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Trastorno de estrés postraumatico, Trastorno de

estrés agudo y Trastornos adaptativos


Fuentes: Manual de psicopatología volumen II (pag. 109)
Daño psicológico
Se refiere por un lado a las lesiones psíquicas agudas producidas
inmediatamente tras un suceso violento; y por otro, a las secuelas emocionales
que pueden persistir en algunas personas de forma crónica como consecuencia
de lo ocurrido y que afectan negativamente a su desarrollo futuro.
El daño generado suele ser mayor si las consecuencias del hecho violento son
múltiples. Por ejemplo, un adulto que ha sufrido un atentado y le han quedado
secuelas físicas, o un menor victima de abuso sexual y a cuyo testimonio no se
le confiere credibilidad.
El trauma viene definido por la respuesta traumática, no por el suceso
traumático en si mismo. El alcance del daño psicológico esta mediado por la
gravedad del suceso, el daño físico o grado de riesgo sufrido, la mayor o
menor vulnerabilidad de la víctima, la posible concurrencia de otros
problemas actuales (p. ej. una sobrecarga de eventos vitales o estresantes a
nivel familiar, escolar y laboral) y pasados (historia de victimización), el apoyo
social existente y los recursos psicológicos de afrontamiento disponibles.
Todo ello configura una menor o mayor resistencia de la victima al estrés.

TEA (trastorno de estrés agudo)


Se diagnostica en las primeras cuatro semanas del acontecimiento
Se caracteriza principalmente por la presencia de síntomas disociativos, como
el embotamiento emocional, el aturdimiento, la extrañeza respecto a la realidad,
la despersonalización y la amnesia disociativa, que lleva consigo la capacidad
para recordar aspectos significativos del suceso traumático. Así como síntomas
de reexperimentación del suceso, conductas de evitación y síntomas intensos de
ansiedad.

TEPT (trastorno de estrés post trauma)


Se diagnostica solo después de las primeras cuatro semanas.
Los síntomas son la reexperimentación de la agresión sufrida o de la experiencia
vivida, en forma de pesadillas y de imágenes y de recuerdos repetitivos e
involuntarios (flashbacks); la evitación conductual y cognitiva de los lugares o
recuerdos asociados al hecho traumático; las alteraciones cognitivas y los
cambios en el estado de animo; las respuestas de hiperactivación, en forma de
dificultades de concentración, de irritabilidad, de problemas para conciliar el
sueño.

Etiología del TEPT


Modelos de condicionamiento
 Teoría de la indefensión aprendida y de la evaluación cognitiva
¿Qué es?
El término que acuñó Seligman a principios de los años setenta del siglo
pasado, la indefensión aprendida, se refiere a un estado mental durante el cual
una persona se siente literalmente desbordada por un estímulo doloroso o
desagradable que la incapacita para evitarlo. Se trata de una forma extrema de
resignación al dolor, no solo físico, sino también psicológico. Es aprendida
porque la naturaleza se ha dotado de mecanismos para evitar el sufrimiento,
pero también para limitar el daño.
Por ello, para abandonarse a la impotencia, se debe tener la experiencia de que
ya no hay nada que hacer. «Cuando nos dimos cuenta de este fenómeno, la
primera explicación causal que encontramos fue que está provocado por la
consciencia de que es imposible controlar lo que nos está haciendo daño»,
explicaba Seligman en el estudio que describe sus primeros experimentos.
Cuando en la depresión u otras enfermedades mentales se carece del control
sobre la causa, el afectado llega a aceptar pasivamente las sensaciones
desagradables que se originan.
La evaluación cognitiva juega un papel importante en atribuir significado a lo
ocurrido y a percibirse a si mismo y al entorno que le rodea como negativo. Sin
embargo los esquemas cognitivos también pueden llevar a producir cambios
positivos en una víctima después de la experiencia traumática como tener mas
aprecio por la vida, percibirse a si misma como valiente etc.
 Teoría del procesamiento de la información
TA (Trastornos adaptativos) pág. 325
Se caracterizan por la presencia de síntomas emocionales o comportamentales
que surgen como respuesta a uno o varios estresores identificables. Estos
síntomas deben ser clínicamente significativos y tienen que aparecer como
máximo en los tres meses siguientes al inicio del acontecimiento y suelen
resolverse alrededor de los seis meses, a menos que el factor estresante
persista durante un periodo de tiempo más prolongado.
Se distinguen los siguientes subtipos:
1. Con estado de ánimo depresivo (cuando predominan las ganas de
llorar, el estado de animo bajo o el sentimiento de desesperanza)
2. Con ansiedad (cuando predomina el nerviosismo, la preocupación, la
agitación y la ansiedad de separación)
3. Con alteración mixta de ansiedad y estado de ánimo deprimido (una
combinación de los anteriores)
4. Con alteración de la conducta
5. Con alteración mixta de las emociones o la conducta (cuando
predominan los síntomas emocionales, como depresión ansiedad y una
alteración de la conducta)
6. Sin especificar (reacciones que no se pueden clasificar en ninguna de
las anteriores)
Algunas dificultades encontradas a la hora de emitir el diagnostico de un TA es
la diferenciación de las respuestas normales al estrés, ya que se pueden
etiquetar reacciones normales y adaptativas al estrés como TA, la falta de
evidencia empírica para los subtipos, el problema de solapamiento y de
distinguir los TA de otros cuadros clínicos y su status como un cuadro
subclínico.
Etiología
El estrés es una reacción no especifica a cualquier tipo de demanda ambiental,
que supone una amenaza a la homeostasis, frente a la cual el organismo, para
sobrevivir, reacciona con un gran numero de respuestas adaptativas que
implican la activación del sistema nervioso simpático y el eje hipotalámico
pituitario adrenal.
El modelo mas extendido para explicar la respuesta al estrés es el de basado en
la teoría de Lazarus y Folkman (1984). Para estos autores, el estrés se
origina con una evaluación inicial en que la situación demanda una respuesta
efectiva para evitar o reducir el daño físico o psicológico, en ese sentido, el
sujeto entonces intenta responder, responde equivocadamente o no responde.
La respuesta (o su ausencia) tiene repercusiones ambientales y altera la
situación. Entonces, se pueden producir una serie de acontecimientos,
evaluaciones, respuestas y transformaciones situacionales. Estas secuencias
dejan de ser estresantes cuando el sujeto evalúa que el reto ha pasado, ya sea
espontáneamente o porque una adecuada respuesta de afrontamiento ha
neutralizado la amenaza (Lazarus & Folkman, 1984). Así, existe un interjuego
entre el individuo y la situación que determina el inicio, magnitud, duración y
calidad del episodio estresante.

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