You are on page 1of 39
AFRICA, 209 tal pudo presionar a los grupos que mantenfan el Modo | hasta el punto que se vieran obligados a buscar nuevos espacios. La diferencia en la gestién del territorio se de- muestra nuevamente como esencial, al menos tanto como la propia produccién de ins- trumentos en la diferenciacién entre Modo 1 y Modo 2. 2.11. La operatividad técnica, dieta y crecimiento del cerebro. Resocializacién InTRopucciON Desde que la humanidad es humana, el desarrollo de la operatividad técnica y de la creatividad ha sido una constante, Cada vez esta mas claro que los primeros re- presentantes del género Homo fueron los que realizaron los conjuntos de utensilios més antiguos, como ya hemos comentado anteriormente. Por el contrario, no se han localizado hasta el momento indicios claros de que los australopitecinos elaboraran artefactos. Es cierto que algunos investigadores han intentado atribuir a alguna de es- tas especies una industria incipiente, Un caso reciente es el de Australopithecus garhi, el cual fue descrito por Asfaw y su equipo en 1999 en un articulo de la revista Nature Este espécimen fue localizado en el mismo estrato donde dos afios antes el equipo de Semaw (1997) describia la industria litica mas antigua conocida hasta el momento: la de Gona (Etiopfa) de hace 2,5 Ma. Eso hizo pensar a Asfaw y colaboradores que A. garhi podia haber sido el responsable de la manufactura de aquellos ttiles. 4.800 T 1.600 5 1.400 + 5 = 1.2004 é 5 1.0004 rae © Australopitecus 2 00 3.4 Homo 3 habilsrudotensis g & 600 © Homo ergaster/orectus 400 : othe i Noandetales y humanos modernos 200 7 o 1 2 3 4 Edad en millones de afios Fic. 2.53. | Crecimiento del tamaito del cerebro de todos tos hominidos (Aiello y Wheeler, 1995. Current Anthropology, 36 (2): 199-220). 210 HOMINIDOS: LAS PRIMERAS OCUPACIONES DE LOS CONTINENTES Bien es cierto que este hominido posefa una capacidad manipuladora potencial- mente apta para fabricar herramientas; asi lo apuntamos en el apartado anterior. Ademas, su cronologia es bastante anterior a la de cualquier resto perteneciente al género Homo. 0, la asociaci6n entre las herramientas y los australopitecinos reiteramos que resulta algo forzada. Por tanto, hay que mantener en reserva esta hipotesis, ya que es necesario encontrar datos mas directos para poder atribuir el origen de esos con- juntos industriales asociado al género Australopithecus Sin embargo, esto no quiere decir que este género no pudiera haber utilizado ele- mentos simples, como palos, piedras o huesos, para ayudarse en sus tareas cotidianas © para defenderse de sus predadores. También los chimpancés los utilizan hoy en dia de un modo ocasional y con finalidades bien distintas: atemorizar a los rivales en sus disputas intergrupales, procurarse alimento, acceder al tuétano de los huesos ¢ in- cluso para cobijarse de las inclemencias del tiempo (Whiten et al., 1999). Recientemente, L, R. Backwell y F. d’Errico (2001) han publicado un estudio tafonémico relacionado con los yacimientos sudafricanos de Swartkrans y Sterkfontein, donde demuestran este uso intencional de elementos simples entre los miembros de la especie Paranthropus robustus. Los investigadores han identificado una serie de hue- Sos con unas estrias muy caracteristicas que no encajan con ningiin proceso posdepo- sicional conocido y Hegan a la conclusi6n, a partir de un estudio experimental, de que aquellos huesos pudieron haber sido utilizados para capturar termitas con una finali- dad claramente nutricional, Sin embargo, en su trabajo queda bien claro que las morfologias de los huesos se producen por un desgaste natural, no intencional, y que los procesos que las gene- raron son bien conocidos a nivel tafonémico. Esto significa que los parantropos no modificaron los huesos, sino que los seleccionaron a partir de unos criterios basados en la funcién que querian realizar. Por Jo tanto, Backwell y D’Errico insisten en que las estrias observadas son el producto del uso y no de una configuracién predetermi- nada. En definitiva, pues, es a partir de la aparicién del género Homo cuando se puede empezar a hablar del inicio de la tecnologia. A partir de aquellas industrias de hace 2,5 Ma de Gona (Etiopia), la evolucién tecnolégica es una constante en el tiempo para las diferentes especies que componen el género. Pero la adquisicién de la tecno- logia s6lo define al género Homo desde el punto de vista cultural. Paralelamente, junto esta capacidad para elaborar instrumentos, aparecen modificaciones metabélicas tre las que Ia expansién de la capacidad cerebral es una de las més notables y que sera bisica para el desarrollo de la inteligencia operativa. Actualmente se calcula para los craneos fosiles de Homo habilis una media de unos 660 cm?, lo cual supone casi el doble que Ia de los australopitecinos. Es de suponer que la aparicién de un aumento del volumen cerebral se debe co- rrelacionar con ef aumento significativo de las conexiones neuronales y, como conse- cuencia, con una percepcién distinta del entorno. Analizando gran parte del registro fosil de Homo habilis, Trinkaus (1987) sugiere que el desarrollo cerebral experi. tado por esta especie y las alteraciones que sufre en su aparato locomotor y manipu- lador son las causas principales de la aparicién y sistematizaci6n de la tecnologia | tica, Todos los registros asociados a Homo habilis parecen indicar, segin este investigador, que se trataba de hominidos que habfan abandonado ya toda su tendencia arboricola y que realizaban instrumentos muy rudimentarios. Gran parte de su tiempo lo inver- AFRICA 211 tian en la priictica de brisquedas oportunistas, lo que les permitia cazar ocasionalmente algin animal pequefio, acceder a cadaveres de animales muertos de forma natural 0 a los restos de las presas abandonadas por los grandes carnivoros, EL CONSUMO DE CARNE Y LA TRANSFORMACION METABOLICA Y ANATOMICA La aparicion de la tecnologia litica, junto a algunas modificaciones de tipo fi- sico, como es un mayor desarrollo cerebral respecto a los australopitecinos anterio- res, fueron los aspectos basicos que permitieron definir al género Homo como una entidad biolégica distinta. A partir de aqui se inicia un desarrollo tecnolégico que no tendria raz6n de ser si no se tradujera en la introduccién de mejoras en el comporta- miento subsistencial de los hominidos; es decir, en una mayor operatividad en la ges- tién y el aprovechamiento de los recursos disponibles en el medio. Incluso con las limitaciones que E. Trinkaus atribuye a estos homfnidos, la hi- pétesis de este investigador permite esbozar la idea de un cambio comportamental im- portante respecto a los australopitecinos anteriores y contemporaneos. El paso de una alimentacién predominantemente vegetariana a la inclusion de manera sistematizada de la carne en la dieta cotidiana requiere Ia adopeién de unas nuevas pautas de con- ducta. Sin embargo, este cambio de nutrici6n no es debido a cuestiones culturales, sino que se trata de un requisito provocado por los desajustes metabélicos que produce un mayor desarrollo cerebral En el afio 1983, R. Martin pronuncié una conferencia en el Museo Norteamericano de Historia Natural titulada The Evolution of Human Brain (La Evolucién del Cerebro Humano). Sus planteamientos, publicados dos afos antes en la revista Nature, postu- laban que la aparicién de un érgano cerebral mas grande en los hominidos requeria un mayor gasto energético (Martin, 1981). Aunque actualmente el cerebro constituye s6lo el 2 % del volumen corporal, su consumo es de casi el 20 % de la energia total generada. Incluso durante la gestacién del embrién humano dentro del titero materno, la formacién del cerebro necesita disponer de un gran aporte energético. Por tanto, en los primeros representantes del género Homo se hacia necesario un cambio sustancial en la nutricién que permitiera adquirir una dieta de mayor calidad, y ésta solamente se podfa conseguir con la introduccién en la alimentacién cotidiana de nutrientes con un alto valor energético, como la carne. Partiendo de las ideas de Martin, Aiello y Wheeler (1995) elaboran la hipstesis que ellos Ilaman «del tejido caro» (expensive-tissue hypothesis). Estos investigadores sugieren que si bien es costoso mantener el cerebro en términos energéticos, también lo son otros érganos metabélicamente activos, como el corazén, el higado 0 los rifio- nes. Por tanto, cubrir el suplemento de desgaste originado por un cerebro en expan- si6n requiere para los hominidos unas modificaciones metabolicas importantes. O bien se aumenta de manera proporcional el volumen corporal, o bien se reduce la talla de algtin érgano, como por ejemplo los intestinos, de manera que los nuevos excedentes pasen directamente a alimentar al cerebro. La menor longitud en proporcién de los intestinos humanos respecto a los de otras especies de mamiferos, incluso de otros primates, permite a estos investigadores de- cantarse por la segunda posibilidad. Sin embargo, la disminucién de Ia longitud de los intestinos en organismos predominantemente vegetarianos, como son los de los pri- 212 HOMINIDOS: LAS PRIMERAS OCUPACIONES DE LOS CONTINENTES meros hominidos, comporta desajustes digestivos importantes. Por tanto, se hace ne- cesario adquirir una dieta altamente energética y de facil digestién que, como sugeria Martin, debe obtenerse con la ingestién regular de productos derivados de los ani- males. Anteriormente, los factores utilizados en el trabajo de estos investigadores ya ha- bian sido usados en primates y humanos por Leonard y Robertson (1992). Compartiendo a grandes rasgos las ideas de la chipétesis del tejido caro», estos autores comproba- ron que el desgaste energético en sociedades con economfas de captacién (foragers) era mas elevado que en los primates salvajes vegetarianos y en otros grupos humanos con economfas de acumulacién (collectors). Esta superior inversi6n energética la atribuyeron a que los grupos captadores necesitan efectuar mayores desplazamientos por el territorio para subsistir. Las hipétesis planteadas anteriormente tienen una serie de repercusiones a nivel paleoecolégico y comportamental en la vida cotidiana de los hominidos. La capa dad de una especie para asumir los costes del mantenimiento de un gran cerebro ne- cesita un medio estable por lo que se refiere al suministro de alimentos, y rico desde el punto de vista nutricional (Leakey & Lewin, 1992). Algunos Australopithecus, prin- cipalmente los mas vegetarianos, ya habfan conseguido una cierta estabilidad nutritiva, pero sus alimentos vegetales no aportaban suficiente poder energético. Contrariamente, al ampliar su espectro alimenticio con las grasas, las calorias y las proteinas que aporta a carne, los hominidos consiguieron dos cosas: la estabilidad del medio y el poder nu- tritivo requeridos. La tecnologia jugé un papel muy importante en este cambio de nutricién. La cap- tacién de recursos faunisticos debia ser muy dificil para los hominidos sin el uso de artefactos por dos razones principales: en primer lugar, por su condicién de animales bipedos, lo que les restaba posibilidades a la carrera delante de los cuadriipedos 0 fuerza suficiente individual para enfrentarse a los competidores (predadores y carro- fieros); en segundo lugar, por la ausencia de una denticién y de un aparato manipula- dor adecuados, que dificultaba el procesamiento de los cadaveres sin la ayuda de he- rramientas. Por tanto, los hominidos tuvieron que introducir progresivamente mejoras en los aspectos de comportamiento relacionados con su subsistencia. En este sentido, aun que hubo una ligera eclosién en la expansién cerebral de los hominidos hace entre 2,0 y 1,5 Ma, este fenémeno no adquirié su maxima expresién hasta el Pleistoceno su- perior, que fue cuando realmente se lleg6 a doblar el volumen maximo de los prime- ros representantes del género Homo: los hominidos anat6micamente modernos, es de- cir, Homo sapiens, tenemos una capacidad craneal en torno a los 1.400 cm} y la mediana entre los neandertales era incluso algo superior. Como consecuencia, es 16gico pensar que los hominidos del Pleistoceno tenfan unos requisitos fisiolégicos que cada vez de- pendfan mas del consumo de carne, Sin embargo, esto no significa que desde el principio hubiera una sustitucién radical de una dieta predominantemente herbivora por una carnivora. Esté demostrado que, para los humanos, una alimentacién excesivamente rica en proteinas requiere el complemento de la ingestién de carbohidratos y grasas. En caso contrario pueden surgir carencias nutricionales importantes que se acompafian de inanicién y de una de- bilitaci6n general del organismo, lo que puede Hegar a comportar incluso la muerte del individuo (Speth & Spielmann, 1983). Por tanto, la manera més sencilla de man- AFRICA 213 Mayor compiejidad en las estrategias de obtencién de alimentos Incremento de la energia disponible Incremento de la energia disponible Reduccién de masa. Mayor rapidez de ‘asimilacion Fic. 2.54. Esquema sobre la hipétesis del tejido caro (Aiello y Wheeler, 1995). tener el correcto funcionamiento del metabolismo es la combinacién de carne con ve- getales. Sin embargo, la necesidad de consumir materia animal era cada vez mas alta y los hominidos tuvieron que desarrollar, a lo largo de toda su historia evolutiva, las adquisiciones necesarias para optimizar cada vez més la captaci6n e ingestién de los recursos faunisticos. 