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Este trastorno se manifiesta mediante una mezcla de síntomas comparativamente leves que se ven con
frecuencia en atención primaria, siendo su prevalencia todavía mayor en la población general.
Algunos estudios preliminares han indicado que la sensibilidad del médico general para el síndrome de
trastorno mixto ansioso-depresivo es baja. Sin embargo, es posible que esta falta de reconocimiento
refleje únicamente la falta de una etiqueta diagnóstica apropiada para estos pacientes.
Las manifestaciones clínicas de este trastorno combinan síntomas de trastornos de ansiedad y síntomas
de trastornos depresivos. Además, son frecuentes los síntomas de hiperactividad del sistema nervioso
autónomo, como las molestias gastrointestinales, y contribuyen a que estos enfermos se atiendan con
frecuencia en los ambulatorios médicos.
El manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM) propone una serie de criterios para
hacer el diagnóstico de este trastorno. Por otro lado, como ya hemos comentado, los hace solamente
con fines de investigación. Veámoslos:
La característica esencial de este trastorno es un estado de ánimo disfórico persistente o recurrente
que tiene una duración de al menos 1 mes. Este estado de ánimo se acompaña de síntomas adicionales
de idéntica duración, entre los cuales se incluyen un mínimo de cuatro de los siguientes:
Irritabilidad acusada.
Estos síntomas provocan malestar clínico significativo o deterioro social, laboral o de otras áreas
importantes de la actividad de la persona. Por otro lado, el trastorno mixto ansioso-depresivo debe
descartarse cuando los síntomas se deben a los efectos fisiológicos directos de una sustancia o de una
enfermedad médica, o si en algún momento el individuo ha cumplido los criterios diagnósticos para
trastorno depresivo mayor, trastorno distímico, trastorno de angustia o trastorno de ansiedad
generalizada.
Tampoco debe establecerse el diagnóstico si al mismo tiempo se cumplen los criterios para cualquier
otro trastorno de ansiedad o del estado de ánimo, aunque éstos se hallen en remisión parcial.
También es preciso que el cuadro sintomático no pueda explicarse mejor por la presencia de otro
trastorno mental. La mayor parte de la información inicial sobre esta entidad se ha recabado en los
centros de asistencia primaria, donde el trastorno parece ser más frecuente; probablemente también
tenga una mayor prevalencia entre pacientes ambulatorios.
Algunos investigadores han comunicado que de un 20% a un 90% de todos los pacientes con
trastornos de angustia tienen episodios de trastorno depresivo mayor. Estos datos sugieren que la
coexistencia de síntomas depresivos y de ansiedad que no reúnen criterios diagnósticos de trastornos
depresivos o por ansiedad es muy común.
Sin embargo, en este momento no se dispone de datos epidemiológicos formales del trastorno mixto
ansioso-depresivo. En este sentido, algunos investigadores han estimado que la prevalencia de este
trastorno en la población general es del 10% y en atención primaria llega a ser de un
50%. Estimaciones más conservadoras sugieren una prevalencia en un 1% en la población general.
Cuatro líneas experimentales sugieren que los síntomas de ansiedad y síntomas depresivos están ligados
a una causas identificada.
En primer lugar, varios investigadores han hallado causas neuroendocrinas similares en trastornos
depresivos y de ansiedad. Estos incluyen el aplanamiento de la respuesta de cortisol a la hormona
adrenocorticotropa, el aplanamiento de la respuesta de la hormona de crecimiento a la clonidina y el
aplanamiento de la hormona estimulante del tiroides y las respuestas de la prolactina a la hormona
liberadora de tirotropina.
En segundo lugar, varios investigadores han presentado datos que identifican la hiperactividad
del sistema noradrenérgico como un factor relevante en el origen de los trastornos depresivos y de
angustia de algunos pacientes.
Específicamente, estos estudios han encontrado que los pacientes deprimidos y con trastornos de
angustia que experimentaban activamente una crisis de angustia presentan concentraciones elevadas
del metabolito de la norepinefrina MHPG en la orina, el plasma o el líquido cefalorraquídeo.
