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LA MANCHA
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LA MANCHA
Edita: Arola Editors
1a edició: juny del 2015
© del text: Albert Lladó
Disseny gràfic: Arola Editors
Disseny portada: Antoni Torrell
Fotografia de portada: David Lladó
Impressió: Gràfiques Arrels
ISBN: 978-84-94401-61-9
Dipòsit legal: T 833-2015
Qualsevol forma de reproducció, distribució, comunicació pública o transformació d’aquesta obra només pot
ser realitzada amb l’autorització dels seus titulars, tret de l’excepció prevista per la llei. Dirigiu-vos a l’editor
o a CEDRO (Centre Espanyol de Drets Reprogràfics, www.cedro.org) si necessiteu fotocopiar, escanejar o fer
còpies digitals d’algun fragment d’aquesta obra.
LA MANCHA
Albert Lladó
«Los pastores serán brutales mientras las ovejas sean estúpidas.»
So Joan Solé
Producció
Teatre Nacional de Catalunya
Temporada 2014/2015
Direcció artística de Xavier Albertí
Sergi Torrecilla
María Rodríguez Soto
Marc Martínez
Oriol Guinart
Muntsa Alcañiz
Camilo García
Albert Pérez
1 Joan Codina
2 Marc Pociello
PERSONAJES
PRIMERA PARTE
I
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Usamos mantas.
¿Mantas?
Sí, vamos con chaqueta hasta que oscurece. En-
tonces nos ponemos el pijama. Unos patucos de lana para
los pies. Y a dormir.
¿Unos patucos? Pensaba que eso era únicamente
para los niños pequeños. Para los bebés, quiero decir.
También hay para adultos. ( ) No nos gustaría
contribuir a ninguna tragedia cósmica. Si tiene que desha-
cerse un glaciar por nuestra culpa, pues usamos mantas. Y
se acabó. No es tan grave. O sea, que un problema de con-
densación no puede ser. Ven cuando haya más luz. Seguro
que la verás. Te lo garantizo.
Yo mañana no puedo venir... Tengo que ayudar
a redactar el informe y, sintiéndolo mucho, pondremos que
aquí no hay ninguna mancha.
Escribirás que tú no ves ninguna mancha, querrás
decir.
Eso digo.
Mira, yo tengo la mirada del inquilino, del que vive
aquí cada día. Y tú... Tú, la de un foráneo... Mi mirada es
más válida que la tuya, ¿no es cierto? Todos somos iguales,
por supuesto, pero habrá categorías en las miradas, ¿no?
Una jerarquización. Sé que me entiendes.
¿Un foráneo?
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Un foráneo, sí. Alguien que viene de fuera. ( )
Sé que me entiendes.
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II
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Hace años que no llueve en esta ciudad.
Eso no prueba nada. El pasado es un cúmulo de
circunstancias. De errores, si nos ponemos pesimistas. La
Historia se ha hecho a trompicones. Una suma de renuncias
y de sangre. La venganza ha ido construyendo los caudales.
Pero la Historia también ha dejado sus cenizas —y aquí lo
sabemos bien— en cada cuneta. Que fuéramos unos bár-
baros en el pasado no demuestra que hayamos aprendido
una mierda en el presente. Podemos volver a comportarnos
como unos bestias perfectamente.
Deje a las bestias en paz.
Lo que quiero decir, sé que me entiende, es que
el causa-efecto sirve para fabricar bebidas refrescantes, se
conoce de antemano lo que el consumidor quiere. ( )
Pero las causas y los efectos nunca son suficientes para pre-
decir qué pasará mañana cuando usted y yo nos levantemos
de la cama.
: Todo se arreglará...
No quieren que creamos que puede volver a llover.
Que la lluvia pueda ser real. Así nos tienen, inquietos, moscas
que confundimos el molestar con el resistir. ( ) Salimos
a la calle, gritamos, movemos las banderas y las sábanas
blancas, cortamos el tráfico, concedemos entrevistas en
calidad de ciudadanos indignados, y volvemos a la hora de
cenar a casa. Bien puntuales. Claro que hay motivos. Hay que
bañar al niño, preparar la fiambrera de mañana, plancharse
la camisa... poner la lavadora. Y encima esto, una mancha
que crece y crece.
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: El bloque
está sano. No hay peligro.
Siempre hay peligro.
( ) Hay una mancha, sí, no hay duda de eso,
pero puede limpiarla con lejía pura.
Volverá a salir.
