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4 Y A EL SEMINARIO ne J Las Formaciones del Inconsciente LA LOGICA DE LA CASTRACION Pero se trata de una etapa en la que, como ustedes ven perfectamente, las dos vertientes siempre pueden revertir la una en la otra. Hay algo abs- tracto y sin embargo dialéctico en la relacién entre los dos tiempos de los que les acabo de hablar, aquel en el que el padre interviene como interdictivo y privador, y aquel en el que interviene como permisivo y do- nador — donador con respecto a la madre. Pueden pasar otras cosas, y aho- ra, para verlo, hemos de situarnos en la madre y plantearnos de nuevo la cuestién de la paradoja que representa el cardcter central del objeto falico en cuanto imaginario. La madre es una mujer a la que suponemos ya en la plenitud de sus ca- pacidades de voracidad femenina, y la objecién planteada a la funci6n ima- ginaria del falo es completamente valida. Si la madre es esto, el falo no es pura y simplemente aquel bello objeto imaginario, pues ella se lo ha traga- do hace ya algiin tiempo. En otras palabras, el falo, en la madre, no es tini- camente un objeto imaginario, es también perfectamente algo que cumple su funci6n en el plano instintual, como instrumento normal del instinto. Es el inyecto, si asi puedo expresarme — con una palabra que no quiere decir simplemente que ella se lo introduce, sino que se lo introducen. Este in indica igualmente su funci6n instintiva. Si tenemos ahi toda la dialéctica del Edipo, es porque el hombre ha de atravesar todo el bosque del significante para alcanzar sus objetos instinti- vamente vdlidos y primitivos. Ello no impide que, a pesar de todo, de vez en cuando lo consiga. Gracias a Dios, de lo contrario las cosas se hubieran extinguido desde hace mucho tiempo a falta de combatientes, en vista de la excesiva dificultad para alcanzar el objeto real. Esta es una de las posibilidades en cuanto a la madre. Hay otras, y de- berfamos tratar de ver qué quiere decir para ella su relacién con el falo, dado que, como a todo sujeto humano, le preocupa enormemente. Por ejemplo, podemos distinguir, junto a la funcién de inyecto, la de adyecto. El térmi- no designa la pertenencia imaginaria de algo que, en el nivel imaginario, se le dao no se le da, tiene permiso para desearlo, le falta. El falo intervie- ne entonces como falta, como el objeto del que esta privada, como objeto del Penisneid, de aquella privacién siempre sentida cuya incidencia cono- cemos en la psicologia femenina. Pero también puede intervenir como ob- jeto que de todas formas se le da, pero desde donde esta, tomado en consi- deracién de forma muy simbdlica. Esta es otra funcién del adyecto, aun- que pueda confundirse con la del inyecto primitivo. En suma, si bien tiene todas las dificultades que supone haber de introducirse en la dialéctica del simbolo para llegar a integrarse en la fami- 212 LOS TRES TIEMPOS DEL EDIPO (II) lia humana, la mujer tiene por otra parte todos los accesos a algo primitivo € instintual que la sitia en una relacién directa con el objeto, no ya de su deseo sino de su necesidad. Una vez elucidado esto, ahora hablemos de los homosexuales. De los homosexuales, se habla. A los homosexuales, se los cuida. A los homosexuales, no se los cura. Y lo mas formidable es que no se los curaa pesar de que sean perfectamente curables. Si algo se desprende de la forma mds clara de las observaciones, es que la homosexualidad masculina — la otra también, pero hoy vamos a limi- tarnos al macho por razones de claridad — es una inversién con respecto al objeto que se estructura en un Edipo pleno y acabado. Mas exactamen- te, aunque realiza esta tercera etapa de la que hemos hablado hace un mo- mento, el homosexual la modifica bastante sensiblemente. Me diran us- tedes — Ya lo sabiamos, realiza el Edipo en una forma invertida. Si con eso les basta, pueden no pasar de ahi, no los obligo a seguirme, pero consi- dero que tenemos derecho a exigirnos algo mas que decir — ¢Por qué su hija es muda? Porque el Edipo estd invertido. Todavia nos queda algo que buscar en la propia estructura de lo que muestra la clinica a propdsito de los homosexuales, si no podemos com- prender mucho mejor cémo se sittia exactamente la terminaci6n del Edipo. Hay que considerar, en primer lugar, su posici6n con todas sus caracteris- ticas y, en segundo lugar, el hecho de que se aferre hasta tal extremo a di- cha posici6n. E] homosexual, en efecto, por poco que se le ofrezca un me- dio y cierta facilidad, se aferra muchisimo a su posicién de homosexual, y sus relaciones con el objeto femenino, en vez de abolidas, estan por el con- trario muy profundamente estructuradas. Creo que s6lo esta forma de esquematizar el problema permite indi- car a qué se debe la dificultad de conmover su posici6n y, mds atin, por qué una vez puesta al descubierto por lo general el andlisis fracasa. Ello no se debe a una imposibilidad interna de dicha posicion, sino a que son exigibles toda clase de condiciones y hay que meterse por los recove- cos en los que su posici6n se le ha convertido en algo tan precioso y pri- mordial. 