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1
Vid. PONTÓN, Gonzalo, La lucha por la desigualdad. Una historia del mundo occidental en el siglo XVIII,
Pasado y Presente, Barcelona, 2016, pp. 184-201 e 276-292.
2
Vid. BOLUFER, Mónica, Mujeres e Ilustración. La construcción de la feminidad en la España del siglo XVIII,
Institució Alfons el Magnànim, Valencia, 1998, pp. 181-186.
3
REY CASTELAO, Ofelia, “Continuidad y cambios sociales”, en A. Floristán (coord.), Historia de España en la
Edad Moderna, Ariel, Barcelona, 2011, pp. 691-713.
4
“La diversificación de las fuentes de ingresos de las familias, las mejoras en las comunicaciones y en los procesos
de comercialización, la oferta de productos más baratos, la proximidad de los núcleos urbanos, constituyen los
factores que explican los cambios, su cronología e intensidad”. SAAVEDRA, Pegerto, “Los cambios en las
condiciones materiales de vida en la España del Antiguo Régimen” en A. Ramos Santana e A. Romero Ferrer
(eds.), Liberty, Liberté, Libertad. El mundo hispánico en la era de las revoluciones, Universidad de Cádiz, Cádiz,
2010, p. 559.
5
MANDEVILLE, Bernard de, La fábula de las abejas o los vicios privados hacen la prosperidad pública, trad. J.
Ferrater Mora, FCE, México, 1982.
1
catrocentas páxinas en total (unhas duascentas cada tomo). A Historia del luxo de Sempere y
Guarinos inscríbese no que se deu en chamar a “apoloxía ilustrada do luxo”, aínda que quizais
conveña aplicar este rótulo, no caso que nos ocupa, con certas reservas. Fernando Díez vincula
esta apoloxía ilustrada do luxo estreitamente a unha “teoría do traballo produtivo” xunto á cal
viría a configurar
una antropología filosófica en la que alcanzan todo su relieve importantes cuestiones que
alcanzan a la economía de la sociedad comercial, a los mecanismos últimos de motivación
subjetiva que sustenta la acción humana, a la moralidad específica de una sociedad que busca la
prosperidad y el bienestar mediante la libre concurrencia de los intereses privados, y a la forma
de gobierno propia de una sociedad desigual y próspera que exige la constitución específica de
un poder político limitado.6
Sen chegar a esta última consecuencia política que Fernando Díez desprende do discurso
ilustrado sobre o luxo, o noso autor, Juan Sempere y Guarinos (Elda, 1754-1830) aparece
situado nun contexto de transición social, intelectual e económica como é o turbulento fin de
século do Setecentos. De familia fidalga, estudou no seminario conciliar e universidade (menor)
de Orihuela, obtendo o grao de doutor en Teoloxía e de bacharel en Canons e Leis. Alí parece
ser que recibiu a influencia do espírito regalista que inspirara a reforma eclesiástica de mediados
de século (Concordato de 1753) da man dun grupo de bispos sensibles á tradición do
humanismo cristián. En Murcia, onde estudou dous cursos, entrou en contacto coas novas ideas
da Ilustración. En Madrid, finalmente, pasará a desempeñar o oficio de secretario do Marqués
de Villena, o cal lle permitiu o acceso aos principais círculos da sociabilidade ilustrada do
momento, como a Academia de Dereito Público de Santa Bárbara e a Sociedade Económica
Matritense. Ademais, puido completar a súa formación xurídica estudando Dereito natural e de
xentes nos Reais Estudos de San Isidro.7 É no desempeño do oficio de secretario do Marqués
de Villena o momento en que se sitúa a publicación da súa Historia del luxo, que dedica a don
Joseph Moñino, conde de Floridablanca.
Sempere y Guarinos, ao igual que outros autores que abordaron o tema do luxo, bebe
no seu pensamento de dúas fontes fundamentalmente: a) a tradición mercantilista do século
XVII, e en concreto dos arbitristas casteláns, como Francisco Martínez de la Mata, cuxos
argumentos esgrime ao remate da obra;8 e b) a lectura dos autores europeos contemporáneos,
como Jean-François Melon, François Fénelon, o barón de Montesquieu, David Hume e algún
autor italiano no caso concreto de Sempere y Guarinos, que ademais, por referencias que fai en
determinado momento á “igualdade natural” dos homes, houbo de beber, con toda seguridade,
tamén da Enciclopedia de Diderot e D’Alambert.9 Deste xeito, con estas inspiracións, os autores
ilustrados que acometeron a reflexión sobre o luxo,
distanciándose de las condenas de raíz eclesiástica, interpretaban las manifestaciones del lujo
como signos de refinamiento de las artes y las costumbres y saludables estímulos del comercio,
a la vez que se esforzaban por precisar, mediante diferenciaciones casuísticas, cuáles eran las
circunstancias en las que estaba moralmente justificado. (...) Para hacerse acreedor de la
aprobación, el lujo debía ser “moderado” y apartarse de todo “exceso”, comedimiento que era
más una opción estética y una coartada moral que un preciso criterio económico (...). Debía
6
DÍEZ, Fernando, “La apología ilustrada del lujo en España. Sobre la configuración del hombre consumidor”,
Historia Social, n.º 37, 2000, p. 4.
7
Cfr. RICO GIMÉNEZ, Juan, “Ilustración y liberalismo en la obra de Juan Sempere y Guarinos (1754-1830)”,
Studia historica. Historia moderna, n.º 19, 1998, pp. 246-248; “Sempere Guarinos entre la Ilustración y el
liberalismo”, Revista de historia moderna: Anales de la Universidad de Alicante, n.º 1, 1981, pp. 49-70.
8
Citado por SEMPERE Y GUARINOS, Juan, Historia del luxo y de las leyes suntuarias en España, Imprenta
Real, Madrid, 1788, Tomo II, p. 211.
9
Obra na que o concepto de “igualdade natural” ocupou unha voz ou artigo, cuxa redación correu a cargo de Louis
de Jeaucourt.
2
inclinarse, señalaban, por una sobria elegancia más que por el fasto, por la “decencia” (necesaria
concordancia entre la apariencia y el rango) más que por la “vanidad”, por la comodidad más
que por la ostentación espectacular.10
Sempere y Guarinos non se desvía destas liñas mestras, que son evidentes ao longo de
toda a súa exposición. Pero, para situar debidamente a súa obra nos seus precisos contornos
político-ideolóxicos, hai que reparar na maneira en que el intenta conxugar “erudición, filosofía
e relixión” á hora de presentar o seu xuízo acerca do luxo, da súa función social e do conveniente
tratamento do mesmo en proveito do Estado e do ben público. Para presentar unha valoración
ben fundada, Sempere recorre á historia,11 de cuxo repaso concluirá que o luxo é inevitable á
civilización e o comercio, e que as leis suntuarias resultaron sempre ineficaces e moitas veces
prexudiciais, contraproducentes,12 polo que disuade aos seus lectores de pensar nelas como
posible solución, idea que vai reiterando ao longo do texto:
Siempre ha sido la profusión perniciosa a los estados. Porque gastándose más de lo que
permiten las facultades y haveres de cada uno, se ven precisados los individuos a valerse de
medios ilícitos y ruinosos para satisfacer sus necesidades, reales o imaginarias. Y por otra parte,
inclinados los ánimos al uso de cosas no necesarias para la subsistencia, y verdaderas
comodidades de la vida, y ocupados en frívolas y ridículas superfluidades, el luxo los distrahe
de los objetos principales y que más debieran ocupar la atención de los mortales; debilita las
fuerzas del espíritu, disipa las del cuerpo, corrompe las costumbres y acelera la ruina de los
imperios.
Pero este vicio ha sido en todos tiempos y naciones, resulta inevitable de la abundancia de
riquezas y de su desmedida distribución, de la distinción de clases fundada sobre otros principios
que los de la virtud, del trato con extrangeros y, en una palabra, de lo que se llama cultura y
civilización.13
10
BOLUFER, Mónica, Mujeres e Ilustración, cit., pp. 179-180.
11
“Son imponderables los males que ocasiona la ignorancia de la historia, y mucho más la de la legislación. Porque
no sabiéndose las causas de las leyes, las circunstancias en que se expidieron, el espíritu que las dictó, ni sus
resultas en beneficio, o daño del Estado, se repiten y multiplican infructuosamente; y acostumbrándose los ánimos
a ver su inobservancia, inutilidad e ineficacia para remediar los males públicos, se debilitan en ellos las impresiones
de sumisión y respeto con que todos los ciudadanos deben mirar a la autoridad legislativa, y obedecer sus órdenes
y decretos.
Además de este daño, se sigue también otro muy grave, qual es el de formarse generalmente ideas falsas e
inexactas acerca de los más importantes puntos de la legislación y la política; confundirse freqüentemente las
causas con los efectos, atribuirse a unas los que lo son de otras muy diferentes, de donde proviene el promulgarse
leyes no solamente inútiles sino muchas veces contrarias al objeto y a las intenciones de los mismos legisladores
que las expidieron.” SEMPERE Y GUARINOS, Juan, Historia del luxo y de las leyes suntuarias en España, cit.,
t. I, Prólogo, pp. 7-8.
12
Cfr. DÍEZ, Fernando, “La apología ilustrada del lujo en España. Sobre la configuración del hombre consumidor”,
Historia Social, n.º 37, 2000, p. 13.
13
SEMPERE Y GUARINOS, Juan, Historia del luxo y de las leyes suntuarias en España, cit., t. I, Prólogo, pp.
9-10.