Como con otros trastornos de ansiedad y depresivos, la serotonina y el GABA también pueden estar
asociados al origen del trastorno mixto ansioso-depresivo.
En tercer lugar, muchos estudios han encontrado que fármacos serotoninérgicos, como la fluoxetina y
la clomipramina, son útiles en el tratamiento tanto de los trastornos depresivos como de los trastornos
de ansiedad. Por último, varios estudios familiares han presentado datos que indican que los síntomas
de ansiedad y depresivos están relacionados genéticamente, al menos en algunas familias.
Curso y pronóstico
Según la información clínica actual parece que al inicio, los pacientes pueden tener la misma
probabilidad de síntomas predominantes de ansiedad o síntomas predominantes de depresión, o una
mezcla proporcional de los mismos.
Los abordajes psicoterapéuticos pueden ser de tiempo limitado, como las terapias cognitivas o
conductuales, aunque algunos clínicos utilizan un enfoque psicoterapéutico menos estructurado, como
la psicoterapia de introspección.
Tratamiento farmacológico
Las sustancias que afectan al receptor 5-HT, como la buspirona, también pueden estar indicadas. Entre
los antidepresivos, los serotoninérgicos (por ejemplo, la fluoxetina) pueden resultar muy eficaces en el
tratamiento de trastorno mixto ansioso-depresivo.
Tratamiento psicológico
De todas formas, el tratamiento de elección para este tipo de patologías es la psicoterapia cognitivo-
conductual. Por un lado, se trata de que el paciente consiga en primera instancia reducir su nivel de
activación fisiológica. Esto se logra mediante técnicas de respiración (por ejemplo, respiración
diafragmática) y técnicas de relajación (relajación muscular progresiva, entrenamiento autógeno,
mindfulness, etc.).
En segundo lugar, es necesario que el paciente mejore su estado de ánimo. Esto puede conseguirse de
diferentes maneras. La terapia de activación conductual puede resultar muy eficaz en este sentido. Se
trata de que el paciente retome su nivel de actividad previo. Para ello se le insta a realizar actividades
agradables, ya sea recuperando o participando en alguna nueva de manera gradual.
En tercer lugar, resulta útil una fase de psicoeducación. En esta fase se le explica al paciente qué es lo
que le ocurre y por qué. Se trata de dar unas nociones básicas acerca de las características de la
ansiedad y la depresión para que el paciente normalice su experiencia.
Después, puede ser necesario cambiar algunas creencias o pensamientos que pueden estar
manteniendo el problema. Esto puede hacer utilizando la técnica de reestructuración cognitiva.
Como hemos visto, el trastorno mixto ansioso-depresivo carece de entidad propia en algunos sistemas
diagnósticos, pero se encuentra con frecuencia en las consultas de atención primaria y su prevalencia es
alta. Es un trastorno que tiene tratamiento y que, de no tratarse a tiempo, puede cronificarse.
Tal y como resalta Buela Casal, Catedrático de la Universidad de Granada del Departamento de de
Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológico, el problema de diferenciar los síntomas de la
ansiedad y depresión sigue constituyendo hoy en día una de las principales preocupaciones en
psicopatología. Particularmente, debido a las implicaciones en el diagnóstico y en la intervención que
esta dicotomía tiene. Actualmente, no cabe duda que existe un solapamiento de síntomas entre ambos,
pero esto no puede implicar que sus conceptos se confundan. Tienen elementos comunes, pero
igualmente diferenciadores.
Por tanto, como asegura la Organización Mundial de la Salud, el trastorno mixto ansiedad-depresión se
diagnostica en aquellos casos en los que los síntomas de ambos están presentes pero no son lo
suficientemente graves como para realizar un diagnóstico individual. Es decir, por un lado el trastorno
de ansiedad pertinente, y, conjuntamente, un trastorno depresivo.