2.12. El surgimiento del lenguaje EI rastreo en el Pleistoceno de las evidencias del uso del lenguaje es extraordi- nariamente complejo. De entrada, el lenguaje hablado no fosiliza, como tampoco lo hacen las estructuras biolégicas y neurales que lo posibilitan. Por tanto, este tema s6lo Puede ser estudiado a través de evidencias indirectas. En general, éstas se pueden agru- par en dos grandes apartados: las anatémicas —que incluyen las procedentes del es- tudio del cerebro, del aparato fonador humano y de otros érganos implicados directa © indirectamente en el habla— y las extrasomiticas, entre las que destacan la tecno- logfa y otros rasgos culturales. Desgraciadamente, tan s6lo las evidencias indirectas de lenguaje, tanto las ex- trasomaticas como las procedentes de algunos érganos anatémicos, pueden fosilizar. Debido a ello, el debate sobre el lenguaje en el Pleistoceno se ha hecho tan complejo y diversificado. Para explicarlo, empezaremos por el papel del cerebro: el érgano que Tige todo comportamiento. EI cerebro de los primates puede ser dividido vertical y horizontalmente. En primer lugar, se pueden diferenciar cuatro I6bulos: frontal, parietal, temporal y occi- HOMINIDOS: LAS PRIMERAS OCUPACIONES DE LOS CONTINENTES Cortex Cortex Cértex Cortex asociacién motor primario asociacion motora primario _-somatosensorial ‘Sensorial Cortex prefrontal Centro del habla (roca) Cortex asociacion visual Area de Wernicke Cortex visual Lébulo Lébulo frontal parietal Area Cortex asociacién auditivo auditiva Cerebelo Lébulo Lobulo occipital temporal FiG, 2.55. Lébulos cerebrales y dreas de Broca y Wernicke. pital. Cada uno de ellos esté relacionado a grandes rasgos con un tipo de funciones cognitivas, sensoriales, motoras y comportamentales (figura 2.55). El cerebro de todos los vertebrados, por otra parte, est verticalmente organizado en tres «capas». Cuanto mds profunda, mis compartida con el resto de las especies y géneros; cuanto més externa, mas propia de la especie. Esta capa mas externa, deno- minada cértex cerebral, es la que presenta una serie de relieves: las circunvoluciones. A més peso y volumen cerebral, més circunvoluciones, las cuales, en realidad, son una forma de desarrollar y ampliar la superficie neural operativa —y por tanto las capaci dades cognitivas—, més alld de lo que el volumen interno de un crdneo permitiria. Por otra parte, el cerebro esté dividido horizontalmente en dos hemisferios, cada uno de los cuales controla los aspectos sensoriales y motores de la parte contraria del cuerpo. Asi, el hemisferio derecho rige el procesamiento de informacién y el movi miento de la parte izquierda del cuerpo, y el hemisferio izquierdo, el de la derecha. En general, ambos hemisferios son iguales y simétricos, con la excepcién de seres hu- manos, algunos primates antropoides, algunos pajaros y las ratas, No obstante, son los dos primeros grupos quienes presentan unas asimetrfas notables, que conllevan y son producto de una diferencia en las funciones de cada hemisferio. Esta diferencia se Mama lateralizacién cerebral y conlleva importantisimas consecuencias, aunque estu- dios recientes relativizan el comportamiento singular de los hemisferios AFRICA, 215 En primer lugar, la tendencia del 90 % de la poblacién humana a utilizar siste: ‘amente una de las manos —sea la derecha o la izquierda— cuando manipula ob- jetos (Faurie er al., 2005; Lozano et al., 2004), Esta capacidad es fruto de una gene- ral dominancia entre los hemisferios que siempre se produce, Normalmente, es el hemisferio izquierdo el que domina, seamos 0 no diestros. En general, resulta lgico, puesto que la mayor parte de la poblacién mundial es diestra, lo que significa que los movimientos de su mitad derecha del cuerpo vienen regidos por su hemisferio cere- bral izquierdo. El caso de los zurdos es complicado, puesto que algunos de ellos pre sentan inversidn de la dominancia cerebral y otros no. egundo lugar, segtin los estudios de neurociencia hay dos zonas en el cere- bro que resultan de gran importancia de cara al lenguaje: el drea de Broca y el area de Wericke. El drea de Broca esta directamente implicada en la produccién del habla, y la de Wernicke, en el procesamiento de informacién conceptual, imprescindible para la comprensi6n y la comunicacién. Las superficies fisicas ocupadas por estas areas son algo mayores en el hemisferio izquierdo, donde ademas se localizan sus «superficies funcionales» de cara al lenguaje Por su parte, muchos monos y todos los primates antropoides presentan asime- trias hemisféricas y una lateralizaciGn cerebral que se creen relacionadas con una im- portante capacidad para la comunicacién social, la manipulacién de objetos y la mano con que se realiza esta accién; es decir, la lateralidad manual (Deacon, 1995). neste tiltimo caso. chimpancés y gorilas pueden presentar en estado salvaje una la- teralidad manual acusada, de manera que algunos individuos son claramente diestros y otros claramente 2urdos, pero no todos estén manualmente lateralizados, ni hay una lateralizaci6n dominante entre sus comunidades (Marchant & McGrew, 1996), como asi ocurre entre los humanos. Una muy interesante excepcidn parecen representarla los chimpancés criados en cautividad, quienes muestran cierta tendencia a utilizar la mano derecha (Hopkins, 1996). Lo que todavia no esti resuelto es si las diferencias entre ambos grupos se deben a que los chimpancés en cautividad estan «aculturados», por entrenamiento © simple imitaci6n del entorno humano circundante (Colell ef al., 1995; Hopkins er al., 1993; Hopkins, 1994), o bien son fruto de las ables variaciones en las metodologias empleadas en libertad y en cautividad: en el primer caso son mera- mente observacionale: indo, suelen ser experimentales. Al margen de esta problemitica, ma evi sen el si es interesante incidir en que ambas hipétesis representan dos pos- turas evolutivas opuestas, por cuanto que la primera aboga por una discontinuidad protagonizada por Homo (Marchant & McGrew, 1996) y la segunda por una conti- nuidad evolutiva en el seno de los grandes primates (Hopkins er al., 1993; Hopkins, 1994), cuyo representante mas «radical» en la adopcidn de la lateralizacién manual serfa nuestro género. Por tanto, vemos cémo el fenémeno de la lateralidad cerebral en primates con- Heva un doble proceso: la comunicacién y la manipulacién de objetos. No obstante, cabe preguntarse si en el caso humano ha sido siempre asi, Es decir, en el ambito evolutivo, ;surgié conjuntamente ef habla y la manipulacién o son dos procesos ori- ginalmente no asociados cerebralmente, que lo han terminado siendo con el tiempo? Desde hace décadas, los paleoantropélogos han intentado aplicar los estudios heurocientificos a los pocos rasgos indirectos que el interior de los criineos fosiles con- serva del cerebro que alguna vez contuvieron. Pese a lo fragmentario del r stro £6- 216 HOMINIDOS: LAS PRIMERAS OCUPACIONES DE LOS CONTINENTES Motor y premotor augitive Area de primario Wernicke Sistema neocortical del lenguaje Lengua Ganglios basales Laringe 2 ‘Al diafragmal Fic. 2.56. Aparato fonador humano y diferentes elementos que posibilitan la articulacion de fonemas. sil, investigadores como Phillip Tobias (1971, 1975, 1987, 1991) —uno de los pione- ros en este érea—, Ralph Holloway (1970, 1980, 1983, 1996) y Dean Falk (Falk, 1975; Falk & Kasinga, 1983; Falk, 1985; Falk et al., 2000) se han dedicado sistematicamente a medir voltimenes endocraneales y a estudiar todas las improntas que han dejado en Jos endocréneos las asimetrias hemisféricas, las circunvoluciones cerebrales y los va~ sos sanguineos implantados en la meninge externa. Tras ello se han comparado con otros primates, con endocréneos humanos actuales y con los procedentes de toda la historia evolutiva del ser humano, Lo primero que Ilama la atencién es el notable incremento del volumen en- cefilico del H. habilis mas antiguo (KNM-ER 1470, 752 cm}), respecto a los aus. tralopitecinos mas antiguos (A. afarensis) (de 343 a 485 cm?), los mas evolucio- nados (A. boisei, de 500 a 522 cm?) y respecto a los chimpancés actuales (Pan paniscus-troglodytes, 366 cm} de media) (Holloway, 1996). Biolégicamente, fue inevitable que con tal aumento se incrementaran las circunvoluciones cerebrales y AFRICA 217 se produjera cierta remodelacién de la posicién y tamafio de los I6bulos cerebrales (Falk, 1985). En este proceso, la lateralizacién cerebral se acentud y las dreas de Broca y Wernicke se desarrollaron, como parece demostrarlo el fésil de Homo ha- bilis KNM-ER 1470. Pero {qué significado comportamental 0 cognitivo tiene este fenémeno? Podria ser exclusivamente reflejo de una incipiente lateralizacién manual, por otra parte de- mostrada en el surgimiento de la tecnologia, hace 2,4 Ma (Fox, 1995). Pero también podria estar relacionado con un incipiente uso del lenguaje, favorecido por la amplia- ci6n del cértex cerebral y del I6bulo frontal del cerebro, directamente implicados en el comportamiento social y emocional del individuo (Aiello & Dunbar, 1993; Deacon, 1995; Tobias, 1987). Incidiendo en ello, los fésiles KNM-ER 3733 y KNM-ER 3883 (H. ergaster) y SK 1585 (Paranthropus robustus) también parecen presentar en ma- yor 0 menor medida una asimetria cerebral que ha de ser interpretada, bien en fun- ci6n de la manipulacién de objetos, bien en la de la comunicacion lingiiistica, o bien en la combinacién de ambas (Falk et a/., 2000; Holloway, 1996) En 1995, L. Aiello y R. Dunbar proponian que el tamaiio del neocértex cerebral de los primates y de varios monos esta intimamente relacionado con el tamano de los grupos, cuyo incremento necesita a su vez de una mayor inversiGn de tiempo en ta- reas sociales, por el bien de la cohesién social entre individuos. Segtin los autores, el tamafio del cértex cerebral de todas las especies y géneros hominidos desde el Australopithecus era suficientemente grande como para permitir agrupaciones de 60 0 mas individuos. Los célculos Hegaban a ser tan altos en especies mas evolucio- nadas que ya no hubiera bastado un nexo de cohesién social basico, como lo es el acicalamiento y despiojamiento mutuos, sino que tendria que haber empezado a in- tervenir un agente de cohesién y comunicacién mucho mis poderoso: el lenguaje. Pero no sélo en el cerebro reside la capacidad de hablar. De hecho, en el cere~ bro se procesa la informacién y desde él parten las érdenes de produccién de sonidos, pero también se necesita un tracto vocal apto para articularlos en forma de fonemas variados, repetibles y distinguibles entre si. En este aparato fonador intervienen prin- cipalmente la laringe, la faringe, las cavidades nasal y bucal y la tréquea, el tamaiio y posicién relativa de todos los cuales posibilita el lenguaje articulado. En el estudio del tracto vocal de los hominidos fsiles topamos una vez mas con el problema de practicamente ninguno de estos 6rganos fosiliza. Ello ha obligado a los investigadores a buscar evidencias anat6micas indirectas de su morfologia. No obstante, estas evidencias s6lo se dan en el registro a partir del Pleistoceno medio, correspondiendo fundamentalmente a especies humanas europeas, como el Homo hei- delbergensis y el neandertal. Por tanto, serdn tratadas en el capitulo 4, epigrafe 13. 2.13. El género Homo. Hor ny humanizacion INTRODUCCION Como ya hemos planteado en el apartado dedicado al origen y a la evolucién del género Homo durante el Plioceno final y Plio-Pleistoceno inicial, una de las grandes discusiones que han existido y existen en la paleontologia actual es la de la adscrip- cidn de la primera especie de hominido a este género. Cuando Louis Leakey propone 218 HOMINIDOS: LAS PRIMERAS OCUPACIONES DE LOS CONTINENTES a inicios de los afios sesenta del siglo xx para los restos del hominido 7 (OH): en- contrados en Olduvai, la denominacién de Homo habilis, como ya hemos citado an- teriormente en otro apartado, se abre un gran debate que atin no se ha cerrado (Leakey, 1961; Leakey er al., 1964) Plantear la existencia de una especie de hominido de nuestro género, con una an- ledad cercana a los 2 millones de afios a mitad del siglo xx, hizo reconsiderar to- das las hipétesis que existian en la paleontologia de la época sobre la emergencia de nuestra linea evolutiva, Con su valiente propuesta, el genial paleontélogo retrasaba el inicio de nuestra linea filética centenares de miles de afios. Sin embargo, aunque arries- gada, era una proposicién muy I6gica puesto que existian materiales liticos de esta an- tigtiedad cuya fabricacién habia sido atribuida anteriormente al Zinjanthropus boise’ (Leakey, 1959). Con cl nuevo descubrimiento se localizaba el verdadero autor de las herramientas de piedra, Recientemente, a finales del siglo pasado, Bernard Wood vuelve a proponer que Homo habilis se incluya dentro de la linea de los Australopithecus y que para el g nero Homo se designe como primera especie al Homo ergaster (Wood & Collard, 1999). Como es obvio, se trata de una propuesta a tener en cuenta pero que no ha mo- dificado la filogenia tal y como la conocemos hasta hoy en dia, porque no ha sido acep- tada por el convenio cientifico. De todas formas, las razones que aduce el paleonts. logo basindose en la homologia morfolégica que presentan australopitecinos