3
suscitando ao longo do seu ensaio, se ben xa deixa anunciada no prólogo cal é a súa opinión,
que podemos cualificar de pragmática ou cando menos próxima ao utilitarismo, xa que,
constatado o luxo como un vicio inevitable, Sempere vai alén da censura tradicional para mellor
explicar as súas causas e tratar de facelo pasar por “un mal menor” do que mesmo se pode sacar
certa utilidade pública, sen por iso chegar aos extremos da moral utilitaria representados por
Mandeville e outros autores do século, posto que en ningún momento dará unha imaxe
netamente positiva do luxo; máis ben ó contrario, referirase a el en termos moi semellantes a
como o facía Thomas Mun14 no século anterior, pero dende un punto de vista radicalmente
novo:
Quando las naciones están haciendo los mayores esfuerzos para enriquecerse y sobresalir entre
las demás, quando para esto desentrañan los más remotos y ocultos senos de la tierra, quando
procuran dar a su comercio la mayor extensión posible, quando no solamente permiten el
exercicio libre de las artes afeminadoras y de puro luxo, sino que buscan, protegen y premian
abundantemente a los inventores y artistas más acreditados en ellas, los celebran, y admiran sus
obras con entusiasmo, ¿no es una inconseqüencia notoria el prohibir con graves penas o limitar
por otra parte el uso de las mismas? El mayor estímulo de las artes, de la industria y el comercio
consiste en la multiplicación de los consumos. Qualquiera ley, qualquiera orden que disminuya
éstos, es un golpe indirecto contra las artes y contra el objeto que se proponen los soberanos en
su fomento. Sin consumos no hay despacho de los géneros. Sin despacho les falta a los artistas
la paga de su trabajo, se fastidian de un exercicio que no les da con qué subsistir y mantener sus
obligaciones respectivas: dexan los oficios y se abandonan a la ociosidad, la indolencia, la
poltronería y la mendicidad, vicios por lo menos tan malos y perjudiciales como el mismo luxo
y los que de él resultan. (...) Porque prohibiendo el uso de algunos géneros comerciables, y
mucho más si se fabrican en el país, disminuyen el número de ocupaciones útiles y lucrativas
con las que los pobres puedan vivir cómoda y honradamente, circunscriben los límites a que
pueda extenderse la industria y el ingenio y amortiguan el estímulo más fuerte del trabajo, que
consiste en la esperanza del buen despacho y paga de las manufacturas.15
Á vez que prudente:
...puede haver alguno que viéndome declamar contra las leyes suntuarias me tenga por
defensor del luxo. Nadie está libre de que se den a sus palabras interpretaciones violentas y
arbitrarias. En toda mi obra supongo que el luxo, como se entiende generalmente, y como yo
creo que debe entenderse, esto es, el uso de las cosas no necesarias para la subsistencia, por
vanidad o voluptuosidad, es malo: que es un vicio detestable, como todos los demás. (...) Celebro
el zelo de los Ministros Evangélicos que claman contra él y contra los que deslumbrados por la
falsa filosofía se obstinan en defenderlo, a fuerza de metafísicas transformaciones. (...) Pero
demuestro que este vicio es resulta inevitable de las sociedades civiles en donde vivimos, y con
las que tenemos comunicación, que proviene de otras causas íntimamente unidas y enlazadas
con los principios fundamentales de nuestra Monarquía, que sin una reforma radical de éstos
nunca se corregirá, que los esfuerzos que para ello han hecho nuestros soberanos, y las Leyes
Suntuarias que han promulgado, han sido generalmente inútiles y muchas veces perjudiciales.
Y que en el estado actual no debe tratarse tanto de destruirlo, quanto de hacerlo menos dañoso,
14
“La lepra general de nuestras borracheras, comilonas, festines, modas y el derroche de nuestro tiempo en ocio y
placer... nos han hecho afeminados de cuerpo, débiles de conocimiento, pobres en tesoro, decadentes en valores y
desafortunados en nuestras empresas y nos han valido la condena de nuestros enemigos.” Citado en VRIES, Jan
de, La revolución industriosa. Consumo y economía doméstica desde 1650 hasta el presente, Crítica, Barcelona,
2009, p. 62.
15
SEMPERE Y GUARINOS, Juan, Historia del luxo y de las leyes suntuarias en España, cit., t. I, Prólogo, pp.
11-13.
4
disminuyendo lo posible el consumo de géneros extrangeros y fomentando el de los
nacionales.16
En suma, o que Fernando Díez denomina o “instrumental da dobre verdade” do que se
vale Sempere para mostrarse submiso á doutrina oficial e á vez expresar as súas ideas.17
16
SEMPERE Y GUARINOS, Juan, Historia del luxo y de las leyes suntuarias en España, cit., t. I, Prólogo, pp.
22-23.
17
“Sempere examina el fenómeno del lujo con el instrumental de la doble verdad. El lujo siempre es un factor de
corrupción moral. Ésta es la verdad de la tesis canónica de la condena religiosa, y también política, del lujo, la del
catolicismo y la del republicanismo. Pero, a la vez, el lujo es un vicio peculiar, pues es absolutamente inevitable y
necesario. Recojamos la expresión que mejor sintetiza esta segunda verdad: el lujo es un vicio útil. El lujo es
inevitable porque, como Sempere se encarga de enfatizar, es un fenómeno que dimana de la misma constitución
del Estado, del Estado propio de sociedades que han alcanzado un considerable grado de civilización y desarrollo
económico y, además, es necesario porque resulta un requisito imprescindible para la generación de trabajo y de
riqueza y para la fortaleza del propio poder del Estado”. DÍEZ, Fernando, “La apología ilustrada del lujo en España.
Sobre la configuración del hombre consumidor”, Historia Social, n.º 37, 2000, p. 14.
18
SEMPERE Y GUARINOS, Juan, Historia del luxo y de las leyes suntuarias en España, cit., t. I, pp. 5-6.
5
1.1. Dos “primeiros españois” ao período baixomedieval.
Os cartaxineses serían a primeira civilización avanzada coa que tomarían contacto os
primitivos españois, resultando clave no proceso de civilización o comercio:
Los españoles, empezando a ser comerciantes, fueron saliendo de su primera vida salvage y
grosera y aprendieron a gustar de las delicias de las artes, a estudiar los modos de refinar los
objetos de los sentidos y de hacerlos más agradables, y en fin, de toscos y groseros pasaron a
hacerse delicados, moles y voluptuosos...19
Baixo o dominio romano, e en adiante, iranse alternando etapas de maior luxo ou maior
austeridade, así como etapas de maior civilidade ou de barbarie, como se imputará aos períodos
do reino visigodo e da dominación musulmá, recorrendo a simples prexuízos. Dos romanos xa
presenta Sempere noticia da promulgación de leis ou disposicións de carácter suntuario,20 que
lle permiten introducir as consideracións que xa anticipara no prólogo acerca da ineficacia de
tales medidas, xa que: “Siempre ha sido un gran yerro en la política el querer que lo que es vicio
de la constitución civil lo corrijan las leyes y las penas”, e ademais: “La ley, si no se observa,
desdora a la Magestad Suprema y la desautoriza, acostumbrando los ánimos a ver su ineficacia
y la impunidad de los delitos”, ao que había que engadir a contradición de prohibir o que por
outro lado se fomentaba.21 En cambio, na época visigoda di Sempere que non debeu de haber
luxo ningún, xa que o luxo é inherente á civilización, non á barbarie:
Las artes no tenían con qué tentar la curiosidad ni el deseo de unos hombres que hacían vanidad
de su ignorancia y de despreciar todo lo que no fueran armas y aparatos de guerra. (...) La
incontinencia y la glotonería son vicios muy propios de las naciones ignorantes, particularmente
de aquéllas que ni bien han quedado en el estado natural ni han llegado a consolidar entre sí un
gobierno regular.22
Do mesmo xeito, cando repara na dominación musulmá, no tempo en que boa parte da
Penínsulo estivo baixo o poder dos árabes ou moros, recorre ao prexuízo e ao tópico do luxo
excesivo dos gobernantes musulmáns (un exemplo pode ser a expresión “luxo
sardanapalesco”):
...en ninguna parte ha reynado tanto la molicie y las delicias como en los países sujetos al
dominio de los mahometanos, y que su luxo ha excedido al de todas las naciones en estos últimos
tiempos. Los europeos, aun después de haver descubierto las Indias y llevado las artes a su
mayor perfección, no han podido igualar a los árabes en la ostentación y en la magnificencia.23
Interesa máis, en cambio, a crítica relativizadora que vai reiterando: “La serie de la
historia manifiesta claramente que la idea de la pureza de costumbres de nuestros antepasados,
que nos representamos comúnmente, es quimérica y mal fundada”,24 así como a chamada de
19
SEMPERE Y GUARINOS, Juan, Historia del luxo, y de las leyes suntuarias en España, t. I, p. 6.
20
Oppia (revocada a instancias das damas romanas, “quienes aun sin esta revocación ya no la observaban”), Orchia
(límites ao número de convidados nas ceas e freo a outros luxos: “Había venido de Delos la moda de rellenar las
gallinas, y los vinos griegos empezaban a tener muchos apasionados”), Fannia (máximo tres convidados en días
ordinarios e cinco os festivos), Licinia (tasa o gasto das ceas e as libras de carne fresca e salgada que se podía
consumir nelas), Cornelia, Emilia, Antia, todas dirixidas aos excesivos gastos na comida, non nos vestidos nin nos
mobles e edificios. Cfr. SEMPERE Y GUARINOS, Juan, Historia del luxo, y de las leyes suntuarias en España,
t. I, pp. 24-28.
