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Edukiak
1. Euzko Pizkundea
1.1. Euskaltzaindiaren sorrera eta Resurrección Mª de Azkue
1.2. Arturo Kanpion, Aita Barandiaran eta beste idazle batzuk
1.3. Eusko Pizkundeko aldizkariak eta jeltzaleen eragina
1.4. Pizkundeko prosa: Ebaristo Bustintza "Kirikiño" eta Txomin Agirre
4. Haustura, 1964
4.1. Olerkigintza berria, Gabriel Aresti eta Harri eta Herri
4.2. Munduak gezurra diotsu, bihotza
4.2. "Txillardegi", existenzialismoaren nobelagilea
4.3. Jon Mirande eta Txomin Peillen, Pariseko euskaldunak
6. Transizioa, 1975-1980
6.1. "USTELA" Bernardo Atxaga eta Koldo Izagirre
6.2. "POTT banda" eta Joseba Sarrionaindia
6.3. 100 metro eta beste lan batzuk
OHARRAK
"HITZAURREA"
En la literatura vasca, puede decirse que el primer tercio del siglo XX,
hasta el 1936, constituye un periodo íntimamente relacionado con los
últimos 20 años del XIX, el llamado Primer Renacimiento Vasco. De
hecho, en la historiografía literaria vasca se señala con persistencia la
fecha liminar de 1876, año en que finaliza la segunda guerra carlista
y va a nacer una nueva conciencia en el País Vasco tras la abolición
de los Fueros. En efecto, la pérdida de autonomía constituyó un
acontecimiento trascendental para la cultura vasca en general que
afectó tanto a los sectores carlistas como a los liberales que tomaron
nueva conciencia de su propia identidad como pueblo.
Entre los historiadores de la literatura vasca, Luis Mitxelena (1960) es
el primero en señalar que en dicho periodo cobra importancia el
fuerismo en la política, "se pudo apreciar en minorías bastante
nutridas un mayor interés por la cultura y el pasado del país". El
renacimiento es un movimiento socio-cultural que se enmarca en las
claves del Romanticismo y que apoya conceptos que se pusieron en
funcionamiento en Europa a partir de la obra de los idealistas
alemanes. La literatura es parte del cambio cultural y al mismo
tiempo su reflejo. La renovación literaria que trajo consigo esta nueva
conciencia de connotaciones ideológicas foralistas o prenacionalistas
en sus diversas fases, afectó sobre todo a los diferentes
constituyentes del sistema literario (premios literarios, publicaciones,
colecciones...) y, como consecuencia natural de ello, también a la
propia creación literaria. El interés por el pasado y la tradición propia
de cada país se reflejan en la literatura vasca en la proliferación de la
narración histórica y las leyendas, escritas fundamentalmente en
castellano por Navarro Villoslada, Araquistáin, Goizueta, Vicente de
Arana o Arturo Campión, y todos ellos bajo el liderazgo de Antonio
Trueba. Sin embargo, el impulso más tardío de la literatura
legendarista en euskara traerá como fruto el surgimiento de la
narrativa en euskara a finales del siglo, de la mano de Azkue y
Txomin Agirre.
Además, el surgimiento de diversas revistas supuso la creación de
nuevas plataformas para dar a conocer las creaciones de muchos
escritores. En el País Vasco Norte destacan La semaine de Bayonne
(1868-1918) y Le Journal de Saint-Palais (1884) como publicaciones
bilingües que sirvieron de referencia y vía de expresión a los
escritores. Además la aparición del semanario bilingüe Le reveil
basque (1886-1894), de tendencia republicana, provocó al año
siguiente la fundación de otro semanario conservador de larga vida
denominado Eskualduna (1887-1944), en torno al cual se ha
desarrollado buena parte de la actividad literaria en euskara en el País
vascofrancés hasta su desaparición y que fue el eje del desarrollo de
un nutrido grupo de escritores denominado "gizaldi gaztea" (la
generación joven) formado por J. Barbier, J. Etxepare, P. Lhande, J.
Saint-Pierre, J. Moulier Oxobi y Jean Elizalde Zerbitzari (J. Casenave,
2005). Entre las publicaciones peninsulares son destacables las
revistas La Paz (Madrid, 1876-1878), La Revista Eúskara (Pamplona,
1877-1883) y La Revista de las Provincias Eúskaras (Vitoria, 1878-
1879); aunque entre ellas son especialmente relevantes por la
publicación de textos literarios en euskara, la revista creada por José
Manterola Euskal Erria (San Sebastián 1880-1918) y posteriormente
Euskal Esnalea creada por Gregorio Muijika, así como Euskaltzale
(Bilbo 1897-1899) creada por R. M. Azkue.
La poesía en euskara fue impulsada a través de certámenes literarios,
especialmente los Juegos Florales o Lore Jokoak y las Euskal Jaiak
sirvieron de impulsoras de la producción literaria en euskara, pero
también contribuyó a su difusión la publicación de Cancioneros o
recopilaciones de poesías, gracias a todo lo cual la producción poética
adquiere cierta intensidad y continuidad a partir de dicho período.
Como indica Ibon Sarasola (1976a), en contraste con periodos
anteriores de la literatura vasca en la que reinaron los tratados
apologéticos y religiosos, "este periodo del renacimiento literario
vasco, está caracterizado por el peso que en el conjunto de la
producción van adquiriendo las obras estrictamente literarias".
La denominación de Renacimiento Vasco (Eusko/Euskal Pizkundea en
euskara) aplicada por algunos historiógrafos a un amplio periodo que
abarca sesenta años (1976-1936), es consecuencia de la semejanza
entre los procesos culturales del País Vasco (Pizkundea), con los de
Cataluña (Renaixença) y de Galicia (Rexurdimento), ligados entre sí
por la celebración de los Juegos Florales. En el País Vasco fueron
instaurados por el noble Antoine D'Abbadie en 1851, ocho años ante
que en Cataluña y diez antes que en Galicia. Incluían, entre muy
diversas actividades, unos certámenes literarios llamados "Koplarien
guduak" (Batallas entre versificadores). A partir de 1979 se
celebraron en el País Vasco Sur y siguieron celebrándose hasta 1897
bajo el patronazgo de Antoine D'Abbadie. Una extensión de los Juegos
Florales lo constituyeron las fiestas eúskaras o Euskal Jaiak de San
Sebastián y de otras localidades del País Vasco, que se celebraron
hasta 1936 que sirvieron para impulsar el género narrativo y
dramático en euskara.
La valoración literaria que merecen las obras surgidas al amparo de
dichos certámenes es desigual. Sarasola cree que "la poesía de la
época no alcanza una mínima autonomía y madurez" (1976a), Juaristi
a su vez opina que la obligatoriedad de los temas propuestos en los
Juegos Florales y que respondían a las obsesiones ideológicas de los
organizadores, suponía un freno a la creatividad de los concursantes.
En efecto, algunos de los temas propuestos en las ediciones previas al
1879 fueron la emigración y sus perjuicios, el canto a la vida
campesina, la mujer, vista desde una perspectiva paternalista y
tradicional, con el correspondiente ensalzamiento de sus virtudes (la
prudencia, la laboriosidad, la discreción) y la crítica a los malos
hábitos (la bebida, el derroche, la coquetería, la maledicencia...) En
cambio, las materias propuestas en los concursos celebrados a partir
de 1879 en el País Vasco Sur tras la abolición de los fueros fueron el
peligro del retroceso del euskara y las amenazas que se cernían sobre
el árbol de Gernika que pasó a simbolizar el espíritu del país. La
opinión del estudioso P. Urkizu pone el acento en los aspectos
beneficiosos de su celebración, por las facilidades dadas a la creación
literaria: "los Juegos Florales, tanto en el País Vasco como en Cataluña
o Galicia, supusieron la primera plataforma específica destinada a la
organización y difusión cultural de la lengua, a la recuperación de la
identidad, y planificaron la creación literaria" (2000, 330).
En todo caso es preciso señalar que como resultado de la
obligatoriedad de los temas propuestos por los organizadores, se
promocionó a través de los Juegos Florales una visión conservadora
del modo de vida, la religión y las costumbres, lo cual supuso, en
opinión de Aldekoa (2004), "una grave mediatización moral que
impidió y retrasó el desarrollo de la poesía moderna que se
caracteriza por una visión subjetiva e individualizada". En todo caso,
gracias a dichas plataformas se dieron a conocer la producción lírica
de autores de notable valor, como Gratien Adema (1828-1907)
autor del conocidísimo himno patriótico "Zazpi euskal herriek" y de J.
B. Elizanburu (1828-1891), cuyos versos son ampliamente
conocidos en todo el país y que ha merecido unánimemente la
calificación de ser el autor lírico de mayor interés surgido en el
contexto de los Juegos Florales. En el periodo peninsular de los Juegos
Florales fue especialmente significativa la obra F. Arrese-Beitia
(1841-1906), autor que alcanzó una fiel expresión de la angustia ante
la segura muerte de la lengua vasca, a través de la síntesis del
imaginario religioso y político que tendrá gran trascendencia. Sus
elegías profusas, emotivas y también algo pomposas crearon escuela
y tuvieron muchos seguidores, hasta el punto de que se le
consideraba el mejor poeta de las primeras décadas del siglo y sus
poemas se recitaban de memoria, especialmente el titulado Ama
Euskeriari azken-agurrak [Ultimo adiós al euskara] (Orixe, 1922).
Junto a los certámenes literarios, también merece ser destacada la
labor de José Manterola como recopilador y autor de El Cancionero
Vasco (1877-1880), obra que tuvo la función de difundir la poesía
creada en lengua vasca hasta aquella fecha y publicada en periódicos
o en hojas volanderas, o que permanecía inédita. Además del
Cancionero de Manterola, son destacables también las colecciones de
lírica y narrativa popular que se llevaron a cabo a finales de siglo por
Jean François Cerquand (Légendes et récits populaires du Pays
Basque) y Wentworth Webster (Basque Legends), aunque fue
Resurrección María Azkue (1864-1951), quien completó dicha labor en
su Cancionero popular vasco (1922) y en Euskalerriaren Yakintza-
Literatura Popular del País Vasco (Espasa, 1935-1947), la colección
más amplia de textos de los distintos géneros de la literatura popular.
Todo ello confluye en un ambiente cultural y político foralista,
movimiento de raíces románticas que andando los años evolucionará
políticamente hacia el nacionaismo de la mano de Sabino Arana
Goiri (1865-1903). El fundador del nacionalismo vasco tuvo una
profunda influencia en la creación de un espíritu renovado que alteró
de forma radical algunas ideas de la época, entre otras, la conciencia
de la necesidad de la creación literaria en lengua vasca para el
desarrollo de una cultura propia. El advenimiento del nacionalismo a
finales del XIX aportará un nuevo sistema para entender la lengua y
literatura vascas dando comienzo a un periodo de purismo e intensa
elaboración que se extiende como mínimo a toda la primera mitad del
siglo XX.
El cambio de siglo trajo en lo político y lo social importantísimos
cambios, y, como se ha indicado en esta introducción, también en lo
cultural el fin de siglo había sido de gran importancia para la cultura
vasca. El proceso de industrialización que se produce desde 1870
hasta 1936 afecta especialmente a las sociedades vizcaínas y
guipuzcoanas, favorecidas sus industrias por la neutralidad del Estado
español en la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Como
consecuencia de ello, se produce una rápida modernización de la
sociedad vasca, especialmente de las provincias costeras que dejan
pronto atrás las sociedades agrarias del resto del País. En el ámbito
político se avanza desde el fuerismo hacia el nacionalismo (1893) de
la mano de Sabino Arana Goiri, así como hacia el socialismo de la
mano del Partido Socialista surgido también en la capital vizcaína de
la mano de Pablo Iglesias (1879), así como los primeros movimientos
y sindicatos obreros de importancia. La acelerada modernización e
industrialización de gran parte de la población vasca, el surgimiento y
expansión del nacionalismo y su posterior implantación en las
instituciones tras las elecciones de 1932, fueron acontecimientos de
gran importancia en la toma de conciencia de una identidad propia
por los habitantes de país. Por su parte, el País Vasco-francés acusaba
los embates de un estado centralista que impuso una escuela laica y
únicamente en francés para todos los ciudadanos, aspectos ambos
muy protestados, pero pronto acallados por el estallido de la I. Guerra
Mundial que hizo que todas las energías humanas del País se volcaran
a favor del Estado francés amenazado.
Las dos figuras más destacadas en el panorama de comienzos de
siglo en la cultura vasca son Sabino Arana Goiri y R. M. Azkue, el
primero por su tremenda influencia en los ámbitos ideológicos,
culturales y literarios, y el segundo por su ingente labor a favor de la
lengua y literatura vascas. Orixe resume con su singular agudeza la
importancia de ambas figuras en dicho periodo calificado por él como
el ciclo de Bizkaia, de donde irradian en su opinión las energías más
destacables del momento. En efecto, aunque es preciso reconocer
que el comienzo de siglo no fue especialmente fructífero en lo
literario, los trabajos filológicos adquirieron gran auge gracias al
liderazgo de R. M. Azkue que junto a Julio Urquijo y Arturo Campión
llevó a cabo una labor investigadora y organizadora que culminó con
la institucionalización de la Academia de la Lengua Vasca en 1918.
Uno de los mejores logros de los estudios filológicos fue el diccionario
trilingüe de Azkue que vino a ocupar el lugar preeminente que
durante casi dos siglos había ocupado el de Larramendi. Además, los
trabajos de Urquijo y Campión procuraron la base filológica para el
desarrollo de una lengua literaria culta y unificada e impulsaron la
publicación de reediciones de los clásicos vascos Oihenart, Axular,
Etxepare... Junto a ellos, los trabajos de recopilación y teorización
llevados a cabo por R. M. Azkue, T. Aranzadi, J. M. Barandiaran, el
padre Donostia y Manuel Lekuona ofrecieron las bases de la tradición
de la literatura cultural en euskara, cuyo conocimiento fue de gran
importancia para el desarrollo de un renacimiento cultural vasco que
aspiraba a introducir el euskara en la escuela, en la Universidad, y
que se afanaba en adaptarse a la vida urbana y cotidiana de los
vascos de comienzos de siglo XX.
Por su parte, Sabino Arana (Sukarrieta, 1865-1903) fue también una
figura crucial en el desarrollo de la cultura vasca de comienzos del
siglo XX, porque impulsó la creación de una literatura en euskara
dentro de una reivindicación cultural que justificaba el movimiento
nacionalista, pero también porque cultivó la poesía dentro de unos
cánones modernos y alejados de la métrica bertsolarística dominante
en todo el siglo XIX, iniciando una línea creativa que se desarrolla
hasta 1936. Su obra poética, publicada en 1919 bajo el título de
Olerkijak, así como la preceptiva poética que publicó en 1896 como
anexo a su Lecciones de Ortografía del eusquera vizcaíno,
constituyeron la base de una renovación literaria que adopta algunas
de las características de la literatura culta moderna. Sus poemas
versan acerca de sus sentimientos religiosos y patrióticos. Entre sus
características se destacan el laconismo y la rotundidad, pero
también la gran emotividad y efusión de sentimientos. Formalmente
no se ajusta a ningún metro consagrado anteriormente y frecuenta el
verso libre. Cultiva las elegías e himnos, entre los cuales son bien
conocidos "Itxarkundia", "Mendiko negarra" o "Eusko abendaren
ereserkija" [Himno de la patria vasca], actual himno de la Comunidad
Autónoma Vasca.
Su influjo no alcanzó a los escritores de principio de siglo más
destacables (Emeterio Arrese, Luis Jáuregui "Jautarkol" o Claudio
Sagarzazu "Satarka") y habrá que esperar hasta la llegada de los
"olerkariak" para ver la impronta de sus propuestas en la literatura
vasca. Emeterio Arrese (Tolosa, 1869-1954), poeta neorromántico
que continuó la línea marcada por los escritores de los Juegos
Florales, prefirió los temas bucólicos y reflejo de ello son sus libros
Nere bidean (1913) [Por mi senda] y Txindor (1928) [Petirrojo]. A
pesar de su talante liberal, su manifestación poética tiende a una
cierta ingenuidad romántica que añora la calma rural, lo mismo que
Claudio Sagarzazu Satarka (Hondarribia, 1895-1979) en Txinpartak
(1922) [Chispas] y Intza begietan (1957) [Rocío en los ojos]. Asimismo
Luis Jauregi Jautarkol (Errenteria, 1896-1971) es deudor de un
romanticismo retardado, cuyos modelos fueron Bécquer y
Campoamor así como los románticos alemanes, especialmente H.
Heine. La publicación de su libro Biozkadak en 1929 señala el último
colofón destacable de esta poesía lastrada por un excesivo
sentimentalismo y un mundo de imágenes sencillo, en exaltación del
mundo rural y de los valores tradicionales. Son, en cierta medida,
exponentes de lo que Unamuno calificara como "la ingenua poesía
vascongada".
Además de los escritores mencionados, en el País Vasco Norte merece
destacarse la obra de Jules Moulier Oxobi (1888-1958), citado por
algunos historiógrafos como el poeta más destacado de su periodo.
Autor de una extensa obra en prosa y verso, es especialmente
conocido por sus fábulas, publicadas bajo el título de Alegiak (1926)
[Fábulas] y reeditadas junto con otros poemas en Fabulak eta poemak
(1992) [Fábulas y cuentos] en la que se recoge asimismo su poesía
religiosa. Lafitte (1941) destaca su densidad, en ocasiones
atormentada, pero también su voz poderosa. Mitxelena destacó su
poderosa voz lírica, además de declararlo el mejor fabulista en lengua
vasca, "por su vivacidad, por la maravillosa flexibilidad y poder
expresivo del lenguaje" (1960). Villasante destaca junto a la belleza
de la expresión, "la sonrisa maliciosa" que asoma a su visión de la
condición humana (1961). En cuanto a las características formales de
su poesía, predomina la tradición popular en estrofas y rimas; con
frecuencia, junto al titulo indica la melodía sobre la que ha sido
creado el poema. Su estilo es escueto y elíptico, quiere dar ligereza al
verso y hace uso frecuente de los puntos suspensivos, la reticencia, el
sobreentendido. También es frecuente el recurso a las frases hechas,
los refranes, las onomatopeyas y frases expresivas populares. En
cuanto al lenguaje figurado las comparaciones y las metáforas son las
figuras retóricas más utilizadas y pertenecen también a las
referencias habituales en la cultura popular. En cuanto a su lenguaje
acusa la corriente purista que se impone en dicho periodo en la
literatura vasca peninsular, a través de la introducción de
neologismos y la conjugación sintética del verbo, indicativos ambos
de su interés por los escritores meridionales. En este aspecto, Oxobi
es un caso paralelo al de Jean Etxepare en la prosa, cuyo libro
Berebilez de 1930 es reflejo del atractivo que la literatura de los
escritores meridionales ejerció sobre ellos en dicho período, así como
los intentos por confluir en una lengua literaria común.
Por otra parte, a través de las publicaciones de la época se dieron a
conocer algunas escritoras en el primer tercio del siglo XX. Junto a las
que cultivaron diversos géneros como el cuento, el teatro o la prosa
ensayística (Maddi Ariztia, Karmele Errazti, Tene Mujika, Maria Etxabe,
Errose Bustintza, Julene Azpeitia, Julia Gabilondo), en poesía
destacaron Rosario Artola, (Donostia, 1869-1950) autora de 40
poemas publicados en Euskalerriaren alde y que se enclava en el
grupo de los escritores donostiarras más conocidos pos su obra
dramática (Serafin Baroja, Pepe Artola...) y Sorne Unzueta Utarsus
(1900-2005). Maite Nuñez Betelu ha dedicado parte de su tesis
(Género y construcción nacional en las escritoras vascas, 2001) a las
escritoras de preguerra y destaca en ellas la defensa del ideal político
nacionalista que emprenden a través de la participación cultural en
conferencias, prensa, revistas, etc. En especial, las mujeres de
Emakume Abertzale Batza (1922-1936) presentan características
propias. En efecto, la poesía de las mujeres que al calor de la
ideología nacionalista aportaron sus creaciones literarias, se mueve
en los ejes y funciones asignados a la mujer dentro del nacionalismo:
la defensa y transmisión de los valores religiosos y del idioma vasco
en sus funciones maternales y en lo literario la expresión apasionada
de su adhesión a los mismos. Igone Etxeberria (2000) ha dedicado
diversos monográficos a dar a conocer la labor poética de Utarsus.
También Jon Kortazar destaca su obra por un modernismo ligero y
sugerente, pero además rescata del olvido la poesía de temática
existencialista y lenguaje modernista de Frantziska Astibia Onintze,
autora de algunos interesantes poemas publicados en la revista
Euzkerea (1929) que el propio Kortazar reeditó y comentó (1995).
Junto con Tapia-Perurena, Zaitegi, F. Etxeberria, etc. Sus poemas
forman parte del núcleo de creaciones que constituyó el caldo de
cultivo en el que se gestó la obra de los Poetas: olerkariak.
2. OLERKARIAK (1930-1936)
Comúnmente se denomina olerkariak a los poetas del Renacimiento
Vasco que elaboraron sus obras en el seno de los concursos literarios
organizados por Euskaltzaleak, entidad que promocionaba la
utilización de las normas de la preceptiva de Arana-Goiri arriba
mencionada. Aunque la primera Fiesta de la Poesía Vasca organizada
por Euskaltzaleak fue en honor de Jáuregui con ocasión de la
publicación de su libro Biozkadak, en realidad los poetas que fueron
premiados y saludados como "los elegidos" tanto por el tribunal como
por la prensa escrita, aportaban una tendencia renovadora
completamente diferente a la de sus inmediatos predecesores
románticos.
La sociedad Euskaltzaleak fue una agrupación de personas
comprometidas en el desarrollo de una cultura vasca en euskara y
desde su creación en Arrasate (1927), ostentó su liderazgo José
María Agirre Xabier Lizardi (1896-1933), el cual concentró sus
esfuerzos en la creación de un periódico en euskara y en el apoyo a
las escuelas vascas y a la educación, temas que en su opinión eran
prioritarios para la pervivencia de la lengua. A partir de 1930 las
actividades de la Asociación se intensificaron y ampliaron
notablemente y se orientaron a la creación de una producción literaria
de prestigio que sirviera de atractivo hacia la cultura vasca en
euskara entre las clases más cultivadas. Lideró el nuevo proceso o
segundo Renacimiento Vasco el tolosarra José Aristimuño "Aitzol"
(1896-1937) que dio total prioridad a la creación de una producción
literaria en lengua vasca capaz de convertirse en la representante
simbólica de la identidad vasca. Su referencia constante fue el
movimiento nacionalista finés, en el que el poeta Lonrott consiguió
que el pueblo suomi se sintiese identificado en el poema Kalevala y la
convirtiera en bandera de su recuperación cultural, pero también
prestó especial atención al renacimiento provenzal y catalán. Para
Aitzol, lector ávido de la literatura europea contemporánea y en
especial de la poesía francesa, la poesía vasca debía intentar crear un
género propio, una voz bien reconocible, inconfundible y atractiva
para los lectores y adeptos a la cultura vasca, cultura que en
definitiva debía cumplir el objetivo de actuar de vanguardia del
Renacimiento Vasco.
Como fruto de la actuación de Aitzol y de sus colaboradores,
controlados férreamente por aquel, se desarrollaron una serie de
plataformas culturales que sirvieron para dar a conocer las
producciones de los literatos vascos y otorgarles un valor ante los
propios euskaldunes y las clases cultivadas europeas. Euskaltzaleak
organizó anualmente el Día de la Poesía Vasca (1930-35), del Teatro
Vasco, los Bertsolari Guduak..., festejos literarios a través de los
cuales se dieron a conocer las mejores plumas y bertsolaris del
momento. Creó asimismo el periódico bilingüe El día (1930-36) a
través del cual dio a conocer las principales actividades de la
asociación y publicó en lugar preferente obras o capítulos de las obras
que proyectaba promocionar, así como comentarios críticos, artículos
de opinión, reseñas y referencias a la producción en euskara, escritos
tanto en euskara como en castellano. Además de El día, Euskaltzaleak
publicó la revista cultural en euskara titulada Yakintza (1933-37), a
través del cual se dieron a conocer tanto textos literarios como
ensayos y trabajos especializados relativos a la lengua y literatura, el
bilingüismo, etc.
La poesía vasca debía convertirse en opinión de Aitzol, en un
instrumento destinado a conjurar la oscura amenaza que se cernía
sobre el futuro de la lengua vasca. Los certámenes literarios cuyo
premio consagraba al poeta ganador, le concedían un lugar
preeminente en el sistema literario, facilitando la publicación de su
obra y la opinión favorable hacia la misma, y tenían como objetivo la
creación de una literatura de prestigio. Sin embargo, la débil
respuesta obtenida por parte de los lectores, le hizo desistir de
orientar sus esfuerzos a favor de la literatura más refinada. Sus
artículos de 1933 en adelante son clara manifestación de su
orientación hacia versiones más populares de la poesía, con los que el
público pudiera identificarse más fácilmente. Prestó especial atención
al cancionero y a la tradición de las baladas, pero a partir de 1935
parece convencido de que son los bertsolaris los creadores que tienen
la capacidad de atraer masas importantes de público hacia las
producciones en lengua vasca.
Esta reorientación constante del proyecto de Aitzol solamente se
entiende desde una perspectiva utilitaria de la literatura, que en
modo alguno compartieron los principales creadores que como Lizardi
u Orixe colaboraron con él en las actividades de Euskaltzaleak,
incapaces de influir sobre él y hacerle tomar una perspectiva menos
"práctica" de la literatura. A la inquebrantable voluntad de Aitzol se
debe la promoción de algunos de los proyectos más interesantes de la
sociedad que ya hemos mencionado, pero también de algunos más
descaminados como el de la creación de un poema nacional que
supuestamente iba a traer la redención de toda la cultura vasca.