Ahora es usted quien recurre al causa-efecto.
No estoy prediciendo el futuro. Digo que la man-
cha, aunque la limpies, no desaparece. Sé que me entiende.
( ) No la ves, pero sigue estando allí. Velada. Escondida
entre la dermis de una pared que la acoge resignada. No son
monstruos. Los monstruos son otra cosa. Y usted dice que
el edificio no está enfermo... Todos estamos enfermos. Hay
miles de virus y bacterias dentro de nosotros, recorriendo
nuestras carreteras interiores mientras disfrutamos de dulces
sueños. ¿Sabe cuántos miles de virus se trasmiten con un
simple beso?
Los edificios viejos como éste se mueven. Se reco-
locan. Como cuando usted despierta de una larga siesta y
estira los músculos. ¿Verdad que crujen los músculos? ¿Ver-
dad que se oye a sí mismo? ( ) Es normal que salgan
pequeñas grietas. Le aseguro que no hay por qué alarmarse.
Si las grietas crecen, entonces sí, me llama. O llamamos al
arquitecto. Y calculamos la magnitud de /
/ Dijo que no era una grieta.
Una mancha que ha salido porque la humedad se
ha colado por una grieta.
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¿Y qué hacemos mientras esperamos que las
grietas crezcan?
Vivir. Mientras, se vive.
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III
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IV
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luego de un amarillo meada de gato doméstico. Y el parqué
se levantará y nos clavaremos las aristas en las plantas de los
pies arrugados. Y vendrá la ambulancia. Y los camilleros se
pondrán máscaras para entrar en casa, en su casa, en nuestra
casa, y con la cara de asco nos hablarán amablemente y nos
prometerán que en la residencia vamos a estar muy bien. Y
seguiremos siendo los de fuera. Más que nunca.
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V
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Yo sólo soy el técnico. Hago lo que me han dicho
que haga. Tiene que tener paciencia.
La paciencia y la virtud. Aquí hay un problema
concreto, francamente asumible, y nos hablan de zonas
comunes, de responsabilidad compartida, de fugas y fil-
traciones, de piezas podridas, del paso del tiempo y sus
huellas. Usted me pide que me quede quieto, que chute las
placas de cal y pintura que tengo por el suelo, que conviva
con la mancha como quien tiene un animal doméstico. ¿Le
ponemos nombre? ¿Le llamamos Dorian? ¿Dorian Gray le
parece un buen nombre? ¿Cómo se llama usted? ¿Prefiere
que le pongamos el nombre que su honorable progenitora
escogió para usted?
Oiga... ( ) Todo se arreglará.
¿Conoce lo que es el frío? ¿Sabe que si usted cum-
ple órdenes, yo también? ¿Sabe que un disparo es un acto
sencillo y frágil? ¿Incluso rápido? Un disparo es efectivo. Es
como cambiar una pieza podrida, inútil, rascar una pared y
limpiarla del mismo puto color que estaba antes de que la
humedad se comiera medio comedor. Un disparo, sí.
: Ahora no estamos
en /
/ Claro que lo estamos. Lo que pasa es que no
lo sabemos. No nos lo han comunicado. Son así de ama-
bles con nosotros. Hemos ido bautizando las derrotas con
nombres absurdos. Zonas comunes, cláusulas, formularios,
solicitudes... ( ) Y no se asuste, que el disparo no
puede ir hacia usted. Estamos en el mismo bando. ¿De
verdad no se da cuenta? La gran victoria, su gran victoria,
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es que nos han dejado huérfanos de semántica. Usted aquí,
subido a la silla, golpeando una pared, un techo, mientras
que lo que tendría que estar haciendo es ir arrancando la
piel a los que nos reúnen en estas aventuras. ¿Esperamos a
que llueva otra vez? En esta ciudad nunca llueve. Hasta que
llueve. ¿Cómo tiene las uñas?
¿Las uñas?
Las uñas. Cuando esté agonizando es con lo
único que se podrá defender. Sé que me entiende. A los
violadores, a los pederastas, a los asesinos en serie... A todos
se les distingue por una marca en el cuello que la víctima,
desesperada, ha conseguido dejar como un tatuaje póstumo.
¿Le gustan los tatuajes? Déjese las uñas largas. Tal vez las
necesite. Hace tiempo que esto ha vuelto a despertarse en
las entrañas del hombre. ¿No nota movimientos en su vientre
de operario? Somos un volcán dormido, una hiena escondida
a la que calman con una pieza nueva, con una futura capa
de pintura. (
) Váyase. Váyase y diga a la propietaria que
esté tranquila. Estemos todos tranquilos.