21
SEMPERE Y GUARINOS, Juan, Historia del luxo, y de las leyes suntuarias en España, t. I, p. 24 e p. 28.
22
SEMPERE Y GUARINOS, Juan, Historia del luxo, y de las leyes suntuarias en España, t. I, pp. 38-40. Nótese
a máis que probable influencia de autores coma Th. Hobbes ou J. J. Rousseau, entre outros moitos dos que
adoptaron nos seus tratados de temática política a distinción entre o “estado de natureza” (status naturae ou status
naturalis) e o “estado de civilización” (status civilitatis ou status civilis).
23
SEMPERE Y GUARINOS, Juan, Historia del luxo, y de las leyes suntuarias en España, t. I, pp. 53-54.
24
SEMPERE Y GUARINOS, Juan, Historia del luxo, y de las leyes suntuarias en España, t. I, pp. 48-49.
6
atención que fai sobre o compoñente de emulación social que hai nos comportamentos
suntuarios, manifestación do “consumo defensivo” ou “ostensible” do que nos fala Jan de
Vries:25 “...la necesidad de complacer a los que mandan hace como indispensable el acomodarse
a sus gustos y modo de pensar”.26
Un importante fito na Historia do luxo de Sempere vén dado polas intensas relacións
comerciais cos italianos na Baixa Idade Media, un comercio mediterráneo ao que se sumaron
con decisión os cataláns.27 Pero non sería este factor económico o principal causante do
problema moral do luxo. En vez de ós italianos ou a outros estranxeiros que ben poderían levar
a culpa de introducir o vicio no país, Sempere atopa nas mulleres, o sexo débil, e no intento dos
homes por agradalas,28 unha das principais causas das condutas de consumo suntuario, con
aspectos positivos, pero tamén coa carga negativa inherente á consideración tradicional do luxo
como vicio, como xa sinalamos.
El deseo de agradar y complacer a las mugeres excitaba a los hombres a estudiar las artes de
hacerse amables, quales son la propiedad en el estilo y en la expresión, la poesía, la música, la
urbanidad y el buen modo, la limpieza y el aseo en el vestido, alhajas y demás muebles; la
liberalidad y la magnificencia, así en las funciones públicas como en el trato de la casa. La
competencia en todas estas cosas no podía menos que refinar el gusto y aumentar el gasto de
cosas frívolas y el luxo.29
E é que, como contrapartida do refinamento e do progreso das artes, o luxo ocasionaba
moitas veces que se impuxese na consideración social das persoas máis a aparencia que a
virtude, de xeito que:
7
estarían socialmente máis restrinxidos. Resulta de interese reparar na valoración que fai
Sempere a propósito do reinado de Afonso X:
D. Alonso el Sabio, al mismo tiempo que procuraba contener los excesos del luxo publicando
leyes suntuarias, estaba componiendo otras con las que avivaba el deseo de enriquecerse y
proponía los medios más oportunos para conseguirlo, fomentando la distinción de las clases en
los vestidos y promoviendo la civilidad y la cultura.
En las Partidas se encuentran muchas leyes acerca de todos estos puntos. Se recomienda
repetidas veces el buen contenente o elegante compostura del exterior; se prescribe la limpieza
y la cortesanía, se dan reglas de buena crianza sobre el modo de presentarse en el público y en
la mesa, se previene a ciertas clases la ostentación en el vestido y en el porte exterior, se enseña
al pueblo el medio más seguro de hacerse rico por medio de la industria y últimamente se
fomenta el cultivo de las ciencias con los más distinguidos privilegios...
Todas estas leyes conspiraban sin duda a hacer a la nación más sociable y poderosa, y
manifiestan al mismo tiempo quán adelantada estaba ya la cultura de España en un siglo en que
las demás naciones de Europa, a excepción de Italia, estaban todavía sumergidas en la ignorancia
y la barbarie.
Mas si se reflexiona atentamente, esta misma cultura, que iba preparando nuestra nación para
su mayor grandeza, desembolvía al mismo tiempo y fomentaba las pasiones y los vicios que son
consiguientes a la opulencia, a la abundancia y a la ilustración.32
O luxo vai en aumento e promúlganse leis e ordenanzas (p. ex. en Sevilla e Toledo)
limitando o número de convidados nos banquetes, establecendo límites ao valor dos enxovais,
e límites ao luxo nas ofrendas piadosas e nas celebracións funerarias ou funeracións.33 Ante as
penas excesivas previstas polas inútiles leis suntuarias,34 Sempere móstrase absolutamente
contrario e crítico.35 Atopa nesta época baixomedieval, en cambio, un interesantísimo
precedente para as recomendacións que el exporá nos capítulos finais da súa Historia, a política
do rei Henrique III de Trastámara (1379-1406), que en vez de promulgar leis suntuarias,
establecera un arbitrio de seiscentos marabedís sobre artigos de luxo tales coma panos de seda,
ouro, etc., recollido nos ordenamentos de Madrid (1395) e Tordesillas (1404), co conseguinte
proveito para as arcas do fisco rexio:
D. Enrique conoció muy bien una verdad que no han tenido presentes todos los legisladores,
esto es: que su autoridad se ha de emplear no tanto en extirpar las pasiones como en convertirlas
en beneficio de la sociedad. Con esta mira, en vez de oponerse a los progresos del luxo con leyes
suntuarias, publicó otras por las quales un medio indirecto lo hizo menos dañoso, y aun en cierto
modo útil al estado.36
todos los labradores y gente baja y que tienen poco, en los traheres suyos y de sus mugeres e hijos, que quieren ser
iguales de los caballeros y dueñas y personas de honra y estado, por lo qual sostener gastan sus patrimonios y
pierden sus haciendas y viene grand pobreza y grand menester, sacando paños fiados, y otras cosas, a más grandes
precios de lo que valen.” SEMPERE Y GUARINOS, Juan, Historia del luxo, y de las leyes suntuarias en España,
t. I, pp. 183-184.
32
SEMPERE Y GUARINOS, Juan, Historia del luxo, y de las leyes suntuarias en España, t. I, pp. 106-108.
33
“En los siglos de la ignorancia tuvieron origen las ceremonias de los duelos y los lutos, ridículas por la mayor
parte, muy costosas y que suelen servir más para manifestar la vanidad de los vivos que para sufragio de los
difuntos.” SEMPERE Y GUARINOS, Juan, Historia del luxo, y de las leyes suntuarias en España, t. I, p. 126.
34
“Pero los vicios que resultan naturalmente de la ignorancia no se corrigen solamente por las leyes si a éstas no
acompañan las luces de la civilización.” Ibid., p. 127.
35
“La proporción de las penas con los delitos influye mucho para la observancia de las leyes. Quando son muy
duras, generalmente no llegan a aplicarse; y si son ligeras, no se consigue el efecto que se desea.” Ibid., p. 130.
36
SEMPERE Y GUARINOS, Juan, Historia del luxo, y de las leyes suntuarias en España, t. I, p. 173.
8
1.2. Os tempos modernos: dos Reis Católicos a Carlos III.
Cos Reis Católicos e co descubrimento das Indias ábrese unha nova etapa na historia de
España, e por conseguinte, na evolución dos comportamentos de consumo suntuario da
poboación. Así, mentres que os monarcas intentaban conter os luxos, por exemplo nas
procesións, este continuou aumentando a medida que chegaban os metais americanos, que pola
súa parte suscitaron o que se volveu o principal problema acarreado polo consumo suntuario
⸺de xéneros de luxo estranxeiros⸺ á vista dos gobernantes: a saída do numerario, a saída dos
metais. Por exemplo, Sempere critica os dispendios en brocados e bordados de ouro: “ca
comúnmente estos brocados y paños de oro tirado los traen a los dichos nuestros Reynos
hombres estrangeros, los quales sacan el oro y plata del precio por [el] que los venden fuera de
nuestros reynos”,37 fenómeno que motivou a promulgación da Pragmática de 2 de setembro de
1594, que o noso autor enxuíza negativamente desta maneira, xa que intentando remediar o
mal, causou outro aínda peor, isto é, o prexuízo da industria nacional:
Si la Pragmática se hubiera limitado solamente a prohibir la introducción y uso de los bordados
y telas de oro, hubiera sido muy útil, porque viniendo aquéllas de los estrangeros, se les quitaba
por este medio mucho consumo de su industria y se evitaba la extracción del dinero que la
representaba.
Mas prohibir a los bordadores, guarnicioneros y plateros españoles el bordar y dorar sobre
cobre, hierro y latón era reducir una gran parte de artesanos útiles a no tener que trabajar, daño
incomparablemente mayor que el mismo luxo que se intentaba remediar.38
Ademais, esta prohibición nefasta viña a poñer de manifesto unha vez máis as
contradicións nas que incorrían os gobernantes que trataban de conter o luxo, consecuencia
inevitable da prosperidade material do país, a base de prohibicións que o único que facían era
constreñir o progreso potencial das ramas da industria e do comercio, que no caso de
promocionarse debidamente, acabarían coa dependencia dos produtos de luxo estranxeiros, isto
é, co problema realmente importante de cantos orixinaba o consumo suntuario:
Acababan de descubrirse por entonces las Indias y empezaban a venir flotas cargadas de oro y
plata. ¿En este caso, fue buena política el limitar el uso de aquellos metales? Lejos de esto,
hubiera sido mucho más provechoso el haber protegido las fábricas de los brocados o
introducirlas de nuevo, para que, siendo en España más abundante el material, salieran más
baratas las manufacturas, de suerte que a los estrangeros les tuviera más cuenta sortirse (sic) de
ellas en nuestro país que fabricarlas en el suyo, con lo qual este nuevo ramo de comercio hubiera
llegado a ser una mina más segura y más rica. (...)
