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Ei torso del Belvedere. Obra did siglo IA. J. Firmade por Ipolonio de Atinas, el torso del elvedere, en el que se ba querido wer a Hirewes, Marsias 0 Filoe ‘uto abandenado berida en la isla ‘le Lenonos, sna de las estatuas ‘inliguas nyo descubrimiento data he mis tiempo, en Italia, En ecto, encuentra su bulla en eb palocio Colonna antes de 1463, pero se le menciona desde 1433 ; tal tg fue hullada durante la reedi- fowiin del pelacio Colonna bacia 1420. Clemente VIL higo trar- Jadar el torso al Vaticano, a ls Jurdines del Belvedere, donde Vi Heemskerk Io dibajé vuelto de spalias (bacia 1532-1535). Exta latua gercib 1a inflencia deci- iow om ta formaciin de Miguel Angel. Capitulo 3 El despertar de la Antigtedad En 1162, un edicto del Senado romano decretaba que la Columna Trajana «jamas debia ser des- truida ni mutilada, sino que debia quedar tal cual era en honor del pueblo romano hasta el fin del mundo». Esto es sin duda la medida mas antigua de conservacién de un monumento histérico en la civilizacién occidental. De hecho, la memoria de Ia grandeza antigua jamas habia llegado a perderse en Roma, como lo atestiguan las Mirabilia urbis Roma, guia de los peregrinos de la Edad Media, que conducfa a los visitantes de Ia Urbs tanto hacia los monumentos antiguos como hacia las iglesias. Sin dda, si la marejada gética no hubiese inundado a la Italia del frecento, lo que llamamos Renacimiento s¢ hubiese producido mucho antes. En el siglo x11, el emperador Federico I, cuyo espiritu, libre de los prejuicios de la época, era ya singularmente modermo, hacia imitar en Capua y en Castel del Monte las estatuas antiguas, proponiendo asi al arte nuevo una orientacién que seguité Nicola Pisano; el hijo de éste, Giovanni, en el pilpito de la catedral de Pisa, no temeri dar a la virtud de la Templanza la actitud de una Venus, copiada del tipo de la Venus del Capitolio, El emperador que intenté una sintesis de las diversas culturas, reconciliando el cristianismo con el Islam, ordené incluso hacer exca- vaciones cerca de Augusta, en Sicilia. Tal vez a finales del siglo xm, el cardenal Giordano Orsini eres cen Roma un gabinete de antigiiedades del que habria hecho un museo piblico de los recuerdos de la antigua Roma, si creemos esta asercién de un panegirista de la familia Orsini que escribia en el si- glo xvt. Sin embargo, las inscripciones antiguas, que abundaban en Roma, fucron durante mucho tiempo tan indescifrables como lo son atin para nosotros Ia escritura etrusca o la lineal A de los exe- tenses; el fundador de la epigrafia fue un amigo de Petrarca, Cola di Rienzo, quien obsesionado por Roma hasta el misticismo perecié en el patibulo por haber querido devolver sus libertades a Ia Ciu- dad Eterna y a Italia, En Florencia el movimiento literatio moderno busca sus fuentes en las letras antiguas, pero ni Petrarca ni Boccaccio se preocupan de la arqueologia. Muy distinta es la situacién en el Véneto. Alli, gracias a Venecia, no se habia interrumpido el contacto con la Antigiedad; el paso del mundo romano al mundo birbaro no se sintié como una ruptura en esta ciudad que nunca fue at invadida y que perpetud Ia época contemporiinea el cespiritu de una ciudad helenistica. cl Imperio bizantino, heredero del Imperio romano, Vene- cia hallaba el sentimiento de una sucesiéa ininterrumpida de los tiempos histéricos. Desde el siglo xrv, en Venecia se hacia un comercio activo de antigiedades que en parte debia de tener sus fuentes en Oriente; la més antigua mencién que tenemos de un gabinete de ai concierne a Treviso y se remonta a 1335. La suerte ha quetido que hayamos conservado Ia nota en la cual un ciudadano de esta ciudad, Oliviero Fozza di Forzetta, anotara todas sus compras con ocasién de un viaje a Ve- habia adquirido manuscritos de Salustio, Séneca, Ovidio, Cicerén, ‘Tito Livio, cincuenta medillas, piedtas talladas, objetos