Aitzol nunca estuvo totalmente satisfecho de los resultados obtenidos
ni supo calibrar el valor de las obras producidas a través de las
actividades que promocionó, puesto que anhelaba resultados
tangibles en materia de repercusión pública que no llegaron a
producirse. En el corto periodo de seis años fue desechando por
"ineficaces" algunas de las producciones literarias mas valiosas del
periodo, como por ejemplo los poemas líricos de Orixe o los de Lizardi
publicados en 1933 Barne-muñetan y Umezurtz olerkiak, que por más
bellos que se considerasen, estaba convencido de que serían
incapaces de contribuir al renacimiento cultural euskaldun.
Sin duda se precipitó en su valoración y no quiso respetar los ritmos
requeridos para los cambios culturales, preso de una intensa angustia
por alcanzar resultados lo antes posible, porque tal vez era más
consciente que todos los demás de la inestabilidad de la coyuntura
social y política del momento. Es notorio, sin embargo, que el grupo
de escritores que se reunió en torno a Euskaltzaleak y publicó sus
obras entre el 1930 y 1936, constituido por Lizardi, Lauaxeta, Orixe y
Loramendi fue uno de los núcleos de producción lírica más relevante
de toda la literatura vasca. En todo caso fue sin duda el primero de
los tres hitos importantes de la lírica del siglo XX, constante
referencia de toda la lírica vasca posterior, que aportó la renovación
de los temas y de los puntos de vista, el cuidado y esmero en los
aspectos métricos y especialmente el enriquecimiento del mundo de
referencias simbólicas de la literatura vasca. El universo poético con
en el que los lectores de la literatura vasca del siglo XX se han
identificado largamente fue compartido en cierta medida por estos
creadores que dieron expresión y materializaron la esperanza, el
ensueño del renacimiento de la literatura vasca, conocedora de sus
valores y de su pasado, y abierta a las aportaciones tanto de la
cultura clásica como de la cultura moderna universal.
A pesar de la compacidad que el peculiar momento en que elaboraron
sus mejores obras les dotó momentáneamente, lo cierto es que el
grupo de poetas denominado olerkariak, considerado como una
generación literaria por algunos historiógrafos, integra personalidades
poéticas bien diferentes, aunque relevantes cada una de ellas por la
calidad de su producción.
José Maria Agirre Xabier Lizardi (Zarautz, 1896-1933). Como se ha
indicado, trabajó en estrecha colaboración con la sociedad
Euskaltzaleak aunque disentía profundamente de la concepción
"práctica" de la literatura que Aitzol sostenía y debido a ello
mantuvieron diversos debates a lo largo de los años 1931-1933, el
último de ellos particularmente agrio. Lizardi, primer líder de la
sociedad Euskaltzaleak, abandonó sus cargos en Euskaltzaleak así
como la secretaria del Partido Nacionalista Vasco en Gipuzkoa, para
dedicarse más intensamente a la producción literaria. Aunque desde
1925 había ya publicado algunas poesías de calidad en la revista
Euskal Esnalea y en los periódicos Euzkadi de Bilbo y El Día, dio a
conocer la mejor de su producción en el contexto de los certámenes
literarios organizados por Euskaltzaleak en sus ediciones de 1930 y
1931 año en el que obtuvo el primer premio: la preciada rama de
roble de plata con la que se galardonaba al ganador. Lizardi era
gerente de una pequeña empresa tolosarra y viajaba con frecuencia
por España y Francia. Su formación en Comercio y Leyes asi como su
profesión, le acreditaron una visión realista de los mecanismos
necesarios para la revitalización cultural y la supervivencia de la
lengua vasca, objetivos con los que estaba íntimamente
comprometido, como atestiguan los numerosos artículos que dedicó a
la labor de promoción de las actividades de Euskaltzaleak. Su afición
literaria le llevó a apreciar la literatura española clásica y
contemporánea, los textos de los autores latinos y griegos, así como
los autores vascos que fueron accesibles a principios de siglo gracias
a las ediciones de Julio Urkijo en RIEV. Sus primeros trabajos
(publicados entre 1916-19) están influidos por el romanticismo
dominante en la lírica vasca de principios de siglo y sus textos traen
numerosos ecos de la narrativa legendarista tan en boga a finales de
siglo. Sin embargo, a partir de 1925 comenzó a publicar
esporádicamente poemas que ya firmaba con el seudónimo de Xabier
Lizardi por el que será conocido. Sus poemas se caracterizan ya por
seguir los dictados de la preceptiva de Sabino Arana publicada en
1896 y por la creación de estrofas métricas nuevas, breves y ligeras,
de factura modernista.
La escritura de Lizardi comienza a ser fácilmente identificable por un
estilo y un lenguaje literario inconfundibles a partir de 1927 en que
una nueva estética conceptista y estilizada busca incesantemente la
fuerza expresiva del lenguaje. Renuncia al adorno, poda y lima
incesantemente los elementos que recuerden al romanticismo
sentimentalista que consideraba obsoleto y anticuado. Aunque
pudiera discutirse si la poesía de Lizardi es "moderna" en un sentido
integral del término, no cabe duda de que él lo pretendió
denodadamente. Deseaba iniciar una vanguardia renovadora que
cambiara radicalmente el leguaje poético y lo convirtiera en
expresivo, atractivo y, a la vez, sólido y bien acabado, a lo que
contribuye la adopción de las leyes metricas de Sabino Arana sin
hacer apenas uso de las licencias permitidas por aquellas. Buscaba
una perfección formal e intelectual en cada poema, una expresión
exacta del sentimiento en equilibrio con el pensamiento, aspectos de
una poética que proponía a los demás en sus comentarios críticos.
Quiso proponer un nuevo canon de belleza a la estética vasca y su
genialidad le permitió establecer un molde perdurable.
Tanto por el dominio del ritmo que se expresa a través de la
extraordinaria musicalidad de sus versos, como por la profundidad
humana de los poemas que seleccionó para su libro Biotz begietan
(1932), la historiografía ofrece unánimemente una valoración muy
elevada de la obra literaria de Lizardi. Ya entre los años 1933-36 se
publicaron diversos trabajos de Aitzol, Orixe, Jautarkol y Lauaxeta que
trascienden en sus valoraciones la elegía por su temprana muerte, y
perciben con gran lucidez tanto la perfección de su poesía, como la
profunda renovación que supone dentro de la lírica vasca. Lo que
unos calificaron de obra vanguardista (Aitzol) y otros de clásica
(Lauaxeta), es fruto del equilibrio de la elaboración de una poética
que ha depurado en privado el exceso de romanticismo y
sentimentalismo y ha rehuido el intelectualismo de las corrientes
poéticas contemporáneas influidas por la poesía pura. Lizardi osó
transgredir la norma literaria de su tiempo y supo crear un lenguaje
elaborado y de características conceptistas, nuevo, difícil pero
atractivo. Se arriesga a acuñar un código ajustado a su estilo,
valiéndose de los recursos que le ofrece el lenguaje, tanto el común
como el más elaborado literariamente por los clásicos y los escritores
contemporáneos de los dialectos orientales (Orixe, Larreko,
Manezaundi, Oxobi, J. Etxepare). Lizardi fuerza el orden sintáctico,
aprovecha al máximo la estructura de la derivación y la composición
léxica para obtener un instrumento flexible y manejable. En la misma
línea, se vale frecuentemente de la elipsis, el hipérbato y el
encabalgamiento, para crear un lenguaje que recuerda al de las
sentencias recogidas por Garibai y a la elegancia de la expresión de
Axular, o a los arriesgados hipérbato de Etxeberri de Ziburu, algunos
de los cuales aplica sin complejos en sus poesías "Asaba zaarren
baratza" o "Agur!". Lizardi pretende liderar una vanguardia literaria.
Aunque no puede utilizarse el término en un sentido histórico
aplicándole las características de las vanguardias de entreguerras
(surrealismo, ultraísmo...) la ruptura con el modelo de la poesía
romántica y el lenguaje elaborado por aquel se produce gracias a
Lizardi, así como la creación de una poesía lírica alejada de la
tradición bertsolarística y de sus características métricas, sintácticas
y expresivas. Ambas revoluciones le convierten en el renovador de la
lírica vasca. Elabora Lizardi una poética y una expresión poética tan
particular que es difícil adscribirlo a una corriente literaria
determinada, pero esta es una característica que también puede
aplicarse, aunque en menor medida a los otros olerkariak, ya que la
singularidad del contexto en que surgió su obra fue creada, una
época llena de esperanzas, proyectos y experimentos arriesgados,
hace que la opción poética que adoptaron cada uno de ellos
presenten características únicas.
En concreto, Lizardi supo crear un universo literario personal en el
que ocupan un apartado de gran importancia los poemas dedicados a
la naturaleza y a la observación de sus ciclos, el auténtico misterio de
la vida en el que halla consuelo a una realidad que comienza a
percibir como absurda y sin sentido. Los poemas del amor y de la
naturaleza están íntimamente unidos en Lizardi que recrea un
imaginario amatorio consolidado en la influencia petrarquista de los
poetas castellanos como Gutiérrez Cetina, autor al que menciona en
sus textos. Por otra parte, un grupo de poemas se refieren
simbólicamente al idioma y a la patria y representa dramáticamente
leyendas o vivencias personales que representan la salvación y la
redención del triste destino de los mismos. Lizardi encarna en ellos su
visión personal del Renacimiento Vasco que aparece particularmente
cristalizada en "Eusko Bidaztiarena" (Canción del viajero vasco).
Anhelaba despertar el alma vasca, darle vida y ayudarle a volar
renovada y disfrutar del conocimiento y la belleza del mundo sin
tener que abandonar para ello su propia identidad. Asimismo cabe
señalar un tercer grupo de poemas que encaran el sentimiento de la
pérdida de los seres amados y de la muerte. Lizardi encara el tema
con la ayuda del sentimiento religioso que le ayuda a aceptar y
sublimar el dolor y la inexorabilidad de la muerte.
En el artículo "El poeta" (1930) Lizardi acuña su propia poética: el
poeta posee una visión especial que le permite adoptar un prisma
sublimador de los elementos de la realidad y exponerlos de forma
sorprendente. La mirada de Lizardi se concreta en las primeras líneas
de su libro Biotz-begietan: "Me habéis nacido en el corazón y en los
ojos: algunas mas adentro; otros mas en la niña de los ojos... Y es
quien puede recoger flores de poesía sin corazón y sin ojos". La
renovación poética de Lizardi procede de una visión personal
individualizada, una simbolización renovadora de los temas del amor,
la patria, la lengua. Las ideas poéticas de Lizardi están imbuidas del
deseo de la modernidad pero la ruptura de su renovación lleva dentro
la tradición literaria vasca. Sin embargo, sus metáforas, las
comparaciones y las personificaciones colaboran en la creación de un
universo natural en el que Lizardi se recrea a modo de un mundo
mitológico subjetiva. Dicho universo está poblado por los elementos
naturales más comunes que él convierte en los personajes del drama
de la vida. Representa mediante imágenes llenas de plasticidad
escenas que se concatenan y alcanzan a sugerir los temas
fundamentales de toda la poesía: el tiempo, el amor, la muerte.
Además el poeta está implicado en todo ello, el yo poético se dirige a
la naturaleza, al lector y a sí mismo, hasta conseguir transmitir la
emoción, el sufrimiento, el sentido de sus afectos.
Aunque Lizardi encarne por la coherencia y el equilibrio de su poética
la representación más consagrada de la lírica vasca del Renacimiento
Vasco, Lauaxeta fue un poeta de gran prestigio en su tiempo y
referencia clara de la lírica de posguerra y de la de los poetas
actuales más destacados.
Estepan Urkiaga Lauaxeta (Laukiniz, 1905-1937), poeta que tuvo el
carisma de los precursores, encarnó con su obra Bide Barrijak (1931)
la cara más polémica de la renovación de la lírica vasca. Su poética se
hallaba en proceso de consolidación, puesto que publicó su primer
libro a los 26 años, sólo un año antes que el de Lizardi y la publicación
de su libro encendió una de las polémicas literarias mejor analizadas
del Renacimiento Vasco. Había estudiado para ser jesuita, pero
renunció al sacerdocio tras haber cursado sus estudios en Loyola
hasta 1928. Trabajó en Bilbo junto a Orixe en el periódico nacionalista
Euzkadi hasta el estallido de la guerra civil. Fue detenido tras el
bombardeo de Gernika y fusilado en Vitoria en 1937 a los 32 años por
sus "convicciones nacionalistas" como se hace constar en los
documentos del juicio, recientemente dados a conocer.
Lauaxeta recibió una sólida formación clásica entre los jesuitas, la
literatura griega y latina constituyen la base sobre la que reposan sus
lecturas posteriores, orientadas por cualificados profesores de
literatura como el padre jesuita J. M. Estefanía, critico y articulista que
supo trasmitir a sus alumnos y colaboradores la fascinación por la
literatura moderna europea y por las corrientes modernas de la
poesía en particular. Gracias a esta formación pudo Lauaxeta acceder
sin complejos de diletante a las obras de la lírica clásica y moderna,
animado por una sincera admiración que le llevó a intentar
transportar la belleza que en ellos vislumbraba a los poemas en
euskara. De hecho su objetivo era el de renovar la lírica vasca
mediante la recreación de los modelos literarios que más le
inspiraban, y junto al afán estético, Lauaxeta albergaba el firme
propósito de trabajar el idioma vasco, dotarlo de flexibilidad y
capacidad expresiva para alcanzar la materialización poética de la
belleza que intuía en sus textos más admirados.
Lauaxeta tituló su primer libro con el sugerente nombre de Bide
barrijak [Nuevos rumbos] y lo publicó en 1931 tras haber ganado el
premio del primer certamen literario del Primer Día de la Poesía,
celebrado en Errenteria. Su poema Maitale kutuna [La amada] fue
saludado por Aitzol como el heraldo de la nueva poesía vasca, y lo
comentó elogiosamente en la primera publicación que Euskaltzaleak
preparó con los mejores poemas presentados. También el primer libro
de Lauaxeta lleva una introducción de Aitzol que relaciona su obra
con la poesía pura. Sin embargo, las ácidas críticas que el libro de
Lauaxeta recibió de diversos sectores que predicaban una lírica más
fácil y popular, fueron alineando a los renovadores como Lauaxeta y
Lizardi en una posición incomoda, sin el apoyo de algunas de las
plumas más influyentes de los medios escritos. Solamente contaron
con el apoyo de Orixe que, aún sustentando una poética diferente de
la de Lauaxeta y Lizardi, percibió rápidamente la pertinencia de la
labor renovadora y la calidad de sus producciones.
Precisamente la calidad lírica de este primer libro fue objeto de
diatriba por la dificultad de su lenguaje, pero también por las
características modernas que el propio Orixe criticó abiertamente. En
opinión de Lauaxeta no existe un clasicismo que sea eternamente
válido, cada autor debe buscar el equilibrio clásico que se adapta a su
época y en su caso su mirada se orienta a la literatura europea
contemporánea y en particular hacia la poesía francesa. Lizardi
también le pide un mejor control de cierto sentimentalismo que
planea por sus textos, rescoldo de un romanticismo que lo
emparienta con los textos de Jautarkol, Sagarzazu, Arrese, etc. La
subjetividad y el idealismo que transmiten algunos de los mejores
textos del libro ("Maitale kutuna", "Itxasora", "Artxanda ganian",
"Itzarrik", "Jaungoitija", "Ezilkortasuna"...) es valorado positivamente
como "poesía del intelecto" en palabras de Lizardi, aunque también le
advierte contra la excesiva frialdad de los mismos. En suma el libro
refleja las lecturas del joven Lauaxeta: si el nuevo ropaje de su poesía
es notorio, también lo son las fuentes literarias de las que ha bebido.
El autor no se esfuerza en negarlo, los poetas románticos (Keats,
Heine, Baudelaire) y algunos simbolistas (Verlaine, Rimbaud,
Maeterlink) fueron parte de sus lecturas juveniles, pero se afanó en
conjugar el rígido medio de expresión que le imponía la corriente de
purismo lingüístico sabiniano imperante en su entorno, con una
sensibilidad que buscaba expresar la belleza, el sentimiento y la
percepción de un poeta moderno. Aún cuando sus convicciones
religiosas, muy conservadoras, parecieran contrastar con el prototipo
simbolista al uso, la influencia del simbolismo sobre su primera obra
es notable, contribuye a la renovación de las metáforas que utiliza, le
aporta el interés por los elementos rítmicos del poema, la
manifestación de sensaciones, los estados de conciencia y la reflexión
que se manifiestan en todo su esplendor en el poema "Itxasora",
dedicado al renacimiento vasco y en el que manifiesta un vehemente
credo personal.
Su segundo libro, publicado en 1935 y titulado Arrats Beran, es
considerada su mejor obra. En ella Lauaxeta atempera su
sentimentalismo e incorpora nuevos elementos estilísticos
procedentes de la lírica popular vasca, en concreto del romancero y la
copla antigua. Jon Kortazar (1986) desarrolla en su tesis la relación
que existió entre Arrats beran y la admiración que produjo en él autor
la obra Romancero gitano (1928) de Federico García Lorca, libro de
gran repercusión en aquellos años. Ello vino a apoyar la orientación
marcada por Aitzol a los poetas a partir de 1932 para que prestasen
atención a las características de la tradición lírica vasca que en aquel
periodo empezó a estudiarse muy detenidamente. En el libro se
recogen algunos de los textos de Lauaxeta que más populares se han
hecho a través de las diferentes versiones cantadas. De hecho los
textos de Arrats Beran tienen frecuentemente cualidades métricas y
rítmicas cercanas a la canción o a la balada de la que toma muchos
de sus recursos: la elipsis narrativa, la repetición de sintagmas
nominales con efecto rítmico, los ritornelos, los elementos decorativos
(din-dan balendan), la estrofa breve...
Los temas de Arrats beran responden a sus convicciones nacionalistas
("Amayur gaztelu balaza", "Mendigoixaliarena"), a sus creencias
religiosas ("Goxaldeko otoya", "Mayatzeko gurutza", "Ziñeste-
bakuarena") y al tema del amor rechazado ("Artzain baten
erijotzena"). Todos ellos habían aflorado ya en Bide Barrijak y vuelven
a estar presentes en este libro con un tratamiento menos sentimental
y más elegante. Sin embargo, predominan en él libro elementos,
temas y protagonistas de nuevo cuño en su poesía: historias de
piratas, jinetes, caballeros, moros y esposas compradas, molineros
taimados y marinos arriesgados. Son protagonistas de los poemas
narrativos o romances antiguos que Lauaxeta remeda con una
metaforización moderna, transformada por el simbolismo. El sabor
popular que predomina en el libro se acrecienta por la presencia de
poemas joviales y anacreónticos dedicados a temas tan populares
como el vino, la muchachada, la ronda... Pero también se encuentran
divertimentos literarios como el poema dedicado a Narciso ("Narkis"),
a Cupido ("Begijen omenez"), la esquiva marquesa a la que ofrece el
jarrón de Sevres ("Sevresko murkua"), o el poema que justamente
titulo "Jostaluba" (divertimento) de corte notoriamente simbolista.
Junto a los olerkariak más reconocidos merecen especial mención
Loramendi y también Orixe, el único que sobrevivió a la década de
1930.
Juan Arana Ezpeleta Loramendi (Bedoña, 1907-1933) el más joven
de los olerkariak, perteneció a la orden de los capuchinos y comenzó
a dar a conocer sus poesías a partir de 1927 en la publicación Zeruko
Argia. Ganó la mención especial del Día de la Poesía Vasca de Tolosa
en 1931 en que resultó ganador Lizardi, y fue el ganador de la
siguiente edición en Hernani con su poesía "Barruntza-leioan". Poeta
de fina sensibilidad, presenta características comunes a los poetas
antes mencionados, aunque por la brevedad de su obra no alcanzó a
desarrollar una poética personal bien definida. Comparte con
Lauaxeta y Lizardi una estética simbolista que da primacía a la
musicalidad del verso y a la riqueza de imágenes metafóricas que
intentan superar la simbología clásica. La poesía de Loramendi es de
carácter culto, su lenguaje es purista como el de Lauaxeta, hace
frecuente uso del verbo sintético, pero se empeña fundamentalmente
en dar flexibilidad a la sintaxis y en explotar los recursos léxicos de
composición y derivación creativa, con lo que la referencia a Lizardi y
a Orixe resulta inevitable. En cuanto a su métrica, es fiel a la norma
sabiniana con lo que se refuerzan sus características cultas, aunque
marca el ritmo mediante recursos extraídos de la lírica popular, en
ocasiones, junto a las anáforas y paralelismos, hace buen uso de las
repeticiones, las onomatopeyas y otros elementos de la poesía
decorativa que dan ligereza y un encanto ingenuo a su poesía. Sus
temáticas son la naturaleza, el amor y la fe. Los poemas de tema
religioso son en realidad oraciones ascéticas. En cuanto a los poemas
de amor, Loramendi destaca especialmente en ellos por la delicadeza
de las imágenes y la armoniosa melodía de sus versos. En la breve
obra poética de Loramendi el mundo simbólico acude frecuentemente
a las fuerzas naturales y expresa una sensorialidad destacable en su
percepción, muy característica de la poesía vasca de los olerkariak.
Nicolás Ormaetxea Orixe (Orexa, 1888-Añorga 1961). Es un autor
de personalísima trayectoria dentro de la literatura vasca del siglo XX.
Poeta y prosista reconocido en la preguerra, en 1936 tuvo que
exiliarse y vivió en diversos países iberoamericanos hasta 1954.
Había cursado estudios para ordenarse jesuita, pero fue expulsado de
la orden en 1926, acontecimiento que truncó sus ansias sacerdotales
y constituyó un trauma que reconocía abiertamente. Dada su extensa
preparación en materias lingüísticas, fue reclutado por R. M. Azkue
para las labores que la Academia de la Lengua Vasca desarrollaba en
Bilbao desde su fundación. Fue colaborador de las páginas de la
prensa euskaldun de la época, especialmente del periódico Euzkadi
donde ejercía labores de divulgación de temas relativos a la lengua y
literatura vascas. Orixe fue uno de los principales actores del
Renacimiento Vasco y constituía una autoridad en un medio en el que
muchos de los que participaron en aquel movimiento eran más
jóvenes y menos preparados en materias lingüísticas y literarias. En el
exilio, Orixe fue colaborador en Guatemala de la revista Euzko Gogoa
y siguió ejerciendo el liderazgo lingüístico, crítico y literario que había
ostentado entre los miembros de la generación de la preguerra.
Su obra es amplia como corresponde al primer escritor en euskara
que puede decirse que alcanzó a vivir de su pluma, aunque ejerció la
docencia durante ciertos periodos de su vida. Cultivó principalmente
la poesía, género en el que se le considera una de las figuras más
relevantes del siglo junto con Lizardi y Lauaxeta. Participó en los
concursos literarios de Euskaltzaleak como concursante y como
jurado, en perpetuo desacuerdo con Aitzol, su organizador, pero
nunca obtuvo el primer premio. Sin embargo, aunque pueda parecer
paradójico, fue considerado como el poeta mejor dotado para la
elaboración del poema nacional que Aitzol soñaba que surtiría el
sortilegio de salvar la literatura vasca. A pesar de sus resistencias y
sólo ante la insistencia de unos y otros, Orixe aceptó el encargo de
crear un poema en la línea de Mireio de Frederic Mistral (obra que
había traducido en 1930) y del Kalevala de Lonrott. Dedicó tres años
al proyecto y en 1933 el poema estaba terminado, lo tituló
Euskaldunak [Los vascos]. Sin embargo, Aitzol retardó su publicación
pretextando falta de fondos. Finalmente se publicó en 1950 de la
mano de A. Labaien y, lejanos ya tanto el proyecto como el objetivo y
los modelos marcados en su creación, la acogida del público y la
crítica fueron completamente diferentes a los soñados. Se había
convertido en una obra extemporánea y fuera de contexto en la
Euskadi de posguerra.
El argumento relata una historia de amor con final feliz, en un
contexto rural bucólico tratado con ciertos tintes realistas. El objetivo
fue recrear el mundo de una parte de la cultura popular del País Vasco
en el que los aspectos folklóricos, morales, religiosos y literarios
encontraran marco adecuado. Las manifestaciones de la literatura
popular vasca tienen amplia entrada en el poema, como si en
ocasiones el argumento sólo constituyera el pretexto para engarzar
las piezas tradicionales o las nuevas creadas al viejo estilo. Todo ello
conforma una amalgama en la que se refleja una forma de vida y
unos valores en trance de desaparición ya a principios de siglo. La
anacronía y la parcialidad del reflejo de la vida vasca en Euskaldunak
ha sido uno de los aspectos más criticados del libro, como síntoma de
una ideología conservadora con la que no comulgaban las nuevas
generaciones. Además Orixe había escogido para la creación de sus
versos un canon muy peculiar: buscaba un modo de expresión
literaria, popular y genuina en cuanto a la pureza del lenguaje, pero
literariamente concisa y rotunda. El laconismo de la frase de Orixe, el
sincretismo y la sobriedad de su expresión fueron características muy
admiradas en sus poemas por sus contemporáneos de preguerra,
pero se erigieron en una dificultad desmesurada para la comprensión
de la larga narración de características folklóricas y líricas que es
Euskaldunak.
Orixe escribió también algunas narraciones (Santa Kruz apaiza, 1929)
y llevó a cabo traducciones de gran importancia como El Lazarillo de
Tormes (Tormesko itsu-mutilla, 1929), el mencionado Mireia de
Frederic Mistral (Mireio, 1939) y Las Confesiones de San Agustín
(Aitorkizunak, 1950). En prosa, Orixe fue el creador de una prosa de
gran carácter y entre las obras de ensayo más destacables de Orixe,
figuran Quiton arrebarekin (1954) un ensayo escrito en forma de
diálogo ficticio de temática religiosa. Sus escritos de estética Antze
eta Eder (Euzko Gogoa entre 1951 y 1955) pueden considerarse
ensayos relativos al arte y a la belleza y ése es el tratamiento que
Paulo Iztueta, editor de las obras completas del autor (1991) da a lo
que lo califica de "poética personal del autor".