y Homo deben ser seriamente consideradas. Desde nuestra perspectiva, nuestro género esti estructuralmente ligado a la pro n técnica de artefacts; asf lo hemos escrito al referirnos a la tecnologia y a los modos técnicos. No se conoce ningin género de hominidos, a excepcién de Homo, en que todas sus especies hayan fabricado instrumentos. Podemos afirmarlo asi, ba séndonos en el descubrimiento realizado por el equipo de Tim White en el Afar (Etiopia) Junto a restos del Australopithecus garhi de 2,4 Ma, hallaron una serie de fragmentos de huesos largos pertenecientes a mamiferos vertebrados en los que se apreciaban ma cas de corte. Logicamente, las marcas (cut marks) deben su procedencia a instrumen- 10s liticos (Asfaw er al., 1999). Para el equipo de paleont6loges se trata de una prueba indirecta de que esta especie de Australophitecus comia carne y, por consiguiente, dis- ponia de una tecnologia litica similar a la de las especies de nuestro género para des- pedazar los animales. Estos datos, repetimos, son extraordinariamente singulares y es- casos en el momento de redactar estas lineas. En nuestra opinién, es necesario contrastar profundamente dicha informacion y llevar a cabo més trabajos de excavacién para esclarecer la naturaleza de la asocia- cién citada. También es posible que para esta labor fueran utilizados fragmentos na- turales de roca, o sea, sin configurar; y aunque eso no fuera asf, sabemos que las de- mais especies de Australopithecus no usaron herramientas de forma estructural y sistemética, Si nuevas pruebas permitieran contrastar la evidencia sugerida, pod ser que Australopithecus garhi estuviera en la linea evolutiva de nuestro género, tal y como plantean los autores del descubrimiento, pero deberemos esperar a nuevos des cubrimientos y a evidencias mas sisteméticas. AFRICA 219 En este sentido, el proceso de humanizacién empieza con Homo habilis y Homo rudolfensis, no hace més de 2,5 millones de afios, y se consolida con Homo ergaster hacia 1,7 Ma. Desde nuestra perspectiva, la produccién de instrumentos —hasta que no haya pruebas mas consistentes— debe ser adscrita tinicamente al género Homo, Addn a riesgo de parecer tautolégicos, pensamos que las especies de nuestro género también se definen por su comportamiento y que el comportamiento acttia y retroali- menta los cambios morfolégicos, dado que la seleccién natural acttia de forma global sobre el espectro biocultural. Por lo tanto, y siguiendo la proposicién biocultural, podemos hablar de hom{ni dos humanos cuando localizamos los primeros cédigos informativos tallados en rocas. Los primeros yacimientos anteriores a 2 Ma se localizan en Etiopia, como hemos visto en apartados anteriores. El yacimiento de Gona, en el Middle Awash, con 2,5 Ma, es el mais antiguo que conocemos que posea una buena coleccién de herramientas (Roche, 1996). Esta se compone de Bases de Explotacion, Bases de Configuracion y Bases Positivas (lascas). La presencia de todas las fases de fa cadena operativa indica que se habjan reducido las Bases naturales in situ. El transporte de materias primas esté trastado y todo indica que existfa una planificacién relacionada con todos los proce- sos de la cadena operativa, desde la captacién de materia primera hasta la explotacién por reduccién de los bloques y de los cantos seleccionados. Por la calidad del registro, debemos destacar los yacimientos de Kada Gona (Etiopia), con 2,6 Ma, y de West Turkana (Kenia), concretamente el denominado Lokalelei 2C, con una antigiiedad cercana a los 2,4 Ma, (Semaw et al. 1997), un poco mds moderno segtin los datos actualizados. La reduccién de bases naturales de bi salto es ya un hecho sistematico a finales del Plioceno; en esta localidad, por pri mera vez en la historia de la evolucién humana, se documenta de forma impecable una cadena de reduccién litica de veinte unidades que pueden remontarse (Roche et al., 1999). EI descubrimiento reviste una especial importancia porque nos informa sobre la complejidad de los hominidos que primero seleccionaron un bloque de basalto y de: pués procedieron a secuenciarlo obteniendo Bases Positivas de formato mediano y acu- mulindolas en una superficie reducida, Sin duda, una vez. obtenidas, as Bases Positivas eran utilizadas de manera diacrénica por los hominidos que, con esta prueba empirica, sabemos capaces de planificar la produccién y el almacenamiento de herramientas pri- mitivas —con filos diedros muy agudos para ser usados como cuchillos— para cuando fueran necesarias. Hay otros yacimientos como Hadar y Shungura, en Etiopia, que demuestran la existencia de sistemas técnicos anteriores a los 2 Ma, tal y como ya se ha descrito de forma pormenorizada en apartados anteriores (Kimbel eral., 1996). Los investigadores de la evolucion humana nos enfrentamos a un hecho que nos resulta curioso: los registros liticos suelen ser mas abundantes y mas antiguos que los registros fésiles de Homo. En nuestra opinién, es I6gico ya que la conservacién, asi como la mayor cantidad de produccién extrasomatica, permite que el legado de la evo- luci6n biolégica y cultural Hegue hasta nosotros con un sesgo a favor del material I tico. con- La investigaci6n cientifica modema ha aportado pruebas empiricas de la exis- tencia de unas técnicas primitivas, pero complejas, de produccidn de instrumentos li- ticos para el uso en actividades destinadas a la obtencién de alimento. No cabe Ia me- 220 HOMINIDOS: LAS PRIMERAS OCUPACIONES DE LOS CONTINENTES nor duda de que en una fecha cercana a los 2,5 Ma, unos hominidos de las sabanas de Africa centro oriental experimentaron un proceso de resocializacién gracias a la pro- duccién extrasomética. En este sentido —y no podria ser mas metaférico— pusieron la primera piedra, en esta ocasién tallada, del edificio de nuestra inteligencia opera- tiva. La capacidad de construir morfologfas y de usarlas para conseguir energia del medio caracterizard a todas las especies del género Homo. De este modo, debemos en- tender que la humanizacién empieza tras cerca de 3 Ma de hominizacién y continéa coevolucionando hasta Ilegar a nuestra especie, el Homo sapiens. El fundamento de nuestra evolucién cultural ha sido sin duda la inteligencia operativa que ha permitido la resocializacién de un género de primates de manera que, avanzando en el tiempo, las distintas socializaciones de los descubrimientos de las diferentes especies de nuestro género nos han conducido a la complejidad actual. Por lo tanto, la técnica, al resocializarnos, nos hace humanos. Este planteamiento nos lleva a la proposicién de que somos humanidad en cuanto somos tecnologia. A cada descubrimiento técnico desarrollado por una comunidad de hominidos y su consiguiente socializacién le corresponde una nueva organizacién social, de tal forma que el conjunto de adaptaciones que pasan a ser patrimonio de la mayorfa de hominidos acaba configurando nuestro camino evolutivo (Carbonell & Sala, 2002) 2.14. Comportamiento social y econémico de los primeros hominidos humanos Es frecuente ver en las reconstrucciones sobre el Plio-Pleistoceno africano cua- dros en los que una banda de australopitecinos se enfrenta con palos y huesos a un grupo de grandes camnivoros, generalmente hienas o leones, con la intencién de arre- batarles sus presas. Sin embargo, aunque nadie descarta que los recursos carnicos es- tarian presentes en la dieta habitual de estos hominidos, desde un principio se les atri- buy6 una alimentacién basada fundamentalmente en elementos vegetales. Los estudios anatémicos realizados, asi como los referentes a su aparato masticador y sus desgas- tes dentales, parecian indicar que muchas especies, sobre todo los parantropos, habfan Megado a un grado de especializacién extrema en cuanto a su nutricién. Esta se basaba en la ingestién de productos vegetales duros y abrasives de un contenido alimentic! restringido, como frutos secos, tallos y algtin tubérculo. En los tiltimos afios, la mayor apertura de los paises africanos a las cuestiones cientificas relacionadas con la evolucién humana y la proliferacién de nuevos equi- pos de investigacidn han hecho que se asista a una eclosién de descubrimientos. Los datos aportados por la aparicién de nuevos fésiles y Ia revisin de los antiguos estan generando hipétesis no sélo sobre la filogenia de estos homfnidos, sino también so- bre su dieta y su comportamiento en general. ESTRATEGIAS ECONOMICAS Y DIETA Los estudios recientes sobre is6topos y microestriaciones dentales indican que los hom{nidos consumfan una proporcién de carne similar a la de los primeros repre- sentantes del género Homo (Sponheimer & Lee-Thorp, 1999). Segiin Teaford y Ungar 220 HOMINIDOS: LAS PRIMERAS OCUPACIONES DE LOS CONTINENTES nor duda de que en una fecha cercana a los 2,5 Ma, unos hominidos de las sabanas de Africa centro oriental experimentaron un proceso de resocializacién gracias a la pro- duccién extrasomitica. En este sentido —y no podria ser mas metaférico— pusieron la primera piedra, en esta ocasién tallada, del edificio de nuestra inteligencia opera- tiva. La capacidad de construir morfologias y de usarlas para conseguir energia del medio caracterizard a todas las especies del género Homo. De este modo, debemos en- tender que la humanizacién empieza tras cerca de 3 Ma de hominizacion y contintia coevolucionando hasta llegar a nuestra especie, el Homo sapiens. El fundamento de nuestra evolucién cultural ha sido sin duda la inteligencia operativa que ha permitido la resocializacién de un género de primates de manera que, avanzando en el ti stintas socializaciones de los descubrimientos de las diferentes especies de nuestro género nos han conducido a la complejidad actual. Por lo tanto, la técnica, al resocializarnos, nos hace humanos. Este planteamiento nos lleva a la proposicién de que somos humanidad en cuanto somos tecnologia. A cada descubrimiento técnico desarrollado por una comunidad de hominidos y su consiguiente socializacién le corresponde una nueva organizacién social, de tal forma que el conjunto de adaptaciones que pasan a ser patrimonio de la mayorfa de hominidos acaba configurando nuestro camino evolutivo (Carbonell & Sala, 2002). 2.14. Comportamiento social y econémico de los primeros hominidos humanos Es frecuente ver en las reconstrucciones sobre el Plio-Pleistoceno africano cua- dros en los que una banda de australopitecinos se enfrenta con palos y huesos a un grupo de grandes camfvoros, generalmente hienas o leones, con la intencién de arre- batarles sus presas. Sin embargo, aunque nadie descarta que los recursos cérnicos es- tarian presentes en la dieta habitual de estos hominidos, desde un principio se les atri- buy6 una alimentacién basada fundamentalmente en elementos vegetales. Los estudios anatémicos realizados, asi como los referentes a su aparato masticador y sus desgas- tes dentales, parecian indicar que muchas especies, sobre todo los parantropos, habian Megado a un grado de especializacin extrema en cuanto a su nutricién. Esta se basaba en la ingesti6n de productos vegetales duros y abrasivos de un contenido alimenticio restringido, como frutos secos, tallos y algdn tubérculo. En los tiltimos afios, la mayor apertura de los paises africanos a las cuestiones cientificas relacionadas con la evolucién humana y la proliferacién de nuevos equi- pos de investigacidn han hecho que se asista a una eclosién de descubrimientos, Los datos aportados por la aparicin de nuevos fésiles y Ia revisin de los antiguos estan generando hipétesis no s6lo sobre la filogenia de estos hom{nidos, sino también so- bre su dieta y su comportamiento en general. ESTRATEGL $ ECONOMICAS Y DIETA, Los estudios recientes sobre is6topos y microestriaciones dentales indican que idos consumian una proporcién de care similar a la de los primeros repre- s del género Homo (Sponheimer & Lee-Thorp, 1999). Segiin Teaford y Ungar AFRICA 221 (2000), ningiin primate puede subsistir inicamente con una dieta excesivamente es- pecializada, Incluso los primates modemnos que estén restringidos a dietas duras (chim- pancés o gorilas), necesitan de vez en cuando volver a consumir lo mismo que comfan sus ancestros, es decir, los hominoideos del Mioceno, los cuales eran mucho mas fru- givoros. Sin embargo, los cambios climiticos y paisajisticos que dieron paso a las ca- racteristicas generales del Plio-Pleistoceno hicieron que los australopitecinos y pa- rantropos buscaran complementos nutricionales en los recursos cdmnicos. Desde este punto de vista, por tanto, no es de extrafiar que en ese perfodo se desarrollaran formas de alimentacién transicionales entre los primates miocenos y los primeros Homo. Con el descubrimiento de los primeros conjuntos industriales, los investigado- res empezaron a plantearse cuestiones referentes a los modos de captacién de los re- cursos faunisticos y a la estructuracién social de los grupos. Los instrumentos liticos aparecian junto a una gran cantidad de huesos de animales muy variados, de manera que la asociacién entre ambos elementos parecia evidente. Al principio se consideré que tales acumulaciones eran el resultado de las actividades de los hominidos y eso dio origen a una importante discusién entre los defensores de la hipstesis del hombre ca- zador, representada principalmente por Dart (1949, 1953), y los que abogaban por el hombre carrofiero (Bartholomew & Birdsell, 1953). Se trataba de una discusion fun- damentalmente teorica, pero cargada de importantes implicaciones culturales e ideo- l6gicas. En aquellos momentos, la capacidad de cazar era considerada como un indi- cio fundamental para determinar el origen de lo que se llamé «el comportamiento propiamente humano». A finales de la década de los cincuenta, la balanza empez6 a decantarse hacia la segunda hipétesis. Brain (1958) identificé mordiscos de leopardo en algunos fésiles de australopitecinos sudafricanos y empez6 a plantear que éstos no eran los acumula- dores de los huesos en los yacimientos, sino que formaban parte de las presas de al- gtin predador no humano. Por tanto, la emergencia del comportamiento humano no debia buscarse entre esas especies, sino en algtin periodo més tardio. ‘Ya en la década de los setenta, se planteé una visién distinta del problema (Isaac, 1978, 1983). Para G. Isaac, la capacidad de cazar, por si sola, no era la tinica carac- teristica definitoria del comportamiento humano. Segiin él, la clave que permitié la emergencia de este tipo de comportamiento fue la adquisicién de hébitos de coopera- cidn entre los diferentes miembros del grupo. Este investigador pensaba que en los ya- cimientos podian observarse indicios suficientes como para considerar que la coope- raci6n fue la base de la estructuracién social de aquellos primeros representantes del género Homo. Las grandes acumulaciones de huesos junto a los artefactos liticos no podfan entenderse de otro modo y, por tanto, elaboré el modelo que él Ilamé «cam- pamento base/comida compartida» (home-baselfood-sharing). Este modelo estaba estructurado en torno a la divisién sexual del trabajo, donde los machos eran los en- cargados de aprovisionar al grupo de las biomasas animales y las hembras se dedica- ban a la recoleccién de vegetales y al cuidado de las crias. El afio 1981 represent6 una fecha clave para todos los postulados revisionistas relacionados con estas cuestiones, sobre todo en lo referente al aprovisionamiento de los recursos animales. Ese afio Brain publicé The Hunters or the Hunted? An Introduction to African Cave Taphonomy (Brain, 1981). Se trataba de una revisién tafonémica de las acumulaciones éseas en las cuevas sudafricanas, cuya conclusién principal ponfa de manifiesto la importancia del papel de los carnivoros en el origen de conjuntos si- 222 HOMINIDOS: LAS PRIMERAS OCUPACIONES DE LOS CONTINENTES. milares. También durante ese aiio se publicé otro gran clisico, Bones: Ancient Men and Modern Myths de Binford (1981), donde aparecian importantes nociones meto- doldgicas que atin son utilizadas hoy en dfa. Ambos trabajos representaron en su mo- mento la sintesis metodolégica que requeria la disciplina zooarqueolégica en aquel es- tado de Ja discusi6n. En los yacimientos se debfa establecer, en primer lugar, el grado de asociacisn entre la fauna y la industria litica, y para ello se recurrié a los andlisis zooarqueol6gi- cos y tafondmicos. En este contexto, los trabajos realizados sobre los huesos de algu- nos yacimientos de Olduvai y de Koobi Fora permitieron identificar la presencia de marcas de corte y de fracturas intencionales (Bunn, 1981; Bunn & Kroll, 1986; Potts & Shipman, 1981). No habia ninguna duda de que aquellas sefiales habfan sido reali- zadas por medio de utensilios liticos y, por tanto, por algtin hominido. De ese modo, quedaba demostrado que los hominidos habfan intervenido sobre los cadaveres de los animales en aquellos lugares, pero {c6mo?, ;cudl era realmente el papel desempefiado por los hominidos en esas acumulaciones? Para algunos investigadores, como Binford o Shipman, entre otros, los homini dos no fueron los principales responsables de las acumulaciones de huesos, sino que éstas fueron el resultado de la actuaci6n de los grandes carnivoros (Binford, 1981; Binford, 1984, 1985; Shipman, 1986). El perfil esquelético de los animales consumi- dos indicaba, segtin esta tendencia, que el acceso de los hominidos respondia a unas estrategias carroiteras de tipo pasivo y marginal. Desde este punto de vista, la obten- cién de came se producfa sélo a partir de la adquisicién de los despojos de las presas abandonadas por los grandes carnivoros. Posteriormente, otros autores empezaron a defender un carrofieo antrpico mu- cho més activo incluso algo de caza esporddica (Bunn & Kroll, 1986; Potts, 1988; entre otros). Segtin esta linea, Jos hom{nidos eran capaces de enfrentarse a los gran- des predadores para arrebatarles sus presas. Las acumulaciones de huesos respondian a un fenémeno de transporte desde el lugar de obtenci6n hasta sus lugares de reu- nidn, dando por sentado que los hominidos eran los responsables directos de tales con- juntos Para Bunn y Ezzo (1993), la existencia de un patrén de representacién esquelé- tica en los yacimientos de Olduvai, dominado principalmente por los huesos proxi- males de las extremidades sobre los distales, no era coherente con un modelo carro- ero de tipo pasivo y marginal como el defendido por Binford, Shipman y otros autores. Los huesos largos proximales son los que contienen mayor masa muscular y, por tanto, os primeros que suelen ser consumidos por los carnivores. Los conjuntos formados a partir de una estrategia basada en el carrofieo pasivo y marginal deberfan estar do- minados por los restos con menor contenido cérnico (huesos distales de las extremi- dades), ya que el acceso sistemético a los elementos con mayor cantidad de nutrien- tes serfa restringido. En el caso de Olduvai, por ejemplo, los huesos largos que forman la parte proximal de las extremidades presentan abundantes marcas de corte, lo cual indica un cierto grado de consumicién humana de esos elementos. Para Bunn y Ezz0, tal cantidad de marcas en esos elementos concretos slo puede estar evidenciando ac- cesos primarios de los hominidos a los cadaveres 0, por lo menos, un carrofieo mu- cho mas activo que el planteado anteriormente. Aunque el debate sigue siendo de rigurosa actualidad, existe un fenémeno co- miin a ambas tendencias, que es la modalidad de transporte de las carcasas desde el AFRICA 223 lugar de obtenci6n hasta el lugar de reunién donde esté instalado el resto del grupo Desde Ia Etnoarqueologéa se han planteado estudios y discusiones muy interesantes sobre este tema entre pueblos de cazadores-recolectores 0 agricultores actuales (Bartram. 1993; Binford, 1978, 1981; Bunn er al., 1988; Crader, 1983; O'Connell ef al,, 1988a, 1988b, 1990, 1992; Oliver, 1993). Evidentemente el transporte es un reflejo directo de la modalidad de obtencién y, aunque existe una gran cantidad de variables que con dicionan las estrategias adoptadas ante problemas similares, la conclusin siempre es Ja misma: el fenémeno del transporte responde a la existencia de unas pautas sociales relacionadas con la cohesién del grupo y con la necesidad o el habito de cooperar y compartir, Por tanto, el fenémeno de trasladar los restos de las presas obtenidas pone en relaci6n a los grupos de hominids con la existencia de lugares de reunién o cam pamentos. Los yacimientos de Olduvai y de Koobi Fora aportan evidencias suficientes para pensar que los homfnidos utilizaron recurrentemente aquellos espacios como refugio contra Jos carnivoros y otros animales (Kroll & Isaac, 1984). Los principales argu- mentos utilizados son los patrones de distribucién espacial de la industria litica y la representacién esquelética de los animales consumidos. Uno de los ejemplos mis claros y que més debate ha suscitado al respecto es Bed 1, excavado durante la dé- cada de los afios sesenta por los Leakey (1971). Durante la intervencidn arqueolégica en la localidad DK, datada en mas de 1,7 Ma, se identificé un patron de distribucién espacial complejo formado por bloques de piedra dispuestos de tal modo que se po- dia observar un circulo de unos 5 m de diémetro, La densidad de artefactos liticos y 6seos en el interior de este circulo era muy baja, mientras que en su parte externa era donde se concentraba la mayor parte de los objetos arqueolégicos recuperados. Para los propios investigadores era evidente que habia una barrera estructural que separaba claramente los dos ambitos. Esta barrera era lo suficientemente impo! tante como para diferenciar zonas de actividad e impedir que se mezclaran los obje tos resultantes de ellas. Después de barajar diferentes hipétesis, entre las cuales figu- raba la existencia de un drbol del cual nunca se obtuvieron pruebas suficientes, se plante6 la posibilidad que aquel fenémeno respondiera a los efectos de una estructura de habitat construida por los hominidos a partir de elementos vegetales o pieles de ani- males sustentados con bloques de piedra. Esta interpretacién no estuvo exenta de polémica, debido quizas a que se hacia dificil admitir que los hominidos de finales del Plioceno e inicios del Pleistoceno fue ran capaces de disefiar estructuras constructivas. Otros investigadores intentaron bus- car hipotesis alternativas. Potts (1988) sugirié que las acumulaciones de bloques eran debidas a una estrategia de acumulacién de materia prima. Sin embargo, esta hipste- sis no explicaba la aparicién de un circulo central vacio de restos arqueolégicos y, ade~ mas, en contra de lo que se pretendia criticar, otorgaba una gran capacidad de previ- sin a los hominidos. Por tanto, ante los datos actuales, lo mas I6gico es pensar que los hominidos del Plio-Pleistoceno africano eran capaces de disefiar construcciones simples para adecuar su lugar de habitat. Un fenémeno parecido fue identificado en el yacimiento de Gomboré I, en Melka Kunturé, en Etiopia. El asentamicnto, con una cronologa situada entre 1,6 y 1,7 Ma, Se encontraba localizado junto al propio rio, y durante una inundacién fue recubierto Por sedimentos finos, lo que favorecié la conservacién de los materiales en su lugar original. Las excavaciones permitieron identificar una serie de pequefias plataformas 224 HOMINIDOS: LAS PRIMERAS OCUPACIONES DE LOS CONTINENTES Fic. 2.57. Planta de la cabana de Olduvai. vacias rodeadas por circulos de piedras. En este caso también los restos de fauna e in- dustria eran mucho mas abundantes en las zonas externas de los circulos que en las internas. Los investigadores pensaron que podria tratarse de estructuras construidas a base de piedras y vegetales para protegerse de los predadores y de las inclemencias del tiempo (Chavaillon et al., 1979). En la misma formaci6n de Melka Kunturé, concretamente en el nivel J del ya cimiento conocido como Garba XII, también se observaron dreas de actividades es- pecificas muy bien delimitadas. Alli se localiz6 un espacio ovalado delimitado por can- tos rodados cuyo centro estaba vacio de elementos arqueolégicos. La cronologia de este sitio es algo mas moderna que las anteriores, entre 1,0 y 0,8 Ma, y su interpreta- cién también se relaciona con alguin tipo de construccién antrépica para protegerse. En definitiva, la presencia de este tipo de estructuras constructivas en los yaci- mientos del este de Africa es indicativa del uso durante el Plio-Pleistoceno e inicios del Pleistoceno de lugares referenciales entre los grupos de hominidos. Evidentemente, tales lugares responden a estrategias complejas de explotaci6n de los recursos del te rritorio circundante en las que el conocimiento del paisaje y la cooperacién social son elementos fundamentales. Por otro lado, la reconstruccién de las cadenas operativas AFRICA 225 de aprovechamiento de los recursos faunfsticos (modalidades de obtencidn, transporte, procesamiento y consumo), sugieren cada vez més la existencia de una mayor varia- bilidad en las estrategias de subsistencia de los primeros representantes del género Homo que las dictaminadas al principio del debate, 2.15. El primer poblamiento del norte de Af a La secuencia arqueolégica para el Pleistoceno inferior y medio del norte de Africa proviene de Marruecos, Tunez y Argelia y se conoce de un modo muy diferencial Por una parte, las series antiguas de datos, normalmente referentes a hallazgos en su- perficie y selectivos, que condujeron al establecimiento de listas tipol6gicas con im- plicaciones cronolégicas por parte de P. Biberson en Marruecos (como ya hemos co- mentado en el capitulo 2.10), de H. Hugot y L. Ramendo en el Sahara central, y de H. Alimen y J. Chayaillon en el Sahara occidental (Balout, 1982). Por otra, las nue- vas revisiones y excavaciones de yacimientos en estratigrafia. En este capitulo trata- remos con profundidad los datos procedentes de excavaciones y estudios especializa- dos, aunque se mencionaran los hallazgos dudosos, explicando la naturaleza de escasa fiabilidad. Para facilitar la comprensién de las ocupaciones en el Pleistoceno inicial de esta extensa area procederemos a su revisién utilizando como unidad des- criptiva los paises. ARGELIA Las evidencias mas antiguas de ocupacién humana del norte de Africa proce- den sin duda de un Gnico yacimiento: Ain Hanech (Sahnouni, 1998; Sahnouni & Heinzelin, 1998; Sahnouni et a/., 2002). Este yacimiento es conocido y parcialmente excavado desde antiguo, aunque no es hasta la década de los afios noventa del pasado siglo cuando se retoman los trabajos de excavaci6n y estudio, bajo un prisma exhaus- tivo ¢ interdisciplinar (Arambourg, 1947, 1949a, 1949b). Muy cercano a él, a escasos 400 metros, se encuentra la localidad de