Professional Documents
Culture Documents
Club Suicid
Club Suicid
PERSONAJES:
NICOLÁS.
CRISTINA.
GREGORIO.
IGNACIO.
MARGARITA.
ACTO ÚNICO
Cinco sillas – guillotinas al lado de sendas horcas. Las sillas contienen en sí mismas los
métodos más diversos de suicidio. Al fondo se ve un sobrio letrero que dice “La
Rebaja”. Entra Nicolás silbando un cántico religioso y acomodando detalles de las
sillas. Durante toda la obra estará acompañado de su osito de peluche, el cual cuida
con fetichismo. Lee un clasificado de periódico confirmando con alegría su contenido.
Se percata de la presencia del público, va al proscenio y alumbra con su linterna.
NICOLÁS: Buenas noches. Sean todos ustedes bienvenidos a su ult…, perdón, a este
maravilloso lugar.
CRISTINA: (Tiene un vestido negro que le cubre el cuerpo con austeridad, y un Cristo de
madera colgado al cuello; sostiene en una mano una hoja de clasificados de prensa;
está completamente emparamada y con su cabello pegado en la cara). No quiero
llorar… sólo quedarme aquí, quieta… no pensar, no resolver… sólo quedarme quieta y
luego dar un paso y paf… cambio y fuera… good bye…, y para entonces, la quietud
llegará a ser por fin algo perpetuo… ayer veía un atardecer naranja… hoy sólo veo una
noche que no acaba nunca y que se extiende infinita en el borde de este abismo… y yo
aquí, metida en medio de esta oscuridad llamada “noche”… “la noche”… o lo que
algunos suelen llamar “existencia”: el miedo, el dolor, la rabia, la ausencia, el asco, el
NICOLÁS: ¿No cree que es una altura demasiado grande para jugar? (gritando al fondo
del abismo). ¿Se da cuenta? El fondo está tan lejos, que ni siquiera alcanza a
devolverme la voz.
NICOLÁS: He de reconocer que suena interesante, pero, ¿no ha pensado en todas las
cosas que se quedan aquí?
NICOLÁS: eso no es cierto y usted bien lo sabe. Para la muestra, este servidor
(Extendiéndole la mano) Nicolás solo, para servirle.
NICOLÁS: Bien, Cristina, si en realidad está tan sola en el mundo, ¿quién cree que va a
recoger su cadáver?
CRISTINA: No me importa…
NICOLÁS: Deténgase un momento, por favor, señorita, y piense: ¿sabe cuánto está
costando un entierro?, ¿una misa?, ¿un ataúd?
NICOLÁS: ¿Enterrar en una fosa común a una mujer como usted?... digo, con
semejantes atributos. ¿Cómo va a compartir su lecho de muerte con delincuentes, fetos
abortados, cuerpos mutilados por psicópatas y toda suerte de ejemplares de medicina
legal? ¿No cree que usted se merece una muerte más digna?, ¿un funeral con plañideras
que con sus cantos exalten al inigualable belleza espiritual que usted posee?
DIOS: Pero dime, hijo, ¿de dónde vienes tan elegante y bien presentado?
MUERTO: ¿Pues de dónde va a ser? De “Exequias la Rebaja”, las cuales le han permitido
a mí y a mi familia disfrutar de un entierro digno, gracias al amplio abanico de servicios
que ofrece: servicios de cremación en hornos confortablemente dispuestos con
cabinas individuales y colectivas. “La Rebaja” cuenta con la mejor atención para
propiciarle a usted un paso instantáneo hacia la eternidad. Además contamos con
amplias sepulturas elaboradas con tierra a prueba de gusanos, en las que podemos
disfrutar de inhumación a cinco años, o de inhumación a perpetuidad para aquellos que
son sedentarios. Y para nosotros, los de escasos recursos, cuenta con un novedoso
sistema con formas de pagos a tres, seis, o nueve meses, dependiendo de su bolsillo, y
que a sus parientes se les extractará de su cuenta bancaria, todo esto sin salir de casa,
sólo marcando el número que aparece en pantalla, o firmando este documento… yo no
nací con la vida color de rosa… pero ahora tengo la vida eterna que siempre quise…
DIOS: Mortales, llamad gratis desde cualquier ciudad al número q aparece en pantalla, y
obtendréis toda la información profesional y personalizada, dependiendo de vuestro
caso especifico.