Orixe fue un escritor que atendió poco a los modelos de la tradición
literaria vasca a pesar de que era un buen conocedor de los mismos,
como atestigua el ensayo que dedicó a la literatura vasca en Euskal
literaturaren atze edo edesti laburra (1922) [Breve revisión de la
literatura vasca]. En cambio desarrolla un universo poético según los
modelos de los clásicos latinos a los que admiraba profundamente.
Los textos de Orixe son la muestra más extrema del espíritu purista
que reinó entre los escritores de la primera mitad del siglo XX,
aplicado en su caso, tanto al aspecto léxico, como a la estructura
morfosintáctica del idioma, en su obsesiva búsqueda de la mejor
veta, la más originaria y propia de la lengua vasca. Poseía, un dominio
del idioma que K. Mitxelena juzgaba superior al de cualquier
contemporáneo, y una pluma muy personal y creativa, muy admirada
en toda la posguerra.
La poesía de Orixe presenta características cultas, se aleja de la
bertsolarística y también de la sencilla poesía romántica de principios
de siglo. Su lenguaje esta dirigido preferentemente al oído, atiende a
la musicalidad del verso y busca la expresión de los conceptos
abstractos a través de un lenguaje conceptista y elíptico de corte
"horaciano". Los sintagmas en aposición son frecuentes, la
adjetivación es parca. El ritmo del verso se caracteriza por la
utilización de correlaciones, antitesis y sintagmas nominales y
verbales geminados. Además, para romper la monotonía, la sintaxis
tiende al hipérbato y al encabalgamiento en los versos. Luis Mari
Mujika señala como fuentes de la poesía religiosa de Orixe, tanto los
clásicos latinos (Horacio y Virgilio), como los textos bíblicos de los
Salmos y el Cantar de los Cantares y, especialmente los místicos
españoles (Fray Luis, San Juan de la Cruz y Santa Teresa). La
simbología clásica de Horacio y Virgilio así como de los místicos
españoles se refleja en su preferencia por los ambientes apartados y
silenciosos, los huertos y los jardines, con la música tranquila de la
fuente, las hojas, el aire o los pájaros. También se hace presente a
veces un paisaje rural bucólico y quieto que propicia el recogimiento.
Las sensaciones auditivas predominan en abundancia sobre todas las
demás y las sensaciones táctiles o visuales, tan abundantes en la
mística del Renacimiento, pasan a un segundo plano en su
percepción. La mística de Orixe se complace en el silencio, el
descanso, el abandono de si mismo, el olvido, en la percepción de "un
no se qué" muy propio de la mística de Fray Luis. Orixe desea una
comunión con la totalidad de la creación, mecerse dentro de un seno
acogedor y desaparecer dentro de él.
El clasicismo es la tendencia dominante en la obra de Orixe, aunque a
lo largo de su itinerario destacan particularmente los poemas del
periodo entre 1930 y 1955, época en que contacta con los olerkariak
y escribe memorables poemas como los dedicados a Lizardi: "Lizardi
gurean" [Lizardi en casa], "Beti lagun" [Amigo siempre], "Gure zizak"
[Nuestras setas]. La expresión de los afectos resulta sobrecogedora
en Orixe, la desnudez de su expresión, nada artificiosa, el vacío
afectivo que descarnadamente declara, solamente hallan eco en la fe
religiosa o en los versos dedicados al amigo. Su singular capacidad de
declarar su verdad sin ambages y describir de forma descarnada
aspectos de su pensamiento y experiencia sin asomo de pudor,
convierte algunos de sus poemas en obras maestras.
3. DESOLACIÓN Y POSGUERRA (1937-1963)
El tono y la intensidad de los autores de preguerra que se abrían al
futuro con expectativas positivas y esperanzadoras, contrasta con la
reducción a los temas esenciales que se produce tras la contienda, y
hacen mirar con nostalgia la ilusión renacentista, el ímpetu, el humor
y la ironía del tratamiento de los temas, la variedad de los mismos, la
frescura en los planteamientos. En efecto, los autores de poesía entre
1942-1963, acusan los efectos de la situación que viven la lengua y la
cultura vascas y sus temas se arremolinan constantemente en torno a
su futuro, las dificultades en que ambos viven. El clima poético
denota angustia y pesimismo, aunque también una denodada
resistencia a abandonarse. El tono reflexivo y nostálgico predomina,
hasta adquiere marcados tintes dramáticos en algunos autores. Por
todo ello, la lírica de posguerra se expresa en lo literario de forma
doliente y muy comprometida en todos los sentidos.
Aunque Orixe padeció en su propia carne la penuria del exilio y el
terrible abatimiento de la sociedad euskaldun en la posguerra, en
cierto modo permaneció aferrado a su mundo y acusó menos que
otros en su obra las consecuencias desoladoras de la derrota en el
País Vasco. No así los autores que a continuación vamos a mencionar
y que sin duda son fiel reflejo de las circunstancias que les tocó vivir.
Los primeros autores en publicar en la posguerra fueron los escritores
del exilio Telesforo Monzón y Jokin Zaitegi; en el interior, destacaron
Salbatore Mitxelena, Nemesio Etxaniz, Juan San Martin "Otsalar" y J. I.
Goikoetxea "Gaztelu" entre los del Norte, J. Diharce "Iratzeder" y M.
Erdozaintzi-Etxart. Además, en dicho contexto, surge en París la
heterodoxa figura literaria de Jon Mirande, de la mano de A.
Ibiñagabeitia. Asimismo es preciso destacar que, salvo Monzón,
Otsalar y Mirande, en la lírica de posguerra constituyen mayoría los
autores pertenecientes a diversas órdenes religiosas que supieron
mantener la débil llama de la poesía vasca en un periodo de represión
y, como consecuencia natural de ello, la temática y el punto de vista
religiosos tienen amplia presencia.
Telesforo Monzón (Bergara, 1904-Donibane Lohitzun 1981),
abogado y ministro de la gobernación del primer Gobierno Vasco
durante la Guerra Civil, publicó en su destierro mexicano un
nostálgico libro de poemas titulado Urrundik. Bake-ori (1945) [En la
lejanía. La paz], el primer libro publicado en euskara en la posguerra.
Dos años más tarde publicó en Laburdi el libro Gudarien eginak
(1947) [Actos de los gudaris]. El primero desarrolla de forma lírica la
nostalgia de su infancia en un bucólico País Vasco con tintes algo
costumbristas, en cambio el segundo relata de forma épica los
acontecimientos de la guerra. La crítica ha señalado unánimemente la
falta de impulso lírico y de sentimiento íntimo en sus obras; a pesar
de su innegable nostalgia de exiliado, Monzón no consigue imprimir a
sus poemas la experiencia íntima del tiempo vivido, por más
dramático que es plausible pensar que fue.
Jokin Zaitegi (Arrasate, 1906-Donostia 1978) Aunque fue el poeta
galardonado en el Día de la Poesía Vasca de 1934 organizado por
Euskaltzaleak y publicó dos libros de poemas (Goldaketan 1946,
Berriro ere goldaketan 1962), su presencia en las letras vascas está
fundamentalmente justificada por su tesonera labor en la revista
Euzko-Gogoa (1950-59), calificada por K. Izagirre como "el espacio de
mayor libertad que ha conocido la literatura vasca", por la acogida
que en sus páginas encontraron autores tan dispares como Orixe,
Juan San Martin o Jon Mirande. Se publicó en Guatemala y Donibane
Lohitzun y sirvió de vía de expresión a la poesía moderna de aquellos
años hasta la eclosión de publicaciones que se produjo en el País
Vasco sur en la década de los 60 y 70. En cuanto a su obra poética de
posguerra gira en torno a la nostalgia de la patria perdida y
derrotada, pero la crítica ha señalado la escasa originalidad de su
poesía y la presencia de prosaísmos y tópicos que desdicen del tono
inspirado, elegante y renovador que intenta imprimir a sus obras.
Asimismo no puede dejar de mencionarse junto a Zaitegi a Andima
Ibiñagabeitia (Elantxobe 1906-1967) ya que a la labor conjunta de
ambos corresponde el mérito de haber sostenido el puente de unión
de la literatura vasca anterior y posterior a la guerra.
Salbatore Mitxelena (Zarautz 1919-Suiza 1965), fraile franciscano
que vivió en Aranzazu, y tras la expulsión por las autoridades
franquistas, viajó a Cuba y Suiza, es autor de Arantzazu, euskal-
sinismenaren poema (1949) [Aranzazu, poema de la fe vasca] el
primer libro escrito dentro del País Vasco en la posguerra, así como de
otras obras tituladas Ama-semeak Arantzazuko kondairan (1951)
[Madre e hijo en la historia de Aranzazu], Ogei kanta Arantzazuko
(1952) [Veinte cantos de Aranzazu] y Arraun ta amets (1955) [Remo y
canto], que posteriormente fueron recopiladas es Idazlan guztiak
(1977) [Obras completas]. Mitxelena fue el autor más destacado del
momento, expresión descarnada de la agonía del pueblo vasco
sumido en la tristeza y desesperanza de la posguerra. La poesía de
Mitxelena es testigo de una tensión permanente entre la esperanza
que le demanda su fe religiosa y el dolor del pueblo que se expresa a
través de los símbolos religiosos de la penitencia, el calvario y la cruz.
La pasión de Cristo y el pueblo vasco sacrificado en la guerra civil se
identifican y sirven para expresar el sufrimiento de los derrotados
pero también la crisis del cristiano que se encuentra en la encrucijada
de acatar las órdenes de una Iglesia posicionada a favor de los
represores. Mitxelena fue un profundo admirador de los olerkariak
Lizardi y Orixe, y como ellos amaba la frase concisa, breve, llena de
fuerza expresiva. Sin embargo no era un estilista, su estilo se nutre
más de las imágenes de los cantos religiosos y su técnica de la
tradición oral de los bertsolaris. Mitxelena es, además, el precursor de
los temas de la primera poesía de Gandiaga, aunque este último le
superará rápidamente en elaboración y creación simbólica.
Otros autores de la posguerra interior como Nemesio Etxaniz
(Azkoitia, 1899-1982) y Juan San Martín Otsalar (Eibar, 1922-
Hondarribia 2005) son poetas que publicaron en diversas revistas en
las décadas de los cincuenta y sesenta y cuya obra ha permanecido
dispersa hasta la antología de Poesía kaierak (2000) [Cuadernos de
poesía] del primero, y la recopilación Aberri min (1954-77) (EHU,
1998) [Dolor de la patria] del segundo. La obra de Etxaniz es la viva
expresión del conflicto de un religioso en un mundo en proceso de
secularización y la renuncia al amor humano. La poesía de Otsalar es,
a su vez, testigo de su tiempo y la preocupación existencial, religiosa
y nacional tiene presencia en su poesía, que resulta sin embargo
menos atormentada que la del primero. Junto a ellos el religioso
capuchino J. Ignacio Goikoetxea Gaztelu (Gaztelu, 1908-1983),
escritor de mentalidad progresista como los dos anteriores, que
publicó, entre otros, los poemarios Bizitzaren erroetan [En las raíces
de la vida] y Gauean oihu [Grito en la noche] (1972). Como en la de
Mitxelena, San Martín y Etxaniz, en su poesía están muy presentes los
temas del sufrimiento humano y la preocupación por el futuro del
pueblo vasco. Escribió también Musika Ixilla (1963) [Música
silenciosa], libro de traducciones de poesía mística castellana, en el
que se dedican unos apartados a la métrica vasca. Gaztelu fue
receptivo a la poesía culta de los olerkariak, especialmente de Orixe,
aunque también leía a poetas como P. Withman, L. Aragon, Eluard...
de los cuales adopta una visión renovada de la naturaleza y el amor.
En el Norte destaca la figura del fraile benedictino Jean Diharce
Xabier Iratzeder (Donibane Lohizune, 1920), autor de diversas
colecciones de poemas entre las que cabe destacar Pindar eta lanho
(1954) [Destello y niebla], Zeru-menditik (1959) [Desde el monte
celestial], Argiz argi (1969) [Entre luces] o Uhaineri nausi (1972)
[Señor de las olas]. La poesía de Iratzeder toma como fuente la rica
tradición de canción lírica de su país. La publicación de sus primeros
poemas da fiel testimonio de la desolación de la posguerra de 1936.
Conoció de cerca a los exiliados vascos y fue testigo de su sufrimiento
e inevitablemente dedicó sus primeros poemas a la desgracia
colectiva de su pueblo, a cuyo dolor compartido vino a añadirse la
muerte de su hermano en la guerra contra los nazis. La nostalgia de
los afectos y las ilusiones perdidas son el tema de la poesía de
Iratzeder, junto con el sentimiento religioso. Iratzeder colaboró con el
padre Lertxundi en la confección del libro de cánticos eclesiásticos de
los que se ha convertido en maestro y constituye su aportación más
sólida. Iratzeder expresa sus sentimientos a través de cánticos que se
han creado dentro de una tradición popular bien definida y que se
caracteriza por la dulzura del lenguaje, la parquedad de imágenes, la
emotividad y especialmente la musicalidad. Junto a él, Manex
Erdozaintzi-Etxart (Ibarla, 1934-1984), fraile franciscano,
representa la personalidad del País vasco-francés que fue más activa
en la posguerra a favor de los derechos culturales, sociales y políticos.
Autor de numerosos artículos y de una novela, su obra poética es
manifestación de una personalidad que siente en propia carne la
urgencia, la angustia de una cultura en regresión y lo expresa
mediante un lenguaje claro, emotivo y directo. Algunos títulos
significativos son Hinki hanka (1978) Herri honen erraietan (1985)
Bizitza pilpirak. Nafarroari poema irekia (1994).
De signo totalmente diferente son las características de la poesía del
suletino Jon Mirande (Paris, 1925-1972) contemporaneo de los dos
poetas antes mencionados. Hombre de amplia cultura y formación
autodidacta muy heterogénea, la obra literaria de Mirande incorpora
la poesía vasca a la poesía moderna europea a través de un
esteticismo de características simbolistas, deudor del poeta francés
Charles Baudelaire y del norteamericano E. A. Poe. Su ideario,
reaccionario en sus líneas generales, se caracteriza por la adopción
de las teorías de Nietzsche y Spengler acerca de la influencia de la
mentalidad judeo-cristiana demócrata, debilitadora y represiva de la
verdadera naturaleza humana. Por ello abrazó la causa del
superhombre de Nietzsche y rechazó totalmente la moral cristiana y
las convicciones democráticas, al tiempo que mantuvo
planteamientos racistas y nacionalsocialistas. Dichos planteamientos
expresados en artículos, poemas y narraciones, provocaron el rechazo
de la gran mayoría de los demás creadores y promotores de la
literatura vasca, lo cual acabó por aislarlo. La obra de Mirande huye a
los márgenes (la prostitución, el alcohol, el sexo pedofílico y
homosexual...) y a la utopía. Así, el pasado medieval, el paganismo,
las culturas celtas precristianas y las religiones esotéricas le
interesaron particularmente. En estos últimos aspectos, Mirande es
deudor del escritor Federico Krutwig (Getxo, 1921-1998) cuya
producción poética, muy breve (1948-1952), destaca notablemente
por el modelo lingüístico cultista que audazmente plantea en sus
textos, basado en el labortano clásico, así como por sus temas que
dan cauce a un nihilismo radical y a la orientación budista.
Mirande cultivó diversos géneros en diferentes épocas de su vida: la
poesía y el cuento en su juventud y el ensayo y la novela en su
madurez. Sin embargo, su impronta la encontramos entre los
escritores que han dedicado algunos de sus ensayos a Mirande, tales
como Sarrionandia, Gil Bera o Juaristi. La poesía de Mirande se dio a
conocer a través de las revistas Egan, Euzko Gogoa e Igela y entre
1950 y 1952 ideó publicar un tomo recopilatorio titulado Ihun-Argi,
pero nunca materializó el proyecto. Tras su muerte se han elaborado
diferentes ediciones de su obra, Orhoituz (1976) [Recordar] a cargo
de A. Eguzkitza, Ene jainko eidol zaharra, lur! (1984) [Tierra, mi
antiguo ídolo] a cargo de X. Olarra, Poemak (1950-1966) (1984)
[Poemas] de la mano de Tx. Larrea y la última, bilingüe, titulada
Ilhun-Argiak. Claroscuros (EHU, 1993) de la mano de I. Aldekoa y E.
Gil Bera.
Mirande instaura una de las líneas más destacadas de la renovación
poética de la posguerra en la literatura, la que procede del
simbolismo europeo. Es definitivamente un esteta que escribe para
una minoría selecta. Su obra es breve y algo inconexa, y se data entre
el periodo 1950-55. Aporta una renovación temática evidente, que
irrumpe estrepitosamente en un ambiente de gran ortodoxia
ideológica, con la sola excepción de Krutwig. Tal vez Mirande quiso ser
precisamente esto: anticonvencional como sugirió Xabier Lete
(Zeruko Argia, 1976, 23, 30.) porque soñaba con la fantasía de no
estar atado a ninguna norma, anhelaba la felicidad libre y sin normas
éticas o morales. En lo ideológico, cabe pensar que la impotencia,
humillación y represión que destila el ambiente de la posguerra
vasca, hace surgir en Mirande una especie de "delirio de grandeza",
una rebeldía romántica que le llevó a rechazar el conformismo y la
resignación de los vascos de su tiempo y a cantar a los caballeros de
una nueva raza que liberarían la patria mediante la violencia. El tema
de la muerte viene unido frecuentemente a la violencia y al humor
negro en las obras de Mirande. Un oscuro nihilismo se asoma a sus
versos. La poética de J. Mirande es en sus inicios cercana al
romanticismo alemán de Heine, sus temas, el amor eterno y el
engaño, el desenlace mortal de toda felicidad. Asimismo ataca con
furia el ideal nacionalista vasco y su sólido cristianismo, poniendo de
manifiesto su inoperancia, también se revolverá contra la muerte y la
esperanza de un sentido para la existencia humana. También en el
tema del sensualismo erótico en Mirande está muy presente la
influencia de Baudelaire, Mallarmé, Verlaine y Rimbaud.
La crítica destaca la renovación formal de la poesía de J. Mirande, su
nuevo lenguaje, la ruptura de los moldes clásicos de la poesía vasca a
la búsqueda de una belleza total basada en la musicalidad y el ritmo
de las baladas cultas que cultivó. Su estética es radicalmente
exigente, y su mundo de imágenes, metáforas y comparaciones crea
un halo de belleza magnética en torno a sus poemas. Hábil
aparejador de juegos conceptuales, paradojas, homonimias y
paralelismos, logra un efecto de ritmo que conjuga perfectamente
con la selección de estrofas, cuya métrica es muy elaborada. Algunos
poemas son cantables y más simples, pero la mayoría plantean un
sutil juego de ritmos y rimas que dan cuenta de una destreza que se
explaya especialmente en las baladas cultas. Algunos de los mejores
ensayos de J. Sarrionandia están dedicados a Mirande, en concreto en
su libro Ni ez naiz hemengoa incluye "Malenkonia eta Jon Mirande"
(174-178.) donde desarrolla la sugerencias de Tx. Peillen en torno al
grabado de Albert Dürer titulado "Melancolía" y su relación con la
poética de Mirande. Sarrionandia sitúa la poesía de Mirande en un
romanticismo intelectual cercano al de sus modelos Poe y Baudelaire,
una poesía que da primacía a la inteligencia, al cálculo y al método,
pero que deja libre su imaginación para expresar lo visionario y lo
misterioso. En opinión de Sarrionandia, Mirande se rebela en contra
del moralismo y del didactismo. En su poética el objetivo de la poesía
no es la verdad, sino la belleza. Su poesía no es interpretación de la
realidad, sino su huida de ella, su rebelión en contra de ella, una
reacción ante ella.
El simbolismo baudeleriano en la forma y contenidos que desarrollara
Mirande no tuvo correlatos en su tiempo dentro de la poesía vasca,
aunque sí dejó cierta estela en los planteamientos nietzscheanos del
Aresti del primer periodo. La tendencia se encarnará con fuerza en la
poesía de Mikel Lasa (Getaria 1938) autor de un poemario titulado
Poema bilduma (1971), pero cuyos poemas eran ya conocidos en
diversas publicaciones desde principios de los sesenta. Su obra
recopilada en el libro Memory Dump (1960-1990) y publicada en
1993, se nutre de la poesía francesa de principios de siglo, entre el
spleen baudeleriano y la poesía de Rimbaud. Ofrece el paisaje
desolado, vacío y desgarrado de una conciencia intensamente
humana que ya no puede acudir a ningún ideal para huir de la
realidad y de la soledad. En su poesía Lasa deja atrás el romanticismo
que se acerca a la naturaleza en busca de un reflejo: sus poemas
están situados en paisajes desolados de marinas, playas, lluvia y
salas vacías. Su poesía se vuelve conceptual y metafísica, la
percepción de la realidad está lastrada por la melancolía y la tristeza,
por la ausencia de sentido, una visión, en resumen, netamente
influenciada por el nihilismo.
4.- POESIA SOCIAL Y LOS SIMBOLISMOS RENOVADOS:
INTIMISMO Y LÍRICA POPULAR. (1964-1978)
Gabriel Aresti (Gasteiz, 1933-Bilbo 1975) es, en opinión de Aldekoa
(2004), el poeta más importante de la segunda mitad del siglo XX y
uno de los pocos autores verdaderamente relevantes de los últimos
cien años. Aresti fue una figura muy controvertida y no cabe duda de
que la influencia de su obra Harri eta Herri (1964) fue determinante
para la mayoría de los autores contemporáneos, a pesar de que la
valoración crítica se orientó posteriormente hacia obras previas como
Maldan behera. Su biografía estuvo muy ligada a la ciudad de Bilbo, y
la realidad urbana invadió la poesía vasca a través de sus versos. Era
euskaldunberri y también un abertzale, demócrata y cristiano al uso
en su juventud. Publicó sus primeros trabajos en Euzko Gogoa (1954-
56) y Egan (1956- ) y en torno a 1959-60 elaboró dos largos poemas
de distinto signo, ambos indicativos de su ruptura con la visión del
mundo del nacionalismo tradicional que tan furibundamente había
atacado Mirande.
Publicó su primera obra importante en 1959, el poema Bizkaitarra,
formado por tres largas series de versos escritos según los usos
métricos de los bertsolaris. Se refleja palmariamente en el poema la
lectura de Gabonetako ikuskizuna [Acto para la Nochebuena], obra
teatral de siglo XVIII cuyas características comentó en la revista
Euskera en 1959, dando cuenta de su admiración por las capacidades
expresivas de la literatura popular. Elaboró simultáneamente un
ambicioso poema simbólico titulado Maldan behera que fue acreedor
al premio Loramendi, otorgado por Euskaltzaindia (1959), y que fue
publicado en 1960. Aldekoa señala que entre las lecturas preferentes
de Aresti en torno a los años 54-59 se encuentran los poetas
simbolistas anglosajones como T. S. Eliot, y los poetas de la
generación del 27, especialmente Pedro Salinas, y la influencia de
dichas lecturas parece clave a la hora de interpretar la obra.
Aresti había entrado en contacto de forma dolorosa con la realidad
social de la industrialización salvaje, la pobreza y la explotación
obrera en torno a 1958 y la lectura de los poetas Gabriel Celaya y
Blas de Otero le fueron acercando paulatinamente a un tipo de poesía
reivindicativa que se plasmó dos años más tarde en su obra Harri eta
Herri (1964). En efecto, la poesía social vivió una época de gran auge
entre 1955-65 pero su estimación decayó radicalmente en los años
siguientes; como consecuencia de ello, el interés crítico por sus obras
anteriores se incrementó, especialmente por Maldan behera, obra que
ha sido objeto de estudio pormenorizado por parte de Ibon Sarasola
(1976b) y Aurelia Arkotxa (1993), entre otros.
Maldan behera es un poema de características muy particulares, de
simbolismo mítico evidente y, sujeto, debido a ello, a diversas
interpretaciones. Sus características métricas son la riqueza de
estrofas de origen popular pero transformadas y renovadas por el
autor. El lenguaje es claro y expresivo, directo y dotado de gran
fuerza, en la misma línea de Bizkaitarra, pero utilizado como
expresión de un imaginario simbólico literario y filosófico de valor
universal. Aurelia Arkotxa destaca además la influencia fundamental
de las técnicas tradicionales de la poesía popular vasca, tanto de la
de los bertsolaris, como de otros subgéneros tradicionales, siempre al
servicio de un imaginario multisémico. La autora del estudio distingue
tres partes fundamentales en la obra que son observables tanto en la
morfología del poema como en la estructura semántica del mismo y
que se fundamenta en una red de significaciones formada por los
títulos y el simbolismo de los nombres que llevan indefectiblemente a
Nietzsche y Zaratrusta, a Dante, al Nuevo Testamento, a Eliot y su
The Waste Land, así como a los jalones de la mejor lírica vasca:
Lizardi, Loramendi e Iratzeder.
Todo el poema gira en torno a un protagonista, llamado Joane, que
inicia un viaje paralelo al descenso a los infiernos de Dante. El
itinerario que recorre y sus diferentes etapas constituyen el armazón
estructural del poema, además, la serie de citas, títulos, nombres de
persona y de lugar que aporta, ha conducido a una serie de lecturas
simbólicas, entre las que destaca la de Ibon Sarasola en el prólogo a
las Obras Completas (1976b) del autor. Según Sarasola "constituye
una evocación simbólica de la evolución de la especie humana, y mas
concretamente de la colectividad vasca, desde el primer hombre al
hombre urbano. En contrapunto a este tema, o mejor aún, reflejado
en él, se expone el desarrollo de la poesía vasca." Arkotxa se opone a
esta visión que considera simplificadora. En su interpretación el viaje
de Joane completa un ciclo de caída, muerte y resurrección, al mismo
tiempo que plantea una estructura mesiánica de pérdida del paraíso
inicial, destrucción de la armonía del cosmos, descenso a los
infiernos, plasmada en la explotación del hombre por el hombre, y
posterior recuperación de la armonía a través de la victoria
revolucionaria.