: Todo se arreglará.
: Todo
volverá a su sitio. Ya se escuchan los tambores.
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VI
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VII
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a que un niño, aburrido, sea capaz de tirarlo todo abajo.
( ) Ten el rodillo, acábalo tú. Estoy cansado.
¿Cómo lo hago? ¿De arriba abajo o de abajo
arriba? ¿No sería mejor pasarlo en horizontal? ¿Por qué no
pintamos en horizontal?
Hazlo como siempre se ha hecho.
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VIII
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¿Pero qué es?
Tacones.
Talones.
Tambores. ( ) Fusiles, banderas, cornetas.
( ) No sé si es una buena idea.
¿El qué?
Que te traslades aquí. ( )
Si te instalas, tendré que subir.
No hace falta. No molesta tanto. (
)
No subas, por favor.
: Todo empieza en el lenguaje. Y del
lenguaje se pasa al desierto.
No volverá a salir la mancha. No subas. Siéntate.
Cena tranquilo.
La resistencia lleva en su propia palabra, en su
esqueleto, una cruz incrustada. Fíjate en la herida. Está en
sus huesos. La resistencia es un estigma. Un sacrificio. Van
borrando la cruz sin que nos demos cuenta. La resistencia
pierde su «t» y, golpe a golpe, se convierte en mera resi-
liencia. Darwin, es eso. Darwin. Tampoco sobrevive el más
fuerte. El que mejor se adapta es el que sobrevive. Sólo es
lenguaje. Palabras. Cifras.
Subiré contigo, entonces.
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IX
: Nunca lo explicaron.
¿El qué?
Por qué se derrumbó todo.
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X
: Las nuevas
ciudades son un pasillo de supermercado, un enjambre, un
frigorífico junto a otro frigorífico junto a otro frigorífico.
Las neveras son armarios sin puertas, estanterías climati-
zadas, peceras de animales estáticos. También los niños,
blancos y rubios y deportivos, se servirán en neveras y
nichos blancos. Hay en el laberinto de congelados merluza,
, vieiras, croquetas, , , brochetas,
caprichos de chocolate, niños blancos y rubios, mortales y
rosas, filetes, lubina, , lomo y confit, bacalao, pollo
asado, pollo blanco y rubio, lenguado, carabineros, buey,
hojaldre, pimientos del piquillo, y un pasillo largo, blanco
y mortal y rosa donde los niños podrán chutar, driblar, y
dibujar con su balón de cuero todas las imágenes conge-
ladas de un río estrecho, eterno, sin horizonte ni destino.
Y en las estanterías bajo cero, la ciudad presumirá de algas
japonesas, de ajo picado, de piñones, de boniatos y de
salmón envasado al vacío en alta mar. Almejas blancas y
rubias, perejil, , sorbete, trufas heladas para el niño
que calcula las escuadras de una ciudad, de un frigorífico,
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de los profiteroles y la tarta, y de los guisantes, la ensaladilla
rusa, las alcachofas troceadas, niños troceados, ciudades
troceadas, que se cuelan por la grieta blanca y rubia de un
caudal de comida para llevar en una ciudad nueva y sin el
papel de plata de la memoria.
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XI
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mirada, un insulto, no dejar pasar al que va cargado con
las bolsas de la compra, ensuciar la ropa tendida, un pájaro
muerto en el buzón... Ya sabe.
Tenemos suerte de que se peleen entre ellos.
Supongo que sí... (
) Aquí pondremos un espejo.
¿Quiere que reformemos también el piso de arriba?
¿Hay riesgo de que vuelva a salir otra vez la
mancha?
Puede que las grietas crezcan. Los hombres del
tiempo...
: Aquí pondremos otro
espejo. Que se miren las caras. Que sepan que tienen cara.
Y que han de pagar el alquiler, la letra, el suministro. Que
ellos son los que pagarán los gastos de la guerra. Que no
olviden que son anónimos con cara.
No tape las grietas. Que nos necesiten y nos
llamen.
Gestionemos. Gestionaremos pisos, emocio-
nes, problemas, sentimientos. Gestionemos las propiedades
a los propietarios.
Les podemos ofrecer cemento, pladur, yeso,
arcilla. ( ) Sólo me preocupan los hombres del tiempo...
Que insistan en /
/ Les cambiamos la cerradura, les enviamos
facturas, les atendemos al teléfono. Nos necesitan.