MUERTO: Pero esto no es todo: “La Rebaja”, además de ofrecerle la mejor atención, le
regala gratis con su compra, este practico novenario, con el cual se agilizan los tramite
del purgatorio, todo esto sin salir de casa…
Se escucha el “Aleluya”, de Andel. Se abre una cortina dejando ver una escalera
blanca con una luz que sale del fondo-El muerto se corona con una aureola y con una
cinta que dice el nombre de la funeraria con letras rojas. El muerto llora de emoción y
asciende gloriosamente cada peldaño. El cubículo blanco se oscurece, la música baja.
CRISTINA: (Pausa larga. Cristina mira el precipicio, hace el ademan de lanzarse, pero
con el último intento se arrepiente y se aleja temerosa; se vuelve aponer el crucifijo).
Cambie de opinión. Voy a mirar las opciones que me ofrece el club. (Entra a la casa,
Nicolás la sigue).
CRISTINA: Si no necesitara ayuda no habría venido aquí cuando leí el anuncio, ¿no?
NICOLÁS: Muy bien, entonces no hay problema. “Exequias La Rebaja” le ofrece a usted
el nuevo servicio de…eutanasia…, con el cual usted podrá resolver de manera rápida y
confiable todo tipo de emergencia existencial. ¿Se siente sola? ¿Abatida? ¿Deprimida?
¿Abandonada? ¿Desconsolada? ¿No cree en la felicidad del hombre? ¿Le aburre la rutina?
Solo firme aquí y jamás volverá a sentirse igual. Si no queda satisfecha, le garantiza…
CRISTINA: ¿Tengo yo cara de capitalista? Solo quiero esperar a que llegue el anfitrión
del club.
NICOLÁS: Tonta. Deja escapar la oportunidad de su vida. Es posible que nadie vuelva a
ofrecerle el favor de matarla tan económicamente.
CRISTINA: Ya estoy muerta. Desde que nací padezco de algo así como muerte natural
que ha ido creciendo conmigo, y que entre más pasa el tiempo más grande se hace…
como la sombra de la polilla que se acerca a la vela en la que ha de ser incinerada…
NICOLÁS: Se compara con una sombra como si usted misma no lo fuera. No lo pienses
mas, Cristina (le acerca una jeringa y un documento)…atrévase al fin a tomar una
decisión por usted misma. (Entra Gregorio, se asoma).
GREGORIO: (Demacrado, flaco, muy tímido y flemático, aunque bastante joven; esta
también mojado y también lleva el periódico del anuncio clasificado). Disculpen ¿Es aquí
donde…?
NICOLÁS: Vamos, hombre, deje a un lado esa timidez y pase, póngase cómodo (lo hace
seguir y sentarse). Mi nombre es Nicolás Solo, su servidor…
GREGORIO: ¿Y ella?
GREGORIO: De los pocos que puedan quedarme, lógicamente. No importa: los días son
como un chicle pegajoso que se estira interminablemente y no se revienta nunca…
horas…minutos…segundos…decimas…centésimas…milésimas…milloné…
GREGORIO: Esa es la palabra indicada: etcétera. Veinticuatro horas al lado de esa mujer
serian para mí un etcétera celestial, una eternidad en vida. ¿Podría presentármela?
GREGORIO: Gregorio.
GREGORIO: ¿Lo ve usted? Ella se repite la misma pregunta que yo me hago después de
cada segundo… ¿”y que”?...es perfecta.
CRISTINA: (Rabiosa). ¿Quién es perfecta? ¿Quién? ¿Es que no ve que soy un cadáver
ambulante que ya huele a podrido?
NICOLÁS: (Amigable). ¿Se da cuenta? Nada tiene sentido…no se aflija, Gregorio, la vida
siempre nos da una segunda oportunidad. (Le pasa el documento y la jeringa)
GREGORIO: (Gimoteando). No, no. Todo es horrible. Siempre supe que debía entrar a
un gimnasio, pero es que sufro de hipoglicemia, ¿entiende?, entonces tengo que
caminar por la calle con la certeza de que la gente por detrás me mira y se ríe diciendo
mentalmente: “¡que flaco, que horrible flaco, que ridículo flaco!” (Sigue llorando).
IGNACIO: (Desgarbado y sucio, lleva una mochila en su hombro; los observa a todos
con aire investigativo y estudioso; tiene en la mano el periódico con el anuncio
clasificado).Ajá, esto va en aumento, las masas de la superpoblación mundial
instintivamente estamos condenadas a desaparecer.