Aldekoa admite la estricta coherencia de la lectura de Arkotxa que
destaca el paralelismo entre la unidad formal del poema y la unidad
arquetípica de la Divina Comedia, "porque el personaje arestiano
encarna la figura de Cristo, y como testimonia Dante en su poema
alegórico, fue éste el único que descendió a los infiernos para
resucitar al tercer día". (2004,167). Sin embargo, Aldekoa coincide en
último termino con la opinión de Juaristi (1987) "Maldan behera refleja
una doble crisis: la del propio poeta y la de la sociedad vasca, o
quizás más concretamente, la de la comunidad vasca-nacionalista a
finales de los años cincuenta". El poeta se debate en una batalla
personal entre el imaginario idílico que dominó la poesía vasca hasta
los años sesenta y su negación: la ciudad. El apunte de Aldekoa lleva
de nuevo en lo simbólico a los mismos planteamientos que
obsesionan Bizkaitarra y, tomado de forma amplia, a toda la poética
del autor: en su obra planea la nostalgia del paraíso perdido y
constituye la aceptación del desierto urbano y su crudeza, para poder
superar el destierro y la pérdida.
La recepción crítica de la obra de Aresti sitúa unánimemente en torno
a 1961 el final de la primera fase de su obra, aunque también se
destaca la dificultad de deslindar del todo el periodo de Maldan
behera del de Harri eta herri. El cambio fue paulatino y uno de sus
indicios más claros fue el discurso titulado "Poesía eta euskal poesía"
(1960) en el que ya se perfila una preferencia por la poesía social. La
última obra de su periodo simbolista fue Zuzenbide debekatua
(1961). En opinión de Arkotxa en Maldan Behera están ya en germen
los elementos fundamentales del éxito de Harri eta Herri, aunque
expresados con un lenguaje simbólico muy elaborado y
plurisignificativo. Ha desarrollado por una parte un lenguaje directo y
libre de complejos puristas, que reivindica la tradición, tanto oral (el
bertsolarismo) como escrita (Axular). Por otra parte hace referencia
directa a la realidad cotidiana de su Bilbao, realidad sórdida a
menudo, triste y desgarrada a ratos, pero iluminada por la luz de la
ternura, del amor y de los afectos amigos que el autor consigue
convertir en expresión de su visión filosófica de la vida, al tiempo que
abre su lectura a los temas míticos y a los símbolos primordiales.
Aresti publicó Harri eta herri (1964) bajo la influencia de la poesía
social, ya en declive, haciendo referencia bilbaíno Blas de Otero. En
palabras de J. San Martin, la creación del poemario Harri eta Herri se
halla también estrechamente relacionada con la lectura del libro del
poeta gallego Celso Emilio Ferreiro Longa noite de pedra (1962), que
en su opinión influyó notablemente en Aresti. Celso Emilio Ferreiro
(Orense, 1912-1979) fue un poeta social de gran hondura trágica que
conoció un enorme éxito con el mencionado poemario de 1962 y se
convirtió en el representante más destacado de la poesía realista-
social gallega, al igual que sucediera a Aresti en la literatura vasca un
año después. La influencia que el libro ejerció sobre Aresti se produjo
en contexto de su intensa relación con la literatura catalana y gallega,
algunos de cuyos autores tradujo al euskara. En este libro, Aresti
como Celso Emilio adopta el verso libre, así como el vocabulario que
corresponde a la retórica de la poesía social: subraya la importancia
de la palabra y la voz como arma de lucha, trabaja la decantación de
todas las aristas de los vocablos elegidos, cuya correspondencia con
la verdad debe ser directa y transparente. El mensaje de Harri eta
herri es pues claro y aleccionador, en clara expresión de una
ideologización de su poesía que es cada vez más evidente a partir de
1965. En sus próximas obras el autor insiste en la misma línea y
publica Euskal harria (1967) y Harrizko herri hau (1970).
El éxito de lectores de la primera obra de Aresti es el acontecimiento
literario más destacable de la posguerra: evidentemente logró
conectar con el sector más pujante y joven de una sociedad cuyos
valores estaban cambiando rápidamente. Los lectores de Aresti
alimentaban nuevas inquietudes y exigían formas literarias más
directas y cercanas, un euskara más comprensible y dúctil, que el
supo condensar en una obra de reconocida trascendencia, tanto
literaria como lingüística, puesto que en ella se materializa el primer
modelo de euskara unificado que Luis Mitxelena señaló como
referencia de la propuesta de batua en Aranzazu (1968). Harri eta
Herri se convirtió en el símbolo del nuevo ideario que reivindicaba el
derecho de la cultura vasca a no vivir marginada y a la vez,
constituyó una propuesta progresista en un euskara moderno.
Una de las características literarias más notorias de su poesía y que
ha sido particularmente estudiada (Atienza, 1979, Ascunce 1986) es
lo que Aldekoa denomina "la voz bíblica de Aresti", un registro de
gran fuerza comunicativa ya presente en obras anteriores, pero que
en Harri eta Herri se hace aún más patente y, en cierto modo, hasta
profética. Aresti aplica a la poesía social el mensaje bíblico pero
secularizado: a modo de mito histórico; en ella la ideología marxista
alimenta una esperanza, una fe en que la revolución marxista
redimiría al hombre de su miseria. Aurelia Arkotxa resume su visión
de Aresti destacando la faceta dramática del escritor, al que gustaba
escenificar teatralmente sus opiniones, y provocar a sus oponentes,
aunque en sobradas ocasiones cayera en la paradoja y en la
obcecación de no distinguir matices, al igual que les sucedía a los
demás participantes en el debate. También Aldekoa afirma que no
fueron años propicios para la matización, sino para la polémica
exacerbada. El juego escénico de la diatriba con la que
aparentemente Aresti disfrutaba, acabó siendo destructivo para él,
especialmente a partir de 1968 en que sus opiniones lo aislaron tanto
de la nueva izquierda nacionalista, como de los comunistas.
La importancia de la figura y obra de Aresti es incuestionable, así
como el influjo que su círculo ejerció tanto en la creación literaria
como en la valoración crítica e ideológica de la literatura vasca de su
tiempo. Es bien conocido que B. Gandiaga y Juan M. Lekuona
reorientaron su poética simbolista bajo el influjo de la poesía social,
tras recibir sus primeras obras una acogida muy crítica en ciertos
medios. El primer simbolismo enraizado en la literatura vasca a través
de las obras de Lizardi y Lauaxeta perdura de una forma pertinaz y
alcanza de pleno a algunas de las sensibilidades más creativas de la
posguerra vasca que sin duda fueron Bitoriano Gandiaga y Juan Mari
Lekuona. Sus obras serán dignas de dicha tradición y producirán una
poesía sugerente y perdurable, de valores universales. Una poética
simbolista muy arraigada en el lirismo de Lizardi, Lauaxeta y Orixe, al
que ellos aportan el bagaje de literatura oral de la que habían recibido
transmisión de forma inconsciente en su infancia y de forma
consciente a lo largo de su época de formación. Ese bagaje de
memoria de las baladas o romances, las coplas antiguas y la poesía
decorativa, así por el cancionero amatorio y el bertsolarismo, hace
que en sus obras se plasme la incorporación de las características
técnicas de la lírica popular a la lírica culta en euskara. Además no
cabe duda de que fue Aresti quien dio carta de libertad a la
incorporación plena de la tradición lírica popular a la poesía moderna
y en cierto modo experimentó con las posibilidades expresivas de los
viejos moldes, todo lo cual vino a unirse a la gran influencia de las
ideas estéticas de Oteiza. Las biografías de los representantes más
destacados de este simbolismo intimista renovado ofrecen ciertos
paralelismos que explican las similitudes que sin duda se establecen
entre ellos, especialmente atendiendo al modelo literario exigente,
culto y de valores universales que han sabido conformar, tomando pie
en una sólida formación literaria y un conocimiento de primera mano
de la tradición oral y escrita en lengua vasca. Sin embargo estos
trazos elementales no deben prefigurar una uniforme evolución de
sus poesías, ya que, Gandiaga en sus últimos años se vuelve más a la
poesía litúrgica y a la popular, y en cambio Lekuona avanza hacia el
surrealismo.
Bitoriano Gandiaga (Mendata, 1928 - Arantzazu, 2001). Gandiaga
fue fraile franciscano lo mismo que S. Mitxelena y publicó su libro de
poemas Elorri [Espino] en 1962, título que parece un heterónimo de
Aranzazu (que significa espino en euskara y fue el título del poema de
S. Mitxelena). En el libro se recrea una Arantzazu, arcadia de
misticismo natural, muy alejada del mundo convulso que expresará
en 1974 en su obra Hiru gizon bakarka. Su primer libro mereció el
desdén y la crítica ideológica del círculo de Aresti, por un simbolismo
calificado de "obsoleto" y superado. Su segundo libro en cambio
alcanzó un enorme éxito de crítica y lectores. Sin embargo, como en
el caso de Aresti, se ha producido una revalorización de la poesía de
Elorri, de su densidad lírica y de su riqueza emocional. En el libro se
reunieron los poemas elaborados entre 1952 y 1957, pero la censura
retrasó la edición hasta 1962. Los poemas seleccionados y ordenados
por J. Azurmendi, no responden a una estructuración premeditada: las
preocupaciones humanas de un franciscano, la lucha de la carne y el
espíritu, el ansia de existir de un pueblo derrotado son sus temas.
Destacan particularmente la expresión del sentimiento del poeta y su
comunión con la tierra, madre que le abraza en su seno. El poeta
acepta ese abrazo, ya que el ser humano simbolizado por el espino
albar, espera y sufre. Solamente la fe y la esperanza le animan a
florecer cada primavera.
Elorri fue, en palabras del propio poeta, su mejor libro: simplemente
poesía religiosa. Lo escribió aislado en Arantzazu, sin más compañía
que su experiencia diaria y los libros de la biblioteca, entre los que se
encontraban los textos de los escritores simbolistas Lizardi y
Lauaxeta, así como los libros de S. Mitxelena. Los clásicos españoles
San Juan de Cruz y Fray Luis de León, los modernistas J. R. Jiménez y
A. Machado formaron parte de sus lecturas, así como los clásicos
latinos, Horacio y Virgilio, especialmente importantes en la formación
de su gusto estético. Gandiaga había utilizado los moldes de algunos
de los autores que leía para crear sus poemas, pero ya algunos como
"T'euria" [Y la lluvia], "Ementxe dago arkaitza" [Aquí está la roca] o
"Zarpil" [Agreste] brotan de una voz característicamente intimista y
simbolista que ha encontrado su propio timbre. Su mirada es ya una
contemplación estática e intensificadora que estiliza la esencia y el
accidente de los elementos que observa. Ante la crítica de
aislamiento, arcadismo y bucolismo que le hicieran, Gandiaga aludió
pertinentemente a la resignación aprendida por los de clase humilde
a la que pertenecía, la censura impuesta por las autoridades de aquel
tiempo que retuvieron el libro durante cuatro años y, en último
término, la prioridad que tenían para él sus propias inquietudes
religiosas. Pese a las circunstancias, el poeta alcanzó a sublimar la
circunstancia hacia valores universales, hablar del existir del ser
humano, de su necesidad de echar raíces y encontrar símbolos que
den sentido a esa existencia.
El simbolismo del libro es transparente "El espino es nuestra vida, en
ocasiones desnudo y áspero, otras plena de belleza, con sus eternas
espinas y su plenitud florida de cada primavera". (Hegats 1991, IV,
209-218). Los símbolos son totalmente explícitos: el espino es la vida,
las espinas son las miserias de la vida, la flor sus alegrías, la roca es
la base, la seguridad, y el desierto, el camino es el ascetismo, las
hojas caídas traen dudas, la luciérnaga es la esperanza, el cuervo la
desgracia... Ante la mirada de Gandiaga la naturaleza representa el
drama de la vida humana en su conjunto, por ello la imagen
dominante, gira en torno al espino, su florecimiento le extasía, blanco
y puro; en cambio los demás elementos le abaten profundamente,
sufre y se resigna. Formalmente los paralelismos y las simetrías son
las que estructuran esa dualidad de la vida que pretende representar.
El lenguaje simbólico de Elorri, se expresa mediante las imágenes que
mira y observa intensamente hasta que su emotividad las convierte
en transcendentes. La obra transmite una espiritualidad franciscana:
Dios esta en toda la naturaleza, por ello la contemplación ensoñadora
de la misma presenta una orientación claramente religiosa. Dicha
espiritualidad parecerá ingenua, ajena a la experiencia cotidiana de la
gran mayoría, pero no así su delicada sensibilidad, la intensidad
emotiva de su yo poético.
La métrica de Elorri es renovadora, no sigue en esto la estela de S.
Mitxelena que escogió metros bertsolarísticos, sino que, como Lizardi
y Orixe prefiere versos cortos, rimados y agrupados en estrofas de
nueva creación. Incorpora elementos de la lírica popular como las
coplas antiguas y poesías decorativas, pero están bien traídas y
encajan ajustadamente en sus poemas de nuevo cuño. En contraste
con la imaginería tradicional de la que se valía la poesía social,
Gandiaga había escogido renovar las imágenes e incorporar en su
poesía los elementos más sugerentes de una tradición lírica que
conocía desde dentro. La aparente simplicidad de su poesía es fruto
de una intensa elaboración. No hay rastro de romanticismo en su
obra. Su adjetivación es austera y concreta, una marca de estilo que
han sabido identificar Joan Otaegi (1997) y Amaia Iturbide (1999)
cuyos estudios sitúan uno de los pilares de su poesía en esa
adjetivación que busca la precisión en sucesivos intentos de
concreción. La repetición, el desarrollo de los matices en fases
sucesivas, y su disposición en contraste, constituyen parte del secreto
ritmo de los versos de Gandiaga. El sintagma nominal es su principal
campo de acción, juega con el orden, el contraste y la repetición de
adjetivos y nombres. En ocasiones también el juego de palabras
culmina el párrafo,"Ta xirimiriak, geldo eta geldi" [Y el sirimiri, quedo
y quieto]. Es característico su acercamiento a las artes figurativas,
especialmente la pintura y la escultura constantemente presentes en
su poética, no en vano Gandiaga fue profesor de artes plásticas en
Aranzazu. El adjetivo pictórico predomina en Elorri, miles de matices
cromáticos se ajustan a una realidad paisajística tan desnuda como
Aranzazu. Predomina la valoración del blanco, que es para Gandiaga
la belleza de la vida expresada por la flor del espino, y en contraste,
el rojo y el negro de las estaciones sin floración. Otros mil matices
adquiere la naturaleza, muchas veces traídos al espacio cromático
por la fuerza de la sinestesia y cargados de la emotividad del yo
poético.
Los poetas sociales Gabriel Celaya, Bladi Otero, J. San Martin
"Otsalar", Joxe Azurmendi o Gabriel Aresti habían anunciado la muerte
del simbolismo, considerando que era ya una poética desgastada y de
pura evasión. Por ello, Gandiaga se resignó al ostracismo y al silencio.
Afortunadamente Oteiza logró que Gandiaga volviera a confiar en su
verbo poético y escuchó sus creaciones durante el periodo en que
esculpía en Aranzazu los apóstoles de la basílica. Después Mikel Lasa
colaboró en la estructuración de los poemas de Hiru gizon bakarka y
preparó la publicación (1974). Es una obra que contrasta
enormemente con el misticismo de Elorri. La preocupación social y
política que expresa se hace oír de un modo dramático. Sin duda el
contexto de la creación ha cambiado radicalmente para Gandiaga en
esos doce años, la Iglesia ha adquirido mayor sensibilidad por los
problemas sociales en la época de la encíclica Pacem in terris de Juan
XXIII, posterior al Concilio Vaticano II. Por su parte, Gandiaga estaba
implicado en el movimiento Eliza 2000 y cercano a la Teología de la
Liberación. Admiraba sobre todo a Gandhi, el gran luchador cuya
única arma fueran el ayuno y la palabra.
También el aspecto formal y estructural del libro es distinto al
primero. No hay tanta elaboración y el lenguaje es más directo. Es
una poesía social hecha a su modo, porque desea expresar el dolor de
los euskaldunes más humildes que viven marginados en su propia
tierra. El deber de expresar ese dolor es urgente, no permite largas
elaboraciones. Por eso echó mano de los dos estilos de comunicación
directa que conocía mejor: el bertsolarismo y la lírica popular por una
parte, y por otro, el lenguaje de la Biblia, especialmente el que San
Lucas cinceló en el Magnificat, pero también el de los profetas del
Antiguo Testamento. La temática central son el euskara y el
sufrimiento del pueblo; la resistencia y la rebeldía hacen desaparecer
la resignada actitud de su primera obra. Los sentimientos son
completamente diferentes, expresan impotencia, desengaño, agonía
y solamente una pequeña luz de esperanza se vislumbra en
ocasiones. En este libro la crítica encuentra formulado un
existencialismo cristiano (Lete, Iturbide, Aulestia), un yo colectivo que
expresa una reivindicación social de signo cristiano y que habla en
nombre de la fe religiosa. El tema central de la poesía de Gandiaga es
como en S. Mitxelena, un pueblo que quiere existir y tiene derecho a
ello. A pesar de que la preocupación por la suerte de su pueblo le
angustia mortalmente, su voz no es solo un lamento, busca despertar
el ánimo, insuflar la esperanza, y por ello surgen las exhortaciones
como "Ibarrera!" [¡Bajad a los valles!]. En el primer apartado del libro
"Txakolinaren ospakuntzan" [Celebración del chacolí] se va
produciendo una evolución: "Pentsatzen hasteko garaia da" (42) [Es
tiempo de empezar a reflexionar], "erabakiak hartzeko garaia" (46)
[es tiempo de decidir], "ibiltzen hasteko garaia" (60) [es tiempo de
comenzar el camino]. Especialmente conocidos son los poemas de
Hamaseiarrieta [Las dieciséis rocas], la representación del drama
oteiziano de los apóstoles y la Piedad, donde la lírica popular sirve de
expresión al dolor de la madre con su hijo muerto en los brazos. Por
último, cierran el libro sus mejores textos: Artasoko salmuak [Los
salmos de Artaso] en ellos, la plenitud de su comunión con la
naturaleza halla una expresión perfecta, un éxtasis místico que
culmina en "Nire lurra", el bautizo de tierra.
Gandiaga declaraba tornear sus poemas en la horma de los cantos
populares que aprendió en su infancia (Uria&Zubiria 1985), su
melodía le ayudaba a encontrar el tono para su creación, liberado
ahora del rigor de la rima, pero sin abandonar nunca el ritmo. En Hiru
gizon bakarka actúa más libremente que en Elorri, aunque sin
abandonar totalmente la medida, la rima interior o la estructura
estrófica, una cierta homofonía se mantiene siempre... Por otra parte,
Gandiaga no traspasa el límite del simbolismo hacia el surrealismo,
siempre mantiene un hilo racionalmente inteligible, extendiendo las
metáforas en alegorías y erigiéndolas en símbolo. En lo sintáctico las
simetrías y repeticiones, la combinación de ambos, junto con el
paralelismo son sus mejores argumentos, su poesía es
profundamente analógica. Además la estructuración dialéctica de
tesis-antitesis es básica en sus composiciones.
Aparecen también los primeros indicios de la poesía espacial en este
libro y en Uda batez Madrilen (1976) se incrementarán
considerablemente los elementos figurativos del poema, a la
búsqueda de nuevas posibilidades expresivas. En Elorri Gandiaga se
centra en el sintagma nominal, en cambio en Hiru gizon bakarka la
acción, expresada mediante el verbo, adquiere importancia, la
escenificación dramática y el dialogo sustituyen el estatismo. El
simbolismo de la vid de la que surge el chacolí representa al pueblo
bajo, al mas humilde y lo que produce es solo un vino amargo que no
puede llegar a su sazón. Deseo incumplido de ser pero que persiste
en su deseo de perdurar. El estrofismo no es tan breve, la frase se
extiende, abandona la estilización y declama, dialoga. Gandiaga
acude a los elementos materiales de la sociedad vasca más humilde
porque desea hacer llegar su mensaje con claridad y orienta ahora el
mensaje a la inmensa mayoría.
El folklore y la cultura tradicional fueron parte de los intereses más
profundos de Gandiaga, su trabajo Arantzazuko Folklore-gaien
biltzeaz (Euskera, 1956) es buen testigo de ello así como la
recopilación de cuentos que llevó a cabo junto con Angel Irigarai.
Gracias a ello, en opinión de Roberto Mielgo (1996), en el Gandiaga
de 1974 se cumple paradójicamente el sueño arestiano de una
cultura vasca actualizada cuyas raíces se internan firmemente en la
cultura tradicional. Por otra parte, la labor escultórica y la estética de
Oteiza en Arantzazu están muy presentes en el libro y el dramatismo
de la opresión cultural y política y la resistencia vasca hallan una
expresión poderosa en el poema de Gandiaga. Reflejo fiel de su
fuerza comunicativa fueron las numerosas grabaciones que se
realizaron de los poemas del libro en las voces de Oskarbi, Lurdes
Iriondo, Antton Valverde, Gorka Knörr, etc. Por todo ello, si puede
decirse que Aresti alcanzó a los sectores intelectualmente más
progresistas, Gandiaga llegó a través del canto a las capas mas
profundas de la sociedad vasca y gracias a las características de sus
poemas que aúnan tradición y modernidad, acertó a cincelar un
mensaje y una estética de una capacidad comunicativa sin
precedentes, amplificada por la Kantagintza Berria.
Su libro Uda Batez Madrilen. (1977) [Un verano en Madrid], fruto de
impacto estético y emocional que la gran urbe supuso para Gandiaga,
busca un nuevo lenguaje para una realidad nueva; la simplicidad de
líneas y la figura geométrica sintetizan la visión del poeta que reduce
a formas su percepción y la expresión es también plástica, la poesía
espacial sirve a Gandiaga para pintar su impresión, estética y
emocional. En cuanto a la introducción estilizada de elementos de la
literatura popular en el libro es verdaderamente destacable: la
canción de la trikitixa de ritmo alegre y la poesía decorativa
tradicional se combina con la poesía espacial que se expresa a través
de la grafía y la disposición espacial en la página: es un collage
plástico expresionista que sugiere la deshumanización que acecha al
ser humano en el contexto urbano. Uno de sus últimos libros,
Denbora galdu alde (1985) [Para pasar el rato] fue un esfuerzo por
recuperar su infancia y sus recuerdos a través de los cuentos y las
canciones: un sufrimiento y una angustia extrema se traslucen en una
prosa poética que es fiel expresión de su personalidad exigente y
perfeccionista. Junto a los temas de sus anteriores obras, se hacen
ahora alusiones a su propio estado y la lectura de Il mestiere de vivire
de Cesare Pavese se imbrica profundamente en su obra. Por último,
junto a Gabon dut anuntzio (1986) dedicada a la temática religiosa y
las preocupaciones sociales, cabe mencionarse Ahotsik behartu gabe
(1997) y la recopilación de sus escritos no publicados dados a conocer
recientemente (2005) y cuya valoración crítica debe todavía madurar.
Juan Mari Lekuona (Oiartzun, 1927-Donostia 2005), sacerdote y
profesor de Universidad en el área de la literatura vasca, ha sido
durante el último cuarto de siglo una de sus figuras más destacables,
tanto por su obra poética como por los estudios que ha dedicado a la
poesía y a la literatura popular. La poesía de Juan Mari Lekuona
reflexiona a lo largo de toda su obra en torno al lenguaje poético sin
dejar de cuestionarse su elaboración. Su poesía, siempre muy
tamizada y cuidada, no se permite desarrollos abundantes. Los textos
poéticos de Lekuona son por lo general semánticamente muy densos,
estéticamente elaborados y se hallan estrechamente ligados a sus
convicciones sociales, religiosas, culturales y estéticas. Una larga
elaboración poética iniciada en torno a los años cincuenta se
desarrolla hasta los noventa y su poética queda expresada en el
recopilatorio Itinerario/ Ibilaldia (1996), en cuya introducción realiza
un esfuerzo por sintetizar sus ideas estéticas a lo largo de los años.
Sus primeras creaciones, que se dieron a conocer bajo el título de
Eusko-olerkiak (Poemas vascos), pertenecen a un periodo de
aprendizaje, y por ello no fueron recogidas por el autor en selecciones
posteriores. El libro Mindura gaur [Dolor de hoy] (1972) es expresión
del existencialismo cristiano que compartió con otros autores
influenciado por la poesía social. El diálogo entre el hombre y su
contexto social se expresa aquí en una voluntad de comunicación
directa y cálida que adapta a su modo la necesidad de contactar con
un medio social en ebullición. Lekuona reconoce la influencia de
Aresti en esta obra, en la experiencia directa con las gentes que trata
en la parroquia de Añorga encuentra la humilde pero legítima materia
de su poesía. Además Aresti lo libera del estrofismo al que se habituó
en su periodo de aprendizaje y le ofreció la alternativa de acudir a la
tradición popular que conocía y apreciaba profundamente.