La nación más poderosa y más rica del universo (...) la nación en cuyos dominios se alvergaban
(sic) los mejores artistas y fabricantes de todos ramos de manufacturas de oro, plata y cobre,
seda, lana, lino y demás materias comerciables, esta nación prohíbe o limita a sus individuos la
mayor parte de todos aquellos géneros. (...)
Lo que sucedió fue que no se reformó el luxo ni las modas, y que el precio de éstas pasó a los
estrangeros, con daño imponderable de la nación por las trabas que las prohibiciones pusieron a
los fabricantes y artesanos españoles.39
37
SEMPERE Y GUARINOS, Juan, Historia del luxo, y de las leyes suntuarias en España, t. II, pp. 3-4.
38
SEMPERE Y GUARINOS, Juan, Historia del luxo, y de las leyes suntuarias en España, t. II, p. 11.
39
SEMPERE Y GUARINOS, Juan, Historia del luxo, y de las leyes suntuarias en España, t. II, pp. 12-26.
9
Esta política, errada a ollos de Sempere, que bebe evidentemente en parte das
consideracións dos arbitristas do século XVII,40 mantívose con Carlos I, Felipe II y Felipe III,
e reforzouse aínda no reinado de Felipe IV,41 motivada pola grave situación da Facenda Real e
pola crise económica na que estaba sumido o país, á que se sumou a perda da hexemonía política
a consecuencia da Paz de Westfalia, as crises de Portugal e Cataluña e a emerxencia da Francia
de Luis XIV, de Inglaterra e das Provincias Unidas do Norte como novas potencias indiscutibles
tanto no político como no industrial e comercial. Entre as medidas máis destacables no tocante
ás restricións suntuarias, Sempere menciona o establecemento de límites ao número de criados
de Grandes e Títulos, conselleiros e ministros; modificacións na moda cortesá, como a
introdución dos guardainfantes por influencia francesa, as golillas fronte ás lechuguillas do
período anterior, e outras medidas sobre a compostura ou porte exterior, como as disposicións
contra as guedellas, que o cabelo non puidera pasar de longo máis abaixo da orella, etc.42 Fóra
disto, interésanos constatar a imaxe de decadencia que se nos dá para o século XVII:
10
...que todas aquellas prosperidades fueron más bien efecto de las buenas semillas que havían
esparcido los Reyes Católicos que no de la política alemana. Que ésta trastornó nuestra antigua
constitución civil (...). Que en materia de economía política cometió los yerros más enormes y
más perjudiciales. Y finalmente, que haviendo encontrado la nación activa, docta y aplicada, la
dexó pobre, infeliz, ignorante y desidiosa.
Por el contrario, Felipe V tuvo que vencer los mayores obstáculos y que lidiar por mucho
tiempo con la inconstancia de la fortuna para hacerse dueño de un terreno inculto y miserable,
que le pertenecía por lo más justificados títulos. (...) La Real Hacienda disipada, y apurados
todos los recursos; los pueblos oprimidos y acabados con el peso de una guerra dilatada, y por
consiguiente imposibilitados para llevar las cargas públicas indispensables. Llenos de vicios los
conductos de la administración del gobierno, y la justicia. Debilitado a fuerza de desgracias
repetidas el espíritu nacional: arruinados los manantiales de la industria, y la riqueza; éste fue el
estado en que encontró a España y en que empezó a gobernarla Felipe V.45
La superioridad de España respecto de las demás naciones de Europa, sus victorias, sus
conquistas y otras causas políticas, havían engendrado en ella cierto orgullo, que hasta sus
menores individuos los hacía vanos, engreídos y ridículamente graves.
Si esta gravedad se huviera contenido en ciertos límites, podía no haver sido perjudicial al
estado, como sucede con la de los ingleses. Mas la de los españoles, por cierta combinación de
causas, se acompañó de la idea de la incompatibilidad del trabajo con el honor, de lo qual resultó
el desprecio de las artes y la inclinación a la ociosidad y a la poltronería. (...)
Un país fértil y capaz de producir las primeras materias de las artes necesarias para la
subsistencia y la comodidad presta grandes proporciones a un legislador sabio y prudente para
hacerlo florecer. Pero si la opinión general ha entorpecido los estímulos que excitan a los
hombres al trabajo y a la actividad, si las falsas ideas del honor han debilitado los impulsos del
interés, si la ignorancia ha pervertido las ideas de comodidad y conveniencia, y finalmente, si
se ha llegado a introducir por señal de distinción el no hacer nada y vivir ociosamente, ¿de qué
sirven la fertilidad del terreno, la benignidad del clima ni todas las demás disposiciones
naturales?47
Dicía ademais que o traxe español, con golilla, fomentaba a desidia, por ser incómodo
para o traballo. Constata, en cambio, que ao longo do século XVIII, a mellora da “policía”
(fomento) fixo que diminuíra o número de leis suntuarias promulgadas,48 limitándose a unha
disposición xeral, a Pragmática do 15 de novembro 1723, que permite uso de telas de seda
fabricadas en España, non importadas ⸺“Se manda que en adelante no se puedan fabricar
coches, carrozas, estufas, literas, calesas, forlones con labores ni sobrepuestos ni nada dorado,
45
SEMPERE Y GUARINOS, Juan, Historia del luxo, y de las leyes suntuarias en España, t. II, pp. 140-141.
46
Pragmáticas de 1699, “que declaraban compatible la dedicación a las artes mecánicas con la pertenencia al
estamento nobiliario”, entre otras cosas. Cfr. SANZ AYÁN, Carmen, “La decadencia económica del siglo XVII”
en A. Floristán (coord.), Historia de España en la Edad Moderna, pp. 407-408.
47
SEMPERE Y GUARINOS, Juan, Historia del luxo, y de las leyes suntuarias en España, t. II, pp. 141-143.
48
“Mr. Melon dice que al paso que se ha mejorado la policía en Francia, se han ido disminuyendo las leyes
suntuarias. Lo mismo puede decirse de España. En todo el siglo XVIII no se han expedido más que una ley general
sobre trages y tres o quatro más sobre otros géneros de luxo.” SEMPERE Y GUARINOS, Juan, Historia del luxo,
y de las leyes suntuarias en España, t. II, p. 147.
11
plateado ni pintado con ningún género de pinturas de dibujo.”49⸺, limitándose tamén o número
de mozos de silla, o de cabalos e demais aspectos. Prescríbese tamén que oficiais e menestrais
non poidan utilizar vestidos de seda, “ni de otra cosa mezclada con ella. Sólo de paño, xerguilla,
raxa o vayeta o de otro qualquier género de lana.”50
Pero, sobre todo, moi importante resulta a súa crítica da proposta de Gaspar de Macanaz,
ministro de Filipe V, que contemplara dispoñer, coma fixera o emperador romano Alexandre
Severo, que cada persoa vestise segundo a súa clase, se ben ao emperador o disuadiran os
xurisconsultos Ulpiano e Paulo ao advertir que, favorecendo a identificación dos distintos
estratos sociais pola vestimenta diferenciada, correríase o risco de facilitar a organización de
revoltas e sedicións. É a propósito desta idea cando Sempere expón a súa visión sobre a orde
social e a súa evolución histórica, constatando o un tanto anacrónico que resultaba o vello
esquema no seu século, cando a nobreza deixara de ocuparse da defensa do reino,
desempeñando tal función o Exército real, e contemplando por outro lado o criterio censatario
ou de nivel de renda como factor de estratificación social:
Porque, ¿qué regla se havía de seguir para semejante distinción? ¿la calidad o los bienes? Si se
atendía a la calidad, esto es, a la clase en que cada uno nace, o la que en la serie de la vida lo
colocan sus méritos, o su suerte, ¿qué trastorno no debía causar semejante enumeración?
En otros tiempos no havía en España más de tres Estados: el Eclesiástico, Militar o Noble, y
General; o como se dice en las Partidas, el de los Oradores, Defensores y Labradores.
El Eclesiástico siempre ha sido separado de los otros por el carácter, ceremonias, vestido y
funciones peculiares, que no pueden equivocarse de ningún modo con los demás.
Aunque no está bien aclarado el origen de la nobleza española, es constante que a los principios
los nobles generalmente eran soldados y que su exercicio característico era la defensa del reyno.
Las necesidades del estado y las variaciones de nuestra constitución civil fueron mudando la
forma de la milicia, extendiendo los privilegios de la nobleza a varias profesiones y permitiendo
a los nobles el exercicio de muchas artes y oficios que se tenían antes por incompatibles con
aquella qualidad.
De este modo, confundida la nobleza y ocupada en oficios agenos a su institución perdió gran
parte de la estimación que tenía en los tiempos primitivos ¿porque cómo se havía de mirar a un
zapatero o a un lacayo hidalgo con el mismo respeto que a su séptimo u octavo abuelo, que
sacrificaron su vida en defensa de la patria?
Quando la nobleza tenía una obligación fixa en el estado y medios seguros con que mantener
su dignidad sin abatirse al exercicio de oficios viles; quando para esto disfrutaban tierras y
acostamientos del Erario, entonces, pudo ser conveniente un uniforme como el que actualmente
usa la tropa. Pero mudadas las circunstancias, no teniendo ya los nobles obligación de asistir a
la guerra ni ninguna otra carga social de la nobleza; no disfrutando salarios ni rentas fixas, y
estando esparcidos y confundidos la mayor parte de ellos en las clases más viles del estado,
precisamente havía de ser una providencia muy arriesgada el igualar al zapatero con el
mayorazgo en el porte exterior, y al hortera pobre y desdichado, con su amo.