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Más que nunca.
Esto terminará algún día. Y entonces, los ene-
migos serán amnistiados. El Gobierno es así de generoso.
( ) Porque va a ganar este Gobierno. Y seguiremos
haciendo las mismas cosas, claro, pero nos obligarán a nue-
vas reformas. Hay que gestionar el ruido, también. Por eso
hay que ser absolutamente necesarios. Ya sabe.
Rompamos alguna cañería. La arreglamos, pero
sin prisa. Cuando acabe el conflicto, nos pedirán que mire-
mos hacia adelante. La raya, la frontera marcada con tiza,
se trazará entre los necesarios y los prescindibles.
Ampliaremos la oficina.
Entonces haremos algo grande. Nuevo.
Importante.
Pero las grietas hay que taparlas.
Lo suficiente. Pero deje que se vean un poco.
Que no olviden que los cimientos son nuestros.
Somos de adentro.
¿Y si nos descubren?
Será demasiado tarde. Siempre lo es.
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XII
¿Cómo está?
Mejor. Con ganas de volver a casa.
¿Os quedaréis aquí?
Él dice que sí, que es nuestro sitio. ( )
Ahora dice que es nuestro sitio.
«La periferia es periferia hasta que descubre
su propio centro», decía mi padre. Supongo que hay que
resignarse.
: Él está convencido de que esto es
enfrentarse. ( ) Pero hay que ir más allá.
El periódico dice que tenemos la guerra perdida.
( ) La semana que viene vuelvo a trabajar en los pisos
del otro lado del río. El ayuntamiento los volverá a arreglar.
¿Y tu jefe?
Ha cogido la baja. Se siente cansado. Lo fui a
ver, pero no abre la puerta a nadie.
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¿Sabes? No creo que tengamos la guerra perdida.
Le llaman «guerra» cuando no están seguros de ganarla.
Nunca antes. Mientras está todo controlado, hablan de
«recesión», de «hechos puntuales», «bolsas de pobreza»,
de «hombres de negro». Luego sacan las pelotas de goma,
las porras, las granadas y los gases, los carros de combate,
las armas y los cascos. Ellos mismos queman contenedores
y muestran el humo. Cadenas de incendios y de humo. No
es una estrategia. Ni eso. Simplemente es su manera de
actuar, de estar aquí, de permanecer. Es lo que han apren-
dido a hacer, igual que tú has aprendido a tapar agujeros.
Es así como el frío se te mete tan adentro. ( ) Y luego
comienza lo de los eufemismos. Allí sí que se nota que la
guerra avanza. Las noticias de última hora, señalar a los
antisistema. Somos todos antisistema. Y montar muchas
fiestas. Fiestas de fútbol, una Navidad llena de bombillas,
verbenas con música en directo. Así, de repente, vuelve a
estar permitida la música en directo. Y llega la primavera,
y las bicicletas inundan las calles y la gente cena con vino.
Entonces, sólo entonces, pronuncian la palabra «guerra».
Hablas como él.
Cuando uno retrocede, por miedo o por escepticis-
mo, el otro ha de dar un paso hacia adelante. Eso también
es el amor.
«Los hombres también llueven», decía mi padre.
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XIII
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XIV
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firmado por mi persona, excluyo de cualquier responsabili-
dad legal a la propietaria del citado inmueble». ( ) «Yo
manifiesto que renuncio a cualquier indemnización por parte
de la propietaria y del administrador por el incumplimiento
del contrato anterior». ( ) «Yo manifiesto que el apar -
tamento está en perfectas condiciones para ser alquilado de
nuevo». ( ) ¿Qué pasa si no firmo?
Podemos ir por vía judicial.
El técnico no declarará en contra nuestro.
Qué más da. No sé ni si aún trabaja aquí...
¿Tiene hijos?
¿Quién? ¿El técnico?
Usted. ¿Usted tiene hijos?
Firma y acabemos de una vez. No sé a qué viene
ahora tanta nostalgia por un piso que querías dejar desde
el primer momento. Me lo dijo tu novia. Iros fuera. Pronto
acabará esto, y los transportes funcionarán mejor que nunca.
Si tenéis que venir a trabajar al centro lo podréis hacer en
menos de dos horas. Cambiad de aires.
¿Y usted qué gana?
Han sido problemas ajenos a mi voluntad, te lo
recuerdo. Si cuando vuelva el invierno, vuelve a salir la mancha
y tú estás aquí, será un asunto enquistado. Lleno de vicios,
malentendidos y rencores. Y yo tendré que dejar de cobrar el
alquiler.