Una tercera singladura lleva a Lekuona a tomar las riendas de su
poesía con más energía. Es el Lekuona liberado de los complejos y los
prejuicios culturales gracias al nuevo punto de vista aportado por
Oteiza en Quosque Tandem. Ensayo para la interpretación del alma
vasca (1963). Asimismo reconoce una base teórica sólida desarrollada
con un lenguaje científico de gran valor en el libro de La mitologia
vasca de Barandiaran: en dicha obra encuentra el reflejo de la
simbiosis de la cultura ancestral y la cultura cristiana en la
mentalidad vasca. Su libro Hondarrean idatzia (1973) [Escrito en la
arena] acusa la influencia de Theillard de Chardin en lo ideológico,
comienza a marcar distancias con el existencialismo y también quiere
superar el esquema simplificador de la poesía social. Lekuona escoge
seguir la senda de una arqueología poética: leer los arquetipos
culturales a través de otras imágenes. Como él mismo declara: "Yo
elijo los arquetipos y los leo desde la antropología, la Biblia, y otras
perspectivas culturales". Lekuona plantea un diálogo abierto con las
realidades materiales entre las que el ser humano se sitúa en el
mundo natural. El arquetipo de la tierra, aire, agua, fuego se elaboran
poéticamente, artesanalmente; lejos de la impresión o de la
sensación, el ser humano desnudo se reconoce a sí mismo como la
materia que desea y que quiere vivir. Por su parte, en el libro
Ilargiaren eskolan (1979) [En la escuela de luna] integra diversos
materiales. Los primeros, ligados a la película de Igmar Bergman
"Gritos y susurros", indican la superación de la fase de telurismo y el
paso a la de la figura humana de la cual pretende hacer una lectura
poética. El estilo combina el rigor clásico de la estructuración del
texto, con un lenguaje barroco, deliberadamente culto. Cada tema
elegido se concretiza en tres entregas: en la primera sigue el hilo de
la película, luego pasa a la figura femenina desde una lectura
abstracta en el que el arquetipo se presenta mediante símbolos
menores en un lenguaje surrealista, y en tercer lugar se vuelve al
arquetipo abstracto para tratarlo mediante las técnicas de la
literatura popular: el tema es contemporáneo pero el tratamiento esta
muy ligado a la literatura popular. El libro tiende a un grado alto de
abstracción en su primera parte, el contenido solamente se deja
entrever a través de la oscura comunicación que emana del cuerpo
humano.
Tras la poesía simbolista de sus inicios, el existencialismo humanista y
el surrealismo de Ilargiaren eskolan, su ultimo libro de poesía
Mímodramak eta ikonoak (Mimodramas e iconos, 1990) busca la
aprehensión de la verdadera naturaleza de la espiritualidad humana,
espiritualidad que como persona religiosa valora sobremanera. Esta
visión abarca la historia cultural del País Vasco de la cual escoge seis
singladuras sobre los que construye la estructura del libro: la cueva,
el cielo, el politeísmo, el cristianismo, la Edad Media y la ciudad
moderna. La estructura desarrolla sin embargo únicamente dos
esferas de la historia del pensamiento religioso: la grutesca y la
planetaria. La lectura de los gestos, los iconos y los mimodramas es
un procedimiento para reflexionar mediante los mitos en torno a los
materiales arqueológicos. Desde los Poemas grutescos hasta la
Rotación de los planetas, en el que el sentimiento religioso
aterrorizado de la oscuridad avanza hacia las luces de un firmamento
organizado, el planetario, el poeta tiende una mirada esperanzada. La
flexibilidad del lenguaje de Lecuona tiene una honda musicalidad que
proviene del canto y de la poesía tradicional, pero integra las
características más notorias de la poesía moderna, expresión artística
en comunicación directa con todas las artes, la pintura y la escultura,
el cine. La pintura es una forma de expresión plástica que le interesa
especialmente, por ello se refiere a las imágenes estáticas de los
iconos culturales o religiosos, de los gestos varados en las imágenes
extrae Lekuona la lectura poética de los arquetipos que le interesan.
Como declara en Temas y estructuras (1986) ha apostado por una
visión elemental de lo humano no exenta de su dimensión metafísica
que actúa "como protección espiritual de la sensibilidad". Para él
merece la pena volver la vista a los emblemas culturales creados y
analizar lo que expresan de nosotros mismos, volver a mirar el tapiz
interno que compartimos con millares de seres anteriores a nosotros y
ensayar a expresarlo estéticamente con palabras, como Oteiza o
Chillida logran expresarlo con los volúmenes. Renovar la imaginería,
desarrollar estructuras poéticas elaboradas y emprender proyectos
ambiciosos son las tres marcas de estilo de Lekuona. Autor sin duda
algo hermético para la interpretación, renuncia a comunicar mensajes
denotativamente, aunque no a trasmitir la sensación de belleza o a
recrear con palabras lo que nos sentimos por dentro, atavismo y
espiritualidad incluidos.
Entre los escritores más influidos por la estética oteiziana y
probablemente también por la lectura literaria antropológica de
Lekuona y la utilización intensiva del lenguaje de Gandiaga, cabe
destacar un poeta de características peculiares como es Joxean
Artze (Usurbil, 1939), creador que perteneció junto a Irigarai y Lete al
grupo Ez dok amairu, en el que participaba en recitaciones e
interpretaciones musicales de txalaparta. Su poesía hecha para ser
recitada, escuchada y mirada como elemento estético, presenta gran
experimentalismo con referencia directa a las artes plásticas. Sus
primeros libros de poesía esta cercanos al milenarismo y recurre con
frecuencia al surrealismo onírico. La visión y la poesía que se rige por
la caprichosa correspondencia y armonía entre las palabras, entre sus
grafías y referentes, acoge una visión mágica del lenguaje que resulta
renovadora. Sus obras publicadas en 1973 fueron un hito estético:
Isturitzetik Tolosan barna laino guztien azpitik eta sasi guztien
gainetik [De Isturitz pasando por Tolosa] Eta sasi guztien gainetik,
Laino guztien azpitik [Por encima de las zarzas y por debajo de las
nubes]. Posteriormente publicó Bide bazterrean hi eta ni kantari
(1979) [Tu y yo cantando junto al camino], obra que representa un
paso más en la experimentación poética en la que el lector debe
tomar parte activa en el proceso de creación buscando la
correspondencia de números y palabras y escribiendo el poema. Su
último libro, Ortzia lorez. Lurra izarrez (1987) es expresión de una
visión religiosa del mundo intensamente influenciada por la
espiritualidad oriental, continuando la búsqueda arquetípica que
emprendió desde un principio, mediante un lenguaje enamorado del
oximoron, la antitesis y la unión de los contrarios. Asimismo el poema
Adanen poema amaigabea (1975) de Joseba Zulaika (Itziar, 1948)
es un digno epígono de la lectura antropológica de la cultura vasca
que se desarrolló a principios de los setenta, bajo el influjo de Oteiza
y el milenarismo.
Xabier Lete (Oiartzun, 1944). Poeta y cantante; comenzó a participar
en las actividades del grupo Ez Dok Amairu en 1963-64, en un
principio como letrista y después como cantante, junto con Julen
Lekuona y Lurdes Iriondo, apoyados por Juan Mari Lekuona. Lete
recibe la influencia de la reivindicación cultural de los 60-70 y en
especial de los cantautores franceses George Brassens, Jacques Brel,
Leo Ferre..., pero también se interesa por los cantantes
sudamericanos como Atahualpa Yupangui, Violeta Parra, Victor Jara...
Publicó en 1968 el libro Egunetik egunera egunen gurpillean, y
comenzó a cantar algunos de los poemas del libro con el objetivo de
llegar del modo más directo posible. Su gran expresividad y fuerza
comunicadora hizo que estableciera con el público una relación muy
intensa. Como cantante puso voz y música a sus propios textos y a
los mejores poetas de su generación (Aresti, Gandiaga, Lekuona) pero
también dio a conocer los textos antiguos de Etxepare. Además de
excelente intérprete y letrista, es también autor de algunos textos
dramáticos, en cuya representación ha colaborado. Debido a la
actividad de cantautor, sus libros Egunetik egunera egunen gurpillean
(1968) y Bigarren poema liburua (1974) contienen los textos de
canciones ampliamente conocidas en todo el país: "Izarren hautsa",
"Nafarroa Arragoa", "Sinesten dut", "Hala ere", "Hitzez hitz"... Por la
fuerza personalidad de su voz poética, por su profundidad y claridad,
el libro Bigarren poema liburua ha sido destacado especialmente por
los críticos (Arkotxa, 1983, Kortazar 1989, Aldekoa, 1991). Lete estaba
influenciado por la poesía social en sus temas, aunque consiguió
desarrollar una estética más personal, convirtiéndola en cauce de una
visión cercana al existencialismo humanista con el que se
identificaba.
En efecto, el compromiso social de los escritores de la década de los
setenta son patentes tanto en los libros de J. Azurmendi (Hitz berdeak
1971) Lekuona (Mindura gaur 1972) Gandiaga (Hiru gizon bakarka
1974) como en el de Lete (Bigarren poema liburua 1974). Los cuatro
ofrecen una mirada preocupada a la realidad social, cultural y política
del País Vasco de aquellos años. A diferencia de Lekuona que
mantiene un doliente estoicismo, siempre comedido y firme, Lete
comparte con Aresti y Gandiaga un lenguaje dramático y profético, y,
a pesar de lo absurdo de todos los esfuerzos humanos, les mantiene
una oscura esperanza. En Lete, el nihilismo y el pesimismo son
intensos especialmente en su inicio, aunque siempre revestido de la
dignidad del perdedor. Una especie de melancolía cósmica le aqueja,
el absurdo de la existencia y la náusea del sinsentido abaten su
ánimo. Sin embargo, a diferencia de Lasa, preside su poesía un ansia
irracional de vida y de luz, su poesía es expresión de una necesidad
superior de encontrar sentido a la existencia, un vitalismo
incontenible le empuja. El ambiente helado y oscuro de los inicios se
atenúa gracias a la ironía y la apreciación de la belleza de los poemas
en los poemas "Poeta bat ilargian" [Un poeta en la luna] y en "Itsaso
eragotzia" [Un mar prohibido]. Amaia Iturbide (2000), que ha
analizado las imágenes recurrentes de Lete en este libro, destaca la
presencia de las imágenes que se sintetizan en la llama de fuego, el
compromiso con la verdad y la búsqueda de la claridad, la luz y la
sabiduría que se expresan en los símbolos solares. La poesía de Lete
es reflexiva, conceptual y filosófica, necesita entender, pero se
expresa mediante un lenguaje accesible. Por otra parte, el amor a la
naturaleza, se plasma en una notable empatía con el paisaje y la
historia ligada a la misma. La experiencia de la pérdida es también
una constante de la poesía de Lete en contraste con un deseo
primigenio de aferrarse a la vida y de disfrutarla en plenitud, actitud
poética de superación y sublimación muy característica de él. En sus
rasgos formales la poesía de Lete integra textos diversos, hay verso
libre y rítmico, pero también canciones y estructuras de estrofa. Lete
es uno de los poetas que mejor conoce el mundo de los bertsolaris, a
los que ha musicado y dado a conocer a través de sus actuaciones y
grabaciones, al tiempo que ha influido decisivamente en la
renovación estrófica del bertsolarismo con sus creaciones.
En Xabier Lete las raíces arestianas encajan perfectamente con las
raíces populares, el influjo enriquecedor de la literatura oral y, en
concreto, del bertsolarismo en su obra es notorio y confiere a su verso
una naturalidad y una capacidad comunicadora poco común, al
tiempo que le aporta el efecto amplificador de referencia a la
memoria literaria vasca, empedrada por los versos de los
bertsolariak. La visión del mundo y del sentido del fenómeno de la
humanidad que expresa Xabier Lete en este libro de poemas revela
también la decisiva influencia que tuvo el pensamiento filosófico y
religioso de Pierre Teilhard de Chardin en algunos escritores vascos de
los años 70. Xabier Lete hace suyas las preocupaciones y el punto de
vista neo-humanista de Teilhard, imbuido de la visión de un cosmos
en proceso de auto-creación, la teoría de la cosmogénesis: una
concepción de la humanidad que puede contribuir a construir su
futuro. Lete, lo mismo que otros escritores como Mitxelena, Gandiaga,
Lekuona y Txillardegi se harán eco del neohumanismo de Teilhard, sin
poder conformarse con el estatismo y el dogmatismo de una Iglesia
que los condenaba a la resignación. En su caso, el neohumanismo se
combina además con una visión materialista y dialéctica de la
realidad y no se atiene al enfoque metafísico de las ideas de Teilhard.
Como dice en "Egun batez" "la gran circunferencia" de la creación se
cerrará sobre sí misma sin más, en el punto en el que el alfa y el
omega se fundirán. Posteriormente ha publicado tres libros de
poemas, Urrats desbideratuak (Pasos descaminados) (1981), Biziaren
ikurrak (Signos de la vida) (1992) y Zentzu antzaldatuen poemategia
(1992) [Poemario de los sentidos transfigurados]. El itinerario de su
poesía ha seguido los rumbos marcados por las vicisitudes exteriores
e interiores de su vida, y por ello ha seguido preguntándose por la
naturaleza de la vida y de la realidad, orientándose su obra desde una
poesía inicialmente influenciada por el contexto histórico y político
hacia una poesía más vuelta a su vida interior, pero en la que están
siempre presentes la necesidad de dar testimonio, tanto de su visión
personal y de la realidad que le circunda, como de sus creencias.
Entre los poetas de los setenta destacan dos voces femeninas que
incorporan a la poesía vasca una visión renovada del amor y el
mundo de los sentimientos. La precursora fue Amaia Lasa (Getaria,
1948) cuyos primeros poemas se dieron a conocer en 1971 junto con
los de su hermano Mikel, y han sido recopilados en Geroaren arpegia
(2000). Amaia Lasa incorpora una mirada feminista y femenina a la
poesía vasca a través de una imaginería constante y primaria (el mar,
la tierra, el viento) y se expresa a través de un lenguaje directo y sin
ambages. Sus temas integran todos los aspectos de la vida y son
expresión de su personalidad comprometida con los derechos sociales
y políticos. Por otra parte, Arantxa Urretabizkaia (Donostia, 1947)
más conocida posteriormente como novelista, escribió San Pedro
bezperaren ondokoak (1972) [Tras las vísperas de San Pedro], poema
permaneció semi-olvidado en una edición colectiva. Es destacable por
sus características intimistas y la referencia al amor y los
sentimientos, en un contexto dominado por la poesía social-realista
que hemos indicado era predominante desde mediados de los
sesenta.
Además, cabe destacar a poetas como Juan Angel Irigarai (Iruñea,
1942) autor de Kondairaren ihauterian (1975) [El carnaval de la
historia], Bizi minaren olerkiak (1986) [Poemas de la nostalgia de
vivir] y Urdinkara (1995) [Azulada]. Irigarai cultiva una poesía de
marcado carácter melódico. Su temática relativa a la historia y la
proyección de país se forjan en su visión desde Navarra y su realidad
pasada y presente dentro del País Vasco, aunque en los últimos textos
ha tendido al intimismo. Algunos de sus textos más conocidos son los
que han servido de base para versiones popularizadas por Benito
Lertxundi: "Urak dakarrena", "Bizkaia maite"... Junto a Artze, Lete e
Irigarai, otros autores de tendencias simbolistas, algunas más clásicas
y metafísicas, otras con influjo popular más marcado, son Luis Mari
Mujika (Lizartza, 1939) Patxi Ezkiaga (Legorreta, 1943) Mikel
Arregi (Areso, 1948) e Iñaki Zabaleta (Leitza, 1952), aunque
algunos autores que mencionaremos detenidamente más adelante
como José Auxtin Arrieta o Patziku Perurena pueden enclavarse
también entre los autores que en alguna medida son herederos de la
poética de Gandiaga y Lekuona. Por encima de las diferencias que ya
hemos establecido entre ellos, el lenguaje elaborado y
deliberadamente lírico, la estética que da primacía a la sensorialidad
y al simbolismo, la integración de la tradición lírica de la literatura
vasca en la poesía moderna y un cierto espiritualismo antropológico
que atiende al inconsciente colectivo de nuestro pueblo, fueron
características comunes a estos autores durante el periodo al que
pondrá fin la publicación de Etiopia (1979).
5.- INTRODUCCIÓN DE LAS VANGUARDIAS LITERARIAS (1976-
1988)
Bajo la influencia de la estética de los setenta en la que la
interrelación con los artistas plásticos como Chillida y Oteiza reorienta
la poesía de los mejores creadores del momento, merece destacarse
la introducción de las primeras vanguardias europeas que adoptarán
características plásticas en la edición de los libros, la introducción de
grabados, fotografías, dibujos, disposiciones espaciales significativas
de los poemas, etc. Al hablar de la poesía de Artze, Gandiaga y
Lekuona se ha perfilado la incursión de la poesía espacial y el
surrealismo en algunas de sus obras. Al igual que aquellos, otros
autores más jóvenes acusan la influencia de movimientos literarios de
gran trascendencia en la literatura occidental: las diversas
vanguardias (surrealismo, expresionismo, dadaísmo...) que se
introducen en la literatura vasca en la segunda mitad de los setenta.
Todo indica que los setenta fueron un periodo de gran control
ideológico para los creadores vascos que permanecían sometidos a la
disciplina del compromiso social. En 1975 comienzan los primeros
intentos de buscar la libertad del campo literario que se expresa a
través de publicaciones colectivas como la revista Ustela (1975-76)
de San Sebastián surgida de la mano de B. Atxaga y en la que
posteriormente colaboraron Koldo Izagirre y Ramon Saizarbitoria; pero
también la revista Pott de Bilbo (1978-80), en la que colaboraban
Bernardo Atxaga, Jon Juaristi, Manu Ertzilla, Joseba Sarrionandia, J.
Iturralde y R. Ordorika. Posteriormente surgen, entre otras, Oh
Euzkadi (1979-83), Susa (1980-94), Idatz-Mintz (1981-2001) Kandela
(1983-84), Porrot (11984-90) y Literatur Kazeta (1985-89). En Bayona
nace Maiatz en 1982 y en Iruñea, Pamiela (1983-93) y Korrok (1984-
89).
El fenómeno de la eclosión de las revistas literarias consiguió cambiar
el ambiente. Sus manifiestos y editoriales son testigo de una mezcla
heterogénea de conceptos y corrientes, pero siempre bajo el signo de
la reivindicación de la libertad del campo literario. Los iniciadores del
movimiento: Atxaga, Izagirre y Saizarbitoria compartieron el interés
por los lenguajes patológicos, por la expresión del inconsciente, lo
irracional, etc., lo cual se refleja en sus obras de este periodo. La
necesidad de romper la norma lingüística, literaria y social determina
las características de las obras de vanguardia en todos los géneros
cultivados en éste período. Especialmente destacable fue el influjo
culturalista eliotiano del grupo bilbaíno Pott, heredero póstumo de
Aresti, y que dejó rastros destacables en los primeros poemarios de
Sarrionandia y Atxaga, así como en autores más jóvenes de los
últimos años.
La entrada de la vanguardia surrealista, mencionada ya en la obra de
Lekuona Ilargiaren eskolan (1979) se había manifestado ya a través
de las primeras obras poéticas de Koldo Izagirre: Itsaso ahantzia
(1976), Oinaze zaharrera (1977) y Guardasola ahantzia (1978). Le
siguieron obras tan importantes como Etiopia (1979) directamente
relacionada con las vanguardias, en una exploración del lenguaje
hacia lo irracional, el juego, el expresionismo y la metaliteratura. A
través de la reivindicación del absurdo, de la comicidad y la expresión
del silencio se trata de huir del idealismo y del utopismo al que se
opone.
Bernardo Atxaga (Asteasu, 1952), autor de Etiopia, la obra que
marca el cambio de rumbo de la poesía vasca del último tercio del
siglo, se había dado a conocer a través de las revistas Pampina ustela
y Pott. Publicó algunos poemas en su libro Ziutateaz (1976) [La
ciudad] y en diversas publicaciones colectivas, pero adquirió
verdadera notoriedad en el panorama de la literatura vasca a través
de Etiopia, su primer libro de poemas (1978). Toma su título del juego
de palabras con la palabra Utopía y hace alusión al poeta Rimbaud. El
ambiente del poemario es mítico: el desierto, la desprotección, la
maldición de Caín el apátrida introducen una literatura dramatizante.
El expresionismo de Kafka y Trackl tienen también cabida en el
poemario que plantea un collage heteróclito de materiales,
tendencias y registros. El hilo conductor del libro es el deambular del
apátrida Caín, expulsado del paraíso, en el laberinto de la ciudad, tan
perdido como Piolet, remedo del poeta que creara Schwob en "Cecco
Angiolieri" de su libro Vies imaginaires. Atxaga cultiva en Etiopía una
poética expresionista que se debate en la integración de la poesía y la
antipoesía. La poesía elaborada, hermosa, llena de imágenes
sugerentes y de metáforas impactantes, se revuelve sin embargo
contra el esteticismo, que se limita a decir una y otra vez lo ya dicho.
Su fin es liberar el lenguaje y despojarlo de su trascendencia a través
del juego y de la introducción de la acción.
La estructura de Etiopia integra dos narraciones introductorias y otras
dos finales y en el cuerpo central se abren nueve círculos
concéntricos. Los dos textos introductorios son narraciones de la
rebeldía, la primera de ellas mítica, la de Caín, y la segunda ridícula y
sarcástica, la del Piolet. La última narración viene a desactivar todo el
intento de creación literaria a través del asesinato del poeta
aficionado, puesto que como Beckett sentenció, Atxaga se temía que
"todo estaba ya dicho". El poema se expresa en verso libre y en él se
incrustan elementos diversos, chistes, pastiches, fragmentos, gags,
etc. con planteamientos que van del surrealismo al expresionismo,
Oulipo, dadaísmo, etc. El libro ha sido estudiado con enorme interés
por la crítica, pero desafía cualquier interpretación coherente o
unidireccional como conjunto. Los comentarios críticos relacionan la
estructura circular con diferentes textos clásicos, especialmente el de
Dante en su Divina Comedia y vicariamente con The waste land de
Eliot. La búsqueda de Dante en la Divina Commedia se orienta a la
superación de la muerte y la perfección espiritual, temas que Atxaga
volverá a recordar en el texto titulado Mendian Gora de Ternuako
lezioa (1999). Son temas sugeridos en la búsqueda emprendida en
Etiopía, que en la era del nihilismo y la estética del silencio se
expresaban a través de una ironía eliotiana.
Como es sabido, Eliot elaboró una conocida exégesis de la Divina
Comedia y posteriormente escribió su libro The Waste Land (1922) en
diálogo con aquel. El libro propone un planteamiento creativo muy
críptico que el mismo se encargó de dilucidar en una edición
"comentada". Eliot lanza una nueva búsqueda del Santo Grial, y se
vale del pasado mítico para estructurar una búsqueda moderna. El
autor reconocía que el mérito de su obra correspondía en realidad a
James Joyce porque supo revivir el mito de Odiseo en Ulysses (1914-
1922) porque, en definitiva, "para la literatura la pervivencia del mito
es un hallazgo tan importante como el de la relatividad de Einstein
para la filosofía moderna, no hay ni pasado ni futuro, solo existe el
momento presente y la utilización de moldes antiguos no implica
viajar al pasado, todo es presente" (Ulysses, orden y mito, 1923). Por
eso es lícito valerse de los viejos moldes para ordenar los materiales
del presente.
Entre las características del lenguaje poético de Etiopía prima la
introducción del monologo coloquial. El modelo de The Waste Land,
hecho de citas, monólogos, gags y pastiches se evidencia en el
trasfondo de Etiopia, y el subtítulo del poema de Eliot: "He do the
Police in Many Voices" [Hace el policía a diferentes voces] revela la
polifonía del texto y la variedad de registros que integra. El monólogo
coloquial de Eliot que Atxaga adopta en Etiopia, presenta
características dramáticas, aunque se presenta fragmentado,
entrecortado, inacabado. Tuvo su origen en Arthur Rimbaud, pero
también en los poemas de poetas franceses menos conocidos como
Jules Laforgue y Tristan Corbière. En el monólogo coloquial un
personaje narrador entre poético y ridículo, mantiene un soliloquio
inconexo, dejando escapar manifestaciones de su propio estado
anímico. Una de las referencias reconocidas por Eliot fue Jules
Laforge, un escritor cuyo estilo se caracteriza por la acumulación de
imágenes sin la ilación lógica aparente, que contribuyen a sugerir lo
que el poeta desea comunicar. Como en Eliot, las referencias
culturales, citas y planos visuales se acumulan, provocando un efecto
de simultaneidad. También Atxaga acumula imágenes fotográficas,
letreros, fotogramas cinematográficos, graffitis, slogans... Un collage
que acumula diversos registros, lenguas y lenguajes, junto con
metáforas herméticas y símbolos desconcertantes. La técnica de base
consiste en un montaje sincrónico sin que el argumento, el desarrollo
del tema, o el discurso narrativo o la lógica aporten ninguna ilación.
Por ello, aunque la obra de Atxaga hace referencia cultural
prácticamente al mismo universo literario que Aresti en Maldan
behera (Eliot, La Divina Comedia, la Biblia) las diferencias entre
ambas obras son grandes. El lenguaje bíblico-profético de aquel no
esta presente en Atxaga. El registro es irónico, de humor negro, en
Atxaga no existe posible retorno al paraíso, el recurso a la utopía ha
muerto, en cambio Aresti cree en la redención revolucionaria. Por otra
parte, determinados signos formales de su poesía indican la
necesidad de rematar la sensibilidad romántica que se expresa a
través de la primera persona y el adjetivo calificativo, ambas fobias
aparecen citados por el poeta a modo de "actos fallidos" del
monologante. Unido a todo ello, en la primera edición del libro la
puntuación y la disposición de los poemas, la ausencia de títulos,
índices, etc. acrecientan el efecto de vanguardia, de ruptura con la
norma, aunque estas características formales se verán corregidas en
las posteriores ediciones. El hermetismo del texto es todo un síntoma,
el lector intenta completar el puzzle pero es imposible, la obra es
irreducible al orden o la coherencia. La estructura y el planteamiento
ofrecen una ilusión de sentido, una hipótesis coherente para una
realidad incoherente. En Etiopia la desintegración y el Caos se reflejan
especialmente en los últimos círculos y poemas. La turbulencia del
caos, es el eje del que se trata y se hace sentir a través del texto.