Dexo a parte los inconvenientes, pleitos, gastos y desazones que ocasionaría infaliblemente la
precisión de desembolver los viejos pergaminos y executorias; o de comprobar la nobleza los
que la tuvieran dudosa, de cuyas diligencias el único bien que podía resultar era el de enriquecer
a los abogados, escribanos, agentes y procuradores, y aumentar el número de esta clase, quitando
a las artes y oficios muchos individuos que servirían en ellas al estado con mucho mayores
utilidades.
No serían menores los daños que resultarían de distinguir las clases en orden al vestido, por
los bienes. Porque para esto era necesario hacer y repetir muchas veces el Catastro general para
saber los bienes de cada uno, operación tan difícil en nuestra situación, que haviéndose intentado
una vez por el Ministerio, para efecto de mucha mayor importancia, quedó imperfecta.
49
SEMPERE Y GUARINOS, Juan, Historia del luxo, y de las leyes suntuarias en España, t. II, pp. 149-150.
50
SEMPERE Y GUARINOS, Juan, Historia del luxo, y de las leyes suntuarias en España, t. II, p. 152.
12
Además de esto, las rentas no son las que forman solamente la riqueza, sino sus relaciones con
las necesidades de los que las poseen. Con quatrocientos ducados podrá ser rico un soltero en
un pueblo corto, y con quatro mil será pobre en Madrid un casado, con familias, enfermedades,
pleitos, visitas u otras desgracias que suceden muchas veces a los hombres, culpable o
inculpablemente.
Finalmente: aun quando fuera practicable semejante distinción de clases por los trages, sería
muy corto el beneficio que podría resultar en orden a contener el luxo. Porque éste no consiste
solamente en el vestido. Quanto pueda excitar los deseos y exercitar la imaginación, tanto puede
ser objeto del luxo. ¿Y quién es capaz de circunscribir la esfera de los deseos y caprichos de los
hombres y mugeres?51
Feitas estas interesantes consideracións, pasa a referirse a un dos episodios máis célebres
do seu século: o Motín de Esquilache (1766). Apenas se detén no reinado de Fernando VI en
tanto que este monarca non expediu ningunha lei suntuaria, e favoreceu en cambio a instalación
de Reais Fábricas e a expansión industrial en xeral. O último reinado, o de Carlos III, é o que
merece maior atención e consideración para o autor, ben porque se trata da súa época, ben
porque é onde máis pode comprometer a súa palabra. O problema que deu orixe ao famoso
motín foi o regulamento do vestido. Filipe V conseguira desterrar a golilla do vestiario, pero
non lograra facer que o traxe francés, “o vestido a lo militar”, se extendera entre os españois,
que
...alargaron la capa, que antes no llegaba más que hasta las rodillas, y con ella introduxeron el
estilo de embozarse, no tanto por abrigo como por cierta especie de disfraz, aumentándose éste
con calar el gorro y baxar el ala delantera de los sombreros, que también empezaron desde
entonces a usarse mucho más anchos que en lo antiguo.52
Todas las naciones se estiman a sí mismas sobre las demás y creen que su terreno, usos y
costumbres son mejores que los del resto del universo (...). Esta preocupación, aunque una
misma en todas partes, tiene, no obstante, causas muy diversas. En unas es el efecto del orgullo,
que engendra la idea de una imaginada superioridad del espíritu; y en las más de la ignorancia
(...).
Hay preocupaciones que, lejos de deberse corregir, importa mucho el sostenerlas, y ésta es una
de ellas, como no sea extremada. Porque el que los pueblos tengan a su país por el mejor del
universo contribuye infinito para radicar en ellos el patriotismo, en el qual estriba
principalmente la pública felicidad.
51
SEMPERE Y GUARINOS, Juan, Historia del luxo, y de las leyes suntuarias en España, t. II, pp. 162-164.
52
SEMPERE Y GUARINOS, Juan, Historia del luxo, y de las leyes suntuarias en España, t. II, p. 165.
53
SEMPERE Y GUARINOS, Juan, Historia del luxo, y de las leyes suntuarias en España, t. II, p. 165.
13
Pero si esta preocupación es tan fuerte y tan obstinada que por ello se desprecie y aborrezca
enteramente toda innovación, aunque sea de leyes y establecimientos útiles, ¿quién puede dudar
que es muy nociva y que el gobierno debe corregirla?
Madrid, Corte de los Reyes de España, en algún tiempo los más poderosos, y siempre los más
respetables y temibles de Europa, estaba sin policía: llena de inmundicias, sin luz de noche, sin
buenos paseos ni más diversiones diarias que el tenderse a la larga a tomar el sol o un teatro
licencioso y corrompido, tanto en la moral de las composiciones como en la representación y
conducta de los cómicos y sobrada libertad de los espectadores. De artes, fábricas, edificios,
comercio, establecimientos útiles, tanto para las comodidades de los ricos como para el socorro
de los pobres y recogimiento de los vagamundos y mendigos viciosos, havía muy pocos o
estaban mal administrados y dirigidos.
Carlos III, que venía de ser el Augusto de Nápoles, que amaba las artes, que conocía el grande
influxo que tienen en las costumbres y cultura de las naciones la belleza, la regularidad y el
ornato de los objetos públicos, el orden de las concurrencias y sobre todo el aseo y la propiedad
en el vestido, no podía mirar con indiferencia estos objetos, y así trató desde luego de poner en
ellos el orden conveniente.
Por estos motivos, y por algunos desacatos que se cometieron a los principios del actual
reynado, al abrigo del sombrero facho y del embozo, mandó S. M. que se tratara de desarraigar
este abuso indecoroso a la nación y sumamente perjudicial a la seguridad pública y a la decencia,
porque ocultando a los malhechores aumentaba las dificultades de conocerlos y burlaba las
diligencias de la justicia para el castigo de los delitos, sin lo qual no puede haver subordinación,
orden ni tranquilidad en un estado.54
Tal medida plasmouse nun bando de marzo 1766 que impoñía a capa curta ou “de
redingot”, “que a lo menos le faltara una quarta para llegar al suelo”, e o sombreiro de tres
picos, “de forma que de ningún modo fueran embozados ni ocultaran el rostro”; medida que
afectou a todos salvo aos “arrieros, tragineros y otros que conducen víveres a la Corte”, sempre
que non estivesen máis de tres días na capital; continúa dicindo que “de resultas de este vando
sucedió el motín” de Esquilache, que sería pacificado polo conde de Aranda, quen fixo que o
sombreiro redondo “quedara por insignia del verdugo y pregonero”, disuadindo así ao resto da
xente de usalo.55 Outras medidas que podían caer baixo o rótulo de leis suntuarias, pero que en
realidade estaban inspiradas por motivos distintos, foron, por exemplo, en 1770 a prohibición
de introducir muselinas, medida máis proteccionista e de loita contra o contrabando ca lei
suntuaria; e a Pragmática do 9 de novembro de 1783, limitando o número de cabalos e mulas
de tirado de “coches, berlinas y demás carruages de rúa” a dous dentro das vilas e cidades.
Acompañábase da prohibición de introducir cabalos estranxeiros a partir dos dous anos da
promulgación da norma (1785). Sobre a tauromaquia, moi extendida no século XVIII, tamén
houbo medidas de control: “Finalmente, se prohíben las fiestas de toros de muerte en todo el
reyno, a excepción de los en que huviese concesión perpetua o temporal con destino público de
sus productos, útil o piadoso.”56 Todas elas promulgadas sendo presidente do Consello o conde
de Aranda.
54
SEMPERE Y GUARINOS, Juan, Historia del luxo, y de las leyes suntuarias en España, t. II, pp. 167-169.
55
SEMPERE Y GUARINOS, Juan, Historia del luxo, y de las leyes suntuarias en España, t. II, p. 171.
56
SEMPERE Y GUARINOS, Juan, Historia del luxo, y de las leyes suntuarias en España, t. II, p. 173.
14
que luxo o houbera sempre, pero que non sempre da mesma forma, momento no que establece
nidiamente a distinción entre o “luxo vello” e o “novo luxo”, que resulta de importancia
fundamental na apoloxía ilustrada do luxo:
La historia que acabo de escribir manifiesta que el luxo ha sido en España un vicio general en
todos los tiempos, más o menos según las riquezas que han circulado en ella, variaciones del
comercio, conocimientos de las artes y trato con los extrangeros. Es muy difícil calcular a punto
fixo el grado a que ha llegado este vicio en cada siglo o en cada reynado, porque para esto era
necesario haver vivido en todos ellos, y no vivido como quiera, sino haver observado
atentamente todas sus causas y numerables modas, frivolidades y extravagancias que ha
inventado o admitido la vanidad y el capricho de hombres y mugeres.
No obstante, como el luxo es, por lo general, efecto de la abundancia y de las riquezas y de su
desigual distribución, puede asegurarse que el reynado de más luxo ha sido aquél en que ha
circulado mayor cantidad de moneda y en el que al mismo tiempo ha empezado a declinar la
industria, esto es, el punto en que qualquiera nación ha llegado al colmo de su mayor poder y, o
por esta causa, o por otros vicios internos, ha empezado a decaer. Este tiempo en España fue
ácia (sic) finales del reynado de Felipe II y principios del III, y así nunca ha havido en ella tanto
luxo como entonces.