213 LA LOGICA DE LA CASTRACION Se puede advertir cierto nimero de rasgos en el homosexual, y en pri- mer lugar una relacién perpetua y profunda con la madre. A la madre nos la presentan, de acuerdo con la media de los casos, como alguien que tiene en la pareja parental una funcién directiva, eminente, y se ha ocupado mas del nifio que del padre. Se dice también, y esto es ya otra cosa, que se ha- brfa ocupado del nifio de una forma muy castradora, que se habria preocu- pado muchisimo, con mucha minuciosidad, demasiado tiempo, de su edu- cacion. Nadie parece sospechar que todo esto no va en la misma direcci6n. Hay que afiadir algunos eslabones suplementarios para llegar a pensar que una intervencién tan castradora pudiera producir como efecto en el nifio tal sobrevaloraci6n del objeto, en la forma general en que ésta se presenta en el homosexual, que ninguna pareja susceptible de interesarle podria estar privado de él. No quiero tenerlos en vilo, ni dar la impresién de que quiero plantear- les adivinanzas. Creo que la clave del problema en lo referente al homo- sexual es ésta — si el homosexual, con todos sus matices, concede un va- lor predominante al objeto pene hasta el punto de convertirlo en una carac- teristica absolutamente exigible a la pareja sexual, es porque, de alguna for- ma, la madre le dicta la ley al padre, en el sentido en que les he ensefiado a distinguirlo. Les dije que el padre intervenia en la dialéctica edipica del deseo en tanto que le dicta la ley a la madre. Aqui, se trata de algo que puede reves- tir diversas formas y se reduce siempre a esto — es la madre quien le ha dictado la ley al padre en un momento decisivo. Esto quiere decir, muy pre- cisamente, que cuando la intervenci6n interdictiva del padre hubiera debi- do introducir al sujeto en la fase de su relacidn con el objeto del deseo de la madre, y cortar de rafz para él toda posibilidad de identificarse con el falo, el sujeto encuentra por el contrario en la estructura de la madre el sos- tén, el refuerzo, por cuya causa esta crisis no tiene lugar. En el momento ideal, en el tiempo dialéctico en que la madre debiera ser captada como privada del adyecto, de tal forma que el sujeto ya no supiera literalmente a qué santo encomendarse, lo que encuentra, por el contrario, es su seguri- dad. Aguanta perfectamente, porque siente que la madre es la clave de la situacién y no se deja ni privar ni desposeer. En otras palabras, el padre puede decir lo que le parezca, pero a ella no le da frfo ni calor. Por lo tanto, esto no significa que el padre no haya entrado en juego. Freud, ya hace mucho tiempo — por favor, remitanse a Tres ensayos para una teoria sexual — dijo que no era infrecuente — y no se expresa asi por casualidad, si dice no es infrecuente, no es por desidia, es porque lo ha vis- 214 LOS TRES TIEMPOS DEL EDIPO (II) to frecuentemente — que una inversion esté determinada por la Wegfall, la caida de un padre demasiado interdictor. Ahi estén los dos tiempos, a sa- ber, la interdiccién, pero también que dicha interdiccién ha fracasado, en otros términos, que es la madre quien, al final, ha dictado la ley. Esto les explica también que, en casos muy diversos, si la marca del padre interdictor esté quebrada,* el resultado es exactamente el mismo. En particular, en casos en que el padre ama demasiado a la madre, en los que debido a su amor parece demasiado dependiente de la madre, el resultado es exactamente el mismo. No les estoy diciendo que el resultado siempre sea el mismo, sino que. en Ciertos casos, es el mismo. El hecho de que el padre ame demasiado a la madre puede tener un resultado distinto de una homosexualidad. No me refugio en absoluto en la constituciOn, sdlo advierto de paso que las dife- rencias estan por establecer y que se puede observar, por ejemplo, un efec- to del tipo neurosis obsesiva, como veremos en otra oportunidad. De mo- mento, subrayo simplemente que causas distintas pueden tener un efecto comiin, 0 sea, en casos en los que el padre esta demasiado enamorado de la madre, se encuentra, de hecho, en la misma posicién de alguien a quien la madre le dicta la ley. Hay también casos — el interés de esta perspectiva es que retine casos distintos — en los que el padre, como lo manifiesta el sujeto, siempre