En cuanto al universo metafórico de Etiopía, se centra en la
contraposición de la ciudad y el bosque o el desierto, en paralelismo
con una contraposición de racionalidad e irracionalidad. Los límites
entre ambos revelan una tensión dramática. La ciudad se presenta en
un lenguaje expresionista: es un espacio inhóspito, lugar de
encuentro de los parias y los marginados, y encarna la impotencia,
por eso Etxahun inopinadamente convertido en un profeta de la
irracionalidad, trae cierta esperanza a la ciudad. Juan José Lantz
mantiene que la poesía de Atxaga es poesía de la marginalidad: el
racionalismo es incapaz de conocer la realidad, porque el individuo es
limitado y sus intereses propios lo deforman todo, además la lengua
es también limitada y el poema debe romper esa limitación del modo
que mejor pueda, la sugerencia, la deformación del lenguaje...
Aunque la ciudad es el lugar de la realidad y la modernidad,
constituye una visión monstruosa para el poeta, porque allí solamente
percibe tristeza y soledad. Allí todo es inútil, tópico o corriente.
Aizpea Azkorbebeitia (1996, 1997 y 1999) ha estudiado en
profundidad la evolución de la poética de Atxaga, que partiendo de un
gran vanguardismo y experimentalismo, iniciando una poesía
hermética y minoritaria, ha derivado hacia una estética más primitiva
y simple, que se acerca al lenguaje coloquial y al narrativo. En las
metáforas se produce una evolución semejante. Las metáforas de
Etiopia son indeterminadas, hablan de fragilidad y desolación: "Hautsi
da ánfora" [El ánfora se ha roto]. La confianza y la fe en el progreso
se han roto, el cristianismo, el positivismo las teorías sociales que
anunciaban un futuro mejor aparecen ya como utopías imposibles. La
realidad es plural, la cultura fragmentaria, desordenada e incierta. El
siglo de las grandes esperanzas se ha resuelto en exterminio,
represión y miseria. En cambio, los valores sociales se diluyen en una
sociedad del espectáculo, del consumo y de la incomunicación. La
poesía no es ya un martillo, sino un decir casi incoherente. La
desesperanza y la sensación de asfixia, la falta de raíces da lugar a la
necesidad de huir y de vivir como un apátrida. Es, sin embargo, una
huida destructiva que se orienta fatalmente hacia la muerte, como el
mal que aqueja a las tortugas del documental que comenta en el
libro.
De Etiopia únicamente se conocen en otros idiomas a través de las
traducciones los poemas seleccionados para Poemas&Híbridos
(1990). Las selecciones posteriores también se basan en esta última.
El sabor vanguardista y hermético del libro que tanto impactó en el
periodo 1976-1980 se ha ido diluyendo en posteriores ediciones. La
acritud, las fobias y la tendencia a la autoburla desaparecen también.
El cambio de poética de Atxaga se refleja también en lo teórico en el
artículo "Poética" ("El estado de las poesías", Cuadernos del Norte 2,
148-150, 1986) y en el discurso de la Universidad de Verano (EHU-
UPV, 1990). La vanguardia ha quedado atrás y busca la simplicidad
del poema primitivo, la claridad de la canción, busca una poesía
accesible al lector. En su opinión la poesía puede llegar al público en
el directo, aunque comience su andadura desde las páginas del libro,
y de ahí proceden los proyectos como Inventarium y las letras de
canciones para Itoiz, Ordorika, Muguruza, Laboa. Ejemplos de la
nueva poética son los poemas "Trikuarena", "Negukoa", "Bizitzak", "37
galdera". Son poemas que hablan en primera persona y no desdeñan
los viejos artificios rítmicos, los más elementales y arcaicos: la
repetición, la anáfora y el paralelismo. Tampoco es casual que la
selección de poemas que van a Poemas & Híbridos sea el conjunto de
poemas que están más próximas a la tradición popular. A través del
patrimonio tradicional de los pueblos busca acercarse a la estética
"sin artificio". Por eso los pueblos más arcaicos de ¡frica y el mundo
árabe le sirven de referencia, aunque también para denunciar la
xenofobia y el racismo. En su nueva poética rechaza las corrientes
postsimbolistas de Apollinaire, Pound y Eliot y busca superar el
barroquismo, las referencias literarias oscuras, así como la actitud
provocadora, mantiene siempre sin embargo una permanente
denuncia del kitsch en la literatura y se alimenta de una fuente
inagotable: la tradición popular.
En el cambio de poética Azkorbebeitia ve un cambio de actitud, la
rebeldía de la primera etapa se convierte en aceptación del dolor
irremediable, asunción de la dureza inexorable de la realidad. El
nihilismo y la hiper-expresión se transforman en reflexión y
teorización, busca un espacio de equilibrio en el que la cultura, el
conocimiento mutuo, el respeto traerán una actitud ética. Etiopia se
justifica en nombre de la vanguardia y como expresión de las
necesidades culturales y estéticas de aquella generación: los
materiales traídos al texto se presentan mediante una estructura y un
estilo que los mantiene en pie, insustituibles, porque la poesía de
vanguardia, como la mas antigua de las poesías, la más consagrada
como la más olvidada solamente se sostiene por una calidad poética
que el lector reconoce.
Joseba Sarrionandia (Igorreta, 1958), escritor cuya biografía está
marcada por su encarcelamiento por pertenencia y colaboración con
ETA en 1980 y su fuga en 1985 de la cárcel de Martutene;
actualmente vive exiliado y sigue publicando con regularidad. La obra
de Sarrionandia se desarrolla fundamentalmente en los campos del
ensayo corto o largo y el de la poesía, además ha publicado diversos
libros de cuentos y novelas. Por otra parte, también ha publicado
traducciones al euskara de textos poéticos del portugués, del inglés,
etc. Entre los libros de poemas de Joseba Sarrionandia cabe destaca
Izuen gordelekuetan barrena (1981) [En los refugios del miedo],
Eguberri amarauna (1983 [La telaraña de la Navidad], Marinel
Zaharrak (1987) [Viejos marineros], Izkiriaturik aurkitu ditudan ene
poemak (1985) [Poemas míos que he encontrado ya escritos],
Hezurrezko xirulak (1991) [Flautas de hueso], Gartzelako poemak
(1992)[Poemas de la cárcel] Hnuy illa malah yahoo (1995) [Cuídate,
amigo] y Hau da ene ondasun guztia (2000) [Esta es toda mi
hacienda].
Participó, junto con los demás miembros del grupo literario Pott
Banda, en la traducción de la obra poética de T.S. Eliot, y, en
concreto, llevó a cabo la versión al euskara del poema The Waste
Land el cual tituló Lur eremua (1983) y que constituye una de sus
referencias literarias más constantes; otro tanto cabe decir de
Fernando Pessoa, del poeta portugués cuya obra teatral O marinheiro
tradujo en 1985 bajo el título de Marinela. También ha traducido
Poemas náufragos (1991) una selección de poetas gallegos y Marinel
zaharraren balada (1995) traducción del poema de T.S. Coleridge
"The rime of the ancient mariner". En cuanto a Izkiriaturik aurkitu
ditudan ene poemak (1985) constituye una antología y traducción de
poemas recolectados a lo largo de la literatura que ha leído. Son los
poemas que le han causado el efecto de ser "suyos" de algún modo, a
pesar de estar escritos por otros, sin embargo algunos de los autores
mencionados son apócrifos según indica E. M. el autor de las reseñas
publicadas en Hau da ene ondasun guztia, edición cuatrilíngüe
(2000). Otro tanto cabe decir de Hezurrezko xirulak (Flautas de
hueso, 1991). En ellos pudiera verse la influencia de K. Kavafis que
incluía poemas propios entre los poemas helenistas que seleccionaba
para sus antologías. Por ello en el propio prólogo se teoriza en torno a
las similitudes entre traducción y creación, y la naturaleza utópica de
ambos. En la obra de Sarrionandia el amplio abanico de referencias
literarias surte el efecto de hacer nuestros los escritos poéticos más
míticos de la cultura universal a través de una sensibilidad personal
que los asimila y actualiza a través de sus escritos. Sin embargo, tan
palmario como su universo de referencias es su profundo compromiso
con la lengua y literatura vascas, cuyo cultivo a pesar de la lejanía, es
expresión de una rebeldía genuinamente romántica.
Su primera obra, Izuen gordelekuetan barrena (1981) fue el libro que
le dio a conocer con apenas 23 años, y halló gran acogida por parte
de la joven generación de lectores que reconoció en esta obra un
hondo reflejo de su generación. Sarrionandia había ya publicado
poemas sueltos y relatos cortos en la revista que publicaban los
miembros de la Banda Pott, y en ellos llamaba poderosamente la
atención la fuerte influencia del estilo y la temática de Jon Mirande.
Sin embargo, la publicación de esta obra le otorgó el reconocimiento
de una personalidad literaria propia y definida que todos sus lectores
pudieron identificar sin dificultades en adelante y que se ha
mantenido constante en algunos aspectos a lo largo de toda su
trayectoria literaria: la delicadeza, la finura estética tan sensorial de
su literatura, la capacidad de crear mundos, describir situaciones y
estados, presentándolos con profundidad a la vez que en relieve, sin
necesidad alguna de crear tensión narrativa, ni de forjar intriga
alguna.
Izuen godelekuetan barrena toma la forma de un libro de viajes, y
cuenta con dos prólogos diferentes, el primero en prosa, similar al de
la mayoría de los libros, y el otro en verso, el poema "Bitakora kaiera"
o "Cuaderno de bitácora", que presenta y anuncia la ruta que el libro
seguirá. El escritor y crítico Gerardo Markuleta en un artículo titulado
"Sarrionandiaren samurra zertan den" (Diario Vasco, Zabalik, 28-II-
90), realiza un rápido repaso por la obra poética de Sarrionandia y
destaca fundamentalmente tres características de su obra: la
decidida mirada abierta hacia Europa, la riqueza de recursos literarios
y su profusa utilización, así como el deseo constante de forjarse un
lenguaje literario propio. Markuleta se reconoce especialmente en el
poema que prologa el libro, "el Cuaderno de Bitácora es el manifiesto
de la literatura que nos gustaría escribir a muchos de nosotros".
También el crítico literario Jon Kortazar coincide en el carácter de
manifiesto que adquirió el poema inicial de libro para los poetas
jóvenes. En el artículo titulado "Joven poesía vasca. Un acercamiento"
(1989) concede especial importancia al poema como declaración de
principios de la generación posterior al libro de Bernardo Atxaga
Etiopia. En opinión de Kortazar, la obra de Atxaga es el hito más
importante de la poesía vasca actual, sin embargo, fue Joseba
Sarrionandia en su libro Ni ez naiz hemengoa (1985) quien teorizó
más certeramente acerca de los puntos en común de la nueva poesía
vasca. Un grupo de escritores cuyas bases filosóficas las constituyen
los escritos de Nietzsche y Witgenstein y que han asimilado la
filosofía del desencanto. Rechazan la visión del mundo seguro y
positivista que parece asegurarnos la ciencia, y los conceptos de
historia y progreso pierden sentido para ellos. La visión de la poesía
de la banda Pott no se halla relacionada con una actitud
"comprometida", sino lúdica y nihilista, no creen que la poesía sirviera
para nada útil, son escéptico acerca de su posible función social. Los
poetas de esta generación poética beben de las más diversas fuentes,
aprecian especialmente la poesía primitiva, así como la más
elaborada y estetizante. El eclecticismo propio de este fin de siglo les
permite integrarlos a todos sin problema en su poesía del yo y se
refleja poderosamente en esta obra de Sarrionandia en la que el autor
realiza un viaje absolutamente personal por la literatura europea.
Aitzpea Azkorbebeitia (1998) señala que el poeta se alimenta de un
sentimiento de desarraigo y búsqueda ante un panorama cultural
estéril y desolado. Como Kavafis, Pessoa o Auden, sostiene que toda
literatura es literatura de la literatura, y el peso de la tradición en
toda obra literaria es innegable. El estilo del poemario resulta algo
distante y posee un deje decadente y estetizante, es menos rotundo
que la Etiopia de Atxaga. El segundo libro de Sarrionandia Eguberri
amarauna (1983) se dio a conocer sin el nombre del autor, en una
publicación colectiva de los presos vascos. Se publicó junto con una
crónica carcelaria en prosa cuyo título "Desde Puerto de Santa María.
En la cáscara de una nuez" citaba un verso de Shakespeare, haciendo
referencia a la capacidad de expresar lo universal aún partiendo
incluso de lo más pequeño. Eguberri amarauna es un libro de poemas
que recoge el sentir del poeta preso en las celdas de castigo, dando
testimonio de "las voces, la desesperanza y los deseos que vivo hoy
aquí". El binomio de la poesía y la cruda situación en que surge se
erige en el eje estilístico fundamental de todo el libro. En cambio
Marinel zaharrak (1987) [Viejos marineros] constituye una revisión de
los temas del primer libro Izuen gordelekuetan barrena, pero se
completa con poemas posteriores a su encarcelamiento y fuga. Todos
los críticos han resaltado el recrudecimiento de la postura militante
en esta última obra poética: el tono del libro es pesimista, oscuro. Una
voz cansada y arrumbada se aleja de la decadencia y el esteticismo
hacia una aspereza desconocida hasta entonces, fruto de la
conciencia y el sufrimiento: voz desengañada y dura, madura y
solitaria. La abundancia de cuestionamientos recuerda a Bertold
Bretch, la metaliteratura ha rebajado su influjo y la ironía es más
experimentada, menos lúdica. Desea dar testimonio de su propia
existencia y la de los suyos.
Hnuy illa nyha majah yahoo (Poemak 1985-95) (Elkar, Donostia, 1995)
es una selección de la poesía de los pasados diez años. José Luis
Otamendi (1996) califica el libro de "tratado moral" y Aitzpea
Azkorbebeitia dice que los temas y los sentimientos son integrados en
un punto de vista humanista. Como indicador, el libro lleva en el título
de una frase del escritor Jonathan Swift en el libro de Gulliver que
significa "cuídate, amigo", en clara referencia al libro cuyo tema es la
ceguera de las civilizaciones y las injusticias que provoca. En este
libro vuelve a abrirse el abanico de temas y símbolos. La muerte y la
experiencia autobiográfica se plasman ahora desde un foco más
alejado. El orden de los poemas no es cronológico en clara expresión
de la ruptura del concepto de tiempo o progreso. La historia no tiene
pertinencia. La propia vida es un exilio para Sarrionandia que aparece
elevado a la categoría simbólica y metafísica. El tono de la poesía se
acerca de nuevo a Bertold Brecht, la narración es realista y el hilo
central del poema consiste en la reflexión del sentido y la paradoja.
La temática es amplia: de la muerte del héroe, el exilio, el viejo
marino como memoria, la esperanza y la rebeldía, la infancia y el país
del pasado y el futuro imaginario del país..., también aparece el tema
del amor. La visión de la función social de la poesía evoluciona
significativamente en Sarrionandia: En Eguberrietako amarauna
(1985) aparece citado Brecht y su "Malos tiempos para la lírica" y en
1987 se repite, aunque se pregunta ya si no todos los tiempos son
inapropiados para la poesía, sin embargo ahora sabe que, de todos
modos, la persona necesita cantar y contar historias que nadie desea
oír, como las del viejo marino. En 1995 intenta superar la condena
sentencia de que "nothing is left to tell" y de que sólo es posible la
metaliteratura, cree que los poemas no han dicho todavía el mensaje
más importante y aunque la poesía no sirva para cambiar la sociedad
y a nadie pueden interesar los infortunios que relata el viejo marino,
todavía desea esforzarse por encontrar las palabras adecuadas a
nuestra gente, a nuestra circunstancia y a nuestro tiempo, en una
permanente búsqueda crítica dentro del lenguaje y su relación la
realidad. Recientemente ha publicado una antologia personal en
cuatro idiomas titulada Ene ondasun guzia (2000) [Esta es toda mi
hacienda].
La obra literaria de los que abrieron el camino del vanguardismo en la
literatura vasca del finales de los 70, K. Izagirre, B. Atxaga y J.
Sarrionandia ha sido revisada por sus autores, en una coincidencia en
la autocrítica que merece ser reseñada, puesto que indica el final de
un periodo de experimentación. Atxaga abandona el vanguardismo en
1986 y lo confirma al publicar Poemas & Híbridos en 1990;
Sarrionandia hace confluir su mundo literario y su mundo real en una
revisión de sus primeros poemas en Marinel zaharrak (1987). En
cuanto a Izagirre, en 1989 su poética es sujeto de una revisión
radical.
Koldo Izagirre (Pasaia, 1953) Escribió Itsaso ahantzia (1976) [Mar
olvidado], Oinaze zaharrera (1977) [Al viejo dolor] y Guardasola
ahantzia (1978) [Paraguas olvidado] en una primera fase
vanguardista. Su admiración por Eluard, el taller literario Oulipo e
Italo Calvino, le llevan a explorar el aspecto lúdico de la literatura e
investigar en el campo de la irracionalidad y el surrealismo. Presenta
en sus inicios un cierto retoricismo de "lapidado", una pose malditista
delatada por Lete (1976) para distanciarse de la poesía del
compromiso social, lo mismo que Arantxa Urretabizkaia y Mikel Lasa a
través del intimismo, o Ibon Sarasola (Donostia, 1946) en
Poemagintza (Donostia, 1969) [Poesía] a través de la metaliteratura
lúdica, pero su posicionamiento está emparentado con el impostado
"cansancio" y la rebeldía de Atxaga en Etiopia. Izagirre comienza a
experimentar con la sintaxis y los registros lingüísticos y se perfila
como precursor de la ruptura estética que llegará a su eclosión de la
mano de Atxaga en Etiopía. La renovación vanguardista,
especialmente surrealista que llega de la mano de Izagirre alcanza
junto con Atxaga y Sarrionandia su objetivo de dejar atrás la poesía
comprometida que se imponía como único canon.
Tras diez años de silencio publicó Balizko erroten erresuma (1989) [El
reino de los molinos imaginarios] obra que es, en palabras de J.
Landa, "un manifiesto militante" (1989) ya que a lo largo del libro
permanece fiel a una teoría poética que se marca como disciplina.
Hacía sólo dos años que el libro de Sarrionandia Marinel zaharrak
(1987), autorevisión de su poética anterior había sido publicado. En
Izagirre la revisión de su poesía anterior es tan decidida como su
adhesión a las tres velas de la nave poética en la que embarca:
Lauaxeta y Aresti son como para Sarrionandia palos mayores
irrenunciables, pero Izagirre reivindica un tercero: Lizardi. Izagirre
adora la flexibilidad de la sintaxis y su infinita expresividad, de la que
no respeta la lógica o la naturalidad: busca un ritmo sincopado y bien
marcado, y precisamente ese ritmo tan buscado es uno de los rasgos
más destacados de su estilo, difícil de definir, pero claramente
identificable tanto en su prosa como en su poesía. Con frecuencia, el
fragmento, el anacoluto, la reticencia son las características de una
expresividad lacónica que se apoya en rimas interiores y en juegos de
ingenio. El reino de los molinos imaginarios que es para Izagirre la
literatura, se apoya en un mundo de referencias que desea hacer
sugerente, pero a la vez accesible. La crítica ha valorado
especialmente su obra poética más reciente: Non dago Basques
Harbour? (1997) [¿Dónde esta Basques Harbour?]. En ella, sin
atenerse a una determinada temática o credo, expresa sentimientos
diversos bien arraigados en el ser humano como la patria, el amor o
el miedo, enclavando sus poemas en un imaginario portuario, muy
ligado a su biografía. Su posicionamiento es maduro, amargo y
pesimista, tenaz y desesperanzado a la vez.
Si puede decirse que los renovadores del panorama poético de finales
de los setenta que fueron Izagirre, Atxaga y Sarrionandia han revisado
los tres su poética a finales de los ochenta, también puede afirmarse
que en los tres casos la revisión se orienta en el mismo sentido: el
alejamiento de una estética críptica y excesivamente elitista, en
beneficio de un posicionamiento que podría calificarse de "ético" o
"moral" y a favor de una estética más accesible. Atxaga tiende a la
simplicidad, al primitivismo y a la marginalidad, reivindicando la
función reflexiva de la literatura, sin manierismos o moralejas. Por
otra parte, el compromiso social y político perdura como
preocupación de primer rango en Izagirre o Sarrionandia junto al
compromiso estético. En sus obras está siempre presente una
referencia ineludible a la situación sociopolítica del país que también
halla eco en autores más jóvenes como Aranbarri, Berrizbeitia,
Otamendi, Urrutikoetxea... aunque también en otras voces poéticas
como las de Joxe Austin Arrieta se perciben, teñidos de un
inconfundible sabor brechtiano.
Joxe Austin Arrieta (Donostia, 1949) es autor de traducciones bien
valoradas y es especialmente apreciado por su narrativa que incluye
obras tales como Abuztuaren 15eko bazkalondoa (1979) y Manu
Militari (1987). Arrieta ha publicado cinco libros de poemas
Arrotzarena/ Neurtitz neurgabeak (1983) [El extranjero.Versos libres],
Bertso-paper printzatuak (1986) [Versos quebrados], Mintzoen
mintzak (1989) [Tejidos de palabras] Graffitien ganbara (1996) [El
desván de los graffiti] y Orbaibar (2000) [Valdorba]. El lirismo de
Arrieta es expresión de un mundo interior bastante peculiar y al
mismo tiempo taller literario inexcusable donde la intertextualidad se
explaya. J. M. Lekuona calificó este laboratorio literario de
"intraliteratura", elaboración de una amalgama en la que se perciben
ecos de la literatura tanto vasca como universal. El autor entra en
dialéctica con los contenidos, los argumentos los motivos literarios de
dichos autores, y la interacción estética con dichos textos es uno de
sus elementos generadores más notorios. La influencia de los poetas
vascos más señeros de la década de los setenta Gandiaga y Lekuona
es perceptible en sus primeros libros, aunque posteriormente avanza
hacia una lírica en la que la referencia intertextual adquiere gran
importancia. Son poemarios bien estructurados, desarrollan un
pensamiento integrador y proyectado de antemano, un planteamiento
racionalizador que recuerda a Lekuona. Sin embargo, Arrieta ama la
paradoja conceptista, el juego de palabras y la antitesis,
características tan barrocas como las de su sintaxis, adora el juego
inagotable del lenguaje, la interacción de lenguas y el ludismo de las
palabras. Todo ello al servicio de la expresión de una visión dislocada
y atormentada de la existencia, manifestación plástica y mimética de
la complejidad de la realidad que intenta aprehender. La
intraliteratura constituye el contexto en el que se gesta su poesía, el
escenario dramático de los fantasmas personales del autor, pero es
también la vía para conectar con la realidad circundante y para
comprometerse con ella.
Algunos autores interesantes del periodo como Omar Navarro, Rafael
Egiguren, Joxean Muñoz, Jon Casenave y Mari Jose Kerejeta dieron a
conocer su obras poética entre 1978 y el 1988, pero han dejado de
publicar posteriormente. Joxean Muñoz (Donostia, 1957), publicó
Parentesiak etabar (1984) obra que se enclava en la estética de los
primeros ochenta, abierta al experimentalismo, la fragmentariedad y
a la participación activa del lector en la lectura. El libro es digno
exponente de la renovación poética que llegó de la mano de los
primeros libros de Atxaga, Sarrionandia e Izagirre, no en vano fue
colaborador en diversas revistas literarias con este último. Por otra
parte, Omar Navarro (Mundaka, 1953) pseudónimo del escritor
Edorta Jiménez, es autor de diversos poemarios, publicados en un
breve periodo: Itxastxorien bindikapena (1985) y Gizaeuropa (1986)
Egutegi experimentala (1986) y Gaua zulatzen duten ahausietan
(1987). Escritor de amplia trayectoria en la narrativa, su poesía se
enclava en la ciudad de Bilbao, el espacio urbano cuya dureza es
parte substancial de la realidad cotidiana a la que hace referencia.
Rafa Egiguren (Hernani, 1948) autor de Mugarrien garraioan (1986),
es poeta de humor critico que se vale de los elementos cotidianos, las
referencias personales y los materiales concretos como expresión de
sus preocupaciones éticas. De signo muy distinto es la obra de Jon
Casenave (Baiona, 1957) autor de Zutaz amoroski (1978) y Ordu
alferren segida (1985), muy lejos del expresionismo y las tendencias
metaliterarias que entraron con gran fuerza en aquel periodo. Su
poesía de temática amorosa, es delicada e intimista, breve y de
trazos estilizados y de un surrealismo sugerente. Por ultimo, Maria
Jose Kerexeta (Zegama, 1961) autora de Ezezagun baten koadernoa
(1988), creó amplias expectativas entre la crítica especializada como
el primer texto en euskara de una poesía de la experiencia expresada
con gran personalidad e intenso lirismo.
6.- ECLECTICISMO Y DIVERSIDAD. (1988-2005)
6.1. TRAS LA VANGUARDIA
El panorama de la poesía de los últimos veinte años es muy diverso y
difícilmente reducible a ciertas etiquetas o movimientos, puesto que
son obras en evolución y atienden a poéticas muy diversas (la última
poesía surrealista, la poesía filosófica, la poesía del silencio, la poesía
de la experiencia...) dentro del gran eclecticismo que preside la
poesía posvanguardista en la literatura vasca. Ha pasado ya la hora
de los manifiestos, el rechazo o la adhesión a determinados credos
poéticos o a una estética definida, y el fin de siglo trae consigo la
renuncia a la actitud transgresora en la poesía y la increencia en su
capacidad de intervención social. La poesía se verá desplazada como
genero por la narrativa, aunque conserva su carácter de espacio para
la reflexión, para la elaboración de la mirada o la expresión de una
realidad percibida.
Las distintas historias de la literatura vasca encuentran cierta
dificultad en calificar o estructurar como grupo los escritores de este
periodo intermedio entre la introducción de la vanguardia y su
revisión (1976-1986) y la arribada de nuevos escritores como H. Cano
y K. Uribe que destacan con fuerza en el panorama literario de finales
de siglo. X. Mendiguren la denomina la generación del 63, algunos
escritores que pertenecen a la misma se han calificado como la
generación perdida (F. Juaristi, K. Linazasoro) aunque la denominación
parece algo forzada por que la fórmula evoca la literatura
norteamericana de S. Fitgerald y E. Heminguay. Recientemente el
ensayista y narrador I. Zaldua ha utilizado y argumentado la
denominación de "la generación de la frustración" o "la generación
invisible" y, en ocasiones, también le ha aplicado el símil ciclista de
"el tropel" (2005). Dichas denominaciones describen de un modo u
otro un periodo literario en el que los nuevos autores de novela y
poesía, pese a su calidad, tienen cierta dificultad en destacar frente a
autores surgidos en las décadas anteriores que siguen presidiendo el
campo literario y sin embargo observan la llegada de escritores más
jóvenes que alcanzan rápidamente notoriedad.