Digo tanto, esto es, tan costoso y de tanta ostentación: luxo de oro y plata, luxo de piedras y
otras cosas exquisitas. Porque en lo que toca al luxo de cosas frívolas, y que toda su estimación
la tienen no tanto por la materia ni por la cantidad y mérito del trabajo invertido en ellas, quanto
por la moda y el capricho, en éste creo que les somos superiores, como también lo somos en el
de la gula.57
De tal xeito, desmonta o tópico da pureza de costumes dos antigos ao tempo que chama
a atención sobre os excesos que efectivamente se cometían no seu tempo,58 sobre todo no
vestido, e en particular no das mulleres, e, o que resulta máis interesante, cando se refire aos
mobles, o cambio nos custos e nas calidades, que nos indica unha certa popularización do
consumo e un cambio de pauta netamente moderno: consumir máis, a prezos máis baratos, pero
tamén de calidades máis baixas.59 Jan de Vries explica con precisión en que consiste este novo
tipo de luxo ou consumo suntuario propio das sociedades industriais modernas:
En el curso del siglo XVIII surgió un «lujo nuevo» en una forma bastante desarrollada como
para presentarse como una alternativa al «lujo viejo» (...). En lugar de ser definido por las cortes
57
SEMPERE Y GUARINOS, Juan, Historia del luxo, y de las leyes suntuarias en España, t. II, pp. 176-177.
58
“...poner de un lado, por exemplo, mil y quinientos años, y de otro diez o doce, que es lo más a que comúnmente
se extiende la memoria de las acciones de los vivos, ya se ve que es una desigualdad enorme, que precisamente ha
de hacer el paralelo defectuoso, y aun injusto.
A esta circunstancia se añade otra no menos reparable. Los difuntos ya no excitan nuestra embidia (sic), ya no
los tenemos ni creemos que puedan perjudicarnos en nuestras pretensiones públicas y secretas. Por esto y por cierto
sentimiento de piedad, que reyna en los corazones, quando no lo sofocan otros afectos más violentos, somos
indulgentes con ellos: olvidamos fácilmente sus delitos y prevalece la memoria de las prendas que tuvieron. Por
el contrario, en los vivos contemplamos unos émulos ansiosos de sobresalir entre nosotros y de dominarnos, por
la autoridad, por las riquezas o por el valimiento (...)
Ésta es la única ventaja que tenemos sobre los antiguos, y la única disculpa que podemos alegar. Somos más
malos, pero las raíces de nuestra corrupción actual no las hemos puesto nosotros enteramente: provienen en mucha
parte de nuestros mayores.” SEMPERE Y GUARINOS, Juan, Historia del luxo, y de las leyes suntuarias en
España, t. II, pp. 180-182.
59
“El de las mugeres, antes que se introduxeran las cotillas y los guardainfantes, era más decente y menos dañoso
a la salud. Siendo entonces las faldas mucho más largas que ahora, cubrían enteramente el pie, con lo qual no havía
lugar al extraordinario luxo de medias y zapatos ni a la provocación que ocasiona esta indecente moda. Pero sobre
todo no havía peluqueros ni modistas...” (...) “Si los muebles eran más costosos, también eran de mayor duración,
y después de haver servido muchos años, se podía todavía aprovechar la materia de que se fabricaban, lo que no
sucede con los papeles pintados, con las mesas, taburetes, canapés y otros muebles que se estilan en el día.”
SEMPERE Y GUARINOS, Juan, Historia del luxo, y de las leyes suntuarias en España, t. II, p. 178.
15
reales, el lujo nuevo se originaba en la sociedad urbana. Y en lugar de ofrecer un estilo coherente
y un mensaje cultural hegemónico, se componía de elementos heterogéneos. El lujo viejo, que
aspiraba a la grandiosidad y el refinamiento exquisito, sólo podía ser emulado mediante
adaptaciones características inferiores. El lujo nuevo, en cambio, buscaba ofrecer más confort y
placer, y se prestaba a la multiplicación y a la difusión. El lujo viejo se caracterizaba por la
sensualidad y la satisfacción de los instintos naturales del ser humano, lo que lo convertía en la
prerrogativa de unas élites lo bastante privilegiadas como para considerarse exentas de las
restricciones morales a las que el resto de personas seguían teniendo que someterse.
En contraste con todo esto, el lujo nuevo llevaba aparejado el concepto de «gusto», y «el gusto
representaba un refinamiento de la sensibilidad... para el que básicamente todas las personas
tenían capacidad... En teoría era posible que cualquiera, independientemente de su posición
social, demostrara tener gusto». El gusto no evitaba el lujo, sino que lo domaba, exigiéndole
moderación estética. «Las reglas del gusto», como señala Woodruff Smith, «proporcionan un
conjunto de límites para la exuberancia y la sensualidad». Lejos de ser el enemigo de la virtud,
un consumo semejante (el lujo nuevo) podía aspirar a ser cimiento mismo de la virtud en la
sociedad.
Por último, mientras que el lujo viejo podía verse sólo como un agujero en la economía
y una amenaza para el bienestar económico de quienes se complacían en él, el lujo nuevo
emparejaba lo que David Hume denominó «un refinamiento en la gratificación de los sentidos
con incentivos para la expansión del comercio».60
Pero respecto ao luxo vello ou tradicional, dubida Sempere de se o consumo de pedrería
non será tamén superior no seu tempo ca nos séculos anteriores, e constata que as diversións
públicas, como o teatro, a tauromaquia e outros espectáculos “no costaban cinco millones de
reales como ahora”. Tampouco había tantos cocheiros, lacaios, paxes e criados, cuxo exceso é
tamén un luxo reprobable. Pero sobre todo carga contra a apariencia: “el más dañoso de quantos
ha inventado el deseo desmedido de parecer algo en la sociedad”.61 Resúltalle difícil, en cambio,
estimar ata que punto as costumes están máis ou menos corrompidas na súa época que antano,
posto que:
Quien lee la historia con reflexión, encuentra que en todos tiempos han sido los hombres
generalmente malos, injustos, destemplados, inmodestos; que su propia conveniencia ha sido el
ídolo a quien han sacrificado sus afanes, y que los justos y virtuosos siempre han sido muy
pocos, comparados con el resto de los demás. Pero se advierte esta diferencia: que en los siglos
que llaman bárbaros, los hombres han sido malos sin rebozo y sin detenerse en paliar con los
bellos nombres de decencia y civilidad los vicios y desórdenes. En los siglos cultos e ilustrados
se dora la maldad, se encubre, y lo que es peor, se levantan talentos atrevidos, espíritus fuertes,
que trastornando los más sólidos fundamentos de la moral, y con una eloqüencia brillante y
seductora, no solamente desfiguran los vicios, pintándolos de menos feos y abominables, sino
que los canonizan temerariamente, colocándolos en el solio debido únicamente a la virtud.62
Un deses “espíritus fuertes” ben podía ser Bernard de Mandeville (Rotterdam, Holanda,
1670- Hackney, Inglaterra, 1733), quen na súa famosa Fábula das abellas dicía, entre outras
cousas que se poderían destacar, algo tan sincero coma o seguinte, que en boa medida non difire
moito dos xuízos semellantes que presenta Sempere y Guarinos:
Puede decirse que la virtud hace amistad con el vicio cuando unas gentes buenas e
industriosas que mantienen a sus familias y educan decentemente a sus hijos, pagan sus
impuestos y son, en muchos sentidos, útiles miembros de la sociedad, se ganan el sustento con
60
VRIES, Jan de, La revolución industriosa, cit., pp. 62-63.
61
SEMPERE Y GUARINOS, Juan, Historia del luxo, y de las leyes suntuarias en España, t. II, p. 179.
62
SEMPERE Y GUARINOS, Juan, Historia del luxo, y de las leyes suntuarias en España, t. II, p. 179.
16
algo que depende principalmente de los vicios de los demás o que está muy relacionado con
ellos, sin que por eso sean culpables ni contribuyan a su desarrollo de otro modo que por medio
del comercio, como pueden serlo un boticario de los envenenamientos, o un cuchillero de los
derramamientos de sangre.
Así, el mercader que envía maíz o telas a los países extranjeros para adquirir vinos y licores,
alienta el desarrollo y la industria de su propio país, es un benefactor de la navegación, aumenta
los ingresos aduaneros y favores en diversas formas al público sin que se pueda, sin embargo,
negar que depende principalmente de la prodigalidad y de la embriaguez. Porque si nadie
bebiera vino, salvo los que lo necesitan, ni éstos más que lo necesario para su salud, toda esa
multitud de mercaderes en vinos, taberneros, toneleros, etc., que tanto montan en esta
floreciente ciudad, se encontrarían en una condición miserable. Otro tanto puede decirse, no
solamente de los fabricantes de naipes y dados, sino de los merceros, tapiceros, sastres y tantos
otros que son ministros inmediatos de una legión de vicios, que morirían de hambre en medio
año si el orgullo y la lujuria fueran alguna vez desterrados de la nación.63
Unha apreciación perspicaz e mesmo moderna, que concorda coas novas teorías do
consumo das que se fai eco Jan de Vries, cando asume a distinción da utilidade que fai Tibor
Scitovsky, entre a procura de confort e a procura de pracer,68con aínda máis subdivisións,
63
MANDEVILLE, Bernard, La fábula de las abejas, cit., p. 52.
64
SAAVEDRA, Pegerto, “Los cambios en las condiciones materiales de vida en la España del Antiguo Régimen”
en A. Ramos Santana e A. Romero Ferrer (eds.), Liberty, Liberté, Libertad, cit., p. 538.