de vidrio, bronces y estatuas de matmol: nifios que provenian de San Vital de Révena, un leén, bue- yes, caballos y hombres desnudos. En 1375 un médico de Padua, Giovanni Dondi, se dirige a Roma para estudiar los monumentos antiguos. En Venecia, la tradicién arqueo- logica se mantiene a lo largo de todo el siglo xv. Los mu- seos de antigiledades se convierten muy pronto en escuclas de arte, como la coleccién formada a mediados del siglo xv por el pintor paduano Francesco Squarcione, que habia viajado por Grecia y por Italia, donde adquirié algunas antigiiedades que ponia como modelos a sus alumnos. Bajo su magisterio se formé Mantegna, el pintor arquedlogo, el tinico que ha realizado el suefio de Alberti, que queria res- tituir la vida antigua, mientras que los pintores florentinos basaban més sus principios en el estudio de Ia naturaleza que en el de las obras de los antiguos. Siguicndo la obra de su maestro, Mantegna formé un museo arqueolégico conservado en Ia casa que se hizo construir en Mantua, Era lo bastante hermoso para merecer una visita de Lorenzo de Médicis. Su reputacién como conocedor hacia que los principes coleccionistas acudieran al pintor paduano en calidad de experto. En el norte de Italia nace un arte direc- tamente inspirado en lo antiguo, el de la medalla, ilustrado por Pisanello, Verdaderamente podrlan aplicarse al Re cimiento las palabras de Paul Valery: «se entra en el futuro retrocediendo, Ps iedades librarse de las coacciones que la Edad Media habia impuesto al vuelo del libre pensamiento, los Rpoca hetentatica, La Copa armeao. Museo Nacional Napotes, Lis espindida MA EE oe di me yores eumafear coocider, Jue de ‘ubierta on tas rninas de ls illa ‘Adriana, en Tivoli, Fe waa de lt ‘bytes mis prestigiror dela coleciin de Lorene de Medics, rica en gematy camaftes antiguas la compré ov 1471 on Rome, a donde fue para 1a coronacin de Sixto IV's habla perteeide al Papa Pablo 11, antique cardenal Barbo, quien de Venecia Uerb a Roma la afin a lat wantigua- Wass. El objeto pasi seguidemente «le cokeciin de los Farnesio, ‘fue tranporteda a Nipoles en siglo XVIIL, La cps, que representa na etgoria del Nilo con Ist y Horus, seguramente fue labrada en Aljendra por encargo e lor Plomes. ital in0s del quatérocento miran hacia la Antigiedad y tratan de reconciliarse con Ia civilizacién gre- corromana adaptindola al eristi interés de los florentinos por la Antigiiedad se encaminé primero hacia Ia busqueda de ma- nuscritos sepultados en las biblioteeas de los conventos, que permitian restaurar las letras antiguas, romanas y griegas; sin embargo, en sus biblioteeas, los humanistas ordenaban con gusto piedras talladas en hueco y medallas. Ayudado por los Médicis, que heredaron sus colecciones, Niccold Niccoli fue uno de los mas activos aficionados a esos pequefios objetos, apropiados para la manipula- in entre los libros. El més grande «inventor» de manuscritos, Poggio Braciolini, sirvié a la causa del arte antiguo redescubriendo los textos de Vitruvio, Frontino, Plinio el Viejo, Luciano, Pausanias y Filostrato, El mismo tenia una coleccién numismatica y de esculturas y en su villa de Valderiniana habia dedicado una sala a museo; declaraba orgullosamente de una de sus piezas: «Donatello la ha visto y Ia ha elogindo mucho». No es nada sorprendente que Chiberti tuviera una coleccién de mér- moles y de bronces antiguos, pues de todos los florentinos es quien mAs se habia inspirado en la Antigiedad, a diferencia de Donatello, que hallaba el impulso creador sobre todo en la observacién de la naturaleza, Las grandes familias burguesas, los Strozzi, los Rucellai, los Pazzi, los Tornabuoni, los Martelli, los Capponi, llenaban sus palacios de objetos de arte antiguo y moderno, pero las colecciones més importantes fueron reunidas por los Médicis, cuyo oculto poder se fundaba en la mayor riqueza ban- catia de la época. Los diversos inventatios que