Lo cierto es que la gran calidad de la producción literaria de los
escritores de la década de los setenta/ochenta, junto con la escasa
incidencia de grupos de acción (revistas, editoriales) o personalidades
muy destacadas por la prensa especializada o por la repercusión de
su obra en los autores de este período (aunque es preciso hacer
distinciones que a continuación consignaremos) lo cierto es que el
eclecticismo, la ausencia de poéticas expresadas de un modo
"rompedor" y una cierta atomización del panorama poético, han
traído como consecuencia la dificultad de describir en lo poético este
final de siglo en el que la narrativa ha demostrado una vitalidad y
calidad verdaderamente destacables. Por ello, renunciando de
antemano a distinguir escuelas, tendencias o generaciones,
presentaremos en primer lugar los autores a nuestro juicio más
destacados en este final de siglo:
Felipe Juaristi (Azkoitia, 1957) periodista, crítico literario, novelista y
poeta, fue fundador de las publicaciones periódicas Literatur Gazeta y
Porrot. Asimismo cuenta con las novelas tituladas Intzentsua lurrean
bezala (1988), Ilargi lapurra (1994), Arinago duk haizea, Absalon
(1990) y Airezko emakumeak (2003). También escribe literatura
juvenil y su obra Animalien inauteria (2000) fue acreedora al premio
Euskadi de dicha modalidad. Es autor de una obra poética
fundamentada en la palabra reflexiva, el amor al ritmo pausado y
cuidado. Su obra Galderen geografia (1997) o Geografía de las
preguntas (1999), obtuvo el premio Euskadi de Literatura.
Anteriormente había publicado Denbora, nostalgia (1985) [Tiempo,
nostalgia], Hiriaren melancolía (1987) [Melancolía de la ciudad] y
Laino artean zelatari (1993) [Al acecho en la niebla]. Más
recientemente ha publicado, Begi-ikarak (2005) [Temblor de las
palabras].
Siempre fiel a sí mismo, F. Juaristi busca un tono reposado pero que
"arda por dentro", sensual, sugerente, pero unido a la reflexión. Más
allá de las emociones pasajeras, en ocasiones muy doloridas como en
su última entrega, busca la palabra eterna y universal que exprese un
sentir propio y colectivo a un tiempo. En su libro Galderen geografia
parte en busca del conocimiento del dolor y de la desazón de los
mundos conocidos, por medio de preguntas, huyendo de la certeza
común, desde la consideración de que la certidumbre es hoy otra
faceta de la mentira y del fanatismo. A través de poemas cortos pero
profundos, el autor analiza la realidad desde puntos de vista
múltiples, y a lo largo de este viaje interior pasa de la esperanza a la
desesperanza, del pesimismo al optimismo, para llegar al final de
viaje tan cargado de dudas e incertidumbres como al principio del
camino. En opinión de K. Izagirre, la poesía de Juaristi posee
características clásicas no porque recree modelos de la antigüedad o
de la tradición, sino porque posee el dulce ritmo de los maestros
clásicos, el ornamento justo y el modo de decir exacto. Busca el
equilibrio: su inspiración es culta, pero no es un cultista; su dicción es
elegante pero no formalista; tiene una visión filosófica, pero no es un
poeta conceptual. Sus citas literarias, su reflexión metaliteraria viene
al hilo, no es gratuita, sino reflexión y conciencia de la experiencia
habida, la cotidiana y la literaria. Busca un equilibrio imposible de
inteligencia y sensibilidad, sin embargo, no procede de la serenidad
del alma: siempre esta situado en el ansia de vida y la experiencia del
dolor «bizi-pozaren eta bizi-minaren artean». Muestra palmaria de ello
es su último libro, en el que el ambiente es particularmente oscuro,
dolorido, "porque la lógica de la cotidianeidad es antipoética". En
palabras de Kortazar, su último libro es lo más interesante que se ha
escrito últimamente en la línea simbolista. Ante la negrura y la
muerte, el autor emprende una exploración interior. Destacan los tres
poemas dedicados a Rembrant que quiso pintar el infinito porque
constituyen los anillos del ciclo que estructura el libro, y a través de
ellos expresa el deseo humano de ser pájaro, de ser luz e infinito y el
dolor de la imposibilidad de serlo. A Juaristi no le gusta mostrar el yo
y sus múltiples estados, no habla de sí mismo, aunque transciende
una tristeza abismal: su pudor es también inmenso. Busca saber lo
que define la esencia de la condición humana entre la esperanza y el
dolor.
Tere Irastortza (Zaldibia, 1961). Autora de una obra consolidada, su
poética parte siempre de la experiencia propia en su entorno, trabaja
y elabora la palabra, empeñada en un incesante cuestionamiento y
voluntad de precisión en la expresión, lo cual la ha llevado en
ocasiones a un gran nivel de minimalismo. Su obra está integrada por
Hostoak. Gaia eta gai aldaketak (1983) [Las hojas. Tema y
variaciones], Derrotaren fabulak (1986) [Fábulas de la derrota],
Osinberdeko khantoreak (1986) [Los cantos de Osinberde], Manual
devotio gabekoa (1994) [Manual sin devoción]. Los cuatro poemarios
han sido recopilados por la autora en la antologia personal
Gabeziaren khantoreak. Antologia (1995) [Los cantos de la ausencia].
La poesía de Irastortza atiende a las cosas pequeñas y cotidianas,
elementos aparentemente sin ningún valor que observa casi con una
sensibilidad adolescente y delicada. En su poesía el sentido lúdico del
lenguaje es importante, en contraste con los temas de su poesía
dominados por la desesperanza y la ausencia y por el desamor. En los
noventa en cambio tiende a la poesía conceptual, cada vez mas
minimalista, tendencia que se confirma en los libros que ha publicado
últimamente Izen gabe, direnak. Haurdunaldi beteko khantoreak
(2000). [Poemas sin titulo] y su ultimo libro, Glosak esana zetorrenaz
(2003) [Glosas en torno a lo dicho]. Es una poesía que tiende a la
reflexión en torno a la relación entre la palabra y la realidad, poniendo
de relieve especialmente la opacidad del reflejo que una pretende de
la otra.
Juan Kruz Igerabide (Aduna, 1956) Autor de poesía para niños
como el conocido Begi-niniaren poemak (1992) [Poemas para la
pupila, 1995], Botoi bat bezala/Como un botón (1999), y de
interesantes ensayos teóricos en torno a la relación entre oralidad,
poesía e infancia (Bularretik mintzora, 1993) [Del pecho a la palabra],
escribe adoptando un punto de vista ético y profundiza en los cuentos
y poemas infantiles en los que no obvia la realidad menos poética. Se
vale de los géneros tradicionales de la literatura infantil, los cuales
maneja con gran perfección formal, y a través de ellos se permite
superar los límites de la racionalidad y provocar el impacto de lo
inesperado. También ha publicado diversos poemarios no dirigidos al
público infantil, entre los que destacan Sarean lehio (1994) [Una
ventana en la red] y Mailu isila (2002) [El martillo silencioso, 2004].
Su poesía es breve, lacónica, cercana al aforismo y a la observación
zen, reflejada en los haikus de Sarean leiho, donde puede expresar el
instante a través de una imagen plástica, fugaz y eterna al mismo
tiempo e intentar aprehender la totalidad. Las fuentes literarias
apuntadas (la literatura popular y la espiritualidad oriental zen y tao)
constituyen, junto con otras fuentes líricas de autores vascos o de la
literatura universal, las veladas referencias de una poesía que sin
ahorrarse la conexión con la frustración y con el sufrimiento de lo
cotidiano, conserva una mirada lúcida, nada simplificadora, pero
serena y sin dramatismo.
Carlos Linazasoro (Tolosa, 1962). Autor, entre otros, de poemarios
como Euriaren eskuak (1995) [Las manos de la lluvia], Kartapazioko
poemak (1998) [Poemas del cartapacio] publicado junto con
Igerabide, Inoiz izan ez garenotan (2000) [En los que no hemos sido
nunca], Eguzkia ateri (2001) [El sol escampa] o Denboraren aleak
(2005) [Los granos del tiempo]. Linazasoro es el poeta de la soledad
extrema, de la dificultad de identificarse con el colectivo, de la
orfandad del amor y de los afectos y al mismo tiempo expresión de su
necesidad. Todo ello proyectado en un paisaje que refleja
plásticamente estos temas con profundidad dramática. Linazasoro es
autor de referencia en la poesía vasca actual, y la valoración de su
trayectoria en la crítica vasca es muy positiva a la espera todavía de
una obra de mayor calado, fruto de la necesaria selección y de la
elaboración pausada.
Juanjo Olasagarre (Arbizu, 1963) Autor de Gaupasak (1991)
[Noches en vela], Bizi puskak (1996) [Retazos de vida] y Puskak biziz
(2000) [Viviendo los retazos], ha ido evolucionando desde una
realidad enclavada en su espacio geográfico de referencia constante:
el valle de la Sakana (Navarra). Espacio asfixiante y represivo en su
primera obra, recibe más tarde una mirada más madura que se
orienta, entre pesimista, irónica y lírica, a las realidades tragicómicas
que le rodean y que se expresan a través de cartas o diálogos. La
crítica destaca especialmente la bella cadencia de sus versos largos
en los que se explaya toda la belleza y flexibilidad de su lenguaje. Es
un escritor que ha sorprendido positivamente también por su novela
Ezinezko maletak (2004) [Maletas imposibles], en aplicación lirico-
narrativa de un estilo cada vez más definido y del que cabe esperar
entregas interesantes en cualquier modalidad.
Ricardo Arregi Diaz de Heredia (Gazteiz, 1958) Ha publicado dos
poemarios: Hari hauskorrak (1993) [Frágiles hilos] y Kartografía
(1998) [Cartografia]. Poeta cosmopolita de amplias referencias, recibe
como Atxaga y Sarrionandia y a través de ellos, el influjo
particularmente intenso de Pessoa, Auden y Kavafis; utiliza como ellos
las alusiones a la cultura clásica, al pasado histórico, a toda la
tradición cultural conocida pero también a los acontecimientos de la
actualidad y a lo cotidiano para poder abordar la realidad cercana con
una mirada más penetrante, más vibrante y más lírica. Su segundo
libro le confirma como el autor de los noventa más destacado en
opinión de la crítica, por la calidad formal y la profundidad poética de
una producción depurada que delata una selección cuidadosa y
madura de sus mejores poemas, estructurados en apartados
aglutinadores, siempre al servicio de la belleza y del bien decir.
Esteticista pero sin ceder al puro juego literario, consciente de lo que
le rodea pero sin ceder al testimonio comprometido, Arregi despunta
como autor de obra más decantada que reúne las características que
el nuevo milenio requiere: la poesía como artefacto literario orientado
a la emoción del lector, pero también un espacio de reflexión de lo
que aquí y ahora percibimos de un modo racional o irracional, y la
necesidad de compartirlo, comunicarlo al lector de un modo accesible
aunque no por ello simplista.
Junto a estos seis autores que destacaron particularmente a lo largo
de los noventa se dieron a conocer también otros autores de interés:
Aurelia Arkotxa (Baigorri, 1953) Atari ahantziak (1993), La poesía
de Arkotxa presenta características líricas muy acusadas y acierta a
crear atmósferas estáticas de gran intensidad sensorial. Su
sensibilidad se presenta arropada por un elaborado esteticismo y
culturalismo, que acude a diversas referencias literarias, culturales,
históricas y geográficas. Actualmente enclavada dentro de la
corriente denominada Geopoética, su último libro, Septentrio (2001),
es un proyecto integrador que estructura fragmentos de materiales
en torno a los viajes de exploración de nuevas tierras (retazos de
crónicas, descripciones, anotaciones de mapas antiguos, etc.) junto a
poemas de elaboración lírica personal que retrotraen a la poesía de su
primer libro y adquieren un sentido en dicho contexto. También son
interesantes, pero de signo totalmente diferente, las obras de Itxaro
Borda (Oragarre, 1959), autora de diversos poemarios de un
surrealismo dolorido, rebelde y rompedor, entre los que tal vez se
destaca el titulado Orain (1998) [Ahora].
Jose Luis Otamendi (Azpeitia, 1959). Autor entre otras obras de
Zainetan murrailak (1987) [Murallas en las venas], Poza eta gero
(1990) [Tras la alegría] y Lur bat zure minari (1995) [Una tierra para
tu dolor], es una voz claramente lírica y desnuda. Su poesía, una
búsqueda personal solitaria de un lenguaje poético propio, alejado de
las retóricas, explora el mundo de los sentimientos y dedica especial
atención al sentimiento amoroso.
Patziku Perurena (Goizueta, 1959). Sus obras Joanes d'Iraolaren
poema bilduma (1985) [Poemas de Joanes d'Iraola] y Iraingo apaiz
gaztearen kantutegi zaharra (1988) [Cancionero del cura joven de
Irain] son cancioneros apócrifos compuestos al modo de las antiguas
coplas y baladas de tradición oral, pero que son expresión de una
estética moderna, labor de fusión cuyos resultados son sugerentes y
atractivos. Es también autor de una curiosa obra titulada Emily (1987)
en la que de forma apócrifa crea la poesía que pudiera haber sido
escrita por la norteamericana Emily Dickinson. En su último poemario
Isileko kantak (1993) [Cantos secretos] redescubre sensorialmente la
naturaleza con un telurismo que recupera la fusión humana con el
medio natural a través de la percepción sensorial. En la última década
ha cultivado el ensayo antropológico en un estilo más expositivo y
más recientemente en Harrizko pareta erdiurratuak (2004)
[Resquebrajados muros de piedra], una nueva elaboración literaria de
los temas relativos al mundo natural y rural que le son tan queridos y
en la que entrelaza sus lecturas literarias, antropológicas, etnológicas
y filosóficas.
Xabier Montoia (Gasteiz, 1960). Autor de Anfetamina (1983)
[Anfetamina], Likantropo (1985) [Licantropo], Narraztien mintzoa
(1988) [El lenguaje de los reptiles] es, además de poeta, cantante.
Sus referencias se nutren de los letristas de los grupos rock y resulta
provocador, extravagante, fuera de toda ortodoxia lírica, aunque es
posible que todo el ruido y la furia, únicamente constituyan el antifaz
tras la que se protege una sensibilidad poética pudorosa de
expresarse en primera persona y, a pesar de la gran distancia que
separa las poéticas de ambos, algo similar cabe sospechar de las
máscaras apócrifas de Perurena anteriores a 1993.
Luigi Anselmi (Bilbo, 1954) ha publicado cuatro libros: Zoo ilogikoa
(1985), Desiriko alegiak (1988), Bacchabunda (1992) y Gure ametsen
gerizan (2000). Poeta de voz propia, con un toque cultista y clásico en
su estilo, se vale del antiquísimo recurso a los animales simbólicos y
las fábulas sin que la metaforización sea, sin embargo, obvia, ni la
interpretación evidente.
Joanes Urkixo (Bilbo, 1955) Su único libro de poemas Berba legezko
aiztoak (1990) [Cuchillos como palabras] es el retrato nocturno de la
gran ciudad, que recuerda indefectiblemente el Bilbao de Etiopia.
Juan Ramon Madariaga. (Bilbo, 1962). Su obra poética es ya amplia
y abarca siete títulos, entre otros, Argia sortzen den izartegia (1996)
[Estrellas que emanan luz] Amodioa batzuetan (2001) [A veces el
amor], Orbanak (2001) [Cicatrices], Izozmendiak (2003) [Montes de
hielo]. En la evolución de su poesía se produce un alejamiento del
esteticismo y exotismo de los primeros libros, hacia la profundización
de la realidad cotidiana y sus miserias. En su poesía la ciudad es una
referencia en la que se sitúan los conflictos y el desasosiego; su
poesía que se explaya en los espacios naturales y en el silencio, se
acerca con recelo a la fiera que bulle en la ciudad hecha de metal,
asfalto y ruido.
Iñigo Aranbarri (Azkoitia, 1963) Autor de Jonas Poisson (1986),
Dortokak eta elurrak (1989) [Nieves y tortugas] y Harrien lauhazka
(1998) [Fuga de las piedras], sigue la estela de Sarrionandia e
Izagirre: partió de una poética hermética y de metáforas
expresionistas de su mundo interior, para pasar posteriormente a la
conciencia dolorida de la realidad social y política circundante.
Asimismo, Luis Berrizbeitia (Abadiño, 1963), poeta de tono
equilibrado e imaginería elegante, ha publicado dos libros de poemas
Zoperna generala (1983) [El general Zoperna] y Eremu karroindunak
(1992) [Tierras heladas] en los que se refleja su admiración por
Sarrionandia y los presupuestos y preferencias literarias de
características cultistas. Pako Aristi (Urrestila, 1963). Autor de
Iraileko ipuin eta poemak (1989) [Poemas y cuentos de septiembre],
Castletown (1996), Oherako hitzak (1998) [Palabras para dormir] y
Libreta horiko poemak (2003) [Poemas de la libreta amarilla], su
poesía mezcla la ficción y la narrativa, adoptando un punto de vista
inconformista, crítico e irónico, que en su último libro ha cristalizado
en accesibilidad y acierto.
Otros autores del periodo son Antolin Eguzkitza (Santurce, 1953-
2004), Gorka Setien (Barcelona, 1958), Karlos Santesteban
(Karrantza, 1960) Jon Arano (Itsasondo, 1961) y Amaia Iturbide
(Bilbao, 1961) en torno a cuyas obras no cabe extenderse aquí.
6.2. COMIENZOS DEL SEGUNDO MILENIO
A grandes rasgos puede decirse que la poesía del siglo XX en el País
Vasco, ha estado marcada por poéticas renovadoras, en cuyos
objetivos han dominado la trasgresión, la vanguardia y la ruptura; en
cambio la poética de comienzos del siglo XXI está dando primacía a la
comunicación, a la transmisión de la emoción, muy conscientes de
que la poesía es una flor delicada que no sobrevive en las páginas
secas de los libros cerrados. La necesidad de transmitir y llegar hasta
el lector o espectador, la necesidad de conmoverlo de algún modo, ha
llevado a los escritores a acercarse a los lectores a través de diversos
medios como los ensayados por los espectáculos de Aresti y Ez Dok
Amairu, del Grupo Pott en Henry Bengoa y en otros promocionados
por K. Izagirre, así como a través de las letras escritas para los
cantantes del panorama musical vasco. En esta línea de
comunicación y transmisión emotiva, el nuevo milenio ha dado a
conocer algunos autores destacables, entre los que despuntan, por su
prometedora calidad:
Harkaitz Cano (Lasarte, 1975). Autor de Kea behalinopean bezala
(1994) [Como humo bajo la niebla] y Norbait dabil sute eskaileran
(2001) [Alguien por la escalera de incendios]. Cano se aleja de la
imagen del poeta complicado, exaltado o retraído, se considera
observador y sensible, pero no "problemático" y se mueve con soltura
en los medios de los que hace excelente uso: escribe en la prensa
euskaldun, crea guiones para cine y televisión, publica novelas y ha
obtenido el premio Euskadi en su edición del 2005 por una narración
de características poéticas incuestionables que ha sabido enriquecer
con el lenguaje cinematográfico: Belarraren ahoa (2004). Estuvo
arropado en sus inicios por el grupo literario llamado Lubaki Banda,
cuyo manifiesto y actividades le sirvieron de plataforma. La banda
hizo su aparición en 1993 y tuvo la virtud de detener aunque sea
parcialmente el proceso de desplazamiento del género poético hacia
los márgenes de la literatura vasca de la mano del propio Cano, junto
con G. Berasaluze, A. Serrano y X. Aldai. Sin embargo, este parece un
proceso innegable que ha exigido un replanteamiento de los propios
creadores ante la notoria primacía de la narrativa.
La publicación del primer libro de Cano, Kea behalinopean bezala
(1994), presenta una brillante metaforización y surrealismo refinado,
muy en la línea de la estética urbana del poemario Etiopía de Atxaga,
sobre la que planea un smog dramático, en confesado reflejo literario
de la estética pictórica de Turner. En cambio, su segundo libro de
poemas se relaciona con diversas obras narrativas suyas situadas en
Nueva York. En su mirada se ha operado un gran cambio: partió de
una primera poética de lo inacabado y de la vivencia subjetiva
expresada de un modo solemne, al modo de Neruda, sin embargo en
su segundo libro se decanta por la expresión irónica y humorística de
la vida, por el acercamiento a lo cotidiano a través de un lenguaje
directo y que estéticamente se identifica ahora con el pintor J. M.
Basquiat y el realismo sucio, cuya principal figura literaria es Charles
Bukovski (I. Egaña, 2004). Recientemente ha publicado Dardaren
interpretazioa / La interpretación de los temblores, antología bilingüe
de sus mejores poemas (2003). A pesar de su juventud, es un escritor
consolidado, que abre su mirada entre la gente, con una sensibilidad
que profundiza en los detalles inadvertidos (los temblores
imperceptibles) en los que se encierran a menudo la paradoja y el
misterio o también el primer signo de grandes cambios.
Kirmen Uribe (Ondarroa, 1970) autor de un único poemario titulado
Bitartean heldu eskutik (2001, traducido para Visor Mientras tanto
dame la mano, es una de las voces líricas más valoradas y un
representante neto de los arriba apuntado. Uribe entiende la poesía
en un contexto comunicativo más amplio que la página impresa, la
pone en relación con el canto y otros elementos audiovisuales. Desea
renovar el lenguaje algo gastado de la poesía, refinar las palabras
más cotidianas, que sirvan para expresar lo que sucede aquí y en
este mismo instante. Recela del lenguaje retórico y de las palabras
sonoras, procura la simpleza y la frescura del canto, y su objetivo es
hacer llegar la emoción que transmite un conocimiento más intenso
que el puramente intelectual. Ha intervenido en un proyecto
multimedia junto a los músicos Mikel Urdangarin y Bingen Mendizabal
combinando poesía, prosa, video y música en torno a un hilo
argumental que integra la realidad circundante de la emigración, la
enfermedad o el sufrimiento moral. Fue publicado en el libro-CD
titulado Bar Puerto (2001). En 2003 participó en el proyecto titulado
Zaharregia, txikiegia agian (Demasiado viejo, tal vez demasiado
pequeño). Ambos han dado mayor eco a su poesía que ha sido
traducida ya a diversas lenguas.
Miren Agur Meabe (Lekeitio, 1962) constituye la sorpresa de una
escritora casi nobel que publica, ya en su sazón, una obra poética de
gran interés Azalaren kodea (2000, El código de la piel). Meabe había
publicado anteriormente poemas en la revista Idatz Mintz de la que
fue colaboradora, y un poema de características surrealistas titulado
Oi, hondarrezko emakaitz (1999), que destaca ya por una
personalidad poética muy marcada: tiene algo que decir y sabe cómo
decirlo. Su segundo libro ha suscitado el interés unánime de la crítica
por la gran elaboración de una poesía en la que se aúnan el lirismo, el
erotismo y la sensualidad. Su caso es diferente al de Cano o Uribe, ya
que su incidencia en el medio literario no viene apoyada por su
presencia en los medios o la participación en espectáculos o recitales;
en cambio se asemeja al caso de Ricardo Arregi, poeta al que la
critica especializada ha destacado de un modo similar. Azalaren
kodea se plantea como una reflexión en torno al tiempo y es sobre la
piel donde pretende fijar la memoria de lo vivido, consciente de su
fugacidad, porque precisamente la piel es el órgano humano de la
comunicación sensorial. Meabe pretende descifrar el código de la piel,
en un constante juego de referencias a los otros códigos
comunicativos no verbales. En su poesía predomina la referencia a la
épica de lo cotidiano pero desde una perspectiva valorativa y no
irónica. Su estilo es llano y directo, emotivo y rico, consciente,
solidario y rebelde a un tiempo.
Otros autores de interés que también despuntan estos últimos años a
través de premios literarios o de primeras obras son: Igor Estankona
(Artea, 1977) Autor de Anemometroa (1998), Tundra (2002) y Ehiza
eta nekea (2004). Mikel Ibarguren (Zestoa 1967) Hemen gauak lau
urte ditu (1996) y Deserriko karrikak (2002), Urtzi Urrutikoetxea
(Bilbo, 1977) Borroka galduetatik gatoz (1997) Utzidazu karmina
kentzen (2000), Paddy Rekalde (Deustu, 1964) Bilbo dub kronika
(2004), Isabel Diaz (Laudio, 1966) Ontzi iluna (1999), Pello
Otxoteko (Irun, 1970), autor entre otros de Itzalaren ñabarduretan
(2001) y Arnasa galduaren poema (2003) Sonia Gonzalez
(Baracaldo, 1973), Sagarroiak (2002), Gotzon Barandiaran
(Larrabetzu, 1974) Arrakalak (2004), Castillo Suarez (Altsasu, 1976)
Mugarri estaliak (2000), Spam poemak (2004), Jon Benito (Zarautz,
1981) Aingura erreketan (2001) y Anjel Erro (Burlata, 1978) Eta
harkadian ni (2002) y Gorputzeko humoreak (2005).
Antzerkia
XX. MENDEKO EUSKAL ANTZERKIA
KOSTUNBRISMOTIK SINBOLISMO POLITIKORA
© Patricio Urquizu, 2005 (Itzulpena gazt/eusk: Di-Da).