65
SEMPERE Y GUARINOS, Juan, Historia del luxo, y de las leyes suntuarias en España, t. II, p. 193.
66
SEMPERE Y GUARINOS, Juan, Historia del luxo, y de las leyes suntuarias en España, t. II, p. 195.
67
SEMPERE Y GUARINOS, Juan, Historia del luxo, y de las leyes suntuarias en España, t. II, pp. 195-196.
68
“El placer y el confort pueden experimentarse juntos, en un único acto de consumo. Scitovsky observó que
mientras el deseo de confort puede saciarse, el deseo de placer no, por lo que se trata de un proceso inherentemente
ilimitado. Yendo más lejos, sostuvo que cuanto más cerca se está del confort perfecto y, por tanto, de la falta de
estímulos, más se buscarán formas de consumo que proporcionen emociones y que incrementen el nivel de
excitación. La condición moderna, un producto de las comodidades de la sociedad de consumo, es el tedio; y no
obstante, irónicamente, el tedio es en sí mismo una fuerza motora del consumo, pues es la necesidad de aliviar el
17
distinguindo o confort persoal e o confort social, que se acada a través do “consumo defensivo”
de “bens posicionais”, escasos por definición, de consumo privativo; un consumo ostentoso,
compoñente importante para acadar a respectabilidade.69 Respecto ao consumo de pracer,
motivado polo hedonismo e a procura da novidade, tamén convén apreciar certos matices.
Seguindo a Colin Campbell, De Vries asume a distinción entre o hedonismo tradicional e o
hedonismo moderno:
Sempere achega a este respecto o exemplo do tabaco,71 que lle serve para concluír que
non pode haber unha condena frontal e uniforme ao luxo e que, polo tanto, resulta inútil
combatilo con prohibicións do estilo das leis suntuarias. En toda a súa exposición e reflexión
histórica é central a idea de “constitución civil”, que lembra quizais á idea da “constitución
histórica” de Jovellanos, pero que podemos traducir máis simplemente polo que hoxe
chamamos “sistema”, polo conxunto de réxime político e sistema de organización social.
Sempere afirma que os cambios na constitución civil esixen novas fórmulas para tratar vellos
problemas, como é o caso do luxo: “En el tiempo de los Reyes Católicos se empezó a mudar
substancialmente la constitución civil de nuestra Monarquía, y en el de Carlos V se completó
la transformación”, cambios notorios en, entre outros, o ámbito doméstico, no que se tería
degradado a educación a causa dunha diminución da patria potestade. Sempere presenta aquí
unha postura conservadora e patriarcal:
...empezando por la educación doméstica, que es la base de las buenas costumbres y de las
virtudes sociales, apenas queda una sombra del respeto y recogimiento con que se criaban los
hijos y de la fidelidad de las mugeres a sus maridos, de cuya falta nace principalmente la
corrupción de nuestro siglo. (...)
Por las antiguas leyes de España podía el marido tomar satisfacción por sí mismo de la
infidelidad y agravios de su muger; y quando él no lo hiciera, sus parientes. (...) Ahora, si un
marido quiere hacer respetar su autoridad, poner orden en su casa y contener los excesos de su
consorte, pasa comúnmente por ridículo; y si, a pesar de la opinión, solicita su desagravio en los
tribunales, encuentra mil tropiezos y embarazos, que al fin lo precisan a desistir y mostrarse
indiferente a vista de los desórdenes más fatales y dignos de remediarse.72
tedio lo que promueve la búsqueda interminable de la novedad y la excitación.” VRIES, Jan de, La revolcuión
industriosa, cit., p. 35.
69
“Todas estas fuentes de confort social, mediante las cuales los individuos se distinguen de los demás y afirman
o protegen sus pretensiones de estatus, son ilimitadas. Dado que son una respuesta a los actos de consumo de los
otros, no existe un punto de equilibrio y nunca se alcanza un punto de satisfacción” VRIES, Jan de, La revolución
industriosa, cit., p. 36.
70
VRIES, Jan de, La revolución industriosa, cit., p. 37.
71
“El tabaco en sus principios era un luxo extraordinario, y se prohibió en varias partes con las más severas penas;
y ahora se ha hecho su uso tan general que hasta el más pobre esportillero y aun el más austero religioso llevan su
caxa o su fungueira. El mejor pan que comen un obispo y un título en las provincias lo desprecia en Madrid un
zapatero.” SEMPERE Y GUARINOS, Juan, Historia del luxo, y de las leyes suntuarias en España, t. II, p. 196.
72
SEMPERE Y GUARINOS, Juan, Historia del luxo, y de las leyes suntuarias en España, t. II, pp. 183-184.
18
nas Leis de Toro de 1505 polos Reis Católicos, por resultaren, na súa opinión, negativos ao
“haver (...) amortiguado el imponderable influxo que tiene el espíritu de propiedad libre en la
actividad e industria de los hombres”, expresión das ideas liberais que en materia de economía
política tiña o noso autor, vendo con mellores ollos o modelo de propiedade liberal, perfecta,
ca o modelo de propiedade vinculada propio do Antigo Réxime. Pero ademais, a institución dos
morgados fixo que se trastocase a orde doméstica nas casas nobres xa que “introduciéndose en
las familias la independencia y la falta de subordinación de los miembros a la cabeza (...) el
hijo, que sabe que su padre no lo puede desheredar ni negarle los alimentos, ¿cómo ha de estarle
sujeto y subordinado como si éstos fueran contingentes y dependieran de la libre voluntad y
disposición del padre?”.73 Carga nesta ocasión outra vez contra as mulleres, dicindo que as nais
teñen a costume de “mimar” ou consentir aos fillos. Finalmente, pasando do sociopolítico ao
demográfico, presenta unha reflexión sobre a función social do matrimonio:
Otra causa radical de las buenas o malas costumbres de los pueblos es la abundancia o escasez
de matrimonios. (...) No hay estado más dañoso a las costumbres que el de celibato forzado o
producido no por los mismos impulsos de la virtud, sino por la necesidad o la opinión. Porque
no cesando la sensualidad de excitar a la satisfacción de la lascivia a todos, si no se busca su
desahogo por el medio lícito del matrimonio, se solicita por los ilícitos de la prostitución, la
seducción y el adulterio.74
Las escuelas han mejorado notablemente; se han cortado muchos abusos en las universidades,
se han formado nuevos seminarios y mejorado los antiguos, se ha contenido la desenfrenada
73
SEMPERE Y GUARINOS, Juan, Historia del luxo, y de las leyes suntuarias en España, t. II, p. 185.
74
SEMPERE Y GUARINOS, Juan, Historia del luxo, y de las leyes suntuarias en España, t. II, p. 186.
75
SEMPERE Y GUARINOS, Juan, Historia del luxo, y de las leyes suntuarias en España, t. II, pp. 186-187.
76
“Los ricos, sin ocupación, tienen más tiempo para hacer mal uso de sus riquezas, y los pobres se han de dar a
la mendicidad, al robo o a otros medios infames para mantenerse, y aun también para satisfacer a sus caprichos y
deseos, porque la pobreza no destruye las inclinaciones a lo malo.” SEMPERE Y GUARINOS, Juan, Historia
del luxo, y de las leyes suntuarias en España, t. II, p. 188.
19
licencia que havía de opinar en las materias morales, la oratoria sagrada se ha perfeccionado, se
han aumentado muchos establecimientos píos...77
Una nación en la que todos tienen la facultad ilimitada de adquirir por herencias, donaciones,
empleos, salarios, comercio, artes y oficios, y en la que aun antes de nacer ya se encuentran sus
individuos constituidos en una clase honorífica o baxa, fomenta infaliblemente la desigualdad,
irrita la vanidad y la inclina a buscar medios de distinguirse o parecerse a las clases
inmediatamente superiores, en cuya competencia consiste el estímulo principal del luxo.
Añádase a esto que, estando repartida la tierra, que es el primer manantial de la subsistencia,
entre pocos propietarios, el resto de la nación se ha de ocupar en satisfacer a las necesidades, o
reales o imaginarias, de éstos, sin las quales estarían condenados a perecer.
En este sentido puede afirmarse que el luxo es necesario al estado. Digo necesario, esto es,
inevitable; no con necesidad absoluta, sino con relación a ciertas y determinadas circunstancias
(...)
En un estado en donde, siendo todos los hombres iguales por naturaleza, su constitución los
hace muy desiguales; en donde, por lo general, los medios para subir a otra clase superior no
son la moderación y la virtud, sino las riquezas o los empleos; en donde se aprecian los hombres
no por sus prendas y conducta, sino por su porte exterior; y finalmente, en donde el ir bien
vestido es una de las circunstancias que más se atienden para ser bien recibidos hombres y
mugeres en las concurrencias públicas y privadas.78
...quanto más se multipliquen los consumos, tanto más subirán las rentas de la Real Hacienda.
Si los hombres se contentaran con lo necesario, apenas havría comercio, y por consiguiente se
disminuiría el Erario de tal suerte que no havría las rentas indispensables para la defensa de la
nación y para los demás ramos del gobierno. (...) Pero aun en este caso no debe decirse que el
luxo es necesario absolutamente. Lo necesario es la multiplicación de los consumos.
El objeto del legislador no es fomentar los consumos en quanto son efecto de fines torpes,
sino en quanto su multiplicación contribuye al estado, ocupando sus vasallos útilmente y
aumentando sus fuerzas con los derechos del comercio.80
77
SEMPERE Y GUARINOS, Juan, Historia del luxo, y de las leyes suntuarias en España, t. II, pp. 188-189.
