroquémoslo! El ejército que los gemelos constituyeron era pequefo y muy poco organizado, Pero los dos jefes estaban resueltos. 88 Hesiod - vidio - Euripides - Vegi yotos Por su parte, Amulio se habia enterado de la noticia. Asal- tado por el pinico, estaba refugiado en su palacio y rumiaba lamentos: —Los hijos de Rea Silvia... ;Debi matarlos con mis propias manos! {Que Marte nos asista! —dijo Rémulo, alzando la cabeza. {Si.... que el dios de la guerra nos dé la victoria! ~agregé Remo, lanzndose con sus hombres contra el ejército de Amulio, El padre divino de los gemelos no los habia abandonado: jlas tropas de Amulio fueron aniquiladas! Los gemelos entraron en el palacio y terminaron por encontrar al aterrorizado rey. —jNo me maten! ~gimié=. jLe devuelvo cl trono a mi her- mano! Por toda respuesta, Rémulo golpeé primero a su tio, y Remo Io liquidé de una estocada La fundacién de Roma Asi fue como veinte afios mas tarde, Numitor volvié a ser el soberano de Alba Longa. Durante su reinado, la ciudad crecié y prosperé. Pronto sus muros fueron demasiado estrechos para con- tener a codos los hahitantes. Numitor dijo, entonces, a sus nietos: —jFunden ustedes una ciudad! Numerosos fueron los que dejaron la superpoblada ciudad dle Alba y siguieton a los gloriosos gemelos. Estos se dirigieron al borde del Tiber, al pie del monte Palatino, donde, antafio, una Joba los habia alimentado. Rémulo decreré: =La fundaremos aqui. ;¥ llevar mi nombre! —;Por qué el tuyo? ~dijo Remo, riendo. Por primera ver, se enfrentaron con la mirada. —De acuerdo ~admitié Remo-. Yo fundaré mi ciudad alld. 9 Ln guerra de Toys Sefialé el monte Aventino, muy cerca de alli. —jImposible! -dijo Rémulo-. Esas dos ciudades estarian muy cerca una de otra. Hace falta una sola y gran ciudad, Estoy de acuerdo contigo. Pero zcual de los dos reinard? Bl recuerdo de la pelea entre Amulio y Numitor les desperté experiencias desagradables: el poder no se compartia. 7Y quién habria podido decir cusl era el mayor de los gemelos? —Consultemos los augurios ~dijo Romulo, seftalando el cie- o-. Los dioses nos enviarén una sefial, Una sefial tan evidente que aquellos que nos han seguido sabrén traducirla tan bien co- mo nosotros. ‘Mientras R6mulo esperaba en el monte Palatino, Remo lle- g6.al monte Aventino, En la llanura, el pueblo se impacientaba. De repente, Remo seftalé seis buitres que atravesaban el cielo encima de su cabeza. Grité a la gente reunida: —jMiten! jLos dioses me eligen! —No -1espondié Rémulo-. Miren esos otros buitres plancan- do sobre mi colina: json doce! ;Gloria a Marte que me ha elegido! Hermano, ests haciendo trampa: los augurios se me han manifestado a mi primero. Qué {Te atreves a pretender que tus seis buitres valen més quc los doce mios? ‘Mis abajo, la poblacién de Ia futura ciudad ya comenzaba a tomar partido: unos apoyaban a Remo; otros, a Rémulo. Los dos hermanos abandonaron sus colinas, se reunieron, se pelea- ron y estuvieron a punto de ir a las manos. Entonces Rémulo se apoderd de un arado que habia traido uno de los campesinos del grupo y gritd: “Es simple. Voy a trazar un surco que marca los limites de mi ciudad. ;Allé seran construidos los muros que la rodearén! jY te prohibo, Remo, atravesar el limite! 0 Hesiodo- Oviio- Euripides - Virgilio y otros Agraviado, Remo exclamé: —zAh, si? {Con qué derecho me das una orden? ;Y qué hards sila infrinjo? Para desafiarlo, atravesé de un salto el surco que su hermano estaba marcando. Incapaz de controlar su célera, Rémulo grité: ~{Te maaré! Soltando el arado, tomé su espada, la blandié..., y atravesd con ella a su hermano! Luego, apoyando el pie sobre su cadaver, clamé a todos los que estaban reunidos en la llanura: —Créanme: jun dia, esta ciudad dominar4 el mundo! ‘Asi fue fundada Roma. Con pasién y odio, con violencia y dolor. Yes aqui también donde los dioses ceden su lugar a los hom- bres. Pues este acontecimiento tiene una fecha: el ato 753 antes de Cristo. Poco a poco, la historia reemplazaré a las leyendas... La caida de Troya y el nacimiento de Roma tienen como le- jano origen el rencor de una diosa malhechora: hija de la Noche, hhermana de las Parcas y de la Muerte, madre de la Miseria, de la Hambruna y de la Mentira... Divinidad hoy olvidada, cuyo nombre y efectos se volvieron, sin embargo, tristemente célebres: Ja Discordia. a Este mito aparece en numerosas obras, entre ella, Encida de Virgilio y también, en los textas de bistoriadores como Plutarco (Vidas parallas) _y Tito Livio (Las décadas). Bibliografia Las fuentes principales de los relatos de esta antologia son: © Euripides, Tragedias, Madrid, Edaf, 2001. * Grenier, Christian, Contes et Légendes des Héros de la Mythologie, Paris, Nathan, 1988. + Hestodo, Teogonia, Tibajos y Dias, Escudo, Barcelona, Planeta, 1990. * Ovidio, Metamorfasis, Madrid, Cétedra, 1999 * Virgilio, La Eneida, Madrid, Mediterraneo, 1986. Para saber mas de mitologia griega, pueden leer: = Homero, La Odisea, versién de Franco Vaccarini, Buenos Aires, CAntaro, 2013 (2.* edicién), * Varios, Mitos clasificados 1, Buenos Aires, Céntaro, 2002. Para conocer mitos y leyendas de los pueblos de América, lean: © Roldan, Laura, Mitos clasificados 4, Buenos Aires, Céntaro, 2012. Para conocer mitosy leyendas del mundo entero, les sugerimos: + Ambroseti, Juan B, Supersticione y lyendas, Buenos Aires, Cinco, 1994, * Gougaud, Hensi, El drbol de los soles, Barcelona, Critica, 1990.

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