CRISTINA: Es cierto.
IGNACIO: “Porque las estirpes condenadas a cien años de soledad no tiene segunda
oportunidad sobre la tierra”, es el eterno problema del ser humano.
GREGORIO: Es horrible.
GREGORIO: ¿Camus?
GREGORIO: No.
IGNACIO: “Solo me dejo llevar por mi destino, que en nuestro mundo, no puede ser
sino un triste destino”.
IGNACIO: Cortázar, compañero, Julio Cortázar… uno de los poetas de los caminos
laberinticos de la existencia humana…
NICOLÁS: Tengo el plan perfecto para ese tiempo de abscesos, verá usted.
IGNACIO: (Desilusionado). “Solo escuchan mis palabras si no saben que son mías”,
renegaba Carlos Fuentes.
NICOLÁS: ¿Por qué no hablamos más familiarmente sobre esos problemas que tanto lo
atormenta? ¿Se siente solo? ¿Abandonado? ¿Deprimido? ¿Esquizofrénico?
¿Psicótico?...Solo firme aquí y no volverá a estarlo nunca más.
IGNACIO: “Juego mi vida, cambio mi vida, de todos modos la llevo perdida”. Dios salve
a León de Greiff… Maldición, ¿qué estoy diciendo? No, no hay salida, el género humano
es un error…
IGNACIO: Ignacio.
CRISTINA: No es cierto, Ignacio, el idiota. Aquí los únicos errores que hay somos
nosotros, ¡y por eso vamos a desaparecer!
MARGARITA: (Evasiva). ¿Hay aquí algún teléfono? Bernardo prometió llamarme para
decirme que adora mi boca y mis pantorrillas tan bien contorneadas y yo… ¿qué miran?
Sólo vine a hablar por teléfono.
IGNACIO: Porque así pongo un granito de arena para ratificar mi novedosa y original
doctrina, cuyo axioma fundamental recita “el mundo es una mierda”.
MARGARITA: ¿El dolor? Ah, sí, creo que mamá alguna vez me habló de él (Nicolás se
estremece de nuevo). ¿A ti no?
CRSITAINA: ¡Desde que llegó no ha hecho sino hablar y hablar hasta hacer del aire una
sopa de letras!
CRISTINA: ¡No!
CRISTINA: ¡Cristina!
MARGARITA: ¿No le parece que la ce es una letra muy criolla?, ¿por qué no firma con ka?
CRISTINA: No. Soy una muerta. Desde que nací soy una muerta que ha empezado su
fase de descomposición.
MARGARITA: Envidias al que tiene lo que tú añoras. Se te caen las babas de ver mi
felicidad.
MARGARITA: ¿Por qué juntas lo ridículo con lo utópico? Si tú pareces tan fanática de lo
imposible, digo, juzgando por ese crucifijo que te asfixia.
MARGARITA: ¿Por qué no? Lo grotesco divierte; por lo menos hace reír.
MARGARITA: ¿Llorar?... No. Yo no tengo tiempo para esas cosas; yo tengo que
contestar el teléfono.
Nicolás inicia una suerte de hipnosis colectiva gracias al poder de cierto amuleto. Ellos
quedan sin dominio de su voluntad. Nicolás les hace firmar a todos el documento, y
NICOLÁS: ¡No!
MARGARITA: (Casi triste). Le va a doler mucho si no voy con él rápido (pausa breve,
resuelta, a Nicolás). Así que debemos darnos prisa.
MARGARITA: No, no, es sólo que no existe. Me lo inventé porque me sirve de terapia,
nada más. ¿Ustedes nunca han tenido un ser imaginario?
Nicolás se dispone a moverle la silla a Cristina, pero en ese momento ve que Gregorio
se intenta cortar las venas, así que corre hacia él para explicarle cómo brotar la vena y
hacer el suicidio efectivo.
NICOLÁS: Por supuesto que lo es. (Mostrando los documentos que ellos han firmado).
¿No aparece consignado en las cifras del último censo?
CRISTINA: Amén.
NICOLÁS: La metáfora de Margarita conduce a decir que los demonios son el símbolo
de tu fermentación…
GREGORIO: (Alejándose de la cuchilla con que se iba a suicidar). ¡Por favor, señor, se
supone que éste es un club de suicidas, no de asesinos!