hemos conservado de sus colecciones nos permiten darnos cuenta de su evolucién en el curso del siglo. Esta fuera de nuestro tema el hablar aqui de las ‘numerosas obras de arte contemporineo que Cosme el Viejo, el «padre de Ia patria», encargaba para su palacio de la via Larga y sus villas suburbanas; s6lo nos interesan las obras antiguas y extranjeras que habia reunido; le gustaban las estatuas y los relieves y los hacia restaurar por Donatello, que des- empefiaba junto a él el cargo de conservador y experto; pero atin se sentia mas atraido por los libros, ¥y por esas piedras grabadas y esos camafeos que eran como un acompafiamiento obligado de los libros antiguos. Le ayudé en la busqueda de sus colecciones su hijo Pedro el Gotoso, predispuesto tal vez por sus enfermedades a esas pacificas ocupaciones: pasaba dias enteros contemplando esos tesoros; hacia montar las piedeas duras y las piedras grabadas en suntuosas obras de orfebreria. Los inventarios mis antiguos que se conservan de las colecciones de los Médicis fueron redactados por Pedro en 1436 y en 1463, antes de la muerte de su padre. Solamente comprenden los objetos preciosos por su ‘materia, con la exclusién de cuadros y esculturas; contienen trescientas medallas de plata, diecisiete medallas de oro, diecisiete camafeos, pero también tavole grec, iconos bizantinos. El nimero de obje- tos preciosos se duplica en 1463; los inventarios dan cuenta asimismo de tapices de Flandes, instru- ‘mentos de miisica, casi todos procedentes también de Flandes, y cueros de Cérdoba. Fl tercer inven- tatio, elaborado en 1465, después de la muerte de Cosme, muestra en dos afios un considerable aumento de las colecciones. El inventario del palacio de la via Larga, redactado en 1492 al morir Lorenzo, pone de manifiesto algunos progresos en Ia estimacidn de las obras de arte por si mismas. En él figuran, en efecto, pintu- ras de maestros y esculturas con designacién de su autor. Entre los cuadros, algunos flamencos, entre ellos un Descendimiento de la Crm de Rogier van der Weyden, y un San Jerénimo de Van Eyck que algunos eruditos consideran como identificable con el euadro del mismo tema del museo de Detroit Apolo del Belvedere, tal Ia verse a finales el siglo XV en wna bornacina wtwada on el jardin de San Pedro ad vincula, e Roma. Segin an dilnjo del Codex escurialensis. La insripeén el orto. di sa Piero in. uinchola indica ela- ramente que se encontraba enonces an palace de Ginlino della Rovere, cardenal titular de San Pedro ad vincula desde 1471, antes de que éxte fuese papa con el nombre de Juli IT. Desputs de .m ascension a solio pontfci, bio ‘ransportar- Ja estatua al jardin ‘del Belvedere del Vaticano. Esta bray atribnida por los belenistas smodernos a Leocares fue ballada cerca de Nettuno, en el emplaza- ‘miento actual de ‘Anzio. Fue res~ ‘tenrada en 1532 por Giovarnan- glo Mentorsli,divcipulo de Mi- ‘quel Angel, y recentemente se le ‘ha Ura de los atadides. (atribuido por otros a Petrus Christus). No obstante, los cuadros se estiman ain muy poco en rela- cidn con el precio que se concede a las joy: ides: treinta florines por el Van tres florines por una obra de Desideri ceverno de uunicornio, El término de museo aparece en esta época y de gemas de Lorenzo se la lama masco dei codici ¢cimeli artistic Se ha negado recientemente que Lorenzo el Magnifico fuera un mecenas tan activo como su padre Cosme; ese sibarita parece haber sido usufruetuario mis que ereador. Por lo menos, fue de los dos el més entusiasta coleccionista, buscando piezas por toda Ia peninsu a la coronacién de Sixto IV, adquirié la mayor de las piedras duras antiguas conocidas, la famosa Tagga Farnese (pig. 45). En 1741, obtuvo a bajo precio las colecciones de Pablo II, que habia sido su competidor en la busqueda de antigiedades, al ponerlas en venta Sixto IV; en 1483, Lorenzo logrs adquirir el gabinete del cardenal Gonzaga. Sin duda fue