1. Zuberoako herri-antzerkia.
2. Toribio Altzaga eta Euskal Iztundea (1915-1936).
3. Euskal Antzerkiaren eguna (1934-35-36) 2. Errepublikan.
4. Antzerkia gerra zibileko eta erbesteko garaietan.
5. Euskal Iztundearen bigarren aldia (1953-1981).
6. Pierre Larzabal eta Antonio Labaien.
7. Gabriel Aresti eta Bernardo Atxaga.
8. Literatura dramatikoa 90.eko hamarkadan.
9. Sariak eta autoreak.
10. Bibliografia.
1. Zuberoako herri-antzerkia.
Antzerkiaren historia aztertzeko ezarritako eskemari jarraiki,
Zuberoako xaribarik eta pastoralak hartuko ditugu mintzagai.
Lehenengoei dagokienez, bete-betean garai ahulean sartuta daude
gaur egun, baina, Hérelleren ustetan, 1900etik 1938ra bi urtean behin
egiten ziren. Guk lau testu besterik ez ditugu hartu Recueil des
farces... (1998) lanetik.
Lehenengoa, Tzintzarrots izenburukoa, prosan dago eta egilea
ezezaguna da. Eskualdun ona (1907) astekarian argitaratu zen, eta
komikotasun nahiz konplizitate apartak ditu.
Bigarrena, Manex Etchamendi (1873-1960) Nafarroa Behereko poeta-
bertsolari eta alkatearena da, eta gazteei halako ikuskizunak
antolatzeko baimena ukatu egiten die bertan.
Hirugarren testuaren egilea Leopoldo Irigaray da, Hérellek Zuberoan
egiten zituen azterketetako lankide eta itzultzailea; 1918an jaso
Peyrot eta Peyrotina zen izenburupean. Hamaika lauko txikiz osatuta
egonda, obra honen egitura gertuago dago txikietatik xaribarietatik
baino. Laugarren testua 16 zortzikoz osatutakoa, Azken karrosako
bertsuak du izenburu, eta Satrustegik Luzaideko kantuetan jaso zuen.
Pastoralei dagokienez, berriz, aurreko mendeetan antzeztu gabeko
obren izenburuen koadroa besterik ez dugu emango. Lehenago ere
esan dugunez, XX. mendeko pastoralen antzezpenetan bi aldi bereiz
daitezke argi eta garbi, horietan jorratutako gaiaren arabera.
Lehenengoa mende erdialderainokoa da, eta tartean hutsune handi
bat du 1937tik (1936an bi pastoral antzeztu ziren; bata,
Charlemagne, Atharratzen antzeztu zen eta bestea, Roland eta
hamabi pareak Garindaineko gazteek antzeztutakoa) 1951ra; urte
horretan antzerki mota hau berreskuratzeari ekin zitzaion, Pierre
Salaberen eskutik, Robert le diable lanarekin; bigarren aldia, berriz,
50eko hamarkadatik gaur egunera arte luzatzen da, eta garapena
argia eta nabarmena da garai horretan.
Hala, esate baterako, erlijioaren gaineko gaiak nahiz Frantziako
historiari buruzkoak ia erabat desagertuko dira, eta, horien ordez,
Euskal Herriko Historiari buruzkoak nagusi bilakatuko dira, jarraian
doan zerrendan ikus dezakegunez. Mendearen lehen zatiari dagozkion
bi pastoral besterik ez dago argitaratuta, bata Roldan eta euskaldunei
buruzkoa Clement d'Andurainek argitaratu zuen 1906an eta bestea
Napoleon Bonaparteri buruzkoa, Ithurry argitaratzaile.
Data Lekua Izenburua Pastoralgilea
1903 Ligi Louis XI. Jean Aguer
1903 Omizegañia Henri IV. Jean Aguer
1903 Uharte-Garazi Saint Louis
1906 Lambere Hirur martirak Jean Héguiaphal
1906 Arrokiaga Nabukodonosor Jean Héguiaphal
1908 Atharratze Eskualdunak Ibañetan C. d'Andurain de Maitie
1908 Xohüta Santa Helena
1909 Urdiñarbe Abraham
1910 Barkoxe Mustafa
1912 Eskiula Napoleon
1920 Mendikota Abraham Pierre Salaber
1921 Iruri Aleksandre Pierre Salaber
1921 Lexantzu Daniel Pierre Salaber
1922 Mendi Astiaje Pierre Salaber
1924 Montori Aimunen lau semik Pierre Salaber
1925 Altzai Turk handia Pierre Salaber
1925 Ozaze Don Karlos Pierre Salaber
1926 Maule Juana Artekua Pierre Salaber
1926 Zalgize Müs de Bouillon Pierre Salaber
1927 Napoleon Jean Héguiaphal
1927 Xohüta Dona Andeü Pierre Salaber
1928 Aloze Abraham Pierre Salaber
1929 Santa Grazi Mois Pierre Salaber
1930 Atharratze Frantses Lehena Pierre Salaber
1931 Atharratze Don Carlos Pierre Salaber
1934 Atharratze Don Karlos Pierre Salaber
1936 Atharratze Charlemagne Pierre Salaber
1936 Garindein Roland y los doce pares
1951 Ozaze Robert le diable
1952 Ozaze Abraham Pierre Salaber
1953 Barkoxe Aimonen lau semik
1953 Ligi Santa Helena Pierre Salaber
1955 Eskiula Matalas Pierre Bordazaharre "Etxahun"
1958 Maule Berreterretch Pierre Bordazaharre "Etxahun"
1963 Gotañe Santxo Azkarra Pierre Bordazaharre "Etxahun"
1966 Iruri Iruriko zalduna Pierre Salaber
1967 Maule Chiquito de Cambo Pierre Bordazaharre "Etxahun"
1973 Altzai Pette Bereter Pierre Bordazaharre "Etxahun"
1974 Barkoxe Etxahun koblakari Pierre Bordazaharre "Etxahun"
1976 Santa Grazi Santa Grazi Junes Casenave
1977 Santa Grazi Maitena Basaburu Junes Casenave
1978 Garindañe Ibañeta Junes Casenave
1979 Atharratze Ximena Pierre Bordazaharre "Etxahun"
1980 Urdiñarbe Iparragirre Pierre Bordazaharre "Etxahun"
1982 Phagola Pette Basaburu Junes Casenave
1985 Muskildi Allande Oihenart Arnaud Aguergaray
1988 Urdiñarbe Agosti Chaho J. M. Bedaxagar
1989 Altzai Zumalakarregi Junes Casenave
1990 Maule Abadia urrüstoi Jean Louis Davant
1991 Larrañe Xalbador Roger Idiart
Muskildi Harispe Pier Paul Berzaitze
1992 Santa Grazi Santa Kruz Junes Casenave
1993 Gotañe Eüskaldunak Iraultzan Jean Louis Davant
1994 Donaixti-Ibarre Mixel Garikoitz Junes Casenave
1995 Arrokiaga Agirre presidanta Jean Louis Davant
1996 Garindañe Sabino Arana Arnaud Aguergarai
1997 Atharratze Atharratze jauregian Pier Paul Berzaitze
1998 Barkoxe Herriko semeak Patrick Queheille
1999 Altzai Agota Junes Casenave
2000 Eskiula Madeleina de Jauregiberri Pier Paul Berzaitze
2001 Xohüta Xuberoko makia Jean Louis Davant
2002 Altzürükü Urruti jauregiko Peixot Niko Etxart
2003 Idauze Ramuntxo Pier Paul Berzaitze
2004 Maule Antso Handia Jean Louis Davant
Eskual-unibertsitate edo Ikastegi goien bat eralk baladi egun batez alai
berria daukuten Itzulpena arras baliosa litake, goreneko mailean
litazken ikaslentzat. Anartean badut beldurra irakurle gutti izanen duen,
zeren holako lan batek ez baitu oraikotasunik.
SAIAKERA EUSKARAZ
© Xabier Altzibar Aretxabaleta (Euskal Herriko Unibertsitatea - Universidad del
País Vasco)
© Itzulpena: Di-Da
Zer da saiakera?
Frantseseko essai eta ingeleseko essay termino literarioak saiakera
esaten dira euskaraz, baina en(t)seiu eta saio terminoak ere erabili
izan dira. Euskarazko termino horiek eta aipatutako beste bi horien
jatorria latin arruntean dago: exagium hitzak 'saio', 'froga' esan nahi
du.
Literaturako zientziak literatur generoen artean jartzen du saiakera.
Hitz lauzko literatur generoa da, ez-fikziozkoa, eta fikziozko eta ez-
fikziozko narratibatik bereizten da. Saiakeraren berezko bi ezaugarriak
hauek dira: hausnarketa edo zabal pentsatzeko jarrera eta horrek
baldintzatutako egitura (Metzler Literatur Lexikon 1990). Era berean,
xede jakin batzuk dituen gaiak aukeratzearekin lotuta dago testuaren
estiloa. Hala ere, literaturako hiztegi, eskuliburu eta gaztelaniazko
zein beste hizkuntza batzuetako estilo liburu batzuek guk azaldutakoa
baino definizio orokorrago batzuen alde egin dute.
Eskuliburuek jasotzen duten berezko beste ezaugarri bat autorearen
entrega, subjektibotasuna, inplikazioa, elementu autobiografikoa eta
bere aitorpenak dira. Autoreak iritzia eskatzen dio irakurleari, testuari
harrera kritikoa egiteko edo elkarrizketa baterako gonbitea egiten dio.
Hori dela eta, saiakerak gutunak, elkarrizketak edo beste literatur
genero batzuetako ereduak edota teknikak erabili ahal ditu.
Egitura irekiko generoa da: oro har, ez du aldez aurretik zehaztutako
egitura formal zorrotzik izaten ez ordena logiko eta sistematikorik
(hitzaldiek, azterketa monografikoek, tratatu zientifikoek ez bezala);
hala ere, sarritan xedeak edo ideia nagusiak zehaztutako ordena edo
barne batasuna izaten du. Mintzaira- edo hizkuntza-ereduak libreak
dira: oro har diskurtsiboak, argudiaketa edo esposizioa nagusi izaten
da, baina beste eredu batzuk ere nahi beste erabili ditzake.
Saiakera genero abegitsua da, askatasun formal handia eskaintzen
duena, eta beraz, idazlearen esku dagoen tresna malgua da. Haren
izaerak aukeratzen ditu gaia eta entzuleria, saiakeraren helburua,
irakurlearekin izango duen harremana, egitura, literatur formak, tonua
eta estiloa.
Saiakeraren neurria ez da beti bera izaten: luzeak daude, baina
ohikoena da neurri txikikoak izatea. Liburu itxuran, literatur, kultur
edo akademia aldizkaritan, prentsan edo interneten argitaratu
daitezke.
Salbatore Mitxelenak Unamunori buruz idatzi zuen liburutik aurrera (1958), eta
batez ere, 60.eko hamarkadaren erditik aurrera, belaunaldi berrietako intelektual
gazteak saiakerak argitaratzen hasi ziren. Euskal saiakeraren berpizkunde garai
horretan -Euskal literaturaren berpizkundearen garaia ere bada- saiakeraren
definizioari, ezaugarriei eta baloreei buruzko hainbat hausnarketa egin ziren
(Txillardegi 1970; Ugalde 1974:302).
Literatur kritika eta saiakera bereizteko orduan ere zailtasun batzuk sor daitezke.
Dena dela, kontuan izan behar da Europako tradizioan badela literatur saiakera
kritikoa egiteko joera. Saiakera eta kritika bereizteko zailtasuna oraindik eta
handiagoa da kritika ideologikoaren, politikoaren, kulturalen eta antzekoen
kasuan.
1. Gaietako batzuk ez dira inoiz landu euskal literaturan. Gainera, gaiak ausart
tratatzeagatik eta ikuspuntu ausart, eta zenbaitetan probokatzaileak, emateagatik
nabarmentzen da autorea. Horrekin batera, zintzo adierazten ditu bere
ikuspuntuak, eta horiek sarritan gehiengoaren iritziaren kontrakoak izaten dira.
Baina batez ere adierazpen askatasunagatik nabarmentzen da.
3. Saiakeraren egitura eta tonua malguak dira. Tonua oro har serioa da, baina
Unamunorekin eztabaidatzen duenean, familiarteko edo lagunarteko tonua
erabiltzen du, erkideen artean erabili ohi den tonua; baina tonua aldatzen du
erregimen frankistari buruz ari denean (kritikak eta erregimenari buruzko
zeharkako aipamen ironikoak)
4. S. Mitxelenaren mintzaira askotarikoa da hizkuntzaren mailei eta erregistroei,
lexikoari eta sintaxiari dagokienez; trebea, ausarta eta sortzailea da, eta batzutan,
arau gramatikalak beren-beregi hausten ditu. Hala ere, batzutan hizkuntza-
mailen nahasketa handia egiten du. Hizkuntza erretorikoa da, durundi
poetikoduna; errepikapenaren eta biziagotzearen figurak erabiltzen ditu,
predikatzaileen eta poeten prozedura erretorikoak. Atsotitzak eta irudiak ere
erabiltzen ditu autoreak (adibidez, euskaldunei buruz ari denean, dolarean
zapaldutako sagarren irudia erabiltzen du). S. Mitxelenaren estiloa laburra eta
eliptikoa, urduria, aberatsa, landua, erritmoduna eta ñabardurez betea da.
Jon Mirande
Jon Mirande (1925-1973) euskal poeta eta prosalari handia izan zen.
XX. mendeko 70.eko eta 80.eko hamarkadetan literatur eragin handia
izan zuen. Euskal literatur eta kultur aldizkaritan idatzi zuen (Euzko-
Gogoa, Gernika, Egan, Igela, Elgar...), baina Bretainakoetan ere idatzi
zuen (Ar Stourmer, etab.). Ipuin eta saiakera batzuk Jon Miranderen
idazlan hautatuak (Gero, 1976, Peillenen edizioa) antologian bildu
ziren. Aipatutako aldizkarietan argitaratutako artikuluak bi taldetan
banatu daitezke: ideologiko-politikoak edo kritika sozialekoak edo
kultura-filosofia izaerako saiakerak.
Lehen taldeko gehienak Miranderen lan kritikoak liburuan (Pamiela,
1985, J. M. Larreak bildutakoak) berrargitaratu ziren. Horietako lan
ezagunenek euskal herritarren folklorismoa, harrokeria eta kritika zein
kontzientzia falta kritikatzen dute. Lan horietan argudiaketa eredua
eta tonu kritikoa dira nagusi, baina tonu sarkastikoa, ironikoa edo
satirikoa dutenak ere badaude, autorearengan ohikoa den bezala.
Bere ideologia berezia -euskal komunikabideen arabera, ideologia
heterodoxoa ondoen islatzen dutenak dira. Mirande abertzalea da eta
euskal arrazaren, etniaren eta hizkuntzaren balioan sinetsita dago;
baina, aldi berean, paganoa da, eta paganismoaren zein antzinako
euskaldunen balioak aldarrikatzen ditu. Kristautasunaren eta
demokrazia kristauaren kontra azaltzen da, eta azken hori judua zela
zioen; bere burua filofaxistatzat zeukan. Baina argi utzi behar da
Mirande ez zela politikaria, idazlea eta esteta zen.
Kultura-filosofia motakoak, nolabaiteko batasun formala eta luzera
duten gai baten inguruko artikuluak edo artikulu sortak, informazio-
azalpen izaerakoak, saiakera gisa hartzen ditu Peillenek; berez,
saiakerak dira, zentzurik zabalenean hartuz gero. Horien artean daude
Irlandako eta Cornuallesgo hizkuntzei buruz idatzitakoak; ez baita
ahaztu behar zelten ikertzaile handia izan zela Mirande. Mirandek
zelten hizkuntzak ezagutzeko zuen interesak bazeukan arrazoi bat:
"Gure antzera, beren aberriaren hizkuntza hilzorian zuten gurea
bezalako Europako beste herri txiki batzuetako abertzaleek beren
aberriko hizkuntza gordetzeko egin dutena ezagutzea beti izango da
mesedegarria" (Jon Miranderen Idazlan Hautatuak, 281. orrialdea).
Parapsikologiari buruzko saiakera luze baten egilea ere bada Mirande:
"Jakintza berri bat: psikologi gaindikoa" (Euzko-Gogoa, 1951, 11-12
zenbakiak; 1952, 1-2, 3-4, 5-6 zenbakiak). Informazioz, erudizioz eta
ezagutzaz josia dago. Gai hori ez zen inoiz landu euskaraz, eta
terminologia zaila da. Mirandek psikologiari eta parapsikologiari
buruzko hainbat hitz tekniko asmatu behar izan zituen. Badirudi beste
saiakera batzuk ere idatzi zituela, baina galduta daude. Adibidez,
Peillenen arabera, berak 50 orrialdeko "Giza gaindikoa Nietzscheren
arauera" irakurri zuen orain 45 urte baino gehiago.
Zelten eta euskaldunen folklorean izaki estragizakiek zuten lekuari
buruz, mitologia paganoaz eta bere sinesmenez ("Nere sinestea", Ar
Stourmer aldizkarian bretoieraz argitaratutakoa eta bere lagun
Gouvenn Pennaod-ek itzulia) artikulu edo saiakera laburragoak ere
idatzi zituen. Lan horietan informazioa eta azalpena gehiago bilatzen
duten saiakerak egiten ditu Mirandek (bere artikulu kritikoak alde
batera utzita). Autorearen literatur estiloa, eta bere idazteko modu
elegantea, fina eta garbizalea azpimarratu beharra daude.
Koldo Mitxelena
Koldo edo Luis Mitxelenak (1914-1987), euskal filologo eta
hizkuntzalariak, euskal literatura bultzatu zuen Egan aldizkariarekin.
Euskal hizkuntzalaritzari eta literaturari buruz hainbat lan idatzi zituen
gaztelaniaz. Bere euskarazko idatziak Egan, Euskera, Anaitasuna,
Zeruko Argia eta beste aldizkari batzutan argitaratu ziren. Gerora,
hainbat liburutan argitaratu ziren lanok: Mitxelenaren Euskal Idazlan
Hautatuak (1972), eta, behin autorea hilda, 9 liburukitan argitaratu
ziren Euskal Idazlan Guztiak eta Zenbait hitzaldi (1988).
Mitxelenak euskaraz idatzitako artikulu gehienak hizkuntzalaritzari eta
literatur kritikari buruzkoak dira: bere garaian argitaratutako liburuen
aipamen kritikoak 140 baino gehiago egin zituen eta euskal
literaturari buruzko artikulu luzeagoak edo saiakerak ere idatzi zituen.
Azken horien artean, batzuk literaturari buruzkoak dira (adibidez,
"Asaba zaharren baratza"); beste batzuk euskal autoreei buruzkoak
dira (klasikoak zein modernoak: G. Aresti edo Txillardegi). Aipatu
dugun bezala, Mitxelenaren kasuan zaila da hizkuntza-literatura
kritika eta saiakera desberdintzea.
Mitxelenaren testu batzuk informaziokoak edo azalpenekoak dira,
baina ohikoenak polemikoak dira. "Asaba zaharren baratza" lanean
(1960) autoreak Orixerekin eztabaidatzen du, eta antzeko beste
saiakera edo artikuluetan bezala, hizkuntzarekin, pentsaerarekin zein
Europako kulturarekin zerikusia duten gaien inguruan bere iritzia
ematen du, baina beti gaurkotasunaren ikuspegitik. "Euzko-Gogoa eta
Euskera" lanean (Egan 1956) Zaitegirekin eztabaidatzen du, eta
euskal gaien inguruko ikerketa idatzietan gaztelania eta beste
hizkuntza batzuk erabiltzearen alde egiten du. "Pro domo" (1972)
lanean hizkuntza komunikatzeko eta adierazpen sozialerako tresna
dela esaten du, eta belaunaldi zaharren eta berrien artean zubiak
eraiki behar direla azpimarratzen du. 15 urteko tartean argitaratutako
saiakera horien ezaugarri garrantzitsuenak aipa ditzagun:
Joxe Azurmendi
Poeta, literatur kritika egilea eta pentsalaria. Jakinen gai sozialei eta
literaturari buruzkoei idazten hasi zen. Aldizkari horretara oso lotuta
dago, eta zuzendaria ere izan zen. Branka eta Zeruko Argia
aldizkarietan ere artikuluak argitaratu ditu; hainbat saiakera-liburu ere
argitaratu ditu euskaraz, eta horretan beste autoreengandik bereizten
da. Egungo pentsaera modernoa (alde ideologiko, politiko eta
sozialetik) eta literatur kritika dira bere saiakeratan gehien jorratzen
direnak.
Saila ditzagun bere liburuak gaika. Marxismoari eta nazionalismoari
buruzkoak: Hizkuntza, etnia eta marxismoa (1971). Gizartea, kultura,
artea eta literaturaren arteko harremanak: Kultura proletarioaz
(1973), Iraultza Sobietarra eta literatura (1975), Artea eta gizartea
(1978), Errealismo sozialistaz (1978), Kolakowski (J. Arregirekin)
(1972). Euskal nazionalismoa eta sozialismoa: Arana Goiriren
pentsamentu politikoa (1979), PSOE eta euskal abertzaletasuna 1894-
1934 (1979), Nazionalismoa/internazionalismoa Euskadin (1979),
Eibarko sozialismoaz.
Tonu polemikoan idatzitako gai historikoak eta
politikoak: Espainolak eta euskaldunak (1992);
Demokratak eta biolentoak (1997); Oraingo gazte
eroak: gogoetak ETAren sorrera inguruko kultur
giroaz eta gaurkoaz (1998). Bai batean eta bai
bestean Zuzenbide Estatuan hezurmamitutako
arrazionaltasuna kritikatzen du. Berriko, Espainiaren
arimaz lanean (2006), hispanitatearen ideologoen
idatziak kritikatu ditu berriro, eta ideologia inperiala
eta sarritan arrazista dutela azpimarratu du.
Gizonari buruzko filosofia: Gizona abere hutsa da
(1975) lanean mendebaldeko metafisika eta filosofia arrazionalista
kritikatzen ditu. Gizaberearen bakeak eta gerrak (1991) aurrekoaren
jarraipena da, zuzenketa txiki batzuekin; gizakia berez ona edo
gaiztoa den jartzen du mahai gainean, edo natura kultura baino
funtsezkoagoa den edo kontrakoa den.
Teknika edo kooperatiben lanari buruz: Teknikaren meditazioa (1998),
Carlos Santamariaren pentsaeran oinarrituta. Euskal
kooperatibismoaren sortzaile Arizmendiarrietaren eta Etienne
Sallaberry apaiz eta kazetariaren pentsaerari buruz ere idatzi du.
Euskal literatura eta Orixeri eta Miranderi buruz, batez ere ikuspuntu
sozial eta filosofikotik: Zer dugu Orixeren kontra (1976); Zer dugu
Orixeren alde (1977); Mirande eta kristautasuna (1978);
Schopenhauer, Nietzsche, Spengler Miranderen pentsamenduan
(1989).
Azurmendiren saiakerak izaera ideologikokoak dira, eta
pentsamenduaren indarra eta kemena erakusten dute. Adore eta
luzera handikoak dira. Europako oraingo gaiak sakontasun eta
erudizio handiz lantzen ditu. Azurmendik Europako pentsalarien
(batez ere alemaniarrak) filosofia eta pentsatzeko modua jaso ditu.
Euskal kulturaren produkzioari buruzko etengabeko erreferentzia
berezko beste ezaugarri bat du.
Azurmendi intelektual kritikoa da. Arazoa konponbidea baino gehiago
aztertzen du. Pentsamendua azaltzen eta garatzen daki. Sarritan tonu
polemikoa hartzen du. Bere hizkeran erregistro jasoa eta herri-
esamoldeak tartekatzen ditu, eta bere prosa azkarra, ziztatzailea eta
ironikoa da.
Espainolak eta euskaldunak (1992, urte horretako best-sellerra izan
zen) da bere saiakera ezagunena. Obra horretako lehen testua 1976.
urtekoa da, eta Claudio Sanchez Albornozek euskaldunei eta euskarari
buruz esandakoen harira idatzita dago. Edorta Agirrek itzuli du
gaztelaniara (Los españoles y los euskaldunes, 1995, 2006), kapitulu
bat izan ezik ("Un concepto mito-patológico de la unidad").
Autoreak jarrera zirikatzailea hartzen du, ironikoa. Hitzaurrean
ohartarazten du saiakera ez dela ikerketa bat; jolas bat dela dio,
haserrearen eta umorearen artekoa, eta euskaldunek barre egiteko
idatzi duela azpimarratzen du. Espainiako intelektual batzuk
euskaldunei buruz dituzten topikoak ezeztatzen ahalegintzen da
autorea (ez zirela erromanizatuak izan, euskara ez dela hizkuntza
jasoa, etab.). Baina historiaren egungo atzeko aldea bilatzeko
ahalegina egiten du; adibidez, euskaldunen basatikeriaren mitoa
"espainiar nazionalismoaren ondorio naturala da" autorearentzat
(gaztelaniazko itzulpeneko 38. orrialdea). Autoreak euskal kulturaren
arazoa (batez ere hizkuntzarena) mahai gainean jartzen du,
euskaldun askok kontzientziarik ez dutela dio. Ideien azalpena edo
garapena eta argudiaketa dira elokuzio eredu nagusiak.
Azurmendiren euskara modernoa eta erabilgarria da maila jasoan,
zerbait ikasitako sektoreentzat, horientzat idazten baitu. Autoreak
hizkuntzaren ezagutza handia eta adierazteko modu aberatsa eta
askotarikoa erakusten du. Dena dela, edukia nagusi da alde
estilistikoaren edo idazkera literarioaren aldean.
Ondorio batzuk
Oro har, gaur egun ere analisia eta azterketa irakurleari eskaintzen zaion
dibertimenduari gailentzen zaiola esan dezakegu; tonu serioa da nagusi;
funtzionala estetikaren aurretik dago. Oraindik saiakera informaletik,
irakurlearekin harreman-bide berriak eta komunikazio-teknika berriak
erabiltzetik urrun gaude. Egituraren aldetik, salbuespenak salbuespen,
zurruntasuna da nagusi. Horren ondorioz, saiakeraren eta izaera zientifikodun
azterketaren artean ez dago alde handirik.