Y si yo no estoy...
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Si no estás, para el nuevo inquilino será un
conflicto desconocido. Un contratiempo. Algo a lo que
adaptarse.
¿Tiene hijos?
Algo a lo que adaptarse... ( ) Era sólo un
niño.
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XV
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De tanto olvidar el pasado se nos ha roto el cuello.
Andamos sin cuello.
Siempre hay quien piensa en la gloria del
frágil. La épica del desamparado. Que visiten los centros
comerciales, los conciertos de adolescentes, las carreras de
Fórmula 1. Que abandonen la retórica, que dejen de hablar
del pueblo como un ente sublime y abstracto. Cuando reco-
nozcan sus circos tendrán opciones. Nunca antes. El pobre
lo que quiere es dejar de ser pobre. ( ) Podrían haber
sido de los nuestros. Compartir el uniforme, la insignia, el
escudo, la orfebrería, las reliquias, las ofrendas. ¿Por qué
no tener el mismo himno? ¿Tanto detestan nuestro himno?
Pasear por el claustro. Reconocer y respetar las
murallas.
Reivindican un espacio que luego abandonan.
Se evaporan, emigran. No son los primeros. Lo suyo, en vez
de eterno retorno, es eterno éxodo. Dirán a los que les acojan
que son refugiados, perseguidos, expatriados.
Se ven nubes a lo lejos.
Se ven ejércitos de arquitectos.
Hay que construir una nueva ciudad. Que las
guerras sirvan para eso.
¿El progreso es una fila de estatuas y mausoleos?
Podemos arreglar lo viejo, hacer que parezca nuevo.
O regresar a las barracas.
¿Para qué hemos ido a la guerra?
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Alguien se ha dejado el balcón abierto.
Tenemos que levantar suelos, mover cimientos.
Arrancaremos de cuajo las manchas. Tiraremos las paredes
y haremos un nuevo barrio, con más parques infantiles.
Queremos niños por todas partes. Niños y futuro. Pondremos
vallas y alambres.
A mí me tendrán que indemnizar.
El frío es útil. La gente con frío necesita que-
darse quieta, abrigada. Venderemos calefactores, estufas,
instalaciones.
¿No tendré que cruzar el río nunca más?
Oigo el agua. Está filtrándose.
Siempre serás de fuera.
El río lo taparemos. Y haremos una carretera.
Volverán a salir manchas por todas partes. Manchas
como satélites. Asteroides, astros. Manchas. El cielo será
un cielo de manchas. Un cielo mancillado. Un horizonte de
gotas verdes y orina de gato. Y llegará el agua a la lámpara,
y todo será un cortocircuito. Un Big Bang. Una tremenda
explosión. ( ) Y el olvido. ( ) Nos quedaremos a
oscuras, con nuestras mantas.
¡Mantas para todos! ( ) De repente escucha-
remos un ruido. Esta vez muy suave. Un golpe seco. Otro.
Cada vez más fuerte, más intenso...
Confundiremos el bando. El río. La orilla.
Confundiremos al enemigo.
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Las noches serán noches blancas. Y las calaveras
no significarán nada para el hombre nuevo.
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SEGUNDA PARTE
I
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teníamos en casa unos claveles rojos, hermosos, que hacían
de muro en el jardín. Un muro de claveles.
Ahora los muros son de humo. El humo es una
nube, y la nube una amenaza. Los claveles no aguantarán
una tormenta como aquélla.
Basta.
Basta.
Uno puede quedarse aquí, o levantarse y cultivar
flores, secar las fábricas. Este sitio es tan nuestro como de
los demás. Hemos hecho la mudanza, hemos sacado los
libros de las cajas, los hemos reordenado como tú querías.
He puesto lo de la herencia de mis padres en esta casa. Y
tenemos claveles. Claveles rojos de la infancia. Y nadie nos
los quitará. Ya no.
Tenemos que decírselo. Y comenzar a trabajar en
la fábrica. Hay que pagar todo lo que hemos gastado. Me
pondré el mono de trabajo e iré a la fábrica. Son ocho horas
al día. Tendremos derecho a vacaciones. Iremos a Grecia, a
las islas, y tomaremos el sol. Allí también tiene que haber
claveles. Tú te vestirás con aquel bañador negro que tanto
te gusta. Caminarás por la arena de la playa, tranquila, sin
refugios ni bosques ni desiertos.