él quien hizo reproducir en medallén en el cartle del palacio de la via Larga las mas bellas piedras grabadas de sus eolecciones. Verrocchio ayuda a Lorenzo como experto; en su época, el conservador de los mirmoles antiguos ¢s atin un escultor, el broncista Bertoldo, cuyas creaciones personales son verdaderas imitaciones de la Antigiiedad. Estas antigiiedades son el ornato de los jardines: el contiguo al palacio de 1a via Larga y, sobre todo, cl que esta incluido en el gran claustro del convento de los dominicos de San Marcos, edificado por Cosme, que habia sido decorado por Fra Angélico con sus pinturas misticas. Los padres no experimentaban ninguna turbacién al contemplar alternativamente las imagenes san- tas y los desnudos antiguos, pues en ese punto del Renacimiento los espiritus selectos veian en la verdad revelada la prolongacién de la sabidutia antigua, y sonaban con reconciliatlas, suefio que fue bruscamente denunciado por Savonarola, precursor de la Reforma. En 1494, dos afios después de la muerte de Lorenzo, Ia tempestad levantada por la llegada de los franceses expulsa a los Médicis de Florencia; Pedro, hijo de Lorenzo, que huy6 a Népoles, sélo pudo llevarse con él algunos de los més preciosos camafeos. La multitud saquea el palacio de los Médicis y el jardin de San Marcos; la Sefio- sia confisea lo que queda de las colecciones y pone una parte en venta, lo cual provoca el apasionado interés de todos los aficionados de Italia. En Roma, quien introduce el espiritu del Renacimiento es el papa Nicolés V, antes Tomaso da Sarzano, bibliotecatio de Cosme el Viejo. Sube al trono pontificio Pio Il, perteneciente a la fami- lia sienesa de los Piccolomini y educado en Florencia; era también fildlogo. Intenté luchar contra la destruccién de Roma prohibiendo servirse de los monumentos antiguos como canteras de piedra ‘0 de marmol para las nuevas construcciones, pero él fue el primero en transgredir su edicto. El primer papa coleccionista fue el veneciano Pablo II, antes cardenal Pietro Barbo; llevaba de la ciudad de la laguna el gusto por las anticaglie. En Roma, en el inmenso palacio de Venecia, que hizo comenzar cuando era cardenal y cuya atribucién ha resistido a todas las investigaciones de los eruditos, acumulé ‘sus colecciones, buscando mas las series que las piezas bellas aisladas; el inventario del palacio redac- tado en 1457 enumera las gemas, los camafeos, las series numismiticas, los pequetios bronces, por los ccuales el papa sentia una aficién particular, los tapices, las obras de orfebreria, los cuadros de fondo dorado, los mosaicos portitiles y los relicarios; los dipticos consulates en marfl son objetos bizanti- nos. La toma de Constantinopla por los turcos en 1453 hizo refluir sobre Oceidente gran cantidad de obras de arte que procedian del saqueo de la ciudad; Venecia servia de intermediaria para la reventa, or Algunas anotaciones del inventario prueban la delicadeza del gusto de un coleccionista ido por In calidad: opti ris de aere, nec in ea est macula, es decit «en perfecto estado», se indica a propésito de algunos bronces. Sixto IV, el si interés por los objetos de arte. Publieé, sin embargo, una cesor de Pablo II, no manifiesta el mismo ula pa prohibir la exportacin de antiguedades, que no fue muy respetado. Se le debe la fundacién del mu seo de antigiiedades del Capitolio en 1471; este afio, que fue el de su advenimiento, hizo donacién al Senado de cuatro bronces antiguos, que fueron solemnemente trastadados desde Letrin al Capitolio y que eran «el testimonio de la virtud y de la excelencia del pueblo romano»; pero ese acto tenia mds intencién politica que museolégica. Entre las estatuas se encontraba el spinario y Ia famosa loba etrusca a la que se dots entonees de los dos gemelos Remo y Romulo y se colocé en el Capitolio, encima de la entrada, ia en Letrin (pig. 49) Al igual que més tarde Luis XIV, Julio II se vio ator. posicién