NICOLÁS: (Perdiendo la paciencia). Bueno, ya, señores, por favor, tenga un poco de
seriedad, ya han firmado este documento con el que han cancelado el servicio del club,
¡y ahora…!
IGNACIO: En que nuestras muertes no tienen por qué beneficiar los bolsillos de nadie.
Nuestras muertes, por el contrario, deben ser el símbolo de una sociedad corroída por
la alienación y el desasosiego, con el cual protestaremos contra los aparatos represivos
del Estado.
CRISTINA: ¡Aleluya!
IGNACIO: (Tras una pausa). ¡Qué brillante, Margarita! ¿Quién lo dijo? ¿Nietzsche?
MARGARITA: No.
IGNACIO: ¿Marx?
MARGARITA: No.
IGNACIO: ¿Brecht?
MARGARITA: No.
IGNACIO: ¿Hegel?
MARGARITA: No.
MARGARITA: No, no, simplemente se me ocurrió. ¿Verdad que es una frase muy bella?
MARGARITA: La menciono mucho cuando hablo por teléfono. Mamá siempre dice que
la cuenta llega muy cara.
NICOLÁS: Basta. No me calumnien de esta forma tan aberrante. Yo sólo voto por la
dignidad del hombre y el buen morir.
IGNACIO: Nada. Yo la amo y ella me ama, ¿qué podemos hacer? Moriremos por amor.
MARGARITA: Sí, que me leas cuentos de Kafka mientras convulsionamos por el efecto
del arsénico…
MARGARITA: ¡Soy tan feliz!... pero debo hablar con Bernardo, tengo que explicárselo
todo, ¿cómo se lo voy a decir?
IGNACIO: “Sólo me dejo llevar por mi destino, que en nuestro mundo no puede ser sino
un triste destino”.
GREGORIO: (Orgulloso). Mi padre siempre fue muy diplomático para decir las cosas.
IGNACIO: Uniremos nuestros destinos para siempre, pero no podemos ser tan
estereotipados como todo el mundo. Simplemente haremos un matrimonio simbólico
entre mis ideas y las tuyas.
MARGARITA: Amor, y en el más allá, cuando la muerte nos lleve, ¿cómo será todo?
IGANCIO: Igual de hermoso que aquí. Podremos visitar galerías, ir a tabernas, fumar
marihuana, leer a Rimbaud, clavarnos las uñas en la espalda, escuchar rock alternativo,
IGANCIO: Te amo, Margarita. Voy a leerte un poema que escribí especialmente para
esta ocasión… es sobre el sinsentido de la existencia. (Mientras Ignacio lee, Margarita
se echa lágrimas con un gotero, y todos entran en conmoción progresiva). “Mierda,
vómito, basura y excrementos escondidos en la pezuña putrefacta del sapo
nauseabundo con olor a sociedad de mierda. Humedad abierta, muerte yo sí no carajo,
ejemp hum, holocausto y cataclismo de la humedad sin nombre que camina sobre los
vidrios rotos y llenos de sangre y pus y moscas y gusanos y carroña y el absurdo ejemp
hum, ejemp hum, ejemp hum”.
MARGARITA: ¡Nunca antes me había leído un poema tan denso y tan profundo!
IGNACIO: Lo más importante del poema es el “ejemp hum”, en el cual se sintetiza toda
la angustia del hombre frente a su propia rutina.
GREGORIO: Es horrible.
GREGORIO: ¿Y qué culpa tengo yo?, ¿Qué culpa tengo de haber nacido tan sensible y
tan frágil?... ¿Lo ve, Nicolás? Solo usted me entiende. No puedo creer que una mujer tan
bella haya llegado a tal grado de insensibilidad frente a su prójimo… (Resentido). ¡Y yo
que hasta la alcance a comparar con mi mama¡… Todas las mujeres son iguales:
hermosas, temibles y dañinas…
GREGORIO: Eso lo dice porque no sabe lo que es tener que levantarse de la cama todos
los días, arrastrarse hasta la ducha de agua fría a las seis de la mañana y luego
encontrarme con que mi raquitismo ya me permite guardar el jabón y el estropajo a
cada lado de mi clavícula…
IGNACIO: El jabón, tanto como el baño, no pasan de ser una invención pequeño-
burguesa.
GREGORIO: (Se restriega el cuerpo con repulsión). ¡Es horrible! ¡Me quiero morir, la vida
no tiene sentido!