: Grecia escupe el humo de la vieja Europa.
Ésta es nuestra casa.
No hay templos. No quedan templos.
Ni monasterios. En los monasterios ha muerto el si-
lencio. Organizan actividades extraescolares para niños, rutas
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para excursionistas, visitas guiadas. Las campanas son un
adorno más del decorado. Mera escenografía. Las campanas
son automáticas. Las reliquias están manoseadas. Hay saliva
en cada reliquia. Saliva del enfermo, del creyente, del ateo.
Los monasterios han renunciado al silencio. Y nosotros no
podemos renunciar más a un hogar, a una vida en común.
Somos una comunidad de dos. ¿También quieres olvidar eso?
Llámales.
Les llamaremos.
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II
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Sólo algunos. El ayuntamiento y el Gobierno se
han puesto de acuerdo. Habrá nuevos pisos.
¿No veis el humo?
Hay que hacerlo. Será rápido, os lo prometo. Lo lle-
varemos al río. Creerán que es una venganza de la guerra,
un pequeño resquicio suelto. Las autoridades prometerán
justicia, detendrán a cualquier drogadicto, lo castigarán
severamente, y podremos quedarnos aquí. Cada uno con
su casa. Sin piezas de hierro.
Contad conmigo.
No creo en la violencia.
Amor... (
) Uno no puede creer en la violencia. La
violencia entra, franquea las zanjas, y se mete en el jardín sin
que nadie le haya llamado. No eres tú quien decide cuán-
do la violencia aparece o cuándo se marcha. Nos estamos
defendiendo.
: Hoy no hemos regado los claveles. Hace
mucho calor y los claveles están secos, deshidratados.
: Contad
conmigo.
El río es otra frontera. Eso también me decía mi
padre. Me quedo con vosotros. Os ayudaré en lo que haga
falta.
El humo. El humo de las fábricas.
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III
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IV
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El ruido no corta el humo de las fábricas. (
) ¿Qué
hacemos ahora? ( ) ¿No somos
más exiliados que nunca? ( ) ¿No
es ésta una periferia sin freno? ( )
¿Cuál es el centro que nos aguarda? (
) Aquí no hay refugios ni panaceas. (
) La inercia era mejor
que esto, que esta sangre tan roja y tan metálica, que este
olor a sangre oxidada. Que esta cara cortada. La inercia. El
horario cerrado, las disputas por los fines de semana libres,
la violencia controlada entre el jefe y el subordinado. ( )
¿Somos más libres ahora? Puede ser que seamos más libres,
pero las manos las tengo manchadas. Me miro las manos
y veo una mancha verde, una mano de césped, un verde
pardo en la mano. Un monte con sus serpientes. Una selva,
tengo una selva en la mano. ( ) El arquitecto hablaba
de una ciudad nueva, de un hombre nuevo, de casas sin
grietas ni filtraciones de agua. ¿Mentía? ¿Y acaso no menti-
mos todos? La ciudad está callada, se hará de noche pronto
en la ciudad callada. Las gentes se quedarán en sus casas,
cerradas herméticamente. La silicona será reemplazada por
nuevos materiales, más resistentes, más aislantes. Las casas
serán islas y colmenas. Los ascensores serán individuales, y
los ciudadanos no tendrán que tocarse con sus vecinos. Ga-
rantizar la ausencia de contacto entre la masa. Que respiren
el espacio. ( ) ¿Degollar al cerdo? Vendrán decenas de
arquitectos, miles, millones de arquitectos. Y ellos matarán a
los pájaros que entren en la nueva ciudad. Y ya no habrá más
propietarias. Sólo un propietario y millones de arquitectos.
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( ) Millones de arquitectos trabajando en
las nuevas fábricas. Todos sentados en sus pupitres. Con
cámaras. Cámaras por todas partes. ¿Y las cárceles? Cárceles
de silencio. Se oirán únicamente suspiros, a lo lejos. Sólo se
escucharán las campanas. Y los presos tendrán geranios y
claveles. Rojos, amarillos, claveles rosas y azules. Y desde
sus celdas, pasando tubos entre los barrotes, regarán sus
plantas cada día. ( ) Se
acabarán los disparos al aire, las manchas en el techo. Los
científicos, que trabajarán junto a los arquitectos, lograrán
acabar con las nubes tóxicas. Los gatos no se mearán en las
esquinas. Nos comeremos a los gatos y a los extranjeros. El
río rojo se llevará los malos augurios. (
) Asco de esta muerte repugnante. De los cortes en
el ojo y en las manos. Lo enterraremos con sus proyectos.