que ter mentado por el afin de gloria, Si bien para realizar sus de- signios no dispuso del largo reinado del Rey Sol, resulta sorprendente lo que realizé 0 proyects en los diez aios de su pontificado, Roma quedata para siempre sefalada con su 3 digna los Césares. A las grandiosas construcciones que empren. huella; quiso que la ciudad pontificia fu de Ia de dié, a los grandes ciclos de frescos que hizo pintar, se afia- den las colecciones de antigtiedades reunidas por él. Cuando no era més que cl cardenal Giuliano della Rovere logeé adquirir una pieza insigne, el Apolo del Belvedere, descubierta a finales del siglo xv en Nettuno 0 en Grotta Ferrata y que el Pogge viera en el palacio de Préspero Colonna; cuando fue papa, Julio II lo trasladé de su palacio, situado cerca de San Pedro ad Vineula, al Vaticano, Su mis hermoso trofeo fue el Lavcoonte, grupo estatuario que era célebre centre los humanistas incluso antes de que lo conoci pues lo habia deserito Plinio el Viejo. En enero de 1506, fue encontrado en una vida situada en el emplazamiento dlas Termas de Tito, encima de la antigua Casa Dorada de Nerén; por temor a un posible robo, el propietario la hizo vigilar todas las noches, Este fue en realidad el gran deseu brimiento del siglo; el dia de su transporte al Vaticano se oba romana, Bronce 0 del muse del Capitol de Roma La famora loba formd parte de la donacin solemne que on 1971, aio to IV macion comprondia muchas ant i Senado romano. Eta las en el palaco pontificio de Le in. En exe momento se doth a Joba con lot dos gemelos, Ré- ule y Remo. En el Capitolio, al ‘incipia, se emplagé ta la en- de la puerta del palaciode los Vista de los jardines y del cortile del Belvedere, en Roma, por Hendrick’ van Cleeve, Detalle, Musto real de las Artes de Belgica, Brmsla 1, fecbada en 1589, s0 in un dino jecntado en Roma entre 1550,y 1555, Mucsira las papas del Renacimiento ian dispaesto. sus antigitdades no del jardin del Bel era und especie de vill recreo sitwada a algyna distan palacio del Vatic pe Julio TT hizo unin a bse fe das largas galerta pecan Tiber, ef Nilo, J Ariadna dormida y ¢! Tor lel Belvedere, af que se abi p ma cabega que proven declaré festivo, como para Ia fiesta de un santo; tronaron las bombardas del castillo de Sant’Angelo y tepicaron todas campanas de las iglesias. El papa Julio reunié sus antigtiedades en el Vaticano en un jardin situado entre el Belvedere, edificado por Inocencio VIII, y las nuevas construcciones de Bramante; se velan all el Apolo, un Hérenies, el famoso Torso (pag. 40), una estatua de Commodo, a Ariadea dormida, el Tiber y el Nilo; los dibujos y los cuadros que muchos pintores flamencos hicieron de ese notable jardin de antigiiedades atestiguan el atractivo que ejercia sobre los extran- jeros legados a Roma. Ledn X, sucesor de Julio Il, se preocupé de organizar de una forma mas racional la conserva- cién de los monumentos y la busqueda de las estatuas; otorgé a Rafael una especie de superinten- dencia de las antigtiedades de Roma y puso bajo su direceién los museos del Capitolio y del Vaticano, asi como el programa de excavaciones y la conservacién de los monumentos antiguos; le encargé realizar mediante croquis y dibujos una restauracién ideal de la ciudad antigua, que ¢ tiempo de llevar a término, De es sobre Ia situacién de la época data un informe dirigido al pay ciudad antigua, en el que se deplorn el vandalismo que la arruina; ese texto contiene el famoso apdstrofe contra el arte ugético» (tedesso), arte de ignorantes, Desde 1799, se atribuye ese informe a Rafael, pero no sin alguna incertidumbre y aiin recientemente se ha impugnado que el genial ar tista fuese su autor Viwore Carpaccio. Vision de san Agustin, Detalle. Sola di San Giorgio degli Schiaroni, Vee ‘cia, Este perionaje tradicional: vente coniderado come san Jerb- ime, patrin de lot bumanisias en el sigh) XVI, y que para marrar 4» Nisteria sobre