El-Kherba, descubierta durante las campa- fias de 1992 y 1993 (Sahnouni, 1998; Sahnouni & Heinzelin, 1998). Las recientes excavaciones y estudios estratigraficos realizados en el drea de Ain Hanech han demostrado la existencia de varios niveles arqueo-paleontolégicos de gran importancia: en primer lugar, el llamado estrato Ain Boucherit, con restos fésiles del Villafranquiense inferior, que incluyen Anancus osiris, Elephas africanavus, Hipparion lybicum, Equus numidicus y Kolpochoeurs phacocheroides, entre otros (Sahnouni, 1998; Sahnouni & Heinzelin, 1998; Sahnouni ef al., 2002). Su cronologia estimada bioestratigraficamente es de 2,32 Ma, Destaca igualmente la localidad clasica de Ain Hanech, con tres niveles arqueol6gicos (A, B y C) y una buena asociacién industrial del Modo 1 y faunistica Villafranquiense, que incluye Kolpochoerus heseloni y Equus numidicus. Estos niveles estén datados por paleomagnetismo en 1,8 Ma. Por dltimo, se ha de mencionar la presencia en superficie de varios bifaces achelenses que atin conservan sedimento concrecionado en su superficie, por lo que los investigadores asu- men que proceden originariamente del nivel superior, parcialmente desmantelado, que sella la secuencia del yacimiento, 226 HOMINIDOS: LAS PRIMERAS OCUPACIONES DE LOS CONTINENTES Por otra parte, el registro arqueo-paleontolégico de El-Kherba corresponderfa cronolégica y técnicamente a los niveles A, B y C de Ain Hanech, ya que en realidad se trata de la extensi6n lateral de este tiltimo yacimiento, dentro del mismo ambiente de Ianura de inundacién, caracteristica de! momento en que se formaron los depési- tos (Sahnouni, com. pers.). En cuanto al conjunto faunistico, destaca la coleccién antigua de Arambourg con mis de 1.400 restos identificables, a través de Ia cual se documentaron especies como Equus tabeti (90 %), Gazella pomeli, Mammuthus meridionalis, Hipparion libycum, Hippopotamus amphibius, Giraffa (,) pomeli, Bos bubaloides y Bos praeafricanus. Los restos pertenecientes a las excavaciones recientes confirman la alta proporcién de los équidos, seguidos de los bévidos, hipopétamos y gacelas, y han ofrecido, ade- mis, restos faunisticos de especies desconocidas en el yacimiento hasta la fecha (Sahnouni & Heinzelin, 1998; Sahnouni et al., 2002). En cuanto a la industria litica, se cuenta con un conjunto de més de 1.200 pie- zas mayores de 2 cm para los niveles A, B y C de Ain Hanech, y 270 para El-Kherba (Sahnouni ¢¢ ai., 2002). En ambos casos, la mayor parte de la industria esté elaborada en silex y caliza, y son claramente asimilables al Modo 1. Los estudios de M. Sahnouni y J. de Heinzelin dividen el conjunto en los siguientes grupos (Sahnouni, 1998; Sahnouni & Heinzelin, 1998; Sahnouni er al., 2002): nticleos y «formas nucleares» Fic. 2.58. Yacimiento de Ain Hanech (Argelia), datado en 1,8 Ma (foto cedida por Mohamed Sahnouni) AFRICA 227 sobre canto, como poliedros y esferoides (8,6 %), lascas retocadas (10,6 %), lascas sin retocar (8,6 %), fragmentos (10 %) y Percutores: y fragmentos de canto (1 %). Prueba de la talla in situ en la ocupacién, asi como de la integridad posdeposicional del ya- cimiento, es el alto porcentaje de lascas y restos de talla menores de 2 cm (62 %). Por otra parte, el grupo de los cantos tallados estaria elaborado mayoritariamente sobre ca- liza, mientras que en lascas, retocados y fragmentos domina el silex, lo cual confirma una vez més la capacidad de estos hominidos tan antiguos de utilizacién diferencial de las materias primas, segiin factores como su calidad, propiedades, abundanc cercania, etc. (Kimura, 1999; Mosquera, 1996). Los anillisis de huellas de uso realizados sobre una muestra de lascas y lascas retocadas de los niveles A y B principalmente han arrojado unas interesantes conclu- siones (Raynal er al., 2001; Sahnouni, 1998; Vergés, 2003). En primer lugar, que en todos los niveles la mayor parte de las piezas estan frescas, aunque hay varios ejem- plares con ligera erosién y otras con erosién media y acusada (Verges, 2003). La pre- sencia de artefactos con abrasiGn parece deberse a dos causas bien diferentes: por un lado, a fenémenos fluviales posdeposicionales muy puntuales (Sahnouni, 1998; Sahnouni & Heinzelin, 1998) y, por otro, a una muy interesante seleccién antropica, segiin la cual los hominidos seleccionaron antiguas piezas talladas y erosionadas, para volver a configurarlas y finalmente depositarlas junto al material completamente fresco. Ello apuntarfa, ademés, a la existencia de un registro industrial mas antiguo que el ana- lizado hasta el momento. Por otra parte, los andlisis de huellas de uso revelan que las acciones més repe- tidas por las lascas y retocados estuvieron relacionadas con cortar carne, aunque al- gunos indicios parecen apuntar, ademas, a un tratamiento de pieles primario. Al pare- cer, tanto esferoides como poliedros pudieron servir tanto para la friccién como para la percusi6n (Verges, 2003), Las recurrentes ocupaciones de Ain Hanech y El-Kherba se situaron al aire li- bre, en un contexto paisajistico fluvial. Este medio ofrecis a los hominidos del Pleistoceno inferior una amplia gama de puntos a frecuentar, donde acampar y aprovechar las materias primas del rio para tallar los instrumentos necesarios para el aprovechamiento cérnico de aquellos animales que los entornos fluviales siempre proveen. También con asignacién al Modo I destacamos los yacimientos de Mansourah, Djebel Meksem, Monts Tessala, y los saharianos de Aoulef, Regan, Saoura y Bordj Tan Kena. A excepcién del primero, excavado por Laplace en los afios cincuenta del pasado siglo (Laplace, 1956), todos los demas se conocen gracias a hallazgos casua- les 0 a muestreos geoldgicos sin asesoramiento y control arqueol6gicos, y ninguno ha sido objeto de excavaciones ni estudios particularizados, por lo que su asignacién al Modo tecnoldgico 1 queda en suspenso (Sahnouni, 1998) Se han Ilevado a cabo excavaciones sistematicas en el conocido yacimiento de Tighenif (antiguamente, Ternifine), con industria litica de Modo 2 (Arambourg, 1954a, 1954b, 1955; Balout et al., 1967; Denys er al., 1984; Geraads et al., 1986). En menor medida, también se realizaron intervenciones en Tihodaine (Sahara) con este mismo modo técnico (Arambourg & Balout, 1952; Thomas, 1977). El yacimiento arqueo-paleontolégico de Tighenif se localiza cereano a una an- tigua surgencia de agua, y ha ofrecido un rico conjunto de fauna del Pleistoceno me- dio (Arambourg, 1970; Denys er al., 1984; Geraads et al., 1986), industria con cantos tallados, bifaces y hendedores sobre enormes lascas (Djemmali, 1985), y varios res- 228 HOMINIDOS: LAS PRIMERAS OCUPACIONES DE LOS CONTINENTES Fic. 2.59. Dibujo industria litica del Modo 1 de Ain Hanech (Argelia), datado en 1,8 Ma. tos de hominidos denominados originalmente como Atlanthropus (Arambourg, 1954a, 1954b) y posteriormente englobados para la mayor parte de los autores dentro de la especie Homo erectus, H. ergaster 0 también H. rhodesiensis. La cronologia de este yacimiento parece situarse, segtin los andlisis bioestratigrificos y paleomagnéticos, en torno a 700 ka (Geraads et al., 1986). El yacimiento de Tihodaine se localiza en una zona de lagunas de escasa pro- fundidad, en un ambiente frecuentado por elefantes y biifalos. La industria litica re- cogida presenta bifaces y hendedores tipicos del Modo 2. Basfndose en la fauna, Thomas (1977) sugiere que se trata de una ocupacién anterior a Sidi Zin (Tdnez) y, por tanto, correspondiente a algtin momento anterior al Pleistoceno medio final o Pleistoceno superior inicial. AFRICA 229 MARRUECOS La investigaci6n arqueolégica en Marruecos ha sido mucho més exhaustiva que en cualquier otro pais del norte de Africa. Ello se evidencia en el ntimero de ya mientos excavados y muestreados que jalonan la literatura cientifica. Tradicionalmente, se ha reivindicado una amplia presencia humana en esta area desde el Plio-Pleistoceno, basada generalmente en registros de yacimientos como Ahl-Al-Ougham (antiguo Carritre Deprez) (Biberson, 1961a). No obstante, modemnas revisiones han demostrado que, si bien el registro paleontoldgico de esta localidad es de gran importancia, su su- puesta industria litica est formada por fragmentos cuyo aspecto tallado es fruto de la accién de los agentes naturales («geofactos») (Raynal et al., 1990). Posiblemente, la presencia humana mis antigua registrada en Marruecos co- rresponda al yacimiento de Thomas Quarry 1-Unidad L (Casablanca), datado bioes- tratigrafica y paleomagnéticamente en 1Ma (Raynal er al., 1995; Raynal et al., 2001). Este yacimiento se localiza al aire libre en la costa atldntica, y presenta un rico con- junto faunistico de hipopétamo, cebra y gacela interpretados Como deshechos tras su aprovechamiento por parte de los humanos. Pese a su gran antigiiedad, la industria li- tica corresponde claramente al Modo 2, pues se compone de lascas, niicleos discoi- des, poliedros, cantos tallados, hendedores, triedros y bifaces, Los autores del estudio asignan esta industria de silex y cuarcita a labores de talla, tratamiento de pieles y camicerfa. Le siguen en antigtiedad los yacimientos de Grotte des Rhinocéros (también Hamada Oulad Hamida 1 0 antigua Thomas Quarry III) y la Grotte 8 Hominidés (en Thomas Quarry 1) (Raynal er al., 1995; Raynal et al., 2001), En ambos casos se trata de registros en cueva del Pleistoceno medio inicial, con una cronologia para el se- gundo de entre 600 y 700 ka. La Grote des Rhinocéros (Raynal er al., 1993) ha s ministrado restos de Homo erectus (Ennouchi, 1975) y un registro faunistico intere- sante, que indica un ambiente seco y abierto, en el que destaca la presencia de rinoceronte, lo cual es interpretado por los autores como un indicio de caza especializada. Acompafia al registro faunistico un conjunto industrial del Modo 2, principalmente compuesto por Bases Positivas y niicleos discoides —en mayores proporciones que en el caso de Thomas Quarry-Unidad L—, denticulados, muescas, escasos hendedores y bifaces de grandes dimensiones. La Grote & Hominidés presenta un conjunto industrial diferente, ya que se com- pone mayoritariamente de cantos tallados. No obstante la similitud faunistica con la Grotte des Rhinocéros, los investigadores han Iegado a la conclusién de que los se- dimentos no se encuentran en posicién primaria, sino que han sido mezclados y arrastrados desde una zona cercana a la entrada de la cavidad. En este contexto hay que incluir los hallazgos tanto antiguos (mandibula), como modernos (tres dientes) de fésiles de hominidos correspondientes a Homo erectus (Raynal et al., 2001). Les siguen en antigtiedad la llamada Sidi Abderrahman Gran Explotacién (pre- sumiblemente, primera mitad del Pleistoceno medio), que segiin los autores se co- rresponde todavia con un «Achelense antiguo» (Raynal er al., 2001). Se encuentra en ambiente litoral y al aire libre. Mas recientes, y de mayor a menor antigtiedad, son los yacimientos mesople’ tocenos de Cap Chatelier-base, Grotte des Ours, Sidi Abderrahman-Extensién, Grotte des Littorines y Cap Chatelier-Techo, todos ellos en la localidad de Sidi Abderrahman. 230 HOMINIDOS: LAS PRIMERAS OCUPACIONES DE LOS CONTINENTES Fic. 2.60. Yacimiento de Thomas Quarry 1-Unidad L (Casablanca, Marruecos), datado en 1 Ma. Al fondo, la Grotte a Hominidés (foto cedida por J.-P. Raynal). El tltimo de los yacimientos mencionados ha sido datado por Luminiscencia Optica Estimulada (OSL) en més de 200 ka (Rhodes, 1990). Por su parte, la Grotte des Littorines ofreci6 en 1955 dos fragmentos de una mandibula humana, asignada en su momento al Atlanthropus (Arambourg & Biberson, 1956) Pese a las distancias cronolégicas entre ellos, todos estos yacimientos marro- quies presentan un conjunto industrial muy homogéneo, producto quizé de la recu- rrencia en el uso de las mismas materias primas —sflex y cuarcita—, cuya variedad de tamajios en el entorno permite la extraccién de enormes lascas, desde las cuales elaborar todo tipo de grandes instrumentos bifaciales. La Unica evolucién visible se encuentra, al parecer, en el progresivo aumento de la produccién de lascas extrafdas con métodos de explotacién predeterminados (Raynal ef al., 1995; Raynal et al., 2001). Sin industria litica, pero con fésiles humanos, se cuentan los yacimientos de Keébibat y Salé, ambos en Rabat (Debenath, 2000). Se trata en el primer caso de 27 res- tos craneales descubiertos en 1933, correspondientes a un individuo juvenil de unos 15 aftos de edad. Para el autor mencionado, se trata de restos dificilmente asignables una especie, puesto que parecen compartir rasgos de los Pithecanthropus (H. erec- tus asiitico arcaico) y de los neandertales. En Salé, se encontré en 1975, y también fuera de contexto estratigréfico, un créneo pertenecientes a una mujer adulta, con una capacidad craneal del orden de los 950 cm}. Este resto ha sido asignado al género Archanthropus. Aunque no es objeto de este capitulo, llegados a este punto conviene aclarar parte de la nomenclatura cientifica utilizada por los paleoantropélogos. El término Archanthropus hace alusi6n exclusivamente al grado «erectus». Por su parte, la deno- AFRICA 231 minaci6n de Adanthropus mauritanicus fue introducida por C. Arambourg para defi- hir a los hominidos de Ternifine, aunque sus caracteristicas serian muy similares a las Propuestas para los H7. erectus. Mas modernamente, la tendencia de los cientificos es a reducir al maximo la variedad de nomenclatura, de manera que, en general, se aboga, bien por denominarlos a todos ellos H. erectus, o bien por distinguirlos de esta forma , dadas sus similitudes con hominidos mas modernos. Entre los especialistas que apoyan esta ditima versi6n, se encuentran tanto los que ven en estos fosiles afri- canos del Pleistoceno medio una gran cercanfa con el H. heidelbergensis europeo, como los que ven grandes diferencias entre ellos y optan por denominarles Homo rho- desiensis, Por tanto, podriamos resumir diciendo que los restos fésiles del Pleistoceno medio norteafricanos corresponden a una variedad de H. erectus, similar al europeo H. heidelbergensis, que algunos autores denominan Homo rhodesiensis. Esta proble- mitica sera tratada en profundidad en el capitulo dedicado al andlisis y descripeién de especies del Pleistoceno inferior y medio. Al igual que ocurria en Argelia, también Marruecos cuenta con una larga tradicién de antiguos hallazgos en superficie 0 producto de muestreos no sistemiticos, que han dado como fruto unas colecciones de materiales arqueoldgicos sin buenos contextos es- tratigraficos. Podemos poner como ejemplo los yacimientos de Arbaoua, Oued Mda, ‘Terguiet el-Rahla, Carrigre Sheneider, Souk Arba-Rhab y Sidi Abderrahman-nivel G. En todos ellos ha sido reivindicada una gran antigiiedad, dado el tipo de industria recupe- rada —poliedros, cantos tallados, ete.