GREGORIO: Creo que ya no podre salvarme. Soy tan débil. Ayer caminaba por la calle y
me encontré veinte pesos, ¡qué horror!
GREGORIO: No los recogí, ¿Qué no lo entienden?, esos veinte pesos allí, justamente allí,
al lado de un almacén de televisores que transmitían el premio mayor de la lotería, y
frente a un perro escarbando basura con su hocico, y a cada extremo estaban el Cielo y
el Infierno, pero yo no tenía más que una monedita de veinte pesos que el destino
había puesto calculadamente en el camino para decirme a carcajadas: “Eres un flaco,
hipoglicemico,tu clavícula es una jabonera, y esta moneda es para recordarte que te
falta doscientos pesos para tu pasaje. Aquí están estos veinte, tómalos, son todos
tuyos, aunque ni siquiera te alcancen para un cigarrillo sin filtro”. Fue una estrategia
demasiado complicada, pero que mis sentidos alcanzaron a descifrar gracias a un poder
extrasensorial que me permite descubrir las confabulaciones de mi entorno. Es
definitivo. Las cosas a mi no me quieren. (Llora. Nicolás lo abraza afectuosamente y le
pasa un nuevo documento con la pluma. Gregorio firma).
IGNACIO: No se trata de eso, señor Solo, Margarita tiene razón. Se trata de integrarnos
un poco para aliviar la tensión y así poder consumar los suicidios de un modo infalible,
quiero decir, evitar temblores en el momento de disparar o de rasgar las yugulares,
para ahorrarnos el trauma de una vida vegetativa o quién sabe qué cosas más.
CRISTINA: Bueno, ¿y a qué jugamos? (Todos se miran esperando alguna idea. Pausa
larga, todos esperan).
CRISTINA: ¡Ah! (Pausa. Margarita mira a Ignacio. Pausa. Ignacio mira a Margarita.
Pausa. Los dos se miran mutuamente. Pausa. Suspiran. Pausa. Se dejan de mirar)
IGNACIO: No.
IGANCIO: Además, esta horca corresponde a mi silla. La suya está allá, a un lado.
NICOLÁS: ¿Y bien? ¿Cuánto tiempo más van a esperar para tomar la última decisión que
les está deparada? (Conmoción general).
IGNACIO: ¿Por qué no buscamos una forma de hacer pasar el tiempo mientras tanto?
GREGORIO: En una obra de teatro vivimos y de todas formas todo sigue siendo
horrible…
MARGARITA: Pero no mires las cosas de un modo tan gris. El hecho de que nuestro
espíritu esté encadenado por nuestro cuerpo, no significa que no pueda llegar a ser
libre.
MARGARITA: Voy a demostrártelo. Vamos a tomarnos todos de las manos, por favor.
Eso es. Respiremos profundamente tratando de sentir la energía que nos trasmite el
compañero de al lado. Muy bien. Inhalamos la energía positiva, exhalamos la
negativa… eso, todo va muy bien.
CRISTINA: (Poseída). Veo la luz… la luz que se acerca a mí y que invade mi alma… ¡Es
Dios, Dios que se acerca a mí con su mensaje redentor!
CRISTINA: (De repente muy agresiva, con otro timbre de voz, amenaza a Ignacio con su
crucifijo) Dios no tendrá piedad de nadie, y menos del sexo masculino, que rugirá
arrepintiéndose de sus fornicaciones en las calderas hirvientes del infierno.
MARGARITA: ¿Pero por qué todos tiene que ser psicópatas como ustedes? Quizá
simplemente Dios es autista.
MARAGRITA: ¿Pero por qué todo tiene que ser aburrido? Yo por lo menos encontré una
forma muy divertida de hacer pasar el tiempo.
NICOLAS: ¿Cuál?
MARGARITA: ¿Bien? Querrás decir vivo. (Gregorio la mira con angustia; ella ríe
escandalosamente). ¡Ay!, Gregorio, no hay por qué ofenderse, era sólo un chiste
existencial… ¡Claro, la tengo! ¡Contemos chistes!
IGNACIO: Nada, nada, no te preocupes. Freud no escribió para los sujetos simples.
NICOLÁS: ¡Tengo uno, tengo uno! Gregorio le pregunta a Cristina, “Cristina, ¿quién eres
tú?”, y ella ¿qué responde?... ¡Nada, porque los muertos no hablan!
MARGARITA: Oh, ese está buenísimo… “Porque los muertos no hablan” (Ríe a
carcajadas).