las paredes de ta Sola se lamé a Carpaccio, dovite abora que representa a om Agustin en un episodio de ow wide relacionado con ta de san Je- Mews eruditos ban pen- ‘uo que, bajo ls rasgor del santo, Crpucsio hubris representada at wrdewal Bessarion (1400-1472), qu fe no de los prinipalee bien Ivcbores de ha eofradia, poco des nds se su fundaciin.” De todas Jormas, Carpaccio bace de la celda Wl santo. wn estilo de bumanista dl Renacimiento, Ueno de libros, she bronces antiguas y de instrne mentor cienifcor El mds apasionado coleccionista de antigdedades de Roma en el siglo xv1 fue el papa Pablo IIL. Cuando no hecho conceder por Alejandro VI la explota- cidn de las ruinas situadas cerca de San Lorenzo Extramuros pata construit su palacio; tales ruinas resultaron ser una mina de antigdedades; del muro de una antigua fortaleza sacé de una sola vez veinte cabezas de emperadores. Se cuenta que obtuvo del papa todas las antigiiedades que pudiera transportar en una noche, y que habiendo hecho abrit numerosas zanjas de excavacién en la ciudad, moviliz6 setecientos carros de bueyes para transportar los hallazgos. Al subir al solio pontificio en 1534, continud sus investigaciones. Saqueé asi numerosos parajes y monumentos: los jardines de César, el foro de Trajano, el templo de Neptuno, las termas de Diocleciano y de Caracalla (este liktimo monumento consetvaba todavia una parte de sus revestimientos de mérmol). En realidad, las excavaciones sélo eran busquedas de tesoros y destruian mas recuerdos histéticos que los que sacaban a luz, Las enormes colecciones que Pablo III lograra reunir no enriquecieron al papado. Después de diversas transmisiones hereditarias,en su mayor parte fueron a parar al museo de Nipo- les en 1787. ‘més que el eardenal Farnesio se hab Primer intento racional de un museo histérico El embrién de los museos histéricos estaba constituido por coleeciones que, a la manera de la Edad Media, reunian los retratos de los doce césares, pero esta vez con mis seguridad histética; Pe- trarca ya coleccionaba monedas de los césares, que ofrecié al emperador Carlos IV. Durante mucho tiempo In numismética es la base de esas series. El primer intento racional de un museo de grandes hombres fue el del duque Federico de Montefeltro (1842), el principe més perfecto de su siglo, soldado y hombre de letras, tan culto que toda Italia enviaba a su corte a los principes jévenes para perfeccio- nar su educaciGn aristocritica. En su castillo de Urbino se hizo disponer una pequetia pieza, 0 stu diolo, no pata guardar libros, sino como lugar de meditaeién y de lectura; estaba suntuosamente ador- nada con marqueterias que representaban naturalezas mucrtas o simbolizaban las letras, las artes, la ciencia y la guerra; encima, figuraban veintiocho retratos de los inteleetuales — poetas, filésofos 0 tedlogos — mis eélebres de la Antigiedad, de la Edad Media y de la época contemporinea, Se ha probado ahora que es realmente Justo de Gante quien ejecuté esas efigies, hoy divididas entre Urbino y el Louvre a consecuencia de una particién de familia, efectuada en 1812, A principios del siglo xvt los coleccionistas de antigiiedades eran ya numerosos en Roma; en 1509, Francesco Albertini redacta una larga lista en su Opusculum de mirabilibus novae et veteris Urbis Romae. La baisqueda de obras de arte dio lugar a porfiadas competiciones. Fl milanés Gian Cristoforo Romano eseribi6: «un niimero tan grande de personas se interesa por estas cosas (las antigtiedades) que es dificil proporcionirselas. Para compratlas hay que tener la suerte de verlas en primer lugar y pagar al contado, Se exigen elevados precios...» En 1507, Giorgio Negroponte nos aporta otro testi- monio: «En cuanto surge alguna cosa de una excavacién, innumerables compradores se presentan ‘como por milagro. Se dan hasta ocho y diez ducados por medallas con herrumbre que se revenden seguidamente en veinticinco y