per- manecié como un personaje muy distante cuyos mensajes no Ilegaban sino a través de la madre. Pero el andlisis demuestra que en realidad esta lejos de estar ausente. En particular, detras de la relacién tensional con la ma- dre, muy a menudo marcada por toda clase de acusaciones, de quejas, de manifestaciones agresivas, como se suele decir, que constituye el texto del andlisis de un homosexual, se descubre, y de la forma mas clara, la presen- cia del padre como rival, de ningtin modo en el sentido del Edipo inverti- do, sino del Edipo normal. En este caso, suelen conformarse con decir que la agresividad contra el padre ha sido transferida a la madre, lo cual no es del todo claro, pero al menos tiene la ventaja de ajustarse a los hechos. Lo que se trata de saber es por qué es asi. Es asi porque en la posicion critica en la que el padre era efectivamente una amenaza para él, e] nifio encontré una solucion, la consistente en la identificacién representada por la homologia de estos dos tridngulos. 3. Brisée. En heraldica, la brisure modifica un blas6n para indicar que se trata de una rama menor o bastarda de la familia. [N. del T.] BID LA LOGICA DE LA CASTRACION El sujeto consider6 que la buena forma de aguantar era identificarse con la madre, porque la madre, por su parte, no se dejaba conmover. De mane- ra que se encontrara en la posicidn de la madre, definida de esta forma. Por otra parte, cuando se encuentra frente a una pareja que es el sustitu- to del personaje paterno, lo que ha de hacer, como se manifiesta frecuente- mente en los fantasmas y en los suefios de los homosexuales, es desarmar- lo, someterlo, e incluso, de una forma del todo clara en algunos casos, de- jarlo incapaz, al personaje sustituto del padre, de lucirse delante de una mujer 0 mujeres. Por otra parte, la exigencia del homosexual de encontrar en su pareja el 6rgano peniano corresponde precisamente a que, en la posicién primitiva, 1a ocupada por la madre que le dicta la ley al padre, lo que es cuestionado — no resuelto, sino cuestionado —, es saber si en verdad el padre tiene o no tiene, y esto es exactamente lo que le pregunta el homosexual a su pare- ja, antes que ninguna otra cosa y de una forma predominante con respecto a cualquier otra cosa. Después ya veremos qué se habra de hacer con eso, pero antes ha de mostrar que tiene. Incluso iré mas lejos, hasta indicarles en qué consiste el valor de depen- dencia que representa para el nifio el amor excesivo del padre por la ma- dre. Ustedes recuerdan, espero, la formula que elegi para ustedes, a saber, que amar es siempre dar lo que no se tiene, no dar lo que se tiene. No voy a repetir las razones por las cuales les di esta formula, pero denla por segu- ra y tomenla como una férmula clave, como una pequefia rampa que, con 216 LOS TRES TIEMPOS DEL EDIPO (I!) s6lo tocarla, les llevard al piso correcto aunque no entiendan nada, y es mucho mejor que no entiendan nada. Amar, es dar a alguien que tiene 0 no tiene lo que esta en juego, pero sin lugar a dudas es dar lo que no se tiene. Por el contrario, dar es también dar, pero es dar lo que se tiene. Esta es toda la diferencia. En todos los casos, si el padre se muestra verdaderamente amoroso para con la madre, se sospecha que no tiene, y asi es como entra en juego el mecanismo. Vean cémo en este sentido las verdades nunca son del todo oscuras, ni ignoradas — cuando no estan articuladas, al menos se presien- ten. No sé si se han dado ustedes cuenta de que este tema candente los psi- coanalistas nunca lo abordan, aunque saber si el padre amaba a la madre sea por lo menos tan interesante como saber si la madre amaba al padre. Se suele plantear siempre la cuesti6n en esta direccién — el nifio tuvo una ma- dre falica castradora y todo lo que quieran, tenia con respecto al padre una actitud autoritaria, carente de amor, de respeto, etcétera — pero es muy cu- rioso ver que nunca destacamos la relacién del padre con la madre. No sa- bemos muy bien qué pensar de esto y no nos parece posible, en resumidas cuentas, decir algo demasiado normativo. Después de todo, dejamos de lado muy cuidadosamente, al menos hasta hoy, este aspecto del problema que con toda probabilidad habré de volver a considerar. Otra consecuencia. Hay algo que se manifiesta también con mucha fre- cuencia y que no es una de las menores paradojas del andlisis de los homo- sexuales. De entrada, parece bien paraddjico, con respecto a la exigencia de un pene en la pareja, que tengan panico de ver el 6rgano de la mujer, por- que, nos dicen, eso les sugiere ideas de castraci6n. Quizas sea cierto, pero no tal como se piensa, pues si algo los frena ante el 6rgano femenino es precisamente la