— y asignada al Modo 1. No obstante, y atendiendo alos métodos de recuperacién utilizados, entre los que seguramente se ha dado una re- cogida selectiva de! material, no consideramos esta clasificacién como fiable. TUNEZ Al parecer, el yacimiento tunecino mas antiguo es Sidi Zin (Gobert, 1950), con- siderado como Pleistoceno superior inicial, aunque no posce dataciones precisas. Se trata de un depésito formado alrededor de la laguna de una surgencia de agua. Se com- pone de tres niveles del Modo 2 y uno del Modo 3 (en Africa, Ateriense). La indus- tria litica del Modo 2 parece variar de un nivel a otro, aunque no se precisa si ello es debido a una evolucién técnica o a variaciones funcionales en la ocupacién. El con- junto faunistico, al parecer fruto de deshechos tras su aprovechamiento por parte de los hominidos, se compone de elefante, rinoceronte, jiu, équido y gacela, entre otros (Clark, 1982 2.16. La aparicién del Modo 2 En el contexto de las intensas discusiones que los cientificos que nos dedica- mos a la evolucién humana solemos tener, la emergencia del Modo 2 tiene un papel preponderante. Sin embargo, es curioso que todos admitamos que la aparicién de los instrumentos de gran formato representa una gran revolu Este cam informa de una gran resocializacién que se produce como consecuencia del desarro- Io cultural de las especies de nuestro género. La introduccién de este nuevo Modo téc- nico implica grandes transformaciones. Las estrategias de producci6n de instrumen- nos 232 HOMINIDOS: LAS PRIMERAS OCUPACIONES DE LOS CONTINENTES tos que caraterizan a herramientas como el bifaz, el pico o el hendedor, basadas en la produccién de grandes Bases Positivas, asf como en el desarrollo de Ja simetria bila- teral, revoluciona el comportamiento del primate humano. EL Mopo 2 Hace 1,4 Ma, tras un millén de afios de desarrollo, la tecnologia denominada Modo 1 0 Olduvayense parece bifurcarse en dos ramas. Por un lado, el primitivo Modo 1 surgido hace 2,5 Ma. Por otro, una tecnologia nueva denominada Modo 2 (tradicio- FiG. 2.61. Modo 1 de Olduvai, localidad DK (Kimura, 2002). AFRICA 233 nalmente, Achelense), claramente derivada de [a anterior, a través de lo que autores como Mary Leakey o Kleindienst denominaron Olduvayense evolucionado (Kleindienst, 1962; Leakey, 1971). E] Olduvayense evolucionado es una tecnologia de transiciGn en la que comienzan a desarrollarse determinados caracteres técnicos modemos, como la diversificacién de los titiles y de sus métodos de talla, la presencia de itiles bifaciales y, relacionado con lo anterior, un mayor grado de configuracién de los instrumentos. La mayor di- versidad de esta tecnologia queda patente en la aparicién de nuevas morfologfas, como los esferoides, los poliedros y, destacando entre todos ellos por su continuidad filoge- nética, los primeros grandes instrumentos sobre lasca, caracateristico del emergente Modo 2. Estas herramientas tienen menor masa y peso, y por tanto son mas estiliza- das con respecto a las elaboradas directamente sobre canto, y su configuracién es mas sistematica. No obstante estas caracteristicas, la enorme dificultad que supone adscribir in- dustrias a una u otra tecnologia, cuando ambas representan una continuidad evolu- tiva, obligé en su momento a los investigadores a plantear férmulas porcentuales —basadas en los indices de representacidn de determinados instrumentos, como los bifaces— para clasificarlas como Olduvayense evolucionado 0 como Modo 2 (Kleindienst, 1962; Leakey, 1971). Aunque la validez de este tipo de formulas de sificacién de industrias es mas que cuestionable, no cabe duda de que las transiciones existen. Asi lo demuestran las industrias recuperadas en los diferentes niveles del ya cimiento de Olduvai, de las que el Bed I parece contener una clara muestra del Modo 1, anterior al Bed II en el que estan representados tanto el Olduvayense evolucionado como el Modo 2 (Leakey, 1971). De esta forma, y basindonos fundamentalmente en los rasgos técnicos de la industrias de Kada Gona (Etiopfa) (Leakey, 1971; Semaw er al. 1997; Semavw, 2000; Semaw er al., 2003) y Koobi Fora (Kenia) (Isaac, 1973a; Leakey & Leakey, 197 Toth, 1982), en la continuidad sedimentaria del yacimiento de Olduvai (Tanzania) y en la primera aparicién del Modo 2 en Konso-Gardula (Asfaw ef al., 1992), podemos resumir las diferencias entre cada serie tecnolégica de la siguiente manera: 1) Olduvayense (Bed I de Olduvai, Koobi Fora): — Industrias de explotacién de cantos de pequefio tamafio (< 10 cm), lo que supone producciGn de lascas de pequefio formato. — Configuracién y explotaci6n preferentemente unifaciales. — Escaso ntimero de levantamientos por pieza, lo que refleja un grado bajo de modificacién de la morfologfa original. — Utilizacién de métodos de tala no sistematicos, que implica una pro- duccién de lascas de tamaiios y formas diversas y no controlables. — Escaso aprovechamiento de las materias primas, 2) Olduvayense evolucionado (Olduvai Bed II, Koobi Fora): — Comienzan a elaborarse titiles de grandes dimensiones. — Mayor grado de configuracién y primeros instrumentos bifaciales. — Primeras sistematizaciones en los métodos de talla y en la elaboracién de morfotipos de instrumentos de pequeftas dimensiones 3) Achelense (Konso-Gardula, Bed II, III y IV de Olduvai): — Produccién de grandes instrumentos sobre lasca. & HOMINIDOS: LAS PRIMERAS OCUPACIONES DE LOS CONTINENTES: Fic. 2.62. Bifaz de Modo 2 de Olduvai Bed I. — Configuracién imtensa y bifacial del instrumental de grandes dimensiones. — Preconfiguracién de grandes instrumentos, lo que supone una planifica- i6n mental en varias fases del instrumento a realizar, previamente a la primera extraccién. — Sistematizacién y dominio de métodos de explotacién (talla) recurren- tes, en los que la produccidn de lascas es mas numerosa y mas predeci- ble en cuanto al tamafio y la forma, — Modificacién expresa y altamente controlada de la morfologfa original de los soportes. Con el Modo 2 0 Achelense surge un nuevo concepto del instrumental, que es planificado cuidadosamente. Se atiende, no tanto a las propiedades que cada materia prima exclusivamente —cuyo uso diferencial para elaborar diferentes instrumentos pa- rece estar ya documentado en el Modo | de Olduvai (Kimura, 1999)—, sino también a su abundancia relativa en el entorno, a su tipo de exfoliacién, etc. Se generan nue- vos instrumentos, ahora de cardcter versatil, que son aptos para varias acciones y ac- tividades, Las herramientas no son fabricadas en el mismo lugar en el que surge la nece- sidad de utilizarlas, ni todas son abandonadas en el mismo lugar en el que se han ela- borado y utilizado, como era habitual en la tecnologia del Modo 1. Con el Modo 2, la produccién instrumental comienza a ser mas compleja y se estandarizan los métodos técnicos de talla, donde destacan las estrategias de reduccién centripetas, unipolares y ortogonales para la obtencién de series de lascas de tamaiio y forma homogéneos. AFRICA 2 los. A partir de este momento la talla y configuracién bifaciales se hacen sistem: cas. En general, se invierte més energia en seleccionar las materias primas y en con- figurar los titiles, por lo que igualmente se comienzan a cuidar y reparar los equipos instrumentales. En definitiva, la vida media de los instrumentos pasa del ciclo de ne- cesidad-produccién-uso-abandono, a uno més complejo del tipo programacién-pro- duceién-transporte-uso-reparacién-abandono. Muchos instrumentos, ademas, comienzan a ser intensamente configurados, mediante una planificacién técnica de varias fases en la fabricacién del itil. La pre configuracién de las herramientas pasa a ser una parte importante de la produccién técnica, y el propio trabajo invertido en configurar intensamente algunos de estos ins- trumentos redunda en un cuidado especial por su mantenimiento: mientras duran, son transportados de un lugar de trabajo a otro, como lo hacen las herramientas de un profesional actual. Asi lo demuestra el hecho de que algunos instrumentos se hayan recuperado en ocupaciones donde no existen indicios de su elaboracién, pero si evi- dencias de que sus filos han sido reavivados en varias ocasiones o de que han actuado sobre diferentes materiales, cuya posible presencia simulténea en el lugar de abandono es, cuando menos, dudosa (Carbonell ef a/., 19994; Ollé, 2003; Sala, 1997) Dentro de esta nueva concepcién, se elaboran por primera vez instrumentos de grandes dimensiones sobre lasca. Hasta ese momento, los grandes titiles se realiza~ ban directamente sobre un canto o bloque, reduciendo mediante escasa talla la mate- ria sobrante del canto original, de cara a obtener la morfologfa deseada, Estos instru- ‘mentos se caracterizan por su gran peso y masa, lo cual puede constituir una ventaja de cara a su uso, pero también suponen una desventaja a la hora de transportarlos de un lugar de ocupaci6n a otro. Si a ello unimos el incremento de trabajo en el Modo 2 en la elaboracién general de los titiles, el resultado es la biisqueda de nuevas formulas para la creacién de instrumentos de grandes dimensiones. Una de estas formulas sera la elaboracién de estos titiles sobre grandes lascas, que previamente son extrafdas de los cantos o bloques originales. Este paso, como ya hemos sefialado anteriormente, supone un incremento en la complejidad de la pro- gramacién del instrumental, ya que se han de prever las dimensiones y morfologias adecuadas, con anterioridad a la extraccién de la gran lasca. De entre los grandes titi- les de nueva configuracién destacan los bifaces y los hendedores, los primeros de forma apuntada y los segundos con un filo transversal semejante al de un hacha. Curiosamente, estos titiles aparecen en grandes cantidades en los yacimientos africanos, mientras que en Europa son mas escasos, aunque frecuentes. Pero si todo funciona con un método de subsistencia oportunista como el Modo 1 —en el que se elaboran herramientas exclusivamente donde y cuando se necesitan—, {Por qué molestarse en recorrer y estudiar un paisaje en busca de fuentes de materias Primas satisfactorias?, ;para qué invertir un esfuerzo y energia considerables en ela- borar instrumentos con una configuracidn en algunos casos intensa?, ;por qué moles- tarse en acarrear ciertos instrumentos y, en algunos casos, cantidades importantes de materia prima para hacerlos en otro lugar? Es posible que estemos asistiendo a algo més que a una innovacién 0 remodelacién tecnol6: La hipotesis que defiende la autora de este apartado (M. Mosquera) es que, efec- tivamente, la tecnologia del Modo 2 parece representar una revolucién alli donde se 236 HOMINIDOS: LAS PRIMERAS OCUPACIONES DE LOS CONTINENTE Fic. 2.63. Configuracién de grandes instrumentos en el Pleistoceno medio de Atapuerca. implanta, Pero més alld de una revolucién exclusivamente tecnolégica, parece estar realmente reflejando un profundo cambio en las estrategias subsistenciales, econémi- cas, territoriales y, consecuentemente, sociales de las comunidades que Ia utilizaron. En el caso de Africa, no tenemos datos suficientes como para calcular la rapidez en la expansion y, por tanto, en la aceptacién del Modo 2 respecto al Modo 1. Sélo sa- bemos que muchas comunidades debieron adoptarlo y que, en general, la expansién fue exitosa, a juzgar por su permanencia y extensién. No obstante, la tecnologia de! Modo | siguié perviviendo, salié de Africa antes que su contempordénea més mo- dema y se implanté en Eurasia. En realidad, el Modo 1 nunca ha Iegado a desaparecer de ningtin continente del ‘Viejo Mundo; se ha convertido en una tecnologia de fondo, de cardcter de emergen- cia —por sus propios rasgos oportunistas— que le convierten en un recurso tecnolé- gico atemporal. En cierto sentido, esto supone una dificultad, porque conlleva la prictica imposibilidad de distinguir entre su uso como tecnologia