IGNACIO: Primera escena: un muchacho de veinte años, con Margarita al lado suyo.
Segunda escena, el mismo individuo cincuenta años después al lado de Margarita
López. Tercera escena, el mismo tipo ya decrépito, con cincuenta años más encima y al
lado Margarita López Henao. ¿Nombre de la película?
Todos ríen, excepto Margarita. Nicolás entre las carcajadas, se cae. Risas. Ignacio tose.
Risas. Gregorio se marea. Risas. Cristina se ríe. Risas. A falta de chistes nuevos, las
risas se van apaciguando lentamente. Entonces, Margarita se percata de la presencia
del público y acusa su presencia a los demás, los cuales, al ver al auditorio, estallan
NICOLÁS: ¡Ya sé! ¿Por qué no jugamos al banquillo? ¡Sé que les va encantar!
NICOLÁS: Es muy simple: cada uno de nosotros pasa al centro, y los demás lo
interrogamos hasta volverlo una bazofia.
NICOLÁS: Jóvenes abandonados por sus padres homosexuales. Nos acompaña esta
noche para hablarnos de este problema, un hombre cuya identidad ha sido reservada
por obvias razones. Bien G (cuac), cuéntanos exactamente que paso.
GREGORIO: (Con voz entrecortada). Bueno, que al otro día mi papá no estaba y cuando
llamé (cuac), la mamá de él me dijo que no había ido ni siquiera a dormir. Entonces…
(Se suena)… entonces encontré esa nota y pues ahí decía eso…
CRISTINA: Jesús dice que hay que honrar a padre y madre. Yo creo que todo lo que él
dice es una mentira para justificar sus pecados. Todos los hombres son unos
mentirosos. (Aplauden).
MARGARITA: Pobrecito.
IGNACIO: Yo te quería hacer una pregunta. Cuando estuviste solo, antes de venir al
club, ¿qué hacías para sobrellevar la soledad?
GREGORIO: Cantaba.
GREGORIO: (Apenado). No, no, yo ni siquiera tengo buen oído… Nunca he cantado
frente a nadie. Sólo papá me escuchaba…
Todos revientan en carcajadas. Se apagan todas las luces, excepto el foco que alumbra
a Gregorio, quien se restriega el cuerpo con repulsión y angustia. Luego lanza un grito
de dolor, las luces vuelven a la normalidad, se escuchan los aplausos de los demás.
NICOLÁS: Bueno, ya ven ustedes. Cómo estas personas marginadas por el efecto
encuentran espacios para desarrollar su talento de una forma sana, sin drogas.
(Margarita, Cristina e Ignacio aplauden sin parar de reír. Nicolás se dirige a Gregorio).
No obstante, si sientes que tu vida no tiene sentido, recuerda que siempre hay una
segunda oportunidad. (Le ofrece la jeringa a Gregorio, quien hasta entonces se ha
congelado en un gesto de horror. Se desmaya. Nicolás se vuelve furioso hacia los
demás). Bueno, ¿quién sigue? (Ignacio y Margarita se ponen serios, cristina sigue riendo
sin percatarse de las miradas inquisidoras de los tres).
CRISTINA: (Por fin se siente observada y regresa a su hostilidad habitual). Ah, está bien,
voy yo. (Cristina pasa al banquillo y los demás sientan al desmayado en una de las sillas
de acusador).
NICOLÁS: Bien, Cristina, para comenzar, muéstranos las heridas más hondas que te han
marcado a lo largo de tu existencia.
MARGARITA: ¡Qué linda! ¡Se parece a la mía! ¡Mira, cualquiera que las vea creerá que
fueron hechas con la misma cuchilla!
IGNACIO: Por supuesto que no. Es como querer comparar la de Cristina con la mía.
(Muestra la cicatriz de su abdomen).
IGNACIO: Seis.
MARGARITA: Cariño, no estoy hablando de la del brazo, sino de la del cuello. (Se quita
la pañoleta del cuello, dejando ver una exuberante cicatriz).
GREGORIO: Debió casi ser tan dolorosa como la mía. (Muestra en el pecho una cicatriz
más grande).
CRISTINA: No creo que haya sido tan grande como ésta. (Muestra en su muslo una
cicatriz más grande).
IGNACIO: En realidad no es tan grande. (Muestra una cicatriz más grande, la cual ocupa
toda su espalda. Gregorio cuenta los puntos asombrado, Nicolás toma fotos y
Margarita y Cristina observan con envidia).