Pero sus proyectos eran de todos. El coro ha gritado y el
Gobierno recoge los anhelos y los clasifica en urbanizaciones
y butacas para el domingo. ( ) Una taxonomía para
la servidumbre voluntaria. ( ) ¿Un asesinato para acabar
con los domingos? Se prohibirá la palabra «repetición». Y
volveremos a la misma guerra de siempre. La Historia va
deshonrando los legados, los conceptos, las esperanzas com-
partidas. Le llamaremos «izquierda» a la derecha, «libertad»
a la opresión, «abstracción» a la mancha, y «transparencia»
al panfleto. ( ) ¡Hemos matado al
cerdo! ¡Hemos matado al cerdo!
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V
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Nosotros respiramos.
Ahora sí. Si hubiesen puesto la nueva fábrica, co-
menzaríamos a toser enseguida. ¿No te das cuenta de lo
que hemos conseguido frenar? Primero sería la típica mu-
cosidad del minero. Esputar trozos verdes, homogéneos,
identificables. Fragmentos de pulmón. Luego el color se iría
ennegreciendo...
: ¿Sigo?
Y, entonces, cuando nos quejáramos, vendrían los
comisarios a casa. Nos preguntarían a qué nos dedicábamos
en la vieja ciudad, por qué vinimos a vivir aquí, cuáles son
los síntomas... Preguntarían los antecedentes. Y los antece-
dentes son accidentes siempre. Seamos justos.
Una muerte justificada.
Y los guardias aparcarían fuera de casa. Tendríamos
que bajar las persianas. Y no salir al jardín.
: ¿Sigo?
Y la prensa. La prensa nos perseguiría.
Y buscaría los trapos sucios.
Vendrá el administrador a preguntar por él. Y la
propietaria /
/ La propietaria se ha vuelto loca.
: ¿Sigo?
El administrador encontrará nuevos arquitectos.
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Esto ya está. (
)
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VI
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Todo desaparecerá.
Queremos inaugurar un zoo en el centro.
Traeremos leones, focas, iguanas...
¿Elefantes?
Elefantes no. Nada de elefantes.
¿Por qué?
Duran mucho. Más que nosotros en algunos
casos. La ciudad la construimos para los ciudadanos. No
para los animales.
En cautiverio, los elefantes no sobrepasan los veinte
años.
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VII
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Es urgente. Un sacrificio urgente.
A cuchillazos.
La urgencia es un túnel. O sigues hacia adelante o
te embisten.
Un búho en la noche.
Futuro. Eso también es el amor. El futuro.
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VIII
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Tampoco yo. Yo el que menos... Lo dije claro. Prohibido jugar
a pelota. Prohibido delatar. (
) No pude hacer nada entonces.
Tampoco ahora. Y todo se derrumba de nuevo. No hay nada
que arreglar.
: Me conformaría con volver
a mirar, desde lejos, cómo se mueve en el patio, tan inde-
pendiente, tan autónomo, tan pequeño. ( ) Necesito
ver cómo corre y baila, cómo se acerca a sus compañeros y
vuelve a marcharse. ( ) Nada se arreglará, ¿no es cierto?
( ) Ver, sólo eso, cómo sonríe y juega. Nada de vigas ni de
perros. Hay un árbol muy grande. El árbol lleva muchos años
allí. Y él lo escala. Se sube a una rama. Se le ve feliz. Entonces
llega su maestra. Yo lo miro todo el rato desde detrás del
cristal. Y no digo nada. Estoy en una pecera. Él no me ve.
Y la maestra le coge con contundencia por el pantalón. Y
cae. Mi hijo cae y se rompe el brazo. ( ) Y yo sigo allí,
impasible, como en una sala de cine para mí sola. (
) El niño no volverá a subirse a ningún árbol.
Ni a un andamio. Respetará la cola, jugará a los juegos que
le digan en el colegio. Será puntual cuando toquen las cam-
panas. ¿Oyen las campanas?
Son las campanas de las fábricas. Aquí no hay
colegios.
¿Tú no dices nada?
No, nada.
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IX
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X
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paseos, en los parques. La modernidad necesita columnas
para soportar lo que nos viene encima. ( ) Este sol es
tan frío... ( ) Llenaré el depósito, revisaré los neumáti-
cos, pondré todos los calzoncillos y jerséis y pantalones en
el maletero. Compraré chocolatinas para el viaje. Bocadillos.