imperante y su uti- lizacién como recurso de emergencia, al rastrear su presencia en cl pasado. Se plantea la hip6tesis de que tras surgir y desarrollarse el Modo 2 en Africa hace 1,4 Ma, el Modo 1 siguiera siendo por mucho tiempo una tecnologia con cardcter y entidad propios, debido posiblemente a que diferentes sistemas subsistenciales y te- rritoriales convivian entre las comunidades de hominidos del momento. Sin embargo, en algtin momento de la evolucién se convirtié en un recurso tecnolégico de emer- gencia, pasando a un segundo plano respecto a la tecnologia mas moderna. Esta res- ponderia a una nueva estrategia de subsistencia, posiblemente mas organizada y com- pleja. La nueva tecnologia permitirfa cierta previsiOn de actividades o problemas y la anticipacién de las respuestas adecuadas. Dichas modificaciones en la organizacion interna de estas comunidades humanas alterarfan su relacién con el entorno, que muy posiblemente desde ese momento pasarfa a ser vivido como un territorio. AFRICA 237 Sélo asf podria explicarse tanto el notable lapso de tiempo entre el surgimiento del Modo 2 en Africa y su expansién fuera de este continente y de sus corredores na- turales de salida, como su enorme rapidez de adopcidn una vez, llega a Europa hace 500.000 afios. Asi, el Modo 2 habria surgido como una tecnologia alternativa, mas ope- rativa y cualificada para actividades cada vez mas complejas, acordes con un sistema de cognicién igualmente més complejo. Ahora bien, su progresiva instauracién como tecnologia principal podria haber sido simulténeamente motor y consecuencia de la aparicién de nuevos modelos de subsistencia de caza y recoleccién organizados por y para grupos humanos cada vez mas numerosos. Para ellos, la planificacién y el con- trol de los recursos bidticos y abisticos en un territorio relativamente delimitado re- sultarfan fundamentales. El Modo 2 y los nuevos conceptos de versatilidad, de mayor intensidad en la configuraci6n de Ios instrumentos, de simetria del volumen, de estandarizacion de mor- fologias y métodos de talla, de creacién de nuevas herramientas y de inversién de mas energia en la produccién tecnolégica, son producto y consecuencia simulténea de un incremento en la complejidad operativa y mental de los fabricantes. Al contra- io de lo que pudiera parecer en un primer momento, las comunidades humanas que hace 1,4 Ma desarrollaron y adoptaron el Modo 2 no fueron una rama biolégica dis- tinta de la que seguia produciendo el primitive Modo 1 en aquel momento: en ambos. casos se trata del Homo ergaster-erectus africano. De hecho, y pese a que el Modo 2 supuso una novedad tecnoldgica altamente eficaz —a juzgar por su posterior expansi6n y su permanencia—, el primitivo Modo 1 tuvo todavia una larga vida. Puede que el éxito se deba precisamente a su oportunismo, © quiz cada una de las dos tecnologias estaba asociada a un modo de vida diferente. El caso es que, aunque primitivo, el Modo 1 continué produciéndose y convivié con el Modo 2 en grandes zonas del Rift Valley africano. Su operatividad queda demos- trada en el hecho de que fue con esta tecnologia, y no con el mas avanzado Modo 2, con la que salieron de Africa los primeros pobladores de Eurasia, Como se produce esta aparente paradoja es objeto de algunas hipstesis planteadas en esta misma y otras obras (Carbonell ef al., 1999c). 2.17. Los hominidos del Pl toceno medio africano. Origen del Homo sapiens El origen de nuestra especie cada vez es mas conocido y ya nadie discute la adscripcién africana. La genética y los nuevos descubrimientos que se han ido pro- duciendo en Africa han permitido caracterizar y conocer nuestro origen. Sin embargo. €s interesante conocer el sustrato sobre el que evolucionara Homo sapiens, de esta ma- nera podremos conocer la complejidad que tiene la evolucién de las especies de nues- tro género, asi como el marco en que se produce una nueva especiacién que da lugar a los humanos antémicamente modernos (Homo sapiens), EL SUSTRATO Y LOS NUEVOS DESCUBRIMIENTOS. En tomo al millén de afios de antigiiedad hay muy pocos f6siles humanos en el continente africano. Este es un momento cronolégico crucial, en que podria hallarse 238 HOMINIDOS: LAS PRIMERAS OCUPACIONES DE LOS CONTINENTES una poblacién de caracteristicas muy similares a la encontrada en la Gran Dolina de la Sierra de Atapuerca, asignada a la nueva especie Homo antecesor (Bermiidez de Castro et al., 1997). A partir de este antepasado comtn, en Europa las poblaciones humanas evolucionaron dando lugar a los neandertales; en Africa evolucionaron hacia nuestra especie. Esta hipétesis esté siendo revisada por los investigadores que anteriormente la habfan propuesto (Bermidez de Castro er al., 2003). Este vacio ha sido cubierto por el reciente hallazgo del créneo de Daka que tiene una antigiiedad entomno al millén de afios. Este craneo (BOU-VP-2/66) fue hallado en 1997 por el equipo de Berhane Asfaw y Tim White en el miembro Dakanihylo («Daka») de la formacién Bouri, en la regién del Middle Awash (Etiopfa) (Asfaw et al., 2002). Tiene una capacidad encefélica de 995 cm? y sus descubridores lo asignaron a la especie Homo erectus, aunque utilizaban esta especie en un sentido amplio (inclu- yendo a fésiles que otros autores asignan a Homo ergaster, Homo erectus ¢ incluso a Homo heidelbergensis). Es muy comin el uso en sentido amplio de la especie Homo erectus, pero los resultados de estos andlisis resultan muy confusos porque se mezclan en una misma unidad de estudio poblaciones con caracteristicas distintas que son producto de una distinta trayectoria y posicién evolutiva. También se ha encontrado un craneo (UA 31), de cronologia dudosa, pero que ha sido fechado en algo més de un mill6n de afios, en Buia, cerca de la depresién de Danakil (Eritrea) (Abbate et al., 1998). Este créneo, algo deformado, tiene una capacidad de entre 750 y 800 cm? y es muy similar a cré- neos de Homo ergaster, pero tiene algunas caracteristicas similares a las del craneo de Daka. Los créneos de Daka y Buia podrian ser los representantes de las poblaciones africanas relacionadas evolutivamente con Homo antecesor, ser sus antepasados in- mediatos. Sin embargo, la ausencia de partes anatémicas comparables entre Gran Dolina y Daka impide afirmarlo con seguridad. FOSILES HUMANOS DEL PLEISTOCENO MEDIO EN AFRICA Los fésiles humanos africanos del Pleistoceno medio son muy similares morfo- l6gicamente a los fésiles mesopleistocenos europeos. Este hecho no deberia sorpren- demos, ya que los dos grupos mantienen un estrecho parentesco. Debido a esta simi- litud muchos autores incluyen a estos fésiles africanos junto a los fésiles del Pleistoceno medio europeo en la especie Homo heidelbergensis. Pero la similitud morfolgica es \inicamente debido a su estrecha relacin evolutiva, porque comparten un antepasado comin muy pr6ximo en el tiempo. En los fésiles de 1a linea evolutiva africana pueden observarse algunas caracte- risticas que darén lugar a Homo sapiens, en cambio no se observa ninguna de las ca- racteristicas derivadas de los neandertales (Arsuaga ef al., 1997c). Por este motivo, a pesar de su enorme parecido, los fésiles africanos del Pleistoceno medio tienen una direccién evolutiva distinta y forman un grupo separado de la Ifnea evolutiva europea. Para designar a las poblaciones africanas antepasadas de Homo sapiens se utiliza la especie Homo rhodesiensis. La mayor parte de las dataciones de los fésiles humanos de este grupo son du- dosas, pero en él podemos situar a los fésiles de Bodo, Eyasi, Ndutu, Salé y Broken AFRICA 239 Fic. 2.64. Crdneo de Herto en la formacién Bouri (Etiop(a) con una antigiiedad de 160.000 aos. Es el créneo considerado de Homo sapiens mds antiguo encontrado hasta la fecha. Hill (Kabwe). Los més completos de todos ellos son el esqueleto facial de Bodo (Etiopia) y el craneo de Broken Hill o Kabwe (Zambia). A finales del Pleistoceno medio y principios del superior, entre hace 200.000 y 100.000 afios, los fésiles humanos hallados en Africa empiezan a presentar caracte- risticas propias de la humanidad actual. Es el caso de los fésiles procedentes de los ni- veles superiores de Laetoli (craneo L.H. 18), de las formaciones superiores del valle del rio Omo (crineo Omo Kibish 2) y de otros restos sudafricanos (Border Cave, 240 HOMINIDOS: LAS PRIMERAS OCUPACIONES DE LOS CONTINENTES, Florisbad, Cave of Hearths de Klasies River Mouth). Algunas de las caracteristicas que tienen estos fésiles son: un prognatismo facial mas reducido, mayores capacidades cra- neales y una frente mas elevada y convexa. En el norte de Africa, también se han encontrado fésiles que pueden represen- tar a estas poblaciones transicionales que evolucionan hacia Homo sapiens. En Jebel Irhoud, en Marruecos, se han encontrado restos de unos cinco individuos de entre 100.000 y 200.000 afios de antigiiedad. En el craneo mas completo de Jebel Irhoud 1 puede obset un neurocraneo primitivo, con una gran capacidad craneal (1.305 cm?) unido a una cara de morfologia muy moderna. Los hominidos del Pleistoceno medio final y Pleistoceno superior de Africa po- drian ser calificados de premodernos. Aunque muchos de ellos estén incompletos, estos crdneos tienen capacidades mayores, caras griciles similares a las de Homo sapiens, con el prognatismo reducido y sus neurocréneos son menos robustos y su perfil es mas redondcado. Sin embargo, en ellos no se observa todavia el conjunto de caracteri cas de un créneo modemo, casi esférico, con la b6veda alta y el hueso frontal mas ver tical. En el afio 2003, el equipo de Tim White anuncié el hallazgo de dos crneos y otros fragmentos craneales en la regién del Middle Awash (Etiopia) (White et al., 2003). En 1997, descubrieron en el miembro Herto de la formacién Bouri el créneo de un individuo adulto (BOU-VP-16/1) y otro craneo de un individuo infantil (BOU-VP- 16/5), ademas de otros fragmentos de dos individuos mas, de 160.000 afios de ant giledad. A pesar de algunas particularidades, estos créneos ya presentan las caracte- risticas propias de nuestra especie. Algunos de estos rasgos derivados son: volumen encefélico elevado (1.450 cm* en el crineo BOU-VP-16/1); la bveda craneal es alta y globosa; la maxima anchura del créneo se sittia en Ios huesos parietales, el hueso frontal es alto; la cara no tiene prognatismo; y las placas infraorbitarias estan orienta- das coronalmente mostrando una fosa canina. Junto a estas caracteristicas derivadas conservan otras de tipo primitivo (hueso occipital muy angulado con un torus superior muy marcado y torus supraorbitario muy marcado) que han conducido a los descubridores a definir una subespecie: Homo sa- piens idaltu (White et al., 2003). Es dificil la valoracién de esta nueva subespecie, pero sin duda, a dia de hoy, los craneos de Herto son los fésiles més antiguos de Homo sa- piens. Ademiés, en muchos de los fragmentos craneales de Herto se han localizado mar- cas efectuadas con instrumentos liticos que han sido interpretadas como evidencias de algin tipo de pricticas mortuorias, ya que el patrén de distribucién y 1a morfologia de estas marcas no parecen haber sido producidas por procesos conducidos al con- sumo de estos esqueletos (Clark et al., 2003). Ademas de los eraneos de Herto, entre los fésiles mas antiguos de Homo sapiens en Africa se encuentra el esqueleto parcial de Omo-Kibish 1, hallado por Richard Leakey en 1967, con una antigiiedad entre 50,000 y 130.000 afios: tanto su créneo, muy fragmentario, como su esqueleto poscraneal presenta una morfologia muy mo- derma, mas esbelta y gricil que los esqueletos primitives. En el complejo de cuevas de Klasies River Mouth, en Sudfrica, se han encontrado algunos fosiles humanos muy fragmentarios, con una edad entre 90.000 y 120.000 afios, pero que son anatémi mente muy similares a los de 1a humanidad actual: en una mandibula se observa la presencia del mentén (caracteristica exclusiva de Homo sapiens). Los restos de Klasies 7 AFRICA 241 River Mouth estén quemados y presentan numerosas marcas de corte en su superfi- cie, que en este caso sf parecen haber sido consumidos por otros humano: HIPOTESIS EVOLUTIVAS SOBRE EL ORIGEN DE HOMO SAPIENS La aparicién de nuestra especie es uno de los temas mas debatidos en evolucién humana y existen dos modelos contrapuestos para explicar el origen de Homo sapien: el primero de ellos es el modelo Hamado multirregional y el segundo es el modelo del «Arca de No&, del origen tinico 0 del reemplazamiento. Ambos modelos responden de forma diferente a las cuestiones acerca del momento de apaticién de Homo sapiens y a la contribucién de las diferentes poblaciones del Pleistoceno a la morfologia y acervo genético de la humanidad actual. La hipétesis multirregional La hipotesis de la evolucién multirregional, también denominada evolucién en candelabro por William Howells, contempla el proceso de aparicién de nuestra espe- cie como el resultado de una profunda transformacién filética, a partir de las pobla- ciones ancestrales de Homo erectus de todo el Viejo Mundo que evolucionaron gra- dual e independientemente hacia Homo sapiens arcaicos y posteriormente hasta los humanos modernos. Las diferencias que se encuentran en los diferentes continentes entre las razas actuales tendrfan un origen muy antiguo y serian el resultado de ese proceso evolutivo paralelo. Esta hipstesis fue