treinta ducados Parece incluso que los propietarios de antigiiedades las enterraban de nuevo, por temor a los ladro- res. Cuando muere un coleccionista o un artista, se desencadena una lucha, Sin eseripulo alguno, los principes se aprovechan de los pillajes que devastan las ciudades italianas a continuacién de las ‘guerras o de las revoluciones para hacerse con las piezas raras. Con ocasién del saqueo de las colec- ciones de Lorenzo en Florencia, su propio cufiado Bernardo Rucellai se apoderd de antigidedades para adornar sus famosos Orti oricellarii, en donde se reunia la Academia Plat6nica, El saco de Roma, al provocar la avidez de los coleceionistas de toda Italia, dio ocasi6n a una redistribucién de tesoros de arte entre las diversas cortes principescas de la peninsula. Isabel de Este, marquesa de Gonzaga en ‘Mantua, al tener conocimiento de la toma de Urbino por César Borgia, que puso en fuga a su cufiada Elisabeth, se apresuré a escribir a su hermano Hipélito de Este para que se esforzase en procurarle tuna Venus y un Cupido procedentes del palacio ducal, con los que adornar su propio studiolo. A falta de los originales, los coleccionistas se contentaban con copias a menudo reducidas; Isabel de Este tenfa en su grofta toda una coleccién de pequefios bronces que reproducian las obras antiguas célebres. Era una apasionada por las obras de arte, pero disponia de escasos medivs para comprarlas y se lam taba de ello, mas compensaba su falta de pecunio con su obstinacién de pedigiiea y su habilidad en aprovechar las ocasiones, incluso a expensas de sus familiares arruinados 0 expulsados de sus estados por las vicisitudles de la politica. Su correspondencia nos ha conservado el recuerdo de sus decepcio- nes; conocemos sus esfuerzos infructuosos para conseguir un Giorgione y un Van Eyck, que le Fue- on arrebatados por compradores con més suerte; a causa de su precio tuvo que renunciar con pena a piedras grabadas, vasos y eamafeos, que deseaba. Quedé inconsolable por haber sido despojada por piratas berberiscos de objetos preciosos que Ievaba con ella cuando logré huir de Roma, sometida al saqueo por los imperiales en 1527; consiguid rescatar algunas piezas que volvié a encontrar en el mercado de Venecia y pidié a viajeros que iban a ‘Tiinez que trataran de localizar un Hércules y una Venus de mirmol que apreciaba por encima de todo, La imperiosa marquesa no era siempre amable con sus artistas, a los que amenazaba con encarcelar cuando ejecutaban sus encargos con excesiva demora, Hacia mucho tiempo que eodiciaba un busto en mirmol de I emperatriz Fa del gabi- nete de antigiiedades de Mantegna, el pintor favorito de los Gonzaga, que habia decorado el studiolo de Isabel con dos de sus més bellos cuadros; era la pieza de su coleccién preferida por el artista y a los setenta y cinco afios, enfermo y endeudado, Mantegna no tuvo otro remedio que cedérsela; seis semanas més tarde, moria Todo el museo de la marquesa estaba instalado en su séudiolo o en la grofta que se encontraba de- bajo. Siruado en una parte del inmenso castillo ducal, con un minisculo giardin segreto, no era una habi- tacién para residir, sino un lugar de delectacién, donde la marquesa iba a pasar horas de tranquilidad en un ambiente de lujo y de belleza para descansar de las fatigas de su vida activa. Despojado de sus, obras de arte, ese retire, celda preciosa como un coftecito, en su abandono, evoca con melancolia el recuerdo de esa mujer culta y refinada que daba el tono a la moda de su tiempo; esposa virtuosa, madre apasionada y verdadero chombre de estado», gobernando en lugar de su débil marido loged salir del paso en el embrollado juego politico de Italia y fue lo bastante hébil para salvar el prin- cipado de Gonzaga entre la revuelta general causada por Ia invasién francesa y las rivalidades de Milén, ‘Venecia, Florencia y Roma,

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