MARGARITA: (Furiosa). Esa debe ser una operación de pulmón, cariño. Estamos
hablando de verdaderos arranques traumáticos de valentía. ¿Cómo hubieras podido tú
mismo hacerte una cicatriz semejante?!
MARGARITA: ¡Estuviste brillante, querida! ¡Un poco más y me hubieras hecho llorar de
la emoción!
IGNACIO: En realidad creo que no fue sincera. Le falta inspiración y honestidad, como
diría Stanislawski.
Ignacio pasa al banquillo. Ella firma. Nicolás esta cada vez más feliz.
CRISTINA: ¿Hace cuanto que no se baña? ¡El olor de sus axilas es repulsivo!
IGNACIO: ¡No tengo porque soportar un banquillo con preguntas tan frívolas y
cuestionamientos de por sí soeces!
MARGARITA: (Tierna). Amor, ¿Por qué te das por vencido tan fácilmente? Vamos, di
algo brillante, rápido.
IGNACIO: No es just…
MARGARITA: ¿”Rayuela”?
MARGARITA: Como diría Ignacio para disculpar sus olores fétidos, su tendencia a
entablar amistad con las palabras y los objetos ajenos, y sobre todo, su miopía
intelectual que le hace confundir ovejas con demonios, mujeres con bibliotecas, clubes
suicidas con pandillas tira piedras y frases celebres con estupidez existencial. Porque en
eso si que eres todo un experto ¿No?... Cuéntanos, ¿Cuándo decidiste cambiar tu
deprivación psicoafectiva por rezongadera filosófica?... ¿Cuándo mamá te cambio el
primer pañal?, ¿o luego de tu primera masturbación ocasionada por una noche de
pesadillas e insomnio? (Silencio. Ignacio permanece rígido). ¿Qué pasa?, ¿No sabes? Pide
ayuda: (Le quita la mochila y las gafas y se las pone caricaturizándolo al extremo).
¡Nietzsche, auxilio!... ¡Socorro Sábato!... ¡Sartre sácame de aquí!... Vamos, Ignacio,
cuando menos una frasecita corta… ¡Algún versículo del evangelio según san Kafka!
(Silencio. Margarita lo mira con desprecio, se quita la mochila y las gafas y se las tira en
la cara). ¡Gallina!
CRISTINA: ¡Gallina!
MARGARITA: ¡Ah, eso es fácil de contestar! Cuando Bernardo se demora mucho tiempo
en llamar, yo me pongo compulsiva, y entonces hago cualquier cosa para pasar el rato:
juego play station, escucho música, y, a veces, me intento suicidar. Es divertido, así de
simple. Lógicamente éstas son cosas emocionantes y pasajeras que en nada afectan mi
vida cotidiana. No sé si ya se los había dicho antes, yo trabajo como operadora de una
empresa de teléfonos y tengo la oportunidad de hablar con todo el mundo… ¿Aló?
¿Hello? ¿Oui?... Es maravilloso. Cada día significa para mí un nuevo desafío en el
vertiginoso camino de la vida: levantarse, tender la cama, cepillarse los dientes, son
tantas cosas, que no acabaría de enumerar cada una de ellas.
MARGARITA: (Ríe. Llora. Se toma una pastilla. Ríe. Llora. Se toma dos pastillas. Ríe.
Llora. Se toma tres pastillas. Ríe. Llora. Se toma todo el frasco. Ríe. Ríe. Ríe. Ríe.
Ruge).Sí, sí, sí, sí, sí, soy virgen: ninguno de estos idiotas tiene la más mínima idea de lo
que es amar… ¡sólo un manotazo en el trasero!, ¡sólo un piropo obsceno cuando recibo
una llamada telefónica a larga distancia!... sólo… sólo… sólo… Cuando yo nací, en el
hospital entero pareció entrar en estupor, en suspenso… ¿Cómo era posible que todos
los teléfonos empezaran a timbrar al mismo tiempo?... He estado pensando, y creo que
esta obsesión mía por contestar teléfonos no es la soledad que me invade… ¡porque
de hecho me invade una soledad! (Pausa, triste). Creo más bien… que es el suceso de
mi nacimiento.
IGNANCIO: Y bien, ya estamos todos. ¿Quién se ofrece para empezar la segunda ronda?
IGNACIO: ¿Cómo?