propuesta por Franz Weidenreich antes de la segunda guerra mundial y defendida a mediados de siglo por Carleton Coon y otros cientificos. Segiin Weidenreich, invocando una forma de ortogénesis, existe una direccién predetermi- nada en las especies para evolucionar en un determinado sentido, y que explica por qué distintos linajes humanos han conducido de forma independiente a la aparicién de ta misma especie en diferentes lugares. Para Coon, en primer lugar habrian sur- gido las diferencias raciales y posteriormente habria aparecido la especie Homo sa- piens, Sin embargo, a partir de los mecanismos evolutivos es biolégicamente inviable que poblaciones aisladas genéticamente evolucionen dando lugar a la misma especie Por ese motivo, mas recientemente, los defensores de este modelo multirregio- nal, entre los que destacan Milford Wolpoff y Alan Thorne, reconocen la importan- cia del flujo genético entre las distintas poblaciones geogrificas que habria hecho que evolucionaran hacia Ja humanidad actual no de forma totalmente independiente sino de forma conjunta, con flujos genéticos entre las distintas poblaciones que forma- rian una red genética complicada (Wolpoff, 1996). Segtin estos autores, el flujo ge- nético habria sido lo suficientemente importante para que las poblaciones fuesen en una misma direccién pero manteniendo las diferencias que caracterizan a los huma- nos de cada region, Estos autores observan una continuidad morfoldgica entre los aborigenes aus- tralianos, los f6siles de Ngandong y los primeros pobladores de Java, representados por Sangiran 17. Bajo esta hipétesis también subyace una concepcién lineal de la evolucién, en la que a través de una serie de pasos evolutivos escalonados aparece Ja especie Homo sapiens. Es decir, nuestra especie es resultado final de Ia evolu 242 HOMINIDOS: LAS PRIMERAS OCUPACIONES DE LOS CONTINENTES Fic. 2.65. Esquemas evolutivos planteados por la hipdtesis multirregional y la hipétesis del origen tinico para el origen de Homo sa- Piens. ci6n a través de una serie de estadios humanos intermedios que se suceden de forma ascendente. ‘Sin embargo, los mecanismos biolégicos que afectan a los hominidos y a los hu- manos son los mismos que los de otros grupos animales y por lo tanto la dindmica de la evolucién humana no es diferente a la de otros seres vivos. El érbol evolutivo de los homfnidos no es de tipo secuencial o lineal, sino que tiene una forma muy ra- mificada con miltiples eventos de aparicién y extincién de géneros, especies y po- blaciones. Es dificil no abordar el problema sobre cémo reconocer las especies fési- les, pero la imposibilidad de aplicar a los fésiles 1a definicin de especie biolgica actual hace que la mejor opcién sea aplicar nombres de especies paleontolégicas a aquellas lineas evolutivas que reconocemos como distintas. La hipotesis del origen tinico Esta hip6tesis fue propuesta a principios de siglo a partir de los hallazgos de f6- siles humanos que se produjeron en Europa y Asia durante esa época, y que tenfan como protagonistas principales a los neandertales y a los hombres de cromafion. Después del estudio del neandertal de la Chapelle-aux-Saints, el paleontélogo francés Marcellin Boule propuso que los neandertales no eran nuestros antepasados, sino que el Homo Sapiens habia evolucionado en alguna otra parte del mundo, y que posteriormente ha- bia colonizado Europa provocando la extincién de los neandertales. Pero en ese mo- mento se disponfa de pocos fésiles para localizar cronolégica y espacialmente el ori- gen de Homo sapiens. AFRICA 243 En la segunda mitad del siglo xx, se han multiplicado los fésiles humanos del Pleistoceno medio y superior, el periodo clave para entender el proceso de aparicién de Homo sapiens. A partir de éstos, numerosos paleoantropélogos, entre los que destacan Gunter Briuer y Christopher Stringer, opinan que los humanos modemos aparecieron en Africa hace entre 300.000 y 100.000 afios, y a partir de este continente migraron al resto del Viejo Mundo, reemplazando a las distintas humanidades presentes en esos continen- tes. En este proceso colonizador se extinguieron los neandertales europeos y los Homo erectus asidticos, que habian aparecido como resultado de evoluciones locales, en condi- ciones de aislamiento genético. Esta hipétesis de un origen exclusivamente africano fue bautizada «Out of Africa» 0 «Fuera de Africa» (Stringer & McKie, 1998). Esta hipétesis del reemplazamiento tiene un gran respaldo en los estudios de di- versidad genética actual. La evidencia genética A partir de los afjos setenta, diferentes laboratorios del mundo empezaron a in- vestigar la diversidad genética de la humanidad actual utilizando el ADN mitocondrial (ADNmt). En primer lugar, en los resultados destacaba la escasa variabilidad gené- tica que existe entre los humanos, aproximadamente solo el 10 % de la variabilidad genética de la observada en los chimpancés. Esta baja variabilidad genética, que tam- bign se observa en el ADN nuclear y en otros marcadores genéticos, implica un ori- gen muy reciente de la humanidad actual (Bertranpetit & Junyent, 1998). En Ia actualidad este campo de investigacién es muy amplio y se analizan otras regiones del AND nuclear (cromosoma Y, marcadores genéticos, polimorfismos, mi- crosatélites, complejo principal de histocompatibilidad, etc.). La explicacién porme- norizada de los estudios de tipo molecular queda fuera del alcance de este manual, pero podemos resumir las conclusiones a las que llegan practicamente todos los estu- dios genéticos: 1) La variacién en el ADNmt de los humanos actuales es muy pequefia ¢ im- plica que el origen de nuestra especie es muy reciente. Dependiendo de cada uno de los estudios, este origen se sittia aproximadamente entre hace 300.000 y 100.000 afios. 2) De todas las poblaciones actuales estudiadas, las africanas tienen la mayor variabilidad. Lo que sugiere que el linaje humano es mas antiguo en Africa y su ori- gen debe situarse en este continente porque es donde se han acumulado mayores di- ferencias. Ademés, este grado de variabilidad puede usarse para medir su antigiiedad. Los RASGOS DERIVADOS DE HOMO SAPIENS La mayor parte de estudios genéticos confirman la hipétesis del reemplazamiento establecida a partir de los fésiles, que indicaba un origen africano y reciente para la especie Homo sapiens. En el registro fésil se observa que entre hace unos 200.000- 150.000 afios aparece un nuevo tipo de humanos en Africa que comparten con los hu- manos contempordneos un ntimero importante de rasgos derivados. Estos humanos son clasificados como Homo sapiens, 0 son también Hamados «humanos anatémica- mente modernos». Los rasgos derivados de Homo sapiens incluyen: 244 HOMINIDOS: LAS PRIMERAS OCUPACIONES DE LOS CONTINENTES, Fic. 2.66. Créneo de Homo sapiens (Qafzeh 9) mostrando sus rasgos derivados; gran volu- men encefélico, frente alta, cara poco prognata, placas infraorbitarias orientadas coronal- mente, presencia de mentén. 1) Uncraneo con un gran volumen encefalico, de forma mas redondeada y con una frente alta, 2) La cara ha reducido el prognatismo y es mas pequefia que la de fosiles ante- riores y las placas infraorbitarias estén orientadas coronalmente. Relacionado con esta morfologia facial, Homo sapiens tiene el aparato masticador menos desarrollado y el tamafio de los dientes es menor. 3) El esqueleto poscraneal de Homo sapiens es menos robusto que el de otros hominidos. En especial, la morfologia de la pelvis, que sirve como indicador de la forma del trax, es més estrecha y grécil. Las extremidades son proporcionalmente més lar- gas (aunque existe bastante variabilidad en las diferentes poblaciones actuales). La EXPANSION DE HOMO SAPIENS En Africa se observa una transicién entre los fésiles més arcaicos hasta fésiles que pertenecen a nuestra especie, pero en otras partes del mundo la sustitucién de los hominidos més primitivos y Homo sapiens fue més abrupta. Como atestiguan los f6si- AFRICA, 245 les de Qafzeh y Skhul (ambos en Israel), los humanos modernos ya estaban en el Préximo Oriente hace 100.000 afios. En Europa aparecen fésiles de Homo sapiens asociados a las primeras industrias de Modo 4. Y, como analizaremos con mas profundidad en otros, capitulos mas adelante, los fésiles més antiguos de Homo sapiens en Europa tienen unos 35.000 aftos (Trinkaus er al., 2003). Nuestra especie se dispersa por Asia y lega a Australia hace entre 60.000 y 50.000 afios, en fechas ligeramente ms antiguas que el poblamiento de Europa. Todos los humanos actuales somos descendientes de esas po- blaciones aparecidas en Africa hace entre 200.000 y 150.000 2.18. El Pleistoceno medio african. Modo 2 y 3. Yacimientos mas significativos. Cambios y adaptaciones técnicas El debate surgido en los iiltimos afios en torno al origen y expansién del humano anatémicamente modemo y sus implicaciones conductuales ha supuesto una revitali- zacién de las investigaciones centradas en el registro arqueol6gico de finales del Pleistoceno medio ¢ inicios del Pleistoceno superior africanos, lo que desde el punto de vista cultural se conoce como Middle Stone Age. La hipstesis del origen africano del humano anatémicamente modemo (Out of Africa) ha hecho que se dedicara una es- pecial atencién a la identificacién arqueolégica de aquellos elementos culturales de- finitorios del Paleolitico superior europeo, ya que su localizacién en Africa en una cro- nologia anterior a los 40 ka BP indicarfa que, al igual que la anatomia, también el comportamiento «moderno» tiene un origen afticano. Implicita a este planteamiento se encuentra a menudo la idea de que slo los humanos anatémicamente modernos disponfan de las capacidades conductuales necesarias para desarrollar dicho compor- tamiento. Hipétesis ampliamente cuestionada por muchos investigadores en la actua- lidad. COMPORTAMIENTO MODERNO El origen africano del comportamiento modemo ha sido defendido en una sinte- sis reciente por McBrearty y Brooks (2000). La aparicién del conjunto de innovacio- nes culturales que lo definen se habria producido de forma gradual a lo largo de un pe- riodo de més de 200 ka. Por tanto, la situaci6n africana no responderia al modelo de la «revoluci6n humana» sugerido habitualmente para Europa, donde se asiste a la apari- cidn repentina y practicamente en bloque de los cambios culturales que marcan el i cio del Paleolitico superior. Estas diferencias implicarian, segtin los autores citados anteriormente, que la Middle Stone Age no seria simplemente el equivalente africano del Paleolitico medio europeo, sino que tendria un significado muy distinto desde el punto de vista de los patrones de comportamiento. Como veremos a continuacién, aun- que buena parte de los investigadores dedicados a la Middle Stone Age africana com- parten de una u otra forma esta opinién, no existe unanimidad al respecto. En Africa se documentan conjuntos de Modo 3 (Middle Stone Age) a partir de los 300 ka BP, aunque hasta los 200 ka BP se detecta un solapamiento con los tilti- mos conjuntos de Modo 2. Varios yacimientos, tanto en el norte de Africa (Bir Tarfawi, Bir Sahara) como en el Africa subsahariana (Gademotta, formacién Kapthurin, Twin 246 HOMINIDOS: LAS PRIMERAS OCUPACIONES DE LOS CONTINENTES Rivers), han proporcionado dataciones comprendidas entre los 300 y los 200 ka BP. Para McBrearty y Brooks este cambio coincide con un episodio de especiacién (la apa- ricién del Homo helmei) que supondria la aparici6n de unas capacidades cognitivas més avanzadas que las de los hominidos anteriores. Desde este punto de vista, los ini cios de la Middle Stone Age suponen una expansi6n hacia zonas no ocupadas con an- terioridad, lo que expresarfa la capacidad de estos grupos para adaptarse a un espe tro més amplio de habitats, Al exponer las caracteristicas de los conjuntos de Modo 3 en el continente afri- cano conviene hacer una distincién entre el norte de Africa y el Africa subsahariana. Dicha distinci6n esta motivada por las diferencias en el registro arqueologico, pero también por las diversas tradiciones de investigacién que han intervenido en ambas partes del continente. En el norte de Africa se han venido distinguiendo tradicional- mente dos tecnocomplejos: e! Musteriense y el Ateriense (Wendorf & Schild, 1992; Wengler, 1995; 1997). Los datos de que se dispone actualmente indican que el Musteriense en general serfa mas antiguo que el Ateriense, documentandose algunos conjuntos en el OIS 5. Si bien la transicién entre ambos tecnocomplejos es mal co- nocida, Wengler (1997) ha sefialado que ésta se habrfa producido de forma gradual y que, en un principio, el Ateriense podria considerarse como una facies reciente del Musteriense. El Ateriense es una variante industrial especifica del norte de Africa y del Sahara, cuya caracteristica principal es la presencia de artefactos pedunculados en un contexto técnico definido por el predominio de la talla levallois y porcentajes importantes de productos laminares. Las dataciones obtenidas en diferentes yacimientos con niveles ae ________Haua Fteah ‘Naziet Safaha ee ‘Soaimein Gasis de Kharga aed Wadi Kubbaniya __Taramsa ir Sahara Bic Tartawd Twin Rivers Nswatugi Border Cave ‘Gushman Rock Shelter = Cave of Hearthe Rose Die Keiders ‘Sill Bay Fic. 2.67. Distribucién geografica de los yacimientos de la Middle Stone Age.

You might also like