Papel de plata. Agua, muchas botellas de agua. Me pararé
en las áreas de servicio. ( ) En cada parada cambiaré
el nombre y los apellidos, y así seré un hombre anónimo. El
verdadero hombre anónimo inalcanzable por la justicia y la
memoria. ( ) Un hombre anónimo sin manchas en el
currículum. Trabajaré como siempre he trabajado, con las
manos, sin dudar sobre quién es el dueño. Puliendo el encar-
go sin preguntas ni respuestas. Lijando la pared, mezclando
el mortero. Pintando de blanco las casas de gente anónima
a quien no les preguntaré el nombre porque no tendrán
nombre para mí. Ahorraré. ( ) Ahorraré y tendré una
caravana. Sólo le pondré nombre a la caravana. ( ) Iré
al mar con la caravana. Veré el agua salvaje, de la que nadie
se queja. Notaré su frío en mi cuerpo desnudo. En el cuerpo
desnudo de un hombre anónimo y solo. ( ) Llenaré
todas las botellas vacías con el agua salada.
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XI
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el negocio, señores. Elevaremos una especie de tranvía
eléctrico para que todo esté bien comunicado con la nueva
ciudad. Nos importa mucho el transporte público. Queremos
fomentar el transporte público. Y los obreros podrán venir
con sus hijos cuando acaben su jornada laboral. Estamos
negociando con los empresarios de la zona. Vamos a conse-
guir otra paga extra para ellos. El Gobierno está de nuestra
parte. ( ) ¿Alguna pregunta? ¿No tienen ninguna
pregunta? ( ) No se preocupen por esas nubes. Aquí
la temperatura es perfecta, y no lloverá en mucho tiempo.
De todos modos, como somos cautos y precavidos, hemos
encargado una cúpula gigante, de un metacrilato de última
generación. Estará abierto mientras haya sol. Si llueve, que
no lloverá, lo cubrimos todo, y sin problemas. ( ) Ah,
sí, la limpieza. Me preguntaban antes por la limpieza. Para
nosotros es prioritaria la limpieza. Seguridad y pulcritud. Los
dos únicos secretos para que esto funcione. Lo dicen todos
los estudios de mercado. Y los informes. Tenemos decenas
de informes que avalan el proyecto. Podemos encargarnos
nosotros de la limpieza, si lo prefieren. ( ) Eso sí, pro-
hibidos los animales. Ni perros ni ningún tipo de animales
domésticos. ¿Gatos? Sobre todo, nada de gatos. Se mean
por todas partes. ( ) ¿Qué es eso? La
campana de las fábricas. A esta hora salen de trabajar. Cogen
el coche y se marchan directamente a casa. Ya ven. Cada
minuto que pasa estamos perdiendo dinero. ¿No les parece?
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XII
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¿Sin motivos?
Y a un ayudante.
¿Sin motivos?
Es el terror. El terror es el motivo.
Unos tarados. (
) Dos, tres, mil tarados. Escoria. Son unos
tarados.
Cosas de la naturaleza. Nunca están contentos
con lo que tienen.
Son de fuera.
De fuera.
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Si llueve, el río llegará hasta aquí. ( ) ¿No es
la inundación otra forma de derrumbamiento?
: La ciencia nunca se equivoca.
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Este libro,
impreso
los talleres de Gráficas Arrels
de la ciudad de Tarragona,
fue terminado
el día 3 de junio de 2015
.
La mancha. Les queixes d’un llogater per una taca a la paret del pis que
ocupa des de fa uns pocs mesos desencadenen un conflicte de perspec-
tives sobre la realitat, el qual afectarà en primer lloc la seva relació amb
els responsables de l’edifici i s’anirà estenent fins a ocupar la intimitat de
la seva vida privada, de la mateixa manera que els avatars de la Història
pesen sobre les identitats sense poder defugir les grans dinàmiques del
nostre món. A través de personatges arquetípics, com un tècnic o un
arquitecte, l’autor posa en escena les tres formes d’opressió que el poder
ha utilitzat tradicionalment: l’economia, la violència i la funció social (el rol
familiar, laboral...), així com les tres respostes potencials: la resistència, la
rebel·lió i la revolució. Tres conceptes que poden semblar sinònims, però
que no ho són. La mancha parla del límit, del matís, entre cadascuna
d’aquestes idees, i del risc constant de caure en el dogmatisme.
ISBN: 978-84-94366-55-0