78
SEMPERE Y GUARINOS, Juan, Historia del luxo, y de las leyes suntuarias en España, t. II, pp. 198-199.
79
SEMPERE Y GUARINOS, Juan, Historia del luxo, y de las leyes suntuarias en España, t. II, p. 202.
80
SEMPERE Y GUARINOS, Juan, Historia del luxo, y de las leyes suntuarias en España, t. II, pp. 203-204.
20
Leviatán de Thomas Hobbes, por exemplo. De tal xeito, haberá que permitir o luxo en tanto
que un mal menor que pode evitar un mal maior como sería o desemprego. Para Sempere si
resultan condenables e se deberían prohibir algúns xéneros de luxo especialmente prexudiciais,
como sería a moda dos escotes, as prendas con escote para as mulleres (ao escote chámalle
“despeñadero”), esgrimindo o argumento que Mónica Bolufer denomina “racionalidade
médica”.81
¿Podrá nadie persuadirse que el llevar descubierto el pecho el sexo más delicado en países
destemplados, sin ningún abrigo, dexa de producir enfermedades peligrosas?
El motivo principal por que los primeros hombres inventaron el vestido fuer para la decencia
y el abrigo. Pero la molicie trastornó bien presto estos objetos, substituyendo otro bien diferente
de los primitivos. Éste fue el deseo de agradar y de parecer bien.
Pero la falta de estudio, de crianza y de civilidad se quiere suplir con la variedad de las modas,
superficialidades de los adornos, y sobre todo, con la conversación sobre las cosas más frívolas
e indignas de ocupar la atención y la memoria de los racionales. Se cuida más de deslumbrar a
la vista que de apasionar al corazón: y los grandes maestros de agradar en la sociedad son los
sastres, peluqueros, y modistas.82
Sempere dálle, pois, pouca importancia, despreza incluso, as modas pasaxeiras. O máis
importante para el é coidar que non se introduzan xéneros estranxeiros, ou que se intrduzan os
menos posibles, xa que resulta inevitable que haxa demanda de produtos raros e exóticos e que
esa demanda non se supla coa produción estranxeira, dado o atraso da industria española con
respecto ás industrias dos países veciños. Pero, insiste, aínda sendo necesario adoptar medidas
reguladoras e proteccionistas (gravames aduaneiros, aranceis) para controlar a entrada destes
artigos, “sería más útil corregir el luxo por qualquiera otro medio que con leyes suntuarias, pues
la historia nos manifiesta su ineficacia y los daños que por otra parte han producido”, xa que,
antes de intentar combatir o luxo, hai que combater a súa orixe, que é a opinión, e que só se
pode corrixir mediante a educación e o exemplo. Critica unha vez máis as opinións dadas ao
respecto por autores estranxeiros como Montesquieu, Hume, Melon, etc., “cuya doctrina es
sospechosa en muchos puntos, por no haber cuidado siempre de unir la religión con la política”,
e retoma en cambio as ideas que xa apuntaran algúns autores españois, en particular os
arbitristas do século XVII83 e en concreto Francisco Martínez de la Mata, a quen cita:
Decir que a los vasallos los han destruido los gastos superfluos no es entender el modo con
que se sustenta la multitud honesta y quietamente. Porque si no huviese las artes y ciencias que
a muchos parecen superfluas, impertinentes y nada necesarias a la vida, sería una república
alarbe: porque las necesidades de los unos se reparan con los gastos superfluos de los otros.
Porque lo que a unos sirve de desvanecerse a otros ha servido de honesto exercicio, y con lo que
unos gastan demasiado otros comen lo necesario.84
En fin, coa mesma idea se queda Sempere, unha idea xuiciosa e propia da nova mentalidade
liberal coa que se había de mirar a economía nos novos tempos, deixando atrás os vellos prexuízos:
81
BOLUFER, Mónica, Mujeres e Ilustración, cit., p. 191 e ss.
82
SEMPERE Y GUARINOS, Juan, Historia del luxo, y de las leyes suntuarias en España, t. II, pp. 207-208.
83
Os arbitristas reflexionaran sobre a decadencia de Castela no século XVII, destacando tres consecuencias
económicas do descubrimento de América que afectaran negativamente a España, a saber: a alza dos prezos, a
entrada dos metais e a súa inmediata “saca” cara ós centros financeiros europeos e, por último, o abandono dos
sectores produtivos españois (agricultura e industria) cara ó comercio de Indias, que resultaba máis lucrativo
mesmo cando se transaccionaba con xéneros estranxeiros. Cfr. PERDICES DE BLAS, PERDICES DE BLAS,
Luis, “El pensamiento económico de los mercantilistas” en L. Perdices de Blas (ed.), Historia del pensamiento
económico, cit., pp. 48-49.
84
SEMPERE Y GUARINOS, Juan, Historia del luxo, y de las leyes suntuarias en España, t. II, pp. 210-211.
21
El consumo del rico que refluye dentro del estado anima a la industria popular, y es una mera
traslación de los fondos de mano en mano, y muy conveniente, porque la más opulenta ocupa a
la menesterosa y aplicada. Semejante circulación es perfecta, y en lugar de impedirla, debe
animarse por todos los caminos justos y honrados.85
Conclusión.
Ao fin, efectuamos un repaso máis ou menos completo pola Historia del luxo de
Sempere y Guarinos, que nos ocupou nesta ocasión, e que ben merece considerarse como
mostra de mentalidade ilustrada, en tanto que o autor recorre ao estudo histórico para arroxar
luz sobre un tema polémico de actualidade, que seguían condenando os cregos moralistas do
mesmo xeito que o facían nos séculos precedentes,86 sen advertir as novas formas que revestía
o fenómeno, e, en segundo lugar, como unha mostra de pragmatismo e conciliación do que dicta
o xuízo ilustrado co que era preceptivo respectar por, digamos, imperativo legal, como era a
doutrina da ortodoxia católica. Podemos concluír, con Juan Rico Giménez, na consideración de
Juan Sempere y Guarinos como un liberal conservador, de “influencia burkeana” (por
referencia ao parlamentario whig Edmund Burke),87 que pouco a pouco foi vencendo os seus
recelos ideolóxicos iniciais cara ao liberalismo.88 En suma, foron moitas as ensinanzas, as
reflexións que nos suscitou esta Historia del luxo de Sempere, a fin de achegarnos á visión que
tiñan as máis avezadas mentes do Setecentos acerca do seu mundo no que ao político, moral e
económico se refería. Podemos concluír, pois, que non erraba demasiado Sempere nas súas
apreciacións fundamentais (noutras xa vimos que o seu sentido crítico non lle evitou caer en
tópicos e reproducir certos prexuízos), e que mesmo tivo perspicacia dabondo como para
anticipar algúns matices que logo, como tamén puidemos ver, tomaron en consideración os
estudosos sobre a economía e a cultura material daquel tempo.
85
SEMPERE Y GUARINOS, Juan, Historia del luxo, y de las leyes suntuarias en España, t. II, pp. 216-217.
86
“El titular de Cartagena Luis Belluga emitió una serie de edictos regulando las costumbres en su diócesis que
incluían detalladas prohibiciones de «todos los excessos en los trages y adornos»: jubones escotados, basquiñas
cortas, acceso a las iglesias con la cabeza descubierta o cubierta por velos transparentes, «mangas de ángel», que
dejaban los brazos desnudos y debían sustituirse por puños cerrados, así como colas largas y ornamentos
superpuestos a los hábitos devotos38. Belluga fue autor, además, de dos de las obras que en el siglo XVIII
establecieron, de una manera más completa, las pautas de una moral cristiana del vestido, fundamentándose en las
Escrituras, la Teología, el derecho canónico y la legislación civil: una Carta pastoral (1711) y un extenso tratado
titulado Contra los trages y adornos profanos (1722). En ellas, para utilidad de confesores, predicadores y fieles,
se preocupó de nombrar y sistematizar todas las posibles infracciones de la moral religiosa en el vestir. Estableció
una prolija clasificación y jerarquización, distinguiendo entre los usos que implicaban deshonestidad, y que podían
ser constitutivos de pecado venial o mortal (según se tratara un uso «leve» o «notablemente deshonesto»), y
aquellos que comportaban un despliegue excesivo de lujo, susceptibles a su vez de ser considerados pecado mortal
o venial, de acuerdo con la categoría del gasto (de «levemente inmoderado» a «nimiamente superfluo»).”
BOLUFER, Mónica, “Cambio dinástico: ¿revolución de las costumbres? La percepción de moralistas, ilustrados
y viajeros” en E. Serrano (ed.), Felipe V y su tiempo. Congreso internacional, Institución Fernando el Católico,
Zaragoza, 2004, t. I, p. 599.
87
RICO GIMÉNEZ, Juan, “Ilustración y liberalismo en la obra de Juan Sempere y Guarinos (1754-1830)”, Studia
historica. Historia moderna, n.º 19, 1998, p. 256.
88
“Su razonamiento final, desde la ya habitual argumentación histórica y económica, resulta una versión, por
moderada no menos firme, del liberalismo económico, aunque atemperada —por la propia naturaleza y alto valor
de los bienes de lujo— con consideraciones mercantilistas. En cualquier caso, para Sempere la producción de
bienes de lujo es un apartado más de la producción general de mercancías, cuya justificación última es el desarrollo
económico nacional.” RICO GIMÉNEZ, Juan, “Ilustración y liberalismo en la obra de Juan Sempere y Guarinos
(1754-1830)”, Studia historica. Historia moderna, n.º 19, 1998, p. 251.
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