suposicién, en muchos casos, de que ha ingerido el falo del padre, y lo temido en la penetracién es precisamente el encuentro con di- cho falo. Algunos suefios — les citaré algunos — perfectamente registrados en la literatura y que se encuentran también en mi practica, ponen de manifiesto de la forma mas clara que lo que emerge con ocasi6n del encuentro posible con una vagina femenina es un falo que se desarrolla y que representa algo insuperable, y frente a esto el sujeto no sdlo ha de detenerse sino que se ve invadido por toda clase de temores. Esto le da al temor a la vagina un sen- tido muy distinto del que se ha considerado bajo la ribrica de la vagina _ dentada, que también existe. Es la vagina dentada porque contiene el falo hostil, el falo paterno, el falo al mismo tiempo fantasmatico y absorbido por la madre, cuyo verdadero poder posee ella en el 6rgano femenino. 217 LA LOGICA DE LA CASTRACION Esto articula suficientemente toda la complejidad de las relaciones del homosexual. Es una situacién estable, no dual en absoluto, una situacién llena de seguridad, una situaci6n con tres pies. Precisamente porque siem- pre se ha considerado como una relacién dual y nunca se entra en el labe- rinto de las posiciones del homosexual, por culpa del analista, la situacién nunca llega a ser enteramente elucidada. Aunque tenga las relaciones mas estrechas con la madre, la situacién s6lo tiene su importancia en relacién con el padre. Lo que debiera ser el mensaje de la ley es todo lo contrario, y esta, ingerido o no, en manos de la madre. La madre tiene la clave, pero de una forma mucho mds compleja que la implicada en la nocién global y tosca de que es una madre provista de falo. Si resulta que el homosexual se ha identificado con ella, no es de ningtin modo, pura y simplemente, en tanto que tenga o no tenga el adyecto, sino porque esté en posesion de las claves de la situacidn particular que prevalece a la salida del Edipo, donde lo que se juzga es saber cual de los dos tiene a fin de cuentas el poder. No cualquier poder, sino muy precisa- mente el poder del amor — los vinculos complejos de la edificacién del Edipo, tal como les son presentados aqui, les permiten comprender cémo la relacién con el poder de la ley repercute metaféricamente en la relacién con el objeto fantasmatico que es el falo, como objeto con el que debe pro- ducirse en un momento dado la identificacion del sujeto. La préxima vez desarrollaré un breve comentario anexo de lo que se ha llamado los estados de pasividad del falo — el término es de Loewenstein — para explicar ciertos trastornos de la potencia sexual. Esto se inserta aqui demasiado naturalmente como para que no lo haga. Luego les mostraré cémo, a través de los distintos avatares del mismo objeto, desde el princi- pio, o sea, desde su funcién como objeto imaginario de la madre hasta el momento en que es asumido por el sujeto, podemos esbozar la clasifica- cién general y definitiva de las diferentes formas en que interviene. Esto es lo que haremos dentro de ocho dias. El dia siguiente, antes de dejarlos durante tres semanas, concluiremos con la relacién del sujeto con el falo, de una forma que tal vez les interesa- ra menos directamente pero que a mi me importa mucho. En efecto, terminé mi Ultimo trimestre con lo que les planteé sobre la comedia. Cuando les dije que lo esencial de la comedia era el momento en que el sujeto consideraba todo el asunto dialéctica en mano y decia— Des- pués de todo, todo este asunto dramdtico, la tragedia, los conflictos entre el padre y la madre, nada de eso vale tanto como el amor, asi que ahora divirtémonos, entremos en la orgia, hagamos cesar todos esos conflictos, 218 LOS TRES TIEMPOS DEL EDIPO (II) de cualquier forma todo esto esté hecho para el hombre —, esto no se Ic han acabado ustedes de tragar. Me causé mucho asombro haber sorprendi- do, incluso escandalizado, a algunas personas. Voy a hacerles una confiden- cia — eso esta en Hegel. De todas formas, voy a plantear cosas nuevas sobre el tema, algo que me parece mucho mas demostrativo que todo lo que se ha podido elaborat sobre los diversos fenémenos del ingenio. Es que, por este camino, se en- cuentra una sorprendente confirmacién de lo que estamos planteando, < saber, el cardcter crucial para el sujeto y para su desarrollo de la identifica- ci6n imaginaria con el falo. Les doy cita, pues, el ultimo dia de este periodo para mostrarles hasta qué punto esto es aplicable, hasta qué punto es demostrativo, hasta qué punto es sensacional — para proporcionar una clave, un término unico, una explicaci6n univoca de la funcién de la comedia. 29 DE ENERO DE 1958 219

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